El portavoz parlamentario popular, el mismo que llamó 'modelo... años del pelotazo, a aquel 'capitalismo popular inmobiliario' que...

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Si no fuera por la realidad, estaríamos bien
El portavoz parlamentario popular, el mismo que llamó 'modelo Valcárcel' a los disparatados
años del pelotazo, a aquel 'capitalismo popular inmobiliario' que nos iba a hacer a todos ricos,
le ha llamado ahora "el presidente de la personas". Pero, ¿cómo se puede abusar del
lenguaje, insultar la inteligencia de la gente, de forma tan grosera y desmesurada?
¿Acaso se puede desconocer que el paro está aquí en cifras nunca vistas en una sociedad
desarrollada (peores de las que se conocieron en Europa y Estados Unidos bajo la Gran
Depresión), que no ha habido antes tantas personas sujetas a severa precariedad existencial,
tantos miles de ciudadanos directamente bajo el umbral de la pobreza o frente a la amenaza
de caer en ella, tantos jóvenes sin expectativa condenados a no poder construir un proyecto
de vida propio? ¿en que realidad se vive para ignorar que los servicios públicos esenciales
para la vida digna de la gente sufren un continuado proceso de deterioro y dejan fuera (sin
atención) o lejos (crecientemente demorada en el tiempo) cada vez a más personas, que la
inseguridad socialmente producida ha alcanzado una dimensión nueva y espantosa, y que la
fractura social no para de crecer en una sociedad cada vez más injusta en el reparto de la
riqueza? ¿de qué personas habla este diputado lenguaraz y fabulador?
Van a ser varias generaciones de murcianos y murcianas las que vivirán las amargas
repercusiones de estos años insensatos de especulación urbanística desatada, de arraigada y
extendida corrupción política, de continuados retrocesos democráticos, de capitalismo de
amiguetes y de apoteosis del clientelismo partidista, de agresiones brutales a nuestro medio
natural, de despilfarro en infraestructuras y megaproyectos inviables y mal calculados, de
arrogante soberbia política.
Sólo cuando no hay nada que ofrecer, cuando ha desaparecido toda credibilidad, cuando las
promesas y los planes incumplidos son una lista interminable, el PP hace el gesto de ofrecer
acuerdos políticos a los demás. Lluvia de millones virtuales en la que nadie puede creer
mientras vemos como se afila la tijera -esta sí muy real- para un nuevo recorte del presupuesto
regional, uno más de los que llevamos y aún nos esperan por la letal obsesión de los objetivos
de déficit.
No es el único abuso de la cosmética política. Dentro de unas semanas, para completar el
guión de esta ficción de normalidad, se presentará un nuevo plan estratégico regional, con la
que se intentará vender que hay un proyecto hasta 2020 y del que podemos presumir que,
como los anteriores, está llamado a no cumplirse ni del que nadie se sentirá obligado a dar
-llegado el momento- ni siquiera explicación alguna, como no las han dado de ninguno de los
incumplidos planes anteriores.
No puede haber catastrofismo en la descripción de la catástrofe. Llevamos cayendo cinco
años y seguimos precipitándonos a gran velocidad. Ya nos hemos situado en los peores
lugares relativos de los principales indicadores entre las regiones españolas y europeas.
Sabemos además que no habrá rápida recuperación ni vuelta a añoradas situaciones
anteriores. Carecemos ahora de horizonte claro de futuro colectivo pues hemos quemado, por
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Si no fuera por la realidad, estaríamos bien
torpeza o inacción, muchas oportunidades durante estas casi dos décadas perdidas.
Reconstruir sobre bases nuevas un proyecto para la región va a requerir un gran esfuerzo
democrático, cambiar antes muchas cosas (lo primero que necesitamos es un cambio radical
en transparencia y participación) y formalizar un pacto nuevo e inclusivo de región para todos,
en el que los únicos que no caben son los responsables del desastre presente.
El proyecto político que ha gobernado la región por casi dos décadas ha implosionado, pero
como esas remotas estrellas que sólo vemos desaparecer mucho después de su estallido,
puede pasar un tiempo hasta que los ciudadanos vean que se ha extinguido su luz. Pero ya
sólo se trata de un efecto óptico, de una ilusión pronta a desvanecerse.
(Artículo publicado en diario La Opinión de Murcia el 8/6/2013:
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2013/06/08/fuera-realidad-estariamos/474915.html)
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