Conjunto nazarí de Granada

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EL CONJUNTO NAZARI DE GRANADA
Granada, responde perfectamente al tópico de la canción de AgustÃ-n Lara tierra soñada por mÃ- por sus
dos adornos naturales, Sierra Nevada−Sulayr y ese clima subtropical de la costa granadina, más un tercero
proporcionado por la mano del hombre, que es el conjunto monumental de la Alhambra, con una cuota anual
de visitantes difÃ-cil de batir.
Este enclave Sureste de la PenÃ-nsula Ibérica, celebrado hasta por el Quijote, es especial hasta por la
idiosincrasia de sus gentes, que acostumbradas por el paso del tiempo a convivir con esa maravilla de la
arquitectura, frecuentemente desconocen los ricos y simbólicos matices, saberes ocultos por esos materiales
pobres (ladrillo, mortero de tierra y cal grasa) en los muros, pero revestidos interiormente por otros nobles,
ofrecen a unos ojos más despiertos, y que como oferta turÃ-stica aún no ha sido bien gestionada, por
desidia o por simple fatalismo, genes del alma granadina.
Por eso, propongo un viaje iniciático que recorriendo un camino tan trillado como es la visita guiada a la
Alhambra, destino turÃ-stico mundial, nos recuerde los niveles a que llegó una cultura, la nazarÃ-−nasrÃ-;
aunque también es verdad que solo unos privilegiados gozaron de esos momentos, y el recrear, hoy dÃ-a, el
pasado, exige una fuerte abstracción mental por nuestra forma de vivir diaria.
La Alhambra se encuentra en la alta colina que los árabes llamaron monte de la al−Sabika (1), situada en la
margen izquierda del rÃ-o Darro y elevada al E. de la ciudad de Granada.
Tiene tres partes bien diferenciadas: La Alcazaba, que era la ciudadela militar; muros de argamasa, en
contraste con la sillerÃ-a de la Ciudadela de Pamplona de la Casa de los Austrias. El Palacio Real, que era la
casa real nasrita, y la denominada Alhambra alta o Secano, con entrada por la Puerta del Vino: población
variopinta, con sus baños (2), Ceca, almacenes, talleres, etc., etc.
El espolón que defendÃ-a la Alhambra era la Alcazaba, con una función claramente militar como defensa
del conjunto palatino (3), aunque hay que matizar que sus gobernantes mas estaban preocupados por las
posibles revueltas populares que por los ataques cristianos a la misma. Hay dos tradiciones de la arquitectura
palacial: una, Mediterránea, que es la tradición aristocrática de la residencia privada, con construcciones
fortificadas por las inestables circunstancias polÃ-ticas y sociales; otra, mas antigua, responde al esquema de
una ciudad real dentro de un núcleo urbano mas amplio, la muralla era simplemente una barrera que aislaba
el mundo de la realeza del de los comunes mortales. La Alhambra se halla dentro de la tradición de estas
ciudades−ciudadelas, de ahÃ- la peculiaridad de que algunas de sus torres (lado N.), fueran planeadas desde el
principio para usos internos más que con propósitos defensivos.
Hay que decir que el asentamiento de la Alcazaba debió realizarse desde época temprana, quizás tardo
latina o visigoda; el poeta al−Abli del a. 860 habla del emplazamiento de un castillo en el solar de la
Alcazaba. En el s. XI el judÃ-o Ibn−al− Nagrila reconstruye la Alcazaba. En el s. XII, los almorávides y
almohades la utilizan como refugio, estas construcciones llegaron al s. XIII muy envejecidas con torres
pequeñas y murallas bajas. Después Ibn−al−Ahmar fundó la dinastÃ-a nasrÃ- e inició la construcción
de la Alhambra, hasta llegar a como la conocemos hoy dÃ-a.
Hay varios caminos para acceder a la Alhambra: el antiguo, que fue subiendo desde Plaza Nueva, en donde se
ubica desde el tiempo de los RR.CC. la Real ChancillerÃ-a de Granada; al final de una empinada cuesta
empedrada llegamos a la Puerta de las Armas, en donde se abrÃ-a al visitante una calle central, con un baño
a la izquierda, al pié mismo de la Torre de la Vela, y casitas a derecha e izquierda para los jefes de la
guarnición, armeros, etc., o sea, el acceso al barrio castrense.
1
En la Edad Media, la subida se iniciaba desde la Plaza Cuchilleros y el camino,zig−zagueando por los barrios
de la Churra y la Almanzora, pasando por el control de la Puerta del Barranco, seguÃ-a hasta la Puerta de la
Justicia (posible ramificación que diera acceso a la Alcazaba por una puerta, cerca del costado S. de la torre
de la Vela y a su pié).
Al revés, se iniciaba desde la torrecilla de la Pólvora y unÃ-a la Alcazaba con Torre Bermeja, pasando por
encima de la Bib−Handac (cruzaba el barranco), luego descendÃ-a a la ciudad a la que envolvÃ-a la muralla,
con varios castillos y puertas fortificadas, en una amplia circunferencia, pero que dejaba a la Alhambra fuera
de su recinto.
Si retomamos el acceso por la Puerta de las Armas, en su entrada, el amplio pasillo se tuerce en recodo hacia
la izquierda, enfrentándose con una estancia, como una especie de cuerpo de guardia, en la que el camino se
bifurca en dos: uno, otra vez a la izquierda que conducÃ-a a los alcázares reales y otro a la derecha que era
la entrada a la Alhambra. El visitante podÃ-a dejar su cabalgadura en la caballerizas y luego se enfrentaba a
un camino estrecho, con tramos escalonados y acodados, en el que apenas caben dos personas hombro con
hombro, teniendo que recorrer casi tres veces el ancho de la Torre de la Vela y siempre, bajo la amenaza de
esta (4), que desde su plataforma podÃ-an los soldados detener fácilmente a un ejército solo con
descargar piedras, plomo derretido o aceite hirviendo sobre el angosto pasillo que corre a su pié.
El camino moderno, es la subida por la cuesta de Gomérez, y atravesando el dieciochesco bosque de la
Alhambra, por su margen izquierda y esa umbrÃ-a conseguida con los altos álamos negros llegamos a la
Puerta de la Justicia, que es una gran torre de flanqueamiento enlazada a la muralla. Llamábase <Bib Xari'a>
o puerta de la explanada y, desde el s. XVI, injustificadamente, se la denominó puerta del Tribunal o de la
Ley y, en nuestros dÃ-as, de la Justicia.
Ãbrese en medio de su fachada un gran arco de herradura inscrito en su recuadro o arrabá, que remata en
dintel adovelado, y en la clave es de notar una mano con pulsera y los dedos extendidos, grabada en hueco
sobre mármol. Detrás del arco hay un espacio descubierto, para defender la entrada arrojando desde lo alto
piedras y otros materiales. A continuación del arco descrito hay otro igual de piedra franca, y entre ambos
giran las grandes hojas de la puerta, forradas de hierro y tachonadas de clavillos (en conjunto 3 Tm,
4,96x1,64x0,18 m/hoja, 200 chapas de hierro y 6.000 clavos, cerrojo vertical de casi 1 m. y dos horizontales
que miden 1,50 y 1,20 m respectivamente, constituye un sofisticado sistema de cierre), se penetra en un
amplio zaguán para la guardia, en esquema acodado para facilitar la defensa al arma blanca, y cubierto por
tres bóvedas (esquifada, baÃ-da y de cañón con lunetos). Al final, la puerta de salida, con arco de
herradura, guarnecido de lóbulos de ladrillo.
La Casa Real tiene tres conjuntos monumentales independientes: el Cuarto Dorado o Mexwar destinado a la
administración de justicia, el Cuarto de Comares o Serrallo a residencia oficial del Sultán y el Cuarto de los
Leones o Harén, habitación privada del mismo. Es de significar que los exteriores de los alcázares reales
no tienen decoración.
El Mexuar es el lugar en donde el Sultán juntaba a Consejo y daba audiencia y cuando él no estaba en la
ciudad oÃ-a, en la que está junto a la puerta, el CadÃ- o justicia mayor a los negociantes (una leyenda a la
entrada decÃ-a: entra con compostura, habla con ciencia, se parco en el decir y sal en paz. La sala del Mexuar
tiene cuatro columnas que forman en su centro un cuadrado y sobre ellas apoyan ménsulas de mocárabes
soportando tallados dinteles que sostendrÃ-an cuerpos de ventanas o balcones, destruidos al hacerse la
reforma de los RR.CC.; el techo se cerró en la restauración cristiana con un alfarje imitando a los
musulmanes y los cuatro espacios que rodean el cuadrado central tienen, dos de ellos, alfarjes de lacerÃ-a y en
las paredes ancha faja de yeso. Los zócalos, de alicatado de azulejos, con el lema de los Alahmares (solo
Dios es vencedor). Profundamente modificado a partir de la conquista cristiana y adaptado para capilla
católica por los RR.CC. (se desplazó uno de los testeros para poner un barandal que fue el coro).
2
Al fondo de la sala hay un oratorio, el mihrab, muy ornamentado, tiene forma de arco de herradura adovelado
y está orientado hacia el SE., donde está la Meca (Arabia) (5)
Siguiendo el recorrido, llegamos a un patinillo en donde se nos presenta en todo su esplendor la fachada del
Palacio de Comares. En ella se abren dos puertas con encintado de alicatado en torno, sobre zócalos de
cerámica, rematadas con dinteles de yeso adovelados y separadas entre si por un paño de labrada yeserÃ-a.
Encima hay dos ventanas gemelas con arcos peraltados de festón y otra simple más pequeña en medio
con arquillo lobulado. Un friso de estalactitas hace de cornisa y lo completa otro de madera ricamente tallado
y un amplio alero, también de madera tallada, apoyado en largos canecillos.
Concebido a manera de arco triunfal monumental, para conmemorar el regreso triunfal del rey Muhammad V,
tras su victoria en la batalla de Algeciras (a. 1.369).
Entre las muchas funciones que desempeñó la fachada de Comares en época musulmana destaca la de
ser solio del monarca, cuando daba audiencia pública a su pueblo.
Los capiteles del pórtico del Cuarto Dorado suele ser casi cúbicos, con los ángulos redondeados y
decorados con atauriques. Cerca de estos aparecen collarines que rompen la monotonÃ-a de los fustes,
totalmente lisos. Son raros en este palacio, de tipo almohade; si tienen alguna similitud es con el jónico
romano.
Traspasada esta fachada, con proporciones regidas por la sección áurea, se ingresa al Patio de los
Arrayanes por un pasillo acodado, con sus dos puertas que se cerraban por su interior, en donde quedaba la
guardia real sin posibilidad de salir y como manifiesto de morir hasta el último hombre.
La torre de Comares, cuya altura de 45 m. le hace ser la mas poderosa de la Alhambra, tiene su nombre de las
vidrieras de colores que cerraban los nueve balcones que se abren en la gran sala ( Salón de Embajadores)
que ocupa el interior de esta torre, vidrieras que aún hoy reciben en Oriente el nombre de < comarÃ-as >.
Su decoración merece una explicación aparte: es una sala cuadrada de 11,30 m. lado y 18,20 m altura,
estuvo pavimentada de mármol, pero hoy lo está de losetas de barro, alternadas con olambrillas de fines del
s. XVI. Rodea la sala un zócalo de piezas vidriadas con variadas combinaciones geométricas, y sobre ese
zócalo se alza, cubriendo las paredes riquÃ-sima decoración de atauriques. Fajas de letras cúficas, con
cÃ-rculos encerrando el lema nazarÃ-, etc., una cornisa de mocárabes pintados y, encima, reproducida la
sura 67 del Corán. La cúpula, obra maestra de la carpinterÃ-a granadina, la compone tres series de paños
de madera de cedro cubiertos de lacerÃ-a y un cuarto cerrándolo, con gran cubo de mocárabes en el centro,
todo sembrado de figuras estrelladas y tan ricamente pintado que produce la impresión de nácar, plata y
marfil. El techo fue concebido como la representación simbólica geométrica de los siete cielos del
paraÃ-so islámico, con el trono de Dios situado en el octavo cielo (el cubo de mocárabes del centro), y los
cuatro árboles de la vida situados en las diagonales.
Si nos situamos en el lugar del Trono y sentados en el suelo, al frente la lámina de agua de la alberca del
patio de los Arrayanes (6); alzando la vista la cúpula de madera o firmamento teológico y volviendo la vista
atrás, el AlbaicÃ-n y Sacromonte.
No hay que olvidar que la arquitectura árabe es para verla sentado, en los cojines del el suelo. La seguridad
era proporcionada por la guardia situada en el piso superior, entrenada para bajar rapelando con cuerdas al
recinto del Trono (más efectiva era la disposición japonesa: el shogun centrado en un cuarto cuadrado,
cuyas paredes eran de paneles de madera filtrable a la luz interior; detrás y en cuartillos individuales, los
samurais en posición seiza, prestos a socorrer a su señor).
Saliendo de la sala hay unas hornacinas o taqas que se usaban para colocar jarras de agua o búcaros con
3
flores, pebeteros para quemar sándalo o bolas marrones de haschich.
Atravesamos la Sala de la Barca, llamada asÃ- por tener una bóveda esquifada, y nos encontramos con los
baños que responden al modelo clásico de las termas privadas romanas: una primera sala de las Camas,
que constituye el <apodyterium>, en ella cuatro columnas apoyando ménsulas y dinteles determinan en el
centro un espacio cuadrado con fuente de taza y galerÃ-as en torno. Esos dinteles sostienen vanos
rectangulares correspondientes al piso alto cuya galerÃ-a cerrada con celosÃ-as,, era desde donde el rey
contemplaba la salida del baño de sus mujeres desnudas y echaba una manzana a aquella con la que
querÃ-an pasar la noche, y allÃ- también debÃ-an situarse los músicos (ciegos). Los lados de planta baja
estaban elevados sobre el suelo 0,50 m., para sustentar camas destinadas al reposo después del baño. La
sala central o <tepidarium>. Y una tercera estancia donde se hallaba el <caldarium>, con dos amplias pilas de
mármol.
Nada existe de la policromÃ-a primitiva de la Sala del Reposo, pues se rehizo de 1.843 a 1.866 en que,
amenazando ruina esta construcción, se restauró totalmente respetándose solo las columnas, el pavimento
y parte de los azulejos.
Contiguo está el Palacio de los Leones, que era el aposento privado de los monarcas, construido en el
ángulo que forman los Baños y el patio de Comares, y con eje perpendicular al de éste, siendo su
impulsor Muhammad V sobre el 1.334.
En el famoso Patio de los Leones (7 ) se encuentran 124 finas columnas de mármol blanco de Macael
(AlmerÃ-a), con fustes cilÃ-ndricos y llenos de anillos en la parte alta, que sostienen variados capiteles
cúbicos.
El conjunto de los Leones se trata en realidad de una disposición muy complicada, en el que el todo y las
partes se hallan relacionados entre si de forma nada común. Un análisis detallado de la esquina NE.
muestra que, solo en esta zona, hay cinco ejes distintos de composición que se superponen entre si de tal
manera que cualquiera de los vanos puede pertenecer a más de una unidad de composición. El pabellón
cuadrado del lado más corto del patio precede a la sala alargada y se proyecta hacia el interior del patio. Ese
eje longitudinal tiene en sus extremos a la Sala de los Mocárabes y a la Sala de los Reyes (8); en el
transverso, gozamos de la Sala de Dos Hermanas y la mÃ-tica de los Abencerrajes (9).
Por no hacer mas extenso este cuento de hadas, solo nos resta decir que a la visita turÃ-stica se le añade el
jardÃ-n del Generalife, pero que al circuito bien se le puede añadir el huerto de la Almanxana o Cuarto Real
de Stº Domingo; el morabito o ermita de S. Sebastián; el Alcázar Genil con un estanque de 125,50 x 28
m., en el que se celebraban naumaquias; la AlcaicerÃ-a o mercado de la seda; la Madraza de Yusuf I; la
Puerta de Elvira, que ya hace tiempo tendrÃ-a que haber quedado exenta; el Maristán u hospital de locos; la
Mezquita Mayor del AlbaicÃ-n o Parroquia del Salvador, por la costumbre cristiana de convertir mezquitas en
iglesias, un cambio de Religión, que me recuerda uno de los errores históricos más lamentables de la Edad
Media, cuyas repercusiones se hicieron notar durante siglos, y que fue la toma de la ciudad de Úbeda por los
ejércitos cristianos poco después de la batalla de las Navas de Tolosa. Rendida la ciudad, sus habitantes
acordaron el pago de un millón de monedas de oro a cambio de mantener intactas sus vidas y haciendas. Sin
embargo, y antes de hacer efectiva la cantidad, la jerarquÃ-a eclesiástica, en un alarde de interpretación
dogmática, se opuso a la operación aduciendo que entrar en tratos de compraventa con un infiel suponÃ-a
la pena de excomunión. Tan extraño dictamen sentenció el destino de las ciudades andaluzas
conquistadas al Islam: desde entonces las plazas se entregaban vacÃ-as, debiendo sus habitantes abandonarlas
forzosamente.
Este suceso dejará despoblada AndalucÃ-a de mano de obra especializada (10) al ser reemplazada esta por
colonos cristianos que ni de lejos se podÃ-an comparar con los labriegos y artesanos musulmanes.
4
ANEJO DE AMPLIACION DE DATOS
• Ibn Zamrak: la Sabika es una corona sobre la frente de Granada/
en la que quieren incrustrarse los astros./
Y la Alhambra (¡Dios vele por ella ¡ )/
es un rubÃ- en lo alto de esa corona/.
• Inscripción árabe coránica sobre la puerta del Baño del AlbaicÃ-n: < Sea Dios mi ayuda contra
Satán, el revoltoso, el tentador y apedreador. En el nombre de Dios que es misericordioso y tiene
misericordia. Dios es salvación, salva para sus aliados y amigos. Dios es unidad; Dios es firme. El crió
las aguas, y puso parte de ellas sobre la tierra para el uso de los hombres. El baño en ellas es saludable y
causa delicia. Como es menester tener el alma limpia, conviene que lo esté también el cuerpo. Las
manchas de afuera dan a entender otras manchas interiores. Dios quiere la limpieza. No hay aseo sino en
él. El es mi fortaleza y mi intento, y no hay Dios sino Dios que es uno, sin mezcla de composición >.
(3) Las defensas urbanas tenÃ-an como principio constante la adaptación al relieve del suelo, sin
preocupación de regularidad. Se aprovechan las barrancadas y cauces −
de los rÃ-os. Torres salientes generalmente refuerzan los muros y flanquean al enemigo que se aproxime. En
el s. XII aparecen las torres albarranas: (¡ay rio de Sevilla/que bien pareces/lleno de velas blancas/ y ramas
verdes! / ya vienen de Sanlucar/rompiendo el agua/a la Torre del Oro/barco de plata/el primero de todos/me
lleva el alma/los barcos, enramados,/van a Triana;/, seguidillas de Lope de Vega), proyectadas fuera de la
muralla, a la que quedaban unidas por un muro. El antemuro, el foso, la falsa braga, aspillera, postigos,
buharda, adarve, barbacana, peine o rastrillo, matacán, etc., casi todo heredado de los bizantinos.
• A pié o a caballo, el visitante tenÃ-a que recorrer una distancia de unos 90 m. con el costado derecho
indefenso (recuérdese que el escudo se llevaba a la izquierda, v. los diez libros de Arquitectura de Marco
Vitrubio Polión ), expuesto a los arqueros situados en la muralla interior, y previo un nuevo control en la
torre de la Tahona, se pasaba al mercadillo o zoco.
• Los dos oratorios, cerca del Mexuar y más allá del Partal, la exigencia canónica de orientación hacia
la Meca, se resolvió ingeniosamente mediante las murallas exteriores, de manera que la excentricidad de
los ejes de las mezquitas en relación con las otras partes del palacio es apenas visible.
• El Patio de los Arrayanes es la antesala del Trono, cumple con el aspecto más representativo. Se produce
con máxima intensidad la incorporación de los elementos cósmicos a la arquitectura, obligados a
converger sobre el eje de la alberca.
El Rey sentado en su trono (cojines), amparado por un rico techo que simboliza los siete cielos teológicos;
llega a el, a través de los ajimeces, el paisaje sujeto a un dominio, y en visión frontal, el sereno espejo del
agua en el que se refleja el simbolismo militar de la torre, con el temblor que imprimen las ondas producidas
por las fuentes de los extremos del estanque, recordando los manantiales del oasis.
El aroma de las flores, la mÃ-nima musicalidad de las fuentes y el sonido lejano de las voces que ascienden
desde el AlbaicÃ-n, produciendo un extraño efecto de percepción próxima de la lejanÃ-a, la vista por los
ajimeces de la izquierda de todo el blanco manto de Sierra Nevada, componen el contrapunto de irrealidad de
un paraÃ-so soñado, Ã-ntimo y personal, al que el propio rey se siente trascendido.
paraÃ-so cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos (Soto de Rojas).
• En cuyo derredor se encuentran los aposentos destinados a la vida familiar.
5
Su planteamiento se forma en torno a la fuente en que se cruzan los dos ejes
principales que lo atraviesan, en sucesión de espacios y luces hasta el interior de
los aposentos.
En los templetes que se levantan en los extremos de este patio jardÃ-n, con una inspiración de arquitectura
que se basa en el recuerdo de las tiendas reales, instaladas ante las palmeras del oasis.
La fuente, definida como manantial, en el poema que rodea la pila: Este es el jardÃ-n; en el hay obras tan
peregrinas que no ha permitido Dios otra hermosura que pueda comparársele (Ibn Zamrak−el poeta de la
Alhambra).
Se transcribe a los ritmos de la arquitectura la imagen del oasis, cuyo don fundamental es el agua que aflora
naturalmente del suelo.
Brota el agua por los pequeños surtidores establecidos al nivel de la superficie, produciendo un borboteo
que recuerda los manantiales libres, mientras el desagüe se efectúa por orificios más amplios
establecidos a inferior nivel.
Los cuadrantes ajardinados del patio presentaban sus flores con apariencia de tapiz, sus árboles enanos al
alcance de la mano. Desde las estancias, desciende el suelo según un ligero perfil cóncavo que permite el
deslizamiento de la mirada hacia el patio jardÃ-n.
• El nombre de la Sala de Mocárabes procede de la bóveda que la cubrÃ-a demolida, por lo quebrantada
que quedó, a consecuencia de la explosión del polvorÃ-n de 1.580. Hay una cristiana de yeso con forma
elÃ-ptica, de 1.614.
Los mocárabes de escayola son grupos de pequeñas unidades curvas, en las
que solo su lado cóncavo interior estaba policromado, son tridimensionales.
Las pinturas que hay en los techos de los camarines de la Sala de los Reyes, sobre cuero, la del centro,
representan a los 10 primeros reyes de la dinastÃ-a nasrÃ-; en las laterales, se desarrollan escenas
románticas y caballerescas.
(9) La Sala de las Dos Hermanas es la vivienda de la Sultana y real familia. Los laterales dan a dos salidas, la
de la derecha abre un balcón sobre el Partal, la de la izquierda comunica hoy con las habitaciones de Carlos
V. Sobre el zócalo se encuentra grafiado el famoso poema de Ibn Zamrak: jardÃ-n yo soy el que la belleza
adorna/ sabrás mi ser si mi hermosura miras//jamás vimos jardÃ-n mas floreciente/de cosecha mas dulce y
mas aroma.
De la Sala de los Abencerrajes, dejando aparte la matanza por motivos de represión polÃ-tica, hay que decir
que el alarife que proyectó su esplendida cúpula de mocárabes, proyectó un sistema constructivo para
que el octógono con su desbordamiento natural del volumen en expansión y el empuje gravitatorio desde
cúpula y muro, fuesen canalizados ordenadamente, para su descarga a tierra, sin necesidad de utilizar los
clásicos arbotantes y botareles exteriores manejados por los arquitectos góticos del mismo periodo (s.
XIV).
(10) Una huerta es un tesoro/si el hortelano es un moro.
BIBLIOGRAFIA EMPLEADA
6
Cuadernos de la Alhambra
AAVV. Patronato de la Alhambra. núms. 1, 2, 3 y 7. Granada, 1.965.
La Alhambra y el Generalife
Gabinete pedagógico de B.B.A.A. Junta de AndalucÃ-a. Sevilla, 1.988.
La Alhambra y el Generalife de Granada
Aznar, F. Mº de Cultura. 1ª edic. Madrid, 1.985.
El Partal y la Alhambra alta
Bermúdez Pareja, J. Caja Granada. Granada, 1.977.
Cercas y puertas árabes de Granada
Seco de Lucena Paredes, L. Caja Granada. Granada, 1.974.
Ciudades hispanomusulmanas
Torres Balbás, L. Mº AA.EE. 2ª edic. Madrid, 1.985.
La Alhambra: iconografÃ-a, formas y valores
Grabar, O. Alianza Editorial. 2ª edic. Madrid, 1.981.
El Islam y el arte musulmán
Papadopoulo, A. Gustavo Gili. Barcelona, 1.977.
CopyrightJac47/GR2003
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