Consecuencias sociales de la Globalización en Argentina

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CONSECUENCIAS SOCIALES DEL PROCESO DE GLOBALIZACIÃ N EN LA ARGENTINA
Resumen
El fenómeno de la “globalización”, que admite interpretaciones diversas, se acentuó durante la última
década del siglo pasado, repercutiendo de diferentes maneras sobre las sociedades que conforman el
espectro mundial. Asimismo, dicho proceso ha generado una serie de efectos colaterales en la región
latinoamericana en general, y particularmente en la Argentina. Si bien muchos de los cambios ocurridos en
estos paÃ−ses se debieron a factores polÃ−ticos y socioeconómicos locales preexistentes, la mutación del
contexto internacional potenció aquellas transformaciones, produciendo a su vez otras de carácter
inédito.
Al margen de los rasgos polifacéticos propios de la dinámica globalizadora, este artÃ−culo se limita a la
consideración de las implicaciones socioeconómicas de la misma, a partir de la reconversión de las
polÃ−ticas estatales, el aparato productivo y los modos de inserción ocupacional de los trabajadores. El
abordaje de tal problemática se concentra en el caso argentino, haciendo hincapié en ciertas áreas
urbanas de territorio bonaerense. La evolución tratada ocurrió dentro de un marco, insoslayable,
determinado por la emergencia de una realidad institucional mundializada, la cual incidió crucialmente en la
conformación de una estructura de la sociedad radicalmente diferenciada respecto a la vigente hace un cuarto
de siglo.
Introducción: implicaciones sociolaborales de la nueva economÃ−a mundializada
Si bien el proceso “globalizador” ha tenido antecedentes históricos relativamente mediatos, y aún remotos,
es a partir de fines de los años ochenta del último siglo cuando dicho término adquiere una
connotación peculiar y especÃ−fica. Además, con anterioridad a dicha instancia, ya se habÃ−a
mencionado la emergencia de una aldea global, referida al campo de los medios de comunicación masiva,
cuyas innovaciones tecnológicas permitieron la notable transnacionalización informativa operada entre los
espacios más alejados del planeta. Sin embargo, un hecho de trascendencia planetaria, la denominada
«caÃ−da del muro de BerlÃ−n», acaecida en 1989, asignó un sentido más profundo y novedoso al
fenómeno citado.
En la década de los noventa, el devenir de la <mundialización> adoptó un carácter pluridimensional, al
abarcar aspectos diversos aspectos concernientes a los ámbitos polÃ−tico, jurÃ−dico,
económico-financiero, tecnológico y sociocultural. Respecto al plano del derecho internacional, se ha
procurado eliminar las fronteras que resguardaban la soberanÃ−a de los distintos Estados en la esfera judicial,
ante la comisión de delitos considerados de lesa humanidad. Mientras tanto, en lo que atañe a la
evolución del área computacional, actualmente continúa desarrollándose un proceso inédito de
revolución en las intercomunicaciones a escala intercontinental. Este progreso ha llevado, dado el avance
acelerado del funcionamiento de las “redes” enlazadas mediante internet, al planteo del advenimiento, y
gradual consolidación, de una nueva «sociedad de la información».
Más allá de los rasgos generales esbozados, en este capÃ−tulo se analizan las connotaciones de la
globalización desde la perspectiva de sus efectos directos, explÃ−citamente buscados, junto a sus
derivaciones colaterales, supuestamente no deseadas, sobre la problemática polÃ−tico-económica y,
principalmente, sociolaboral. La disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas potenció
el despliegue de estrategias de Ã−ndole neoliberal en numerosos paÃ−ses, en ocasiones enormemente
distanciados entre sÃ−, apuntalando la tendencia propulsada en ese sentido, durante los años ochenta, sobre
todo por las administraciones de los Estados Unidos de Norteamérica y de Gran Bretaña. Con el inicio de
la década finisecular, los centros de poder del <mundo occidental> procuraron imponer, en un terreno
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internacional polÃ−ticamente allanado, un modelo de gobierno y un sistema económico «unificados», a
través de la hegemonÃ−a progresiva de las democracias representativas y bajo la égida de la dinámica
del mercado capitalista, liberado de las regulaciones estatales.
Dentro del «nuevo orden internacional», una serie de teorÃ−as sociales ha procurado la interpretación de
este proceso transformador a través de visiones, de variada raigambre conceptual, algunas veces
complementarias, otras divergentes. El proceso omnicomprensivo -implÃ−cito en el fenómeno globalizadorfue abordado extensamente, por numerosos autores, en sus aristas generales, básicamente en referencia a sus
dimensiones cultural, mediática e informacional, conjunto de factores que remiten al advenimiento de una
<civilización mundializada>. No obstante ello, este ensayo se limita al tratamiento especÃ−fico de sus
efectos económicos, puntualmente en las áreas financiera y tecnológica, junto a sus repercusiones en el
ámbito laboral.
La constitución a escala planetaria de una “economÃ−a global dinámica” conllevó una vinculación
recÃ−proca de actividades y poblaciones entre las regiones más distanciadas geográficamente, a la vez que
los territorios y las sociedades irrelevantes, en términos de los intereses hegemónicos supranacionales, son
desconectados de las redes de poder y riqueza (Castells: 1998).
En un contexto ideológico globalizado, fueron divulgadas concepciones acerca de un hipotético «fin de
la historia», enmarcado por la supuesta extinción de las doctrinas crÃ−ticas, frente al predominio de los
patrones institucionales señalados. Ello promovió la idea acerca de la entrada en vigencia de un
<pensamiento único>, inevitable desde un punto de vista pragmático. Al margen de tal extremo utópico,
propulsado por los sectores con mayor poderÃ−o polÃ−tico y económico en la nueva coyuntura histórica,
la globalización conllevó, de hecho y en la práctica reconversora de la estructura de las sociedades, el
intento de “mundializar el neoliberalismo”. De allÃ− que las crecientes protestas de los movimientos opuestos
a la implantación de instituciones y procedimientos globales cuenten con el apoyo de los colectivos más
heterogéneos, programáticamente, dada la amplitud de factores y grupos afectados.
Las caracterÃ−sticas esenciales que definen el concepto de globalización económica, considerada en
términos de fase expansiva renovada del régimen capitalista de producción y distribución, son las
siguientes: tendencia a la apertura de los sistemas productivos y de los mercados nacionales y, por ende,
decrecimiento o eliminación de las polÃ−ticas estatales reguladoras y/o proteccionistas; aumento sumamente
relevante del comercio internacional; expansión de los mercados financieros; reorganización espacial e
interpenetración de los diferentes sectores de las economÃ−as, sobre todo los industriales, eludiendo las
fronteras entre paÃ−ses; incremento de la movilidad en el campo mundial de los factores de producción;
búsqueda continua y progresiva de la ventaja comparativa y de la competitividad a nivel supranacional,
trasvasando los lÃ−mites continentales; prioridad de la innovación tecnológica; tasas elevadas de paro;
descenso de los niveles históricos de remuneración de la fuerza de trabajo. Asimismo, en cuanto resultante
del conjunto de elementos señalados, se manifiesta una interdependencia creciente entre paÃ−ses o
economÃ−as netamente diferenciadas y cierta proclividad hacia la formación de polos económicos
regionales (López: 1999).
La desarticulación del esquema organizativo fordista del trabajo, y el declive de los Estados del Bienestar, en
muchos paÃ−ses, circunstancias funcionales al desarrollo pleno del «sistema global» habÃ−an socavado
las condiciones socioeconómicas de la mayor parte de los trabajadores a nivel mundial, y las de sus entorno
familiar y comunitario. La progresión hacia la configuración de mercados de alcance planetario presenta
rasgos polisémicos, que afectan áreas poblacionales y culturales crecientemente amplificadas. En
aquelllos aspectos que atañen, de manera focalizada, a la cuestión del empleo a fines del milenio, dicha
evolución implica el deterioro laboral, y la consecuente degradación social, de una masa enorme de la
fuerza de trabajo disponible en la mayorÃ−a absoluta de los paÃ−ses. Asimismo, los procesos estructurales de
cambio implicaron una mutación radical de los marcos sociales y macropolÃ−ticos que configuran la
experiencia humana y el accionar colectivo en el conjunto del planeta (Castells: 1998).
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La imposición gradual, extendida prácticamente al conjunto del orbe, de nuevas relaciones de producción,
tendentes a una mayor flexibilidad contractual, se acentuó en los años noventa, en consonancia con la
culminación de la guerra frÃ−a y el auge pleno de las polÃ−ticas económicas neoliberales, propiciando un
aumento de la desregulación de las vinculaciones entre los sectores empresarios y de trabajadores. Ha
resurgido, entonces, un tipo inédito de anomia, imperante en el ámbito del trabajo, que involucra a cada
vez más colectivos de la sociedad llamada <postindustrial>. Los mecanismos predominantes de inserción
laboral resultan proclives a conformar grupos marginados del núcleo hegemónico, ostensiblemente
minoritario, de las respectivas economÃ−as nacionales. A su vez, éstas se encuentra decisivamente
condicionadas por la dinámica de un mercado crecientemente elusivo de las fronteras estatales. Dentro del
marco de esta economÃ−a-mundo finisecular, destacan sus profundas connotaciones sociolaborales,
concernientes al incremento del paro, la precarización gradual de las inserciones en el mercado de trabajo, la
temporalidad ocupacional recurrente y el agravamiento de los problemas migratorios.
En nuestros dÃ−as, los mercados más importantes y dinámicos actúan de manera interrelacionada dado
que, aunque la mayorÃ−a de ellos opera en espacios localizados, un elemento decisivo en la evolución de las
empresas transnacionalizadas consiste en la posibilidad de penetrar comercialmente en distintos territorios,
incluso enormemente alejados entre sÃ−. La producción en el orden mundial se encontrarÃ−a globalizada,
si nos ajustamos estrictamente a la consideración de la relevancia adquirida por ciertas firmas
multinacionales, junto a sus redes productivas auxiliares, en diversas áreas geográficas dispersas. Sin
embargo, a pesar de que dichas corporaciones emplean alrededor de setenta millones de trabajadores en varios
continentes, esta cifra -si bien considerable- no es demasiado significativa, comparada con la población
conjunta -económicamente activa- del orbe (Castells: 1999). Sin embargo, al margen de esa proporción
cuantitativa, dichas empresas gigantes, por medio de sus filiales satélites, conforman el centro vital de la
actividad industrial y de generación de servicios, hegemónicas a escala supranacional. Debe apreciarse, en
ese aspecto, que las premisas básicas de la globalización se adaptan a los caracteres particulares de los
contextos nacionales especÃ−ficos, los cuales obedecen a tendencias y comportamientos propios de los
actores sociales involucrados, al disponerse localmente de cierta autonomÃ−a, frente a situaciones
heterogénas, detectables -por ejemplo- en términos de la gestión de fuerza de trabajo (Pérez Sáinz:
1994).
i) Análisis de la situación particular argentina
Dentro de un escenario económico internacional mundializado, la evolución de la “cuestión del empleo”
en la Argentina representa un caso especial, teniendo en cuenta el desarrollo socioeconómico considerable
alcanzado por este paÃ−s, hasta la década de los años sesenta, en contraste con la mayorÃ−a de las
naciones latinoamericanas. Al respecto, resulta llamativo que una sociedad que habÃ−a logrado un elevado
grado de integración de su fuerza de trabajo, junto a una expansión de las clases medias (en un marco de
movilidad social aceptable), manifestase a fin de siglo un deterioro grave de su situación ocupacional y la
progresiva polarización de sus estratos sociales, expresada en una distribución de los ingresos cada vez
más inequitativa.
Dicho proceso se desencadenó en el contexto de la nueva era detallada en el apartado anterior, caracterizada
por el predominio de una lógica capitalista excluyente, la cual determina que zonas geográficas extensas, y
millones de seres humanos, resulten marginados de los “beneficios del informacionalismo”. Tal fenómeno,
que se desenvuelve tanto en los paÃ−ses económicamente avanzados como en los periféricos, obedece a
la naturaleza incontrolada de las redes globales del capitalismo hacia fines del siglo pasado (Castells: 1998).
Las reconversiones sucesivas del aparato productivo y del mercado laboral, sumadas a la regresión de las
polÃ−ticas distributivas de ingresos y del sistema de seguridad social, reflejaron las mutaciones de la
estructura productiva, en forma paralela al declive de las instituciones estatales de raigambre keynesiana. El
giro apuntado se apoyó en un cuestionamiento profundo del accionar estatal previo, intensamente activo e
interventor, incurriéndose en el reverso absoluto de esa estrategia, al asignarse, gradualmente, la
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responsabilidad exclusiva de la organización socioeconómica a los hipotéticos valores de los arreglos
institucionales privados (Barbeito y Lo Vuolo: 1992).
Los cambios señalados resultan inescindibles del proceso internacional de reestructuración capitalista, que
tiende a potenciar la lógica competitiva, partiendo desde mediados de los setenta de la consolidación
gradual de renovadas condiciones tecnológicas y organizativas, caracterÃ−sticas de la era de la
información (Castells: 1998).
La Argentina, junto a gran parte del resto de América Latina, está experimentando profundas
transformaciones económicas debido a la forma de su inserción en el proceso globalizador y a la
implementación de programas estructurales de ajuste. Dichos cambios, además, se reflejan en el
funcionamiento del mercado de trabajo, en el cual tienden a proliferar mecanismos proclives a potenciar la
heterogeneidad productiva y ocupacional preexistente. Pueden señalarse, al respecto, algunos factores
cruciales que conforman la mutación de la problemática laboral. En primer término, debe destacarse la
pérdida de centralidad del empleo formal, en las esferas tanto privada como pública, originada en la
creciente apertura económica y en las reformas llevadas a cabo en el Estado, respectivamente. En segundo
lugar, resulta evidente el surgimiento de un nuevo tipo de empleo vinculado a los ejes actuales de la
acumulación, ligados a su vez a la evolución de la economÃ−a global. Finalmente, se manifiesta una
redefinición de la diversidad de la informalidad laboral, a través de la configuración de renovados
escenarios <neoinformales>.
Los mecanismos precitados coadyuvan a conformar diversos procesos de diferenciación social, originados en
los cambios en las relaciones de producción, como asi también en las correspondientes a la distribución y
el consumo. Respecto a las primeras, tienden a acentuarse la individuación del trabajo, la sobreexplotación
de las capacidades laborales, la exclusión y la “integración perversa” propia de la economÃ−a criminal. Las
segundas, por otro lado, alusivas a la apropiación diferencial de la riqueza generada por el esfuerzo
colectivo, resultan proclives a potenciar la inequidad de los esquemas distributivos de ingresos y la
polarización de la sociedad, a su vez generadores de manifestaciones crecientes de empobrecimiento e
indigencia (Castells: 1998).
El abordaje del estado actual del universo del trabajo, resultante del conjunto de transformaciones
internacionales señaladas, remite a la expresión más crÃ−tica de la precariedad laboral, es decir el
problema del paro. à ste no responde únicamente a los cambios técnico-organizacionales y
tecnológicos, sino a un cúmulo de factores complejos, mutuamente imbricados, y su seguimiento permite
tener una visión panorámica de la dimensión de las mutaciones operadas. Pueden comprobarse, al
respecto, los indicadores correspondientes a la tasa de desempleo, en el ámbito urbano, durante el lapso
abarcado por gran parte de los años ochenta y noventa. Resulta conveniente aclarar que los datos expuestos
a continuación comprenden parcialmente el periodo 1983-1998, justamente una etapa marcada por el retorno
-y gradual consolidación- de las instituciones democráticas. La medición abarca entonces el gobierno de
Raúl AlfonsÃ−n, perteneciente a la Unión CÃ−vica Radical, y gran parte de las dos gestiones consecutivas
del presidente Carlos Menem, del Partido Justicialista. Dichas instancias polÃ−ticas coincidieron con una
coyuntura crucial en el orden mundial, en la medida en que los años ochenta marcaron un punto de
inflexión en las economÃ−as internacionales, cuyas estrategias -como se ha indicado- tendieron, en forma
progresiva, a aferrarse a la aplicación de esquemas neoliberales. Además la Argentina, en 1983,
experimentaba las consecuencias de las medidas polÃ−tico-económicas tomadas por la última dictadura
militar, que habÃ−a asumido el poder de facto en 1976.
TASAS DE DESEMPLEO POR RAMA DE ACTIVIDAD EN EL AREA METROPOLITANA
(Unidades: porcentajes)
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Sectores 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990
Abril/Oct. Oct./Abril Mayo/Oct. Mayo/Oct. Abril/Oct. Mayo/Oct. Mayo/Oct. Mayo/Oct
Industria[a] 4,0 1,6 3,0 3,4 6,0 5,2 ... 4,4 5,2 5,5 6,2 5,8 8,5 6,1 9,2 5,8
Construcción 10,1 8,4 12,1 8,0 13,2 13,7 ... 11,1 10,9 10,8 12,0 13,1 12,5 18,4 20,6 13,6
Comercio 3,7 3,6 4,2 3,5 4,4 3,8 ... 4,5 5,1 5,2 5,6 4,5 6,8 5,6 6,4 5,8
Serv.[b] 4,0 2,7 2,6 2,4 3,5 3,7 ... 3,6 4,5 4,1 4,7 3,9 4,6 4,3 5,4 3,2
Sectores 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
Julio/Oct. May/Oct. May/Oct. May/Oct. May/Oct. May/Oct. May/Oct. Mayo
Industria [a] 5,2 5,2 6,5 6,7 9,7 9,0 10,1 13,5 19,5 15,6 17,8 17,0 13,3 13,5 11,4
Construcción 13,9 6,2 12,7 14,7 18,9 16,2 20,5 22,2 37,0 32,9 34,4 32,1 31,5 26,9 28,0
Comercio 4,7 3,5 4,4 3,5 8,5 6,9 8,4 12,2 18,9 16,1 15,1 14,8 14,5 14,0 12,1
Servicios [b] 3,4 3,3 4,1 5,3 7,1 6,8 8,1 8,2 13,3 12,6 13,0 14,3 12,9 10,9 9,3
[a]: Rama manufacturera del sector industrial
[b]: Rubros comunales, sociales y personales correspondientes del sector de servicios
En la tabla anterior es posible observar con nitidez la evolución de los Ã−ndices de desocupación en
distintos sectores de la estructura económico-productiva. Si se divide, de manera arbitraria, el periodo total
de dieciséis años en cuatro subetapas tetra-anuales, resulta evidente la trayectoria en ascenso de la tasa
mencionada. Esto ocurre al margen de algunos quiebres, parciales y/o transitorios, de dicha inclinación
constante y sostenida.
El promedio de la tasa de paro en el sector industrial ascendió del 3,9% (1983-1986), al 6,5% (1987-1990),
8,2% (1991-1994) y 15,4% (1995-1998), de manera que -evaluando estos guarismos- puede sostenerse que el
desempleo, en el conjunto de ramas industriales, prácticamente se cuadruplicó, considerando el lapso
general abarcado por esta medición. Respecto de la rama correspondiente a la construcción, subsector
caracterizado en sÃ− mismo por elevados niveles de inestabilidad y desprotección, la situación expresa
sÃ−ntomas de mayor gravedad, en la medida en que ya en el inicio del periodo existÃ−a una desocupación
elevada, levemente superior al 10%; en este rubro, las cifras porcentuales medias de paro, considerando la
periodización anterior, alcanzan el 11,0%, 14,0%, 15,7% y 27,9%, sucesivamente. En cuanto a la actividad
comercial, las tasas equivalen al 4,0%, 5,6%, 6,5% y 13,2%, en forma respectiva.
Finalmente, en lo que refiere al rubro servicios, los Ã−ndices demuestran un comportamiento peculiar, dadas
las variaciones oscilantes -relativamente pronunciadas- en ciertos años intermedios. Dentro del conjunto de
tal área, que comprende tipos de prestaciones variados y heterogéneos, los datos señalan una
desocupación del 3,2%, 4,3%, 5,8% y 10,8%, de manera sucesiva. En virtud de la complejidad de la
composición de este último sector, los datos deben analizarse en el contexto del proceso de terciarización
del aparato económico-productivo.
De modo resumido, se constata que los incrementos sectoriales del desempleo, en porcentajes aproximados,
en el lapso 1983-1998, son los siguientes:
Sectores y ramas de la economÃ−a argentina Aumento porcentual de la tasa de paro
Industria 395%
Construcción 253%
Comercio 330%
Servicios 337,5%
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Pueden rastrearse, de modo parcial, los motivos mediatos de la crisis económica y social que atraviesa la
Argentina, actualmente, en la evolución y decadencia de su Estado de Bienestar. Alrededor de mediados de
la década de los setenta, la dinámica del sistema productivo, como asÃ− también -correlativamente- las
polÃ−ticas intervencionistas, evidenciaron lÃ−mites en la continuidad de su desarrollo. A partir del golpe de
Estado de 1976, y de la dictadura militar consiguiente, se desató un proceso destructivo de cambio,
expresado en una inestabilidad macroeconómica, dentro de un marco inflacionario, y en la emergencia de
una <cultura económica> meramente “rentÃ−stica” y especulativa.
Se aplicó desde entonces un esquema dualizador, consistente en la transferencia de recursos hacia el sector
moderno, provenientes de los sectores inadaptables a los mecanismos del nuevo modelo impuesto. Como
consecuencia de la aplicación del mismo, se generó un proceso recesivo del aparato
económico-productivo, originado en el creciente déficit fiscal y de la balanza comercial, lo cual redundó
-en definitiva- en la caÃ−da abrupta de los indicadores de crecimiento macroeconómico. Tal declive
manifestó, a la vez, una heterogeneidad notable, en cuanto a su grado de afectación sobre distintos
segmentos de la sociedad. Al mismo tiempo que caÃ−an en forma abrupta el ingreso y la inversión, un grupo
reducido de agentes económicos concentró capital y poderÃ−o crecientes, como consecuencia del enorme
trasvase de riqueza operado (Barbeito y Lo Vuolo: 1992).
Hacia finales de los años noventa ya se habÃ−an consolidado las reconversiones operadas por las reformas
estructurales iniciadas a mediados de los setenta, las cuales provocaron cambios sustanciales en el devenir
económico-productivo y en la distribución del ingreso. En este sentido, “debido al impacto de la apertura
externa sobre el mercado laboral, se produjo un proceso de estancamiento, e incluso de retracción, del
trabajo autónomo, que impulsó un comportamiento procÃ−clico del empleo informal” (Cimillo: 2000,
175). Deben destacarse también las repercusiones sobre el segmento de asalariados, tanto formales como
informales, asÃ− como la envergadura de los cambios de la posición de estos trabajadores dentro del
esquema distributivo de la riqueza a nivel nacional.
Dotada de un amplio consenso, emanado de la traumática experiencia inflacionaria ocurrida en los años
1989 y 1990, en 1991 comenzó a implementarse una nueva estrategia aperturista, a través del
denominado “plan de convertibilidad”, programa económico que procuró una amplia liberalización
comercial y financiera, la conversión libre del peso argentino a una tasa de cambio baja y fija,
equiparándose su unidad a la del dólar estadounidense, acuerdos internacionales para el pago de la
voluminosa deuda externa y la privatización de las empresas públicas. Este conjunto de medidas
representó un arsenal de instrumentos utilizados de cara a lograr los objetivos antiinflacionarios en lo
inmediato, aunque también constituyeron el sustento de un plan de mutación socioestructural en el plazo
medio (Cimillo: 2000). El crecimiento veloz del PBI, la recuperación de la capacidad de acumulación, el
incremento de la productividad y la estabilidad de precios fueron los aspectos positivos del programa en la
primera mitad de los noventa, mientras que el fuerte aumento de la tasa de paro y la precarización, tanto del
empleo asalariado como del trabajo autónomo reflejaron las connotaciones perniciosas en dicha etapa.
Las mutaciones antedichas del espectro ocupacional devinieron al interior de un marco global donde la
contribución laboral a la actividad productiva es definida especÃ−ficamente por cada trabajador, teniendo en
cuenta sus aportaciones individuales, en las categorÃ−as tanto asalariada como autónoma, ambas
escasamente reglamentadas. Este tipo de relación laboral constituye la práctica dominante en la
economÃ−a urbana informal, que comprende la mayor parte del empleo creado en los paÃ−ses
subdesarrollados, y en ciertos mercados ocupacionales de las naciones que han alcanzado niveles superiores
de industrialización (Castells: 1998).
La liberalización comercial y financiera afectó gradualmente, de manera directa o derivativa, al conjunto de
las actividades informales más tradicionales (comercio y servicios no personales). El coste reducido de
reposición de los bienes importados en relación con el costo de los servicios de reparación, pero en
especial la radicación de firmas transnacionales dedicadas a la comercialización minorista, que dio origen a
6
la extensión de grandes cadenas de supermercados, restringieron en forma progresiva los espacios ocupados
por los rubros convencionales en el área de la circulación de bienes y productos de consumo (Cimillo:
2000, 179).
Desde los primeros años de la década de los noventa la informalidad se constituyó en la fuente principal
de demanda de trabajo, manifestando un comportamiento claramente procÃ−clico, es decir que en las fases de
expansión económica el crecimiento de las ocupaciones informales sostuvo el nivel del empleo, mediante la
compensación de la debilidad del sector formal en dicha función, aunque asimismo coadyuvó a expandir
el paro durante las fases recesivas. Este mecanismo contribuyó a la incentivación de situaciones de
sobreexplotación de la fuerza de trabajo, la cual atañe a determinados “acuerdos laborales que permiten al
capital retener sistemáticamente la distribución de pagos/recursos, o imponer a ciertos tipos de trabajadores
condiciones más duras de lo que es la norma/regulación en un mercado [...] en un tiempo y espacio
precisos” (Castells: 1998, 97-98). Tal proceso suele derivar en la discriminación frente a los inmigrantes, las
minorÃ−as, las mujeres, los jóvenes o niños, u otas categorÃ−as de la masa laboral, la que es sometida a
abusos discrecionales en las formas, y remuneraciones, del empleo.
La transformación provocada por el nuevo contexto macroeconómico, respecto a la composición de la
fuerza de trabajo informal, explica la mayor adecuación del empleo informal al comportamiento variable de
los ciclos del mercado. En ese sentido, “el menor nivel de tolerancia de la economÃ−a abierta a las
ocupaciones de baja productividad fue un nuevo obstáculo para la absorción de la fuerza de trabajo
excedente por parte de las actividades independientes. AsÃ−, la viabilidad económica del trabajo autónomo
se debilitó” (Cimillo: 2000, 179).
Las microempresas se adecuaron rápidamente, y sin costes laborales adicionales, a las citadas fases
cÃ−clicas, puesto que la flexibilidad contractual y salarial de facto, propia del segmento informal, acrecentada
por la proliferación del paro, les permitió expandir fuertemente el empleo en la fase de recuperación de le
economÃ−a, expulsando a sus dependientes con mayor facilidad durante las recesiones. En los noventa se
implementaron cambios en las regulaciones salariales: al comienzo, se condicionaron aumentos remunerativos
a los incrementos simultáneos en la productividad; iversas medidas estimularon la descentralización de las
negociaciones colectivas y se limitó el derecho de huelga en los servicios considerados esenciales (Cimillo:
2000, 187-188).
La vulnerabilidad económica de los trabajadores autónomos continuó incrementándose en la última
década del siglo; el ingreso real medio de la fuerza laboral independiente creció en los dos primeros
años de la fase de recuperación económica, pero comenzó a declinar hacia el año 1993, y a partir de
entonces su tendencia ha sido decreciente, al margen de las fases cÃ−clicas mencionadas.
El patrón de comportamiento de los salarios de los segmentos formal e informal, similar en décadas
anteriores, se quebró en los noventa. Además, las condiciones laborales más crÃ−ticas, compartidas
durante los últimos años del milenio los trabajadores autónomos y los asalariados informales, sobre todo
aquellos ubicados en las escalas económicamente inferiores, contribuyeron a que los ingresos medios de
ambas categorÃ−as de trabajadores convergieran en torno a una evolución semejante.
La distribución del ingreso en la Argentina, a comienzos del siglo XXI, es la más desproporcionada y
regresiva desde que el Instituto Nacional de EstadÃ−sticas y Censos (INDEC, Ministerio de EconomÃ−a)
inició el relevamiento este tipo de registro, en 1974. En ese año, cuando se iniciaron dichas mediciones, la
distancia en los ingresos entre el 10% más rico y el 10% más pobre era de 12,3 veces, mientras que en
2001, esta brecha ha alcanzado su máxima dimensión, al representar la proporción de 26,4 a 1.
Los instrumentos utilizados, a efectos de implementar el régimen de acumulación, vigente desde mediados
de los setenta, remiten a la estatización de los compromisos privados externos, incumplidos, y a los subsidios
otorgados a ramas seleccionadas del sector industrial. Simultáneamente, crecieron los niveles de pobreza a
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escala nacional, mientras que los colectivos con recursos más elevados compensaban los efectos negativos
macroeconómicos negativos mediante una mayor apropiación relativa de ingresos. En términos
derivados de los sucesivos programas de ajuste, se retroalimentó un fenómeno mediante el cual la
modernización y el progreso de ciertos sectores conllevó, implÃ−citamente, la exclusión de otros. En vez
de paliar las consecuencias de dichos impactos sobre el bienestar de la población, el sistema de polÃ−ticas
sociales siguió la misma vÃ−a, determinada por la lógica regresiva impuesta a los cambios en curso
(Barbeito y Lo Vuolo: 1992).
Además, dentro del contexto formado por un deterioro masivo del nivel de ingresos y de la calidad integral
de vida de grupos extendidos de la población, no se desenvuelve una movilidad social descendente
“compacta y ordenada”, sino una dinámica articulada de cambios bruscos, disolventes, al interior de
diferentes sectores (Minujin: 1996). Resultan sÃ−ntomas claros de ese proceso dos mecanismos coexistentes,
aparentemente contrapuestos, expresados en el conjunto de la estructura de la sociedad: la <polarización>,
por un lado, junto a la <heterogeneidad>, por otro. El primer fenómeno citado procede de la concentración
de los sectores dotados de gran poderÃ−o económico, frente a la multiplicación de fragmentos sociales
pauperizados. Mientras tanto, el mecanismo de heterogeneización estratificacional refiere a la caÃ−da en los
ingresos de franjas considerables de clases medias, configurándose de este modo un cuadro de la pobreza
sumamente diversificado. En otras palabras, el conjunto de sectores empobrecidos tiende a tornarse complejo,
ya que a los “pobres estructurales históricos”, que ven potenciada -en algunos casos- su anterior condición,
en ocasiones extrema o indigente, se agregan colectivos previamente ubicados en posiciones intermedias,
aunque económica y socialmente decadentes, denominados en términos de nuevos pobres, por otra parte
de composición interna disÃ−mil.
La evolución descrita tiende a generar un cuadro ampliado de exclusión social, entendida como “proceso
por el cual a ciertos individuos y grupos se les impide sistemáticamente el acceso a posiciones que les
permitirÃ−an una subsistencia autónoma, dentro de los niveles sociales determinados por las instituciones y
valores en un contexto dado” (Castells: 1998, 98).
Durante la primera mitad de los años setenta, ya se avizoraba que el avance del esquema industrializador
basado en la sustitución de importaciones, con eje en el desarrollo del mercado interno, devenÃ−a
crecientemente impracticable. La estructura productivo-industrial argentina habÃ−a alcanzado, hacia
mediados de la década anterior, un nivel y complejidad comparable a la de los paÃ−ses con mayor ingreso
por habitante. La participación del producto de dicho sector, dentro del Producto Bruto Interno (PBI) total
podÃ−a equipararse a la correspondiente a Australia, Canadá, Holanda, Italia, Japón, y Noruega. La
participación de las industrias metalúrgicas (metales, maquinarias y vehÃ−culos) en la ocupación sectorial
conjunta de personal era en la Argentina de 42,4%, en Estados Unidos 43,5% (1963), en Australia 44,3%
(1958/59) y en Canadá 33,2% (1959). No obstante ello, mientras que en 1963 Italia exportaba el 28% de su
producción industrial, Holanda el 67%, Japón el 29%, Noruega el 40%, Canadá el 24%, el mismo sector
argentino sólo lo hacÃ−a en un 2% (Brodersohn: 1970). Además, a comienzos de la década siguiente la
participación manufacturera en el PBI era, en el perÃ−odo 1970/73, del 33,8 % (BCRA: 1975).
En el contexto del modelo sustitutivo anterior a los setenta, uno elemento crucial en la puja por la
distribución de los ingresos consistÃ−a en el papel ejercido por los trabajadores y las organizaciones
representativas en la defensa de sus intereses, al interior de un marco de pleno empleo. El fortalecimiento de
los sindicatos y la polÃ−tica estatal, orientada por los comportamientos propios de una economÃ−a mixta
(público-privada), generaron una legislación laboral que favorecÃ−a la formación de sindicatos fuertes, el
respeto por condiciones de trabajo relativamente avanzadas, si se las compara con las vigentes en otros
paÃ−ses periféricos, y una capacidad considerable de cara a la negociación con las entidades empresarias.
Como consecuencia de esa conjunción, los niveles de salarios, en términos medios, resultaban aceptables,
y estaban dotados del atributo de adecuarse a la subida de los precios de consumo.
El golpe militar de marzo de 1976 conllevó la aplicación de polÃ−ticas económicas drásticamente
8
opuestas a las planteadas, precedentemente, por el modelo de sustitución de importaciones, en un escenario
internacional que se habÃ−a trastocado. Los motivos que justificaban el cambio de dicho esquema, desde una
perspectiva estrictamente económica, radicaban la necesidad de superar sus limitaciones endógenas. La
adopción plena, ya en los años noventa, de una estrategia neoliberal para conseguir ese objetivo, devenÃ−a
de las transformaciones polÃ−ticas y económicas ocurridas en el paÃ−s durante el perÃ−odo 1975-1983, del
fracaso del gobierno democrático del partido radical (1983/89) en detener el avance de los sectores afines a
la orientación de la economÃ−a impuesta durante el régimen militar que le antecedió, y de las
condiciones vigentes en el plano mundial.
Tasa de Desocupación y Variación del Empleo
PerÃ−odo 1980/2000
Concepto
1980 1986-1990 1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
Variación de la
1,62 1,8
1,91
2,6
2,0
2,73
1,77
3,17
2,29
3,91
PEA
Tasa de
Desocupación (en 2,3
6,6
7,3
6,5
7,0
9,3
12,2
16,6
17,3
13,7
%)
Tasa de
Desocupación
100
287
317
283
304
404
530
722
752
596
(Números
Ã−ndice)
Variación del
1,75 1,3
....
3,9
2,1
0,19
-1,49 -2,0
1,43
8,43
Empleo
Incremento de
puestos de trabajo 176
138
....
438
244
19,9
-158,3 -210
147
878
(en miles)
N° de
desempleados (en 280
742
850
791
869
1092
1327
2065
2046
1866
miles)
En la última década la productividad del trabajo creció, especialmente, en algunas ramas de actividad.
Sin embargo, es importante reconocer la evolución de la tasa media de eficiencia de la economÃ−a en su
conjunto. Una forma de medir esa eficiencia media es relacionar el producto obtenido y la disponibilidad de
trabajo; esta última se expresa en el número de personas en condiciones de ser empleadas y dispuestas a
trabajar (PEA). En el perÃ−odo observado, esa relación no aumentó debido a la fuerte masa de personal
desempleado y subempleado.
Productividad Aparente del Trabajo.
Relación entre PBI pm y Personal ocupado en valores corrientes
Año
Estimación Base 1986
Estimación Base 1986
Total
Total
PBI
Ocupados
PBI
1980:
39.602
PBI
Ocupados
Ocupados PBI
10,164
3,896301 S/D
Variación de la Productividad
Base
Base
1986 Ind.
1993 Ind.
1980:100
1993:100
Ocupados
10,164
S/D
9
Corrientes
Constantes 10.301
1993:
2552.46
Corrientes
Constantes 11.931
1997:
297285
Corrientes
Constantes 13.8842
1998:
335000
Corrientes
Constantes 14.514
10,164
1,013479 S/D
10,164
12,537
20359,42 236505 12,537
18864,56
12,537
0,951663 11,77
0,938821 93,90
12,703
23402,74 292859 12,703
23054,32
12,703
1,09299
1,086515 107,84
13,124
25525,75 298131 13,124
22716,47
13,124
1,105913 14,341 13,124
1,092731 109,12
12,537
13,802 12,703
S/D
100
100
100
115,73
116,39
ii) Los cambios en la composición estratificacional urbana
Teniendo en cuenta las caracterÃ−sticas, detalladas previamente, de la situación económica argentina,
destacan la transformación del universo laboral y sus efectos sociales, durante el tramo final del siglo
pasado, en el espacio territorial comprendido por la periferia conurbana bonaerense. Dentro de este espacio
territorial, más allá de los estados socioeconómicos crónicamente crÃ−ticos experimentados por los
pobladores de ciertas provincias norteñas, se manifiesta de modo emblemático la degradación de las
condiciones integrales de vida operada a escala nacional. Tal deterioro se ha potenciado en aquellas
localidades alejadas con relación a la Ciudad de Buenos Aires, o Capital Federal, identificadas
genéricamente por su pertenencia al segundo cordón del conglomerado urbano en su conjunto, o
“cinturón periurbano”.
La configuración antedicha incluye un marco generalizado de paro persistente en los miembros cabeza de
familia, en los jóvenes estructuralmente marginados del mercado laboral -proceso acentuado por niveles de
estudios y/o capacitación insuficientes-, y en las mujeres obligadas a buscar empleo, para compensar la
merma de ingresos en su grupo doméstico, y/o que mantienen económicamente el hogar, junto a otros
variados sÃ−ntomas que expresan las derivaciones de la aplicación de una polÃ−tica económica
excluyente. Actualmente, dentro del contexto de economÃ−as periféricas tardÃ−amente industrializadas,
en ciertas áreas coexisten simultáneamente procesos de creciente y masiva pauperización, originados en
la reducción de ingresos laborales, con una relativamente moderada caÃ−da de los márgenes de pobreza
estructural, medida en términos del indicador sobre necesidades básicas insatisfechas. No obstante ello, el
devenir más reciente, abarcado por el último lustro, remiten a un escenario donde tienden a proliferar
cuadros masivos de desnutrición, incluso infantil, y la propagación de patologÃ−as endémicas incubadas
por un empobrecimiento expremo, rayano en la indigencia económica y la miseria sociocultural.
Cabe destacar que la exclusión social, “en la sociedad red, afecta tanto a personas como a territorios, [de
modo que] en ciertas condiciones paÃ−ses, regiones, ciudades y barrios enteros quedan excluidos, abarcando
a la mayorÃ−a, o a toda, su población” (Castells: 1998, 99).
El análisis de las reformas y mutaciones estructurales en el ámbito nacional, a través de un enfoque
genético, permite comprender las connotaciones de los procesos de pobreza o exclusión acentuadas.
Mediante la combinación de diversas lógicas, correspondientes a una interacción compleja entre lo
económico y lo polÃ−tico, dicho fenómeno resulta potenciado en ciertas esferas urbanas periféricas. En
este sentido, serÃ−a errático concebir sus consecuencias como la expresión de meras disfunciones que
serÃ−a menester regular a posteriori, pues tal problemática presenta raÃ−ces profundas que desencadenan
efectos irreversibles (Peñalva: 1999).
10
Respecto al panorama laboral en el Gran Buenos Aires, los sobreempleados, es decir aquellas personas que
trabajan más de 45 horas semanales, aunque desearan reducir su jornada laboral, se incrementaron,
representando más del 40% de la fuerza de trabajo efectivamente ocupada. Un porcentual similar se
hallarÃ−a conforme con la carga horaria de sus actividades laborales, mientras que el grupo remanente que
cuenta con algún tipo de empleo, alrededor del 20% del total, son subocupados. Por otro lado, según lo
demuestran indicadores elaborados en la esfera oficial, de acuerdo al relevamiento efectuado por el INDEC, la
proporción de trabajadores no registrados -o <clandestinos>- alcanzaba un promedio cercano al 40 %, en el
conglomerado urbano, considerado globalmente, a comienzo de los noventa, aunque este Ã−ndice tendió a
crecer en la segunda mitad de esa década. Cabe mencionar que el tratamiento de la problemática
sociolaboral se conecta, ineludiblemente, con la consideración de la extensión de la pobreza, la que alcanza
a estratos sociales ampliados, promoviendo una segmentación que, a su vez, genera el aumento de la
heterogeneidad social. Esta situación responde, en gran parte, a determinados mecanismos de precarización
y desafiliación, derivados de las severas mutaciones experimentadas por el mercado de trabajo, incentivadas
en el marco de polÃ−ticas que apuntan a una reconversión macroeconómica estructural.
Corresponde indicar la existencia de relaciones sistémicas entre el llamado capitalismo informacional, las
continuas reestructuraciones del aparato económico-productivo, la conversión de las relaciones de
producción, y “las nuevas tendencias en las relaciones de distribución [o] entre la dinámica de la
sociedad-red, la desigualdad y la exclusión social” (Castells: 1998, 100).
Como muestra de los efectos del proceso de segregación anteriormente señalado, en ciertos barrios
marginales del conurbano bonaerense la población joven experimenta relaciones sociales claramente
negativas. En la esfera especÃ−fica del trabajo, la rotación cÃ−clica entre vivencias de paro abierto,
alternadas por el subempleo esporádico, le impide a dicha franja etaria concretar una trayectoria laboral
estable. Por otra parte, se manifiesta en la juventud una pérdida de identidad relacional, ocasionada por el
debilitado capital social transmisible a través del propio núcleo familiar, la externalidad cultural del
sistema educativo formal -incrementada en el caso de los inmigrantes- y la limitación extrema del contexto
de sociabilidad general. Este último se va restringiendo a contactos interpersonales efÃ−meros,
caracterizados en términos de meros <pasatiempos>, como antÃ−dotos frente al hastÃ−o de una
temporalidad sin futuro, los cuales cristalizan frecuentemente en formas de comportamiento marcadas por un
progresivo accionar delictivo (Castel: 1997).
Cabe destacar el fuerte componente anómico que caracteriza a considerables porciones de la sociedad
urbana, en la medida en que una alteración absoluta de los medios y de los fines ha trastocado la vida social,
a tal punto que hay actos que formalmente son delitos, pero que la conciencia colectiva ya no reprueba (De
Soto: 1987). Por añadidura, la proliferación de la extrema pobreza coadyuva notablemente a la extensión
de la espiral de una violencia de tipo endémico, expresada en forma emblemática en el comportamiento
delictual mencionado, inserto en la convivencia cotidiana. Corresponde agregar que las mencionadas
expresiones “patológicas” se desarrollan dentro de un marco devaluado de la dirigencia polÃ−tica, dentro del
cual la población consiente resignadamente, bajo un acostumbramiento a la pasividad, las acciones
ineficaces y/o corruptas, realizadas en los niveles oficiales, a veces por parte de altos cargos.
Corresponde destacar las vivencias experimentadas por aquellos desempleados que permanecen sin poder
insertarse laboralmente, durante lapsos temporales extensos, los núcleos de los mismos que caen en un
estado crónico de <no-trabajo> y las personas sumidas en el sÃ−ndrome desaliento. Aclaremos que estas
últimas abandonan la búsqueda de empleo por desesperanza, ante la infructuosidad, y desgaste
psicofÃ−sico, de su cometido. Ello acontece dentro de un contexto agravado en aras de conseguir empleo y/o
fuentes de ingresos alternativas, determinando una configuración social cristalizada en la constitución y el
ensanchamiento de estos colectivos de parados de larga data. La urgencia por encontrar en el mercado una
salida plausible, frente a la crisis ocupacional, y teniendo en cuenta la ausencia del apoyo estatal, redunda en
muchos casos en la intención de transformar la desocupación en una situación de aprendizaje en la que,
ante la aparente inviabilidad de las cualificaciones convencionales, se procura “mercantilizar” algunos
11
atributos personales (Kessler: 1996). Tales competencias, con frecuencia, hasta ese momento habÃ−an sido
desestimadas en cuanto a su aptitud para la generación de ingresos económicos.
El análisis de los tipos diferenciados de inserción laboral en el cinturón periférico del conurbano
bonaerense, surgido de estudios de casos realizados en el Partido de La Matanza -especÃ−ficamente en la
localidad de González Catán-, permite una aproximación al universo socio-ocupacional fragmentado,
caracterÃ−stico de dicho sub-conglomerado. La corroboración empÃ−rica, sobre indicadores
correspondientes a esta zona del Gran Buenos Aires, se realizó mediante encuestas semiestructuradas, y
posteriores entrevistas en profundidad, seleccionada en términos de los casos más representativos, en lo
que refiere a las variables investigadas, durante el año 1998.
Dentro de ese escenario peculiar, de progresiva heterogeneidad social, tÃ−pica del amplio territorio
comprendido por el partido de La Matanza, abordamos una localidad suficientemente representativa del
cinturón periurbano, entendiendo por el mismo aquel cordón más alejado de la capital federal del paÃ−s
que manifiesta condiciones socioeconómicas, laborales, demográficas y educacionales nÃ−tidamente
diferenciadas, y relativamente desfavorables, en referencia al conjunto del conglomerado formado por el Gran
Buenos Aires ("GBA"). A partir del citado criterio selectivo, los diversos perfiles de inserción ocupacional,
abstraÃ−dos tipológicamente del entrecruzamiento de material empÃ−rico -surgido del relevamiento de
campo-, expresan de alguna manera modelos puros, constituyendo una resultante del aislamiento, y
yuxtaposición, de caracteres comunes presentes en un considerable número de casos observados.
Una primera aproximación demuestra una tendencia manifiesta hacia una mayor inserción ocupacional
relativa y proporcional a través de empleos formales, sobre todo públicos, o actividades comerciales
autónomas medianamente sólidas en Isidro Casanova, localidad cercana a San Justo (centro
polÃ−tico-administrativo del distrito), esta última contigua a Ramos MejÃ−a ("imán" comercial y
residencial de la zona) y próxima a la ciudad de Buenos Aires, eje tradicional demandante de fuerza laboral.
Asimismo, el alejamiento geográfico y el aislamiento caracterÃ−stico del cinturón periférico más
distante de la capital determinan que en González Catán tiendan a prevalecer situaciones laborales
marginales, ocupaciones de tipo informal e independiente precarias, además de contar con los más
elevados Ã−ndices de desocupación, subempleo y trabajo no registrado.
Debe aclararse que la Encuesta Permanente de Hogares (“EPH”, elaborada por el INDEC) indaga acerca de
sÃ− la persona entrevistada trabajó al menos una hora, durante la semana inmediatamente anterior a la
realización de la misma. Si no lo hizo, el cuestionario habitual apunta a averiguar si el encuestado se
encuentra enfermo, de vacaciones o suspendido en su empleo, por un periodo de hasta un mes; la respuesta
negativa a esta última pregunta implica la clasificación del trabajador en términos de desocupado o
inactivo según esté o no, respectivamente, buscando insertarse laboralmente. Además, en la medida en
que esta técnica de medición se fundamenta en una premisa teórica, elaborada sobre la base de un
modelo conceptual ideal y paradigmático de trabajo urbano de carácter permanente, la utilización de
dicho procedimiento investigativo presupone que la mera existencia de una actividad laboral de cualquier tipo,
en sÃ− misma, conlleva necesariamente un estado de ocupación de mediano o largo plazo.
Sin embargo, las profundas transformaciones experimentadas por el mercado de trabajo, principalmente
durante la década de los noventa, inciden sobre la proliferación de empleos temporales o chapuzas,
modalidades de producción doméstica destinada a la venta ambulante, o a domicilio, y realización de
"arreglos para afuera". Asimismo, la presencia de ayuda-familias resulta frecuente y sintomática, asÃ− como
también la de ocupaciones correspondientes a tareas vagas, difusas, aleatorias y absolutamente
informalizadas, llevadas a cabo en negocios, talleres o viviendas de vecinos, parientes o amistades.
Por otro lado, en muchas ocasiones una persona puede estar desocupada "circunstancialmente", por gozar de
vacaciones, encontrarse en uso de licencia, o debido a motivos estrictamente coyunturales. En consecuencia,
tal cúmulo de situaciones refleja una realidad estructurada, signada por una gradual consolidación de
12
modos intermitentes, ocasionales, fútiles y erráticos, correspondientes a inserciones laborales
crecientemente esporádicas.
La tendencia a la proliferación de múltiples y variadas expresiones de empleo flexible, la fragilidad en
continuo aumento de la relación asalariada y el incremento del sector autónomo -a través de distintas
modalidades- denotan el peso significativo adquirido por ciertas inserciones laborales, asentadas en la
terciarización de actividades, ligadas a determinadas funciones, externalizadas por el quehacer empresario
productivo, o referidas a la intermediación y/o a una actividad correspondiente al sector servicios.
La cristalización de los citados rasgos socio-ocupacionales deriva en una afectación sustancial del propio
<canon> de las técnicas habituales de mensuración de determinados indicadores, relacionados con el
mercado de trabajo, remitiendo -consecuentemente- a la necesidad del replanteo de cuestiones
empÃ−rico-metodológicas, cruciales en términos del análisis de la problemática del empleo.
Dentro del estado actual del espectro ocupacional considerado panorámicamente, y de manera especial en el
territorio periurbano bonaerense, se superponen incesantemente situaciones de inactividad o subempleo,
configurando una realidad cuestionadora del principio elemental inherente a la función social del trabajo,
considerado -en sÃ− mismo- en términos equivalentes a los de cierta actividad productiva, creadora y
lucrativa, inductora de una articulación especÃ−fica de las relaciones comunitarias. En este orden, un
segmento de la fuerza laboral cada vez más importante, desde el punto de vista cuantitativo, marginado del
mercado de trabajo, intenta lograr algún tipo de ocupación, en un marco obligado de despliegue de
estrategias -externas y paralelas al circuito "formal" del empleo- encaminadas a la consecución de
alternativas de subsistencia.
La continua propagación de esta lógica de los excluidos conduce a una multiplicidad de actividades
transitorias aisladas y puntuales, a la autogeneración de quehaceres redundantes y a la aceptación resignada
de empleos, extremadamente precarios, frente al apremio de la supervivencia material cotidiana. La
inserción ocupacional, intermitente u ocasional, y la vulnerabilidad recurrente como rasgo estructural del
mercado de trabajo, inducen a evaluar globalmente, dentro del universo de la informalidad laboral, tanto la
situación especÃ−fica del trabajador parcial, circunstancial y discontinuo, como asÃ− también la del
chapucero que realiza un tipo de tareas circunscritas, aunque fuera solamente durante una hora semanal,
considerada en cuanto promedio.
El estudio precitado apuntó al análisis de las diversificadas modalidades de inserción ocupacional, aún
irregulares, infrecuentes y hasta fugaces, que experimentaron durante la última década las personas
entrevistadas, más allá de la situación de desempleo vivida en el momento de la encuesta y del trabajo de
campo. Resulta obvio que, de haber desestimado dicha información, se hubieran desaprovechado datos
significativos, sobre la situación laboral de un considerable fragmento social, coyunturalmente en paro
absoluto, logrados sobre la base de la reconstrucción de trayectorias ocupacionales durante los últimos diez
años. Asimismo, una tipologÃ−a de inserciones laborales abarcativa de aquellas situaciones que, debido a
su nivel de generalidad, resulten representativas en términos de las condiciones sociales de la mano de obra
residente en la periferia del conurbano, debe incluir el delineamiento de perfiles nÃ−tidamente diferenciados.
El segmento de trabajadores autónomos del sector comercial, en su mayorÃ−a jefes de hogar, conforman un
fragmento minoritario de trabajadores independientes, dedicados al negocio de venta minorista de productos
de consumo masivo (gastronómicos, enseres para el hogar, etcétera). Ellos disponen de un capital
sumamente acotado y, generalmente, no cuentan con personal en relación de dependencia, siendo asistidos
-de modo frecuente- por algún miembro familiar. Son propietarios o inquilinos de locales comerciales de
venta al público, los que resultan atendidos directamente por el mismo patrón, con una dedicación que
abarca seis o siete dÃ−as a la semana, trabajando entre doce y catorce horas diarias, incluyendo los sábados.
Gran parte de los mismos aporta a la caja previsional de autónomos, aunque un sector creciente de ellos
sólo lo hace esporádicamente cuando, debido a algún trámite comercial o financiero, debe regularizar
13
-blanqueando- su situación. Respecto de la antigüedad en esta ocupación independiente, prevalece una
franja que oscila entre los cinco y diez años de permanencia, y continuidad, en la actividad.
Los trabajadores asalariados registrados, contratados por empresas privadas medianas, también
mayormente jefes de hogar, y con una antigüedad promedio en el empleo de diez años, representan casos
totalmente atÃ−picos en el cinturón periférico del partido de La Matanza. Estas ocupaciones cuentan con
protección social completa y cobertura previsional; si bien la relación salarial se encuentra legalizada, se
detectaron situaciones en las cuales el empleo comprendÃ−a seis dÃ−as a la semana, con jornadas laborales
prolongadas, que alcanzaban hasta doce horas diarias, con o sin el pago de una remuneración "extra".
Ejemplos testigo de estos trabajos se manifestaron a través de choferes y/o repartidores de empresas
distribuidoras mayoristas.
Los empleados públicos, de ambos sexos, representan un segmento de la fuerza laboral escasamente
significativo en ambas localidades, aunque con un peso relativamente mayor en la zona seleccionada de Isidro
Casanova. Si bien dichos trabajadores gozan de estabilidad en sus empleos y de amplia cobertura social, sus
ingresos resultan muy reducidos. Entre los hombres, cabezas de familia, se registró la presencia de personal
policial, con alrededor de diez años de antigüedad en la repartición oficial, federal o bonaerense; los
mismos prestan servicio, en términos generales, los siete dÃ−as semanales a razón de doce horas diarias
de promedio, percibiendo el pago de adicionales.
Con relación a las empleadas públicas prevalecen las maestras, muchas de ellas “jefas de hogar”, en
escuelas municipales, con una antigüedad superior a los diez años, desarrollando su actividad docente
durante cinco dÃ−as a la semana, mediante jornadas de ocho a once horas diarias. Un segmento laboral no
despreciable se encuentra conformado por las empleadas públicas subocupadas, uno de cuyos ejemplos
tÃ−picos lo constituyen las enfermeras, frecuentemente cabezas de familia, en hospitales comunales o
nacionales. Estas trabajadoras, por lo general, superan los diez años de antigüedad, realizando guardias
durante dos dÃ−as semanales a razón de 24 horas continuas; cuentan con aporte jubilatorio y están
cubiertas por una obra social.
Los asalariados no registrados y empleados en empresas privadas, normalmente a cargo del mantenimiento
de sus hogares, representan un fragmento de la fuerza de trabajo con escasa presencia en la zona, sobre todo
en González Catán. No se les efectúan aportes jubilatorios y carecen de cobertura asistencial; tienen una
antigüedad de entre cinco y diez años, trabajando un promedio de 48 horas semanales; algunos de ellos
gozan de vacaciones pagas y perciben aguinaldo. Entre los casos testigo, se encuentran operarios sin contrato
empleados por distintos establecimientos, por ejemplo en gasolineras.
Un tipo de inserción laboral con creciente peso en la zona se manifiesta a través de los empleados
subocupados no registrados, cuya expresión emblemática remite a los choferes de “remiserÃ−as”,
habitualmente formadas a través de cooperativas, quienes cuentan con una antigüedad de sólo tres a seis
meses, debiendo encontrarse disponibles durante los siete dÃ−as de la semana, a razón -en términos
promedio- de doce horas diarias. Se trata de una actividad en negro, que implica una total desprotección para
el trabajador, siendo retribuida a destajo, esto es de acuerdo a la cantidad de viajes realizados. Habitualmente
esta actividad la realizan personas que quedaron desocupadas en el periodo inmediato anterior y que habÃ−an
tenido precedentemente inserciones laborales regulares y prolongadas, verbigracia, como conductores de
autobuses.
En ambas localidades periféricas del conurbano prolifera crecientemente la figura del chapucero
subocupado, el cual realiza tareas esporádicas, irregulares, intermitentes y cada vez más infrecuentes, bajo
la modalidad de actividades cuasi fortuitas, con un peso relativamente significativo en el rubro de trabajos en
la construcción, sobre todo en el rubro de albañilerÃ−a. Otro segmento vulnerable, y en aumento
progresivo, lo conforma el trabajador autónomo subocupado precario, constituido tanto por cabezas de
familia, como por aquellos que no lo son; un perfil caracterÃ−stico en este sentido se encuentra representado
14
por la elaboración domiciliaria de alimentos destinados a la venta ambulante. En el caso especÃ−fico de
quienes mantienen sus hogares, muchas veces ellos cuentan con la colaboración de miembros de su grupo
doméstico, tales como esposa y/o hijos.
Un renglón laboral alternativo, habitual en la zona comprendida por el estudio, con mayor relevancia en
Isidro Casanova -debido al movimiento comercial comparativamente más intenso- es el de las mujeres
asalariadas no registradas, empleadas en locales comerciales de venta al público. Como promedio, cuentan
con entre uno y dos años de antigüedad, desempeñándose en jornadas de nueve horas, durante toda la
semana; sin contrato ni aporte jubilatorio, estas trabajadoras no poseen ningún tipo de cobertura social. La
atención circunstancial de kioscos pequeños, normalmente propiedad de vecinos barriales, de manera
absolutamente informal y en periodos intermitentes, representa un caso testigo arquetÃ−pico de este perfil
aleatorio de inserción ocupacional.
Resulta considerable, con cierta frecuencia, la presencia de ayuda-familiares, preferentemente mujeres,
realizando tareas no remuneradas en locales comerciales, propiedad del padre o del esposo, que no cuentan
con personal contratado; habitualmente desarrollan jornadas de hasta diez horas diarias durante seis dÃ−as
semanales. Al margen de la "actividad estable principal", en los acotados casos en los que la misma se
presenta, las segundas ocupaciones también remiten a chapuzas de albañilerÃ−a, eventualmente de
fontanerÃ−a, u ocupaciones aleatorias e intermitentes como choferes de remises (con o sin vehÃ−culo
propio), las que en conjunto equivalen a actividades discontinuas e irregulares.
Un segmento de la fuerza laboral con caracterÃ−sticas especÃ−ficas es el de los asalariados "encubiertos", es
decir empleados -especialmente mujeres- por periodos cortos y esporádicos; el promedio de antigüedad de
estas ocupaciones no suele superar los seis meses. Dichos tipos de inserción consisten básicamente en
trabajos no registrados y desprotegidos, laboral y socioasistencialmente. Por lo general, conllevan tareas a
destajo, muchas veces realizadas en el propio domicilio del trabajador, mediante encargo de establecimientos
"informales", dedicados a actividades por temporada o estacionales (curtiembres, textiles, etcétera).
Otro tipo de perfil ocupacional prevaleciente, con presencia mayoritaria entre la fuerza de trabajo femenina
-principalmente de González Catán-, es el servicio doméstico, recurrente entre las mujeres (muchas de
ellas cabezas de familia); estos empleos implican inserciones laborales irregulares, y cada vez más
infrecuentes durante la última década del siglo. El personal reclutado en estas localidades trabaja por
jornadas de casi diez horas diarias, durante dos o tres dÃ−as a la semana, percibiendo en promedio el
equivalente a u$s 10.- diarios, realizando tareas de limpieza o de "cuidado de chicos" en casas particulares,
totalmente en negro, sin ningún tipo de beneficio laboral, ni cobertura social o previsional.
Un rubro ocupacional con relativo crecimiento durante los años noventa se encuentra particularmente
ilustrado por los trabajadores asalariados temporales, en su mayorÃ−a mujeres, reclutadas laboralmente
mediante contratos flexibles, en términos generales a través de periodos de prueba, como empleadas en
tareas de limpieza, por parte de establecimientos "formales" (verbigracia, hoteles o superficies empresarias de
grandes dimensiones). Los lapsos de los empleos de este tipo oscilan entre tres y seis meses y cuentan con
protección, parcial, en lo que refiere a niveles de cobertura social-previsional y en forma provisoria, acotada
según la vigencia temporal del contrato respectivo.
Dentro del conjunto de la fuerza de trabajo marginada, con relación al eje decisivo de las relaciones laborales
capitalistas modernas, y en un contexto socioeconómico claramente periférico, emerge la categorÃ−a
ocupacional tÃ−pica constituida por peones en general, y de albañilerÃ−a en la rama de la construcción
particularmente. Los mismos se encuentran encasillados en una clase de actividad rÃ−gida y sencilla, que
obstaculiza su adecuación a otros quehaceres laborales alternativos, debido a la restricción cualificacional
que los caracteriza. Tales segmentos sociales marginales también comprenden el mencionado empleo
doméstico, tipo de ocupación abrumadoramente sobrerrepresentado entre la población activa femenina,
la venta ambulatoria o callejera y la prestación eventual de servicios esporádicos. Asimismo, pueden
15
incluirse en estos grupos sociolaborales genéricos, o directamente excluidos del mercado de trabajo formal,
los obreros con nula o escasa calificación, que se hallan empleados precariamente por pequeños
establecimientos productivos industriales y/o terciarizados.
Los peones de maestranza, junto a los trabajadores de la construcción y del servicio doméstico,
actividades crecientemente devenidas chapuzas intermitentes y cada vez más aisladas, representarÃ−an -de
acuerdo a ciertas mediciones- el 50% del total de parados en ámbitos de trabajo periféricos e informales,
mientras los vendedores ambulantes y los prestadores de servicios varios equivalen a alrededor del 30% de
dicho total. En consecuencia, la fuente de reserva de mano de obra “residual”, potencialmente disponible para
el sector moderno y dinámico de la economÃ−a, no presenta relevancia, más allá de que las cifras
generales de desocupación hacen presumir la existencia de un considerable ejército de reserva. Dicho
fenómeno obedece a la existencia de grandes rigideces intersectoriales y a que el referido colectivo
remanente de fuerza de trabajo está condicionado a desempeñarse en eventuales empleos ubicados en las
escalas inferiores de la pirámide que representa la estructura calificacional. Por lo tanto, el Ã−ndice de paro
-que conlleva cierta significación para el sector moderno- es menor que la tasa media global de desempleo,
de manera que no existirÃ−a, desde este punto de vista, una oferta ilimitada de capacidades laborales respecto
del núcleo dinámico del aparato económico-productivo.
Al concentrarnos especÃ−ficamente en áreas o espacios periféricos, con relación al sector moderno
convencional de la economÃ−a, y a su respectivo mercado, las situaciones de deterioro ocupacional se ven
agravadas, por lo que tienden a aumentar los reductos ajenos al funcionamiento de aquél. Tal circunstancia
propicia la emergencia de estrategias de supervivencia por parte de las unidades domésticas cuyos
miembros activos han sido afectados por algún tipo de degradación laboral. Ello redunda en la utilización
de recursos “extramercantiles”, es decir destinados a la obtención de bienes de uso, en gran medida
suministrados por el sistema polÃ−tico-administrativo, lo cual ensancha la dimensión de una espacio
<desmercantilizado>, esto es, extraño a la dinámica inherente a la comercialización de valores de
cambio, incluyendo la fuerza de trabajo.
Otro estudio de casos se llevó a cabo en tres áreas urbanas, una en la periferia bonaerense (Villa Agüero,
partido de Avellaneda), y dos en los barrios de La Boca y Villa Urquiza del distrito federal del paÃ−s. La
dinámica de las transformaciones expuestas previamente remite a un contexto teórico, partiendo del cual se
enmarcó la investigación de campo efectuada. En principio se realizó de un relevamiento de tipo
cuanti-cualitativo en diversas zonas del Gran Buenos Aires, incluida la ciudad capital, referido a miembros de
hogares correspondientes a segmentos sociales heterogéneos; con ese criterio de representatividad, fueron
seleccionados los tres territorios mencionados. El análisis comprendió a 156 grupos domésticos,
compuestos por 611 personas, de las cuales 211, es decir el 34,5%, pertenecen al colectivo de la población,
en edad activa que se encuentra efectivamente empleada.
La localidad periurbana de Villa Agüero habÃ−a sido, durante la fase de sustitución de importaciones, un
barrio que creció merced a la concentración industrial de la zona y, por ende, resultó un área sumamente
perjudicada por la transformación productiva de fines de siglo. Es decir que, en dicho espacio urbano se ha
observado la presencia de un nivel elevado de paro, en virtud de la erradicación de empresas, y un
incremento notable del grado de pauperización causado por la caÃ−da de los ingresos de sus habitantes. Las
polÃ−ticas sociales aplicadas en la década de los noventa apuntaron a reemplazar las chabolas, creando
asentamientos poblacionales que cuentan con la prestación de servicios comunitarios elementales,
reduciéndose de esta manera el número de familias con necesidades básicas insatisfechas. Ello debido
que la vigencia de condiciones superiores en las viviendas, junto a la posibilidad de acceso al transporte, y a la
atención pública de la salud y la educación, demuestran un progreso en la calidad de vida general. No
obstante, destaca el incremento de grupos domésticos, y de los individuos que los integran, pobres en
razón de la merma de sus ingresos laborales, a partir del aumento del desempleo, la informalidad
ocupacional y la precarización gradual de los trabajos existentes.
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En el barrio capitalino de La Boca se han comprobado menores transformaciones pues, siendo un área con
un fuerte componente histórico de pobreza, actualmente la habita un mayor número de personas, y familias,
con necesidades básicas insatisfechas, si se lo compara con la situación de Villa Agüero, aunque los
guarismos al respecto resultan muy inferiores al promedio nacional. No obstante en La Boca, en contraste con
los datos surgidos del relevamiento en la localidad periurbana de Avellaneda, es menor la incidencia de la
población ubicada por debajo de la “lÃ−nea de pobreza”, medida a través de los ingresos per cápita.
Además, debe añadirse que la polÃ−tica social aplicada en aquella zona de la capital federal, durante los
últimos años, no atendió focalizadamente el problema del acceso a la vicienda, y a servicios adecuados,
manteniéndose en lo sustancial la estructura social de periodos anteriores.
La tercera área elegida, Villa Urquiza, se encuentra habitada, predominantemente, por sectores medio y
medio-alto de la población. En esta localización se ha constatado un elevado grado de formalidad
ocupacional, junto a la presencia de indicadores bajos de actividades autónomas. Tampoco se observaron
cifras destacables en cuanto a la existencia de trabajos con escaso nivel de productividad media. En cambio, el
deterioro de las clases medias respecto al nivel de remuneraciones, caracterÃ−stico a escala nacional, fue
compensado en general a través del recurso del sobreempleo, verificándose un alto porcentual de
trabajadores, residentes en este barrio de la ciudad de Buenos Aires, que se desempeña laboralmente
mediante jornadas superiores a las cuarenta horas semanales. Este último guarismo, que alcanza al 52% de
las personas ocupadas, supera la misma proporción correspondiente a las dos áreas anteriores. También
es notable que, en Villa Urquiza, el sector terciario comprenda al 88% de las actividades económicas. Es
necesario señalar que la terciarización, en la Argentina, presenta la caracterÃ−stica de no acompañar un
proceso de desarrollo progresista, sino que, por el contrario, adopta modalidades divergentes a las de los
paÃ−ses avanzados industrialmente.
Corresponde aclarar, por otro lado, que en este tercer barrio analizado las polÃ−ticas sociales se encuentran
vinculadas a la inserción laboral de la población, atributo prevaleciente en el pasado Estado de Bienestar
del paÃ−s, vigente durante la aplicación del modelo de industrialización sustitutiva de importaciones. A
efectos de comprender los factores causales en virtud de los cuales este colectivo de fuerza de trabajo no
experimentó un perjuicio considerable por el desmantelamiento del sistema de seguridad social, es necesario
remitir a la edad de sus habitantes. En tal sentido, mientras que en Villa Agüero La Boca predominan los
hogares con una media etaria situada entre los 30 y 45 años, en Villa Urquiza se ha comprobado la presencia
de una población más envejecida, que se encuentra entre los 45 y 60 años.
En la matriz que se desarrolla a continuación se sintetiza la estructura social que prevalece en cada una de las
tres áreas relevadas :
PERFILES
DIFERENCIALES
VILLA
AVELLANEDA
LA BOCA
URQUIZA
Perfil de los hogares
Estructura Demográfica:
33%
28%
16%
10%
8%
30%
0/14 años:
61 y más:
C.de Bs.As.: 44%
Origen geográfico
Pcia. Bs. As: 71%
C.de Bs.As.: 78%
MorfologÃ−a
2%
Pcias./LimÃ−t.: 54%
10%
Unipersonales:
54%
62%
8%
70%
17
Nucleares: Ampliados:
Tamaño medio
Nº promedio de hijos por
mujer
Embarazo
adolescente(madres
menores de 18 años)
Perfil Educacional
Situación educativa de
niños en edad escolar
Mayores de 14 años
à ltimo nivel alcanzado
Perfil de Ingresos
Ingreso promedio per
cápita del hogar
44%
4.5
28%
4.0
22%
3.1
3.3
2.7
2.2
43%
27%
4%
Precaria: 18%
Precaria:6%
Precaria: --
Normal: 82%
Normal: 94%
Primario completo o
menos: 76%
144.50 $
Ingresos promedio del
Segmento de ingresos más decil 366 $
altos (10% de la
Representa 29 % del
distribución decÃ−lica)
ingreso total del área
PERFIL HABITAT
NBI
-----PERFIL DE SALUD
COBERTURA
Normal: 100%
Secundaria completa:
Secundaria completa: 45%
43%
Universitaria: 5%
230.87 $
Universitaria: 17%
389.92 $
Ingresos promedio del decil Ingresos promedio del
decil 1028 $
525 $
Representa 27 % del
ingreso total del área
Representa 24 % del
ingreso total del área
12%
POLÃ TICA SOCIAL
ESTATAL
-------
Cubiertos por Obra Social
32%
46%
90%
o Prepago
Hogares con enfermedades
37%
18%
22%
de larga duración
Porcentaje de jubilados y
pensionados sobre el total 3,9%
4,93%
6,41%
de población en hogares
Hogares que reciben
33,9%
0%
10%
cobertura social
De acuerdo a los perfiles esbozados en el cuadro precedente, resulta importante destacar la preeminencia de
una pirámide social envejecida en las áreas caracterizadas como sectores medios y medios/altos, y la
concentración de una importante población joven en los sectores populares. También son relevantes las
diferencias en el nivel educativo, siendo este factor de suma importancia para evaluar las condiciones de
acceso al mercado laboral y el nivel de remuneraciones. Por otra parte, las desigualdades en cuanto a las
formas de acceso a la atención sanitaria adquieren rasgos notables, lo cual se explica por la incidencia, en
Villa Urquiza, del resguardo institucional propiciado por las inserciones ocupacionales propias del Estado de
Bienestar, las que brindaban una protección socioprevisional ligada al empleo.
En la siguiente matriz se expone el relevamiento realizado en materia ocupacional:
Perfil Ocupacional
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Perfiles diferenciales
Desempleo
Subempleo
Calificación de jefes de
hogar
Avellaneda
32%
25.8 %
Sin calif.: 51 %
La Boca
13 %
11 %
Sin calif.: 20 %
Villa Urquiza
4%
7%
Sin calif. : 8 %
Operativa: 49 %
Operativa: 78 %
Operativa : 60%
Ténica:
Ténica: --
Ténica : 13 %
Profesional : 19%
Profesional: -Profesional:
Precariedad
42 %
14 %
2%
Asalariados
65 %
73%
64%
Plan trabajar o similar
16%
1%
-En lo concerniente a la adaptación de los hogares, frente a los nuevos condicionamientos y restricciones
impuestos por los cambios operados en el mercado laboral, las franjas sociales medias, predominantes en el
barrio capitalino de Villa Urquiza, desplegaron la estrategia consistente en extender la jornada horaria de sus
ocupaciones, en mayor proporción que los sectores ubicados en la escala inferior de la pirámide
estratificacional. Más allá de esta precisión, la tendencia citada se manifiesta en todas las localizaciones
territoriales y ramas productivas de las tres zonas investigadas, siendo el sector terciario, particularmente en el
rubro comercial, donde se expresa una mayor proclividad hacia dicho proceso, tal como se corrobora
empÃ−ricamente a través del cuadro expuesto a continuación:
Perfiles diferenciales
Avellaneda
La Boca
Villa Urquiza
Sobreempleo
36%
42 %
52 %
En referencia a la evolución orientada a la terciarización de las actividades económico-productivas, se ha
observado la permanencia de un direccionamiento hacia la ampliación del subsector comercio, en los
sectores medios, a la vez que una extensión de las ocupaciones en este rubro por parte de los grupos de
menores recursos, tal como queda demostrado a través del siguiente cuadro:
Perfiles diferenciales
Avellaneda
La Boca
Villa Urquiza
Terciarización
65%
82 %
88 %
Otro factor complementario, insoslayable de cara a la comprensión de las transformaciones del ámbito
laboral, radica en el incremento sostenido de la informalidad ocupacional en el mercado de trabajo. En el
relevamiento efectuado por medio de la investigación de campo, se han evaluado y correlacionado las
variables más significativas de este nuevo tipo de relación contractual. Para este estudio se han cuantificado
a los trabajadores con contratos temporales, autónomos, sin derecho al cobro de indemnización en caso de
despido injustificado, inexistencia de aportaciones al sistema jubilatorio (tanto en la modalidad de reparto
público como en la de capitalización privada), servicio doméstico, y descobertura de asistencia la
atención de la salud por parte de alguna obra social. Los datos volcados seguidamente confirman las
apreciaciones precedentes, verificándose de modo empÃ−rico que la erradicación territorial de
establecimientos industriales coadyuva al aumento de la informalidad ocupaional, que afecta a los colectivos
de posición económica inferior, y con más bajos niveles de cualificación laboral.
Perfiles diferenciales
Avellaneda
La Boca
Villa Urquiza
Informalidad
48%
42 %
21 %
Un Ã−tem especialmente estudiado, en términos de lógica de subsistencia económica ante el
desmantelamiento de numerosas ramas industriales, consiste en la emergencia sistemática, y crecientemente
ampliada, del trabajo autónomo precario. Esta categorÃ−a ocupacional se caracteriza por la presencia de una
productividad reducida del trabajo, junto a una escasa, y veces inexistente, inversión de capital fijo en aras
19
de la realización de una actividad generadora de ingresos. Tal como se consigna en el cuadro expuesto a
continuación, dicha estrategia devino alternativa estimada en tanto opción viable por parte de los grupos
que exteriorizan un mayor grado de empobrecimiento, siendo un elemento prácticamente ausente entre los
sectores sociales medios, representados en la investigación a través de los pobladores de Villa Urquiza:
Perfiles diferenciales
Avellaneda
La Boca
Villa Urquiza
Trabajo autónomo
16%
23 %
0%
El último elemento que resulta necesario resaltar es la mutación en la productividad media del trabajo,
variable cuyo comportamiento resultó heterogéneo y que debe vincularse, directamente, al devenir de los
sectores productivos. En tal sentido, nuestro estudio de campo, que comprendió áreas especÃ−ficamente
urbanas- no puede dar cuenta de la evolución experimentada en el sector primario de la estructura
económica nacional. Sin embargo, en lo referente al sector secundario observamos que en las zonas donde se
observa una mayor terciarización relativa, dado el importante componente industrial del perÃ−odo
precedente, es decir Villa Agüero, se comprueba la reincorporación de trabajadores en el mercado de
trabajo, mediante actividades que requieren una utilización intensiva de mano de obra, pero con escasa
productividad media del trabajo. En el otro extremo se encuentran los estratos medios, en los cuales la
microempresa, esto es aquellas que emplean a menos de cinco trabajadores, es casi inexistente, y la
utilización intensiva de capital es un elemento que aún perdura.
Perfiles diferenciales
Bajo nivel de
Avellaneda
La Boca
Villa Urquiza
Productividad del
18%
15 %
0,20 %
Trabajo
Más allá de las conclusiones preliminares aquÃ− expresadas, resulta necesario profundizar el nivel
analÃ−tico, rescatando el planteo surgido de una realidad estructural, marcada por el predominio de un
renovado régimen social de acumulación que modificó las estructuras productivas y el mercado laboral
en la Argentina.
Conclusiones
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