Representaciones del rol de conducción escolar según diferencias de género AUTORES: BERNAL, María de los Angeles PICCO, Estela PLESNICAR, Lorena INSTITUCION: Universidad Nacional de La Pampa República Argentina A modo de Introducción A través del siguiente trabajo procuraremos describir algunas representaciones sobre el desempeño de los equipos de conducción en las instituciones escolares de la provincia de La Pampa, Argentina, en los últimos sesenta años. La elección del tema responde a la necesidad de integrar experiencias, puntos de vista y marcos teóricos desde distintas áreas de estudio de la realidad educativa como son la Historia de la Educación y la Organización y Administración Escolar. Para la realización de este estudio se combinaron dos miradas convergentes y simultáneas. Una, focalizada en estudios de casos, entrevistando a directores que ejercieron entre los años 1940 y 1980, y a directoras que lo hicieron desde 1980 hasta hoy; la otra que consiste en un análisis histórico general de la trayectoria de la mujer como docente en la historia Argentina y en la provincia de La Pampa. Lo obtenido desde el abordaje cualitativo fue triangulado para analizar qué representaciones implican sus funciones según el género. Breve reseña histórica Desde una mirada histórica, observamos que la tarea docente, ya sea frente al aula o en cargos directivos o de inspección fue ocupada, desde la colonia, por hombres, y en la mayoría de los casos clérigos. Como veremos, algunos pensadores se ocuparon de reconocer la importancia de la mujer como maestra, tales como Belgrano, Moreno, Rivadavia y Sarmiento. En la época colonial, durante el siglo XVI, la católica Corona española de los Austrias encomendó la organización del sistema educativo a distintas órdenes religiosas que actuaron en el Nuevo Continente con el apoyo incondicional de la Iglesia, quien ejercía así su colonización espiritual. Se insta entonces a los sacerdotes a enseñar el Credo católico, a leer, escribir y contar, siguiendo órdenes de Felipe II quien , en 1572, por una Real Cédula, dispuso que los virreyes y gobernadores debían nombrar “maestros” en todos los pueblos de su jurisdicción. La Cédula se expresa en masculino, así que creemos que aún no se consideraba la posibilidad de la maestra, ya que la mujer estaba relegada al hogar o al monasterio. A partir del siglo XVII, los cabildos podían autorizar , previa solicitud del interesado, a laicos para el ejercicio de la docencia. Según el Acuerdo del Cabildo del mes de agosto de 1605, la primera persona autorizada en Buenos Aires para ejercer la enseñanza fue nuevamente un hombre , Francisco de Vitoria. A fines del siglo XVIII, bajo el reinado en España de la Casa de los Borbones, influidos por el pensamiento ilustrado, se defiende en Europa la idea de difundir la educación a la mayor cantidad de ciudadanos . Surge así en España y luego en las colonias un afán por elevar el nivel cultural del pueblo y una preocupación por la educación pública, lo cual llevó a nombrar maestros para cubrir estas necesidades, observándose nuevamente la presencia del hombre, religioso y educador. A comienzos del siglo XIX, el virrey Juan José Vértiz , trató de emprender tentativas culturales de renovación intelectual, fundando el Colegio de San Carlos, de nivel primario y secundario, donde se formaron casi todos los hombres de Mayo y en el cual actuaron como maestros y profesores clérigos y maestros laicos, siempre hombres. La revolución de Mayo de 1810, organizadora de la primera Junta de Gobierno Patrio que sustituyó al virrey, implicó un cambio en la situación política del Virreinato del Río de la Plata, creándose escuelas cuya dirección, nuevamente, estaba en manos masculinas. Aunque es interesante destacar que el cabildo de Buenos Aires dio algunas subvenciones a maestras particulares, como Juana Rueda y Josefa Carballo, de manera que comienza a manifestarse la posibilidad de una mayor participación social de la mujer . En esta época y bajo la misma ideología ilustrada , se destaca Manuel Belgrano por su pensamiento lúcido y su obra en bien de la educación, señalando por primera vez la necesidad de contar con la mujer, además del hombre, en la profesión docente, y resaltando la necesidad de educar tanto a niñas como a varones igualmente. En sus “Memorias” señala que debería “confiarse el cuidado de las escuelas gratuitas a aquellos hombres y mujeres que por oposición hubieran mostrado su habilidad, y cuya conducta fuese de público y notorio irreprensible...”(Belgrano, 1978, p.38) Esto indica que, según Belgrano, a la hora de contratar servicios docentes, importa más la capacidad que el género. En 1818, bajo el gobierno de Bernardino Rivadavia se estableció que para mejorar el magisterio era necesario exigir idoneidad y excelente preparación a los maestros, quienes debían acreditar “moralidad e inteligencia”. Bregó por la educación femenina y la incorporación de la mujer al movimiento de reforma social por él proyectado. Para esto crea la Sociedad de Beneficencia, dirigida por señoras de la alta sociedad, entre ellas Mariquita Sánchez de Thompson, mujer de ideas liberales y conducta independiente, a fin de extender la educación de las mujeres bajo el control del estado, a través de la creación y dirección de escuelas para niñas. Esta Sociedad, que tenía maestras y monitoras, trató de resolver el problema de la falta de maestras , para lo cual fundó en la parroquia de Montserrat un colegio de enseñanza superior para formar futuras educadora. Comienza, de esta manera, a manifestarse un rol social más activo de las mujeres , en este caso de clase alta, en el área educativa y asistencial; lo que les permitió salir de sus hogares para desempeñar otros roles. El progreso en educación y el inicio de una mayor participación activa de la mujer en los cargos docentes, se va a dar entre 1856 y 1870 debido a la acción de Domingo F: Sarmiento, quien siendo jefe del Departamento de Escuelas (1856) proyectó la creación de escuelas normales para maestros y para maestras a fin de resolver el problema de la formación docente. Creador de la escuela popular y del magisterio nacional, amante de la liberación femenina, fundó en Chile la primera Escuela Normal de Sudamérica, siendo uno de sus ideales la formación de maestras. Consideraba que por largo tiempo no debía formarse varones para el magisterio, porque consideraba a la mujer más apta que al hombre para la enseñanza, ya que “poseen aptitudes de carácter y de moral que las hacen infinitamente superiores a los hombres para la enseñanza de la primera infancia” (Sarmiento, D.F., 1989, p.137) A esto se unía una razón de carácter más práctico a la hora de elegir maestros, ya que las mujeres son, para él, más permanentes en el ejercicio de su profesión, “no tienen como los hombres, ocupaciones más productivas que las que le proporciona la enseñanza”y más económicas, ya que “para educar a los pueblos bien y barato, nada mejor que la mujer”. (Belin Sarmiento, S.A.,1929, p.94) Se infiere de su pensamiento, por un lado, que las tareas hogareñas femeninas no eran socialmente consideradas tan productivas como los trabajos de los hombres, y por otro , que a la maestra se le puede pagar menos, ya que su tarea escolar sería una prolongación natural de su labor materna. Además de traer a la Argentina a veintitrés maestras norteamericanas, nombró como su principal colaboradora a Juana Manso (1819-1875) novelista y poetisa, quien fue directora de la primera escuela mixta creada por Sarmiento en Buenos Aires, y especialista en jardines de infantes, quien bajo el lema “el kindergarten es la libre república de la niñez”, pugnaba por la profesionalización de la docencia. Su obra principal respecto a la formación de un magisterio idóneo fue la creación, en 1870, de la Escuela Normal de Paraná para cuya dirección trae al norteamericano Jorge Stern como director ; incorporándose años después el profesor italiano Pedro Scalabrini como director de estudios, y dirigida más adelante por José María Torres, español, durante las presidencias de Mitre y Avellaneda. Podemos ver que aún después de la prédica de Sarmiento sobre la inserción de la mujer en el magisterio, no deja el hombre de cubrir lugares importantes en la educación, como son los cargos directivos. A comienzos del siglo XX continúa la incorporación paulatina de la mujer en el ámbito de la educación. La prédica en favor de la mujer se dará dentro del marco del Socialismo, siendo el diputado Alfredo Palacios, y las primeras feministas Raquel Caamaña y Alicia Moreau de Justo, junto con Rosario Vera Peñaloza , como Inspectora General de Enseñanza Secundaria Normal y Especial, quienes pidieron que se legisle a favor de los derechos de las mujeres e hijas de los trabajadores, y que se reglamente el trabajo de mujeres y niños, defendiendo los derechos de todos los marginados de la educación. Entre 1916 y 1932 se crearon catorce escuelas normales, y entre 1933 y 1940 hubo reformas en los programas de pedagogía y didáctica, siendo Clotilde Rezzano, en la Escuela Normal nº 5 de Buenos Aires., quien introdujo el método Decroly relacionándolo con los aportes del sistema Montessori, tratando de adaptarlos a las necesidades educativas del país. En las décadas del 40 y el 50 se equilibra la participación del hombre y la mujer en los cargos docentes, y se comienza a acentuar la idea que relaciona la labor docente femenina y la función materna, al considerarse a la maestra como “segunda mamá”. Fue importante la labor de educadoras escolanovistas como Delia Etcheverry (socialista) y las hermanas Olga y Leticia Cossettini (demócratas progresitas) quienes lucharon, unidas a maestros como Antonio Sobral (partido radical) y Luis Iglesias (partido comunista) por los principios liberales de la educación nueva. En la década del 60 comienza una época de mayor participación de las mujeres, superando a los hombres en la actividad docente, afianzándose aún más la representación de la maestra-mamá. En 1969 finaliza la época del normalismo y se transforma a la antigua Escuela Normal en bachilleratos con orientación pedagógica. Para obtener el título de maestro se inaugura un nuevo nivel educativo, el Profesorado de Nivel Elemental, con una duración de dos años, en algunos casos como carrera de nivel terciario y en otros universitario, más adelante Profesorado de Enseñanza Primaria, y hoy Profesorado de EGB 1 y 2, donde la presencia de estudiantes mujeres es mayoritario . Hoy en la provincia de La Pampa En la actualidad , y desde hace cerca de veinte años, se observa en la Argentina una feminización de la tarea docente. En particular, en la provincia de La Pampa son mayoría los cargos docentes desempeñados por mujeres , pero a medida que se asciende en los puestos académicos algunos de estos lugares son ocupados por hombres. Por ejemplo, el Ministerio de Educación provincial está ocupado por un hombre, las tres Subsecretarías por mujeres y las Direcciones Generales son compartidas en igual número por hombres y mujeres. Los cargos directivos, entonces, están cubiertos por el 80% de mujeres y el 20% de hombres. La dirección escolar y sus representaciones Los establecimientos escolares, en general, son instituciones sociales marcadas y enmarcadas por la historia educativa de un país y por los requerimientos, las posibilidades y las recurrentes demandas del contexto en los que se insertan. Aunque, si bien responden a estos determinantes que le asignan una impronta común y hacen que se parezcan unos a otros, se diferencian por su singularidad. Una escuela no solamente es un espacio, una organización en la que se llevan a cabo objetivos, contenidos, métodos y evaluación; es , ante todo “un conjunto de personas, espacios, relaciones, materiales, etc., con una historia, unas tradiciones, formas de trabajo y relaciones” (Salinas, 1997, p.58). Esta interacción entre los actores y la institución –sus prácticas de gestión, su historia, su cultura, sus creencias, sus miedos, sus ideales- modela en forma peculiar su perfil. Es en la vida cotidiana de las escuelas , en su escenario individual o grupal, donde se despliegan las representaciones. Según Roger Chartier, las representaciones pueden considerarse como “esquemas intelectuales incorporados, que engendran las figuras gracias a las cuales el presente puede tomar sentido, el espacio recibir su desciframiento”(1990, p.44). Tener en cuenta algunas representaciones en torno al rol de conducción y que los actores comparten, da cuenta de los significados aceptados o rechazados que generan consensos o disensos y se conjugan en un entramado singular. Las voces masculinas Del análisis de las entrevistas a los directores que actuaron entre los años 40 y 80, y con respecto a sus prácticas y modos de gestión, vemos que ellos expresaron algunos rasgos recurrentes: Que comprendían la génesis, la conformación y los factores de un trabajo particular que los caracterizó por sus logros frecuentes. Que era un privilegio el acceso a una carrera docente por inclinación y condiciones laborales, y que en su labor no hallaban ni se creaban conflictos. Que en forma voluntaria realizaban lecturas para perfeccionar su formación, y contaban con buenas bibliotecas personales. Que del estado venía todo organizado, cada uno sabía lo que tenía que hacer. Que podían compartir un partido de futbol con los alumnos, pero también era un orgullo ir a hacer los deberes a la casa del maestro; aunque en la escuela no se confundían los roles. Que poseían trayectoria docente y social reconocida por su trabajo en la escuela. Las voces femeninas Desde los comienzos de la década del 80 en las instituciones escolares de La Pampa la mujer ocupa la mayoría de los cargos de conducción en las mismas escuelas donde antes fueron maestras. Sus voces también expresan: Que no solamente poseen condiciones para la función directiva sino para la administración de la escuela. Que pueden contener afectivamente a los docentes, alumnos y padres. Que no fueron muy capacitadas para el cargo, pero que se esfuerzan en ser idóneas. Que los conflictos sociales obstaculizan a veces el aprendizaje de los alumnos. Que comparten sus decisiones con los docentes y su superior jerárquico (Coordinadora de Area). Que las actividades de la escuela le ocupan la mayor parte de su tiempo personalfamiliar. Directores/directoras De lo expresado podemos inferir que en el imaginario social existe la idea de que es diferente el ejercicio del rol directivo según el género Los directores manifiestan que en su época no había fuentes de conflicto –tanto en lo interno como en lo externo-, y que ellos eran capaces de gestar y sostener con éxito un proyecto educativo. Estos directores poseían y poseen un gran prestigio, un gran reconocimiento de parte de los padres, por su afecto, su confianza, su acercamiento al diálogo, a los acuerdos y a la participación. Esto implica como representación que el director posee una autoridad natural relacionada con la “capacidad innata” del varón para resolver problemas en forma práctica, a veces ocultando conflictos. La autoridad masculina es considerada socialmente en la medida en que hace singular cada institución según las aptitudes personales. La antigüedad en el cargo y la experiencia, son también vistas como un factor que influye en las representaciones que se tiene del ejercicio idóneo de la autoridad. Asimismo algunos rasgos de la personalidad masculina como “la fortaleza”, “la presencia”, son definidos como atributos indispensables para ejercer una buena gestión y competir eficazmente en un mundo de jerarquías. La sociedad le atribuye al director la importancia de ejercer un rol paternal en relación con los alumnos, los docentes y la institución. A partir de estas representaciones, al hombre se lo asocia con el mando basado en la autoridad, el sentido del deber y la disciplina. Un modelo de director como los que entrevistamos han dejado una impronta muy fuerte en nuestra sociedad, donde ahora tiene que construir su lugar la mujer. En cambio, las representaciones del rol directivo femenino que se infiere de las entrevistas, muestran a las mujeres como más abiertas, participativas, democráticas, moderadoras y apaciguadoras de conflictos; además de poseer las características propias de su naturaleza maternal como la sensibilidad ante los problemas infantiles, la capacidad de contención afectiva, los cuidados, etc. Aunque, ante la presencia de algunas problemáticas actuales como la sobrecarga de la tarea, la falta de recursos, la necesidad de relacionarse con otras instituciones especializadas para resolver casos, la sociedad ve el desempeño de las directoras como menos profesional que el de los directores. Se piensa que la inserción masiva de la mujer en la educación en los últimos años modificó la dinámica y el estilo de conducción escolar flexibilizándolo, siendo consideradas también idóneas, pero no ejerciendo la autoridad con la misma firmeza que el hombre. Finalmente dejamos abiertos algunos interrogantes: ¿la presencia generalizada de la mujer en los cargos de conducción puede modificar en gran medida la dinámica institucional de las escuelas? ¿Conducen las instituciones educativas los hombres y las mujeres de igual modo? ¿cómo es percibida la diferencia entre conductores hombres y mujeres por los demás actores institucionales y sociales? ¿la imagen de la mujer está alejada de la autoridad y la legitimidad profesional? ¿qué tipo de actitudes femeninas o masculinas inspiran respeto en la conducción ? Estas y otras preguntas son las que se hacen cada día los hacedores de instituciones escolares en estos tiempos de cambio. Bibliografía Belgrano, M. (1796). Memorias. En Solari, M. (1978). Historia de la educación argentina. Buenos Aires: Paidós. Belin Sarmiento, A. (1929). Sarmiento anecdótico. Buenos Aires: La Facultad. Chartier, R. (1990). La historia cultural redefinida: prácticas, representaciones, apropiaciones. En Punto de vista XIII, 39, pp. 44-48. Barcelona: Gedisa. Salinas, D. Desarrollo curricular y Dirección de Centro. En Frigerio, G. (1997). De aquí y de allá. Textos sobre la instrucción educativa y su dirección. Buenos Aires: Kapelusz. Sarmiento, D.F. (1989). Educación popular. Buenos Aires: Ediciones Banco de la Provincia de Córdoba.