la universidad como desarrollo económico y social

Anuncio
LA UNIVERSIDAD FACTOR DE DESARROLLO
ECONÓMICO Y SOCIAL
Josep Ferrer Llop. Rector de la UPC
Sevilla, 19 de mayo de 2005
El crecimiento económico es una condición necesaria, aunque no suficiente,
para el desarrollo integral de cualquier colectividad. Dicho de otra forma, sin
crecimiento económico no es posible el aumento de la renta per cápita de las
personas ni tampoco del nivel general de bienestar de una colectividad.
Para que el desarrollo sea posible, el crecimiento económico debe ser
sostenido en el tiempo y verse acompañado por la positiva evolución de otros
indicadores como:

Reducción del desempleo puesto que sin reducción del desempleo el
aumento del poder adquisitivo de las personas y la reducción de las
desigualdades no son posibles. En América Latina se estima que el 50 por
ciento del empleo es aún informal, como recordó D. Enrique Iglesias,
Presidente del Banco Interamericano hace un mes escaso en esta misma
ciudad de Sevilla.

Reducción de la pobreza, reconociendo que la pobreza, por su carácter
multidimensional, es un fenómeno complejo en el que no sólo debe tenerse
en cuenta el umbral de la renta por día por debajo de la cual se sitúa la
pobreza (2 USD), sino que también se deben tener en cuenta que los
pobres raramente tienen acceso al ejercicio y al desarrollo de sus derechos
políticos y sociales.

Reducción de la desigualdad social, ya que la desigualdad social es la
principal responsable de la exclusión económica, política, social y de género
1
de las personas. América Latina es la región con una mayor desigualdad y
este fenómeno explica muchos de los episodios de inestabilidad política que
se están produciendo en la región en estos meses.
Y aún, estos indicadores básicos deben complementarse con otros que nos
permitan evaluar correctamente el grado de desarrollo que en una determinada
colectividad se da. Nos referimos a la:

Evolución del nivel educativo medio del conjunto de las personas, que
no sólo es fundamental en los niveles primario y secundario para que un
país tanga un sólida base para su desarrollo, si no que en la sociedad
global del conocimiento es imprescindible que un mayor número de
ciudadanos tengan educación superior de calidad para que un país pueda
participar con éxito en la economía global.

Evolución de la vulnerabilidad e inseguridad humana que afecta a
importantes capas de la población de nuestras sociedades.

Grado de calidad para el acceso y ejercicio de los derechos políticos y
sociales.
El rol de la universidad
Ante esta conceptualización del desarrollo de los pueblos y de las personas, no
parece una obviedad preguntarse de nuevo acerca del papel que a la
universidad corresponde como factor de desarrollo económico y social de
carácter integral. De esta manera, la universidad, más allá de ofrecer marcos
de aprendizaje de carácter técnico, debe contribuir también a la formación de
actitudes que permitan el desarrollo social que tengan en la democracia, la
justicia, la solidaridad, el progreso y la libertad sus referentes primeros.
Llegados a este punto, las preguntas se hace más concreta: ¿debe la
universidad contribuir al desarrollo económico y social de los pueblos y,
2
especialmente de los países emergentes o en vías de desarrollo? y,
consecuentemente, ¿debe la universidad jugar un papel cómo factor de
transformación
social?
La
respuesta
a
ambas
preguntas
debe
ser
necesariament afirmativa. Y ello por dos razones: la primera por su carácter de
la institución académica que la obliga a no olvidar principios fundamentales de
la humanidad (Declaración Universal de los Derechos Humanos o los Objetivos
del Milenio proclamados hace unos años por las Naciones Unidas); la segunda
porqué en la universidad se genera conocimiento y progreso que deben ser
puestos a la disposición del conjunto de la sociedad y, especialmente, de los
pueblos y de las comunidades que aún no disponen de un desarrollo suficiente
que les permita avanzar en su proceso de liberación y progreso.
Pero es que, además, en la sociedad global del conocimiento en la que nos
encontramos, la universidad debe hacer frente a retos decisivos como
consecuencia del compromiso que tiene contraído con la sociedad; un
compromiso que le obliga a mucho y que conlleva que la institución académica
deba ser, además de institución académica, agente socio-económico que
permita que los objetivos básicos de creación y difusión del conocimiento se
vean complementados con los valores del progreso y del bienestar de los
ciudadanos. Es decir, los valores del desarrollo integral de las personas y de
los pueblos.
No obstante, debemos alertar que esta vocación social a la que acabamos de
referirnos no es universalmente compartida. En el seno de la OMC se está
debatiendo acerca de la conveniencia de incluir la educación superior como
uno de los servicios próximos a liberalizar totalmente. Ello significaría negar a
la educación superior su carácter de servicio social para considerarla una
simple mercancía que quedaría al margen de cualquier protección o posibilidad
de subvención pública. La Conferencia Mundial de la UNESCO de 1997 se
pronunció claramente en contra de esta visión. Desde aquella conferencia y
hasta nuestros días, la acción de los países anglosajones y del Banco Mundial
han conseguido modular a la baja aquellos pronunciamientos comportando que
en estos momentos no está nada claro con relación al desenlace de la actual
ronda de negociaciones de la OMC que culminará a finales de este año.
3
No nos llamemos a engaño. En el trasfondo de este debate anidan dos
concepciones contrapuestas: la apuesta por una sociedad global del
conocimiento
que
conlleve
mayores
concentraciones
de
poder
y,
consecuentemente, mayores desigualdades e injusticias, o la apuesta por la
generalización de los derechos humanos y del bienestar de la ciudadanía con
el resultado de mayor progreso y desarrollo global de la humanidad. Ante esta
disyuntiva la universidad, depositaría del saber y del conocimiento, no puede ni
debe ser neutral. La universidad debe estar conceptualmente al servicio de
todos los ciudadanos y del progreso económico y social de todos los pueblos.
Es decir, la universidad, mediante la socialización del conocimiento, ha de ser
la herramienta de desarrollo igualitario y sostenible y no una nueva “arma” de
dominio y de colonización sin límites.
Desde amplios sectores de la sociedad se espera que la universidad del siglo
XXI se implique decisivamente en la evolución y progreso de esa sociedad
global del conocimiento en la que nos hallamos immersos. No se trata de una
petición nueva puesto que el sentido crítico y la autonomía del pensamiento
han sido una constante en el proceso de dejar atrás perjuicios intelectuales o
políticos, especialmente en momentos en los que se reclamaba la libertad y la
democracia. Ahora se trata de una demanda más global que incluye también
aspectos de orden económico. La sociedad quiere una universidad que desde
el mundo académico se proyecte sobre ella, porque es de todos conocido que
sin esta universidad socialmente pertinente, los países no tienen acceso a los
beneficios de la globalización. En definitiva, una universidad que sea
corresponsable en el desarrollo del países y de los países y del bienestar de
los ciudadanos.
Finalmente, quisiera referirme a nuestra región latinoamericana. Desde 1992,
los Jefes de Estado y de Gobierno de nuestros países se reúnen anualmente
para ir profundizando en la construcción de un espacio latinoamericano. Para
que éste sea posible, se precisa del concurso activo de las universidades que
deben actuar como puntas de lanza de una participación activa de los
ciudadanos, especialmente de aquellos que forman opinión, como son los
4
universitarios. Y ello para empezar a pensar que una comunidad científica
latinoamericana es posible y que ésta contribuya activamente al diálogo con
otras civilizaciones y culturas en unos momentos en hay quién sólo busca
ponerse al servicio de la confrontación y del conflicto.
5
Descargar