el otro estado06-14

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La administración de justicia
en la Región de Murcia
María Giménez Casalduero y Teresa Vicente Giménez
1. INTRODUCCIÓN
Uno de los fundamentos de la democracia moderna es la división y distribución de los
poderes del Estado entre tres instituciones independientes: el Parlamento (que ejerce el poder
legislativo), el Gobierno (que ejerce el poder ejecutivo) y los Tribunales de Justicia (que ejercen el
poder judicial). Es crucial que el poder del Estado esté dividido entre estos tres poderes, para que
cada uno de ellos, como decía Montesquieu, sirva de control y de contrapeso a los otros, evitando
así la concentración despótica de todos los poderes en una sola instancia de decisión. Cuando
esta división no es respetada, cuando el poder ejecutivo controla por completo al legislativo y al
judicial, la democracia deja paso a la dictadura. De hecho, la calidad de una democracia puede
medirse, entre otras cosas, por el grado en que las acciones del ejecutivo están controladas por los
otros dos poderes: el legislativo y el judicial.
La Región de Murcia padece un notable déficit democrático, entre otras razones, porque
las sucesivas mayorías absolutas han limitado el efectivo control de las acciones del poder ejecutivo por parte del legislativo. Y a esto se ha añadido una Administración de Justicia que durante
muchos años se ha caracterizado por ser lenta, cara, muy burocratizada, poco atenta a la evolución
moral de la sociedad y muy desigual en el trato que dispensa a los más poderosos y a los más
débiles. Estas deficiencias en la Administración de Justicia no afectan sólo a nuestra Región, sino a
toda España. Según la Encuesta del Barómetro de Opinión de diciembre de 2005, elaborada por el
Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), la Administración de Justicia genera poca confianza
en el 44.9% de los españoles y ninguna confianza en el 11.4%. Además, el 84.1% de los españoles
piensan que la Administración de Justicia hace diferencias según de quién se trate.
Por eso, en este Informe 2006 hemos creído necesario subsanar una importante carencia
del Informe 2003 y dedicar un capítulo al funcionamiento de la Administración de Justicia, tanto
en España como en nuestra Región. Asimismo, hemos querido analizar algunos problemas de
la realidad jurídico-social de la Región de Murcia: la delincuencia común y de cuello blanco, la
delincuencia y la seguridad ciudadana, y la delincuencia de menores.
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2. LA ORGANIZACIÓN DE JUSTICIA: LA
ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA Y EL PODER
JUDICIAL EN ESPAÑA
Para atender la demanda de justicia de los ciudadanos, los Estados democráticos, como es
el caso de España, organizan la Administración de Justicia como una más de sus administraciones
públicas. Los órganos judiciales ejercen la función jurisdiccional, esto es, el poder judicial, como
un poder o una función básica del Estado democrático. Sin embargo, el sistema judicial es muy
complejo, porque la Justicia no son sólo jueces y fiscales, son también los profesionales del ejercicio jurídico —abogados, procuradores, trabajadores sociales, peritajes, entre otros—, y también
los científicos y teóricos del derecho, mediante el desarrollo de la doctrina legal y la teoría de la
justicia.
En este informe, se han utilizado como indicadores básicos para el análisis de la realidad
jurídico-social en nuestra Región las actuaciones del Poder judicial y del Ministerio Fiscal. De un
lado, la actividad jurisdiccional es interesante para este estudio, porque el ejercicio del poder judicial se realiza mediante la resolución de conflictos que se plantean entre los distintos ciudadanos
—entre un ciudadano y la Administración, entre dos ciudadanos, entre un trabajador y su empleador, etc.—, y mediante el castigo de las conductas realizadas por una persona y consideradas
delito o falta por las leyes. De otro lado, la actividad del Ministerio Fiscal resulta especialmente
interesante para el presente informe, porque su actuación persigue la defensa del interés de todos
los ciudadanos. Su misión aparece descrita en la Ley 50/1981 del Estatuto Orgánico del Ministerio
Fiscal, y tiene por finalidad promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad, de los
derechos de los ciudadanos y del interés publico tutelado por la ley, de oficio o a petición de los
interesados, así como velar por la independencia de los Tribunales, y procurar ante éstos la satisfacción del interés social.
El Ministerio fiscal es el cuidador de la ley y el defensor de los ciudadanos —cuestor
legis defensor civitatis—, y es por este motivo que su actuación ha de ser reflejo de las demandas
de la sociedad a la que representa, en aras de procurar una mejora de los intereses colectivos,
gracias a lo cual los ciudadanos podrán ver sus intereses judicialmente protegidos. Esta especie de
magistratura de amparo actúa de forma mediata, cuando defiende atacando al delito, y de forma
inmediata, cuando defiende amparando los derechos y libertades de los ciudadanos.
La actividad del poder judicial propiamente dicha es la encomendada a Juzgados y
Tribunales, y consiste en juzgar y hacer ejecutar lo juzgado. El Ministerio Fiscal, aunque es una
institución del Estado integrada en el Poder Judicial, no es empero poder judicial, por cuanto ni
juzga ni hace ejecutar lo juzgado, actúa con autonomía funcional y ejerce sus funciones fundamentalmente ante los órganos de la Administración de Justicia. Ciertamente, es muy difícil la ubicación
de la naturaleza del Ministerio Fiscal en relación con los tres poderes del Estado de Derecho,
aunque puede ser considerado, de forma gráfica, como un vértice en el que contacta el poder legislativo (el fiscal como defensor de la legalidad y comisionado del legislador), el poder ejecutivo (el
fiscal es un instrumento clave de la política judicial que define el gobierno como poder ejecutivo)
y el poder judicial (el fiscal ejerce la función de garantizar la independencia judicial a tenor del
artículo 124 de la Constitución).
LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA EN LA REGIÓN DE MURCIA
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2.1. La organización judicial: ¿cuándo juzgan los Juzgados y
Tribunales españoles?
Los Juzgados y Tribunales españoles son competentes en los juicios que se planteen en
territorio español entre españoles, entre extranjeros, y entre españoles y extranjeros conforme a la
legislación española y a los Tratados y Convenios Internacionales en los que España sea parte.
Para determinar si corresponde conocer a los Juzgados y Tribunales españoles, en cada
orden jurisdiccional (civil, penal, contencioso-administrativo y social), existen normas específicas
que tienen en cuenta el bien concreto sobre el que se suscita la controversia, la nacionalidad de
las personas litigantes o perjudicadas, el lugar en el que se produjeron los sucesos que dan lugar a
la controversia, el lugar de celebración del contrato, el tipo de delito cometido en el orden penal,
y otras circunstancias.
En el ámbito penal, existen una serie de delitos que, en virtud de su carácter especial,
pueden ser juzgados por los Juzgados y Tribunales españoles independientemente de la nacionalidad de la persona que los haya cometido y del lugar en que se cometieron. Estos delitos son los
de genocidio, terrorismo, piratería y apoderamiento ilícito de aeronaves, falsificación de moneda
extranjera, delitos relativos a la prostitución, delitos relativos a la corrupción de menores o incapaces, y el tráfico ilegal de drogas psicotrópicas, tóxicas y estupefacientes.
La jurisdicción es única y se ejerce por los Juzgados y Tribunales extendiéndose a todas
las personas, a todas las materias y a todo el territorio español, mediante los órganos jurisdiccionales competentes, según corresponda a la división territorial del Estado. Existen distintos
órdenes jurisdiccionales entre los que se reparten los asuntos en función de las materias de las
que conocen.
2.2. Los órdenes jurisdiccionales
En el sistema jurídico español, hay cuatro órdenes jurisdiccionales diferentes:
1) Orden jurisdiccional civil. Resuelve sobre temas civiles (filiación, matrimonio, contratos, arrendamientos, derechos reales, etc.) y sobre todas las materias que no estén atribuidas a
otro orden jurisdiccional.
2) Orden jurisdiccional penal. Conoce de los juicios por delitos y faltas, con excepción
de los que correspondan a la jurisdicción militar.
3) Orden jurisdiccional contencioso-administrativo. Conoce de:
— Los casos relacionados con la actuación de las Administraciones Públicas sujeta a Derecho Administrativo (por ejemplo, cuando se impugnen sanciones impuestas por la
Administración).
— Los casos relacionados con las disposiciones generales de rango inferior a la Ley y
con los Decretos legislativos (por ejemplo, cuando se impugne un Reglamento).
— Los recursos contra la inactividad de la Administración y contra sus actuaciones
materiales que constituyan vía de hecho (constituyen vía de hecho las actuaciones arbitrarias de la
Administración, que realiza sin una base normativa en la que apoyarse).
— Los casos relacionados con la responsabilidad patrimonial de las Administraciones
Públicas y del personal a su servicio, cualquiera que sea la naturaleza de la actividad o el tipo de
relación de que derive, no pudiendo ser demandadas aquellas por este motivo ante los órdenes
jurisdiccionales civil o social, aun cuando en la producción del daño concurran con particulares o
cuenten con un seguro de responsabilidad limitada.
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— Las reclamaciones de responsabilidad cuando el interesado accione directamente contra la aseguradora de la Administración, junto a la Administración respectiva. Novedad introducida
por la nueva Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ).
— También será competente este orden jurisdiccional si las demandas de responsabilidad
patrimonial se dirigen, además, contra las personas o entidades públicas o privadas indirectamente
responsables de aquéllas (novedad también introducida por la nueva LOPJ).
4) Orden jurisdiccional social. Le corresponde conocer de los casos que se planteen en
materia laboral (por ejemplo, conflictos individuales o colectivos entre empresarios y trabajadores,
en materia de sindicatos, de contratos de trabajo, despidos, convenios colectivos, etc.), así como
de las reclamaciones en materia de Seguridad Social.
2.3. La división territorial
El Estado se organiza territorialmente, a efectos judiciales, en municipios, partidos,
provincias y Comunidades Autónomas, sobre los que ejercen potestad jurisdiccional Juzgados
de Paz, Juzgados de Primera Instancia, Juzgados de Instrucción, Juzgados de Primera Instancia
e Instrucción, de lo Mercantil, de lo Contencioso-Administrativo, de lo Social, de Vigilancia
Penitenciaria y de Menores, Audiencias Provinciales y Tribunales Superiores de Justicia. Sobre
todo el territorio nacional ejercen potestad jurisdiccional la Audiencia Nacional y el Tribunal
Supremo.
A estos efectos, la organización del Estado es la siguiente:
1) Municipios. Se corresponden con la demarcación administrativa del mismo nombre.
En cada municipio donde no exista Juzgado de Primera Instancia e Instrucción, con jurisdicción
en el término correspondiente, habrá un Juzgado de Paz.
2) Partidos Judiciales. Son la unidad territorial integrada por uno o más municipios
limítrofes, pertenecientes a una misma provincia, pudiendo coincidir con la demarcación provincial. En este ámbito territorial se encuentran los Juzgados de Primera Instancia e Instrucción. Las
Comunidades Autónomas participan en la organización de la demarcación judicial de sus territorios respectivos, remitiendo al Gobierno, a solicitud de éste, una propuesta de la misma en la que
fijarán los partidos judiciales.
La división territorial de los Partidos Judiciales se organiza, a su vez, en tres escalas
territoriales:
3) Provincias. La provincia se ajustará a los límites territoriales de la demarcación
administrativa del mismo nombre. El órgano judicial de mayor rango para este ámbito territorial
es la Audiencia Provincial, que toma el nombre de la provincia donde se encuentre radicada.
Tienen ámbito provincial también los Juzgados de lo Mercantil, de lo Penal, de lo ContenciosoAdministrativo, de lo Social, de Vigilancia Penitenciaria y de Menores.
4) Comunidades Autónomas. La Comunidad Autónoma es el ámbito territorial de los
Tribunales Superiores de Justicia.
5) Estado Español. Tienen competencia en todo el ámbito nacional la Audiencia
Nacional, el Tribunal Supremo, el Juzgado Central de Menores, los Juzgados Centrales de
Vigilancia Penitenciaria, el Juzgado Central de lo Penal y los Juzgados Centrales de Instrucción.
En materia de salvaguarda de las garantías constitucionales, el Tribunal Constitucional, que es un
órgano constitucional ajeno a la Administración de Justicia.
LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA EN LA REGIÓN DE MURCIA
Figura 1. Esquema de la Organización Judicial
Fuente: Ministerio de Justicia.
Figura 2. Esquema del Poder Judicial y del ejercicio de la Potestad Jurisdiccional
Fuente: Ministerio de Justicia
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Figura 3. Esquema de la División Territorial en lo judicial
Fuente: Ministerio de Justicia
3. LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA Y EL PODER
JUDICIAL EN LA REGIÓN DE MURCIA
En la Región de Murcia hay once partidos judiciales, entre los cuales se distribuyen los
diferentes juzgados y tribunales atendiendo a la división territorial y al número de habitantes, de
lo que resulta el siguiente gráfico:
Figura 4. Organización Judicial de la Región de Murcia
Caravaca de la Cruz
Juzgados de Primera Instancia e Instrucción nº 1 y nº 2
Cartagena
Audiencia Provincial Civil-Penal nº 5
Juzgados de Primera Instancia nº 1, nº 2, nº 3, nº 4 y nº 5
Juzgados de Instrucción nº 1, nº 2, nº 3, nº 4 y nº 5.
Juzgado de lo Social nº 1 y nº 2
Juzgado de lo Contencioso-Administrativo nº 1
Juzgado de lo Penal nº 1 y nº 2
Cieza
Juzgado de Primera Instancia e Instrucción nº 1, nº 2 y nº 3
Jumilla
Juzgado de Primera Instancia e Instrucción Único
Lorca
Juzgado de Primera Instancia e Instrucción nº 1, nº 2, nº 3, nº 4 y nº 5
Juzgado de lo Penal nº 1
Molina de Segura
Juzgado de Primera Instancia e Instrucción nº 1, nº 2, nº 3, nº 4 y nº 5.
Mula
Juzgado de Primera Instancia e Instrucción nº 1 y nº 2
LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA EN LA REGIÓN DE MURCIA
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Murcia
Tribunal Superior de Justicia Presidente
TSJ Civil-Penal
TSJ Cont-Advo
TSJ Social
Audiencia Provincial Presidente
Audiencia Provincial Civil y Penal nº 1, nº 2, nº 3 y nº 4
Juzgado de Primera Instancia nº 1, nº 2, nº 3, nº 4, nº 5, nº 6, nº 7, nº
8, nº 9,
nº 10, nº 11 y nº 12
Juzgado de Instrucción nº 1, nº 2, nº 3, nº 4, nº 5, nº 6, nº 7 y nº 8
Juzgado de lo Social nº 1, nº 2, nº 3, nº 4, nº 5, nº 6 y nº 7
Juzgado de lo Cont-Advo nº 1, nº 2, nº 3, nº 4, nº 5 y nº 6
Juzgado de lo Mercantil nº 1
Juzgado de Violencia sobre la Mujer nº 1
Juzgado de lo Penal nº 1, nº 2, nº 3, nº 4 y nº 5
Juzgado de Vigilancia Penitenciaria Único
San Javier
Juzgado de Primera Instancia e Instrucción nº 1, nº 2, nº 3, nº 4 y nº 5
Sotana
Juzgado de Primera Instancia e Instrucción nº 1, nº 2, nº 3 y nº 4
Yecla
Juzgado de Primera Instancia e Instrucción nº 1 y nº 2
3.1. El Poder Judicial
La última instancia del poder judicial en una Comunidad Autónoma es el Tribunal
Superior de Justicia (TSJ), según establece la Constitución, pero también ésta establece que el
Tribunal Supremo es la última instancia, salvo en materia de garantías constitucionales, que
corresponde al Tribunal Constitucional. En este sentido, el Tribunal Supremo es el encargado de la
función unificadora en materia de jurisprudencia y los Tribunales Superiores de Justicia no pueden
sustraer la función unificadora del Tribunal Supremo, a pesar de ser la última instancia dentro de
cada Comunidad Autónoma.
En la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia CARM), el actual presidente del
Tribunal Superior de Justicia (TSJ) tomó posesión de su cargo en septiembre de 2004, y se ha
fijado como objetivo prioritario modernizar el sistema judicial de la Región para lograr que sea
un servicio más eficaz y próximo a los ciudadanos, basando dicha modernización en el aumento
de la planta judicial, la reforma de la Oficina Judicial, el uso de las tecnologías informáticas y de
comunicación, la formación continua de jueces y magistrados, y el velar por el equilibrio regional
en cuanto a los órganos judiciales necesarios en cada uno de los once partidos judiciales.
Uno de los problemas que plantea nuestra Región es la necesidad de más juzgados. Esta
exigencia deriva del importante aumento demográfico de los últimos años. En cuanto a jueces por
número de habitantes, pese a haber mejorado desde el año 2004, ya que se han incrementado las
plazas judiciales en 16 unidades judiciales más, lo que nos ha permitido subir a 8,2 jueces por
cada 100.000 habitantes, sin embargo aún no hemos alcanzado la media nacional. En este mismo
sentido, Cieza contará con un nuevo edificio, en Jumilla se ha inaugurado recientemente otro edificio, en Totana se han ampliado los juzgados, y se aspira a que Lorca cuente con un edificio en
el centro que sea emblemático, armónico con el entorno artístico de la ciudad.
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MARÍA GIMÉNEZ CASALDUERO Y TERESA VICENTE GIMÉNEZ
En cuanto al partido judicial de Murcia, otro de los problemas que tiene planteados es
la dispersión de sus juzgados y tribunales, lo que genera muchos inconvenientes prácticos y una
sensación de desarticulación: existen siete sedes dispersas de órganos judiciales. Para su solución,
se está impulsando la construcción de un nuevo edificio en la Ciudad de la Justicia, lo que permitirá concentrar todos los órganos judiciales en una misma sede. La primera fase de la Ciudad de
la Justicia, un proyecto que arranca de 1994 o 1995, ya está funcionando, aunque alberga escasamente el 30% de los órganos judiciales de la Región de Murcia; por ello, se quiere dar un nuevo
impulso para consolidar la segunda fase de la Ciudad de la Justicia, con la construcción de otro
gran edificio, que permitirá la reunión física de todos los órganos judiciales. El actual Palacio de
Justicia del TSJ de nuestra Región, y en su caso del futuro Consejo de Justicia, se mantendrá en
uso, y en él radicarán los órganos colegiados y de gobierno.
Otra cuestión a la que el actual TSJ de Murcia presta un especial interés es la de atender
a la demanda ciudadana de tener una Administración de Justicia más cercana, porque un mayor
acercamiento de la Justicia al ciudadano aumenta su confianza en ella (bastante mermada actualmente, como revela la encuesta anteriormente citada). Para llevar a cabo esta labor de acercamiento
de la Justicia al ciudadano, se hará un esfuerzo especial, mediante la supervisión de los órganos
judiciales, para que el personal de justicia tenga conocimiento del contenido de la carta de derechos del ciudadano, y para fomentar un trato amable, un horario adecuado y una información
ágil. También se tiene previsto la potenciación de los servicios de atención y la creación de una
oficina de información en el edificio judicial, así como potenciar la comunicación por teléfono y
por correo electrónico. En especial para estudiantes y jóvenes, se tiene previsto un programa en el
que los jueces irán a las aulas a explicar lo que es la Justicia.
3.2. El Ministerio Fiscal
El Ministerio Fiscal tiene asignadas una serie de funciones para realizar la misión de
promover la acción de la Justicia, siempre sometiendo su actuación al principio de legalidad e
imparcialidad en defensa de los intereses que tiene encomendados. Son órganos del Ministerio
Fiscal los enumerados en el artículo 12 de la Ley reguladora del Estatuto Orgánico del Ministerio
Fiscal, entre los que se encuentran las Fiscalías de los Tribunales Superiores de Justicia de las
Comunidades Autónomas. La Fiscalía conoce de cuestiones generales, asuntos penales, civiles,
administrativos, laborales, de menores y de violencia doméstica, y también puede ampliar sus objetivos creando nuevas secciones, como consecuencia de las nuevas conductas delictivas que puedan
surgir en la sociedad. Así, en el párrafo segundo del artículo 18.1, se afirma: “En la Fiscalía de
la Audiencia Nacional y en cada Fiscalía de los TSJ y de las Audiencias provinciales existirá una
Sección de menores a la que se encomendarán las funciones y facultades que al MF atribuye la ley
orgánica 5/2000, reguladora de la responsabilidad penal del menor. En las Fiscalías de los TSJ y de
las Audiencias provinciales existirán Secciones contra la Violencia sobre la Mujer y Secciones de
medio ambiente especializadas en delitos relativos a la ordenación del territorio, la protección del
patrimonio histórico, los recursos naturales y el medio ambiente, la protección de la flora, fauna y
animales domésticos, y los incendios forestales…”.
La novedad e importancia de algunos delitos, como los delitos contra la ordenación del
territorio, los urbanísticos, los medioambientales y los de corrupción política, han llevado a la
creación de más de 25 nuevas fiscalías en todo el territorio nacional, dedicadas a perseguir este
tipo de delitos: 2 fiscalías de apoyo al fiscal de sala de medio ambiente y urbanismo, 17 para los
TSJ de las Comunidades Autónomas especializados en dicha materia y 6 más para actuar como
delegados de la Fiscalía especial anticorrupción, que entraron en funcionamiento en junio de 2006.
LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA EN LA REGIÓN DE MURCIA
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La creación de estas nuevas plazas de fiscales responde a la decisión del Gobierno central de luchar
contra los casos de corrupción que últimamente estas invadiendo nuestro país. Basta citar el caso
del Ayuntamiento de Marbella, que se ha convertido en el paradigma de un fenómeno cada vez
más extendido. En la Región de Murcia, ya existía una sección de medio ambiente y en septiembre
de 2006 ha sido nombrado José María Alcázar como fiscal delegado de la Fiscalía anticorrupción.
A ello hay que añadir el creciente número de denuncias por delitos urbanísticos que desde 2005
viene atendiendo el nuevo Fiscal jefe, Manuel López Bernal.
En 2004, la actividad de la fiscalía del TSJ de Murcia incrementó su actuación en cada
una de las esferas de su competencia, con un aumento de 9.064 dictámenes respecto al año anterior,
lo que supuso un incremento del 4,9%. El número de dictámenes emitidos se elevó de 183.296 en
2003 a 192.360 en 2004. Esta tendencia se ha mantenido en los dos últimos años.
4. ALGUNOS PROBLEMAS DE LA REALIDAD JURÍDICOSOCIAL EN LA REGIÓN DE MURCIA
4.1. Delincuencia común y delincuencia de cuello blanco
Hay dos esferas criminales bien distintas en nuestra sociedad: la de los delitos comunes,
esto es, aquella en la que los delitos son fácilmente verificados y los sujetos activos bien identificados; y la de la delincuencia de cuello blanco, que se corresponde con aquellos tipos penales
donde el delito es más difícil de investigar por la complejidad de sus circunstancias y donde el
sujeto activo es el delincuente de chaqueta y corbata, también más difícil de identificar. En los
delitos comunes y los de cuello blanco, el objeto o tipo penal es el mismo, la diferencia entre
ambas figuras es el sujeto activo: los delitos comunes son todos los contenidos en el código penal,
salvo aquellos que necesitan unas determinadas condiciones en el sujeto activo; mientras que los
delitos de cuello blanco son aquellos tipos penales donde el sujeto activo tiene unas circunstancias
concretas. Este segundo tipo de delincuentes suelen actuar con mayor impunidad gracias a su escasa visibilidad, a su apariencia de respetabilidad y, a veces, a sus influencias sociales y políticas,
siéndoles beneficiosa, en ocasiones, la inoperancia de los órdenes judiciales.
Dentro de los delitos de cuello blanco, podemos señalar los delitos contra la Hacienda
Pública, los delitos contra los funcionarios públicos, el cohecho, la prevaricación, la corrupción,
las estafas económicas, el tráfico de influencias, los delitos contra la ordenación del territorio,
los delitos urbanísticos y los delitos contra el medio ambiente. La incorporación de los delitos de
ordenación del territorio y los delitos contra el medio ambiente al Derecho español se produce
en fechas relativamente recientes, gracias a la Ley Orgánica 10/1995 de modificación del Código
Penal. Aunque, ante la ineficacia de la normativa urbanística y las exigencias venidas de la Unión
Europea en cuanto a la protección penal del medio ambiente, materializadas en la Directiva Marco
relativa a la protección del medio ambiente a través del derecho penal, nuestro Derecho interno
vuelve a modificarse a través de la Ley Orgánica 15/2003. También en este sentido, son destacables las recientes modificaciones introducidas al Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal por la Ley
10/2006, que modifica a la Ley 43/2003 de Montes.
La ordenación del territorio es competencia de las Comunidades Autónomas, pero nos
encontramos con la paradoja de que en muchas de ellas, como expresa el reciente informe de
Greenpeace, Destrucción a toda costa 2006, se ha construido sin control durante años, sin aplicar
las correspondientes políticas de ordenación comarcal y regional. Por eso, el Gobierno central
quiere poner en marcha convenios con las comunidades autónomas para la gestión integrada del
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MARÍA GIMÉNEZ CASALDUERO Y TERESA VICENTE GIMÉNEZ
territorio, especialmente en zonas costeras. Según datos del citado informe de Greenpeace, la
Región de Murcia, con 274 kilómetros de litoral, cuenta en la actualidad con unas 329.150 viviendas en la franja costera, solo por debajo de Andalucía y la Comunidad Valenciana, con el dato significativo de que nuestro litoral es notablemente menor que el esas dos comunidades autónomas.
La presión que sufre el litoral murciano se cifra en un 13,60% de kilómetros de costa construidos,
a través de actuaciones urbanísticas sometidas en algunos casos a serias irregularidades en proceso
de investigación.
En la Región de Murcia, la voracidad del ladrillo llega al extremo de amenazar seriamente
zonas calificadas como espacios naturales protegidos, que la Ley regional del Suelo (mediante una
disposición adicional recurrida ante el Tribunal Constitucional) ha permitido desclasificar, para
convertirlos en zonas potencialmente susceptibles de ser urbanizadas.
La Fiscalía del TSJ de Murcia, en la Sección encargada de perseguir las conductas presuntamente delictivas en torno a la ordenación del territorio y la protección del medio ambiente,
mantiene abiertos en estos momentos varios procesos de investigación relacionados con casos de
corrupción e irregularidades urbanísticas. Entre otros, cabe citar los siguientes: recalificación de 20
millones de metros cuadrados para su urbanización en el municipio de Cieza; presuntas irregularidades urbanísticas en el municipio de Murcia; ampliación del puerto deportivo de San Pedro del
Pinatar y carretera que atraviesa el parque regional de las salinas; irregularidades urbanísticas en
San Javier, localidad que ha experimentado un crecimiento urbanístico del 51,7%; puerto deportivo de Puerto Mayor, paralizado por la Justicia; irregularidades urbanísticas en Los Alcázares, con
un llamativo crecimiento urbanístico del 79,7%, dos querellas contra el alcalde por falsedad en
documento público, prevaricación y fraude a ente público; el campo de golf de Torre del Rame,
con un expediente abierto por riego con agua de pozo y depuración insuficiente de sus aguas
residuales; irregularidades urbanísticas en el municipio de La Unión; irregularidades urbanísticas
en Mazarrón; irregularidades urbanísticas en Águilas, como La Zerrichera, Marina de Cope y el
puerto deportivo Casica Verde.
Otro informe que resulta de interés en cuanto a los cambios en la ocupación y usos del
suelo, es el del Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE). El Observatorio es fruto de
un proyecto independiente que lleva en funcionamiento desde febrero de 2005, como resultado
de un convenio suscrito por el Ministerio de Medio Ambiente, la Fundación Biodiversidad y la
Fundación General de la Universidad de Alcalá. El informe consigue confirmar con datos concretos que el desarrollo del modelo urbanístico español es irresponsable e insostenible en sus términos
actuales. Entre las causas más graves de cambios de usos del suelo en España, destaca el aumento
de nuevos regadíos a partir de zonas de secano, y la desaparición de más de 200.000 hectáreas
agrícolas y forestales, que han pasado a ser suelo artificial.
En relación con la puesta en marcha de nuevas hectáreas regables en la Región de Murcia,
se están investigando posibles prácticas delictivas en torno a la utilización ilegal de recursos
hídricos que amenazan la protección sostenible del dominio público hidráulico. La Fiscalía del
TSJ ha actuado por primera vez contra las presuntas extracciones ilegales de agua de pozos en la
Cuenca del Segura. La actuación de la Fiscalía se encarga de investigar si estas actuaciones son
constitutivas de delito contra los recursos naturales y para ello deja en suspenso los expedientes
administrativos abiertos por la Confederación Hidrográfica del Segura, a la espera de que el juzgado correspondiente considere que hay indicios de delito, en cuyo caso contrario el expediente
se concluirá por la vía administrativa.
LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA EN LA REGIÓN DE MURCIA
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4.2. Seguridad ciudadana y delincuencia
La evolución de la criminalidad entre los años 2003 y 2004 sufrió una variación global:
disminuyeron notablemente los delitos de homicidio, los daños imprudentes (de 704 a 190), el
blanqueo de capitales (de 4 a 0), los delitos contra la seguridad e higiene en el trabajo (de 20 a 4),
los delitos contra la flora y fauna (de 7 a 2) y los incendios de bienes propios (de 71 a 19). Por el
contrario, aumentaron las lesiones cualificadas (de 18 a 252), las lesiones imprudentes (de 1.278 a
1.843), el abandono de niños (de 3 a 64), las extorsiones (de 4 a 53), la defraudación tributaria (de
7 a 23), los delitos contra la Seguridad Social (de 3 a 38), el tráfico ilegal de mano de obra (de 1
a 5), los delitos contra la ordenación del territorio (de 175 a 354), los delitos contra los recursos
naturales y el medio ambiente (de 21 a 40), el tráfico de drogas con daño grave a la salud (de 46
a 107), la negativa de realización de las pruebas de alcoholemia (de 0 a 15), la conducción temeraria (de 54 a 233), los riesgos para la circulación (de 0 a 157), la usurpación de estado civil (de
3 a 10), la usurpación de funciones (de 0 a 50), la acusación y denuncia falsa (de 40 a 111), los
quebrantamientos de condena (de 129 a 383), los delitos de atentado (de 92 a 442), las resistencias
(de 118 a 419) y los delitos contra la Ley Electoral (de 2 a 9)1.
Consideramos inaceptable que se establezca una asociación entre delincuencia e inmigración. No es cierto que el aumento de la delincuencia se deba a la presencia de la población inmigrante, lo que sí es cierto es que la delincuencia común está asociada a la vulnerabilidad social, y
dentro de la población inmigrante son especialmente vulnerables al mundo de la delincuencia los
“extranjeros ilegales”, esto es, los inmigrantes “sin papeles”, que protagonizan la ola migratoria
actual hacia los países ricos del mundo occidental, cuestión ésta que afecta de manera especial a
España por ser un país frontera, la frontera del Sur hacia el Norte, hacia la ansiada Europa.
Un fenómeno especial es la delincuencia organizada de inmigrantes, sobre todo de bandas
de rumanos, albano-kosovares y lituanos, pues provoca un grave problema de “alarma social por
inseguridad”. Se trata de personas con características concretas que hacen uso de sus habilidades:
sujetos intelectualmente cualificados, con una preparación militar importante por la formación y la
experiencia profesional que han tenido en sus países de origen, y que dada su situación económica
y social no tienen nada que perder.
A propósito de la cruda realidad de los “sin papeles”, hay una cuestión que merece ser
destacada, porque está llena de dudas y encierra una profunda confusión jurídica: en el Centro de
Internamiento de Extranjeros (CIE) de Sangonera la Verde están internadas en celdas, dentro de
un recinto cercado, aquellas personas extranjeras sobre las que pende una orden de expulsión. La
situación de las personas internadas plantea ciertas dudas incluso para los propios profesionales
del derecho, ya que son individuos privados de su libertad deambulatoria, pero no a consecuencia
de un delito que se les impute, sino de una mera situación administrativa: la de encontrarse en una
situación irregular en España, con un expediente de expulsión o una orden efectiva de esta naturaleza. Aunque la medida de internamiento requiere la previa autorización judicial, no es menos
cierto que la merma de su derecho fundamental a la libertad plantea serias dudas en cuanto a su
proporcionalidad en orden al fin perseguido.
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Para el análisis y la evaluación de la criminalidad se utilizan como datos relevantes: el número de diligencias preliminares y de expedientes que se incoan en los juzgados, las audiencias celebradas, las sentencias estimatorias,
desestimatorias, condenatorias, por conformidad o absolutorias, las medidas adoptadas de internamientos, permanencia de
fin de semana, asistencia a centro de día, o libertad vigilada, entro otras, y las estadísticas criminológicas resultantes del
conocimiento de los diferentes tipos de delitos.
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En nuestra Región, el 95% de la población reclusa es población marginal, esto es, las
personas que están internas en el Centro Penitenciario de Sangonera la Verde no tienen nada o muy
poco que perder, y además les resulta muy difícil, si no imposible, la reinserción social cuando
salen de la cárcel, porque forman parte de la bolsa de excluidos que es alimentada por nuestro
actual modelo económico y social. Sin embargo, y paradójicamente, acaba de ser creada una delegación de la fiscalía anticorrupción, lo que revela el gran aumento de este tipo de delitos… ¿Por
qué, entonces, la delincuencia de cuello blanco no entra y/o permanece ingresada en prisión con
la misma facilidad que la delincuencia común? ¿Por qué no suscita la misma alarma, la misma
inseguridad y la misma reprobación social, cuanto los daños económicos y sociales de los delitos
de cuello blanco suelen ser incomparablemente mayores? Una de las razones más poderosas es la
reincidencia, que tiene que ver directamente con las dificultades de reinserción de la persona: la
delincuencia de cuello blanco está protagonizada por personas provistas de unas posibilidades económicas y sociales que le aseguran, en todo caso, una vida digna, esto es, su inmediata inserción
social, porque nunca han estado fuera del sistema, sino que son parte del mismo.
En un sentido contrario a la preocupación y alarma social que despierta la asociación
entre delincuencia común e inmigración, a pesar de ser engañosa y fácilmente manipulable
mediante discursos xenófobos, existe otro tipo de delincuencia que, como la de cuello blanco,
tampoco despierta demasiada preocupación por parte de la ciudadanía, y más en concreto por parte
de empresarios, sindicatos y administraciones públicas, y sin embargo es una conducta delictiva
que alcanza cifras verdaderamente alarmantes en nuestra Región: se trata de la delincuencia en el
ámbito laboral.
En la Región de Murcia, los accidentes laborales se producen diariamente, esto es, la
siniestrabilidad laboral es algo cotidiano, una figura delictiva que está descrita en el Título XV del
Código Penal, y que se concreta en los artículos 311 y siguientes. En efecto, cuando la muerte,
lesiones o enfermedad de un trabajador tiene como causa el incumplimiento de las normas de seguridad laboral, estamos ante una conducta delictiva por parte del empresario, que además concurre
con otras figuras delictivas atendiendo al resultado de lesiones o muertes, como el caso de lesiones
por imprudencia que contiene el artículo 316 del Código Penal.
Durante el año 2005, en la Región de Murcia se produjeron en jornada de trabajo 262
accidentes graves y 34 accidentes mortales. De las causas incoadas por siniestros laborales, las
diligencias penales con resultado de muerte han sido de 11 trabajadores fallecidos y 172 trabajadores con resultado de lesiones. La Ley de Prevención de Riesgos Laborales tiene ya diez años
de vida y la falta de prevención continúa, pues nos movemos prácticamente en las mismas cifras
de siniestrabilidad laboral. En este sentido, para evitar el resultado dramático de este tipo de
delincuencia laboral, habría cuanto menos que informar y concienciar más al trabajador, activar la
acción sindical y obligar con mayor eficacia a los empresarios a cumplir la ley.
4.3. Menores y delincuencia: la Justicia de Menores
La edad penal del menor —de 14 a 18 años— no afecta en cuanto al tipo penal, que
siguen siendo las conductas descritas en el Código Penal, sino en cuanto a la jurisdicción, que
será la Fiscalía y el Juzgado de Menores, y en cuanto al cumplimiento de las condenas, que en el
caso de los menores no son penas sino medidas que se cumplen en centros educativos de internamiento.
La gran preocupación debería ser por qué delinquen nuestros menores y qué intervención
socio-educativa puede frenar esta delincuencia y aliviar las penas. Sin embargo, el centro de la
atención pública lo ocupa, actualmente, la demanda de un endurecimiento de la justicia juvenil, y
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éste es el camino que sigue la reforma de la justicia penal de menores, y en concreto el anteproyecto de Ley Orgánica por el que se modifica la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, reguladora
de la responsabilidad penal de los menores. Este endurecimiento se traduce en aspectos como
el incremento de la duración de la medida de internamiento para delitos graves,y la figura de la
acusación particular en los procesos judiciales de menores, medida que se introdujo en la tercera
modificación que sufrió la Ley 5/2000 —después de su entrada en vigor—, y que mantiene el
actual anteproyecto.
En realidad, este endurecimiento penal que sufre la justicia del menor no sirve para
resolver gran cosa, porque la clave está en las tareas socio-educativas y en la adecuación de las
medidas. En este sentido, cabe recordar que de las 13 medidas que reconoce la Ley, sólo 3 son
de internamiento. Si realmente queremos hacer una prevención, tenemos que ir a las políticas
preventivas desde muy temprana edad. Criminalizar a los jóvenes no sirve más que para ahondar
el conflicto social. La solución consiste en enseñar y proteger a los más vulnerables de nuestra
sociedad, porque muchos de ellos no saben hacer otra cosa que delinquir, no han vivido otra cosa
en sus hogares, de manera que estas conductas se han convertido en un hábito en sus vidas.
También habría que ahondar en el fenómeno de la violencia infantil y juvenil. Cada
vez se están dando más casos de internamiento por violencia intrafamiliar, por agresiones graves
y repetidas a los padres. Los padres tienen que saber decir “no” con argumentos e imponer su
autoridad a sus hijos, desde muy temprana edad; muchas veces, los hijos tienen demasiado y los
padres demasiadas ocupaciones como para afrontar su responsabilidad educativa con el tiempo, la
paciencia y el buen hacer que requiere.
Otra cuestión que merece una seria reflexión es la gestión privada de los centros de
internamiento de menores. Que la ejecución directa de las medidas esté en manos privadas abre
la vía a que empresas privadas gestionen un capital humano tan valioso como son nuestros menores. Algo que es tan importante y que afecta al bienestar colectivo de una sociedad, como es la
reeducación de los menores, se cede a la empresa privada. ¿Por qué? En este sentido, se ha de
recordar que el artículo 45. 2. de la L. O. 5/2000 señala que la gestión de la medidas judiciales
corresponde a la entidad pública, aunque permite el convenio con entidades privadas “sin ánimo
de lucro”, poniendo así un freno a la política neoliberal de gestión privada, a las empresas privadas
enmascaradas de ONGs y a las cárceles de la miseria que tanto abundan en el sistema penitenciario
estadounidense.
En nuestra Región, las medidas de internamiento se están cumpliendo en centros gestionados por empresas privadas. Hay tres Centros de Internamiento de Menores y los tres son de gestión privada, si bien se lleva a cabo un control periódico y continuo por parte de la administración
pública, mediante visitas semanales de técnicos de la administración, reuniones periódicas, etc.
Sólo uno de ellos, “Las Moreras”, es de titularidad pública. Los tres centros son los siguientes:
— Centro Educativo “Las Moreras” en Sangonera la Verde. Para mayores de 16 años,
para cumplir medidas en régimen cerrado, semiabierto, abierto, terapéutico y permanencia de fin
de semana.
— Centro Educativo “La Zarza” en Abanilla. Para menores de 16 años, para cumplir
medidas en régimen abierto exclusivamente.
— Centro Educativo “Arrui-Alea” en Molina de Segura. Para menores de 16 años, para
cumplir medidas de internamiento en medio abierto.
Durante el año 2005, se dictaron 531 sentencias, condenatorias 449, absolutorias 82, y de
conformidad 230, de las que derivaron las siguientes medidas: de internamiento en centro cerrado
7, centro semiabierto 69, centro abierto 22, centro terapéutico 6, tratamiento ambulatorio 4, convivencia con grupo familiar 3, permanencia de fines de semana 6, asistencia a centro de día 0,
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libertad vigilada 67, tareas socio-educativas 10, prestación de servicios 289, privación del permiso
de conducir 2 y amonestación 90. La gama de conductas por las que se juzga y se dictan medidas a
los menores es muy variada. Por eso, uno de los retos es tener respuestas diferenciadas para todas:
de un lado, los delincuentes crónicos o de mayor riesgo; de otro lado, los ocasionales.
5. REFLEXIONES Y PROPUESTAS
1) La población marginal llena nuestra cárcel. No se trata en ningún caso de criminalizar
la marginalidad, sino de recordar y reclamar a partir de este dato empírico la legitimidad de la
justicia social, y más en concreto la exigibilidad de los derechos sociales. Se trata de llamar la
atención sobre la violencia que sufren las personas que no tienen vivienda, ni trabajo, ni familia
o relaciones estables, en definitiva, que están fuera de la sociedad a la que pertenecen, porque no
tienen derechos básicos de integración y supervivencia, y que, paradójicamente, son los que provocan con su violencia, con sus acciones delictivas generalmente menores, la mayor inseguridad
ciudadana.
Si la Justicia y la Paz se abrazan, la paz social y la seguridad ciudadana vienen de la mano
de la justicia social, porque esta última especie de justicia alcanza a todos los miembros de la sociedad, y de este modo ofrece a todos ellos la libertad de elegir una vida digna, decente y sostenible.
Si los poderes públicos garantizaran de forma consecuente y efectiva los derechos sociales de todos
los ciudadanos, incluidos los inadaptados y/o los vagos, la función del sistema penitenciario se
reduciría y se invertiría, pues quedaría reducido a castigar los abusos de los poderosos. Mientras
que los derechos sociales sean una utopía inalcanzable, mientras se afirme que el Estado no tiene
dinero para atender a las demandas sociales, seguirá habiendo voces que denuncien el intolerable
desajuste entre el Derecho y la Justicia.
2) La sociedad no favorece la persecución de los delitos de cuello blanco. Y la
Administración de Justicia es un fiel reflejo de esta falta de sensibilidad social. Solamente ante
grandes escándalos, el ciudadano de a pie condena estas conductas como graves y delictivas. Hay
que tener en cuenta la gran influencia profesional, social y a veces política de estos delincuentes,
lo que explica que no sufran el mismo rechazo ciudadano que las otras actuaciones delictivas, las
protagonizadas por delincuentes comunes. También hay que tener en cuenta que la delincuencia
de cuello blanco no lleva aparejada la violencia inmediata en el hecho delictivo; quizá por ello es
más tolerada por la ciudadanía, preocupa menos o de forma menos inmediata, porque parece que
afecta menos a la seguridad personal y es entendida como una cuestión lejana, que afecta solo a
las élites políticas y económicas.
Sin embargo, la delincuencia de cuello blanco no es una mera cuestión político-económica, de izquierdas y/o derechas, sino una cuestión de corrupción política, esto es, un delito, y además una conducta delictiva agravada por el mal uso del ejercicio de un poder legítimo. Tampoco
es cierto que estos delitos no tocan directamente a la seguridad ciudadana, porque algo tan cerca
de los bolsillos de los ciudadanos como es el precio de la vivienda, lo hace saltar por los aires la
especulación urbanística vinculada a la corrupción política, y porque el cierre, el engaño, la estafa
o el fraude de una empresa deja a cientos y miles de personas sin su medio de supervivencia.
3) El fracaso en el correcto funcionamiento de la Administración Pública para velar por
el respeto a las normas administrativas de protección del medio natural y resolver las infracciones
administrativas correspondientes abre la vía penal para castigar determinadas conductas, lo que
comienza a ser una práctica cada vez más habitual en nuestra Región, como demuestra la recién
creada fiscalía anticorrupción. Una sociedad que descuida su entorno natural y cuya administración
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permite su desprotección, es una sociedad violenta, inculta y enferma, que necesita aprender de sus
errores pasados y avanzar en el conocimiento de la ecología y de la justicia.
En este sentido, hay que destacar las recientes modificaciones introducidas al Estatuto
Orgánico del Ministerio Fiscal por la Ley 10/2006, que modifica la ley 43/2003 de Montes. En
la exposición de motivos se destaca que la lucha contra las infracciones medioambientales desde
el punto de vista penal experimentará un incremento, lo que exigirá contar dentro de la administración de justicia con profesionales especializados en este tipo de delincuencia. El legislador ha
hecho hasta el momento un esfuerzo importante para garantizar el derecho-deber al medio ambiente. Sin embargo, el carácter de interés colectivo que se predica del medio ambiente y sus limitados
sistemas de protección, lejos de los sistemas tradicionales que poseen los intereses jurídicos individuales, implica una especial dificultad a la hora de defenderlo o bien de exigir su respeto. Por
ello, se atribuye en esencia al Ministerio Fiscal la defensa de ese interés colectivo que es el medio
ambiente, y también por ese motivo se modifica el Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal, con el
objeto de crear una estructura más eficaz para luchar contra la delincuencia medioambiental y que
permita contar con secciones de medio ambiente desde la cúpula de la institución que representa.
4) Uno de los índices más claros para medir el estado de salud de una sociedad, junto con
otros como el cuidado y la protección de su medio natural, es el cuidado y la protección de sus
menores. Sin embargo, en nuestra sociedad, la protección de nuestros menores en el ámbito penal
se traduce en una demanda de endurecimiento de penas y en una moneda de cambio político. No
olvidemos que el sistema de protección de menores es un sistema de profundo calado filosófico,
político y moral. ¿Dónde están los medios pacíficos de resolución de conflictos? ¿Dónde están
las demandas de políticas sociales para la infancia? ¿Dónde están las políticas de prevención para
evitar las bolsas de marginalidad? ¿Cuánto dinero se invierte en políticas de infancia? ¿Dónde está
la debida atención de la sociedad a sus hijos? La reflexión y la respuesta a tales preguntas deberían
darse desde una pedagogía de la delincuencia basada no en las teorías del control sino en las teorías
del apoyo social, como la que propone Garrido Genovés, y que se desarrolla sobre tres pilares: el
apoyo social, la justicia de la restauración y la prevención familiar.
Ellos son nuestros menores, son nuestros mejores aprendices y maestros, y no debemos
responder con más violencia a su violencia juvenil. Ellos son los más vulnerables y también los
más difíciles, pero en definitiva son nuestros indicadores de desarrollo humano, los que nos pueden
hacer avanzar en el camino de una convivencia más justa, alegre y feliz para todos. No podemos
ceder en nuestras obligaciones familiares y sociales hacia ellos, son nuestra descendencia y nunca
dejarán de serlo.
6. REFERENCIAS
-Memoria 2005 de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Murcia.
-Memoria 2005 sobre Evolución de la delincuencia 2004 del Ministerio Fiscal.
-Memoria 2005 del Tribunal Superior de Justicia de Murcia.
-Entrevistas personales a magistrados, jueces, fiscales, juristas y profesionales del derecho de diferentes ámbitos competenciales.
-Visitas a centros de la Administración pública y entrevistas con el personal responsable.
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