Consentimiento y autonomía de la voluntad

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MATERIA
DERECHO CIVIL III
TEMA
EL CONSENTIMIENTO Y AUTONOMÃ A DE LA VOLUNTAD
FECHA
27-04-2008
INDICE
• Introducción
• AutonomÃ−a de la Voluntad
• Limites de la autonomÃ−a de la voluntad
• Los principios de autonomÃ−a de la voluntad en materia de propiedad contractual
• Aspectos generales de autonomÃ−a de la voluntad
• Atentados contra la libertad de contratar
• Atentados contra la libertad de no contratar
• Voluntad Interna y Voluntad Declarada
• El consentimiento
• Vicios del consentimiento
• Conclusión
• BibliografÃ−a
INTRODUCCION
Conviene en primer lugar, investigar en que medida es necesario el consentimiento, y cual es su poder
creador; esta indagación requiere un estudio general la autonomÃ−a de la voluntad.
Cuando se haya demostrado que pese a los atentados inferidos contra la libertad de los contratantes, el
consentimiento permanece como el elemento esencial en el ámbito contractual, podremos emprender el
examen del consentimiento en si mismo, el de su existencia, después el de los vicios susceptibles de
afectarlos y la autonomÃ−a de la libertad o libertad de contractual.
AUTONOMÃ A DE LA VOLUNTAD
La voluntad es el querer interno que, manifestado bajo el consentimiento, produce efectos de derecho.
Es un concepto precedente de la filosofÃ−a kantiana que va referido a la capacidad del individuo para dictarse
sus propias normas morales.
El concepto constituye actualmente un principio básico en el derecho privado, que parte de la necesidad de
que el ordenamiento jurÃ−dico capacite a los individuos para establecer relaciones jurÃ−dicas acorde a su
libre voluntad. Son los propios individuos los que dictan sus propias normas para regular sus relaciones
privadas.
LÃ MITES A AUTONOMÃ A DE LA VOLUNTAD
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En el derecho existen dos tipos de normas: Las normas dispositivas y las imperativas. En el caso de las
primeras, son normas que sirven para suplir la autonomÃ−a de la voluntad en aquellos sitios en donde la
autonomÃ−a de la voluntad no haya establecido algo expresamente (por ejemplo, el caso de sucesión
intestada).
La norma imperativa, sin embargo, actúa en todo caso como norma de obligado cumplimiento. Es un
lÃ−mite a la autonomÃ−a de la libertad. (Por ejemplo, las legÃ−timas). Es importante ver como juega el
papel de la autonomÃ−a de la voluntad en el derecho comercial como el derecho a la rescisión de un
contrato con base en el desacuerdo con el objeto.
La doctrina separa la voluntad real de la declarada, porque dicen que puede haber un desajuste entre los
elementos volitivos internos y la esteorización de ellos.
Los lÃ−mites al principio de la autonomÃ−a de la voluntad, son siempre de carácter legal.
Generalmente se habla del orden público y de las buenas costumbres como lÃ−mites a este principio, pero
estos limitan el principio en cuestión en tanto están contemplados en la ley.
Podemos mencionar también, como uno de los lÃ−mites que podrÃ−amos llamar genéricos, la exigencia
de un objeto lÃ−cito del contrato, o la exigencia de celebración de ciertas formalidades en el caso de los
contratos solemnes.
Por otra parte en materia de propiedad intelectual, las normas reguladoras de la competencia desleal
podrÃ−an imponer limitaciones a la autonomÃ−a de los particulares para la celebración libre de contratos.
Vale recordar que todo lÃ−mite al principio de autonomÃ−a de la voluntad constituye una acepción a la
regla. Es por esta circunstancia que las limitaciones a este principio deben constar expresamente en la ley.
Este principio tiene un claro carácter meta jurÃ−dico, y está impregnado de sentido moral y se refiere
fundamentalmente, a la libertad que, dentro de sus posibilidades, tienen las personas para elegir por si mismas,
aunque las opciones que escojan sean, objetivamente erróneas.
LOS PRINCIPIOS DE AUTONOMÃ A DE LA VOLUNTAD EN MATERIA DE PROPIEDAD
INTELECTUAL
El principio de la autonomÃ−a de la voluntad rige en la celebración de contratos en cualquiera de la rama del
derecho. De esta manera, el principio de autonomÃ−a de la voluntad tiene relación con la propiedad
intelectual implicaciones particulares.
El principio de autonomÃ−a está Ã−ntimamente vinculado al principio de igualdad jurÃ−dica, el mismo
facilita el tráfico de bienes intelectuales.
El principio de autonomÃ−a de la voluntad sirve de fundamento a la existencia de los contratos innominados
de propiedad intelectual.
ASPECTOS GENERALES DE AUTONOMÃ A DE LA VOLUNTAD
El principio de autonomÃ−a de la voluntad, o libertad contractual consiste en el poder que la ley reconoce a
los particulares para reglamentar por sÃ− mismos (libremente y sin intervención de la ley). El contenido y
las modalidades de las obligaciones que se imponen contractualmente.
La autonomÃ−a de la voluntad
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La voluntad, a los ojos de los filósofos del siglo XVIII, es la fuente de todos los derechos. El individuo no
esta obligado, sino por su voluntad, directamente en el contrato, indirecta y tácitamente cuando la
obligación esta impuesta por la ley, por no ser esta que debe, por otra parte, intervenir con extrema reserva
más que la expresión de La voluntad general.
No solamente los filósofos del siglo XVIII veÃ−an en la voluntad la fuente de las obligaciones, sino, que le
reconocÃ−a un valor moral; por ser iguales y libres los individuos, el contrato libremente discutido es
necesariamente equitativo; toda traba del legislador compromete ese equilibrio e implica una injusticia.
La excelencia de la voluntad aparecÃ−a mejor todavÃ−a en el ámbito de la economÃ−a: El hombre no
dará pruebas de iniciativa en sus empresas, más que si contrata libremente, solo si regula por si mismo; el
comercio se basa sobre la libertad limitada.
Dugit, negaba el papel conferido a la voluntad por la escuela liberal: por si sola, la voluntad es impotente para
crear obligaciones; es la sociedad la única que posee ese poder; la voluntad no es sino, un conmutador, que
da paso a una corriente cuya fuente se haya en otro lugar. La experiencia ha demostrado que un contrato no es
forzosamente justo, que con frecuencia consagra el aplastamiento del débil por el fuerte por las iniciativas
de las gentes sin escrúpulos; que, en fin, sobre el terreno económico, la libertad conduce a crisis grave que
tan solo puede evitar una severa reglamentación.
Esas crÃ−ticas no carecen de fundamento. Desde luego es preciso reconocer que el exceso de
reglamentación es también peligroso. Suprime la iniciativa, la atracción del riesgo; toda personalidad
desaparece; el hombre queda reducido al estado de autómata en el centro de negocios jurÃ−dicos
prefabricados.
Por consiguiente, debe reconocerse un papel importante a la voluntad, pero tan solo como un medio al
servicio del derecho, como un instrumento del bien común. En principio el individuo es libre para contratar,
Para no contratar, para fijar las condiciones del contrato; las partes son libres para modificar el contrato y para
ponerle términos; pero esa libertad ha sufrido diversos atentados:
Atentados contra la libertad de contratar
Para los fanáticos de la escuela liberal, no deben oponerse ninguna barrera a la libertad de contratar. Pero
ningún sistema jurÃ−dico ha consagrado jamás esa posición utópica.
Los redactores del código civil opusieron a la libertad de las partes el orden público y las buenas
costumbres, aguardándose de definir estas nociones. ComprendÃ−an en el orden público las cuestiones
relacionadas con la organización del Estado y la forma de Gobierno, las de interés de la familia, la libertad
o el estado de las personas.
Atentados contra la libertad de no contratar
Prohibir a un individuo que contrate constituye un grave atentado a la autonomÃ−a de la voluntad. Pero su
libertad está mucho más en peligro si se retira el derecho de negarse a celebrar un contrato. En principio, el
individuo no esta obligado, sino, por los contratos libremente consentidos, o por la ley. Esa libertad de no
contratar paresia uno de los bastiones del liberalismo; sin embargo, ha caÃ−do. Atentado directo, cuando
existe contrato forzoso.
Atentados indirectos, cuando la posibilidad que subsiste de no contratar es puramente teórica. A sÃ−, no
cabe librarse de las convenciones colectivas, más que de absteniéndose de trabajar.
El sistema de la declaración de la voluntad serÃ−a susceptible igualmente, si estuviera admitido, de atentar
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contra la libertad de no contratar; puesto que toma en cuenta como creadora de obligaciones la manifestación
de voluntad, incluso si no corresponde a la voluntad real de su autor: Una persona que no ha querido celebrar
un contrato se encontrarÃ−a obligada contra su deseo.
Voluntad interna y Voluntad declarada
Dentro de un sistema que funda únicamente la obligación sobre el consentimiento del que se obliga tan solo
la voluntad real interna, es la creadora de derecho. La voluntad, expresa declarada, solo tiene eficacia en la
medida en que produce fielmente la voluntad real; en caso de discordancia la voluntad real debe prevalecer
necesariamente sobre la declaración de voluntad; una transmisión inexacta de la voluntad real es un
obstáculo para la perfección del contrato.
CONSECUENCIAS:
Todo error ha hacer que los requisitos del contrato lleva consigo la nulidad de ese contrato, que no han sido
pedidos verdaderamente. El juez, cuando interpreta la convención, debe averiguar la voluntad real de las
partes. Un acto simulado carece de efectos. Las partes no están ligadas más que por la “contraescritura”;
es decir, el acto verdadero que se disimula bajo el acto aparente. La reserva mental, voluntaria o involuntaria,
impide que se perfeccione el contrato, incluso, si esa reserva era ignorada por el otro contratante.
El sistema de la declaración de voluntad, constituye el reverso de la tesis precedente.
La voluntad interna, mientras no se haya proyectado exteriormente, no posee consecuencias jurÃ−dicas;
corresponde al ámbito de la psicologÃ−a, no al del derecho. La realización exterior, la manifestación o
declaración de voluntad, es la única que surte efecto, por que es la proyección de la voluntad sobre el
plano social; los terceros no conocen esa declaración; se basan en ella cuando contratan, cuando actúan. Se
acentúa el aspecto social del contrato.
Las consecuencias de esta teorÃ−a son diametralmente opuestas a las de la voluntad interna:
La declaración prevalece sobre la voluntad interna en caso de discordancia; una transmisión inexacta (por
telegrama), obliga al contratante cuya voluntad ha sido, no obstante, desnaturalizada. La contraescritura o la
reserva mental están privadas de efectos. El papel del juez, en la interpretación del contrato, no consiste en
averiguar la voluntad real de las partes, sino, en precisar la voluntad declarada como explicando unas
cláusulas por otras.
En esa forma sistemática y absoluta, la teorÃ−a de la declaración de voluntad surgió en Alemania en el
curso del siglo XVIIII, y algunos autores han creÃ−do que los redactores del código civil alemán se
habrÃ−an referido a ella.
La reserva mental impide a una de los contratantes conocer la voluntad del otro. En caso de reserva mental, el
derecho alemán no toma en cuenta más que la declaración de voluntad; la reserva es inoperante, las
partes están obligadas por las voluntades declaradas. Es imposible probar una voluntad interna contra la
voluntad declarada.
“Un error fundamental la vicia”: La voluntad no es por si misma la fuente del derecho: No es sino, el
instrumento de su determinación y de su actuación. El mundo del derecho es el mundo de la finalidad.
JurÃ−dicamente la voluntad, no es más que una fuerza, un medio. No tiene aquélla derecho a la
protección de la ley en razón del valor de los fines que tiende o a que se presume que tiene.
La voluntad jurÃ−dica no es ni la voluntad a secas, ni la voluntad de potencia, sino, la voluntad de justicia o
de bien. Por consiguiente la voluntad al servicio del derecho; no el derecho al servicio de la voluntad.
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EL CONSENTIMIENTO
El consentimiento no es más que la manifestación de voluntad, libre, inequÃ−voca, especifica e informada;
mediante el informado conciente el tratamiento de sus datos personales.
El consentimiento de las partes debe existir para que sea válida y exista el negocio jurÃ−dico, y tiene que
existir para todo tipo de contrato. Es el elemento esencial del contrato y debe existir al momento contractual.
Todo contrato exige el libre consentimiento entre las partes que lo forman. El consentimiento se manifiesta
por la concurrencia de la oferta y de la aceptación sobre la cosa que ha de constituir el contrato.
La ley fija como tipo general, el consentimiento libre, especifico, informado e inequÃ−voco, salvo que la
propia ley disponga tipos especiales, asÃ− podemos decir que el consentimiento será:
a) Libre: Deberá haber sido obtenido sin la intervención de vicio alguno del consentimiento.
b) EspecÃ−fico: Referido a una determinada operación de tratamiento y para una finalidad determinada,
explicita y legitima.
c) Informado: El usuario debe conocer, con anterioridad al tratamiento la existencia y la finalidad de para que
se recogen los datos.
d) InequÃ−voco: Es preciso que exista expresamente una acción u omisión que implique la existencia del
consentimiento (no resulta admisible el consentimiento presunto).
VICIOS DEL CONCENTIMIENTO
Para la validez del contrato, se requiere que la voluntad no esté presionada por factores externos que
modifiquen la verdadera intención. Entre los vicios del consentimiento se encuentran: El Error, la violencia
y el dolo.
- Art. 1109. No hay consentimiento válido, si ha sido dado por error, arrancado por violencia o sorprendido
por dolo.
- Art. 1110 El error: No es causa de nulidad de la convención, sino, cuando recae sobre la sustancia misma
de la cosa que es su objeto. No es causa de nulidad, cuando únicamente recae en la persona con la cual hay
intención de contratar, a no ser que la consideración de esta persona sea la causa principal de la
convención.
El error o ignorancia es lo mismo, porque la ignorancia induce a errar. El error es el falso conocimiento que se
tiene de una cosa, mientras que la ignorancia es la ausencia de conocimiento a cerca de algo.
El error puede caer sobre algunos de los elementos de hechos relativos al acto o circunstancias en que se
realice, o puede ser sobre la ley aplicable. De aquÃ− surgen dos clases de errores:
• De hecho
• De derecho
Cuando versa el error, existe una equivocación sobre el objeto del contrato, o sobre algunos de sus aspectos
esenciales. El error es motivo de nulidad del contrato cuando recae sobre:
• La naturaleza del contrato (querÃ−a hacer un arrendamiento e hizo una compraventa).
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• La identidad del objeto.
• Las cualidades especificas de la cosa.
El error no debe ser de mala fe, porque de lo contrario se convierte en dolo.
- Art. 1111. La violencia ejercida contra el que ha contraÃ−do una obligación, es causa de nulidad, aunque
haya sido ejecutada por un tercero distinto de aquel en beneficio de quien se hizo el pacto.
- Art. 1112. Hay violencia, cuando esta es de tal naturaleza, que haga impresión en el momento de sano
juicio y que pueda inspirarle el temor de exponer su persona o su fortuna, a un mal considerable y presente.
En esta materia hay que tener en cuenta la edad, el sexo y la condición de las personas.
- Art. 1113. La violencia es causa de nulidad del contrato, no solo cuando se haya ejercido en la persona
contratante, sino, cuando han sido objetos de ella; el cónyuge, ascendientes o descendientes de él.
- Art. 1114. El temor respetuoso hacia los padres u otros ascendientes, sin que hayan mediado verdaderos
actos de violencia, no bastan por si solo para nublar el contrato.
- Art. 1115. No puede un contrato ser nuevamente impugnado por causa de violencia, si después de cesada
esta se ha aprobado el contrato expresa o tácitamente, o dejando pasar el tiempo de la destitución fijada por
la ley.
En la violencia se ejerce una fuerza irresistible que causa un grave temor a una de las partes del contrato, o
que una de las partes haya abusado de la debilidad de la otra.
- Art. 1116. El dolo: El dolo es causa de nulidad, cuando los medios puestos en prácticas por uno de los
contratantes son tales, que quede evidenciado que sin ellos no hubiese contratado la otra parte. El dolo no se
presume; debe probarse.
- Art. 1117. La convención contratada por error, violencia o dolo, no es nula de pleno derecho, sino, que
produce una acción de nulidad o rescisión.
Todo medio artificioso, contrario a la buena fe, empleado con el propósito de engañar para hacer a una
persona consentir un contrato es considerado dolo. La vÃ−ctima del dolo puede mantener el contrato y
reclamar daños y perjuicios.
Si el consentimiento de las partes estuvo viciado, puede considerarse que ha sido válidamente prestado.
La causa es el motivo determinante que llevó a las partes a celebrar el contrato. Un contrato no tiene causa
cuando las manifestaciones de voluntad no se corresponden con la función social que debe cumplir, tampoco
cuando se simula o se finge una causa. El contrato debe tener una causa, y esta deber ser: existente, verdadera
y lÃ−cita.
La forma es el conjunto de signos mediante los cuales se manifiesta el consentimiento de las partes en la
celebración de un contrato.
CONCLUSION
El consentimiento sigue siendo el elemento primordial creador de las obligaciones. En efecto, hay que
observar que algunas restricciones o han sido sino, temporales y resultantes de leyes circunstanciales.
La importancia del principio de autonomÃ−a, no se suscribe únicamente al campo jurÃ−dico. El
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reconocimiento de la autonomÃ−a de la voluntad. Por parte del derecho positivo responde a esta forma de
originarse las formas del derecho.
BibliografÃ−a
• Código Civil y Legislación complementaria. Décima y Quinta edición. Juan Pablo Acosta.
• Hermanos Mazeau. Lecciones de Derecho Civil. Parte II, Volumen I
• http://es.wikipedia.org/wiki
• http://ventanalegal.com
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