AUTORREALIZACION

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AUTORREALIZACION
Una aproximación ecológica al vivir en este mundo
Arne Naess
Extracto de Clase Magistral, Murdoch University, Australia, 12-3-1986
Durante al menos 2,500 años, el ser humano intenta explicarse quien es,
adonde va, y de qué clase de realidad forma parte. 2,500 años es un período breve
en la vida de una especie, y mucho menos todavía en la vida de la Tierra, sobre cuya
superficie pertenecemos como partes móviles.
Lo que voy a decir puede ser condensado en seis puntos:
>Nos subestimamos a nosotros mismos. Enfatizo nosotros, nuestro propio ser –
tendemos a confundirlo con el ego limitado.
>La naturaleza humana es tal que que dada la suficiente madurez, no podemos
evitar “identificarnos” con todo ser vivo, bello o feo, grande o chico, conciente o no.
Elucidaré mi concepto de identificación más adelante.
>Tradicionalmente la madurez del ser humano cruza por tres etapas – de ego,
al ser social, al ser metafísico. En este concepto, la naturaleza, hogar de nosotros y
nuestra relación con otros seres humanos, en gran medida se ignora. Por ello me
atrevo a sugerir el concepto del “ser ecológico”. Posiblemente desde un principio somos
en, de, y para la naturaleza. La sociedad y relaciones humanas son importantes, pero
nuestro ser es más rica en relaciones que la constituyen, no solo relaciones humanas y
comunitarias, sino con la comunidad más amplia de todos los seres vivos.
>El regocijo y el sentido de la vida se intensifican con una mayor realización
del ser al cumplir su potencialidad. Por muy diversos que sean los seres, ampliar su
realización implica ensanchar, profundizar el concepto ser.
> El concepto “uno mismo” se ensancha y profundiza debido al enlace inevitable
entre el desarrollar la madurez y identificarnos con los demás. Nuestra autorealización se ve impedida si la de los demás, con quienes nos identificamos, se ve
impedida. El amor propio trabaja en vencer el obstáculo ayudando la auto-realización
de los demás según el lema “vive y deja vivir”. Así todo lo que consigue el altruismo,
la consideración hacia los demás, puede alcanzarse (y más) por medio de ensanchar y
profundizar a nosotros mismos. Según Kant, entonces, actuamos con hermosura aunque
sin moral.
>El desafío de hoy es evitar que el planeta sufra más devastaciones, que
violentan el inteligente auto-interés de seres humanos y no-humanos, y disminuyen la
potencialidad de coexistencia armoniosa de todos.
La respuesta más simple a la pregunta de quién o qué soy, es apuntar a mi
cuerpo con mi dedo, pero no puedo identificar mi yo ni mi ego con el cuerpo. Al
considerar la frase “Yo conozco al Sr Smith”, resulta imposible sustituir el “yo” por
“mi cuerpo”, “mi mente”, o “mi mente y cuerpo”.
Varios miles de años de discurso científico no han podido brindar alguna
definición estable del “yo”, ego o ser. En psicoterapia, si bien los conceptos son
centrales, en la práctica no requieren definición. Para nuestros fines es importante
recordarnos cuan extraños y notables son estos fenómenos de discurso y reflexión,
tan cercanos a cada uno. Quizás la cercanía aumenta la dificultad. Ofrezco una frase
parecida a una definición del ser ecológico:
El yo ecológico de una persona es aquello con que la persona se identifica.
Esta frase clave acerca del yo traslada la labor de clarificación del yo al de
identificación, o más exactamente, al proceso de identificación.
¿Cuál sería un ejemplo paradigmático de identificación? Sería una situación en
que la identificación produce empatía intensa. Mi ejemplo trata de un ser no-humano
que conocí hace 40 años – mientras miraba la dramática unión de dos ácidos bajo el
microscopio, un piojo suicida saltó y se sumió en la reacción. Salvarlo fue imposible, y
demoró largos minutos en morir, con movimientos terriblemente expresivos. Sentí
naturalmente una compasión y empatía dolorosas. Empero, lo fundamental no fue la
empatía … fue el proceso de identificarme, el “me veo a mí en ese piojo”. Si yo fuera
alienado del piojo, sin intuir nada de semejanza entre nosotros, su lucha mortal me
habría dejado indiferente. Así que tiene que existir identificación para que exista
compasión y, entre los seres humanos, solidaridad.
Un autor que contribuye mucho al estudio del yo es Erich Fromm:
“La doctrina que el amar a si mismo es idéntico al egoísmo, y una alternativa al
amar a otros, se ha generalizado en la teología, filosofía y pensamiento popular. La
misma doctrina fue racionalizada en términos científicos en la teoría de narcisismo de
Freud. El concepto de Freud presupone un monto fijo de libido disponible. Según
Freud, mientras más amor dirijo hacia el mundo externo, menos queda para mí, y
vice-versa. Así describe el fenómeno del amor como un empobrecimiento del amor
propio, porque toda la libido está dirigido hacia un objeto fuera de uno mismo.”
Fromm discrepa del análisis de Freud: “El amor propio y el amor hacia los
demás no son alternativas contrapuestas. Al contrario, una actitud de amor hacia uno
mismo se encuentra en todos los que son capaces de amar a otros. En principio, el
amor es indivisible en cuanto a la conexión entre un objeto externo y el propio ser. El
amor genuino expresa una productividad implicando cuidado, responsabilidad,
responsabilidad, conocimiento. No es un efecto, causado por alguien, sino una lucha
activa en pro del crecimiento y felicidad del ser amado, radicada en la capacidad de
amar del propio ser.”
Fromm es muy claro al tratar el altruismo – contrapuesto al egoísmo, pero
basado en una percepción restringida del yo. Ello es aplicable también a las personas
que creen sacrificarse a sí mismos. En nuestra cultura la naturaleza del altruismo se
nota a menudo en el efecto de una madre abnegada sobre sus hijos. Cree que por su
sacrificio sus niños vivirán la realidad de ser amados y así aprenderán a amar, pero no
siempre se cumplen las expectativas. En vez de crecer felices y seguros de ser
amados, los niños quedan con ansiedades, necesitan aprobación y son profundamente
afectados por las actitudes negativas e inconscientes de su madre.
Al observar el efecto de una madre que ama a si misma realmente, vemos que
nada ayuda más a que un niño experimente el amor, la dicha y felicidad que ser amado
por una madre que se ama a si misma. Visto en el contexto de la filosofía ecológica …
si bien una ética ambiental es necesaria, si la gente siente que sacrifican sus
intereses al amar la naturaleza, probablemente al final estamos viendo una base
traicionera para esa ética.
Por medio de una identificación más amplia con el mundo, por el amor genuino
de un yo profundizado, ensanchado, llegamos a ver que al proteger y cuidar la
naturaleza, estamos sirviendo nuestros intereses, extendidos.
Admiro desde 1930 la acción directa, no-violenta de Gandhi, y siento
inevitablemente la influencia de los principios metafísicos, que lo motivaron
potentemente a seguir adelante hasta el momento de su muerte. Su objetivo principal,
según veía, no fue tan solo la liberación política de la India, ni sus campañas en
contra de la pobreza extrema, la represión por castas, y el terrorismo religioso. Su
fin más anhelado fue la liberación del propio ser humano individual. Escucharlo puede
sonar extraño a muchos de nosotros:
“Lo que deseo conseguir – lo que he luchado anhelando por conseguir estos
treinta años – es la autorrealización, verle a Dios de cara a cara, alcanzar Moksha
(Liberación). Vivo, me muevo, dedico todo mi ser a ese propósito. Todo lo que hago en
dichos, escrituras, y todo lo que emprendo en el campo de la política, se dirige hacia
este mismo fin.”
Suena individualista al oído occidental. Es un error común. Si el “yo” de Gandhi
fuera el yo “angosto” (jiva) del interés egocéntrico, porqué entonces trabajar por los
pobres? Para él, es el “yo” supremo, universal – el atman que hay que realizar. Parece
paradójico intentar alcanzar la autorrealización por medio de la acción no egoísta,
reduciendo el dominio del yo restringido, el ego. Por el yo más amplio, cada ser vivo
está conectado íntimamente. La capacidad de identificarse nace de esa intimidad y,
naturalmente, la práctica de la no-violencia. No es preciso moralizar, del mismo modo
que no es preciso moralizar para respirar. Necesitamos cultivar la intuición. Citando a
Gandhi nuevamente, “El fundamento más elemental para alcanzar el poder de la noviolencia, es el creer en la unidad esencial de todo lo que vive.”
Históricamente, observamos que la conservación ecológica es esencialmente noviolenta. Gandhi apunta, “Creo en advaita (no-dualidad). Creo en la unidad esencial del
ser humano e, incluso, todo lo que vive. Por ello creo que si un hombre gana la
espiritualidad, el mundo entero gana con él y, si un hombre fracasa, el mundo entero
fracasa en la misma medida.”
Algunos consideran a Gandhi extremo en su consideración personal de la
autorrealización de seres vivientes no-humanos. Viajaba con una cabra para
abastecerse de leche y mostrar desacuerdo con el modo Hindú de ordeñar las vacas.
Algunos europeos se desconcertaban al ver como dejaba entrar serpientes, escorpiones
y arañas a sus cuartos – animales cumpliendo con sus vidas. Creía en la posibilidad de
la coexistencia pacífica y tenía razón. No había accidentes. Naturalmente la gente de
su comunidad revisaba su calzado antes de ponerlo. Hasta en la noche uno lograba
transitar sin pisar sus semejantes vivos. Gandhi reconocía un derecho básico y común,
a vivir, florecer, autorrealizarse, de todo ser que tenía intereses o necesidades.
En el ambiente en que yo crecí, escuchaba que lo importante en la vida es ser
alguien – lo que generalmente significa vencer a otros, triunfar en la competencia de
habilidades. Esta idea del significado y propósito de la económica existente en el
mundo, de suministro y demanda, de “bienes y servicios” independientes de
necesidades reales, no debiera primar cada vez más en nuestras vidas. La habilidad
de cooperar con las personas también conviene en una sociedad tan ferozmente
individualista, pero eso no es una autorrealización que valga el nombre. Identificar la
autorrealización con el ego implica una subestimación gigantesca de la naturaleza del
ser humano.
Según las traducciones más aceptadas, Buddha enseñó que la mente humana
debiera abrazar a todos los seres vivos como una madre cuida a su hijo único. Para
quienes no conciben que un yo humano pueda abrazar a todos los seres vivos, servirá
de algo abrazarlos mentalmente, y mantener la intención de cuidar, sentir y actuar
con compasión.
Si traducimos la palabra Sánscrita Atman al inglés, es decidor que el
significado básico es yo-identidad más que mente o espíritu, como sale en las
traducciones. La virtud de este significado radica en la idea que si tu yo-identidad,
en sentido amplio, abraza otro ser, no necesitas admonición moral a cuidarlo. Te
cuidas a ti misma/o, sin sentir ninguna presión moral de hacerlo, a menos que sufras
de neurosis o tendencia autodestructiva.
Dado que el término “autorrealización” hoy en día comúnmente se asocia con la
gratificación del ego durante toda la vida, puede resultar difícil usarlo en su
connotación más amplia. Pero creo que la misma popularidad del término invita a la
gente escuchar un momento, sintiéndose segura. Ahí introducimos la noción de un yo
más amplio, explicando que el equiparar la autorrealización con la gratificación del
pequeño ego implica subestimar al ser humano. ¡Somos muchísimo más grandes que eso,
más profundos, generosos, más capaces de dignidad y dicha de lo que creemos!
Tengo otra razón importante para invitar a la gente a profundizar y ensanchar
su concepto de si mismo, comenzando con el punto de partida burdo pero inevitable de
la gratificación del ego. Tiene que ver con la noción normalmente colocada como el
opuesto del egoísmo – el altruismo. El término ego en Latín tiene como su opuesto el
alter. El altruismo implica que ego sacrifica su interés a beneficio del otro, el alter.
La motivación principal es el deber. Se dice que debemos amar a otros tanto como a
nosotros mismos.
Desafortunadamente, lo que podemos amar de puro deber o admonición moral,
es muy limitado. Entre el Renacimiento y la Segunda Guerra Mundial, naciones
Cristianas han librado unas cuatrocientas crueles guerras, usualmente por razones
poco consistentes. Estimo que corresponde ampliar y profundizar nuestro sentido de
identidad, para así ir acercando los opuestos ego y alter, y progresivamente ir
eliminando las diferencias entre ellos.
Temprano en la vida, el yo social se desarrolla al punto que preferimos
compartir un queque grande con familiares y amigos. Nos identificamos con ellos
suficientemente para ver nuestra felicidad en la de ellos, y nuestra desilusión en la de
ellos. Ahora es el momento de compartir con toda la vida en nuestra maltratada
tierra, profundizando nuestra identificación con todas las formas de vida, ecosistemas
y Gaia, nuestro fabuloso, anciano planeta.
Kant introdujo dos conceptos contrapuestos que merecen ser usados en nuestro
esfuerzo por vivir armoniosamente en, para y de la naturaleza – los conceptos del acto
moral y del acto hermoso. Los actos morales son motivados por la intención de seguir
leyes a cualquier costo, es decir cumplir nuestro deber moral solo por respeto al
deber. Entonces, la mayor señal de nuestro éxito en cumplir una acción moral es que
lo hacemos en contra de nuestra inclinación, que odiamos hacerlo pero nos sentimos
obligados por nuestro respeto a la ley. Kant reverenciaba dos fenómenos
profundamente – “el cielo con sus estrellas arriba mío y la ley moral que llevo
adentro”.
Si hacemos algo que debemos gracias a la ley moral, pero también con
motivación y placer, entonces qué? Si hacemos lo correcto por motivación positiva,
entonces, según Kant, realizamos una acción hermosa. Mi punto es que en asuntos
ambientales debemos motivar a la gente especialmente hacia las acciones hermosas
apelando más a sus inclinaciones que a su moral. Lamentablemente el movimiento
ecológico moraliza tanto que da la impresión de estar pidiendo sacrificio,
responsabilidad, cuidado, morales. Creo que necesitamos abrir la inmensa fuente de
regocijo disponible sensibilizándonos a la riqueza y diversidad de vida, y atesorando
profundamente los paisajes libres y prístinos. Todos podemos contribuir, además de
políticas locales y globales. Parte del placer es la íntima afinidad con algo más grande
que el ego, de millones de años de edad. El cuidado brota naturalmente cuando
percibimos que proteger la naturaleza libre es proteger a nosotros mismos.
Lo que sugiero es potenciar la ontología ecológica y realismo sobre la ética
ambiental, como medio para reavivar el movimiento ecológico en los años venideros.
Cuando el ser ecológico experimenta la realidad, nuestro comportamiento sigue normas
de ética ambiental natural y bellamente. Por cierto precisamos saber de nuestras
deficiencias de vez en cuando, pero es más fácil cambiar por medio del estímulo y la
profunda percepción de la realidad y nuestro ser, vale decir por un mayor realismo.
Cómo hacerlo es una pregunta demasiado grande para tratarla ahora. Sin embargo,
está claro que será más una cuestión de terapia que de ciencia comunitaria. Es preciso
encontrar y desarrollar terapias que sanan nuestras relaciones con la comunidad
ampliada – la nuestra, con todos nuestros compañeros seres vivos.
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