Documento 13283

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Pocos momentos en la historia de la humanidad han tenido una connotación histórica y económica tan
importante como la conquista y posterior colonización de América llevada a cabo en los siglos XVI,
XVII y XVIII. Este periodo significó muchos cambios tanto para el continente europeo como para el
americano y el africano; tal es su importancia que podrÃ-a describirse como el primer pinino de la
globalización que vivimos hoy en dÃ-a. Es mucho lo que puede decirse de este momento histórico desde el
plano de vista económico, social, cultural e incluso polÃ-tico, el encuentro de tres culturas tan
diametralmente opuestas dio lugar a una diversidad sin precedentes. Sin embargo, como nos ha enseñado la
historia, cuando culturas diferentes se encuentran, normalmente no pueden co−existir o por lo menos no al
principio. Este caso no fue la excepción, la etnia blanca (española) dominó y explotó a la etnia
indÃ-gena y negra dando lugar a muchas desigualdades, a medida que desarrollemos este tema no nos
concentraremos en los ámbitos cultural ni polÃ-tico, nuestro objeto de estudio será el desarrollo tanto
social como económico que se dio lugar en este proceso.
Debido a la corriente de pensamiento mercantilista en España en ese momento, uno de los motores de la
expansión y de la ocupación del suelo por parte de los españoles fue la búsqueda de metales preciosos.
El oro y la plata significaban para los españoles más que una simple oportunidad de elevar su rango social
y equiparse a una nobleza terrateniente en España; a pesar de que este tipo de resorte sicológico individual
jugó un papel importante, la verdadera importancia de los metales preciosos radicaba en la posibilidad de
mantener un nexo permanente con el viejo mundo, es por tal motivo que la economÃ-a del Nuevo Reino de
Granada durante el perÃ-odo colonial reposó casi exclusivamente sobre la producción minera, en especial
la de oro, dando lugar asÃ- a que la economÃ-a indÃ-gena, de carácter comunitario, fuese sustituida por una
economÃ-a privada de encomenderos, hacendados, mineros y comerciantes, perdiendo de esta manera el oro
y la plata (principales elementos para la fabricación de sus cerámicas) y el significado sagrado que estas
poseÃ-an, para convertirse en mercancÃ-as y dinero que eran sÃ-mbolo del poderÃ-o de los monarcas
españoles. Como es suponerse para esta explotación, no sólo se necesitaba buenas intenciones por parte
de los españoles, también era necesaria una enorme cantidad de mano de obra, pero, debido a que el
conquistador vino a realizar su vida como señor y no como trabajador; el elemento indÃ-gena entra a
colación, el cual después de ser dueño y señor de su tierra, se ve reducido a un simple esclavo,
situación muy bien disfrazada bajo las instituciones de la mita minera y la encomienda. Sin embargo debido
a la combinación del maltrato inflijido por los españoles y la reducida resistencia fÃ-sica indÃ-gena a
trabajos de alto impacto la etnia indÃ-gena llega al abismo de su extinción a principios del siglo XVII dando
lugar a una importante depresión en la economÃ-a colonial por falta de mano de obra conlleva a la llegada
masiva del esclavo negro africano, con el cual no solo se mantiene sino incluso de aumenta la
extracción,exportación y /o apropiación minera llevada a cabo en el territorio americano exponiendo asÃla influencia de esta economÃ-a predominantemente minera no solo en la economÃ-a propiamente dicha sino
indirectamente en el ámbito social.
En la segunda mitad del siglo XVI la alta productividad de las minas dio a la Nueva Granada el prestigio casi
legendario de gran productor de oro. En las décadas que van de 1570 a 1610 los yacimientos de Antioquia
dieron sus mayores rendimientos y las exportaciones promedio sobrepasaron la cifra del millón de pesos
anuales, sin incluir el cuantioso contrabando que en éste, como en los siglos posteriores, pudo calcularse en
un ciento o cuando menos en un 50% del oro legalmente registrado. Como brevemente se expuso en el
párrafo anterior; desde comienzos del siglo XVII la economÃ-a neogranadina del oro entró en un perÃ-odo
de profunda depresión, que llegó a su punto más bajo de 1620 a 1640 debido a la reducción de mano de
obra indÃ-gena. El descenso de la población indÃ-gena creó una crónica penuria de mano de obra tanto
en la agricultura como en la minerÃ-a, la cual no podÃ-a ser sustituida con la creciente población mestiza
razón por la cual empieza la comercialización (compra y venta) del esclavo negro en los América. Es
importante anotar que a la situación depresiva no sólo contribuÃ-an los factores internos, sino también
los externos, pues, como es sabido, el siglo XVII fue también un siglo de crisis para la economÃ-a
española, en contraste con el siglo XVIII, catalogado como un verdadero perÃ-odo de crecimiento y
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modernización en todos los órdenes de la vida social y económica. Ya a finales del siglo XVIII la crisis
vivida a mitades del siglo XVII era cosa del pasado, en 1780 el oro representó casi el 100% de las
exportaciones; situación que sólo cambió en las dos últimas décadas del siglo, cuando la Corona
española hizo un esfuerzo para aumentar y diversificar las ventas externas, pero a pesar de esta nueva
polÃ-tica comercial, sólo se redujo levemente su importancia como elemento dinámico del comercio
exterior. Aun entonces, siguió representando el 90% de las exportaciones. El 10% restante la constituÃ-an
productos agrÃ-colas y pecuarios como el algodón, el cacao, el azúcar, el palo de tinte, la quina y los
cueros dando fe asÃ- de que a pesar de no tener tanto peso ponderativo en el total de la economÃ-a, la
agricultura, la ganaderÃ-a y la pesca también fueron actividades económicas en el periodo colonial
diferenciandose de la minerÃ-a porque estas no tuvieron un carácter tan mercantil, sino mas bien
encaminado a la subsistencia y comercialización a pequeña escala.
Al ser la industria minera el sector predominante de la economÃ-a de este periodo (debido a esta situación
de enajenación del trabajo del hombre por el hombre sufridas por indÃ-genas y negros) sobrepasando por
amplio margen a la agricultura, la ganaderÃ-a y la pesca , es fácil inferir su rol como sector inductor de los
otros campos del desarrollo económico. El oro no sólo impulsó e hizo posible el comercio interno y
externo en todo el continente, sino también el desarrollo agrÃ-cola, ganadero y manufacturero, creando en
las zonas mineras un mercado para los productos agrÃ-colas y ganaderos de varias provincias y para los
lienzos y ropas que se producÃ-an en Quito, Pasto y las provincias de Tunja y Socorro en el territorio que
actualmente constituye Colombia, nuestro principal objeto de estudio en esta ocasión. Muy probablemente,
no exageran los informes y leyendas coloniales indÃ-genas al afirmar que en todo el territorio del Nuevo
Reino de Granada habÃ-a oro y que éste era el paÃ-s de "El dorado". Por lo menos asÃ- lo indicaban los
filones de las Cordilleras Central y Occidental y las arenas y placeres de los rÃ-os que fluÃ-an hacia el
PacÃ-fico, el Cauca y el Magdalena, no menos que las minas existentes en la región oriental, el llamado
Reino en la terminologÃ-a administrativa colonial. Desde luego, ni la calidad de las minas ni sus
posibilidades de explotación eran las mismas en todos los lugares y desde un principio hubo ciertos distritos
mineros que fueron el centro de la producción. Tales, en los siglos XVI y XVII, fueron Antioquia, Popayán
y Mariquita en el occidente, y Pamplona y Girón en el oriente. A comienzo del siglo XVIII, las minas de
Remedios, Cáceres, Zaragoza, Segovia y Guamoco en Antioquia, entraron en decadencia, lo que obligó a
los mineros antioqueños a trasladarse al centro de la provincia, donde se desarrolló un nuevo ciclo de
producción alrededor de las ciudades de Santa Rosa de Osos y Rionegro. De esta manera, fueron la
pequeña minerÃ-a antioqueña, las que proporcionaron el gran impulso al crecimiento de la producción
aurÃ-fera en el siglo XVIII.
Internándonos en el tema de la explotación minera en el territorio colombiano podrÃ-amos clasificar en dos
las formas de actividad minera: la efectuada por el empresario minero con capital suficiente para tener una
cuadrilla de esclavos para explotar el territorio de su propiedad (con licencias expedidas por la corona) y la
efectuada por el pequeño y mediano minero, los cuales generalmente se constituÃ-an de familias dedicadas
a la extracción de oros corridos, que eran los metales que arrasaban en sus rÃ-os y quebradas, o a la
explotación de placeres y aluviones, llamados "aventaderos", situados fuera de la zona de las grandes minas,
incluso en terrenos antiguamente explotados por los grandes mineros. Estos pequeños mineros o
mazamorreros fueron numerosos, especialmente en Antioquia. Su instrumental se reducÃ-a a una especie de
azada manual llamada almocafre, algún barretón, una pala para remover el material y una batea para
separar el oro de sus gangas mediante un movimiento de rotación.
A su vez cabe resaltar que que existieron varios tipos de minas en la época colonial, las llamadas veta o
filón, las cuales estaban localizadas en terrenos rocosos y en ellas existÃ-a una veta de oro o plata, o de una
mezcla de ambos, que penetraba en la montaña. Y las de aluvión, el metal estaba contenido en los playones
de los rÃ-os o en las terrazas vecinas a éstos. Estos terrenos aurÃ-feros eran también llamados
"placeres". La consideración de estos dos grandes tipos de minas es importante, ya que de estas minas se
extraÃ-a el mayor volumen de la producción minera y la tecnologÃ-a e inversión requeridas para su
explotación eran diferentes. Las minas de filón exigÃ-an una tecnologÃ-a más compleja y una inversión
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mayor por parte del minero. Algunos historiadores de la minerÃ-a colonial afirman que los indÃ-genas
prehispánicos sólo explotaron minas de filón en forma limitada, pues sus instrumentos de trabajo no les
permitieron una explotación amplia de ellas. Los españoles explotaron filones en las minas de Remedios y
Buriticá en Antioquia, en los siglos XVI y XVII, pero ya en el XVIII, su explotación estaba prácticamente
abandonada en todo el territorio del Nuevo Reino. Por excepción se mantenÃ-an en actividad algunas minas
en el Cauca y Antioquia, en Santa Rosa, Buriticá, TimbiquÃ- y Marmato. Las razones de este hecho fueron
varias. Sin embargo, la más importante fue el descubrimiento de los placeres y aluviones del Chocó, de
fácil explotación y menores exigencias de tecnologÃ-a e inversión, que atrajeron los capitales del Cauca y
Antioquia. En estas condiciones, en la época del Virreinato la minerÃ-a neogranadina llegó a ser casi
exclusivamente de aluviones y placeres.
Es por estos sucesos explicados anteriormente que no resulta para nada exagerado afirmar que toda la
economÃ-a y organización social en epocas del Virreinato en América estubo vinculada a la producción
de oro y que las coyunturas de alza o baja que ésta sufrÃ-a se tradujeron en depresiones o bonanzas de la
economÃ-a general. Demostrando asi que aún hace 500 años el hombre nunca a tenido problema en
pisotear la dignidad de sus congéneres con tal de obtener un beneficio.
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