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REPÚBLICA ARGENTINA
VERSIÓN TAQUIGRÁFICA
CÁMARA DE SENADORES DE LA NACIÓN
REUNIÓN DE LA COMISIÓN DE ECONOMÍA NACIONAL
Salón “Auditorio” — H. Senado de la Nación
15 de mayo de 2012
Presidencia de la señora senadora Montero
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Reunión de la Comisión de Economía Nacional e Inversión
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– En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el Salón Auditorio
del H. Senado de la Nación, a las 15.00, del martes 15 de mayo
de 2012:
Sra. Presidenta (Montero). – Damos comienzo a la reunión prevista para hoy.
Agradezco muchísimo que ustedes estén hoy acá. La semana pasada tratamos el
proyecto que presentó el senador Artaza, exponiendo el problema de ustedes, pero es muy
bueno recibirlos para que los que han sufrido los inconvenientes de lo que fue la pérdida de
sus ahorros, hoy nos den sus testimonios.
Para los que no lo saben, esto es una reunión de comisión, que es grabada y sale en
Senado TV. Además, tenemos taquígrafos, o sea, todos los testimonios que ustedes dan, van a
quedar registrados.
Antes de empezar con este tema, les voy a pedir un paréntesis. Quiero decirles a los
senadores presentes que hoy teníamos una reunión prevista para que vinieran los directivos
del Banco Central para tratar algunos proyectos de ley, como el del senador Nikisch, para
tener billetes de mayor denominación.
Le voy a pedir ahora a Claudia Cisneros quien está a cargo de la comisión que
explique cuál fue el procedimiento de invitación formal que le hicimos a los directivos del
Banco Central y cuál fue su respuesta, porque esto no corresponde. Somos el Senado de la
Nación. Ellos tienen una relación funcional con nosotros, y está fijado en la Constitución.
Cada vez que nosotros requerimos que ellos vengan para brindar información y ampliar
nuestros conocimientos o ajustar los proyectos de ley de acuerdo con las apreciaciones
técnicas que nos puedan hacer, deberían estar acá. Esto lo pedimos y también lo pidió el
vicepresidente de la Comisión, habiendo quórum y estando los miembros presentes con
números reglamentarios. Así que eso fue una moción prácticamente de todo el pleno de la
comisión la semana pasada, y así tal cual se la cursamos a los directivos del Banco Central
que no han querido venir a darnos la información técnica que nosotros le requeríamos.
Para los senadores presentes, voy a pasar los dictámenes a la firma. Había no solo los
proyectos de ley del senador Nikisch y del senador Reutemann, sino también pedidos de
informes del senador Reutemann, del senador Giustiniani y uno de mi autoría. Esos pedidos
de informes los vamos a pasar para ver si por lo menos por la vía escrita tienen a bien resolver
los interrogantes que tenemos con ellos.
La mayoría de los senadores fueron convocados hoy diciéndoles que venían las
autoridades del Banco Central y no están aquí presentes.
Sra. Cisneros. – Después de la reunión pasada de senadores donde se acordó citar al Central
para tocar estos temas, invitamos al subgerente de normas y de legales del Central, que son el
doctor Moisés y el doctor Besio, quienes a los dos días nos contestaron que no podían venir,
con lo cual invitamos al gerente general, licenciado Kulfas, quien nos confirmó el lunes
mediante su secretaria Gladys que iba a asistir a la reunión. La llamamos tres veces para
coordinar diferentes situaciones, cómo lo esperábamos y el horario exacto de la reunión, y
media hora después de la última llamada, nos habla otra secretaria, Laura, diciendo que
Gladys era una nueva secretaria y que había confundido la reunión, confirmando una que no
era, por lo que nos pedían disculpas.
Asimismo, habíamos invitado también al vicepresidente Pesce, quien no respondía
porque tenía diferentes reuniones. Nos dijo que ayer por la tarde nos iba a dar una respuesta,
que nos iban a llamar, llamamos y nos contestaron que nos dirigiéramos directamente a la
Presidencia, porque ellos no tenían representación legal para poder responder quién podía
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asistir a esta reunión y que tampoco él podía hacerlo. Dirigimos todas las invitaciones a la
privada de la Presidenta, quien nos respondió hace muy poco tiempo diciendo que no sabían
de esta situación, y que decidieron no enviar a nadie. Eso fue todo.
Sra. Presidenta. – Las invitaciones no se hacen oralmente, o sea, ella llama para insistir.
Sra. Cisneros. – Mandamos invitaciones formales y le remitimos estas invitaciones más
todos los emails y detalles a cada una de las privadas, correos y secretarios de los
funcionarios, como también copia de los proyectos que están en el temario y de la versión
taquigráfica, incluso, a la Presidenta del Banco Central.
Sra. Presidenta. – Muchísimas gracias, Claudia.
Sra. Estenssoro. – Gracias por el informe.
Me parece importante que todo ese material quede en la versión taquigráfica para que
podamos insistir y cuestionar la actitud de los funcionarios que tienen una obligación, no es
una elección. Los miembros de los otros organismos del Poder Ejecutivo tienen que venir a
rendir cuentas ante los representantes de la población.
Sra. Presidenta. – Le voy a ceder la palabra al senador Artaza para que explique cuál es su
iniciativa, y después van a exponer seis personas que han venido.
Sr. Artaza. – Ustedes ya saben que muchos de los que están aquí presentes nos han
acompañado desde la calle reclamando sus derechos y aún hoy lo hacen. Muchos
lamentablemente ya no están. Según la Fundación Favaloro, más de veinte mil personas han
muerto por problemas cardíacos de estrés constante de aquella época, y muchos han fallecido
sin recobrar su derecho. Es por eso que aun hoy la Argentina sufre la falta de crédito por
aquella situación y que tratamos de convencer a los sucesivos gobiernos que se vuelva a
recuperar la confianza para generar desarrollo a través del crédito. Prácticamente no ha caído
ningún banco. Hemos hecho permanentes denuncias, como por el Banco Galicia, que siguió
construyendo una torre enorme de cientos de millones de pesos, con un helipuerto, aquí en la
Argentina, que la terminaron en plena crisis.
Todo esto que hemos pasado desde aquella crisis tenemos que reconocer que con la
ayuda del propio Poder Legislativo para sostener y proteger al sistema financiero, cosa que
ocurre y se repite en el mundo hasta la actualidad. Ustedes verán lo que está sucediendo en
España, donde se destinarán más de 15 mil millones de euros a salvar a los bancos. Lo mismo
sucedió en los Estados Unidos y en otros países de Europa. La diferencia es que hemos
escuchado al presidente de los Estados Unidos presentar proyectos e impulsar desde el Poder
Ejecutivo, y luego en las legislaturas, en que los bancos tengan que devolver al Estado la
ayuda de ese salvataje, cosa que en la Argentina no ocurre. La propia presidenta de la Nación,
en la apertura del año legislativo, dijo que le hubiera gustado contar con 20 mil millones de
dólares con los que compensamos a las entidades financieras y manifestó que se podría haber
hecho mucho para el desarrollo de la Argentina, combatir la pobreza y para el sistema de
transporte. Es decir, que se hubiera podido revertir la grave situación económica y social con
esos 20 mil millones de dólares que indemnizamos a los bancos, y que los pagamos entre
todos los argentinos, porque socializamos la pérdida de los bancos y de otros argentinos,
bonistas, que aún hoy están reclamando, que confiaron en el país sus inversiones, su ahorro,
que es parte del trabajo. Parte del trabajo de los argentinos es ahorro.
Ustedes me han escuchado durante años, por lo que no me quiero extender.
Seguramente escucharán testimonios conmovedores, porque hemos tenido compañeros de
lucha que han fallecido. Lamentablemente, por enfermedades, algunos no pueden estar.
Todavía hay miles de personas que siguen con su reclamo judicial, con su amparo, y otras no
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han podido recuperar su dinero. Yo nunca le llamo “cobrar”, porque esto se referiría a un
salario, no a un ahorro que se depositó, protegido por la ley, la Constitución, y a través de un
contrato de protección del ahorro con el banco primario. A pesar de eso, hubo gente que se
murió sin recuperar su ahorro, y son sus familiares quienes continúan el litigio. Y aún ellos
tienen que pagar abogados, tanto los depositantes, los que tuvieron cajas de ahorro, depósitos
de plazo fijo o bonos.
Los bancos tienen más suerte: desde toda la sociedad los compensamos y los ponemos
como privilegiados. Si uno suma los 10 mil millones de dólares que les pagamos al Fondo
Monetario Internacional en su momento y los 20 mil millones de dólares que les
compensamos a los bancos, es un negocio maravilloso. En la última cuota de 2.500 millones
de dólares a través de los Boden que se les entregaron a los ahorristas, y de los cuales el
Estado nacional se hizo cargo de la deuda, se cerró el círculo –yo lo dije en aquel debate sobre
el Banco Central– de este latrocinio. Y hasta hoy nadie puede explicar por qué en el mundo
hay que salvar siempre a los bancos.
Haciendo uso de mi profesión, yo suelo decir que si vuelvo a nacer de nuevo me
gustaría ser banquero, porque es maravilloso: cuando tienen beneficios, son para ellos;
cuando tienen pérdidas, lo sociabilizan entre toda la sociedad.
Quisiera escuchar los testimonios de ustedes. Le agradezco a la señora presidenta de la
Comisión y a los senadores presentes que pongan la voluntad en algo que aún no está
resuelto. La posibilidad que hoy tenemos a través mío, que fui un poco el amplificador de esta
tragedia social y que me llevó a estar al frente de los discursos, es la de presentar un proyecto.
También otros senadores y diputados lo hicieron. Y le quiero recordar, señora presidenta, que
este proyecto tenía la firma de varios senadores para ser tratado en el recinto, pero el año
pasado nos faltó una firma. Esperamos que en esta oportunidad podamos avanzar.
Lamentamos que no estén presentes los funcionarios del Banco Central, no solo para este
proyecto, sino para otros, como el presentado el señor senador Nikisch, y que no podamos
tener todavía un universo de cifras de personas que todavía están atrapadas en el “corralón” o
qué dinero es el que todavía está malversado y retenido. La malversación de fondos y la
retención indebida están tipificadas como delitos en el Código Penal.
Ustedes saben cómo obran los bancos cuando son acreedores: a cualquier persona la
ponen en el Veraz y la terminan ejecutando rápidamente. Prueben ustedes atrasarse un día con
la tarjeta de crédito, con el descubierto o con un crédito en el banco. Seguramente, los
ejecutan, haciendo rápidamente cumplir la ley. Sin embargo, cuando los bancos son deudores,
ni siquiera hoy podemos tener un universo de cuánto es la deuda, de cuántos quedaron
atrapados. Y hay connivencia y responsabilidad de funcionarios. Si no se presentan acá, los
estamos haciendo responsables y buscaremos otros métodos para la presidenta del Banco
Central y esos funcionarios que no están informando y que siguen la connivencia permanente
de los lobbies de los banqueros con la propia administración y gestión del Banco Central. Que
quede claro que no nos quedaremos acá; nuestro espíritu es el de buscar justicia
permanentemente. Por eso, si es necesario, insistiremos por las vías judiciales para citar a los
funcionarios para que nos den informes.
Sra. Presidenta. – Tiene la palabra la señora Ofelia Arbelai.
Sra. Arbelai. – Como ustedes verán, ya soy una persona grande. Siempre fui muy ahorrativa,
desde chica. Tenía la mentalidad de pensar en el mañana, entonces trabajé desde muy
jovencita y guardaba todos los pesitos que podía. Tuve la suerte de trabajar en buenas
empresas. Como secretaria, me mandaban a mí a comprar dólares por el año 80, 81, 82, 83.
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Está pasando como ahora, donde el dólar no se vendía libremente, entonces tenía que comprar
en lugares determinados. La empresa me mandaba, compraba para ellos y siempre algún
poquito para mí. Incluso, era difícil ahorrar en el país y muchos argentinos, por medio de los
bancos de acá, guardábamos algo en Uruguay.
Yo también llegué a guardar en el Galicia algunos ahorritos en Uruguay, pero después
estuve 27 años en la empresa Coca Cola. Es una empresa que, en aquella época por las leyes,
indemnizaba muy bien a las personas que podían jubilarse a los 55 años. Las sacaba un
poquito antes porque era la época en que las empresas tenían precios máximos, tenían
dificultades. Entonces, a la gente que estaba en condiciones de jubilarse, la trataban de sacar.
A mí me ofrecieron sacarme a los 55. Le pedí a todas las personas que conocía que me
dejaran un poco más. Me dejaron un año más, pero al siguiente me sacaron y me
indemnizaron muy bien.
Para comprar los dólares, fui con el marido de una amiga que trabaja en el Banco
Nación de la Plaza de Mayo, y él me los cambió por dólares. Como los bancos no recibían
depósitos en dólares, yo los puse en una caja de seguridad hasta que la situación se fue
normalizando. Lo junté con otros ahorros y lo fui distribuyendo. Siempre respeté todos los
requisitos necesarios. Entonces, lo fui depositando, cubriendo las garantías a plazos mínimos,
no retiraba intereses. Los mejores bancos que había eran el Banco de Boston, el Citibank, el
Francés. Del Banco Galicia me fui porque me quería forzar a que los pusiera con renovación
automática. Todos los meses me ponían mala cara porque iba a renovar mi plazo fijo. Yo les
decía que no me molestaba ir.
Entonces, me fui al Francés y pasé mis ahorros internamente. Yo estaba tranquila
porque tenía el dinero en buenos bancos, estaba jubilada. Y pensando en la inflación y en las
situaciones que vienen, busqué trabajo. Tenía a mi madre anciana, y seguí trabajando cuando
era jubilada. Yo estaba tranquila y tenía mis ahorritos para el mañana, pero pasó que llegó la
época de 2001.
Al primer banco que fui es al Boston. Fui a renovar mi plazo fijo inocentemente como
cualquier persona, pero no estaba más, estaba incautado. No se sabía nada. Al principio de
2001, los bancos no sabían darnos una explicación. No se sabía qué iba a pasar. Esos dólares
no iban a ser dólares nunca. Entonces, dije que aunque sea esos 1,40 míseros pesos que me
dan, por lo menos tengo algo, y lo fui tomando de a poquito, como le daban a todo el mundo:
150, 250 pesos por semana. Cuando fui a los otros dos bancos, donde tenía mis ahorros, me
pasó lo mismo.
Entonces, yo no dejé pasar tiempo, no me demoré. Inmediatamente que tuve el
problema con los bancos, consta en la papelería, hice el amparo. Llené todos los requisitos.
En el amparo, dice “en tiempo y forma”. Incluso, los bancos me dijeron que, como ya tenía 75
años, iba a tener un tratamiento especial, mentira. El tratamiento especial fue un enganche
para que los pobres viejos dejáramos nuestra platita. Y la teníamos que dejar, porque ya
estaba adentro. Dólares no había más. Luego, saqué lo que pude, seguí con el amparo. Ellos
me abrieron cajas de ahorro donde depositaron mis dólares en pesos. En un principio, iba todo
bien.
En dos oportunidades, fui con la abogada a los bancos a tratar de retirar un porcentaje
que el juez indicaba que me dieran. El Citibank me dio unos pocos pesos, pero no me dio los
dólares. Me dio los pesos y me vendía mil pesos por día para que yo recuperara siete mil
dólares. Yo había puesto en el Citibank 22 mil dólares. Ellos me reintegraron como si fuera el
60 por ciento que le indicaba el juez. En ese momento, el dólar estaba a 3,59, y me dieron
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para comprar siete mil dólares. No me llevé la plata, la puse en una caja de seguridad en el
mismo banco. Iba cada día, según la cotización, a sacar para comprar los mil que ellos me
vendían. ¿Qué le hubiera costado al banco darme los siete mil dólares? Le pagué
inmediatamente el porcentaje a la abogada y después cancelé la caja de seguridad. Y con esos
pesitos que me dieron, cuando recuperaba los 200 pesos, corría a tratar de comprar los dólares
que me alcanzaba, porque la verdad era esa. Llegué a pagar 4 pesos el dólar en junio de 2003.
Por mis dólares de ahorro de toda la vida, en una ventanilla podía abrir una caja de
ahorro, si quería, y depositarlos, y me daban un buen interés, pero si quería comprar dólares,
me los vendían a la cotización del día, o sea, lo que fui recuperando fue poquito. Tampoco los
podía gastar porque se sabía, y salía en los diarios, que nos podían obligar a reintegrarlos
según cómo iban las cosas. Yo tampoco pude disponer de esos pesitos que fui sacando,
aunque me avergüenza decirles a ustedes, los tengo guardados.
Hasta 2004, las cosas iban a favor de los ahorristas. Parecía que nos iban a reconocer,
pero un buen día, que casi estuvimos llorando a la vuelta del juzgado, esperando hasta las
ocho de la noche, los jueces dispusieron la pesificación. Entonces, toda la política cambió. Al
ser legal la pesificación, todo lo que nosotros estábamos reclamando parecía que era ilegal. Y
ahí los bancos, que algunos ya habían apelado, con más razón se agarraron de eso para decir
que yo había pesificado voluntariamente. ¿Quién puede haber pesificado voluntariamente su
sacrificio de toda la vida? Ahí estaba la indemnización que Coca Cola me dio para que yo me
jubile, los bonos que había tenido por 10 años de ajustes jubilatorios que me habían dado en
dólares. Todo lo que había llegado a juntar, en ese momento era una suma muy importante, y
ahí se quedó. Dijeron que yo lo hice voluntariamente.
El juez Marinelli en 2004 se expidió a mi favor. Hubo un fallo a mi favor donde se
detalla, pero eran los fallos de 2002. Los bancos apelaron y de a poco, sin negarme nada, lo
fueron reteniendo, demorando, y la carpeta se fue incrementando. Yo no he podido reclamar
nada más. Ahí están las carpetas. Tampoco tuve la suerte de dar con una abogada que se
preocupaba mucho, porque como ella no cobraba –está bien que si yo cobraba, ella iba a
cobrar-, pero como los abogados saben más que nosotros, y si ella sabía las posibilidades que
se daban en el momento, tampoco apuraba mucho la situación.
¿Y qué pasó? En los últimos tiempos, ante el temor de que esto prescriba, empecé a
hacer averiguaciones por distintos lados. Una persona joven, haciéndome un favor, fue a
mirar mi carpeta con la tarjetita de la DGI. Como trabaja en la DGI, tiene cierta posibilidad de
mirar las carpetas. Entonces, fue a mirar mi carpeta y me dijo: “Usted podría haber cobrado
hace muchísimo tiempo, pero no lo hará nunca porque falta una carpeta suya”. El expediente
constaba de tres carpetas: una de ellas era de los bancos. Los abogados eran representantes de
los bancos, en cambio, en mi carpeta mi abogado figura como patrocinante. La carpeta en la
que los bancos eran la autoridad principal se perdió. Mi abogada no se dio cuenta ni se iba a
enterar nunca, porque nunca iba a mirar el expediente. Yo le tenía que ir a mirar el expediente
y hacerle una cartita para que hiciera algo, para que se apure, porque el año se iba. De lo
contrario, lo mío ya hubiera quedado muerto. Los abogados no se molestan porque no cobran
nada.
Entonces, conseguí que reclamara la carpeta perdida. En el expediente está el pedido
de que la busquen. Me recorrí todos los tribunales, donde me dieron constancia de los pasos
de esa carpeta. Está escondida, extraviada o la robaron. Tampoco puedo estar segura si fue la
abogada la que se la llevó para retenerla. Esa es mi situación.
Ahora la señora me ha dicho que está ocupando un cargo político y que no seguirá
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patrocinando mi expediente. Yo la felicité; suerte para ella. Y le pregunté qué hacía yo, si ella
me iba a devolver los papeles, cómo íbamos a hacer. Me dijo que lo que estaba en las
carpetas, lo que se había presentado oficialmente, sí. Pero ella me dejó, porque ya está
ocupando un cargo estatal y no puede tener juicios contra el gobierno. Entonces, ahora estoy
luchando para que me devuelva los papeles. Llamo de día y de noche, y dejo mensajes en el
contestador telefónico. ¿Qué hago si la abogada no da la cara? Yo a ella no le di poder,
porque la conocí en una empresa donde ella trabajaba como abogada. La empresa cerró y ella
se quedó con todos los expedientes.
Sr. Artaza. – Perdón, pero quería manifestar que es muy importante tu testimonio porque de
ahí la necesidad urgente de la aprobación de la ley. Así como usted, son miles los casos.
Sra. Presidenta. – Yo creo que es muy importante el testimonio que da, y por eso le
agradecemos muchísimo la precisión y el detalle con que lo ha hecho, justamente, porque eso
da herramientas para darle más transparencia y visibilidad, no solo a su caso, sino a millones
de casos similares.
Sra. Arbelai. – Como yo voy a los tribunales de Retiro a mirar en mi carpeta, converso con
los empleados de ahí. Ellos me decían: “Cambie de abogada”. Un día de 2011, les dije: “Voy
a cambiar de abogada”. Ese día cambiaron la actitud y me dijeron: “Fíjese bien lo que hará,
porque tendrá que pagarle a esta abogada, a la otra que tome, y los jueces no están aprobando
un solo expediente”. ¿Qué quiere decir esto? Que estamos en manos de un abogado que no
nos responde, no nos dan los papeles, no nos devuelven la información, y cuando llegan los
casos a los jueces, éstos los rechazan. Entonces, hay algo que no funciona y alguna ley hay
que cambiar.
Perdónenme que diga que la ley de la pesificación que se aprobó tendría que ser vista
nuevamente, porque no es posible que a la Corte llegue cualquier causa. Yo tengo 85 años.
Una de las causas principales por las que era una excepción era mi edad. Ahora tengo una
enfermedad también. ¿Qué están esperando? (Aplausos.)
Sra. Presidenta. – Su caso debería ser totalmente priorizado.
Sr. Artaza. – Mientras se prepara Argelia para dar su testimonio, le recordamos que fue
modificado lo que presentamos este año, poniendo un tope y sin costo fiscal, a los fines de
nos puedan acompañar otros senadores que el año pasado no lo hicieron. El Estado nacional
ya hizo un esfuerzo a través de los Boden 2012 y ya socializó la pérdida de los bancos, así que
las entidades financieras tienen que responder. Hemos investigado a través de denuncias
penales un sistema de automatización, que era que cada vez que se pagaba un amparo, el
Estado nacional se hacía cargo de una parte; es decir que los bancos no ponían prácticamente
nada, 1,40 más CER.
Sería bueno informarles que he recibido innumerables pedidos, sobre todo en la
última semana, de cuestiones muy parecidas al “corralito” de aquella época que suceden hoy
en la Argentina y nos preocupan. Tengo el caso de al menos veinte personas a las que el
banco no les ha dejado disponer de la totalidad de sus ahorros, debido a que deben justificar a
través de la AFIP por qué hizo ese depósito. Les estoy hablando de algo que sucede
aproximadamente en estos últimos diez días. Seguramente, haré un pedido de informes con
los casos que hemos comprobado.
Sra. Presidenta. – Tiene la palabra la señora Argelia Cruz.
Sra. Cruz. – Creo que muchos me conocen, porque fui una de las que más luchó y peleó por
este tema. Aunque estamos protegidos por el artículo 17 de la Constitución Nacional, se violó
absolutamente todo.
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En mi caso fueron los jueces los que pusieron la barrera para que yo no retire algo tan
ínfimo, tan poco. Yo siempre dije que eso era un vuelto de los banqueros, un vuelto de los
bolsillos o una propina cuando ellos van a comer.
Yo no los he podido recuperar los 1356 dólares del ex Banco de Boston. He
conseguido con mucho esfuerzo de trabajo el dinero, Lo deposité pensando que estaba a
salvo. Cometí un grave error, porque lo hubiera guardado en mi casa y hoy no llevaría 11
años esperando que me devuelvan 1356 que hoy quedan 1068 pesos. Ese es uno de los
depósitos. El otro es de 1800 dólares. Ahí no me mandan ningún resumen del Banco Ciudad.
No me informan absolutamente nada de lo que hay. Un día fui a pedir, porque necesitaba el
extracto original, y me dijeron que salía 20 pesos.
La jueza Córdoba me dijo para qué necesitaba el dinero y cuánto tenía. Después mi
abogado se murió y pasé a otro. Todavía estoy esperando que se resuelvan los tres amparos y
no hay una solución. Yo tengo problemas de salud, necesito hacerme estudios y no tengo el
dinero. Estudios que cuestan alrededor de 600 pesos y no los tengo, sin trabajo. Lo único
bueno que pude hacer, que me llevó esta situación, es ponerme a estudiar abogacía. Estoy
harta de ver la inacción de los abogados y de los jueces, y que siempre están a favor de los
banqueros. Como dice el senador, los banqueros nunca quiebran. Ellos nunca tienen una mala
cosecha, siempre es buena. Siempre el que pierde es el cliente, sin importar cómo. Si se
atrasa, pierde; pero si ellos nos deben, nunca nos pagan.
Hace 11 años que estamos esperando esta resolución, pero lo vergonzoso es la
cantidad de dólares que son. ¿Cuál es el motivo por el que siempre -no sé si los jueces tienen
una connivencia con los banqueros o quién la tiene- se han negado a devolvérmelo? Porque
han devuelto cantidades grandes, pero como sé que en esas cantidades ellos se quedan con
una parte, no porque lo piense, sino que me lo han dicho ahorristas de montos grandes. Esto
es muy poco. Nada para ellos. Por qué no me lo devuelven, no lo entiendo. No tengo la menor
idea, pero llevo 11 años luchando, peleando.
En la calle, hemos estado con el senador. Hemos compartido manifestaciones donde
fui arrestada, golpeada. He tenido nueve causas que han terminado prescribiendo por ir a
reclamar algo que es mío. Yo no se lo robé, es trabajo mío. Yo trabajo desde los 5 o 6 años.
Entonces, es tan injusto que se viole primero la propiedad privada, que no se respete la
Constitución, que no haya seguridad jurídica, que siempre tenga razón el que tiene poder y no
el trabajador del pueblo. (Aplausos).
Sra. Presidenta. – Tiene la palabra la señora Ana De La Giovanna.
Sra. De La Giovanna. – En 1999, mi papá se había jubilado y ganaba 300 pesos; y mi mamá
tuvo la mala suerte de tener un accidente cerebro vascular, y necesitaba la rehabilitación, que
era mucho más de lo que cubría la obra social. Yo trabajaba en una obra social que se había
atrasado muchísimo en los pagos. Más de un año y medio de atraso teníamos para cobrar. Y
mi hijo menor que estaba estudiando.
En ese momento, se me hacía bastante difícil ver cómo todo se venía cayendo.
Entonces, vendí mi casa, y llegué al Banco Macro. Les dije: “Me pasa esto. Necesito que
usted lo sepa porque en cualquier momento lo voy a necesitar”. Y me dijeron: “Usted quédese
tranquila porque este banco es serio. Acá tenemos un contrato firmado por el banco, hay una
garantía escrita sobre cada uno –porque éramos tres: mi papá, mi mamá y yo-, cualquier cosa
que pase en el país, nosotros le vamos a devolver hasta el último dólar”. Eso fue en enero de
2000.
El clima que se vivía uno intuía que la situación se ponía difícil. Yo no sabía si sacar
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el dinero, llevarlo a mi casa. Le dije a la gerente que me lo iba a llevar. Me dijo: “Por favor,
cómo se lo va a llevar a su casa. Nunca va a estar más seguro que acá en el banco”. Tenían un
poder de convencimiento muy grande. Luego intenté sacarlo dos veces más y, finalmente, me
agarró el corralito.
Había una cláusula en el Banco Central de excepción. Mi papá en este momento tiene
86 años. La historia clínica de mi mamá con el ACV era bastante clara y transparente.
Finalmente, mi contrato en la obra social no fue renovado, así que estaba desempleada y fui al
Banco Macro a decir que tenía un caso de excepción, ya que con la documentación te lo
devolvían. Me atendieron muy bien, pero me dijeron: “No es un problema de liquidez. Es un
problema patrimonial. Ahora ese dinero es nuestro, no es más suyo”. Fui una vez más porque
yo les decía que tenía un contrato, un certificado. Me decían: “Usted no entiende. Ahora
somos nosotros los propietarios. El patrimonio es nuestro”.
Lamentablemente, empecé el amparo, aunque quería haber arreglado. Inclusive, le
planteé que me lo vayan dando como pudieran. No todo junto, sino un plan acorde a las
posibilidades. Me dice: “El problema no es de liquidez”. Yo parecía tonta, no sabía más cómo
conversar. Uno no está preparado para un accidente cerebro vascular. Necesita una persona
que le dé de comer, que lo bañe, lo atienda, queda hemipléjico. Eso no lo sabíamos. Así que
empecé el amparo.
En 2002, tuve un primer fallo bien clarito donde se manifestaban los motivos por los
cuales era un caso de excepción, pero fue apelado por el Banco Macro. Del 2002, pasamos al
2006, donde ya había salido el fallo “Massa”. Yo dije: “Ahora sí, con el fallo 'Massa', me van
a pagar”. Finalmente, se revoca el primer fallo. ¿Por qué? Porque la reserva de derechos la
había enviado días después de lo que correspondía, a pesar de que en los casos de excepción
no hay que hacerlo. Justamente, por eso era de excepción. Fui a hablar, me escucharon, pero
no cambiaron el fallo.
Nuevamente, fui al banco a plantear mi situación. “Usted fue a la Justicia”, me
dijeron. Yo les dije: “Pero la Justicia no me está acompañando”. Me respondieron: “No ande
ventilando estas cosas por ahí”. Es decir, me pidieron que no hablara más del tema. Así que
me sentí un poco preocupada. Me preguntaba: “Si no puedo hablar de lo que me pasa, ¿ahora
qué pasará?”.
De los 20 mil muertos que dice la Fundación Favaloro, en mi familia hay cuatro, entre
ellos mi mamá. Mi papá está operado y tiene problemas serios de salud. Ésta es la situación
familiar. A ladito, siempre cercano, me devolvían el dinero semanal a 1,40 por dólar y lo
vendían a 4 pesos. Cada banco es distinto y no se cayó ninguno. Y como algo muy bien
hecho, cuentan los créditos y las inversiones, cómo se hizo Madero Center y todas las torres
que fueron construyendo en Buenos Aires y en Punta del Este. Cuando veo eso, pienso: “Parte
de eso se hizo con nuestro dinero”.
Mi mamá era modista y mi papá trabajaba en un oficio. Yo trabajé en una obra social
hasta que se me terminó el contrato. Era una obra social con muchas dificultades para pagar.
Por otro lado, uno lee las cosas florecientes que hicieron estos bancos, los negocios brillantes.
Me parece muy injusto. Me quedó la sensación de haber pasado diez años por la Justicia, de
haber presentado todo transparentemente, y no veo que exista el control de prueba. El
expediente está, no se perdió. Ahí está toda la documentación, cómo vendí mi casa,
exactamente todo. ¿Qué pasó? No lo entiendo. Me parece que algo no funciona y que hay
mucha protección a las empresas grandes. Yo me siento totalmente desprotegida en todos los
planos. Yo perdí todo: la familia, la casa y el trabajo.
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Todos los días hago intento para conseguir un trabajo y recuperar la dignidad. Bueno,
acá estoy por mi dignidad, nada más que eso. (Aplausos.)
Sra. Presidenta. – Le damos la palabra a la señora Emilia Domínguez.
Sra. Domínguez. – En primer lugar, le agradezco a la Comisión de Economía, que nos estuvo
acompañando en la presentación anterior del proyecto, si bien nos faltó una firma. Hemos
molestado bastante a los asesores y secretarios con cartas y llamados. Pero no tenemos
pensado bajar los brazos, a pesar de que todos somos gente grande. Continuaremos
acompañando al señor senador Artaza, que en forma incansable nos ha representado durante
esta cantidad de años.
Nos interesa que salga la ley por muchos de los compañeros que, no solo no cobraron,
sino que están mendigando en la puerta de los bancos. Y me parece que mendigar el dinero
propio y los derechos es corrupción. Y necesitamos que los senadores nos escuchen y tomen
ciertas determinaciones, porque los tiempos pasan. Ya se nos fue la Comisión anterior sin
poder cumplimentar el pedido del proyecto de ley.
En mi caso, yo tenía una vida tranquila. En el medio del despelote de 2001, vendo mi
única casa. Como toda mi familia trabajaba en bancos –yo me había retirado hacía tiempo–
confiaba plenamente, ciegamente, porque qué mejor que el dinero guardado en el banco,
amén de que había salido la ley de intangibilidad de los depósitos, que nos aseguraba que el
dinero de allí siempre sería nuestro y que los bancos eran solo guardadores de nuestro dinero,
a pesar de que hubo personas que también especulaban con los intereses.
Entonces, yo vendí esta propiedad en agosto. Estaba contenta, porque he sido bastante
ignorante, creí en la ley de intangibilidad de los depósitos y deposité el valor de la casa en el
banco para salir a comprar mi departamentito en las vacaciones de enero. Por supuesto, no lo
pude hacer. Se declaró el “corralito”, después el “corralón”, con todos los personajes
conocidos, que caminaron por esta Casa firmando la ley, asegurando que no se iban a tocar
los depósitos de los bancos. Y uno de esos personajes pasó a ser ministro de la Corte y votó
en contra. Lo tenemos muy registrado, porque realmente pienso que es no tener seriedad en el
desempeño de las funciones.
Nosotros podemos decirle con autoridad porque hemos sido robados, lastimados,
maltratados. Es un dolor bastante intenso cuando uno se para en la puerta del banco, más allá
de hacer el reclamo en forma efusiva, es decir, que nos devuelvan el dinero nuestro porque
nos corresponde. Así pasaron los años. Hay gente no solamente muerta, sino en los loqueros.
Hoy una hermana mía fue a hacer una visita al Borda y está el hijo de un compañero nuestro
que terminó con esquizofrenia. Son los de la bandera que decía “Justicia”, Nito.
Entonces, vemos con todo esto que la oportunidad que hemos tenido ha sido siempre
por intermedio de nuestro representante, el senador Artaza. En ese momento, era el
empresario que trabajaba y muchas veces bancaba todas las movilizaciones nuestras para que
podamos ir a tal lado, nos conseguía un boleto en un micro y hacer el reclamo, y juntarnos
con la gente de Córdoba o de Mar del Plata para unificar los pedidos, porque le parecía poco
que fuéramos dos personas a la puerta de tribunales.
Así hemos transitado por los tres poderes. Uno especialmente nos cerró la puerta con
peticiones -que llegaron a 35 si no perdí la cuenta- de audiencias para explicar lo que nos
pasaba y que queríamos hacer las cosas bien en forma legal. Otro es el Congreso, que también
nos hemos acercado a hacer las peticiones y pedir adhesiones. Y en uno de esos pasillos, me
metí equivocadamente en una comisión que estaba tratando la compensación de los bancos.
¡Oh, casualidad! Me encuentro con el señor Heller que decía: “Por ley o por decreto, los
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bancos van a ser compensados”. Entonces, mi indignación fue tan grande, que salí llorando,
porque digo: “No puede ser que la gente está afuera reclamando, y este buen señor sabe que
por ley o por decreto, los bancos van a ser compensados”. No fue una vez, sino cuatro veces.
Y ahora van a seguir compensados. El esfuerzo que pone la clase media o la clase que tiene
algún dinero, todavía confía en la institución bancaria, porque nos han robado los de arriba y
nos están robando los de abajo, por diferentes razones económicas sociales.
Entonces, el pedido es el siguiente: no queremos seguir mendigando en pasillos del
Congreso y del Poder Judicial para que nos apruebe algún juez o salga algún fallo que tenga
más peso que el anterior. Porque los fallos han salido, pero no se cumplen. A mí me consta
que la decisión la tienen los bancos. Los bancos tienen estudios tercerizados para hablar con
el abogado del amparista y decir: “Preparáme la liquidación, porque vamos a ver si cotejamos
números para devolverle el dinero”.
Me consta, y he recibido muchos llamados por el lugar donde trabajo, que si estamos
en decisión solo de los bancos, tendría que haber alguna ley que por fin sea respetada para
que el banco devuelva el dinero a la gente, y darle una vuelta de hoja a esa estafa organizada
para empezar a formar una Argentina mejor. Estamos transitando muchísimas dificultades,
pero demos vuelta esa página que ha sido terrible. Nos tildaron que nos quejábamos porque
nos metieron la mano en el bolsillo. Era nuestro dinero. Cuando fui al banco, nadie me
preguntó si yo había robado el dinero o era de esa casita que había vendido para que después
me la devolvieran en determinado tiempo.
Una semana antes del famoso corralito, fui y me dijeron que era automática la
renovación, que me quede tranquila porque lo podía retirar cuando quisiera. Y yo confié, o
sea, tenía cierta ignorancia porque el movimiento se veía que estaba muy mal. La Argentina
en 2001 estaba muy mal. Con esto no quiero decir que hoy estemos mejor. Lo que sí quiero
decir es que tratemos por medio del proyecto o que llegue a oídos de la Presidenta, que en
realidad, es la persona que tiene que determinar, como en este momento se está trabajando
más por decreto que por ley, que termine esta historia. No va a desestabilizar la economía de
nuestro país. Todo esto nos pasa porque es un país muy rico. Lamentablemente, no quiero
ofender a nadie, pero está en la mira de muchos de los que quieren el poder máximo para
después distraerlo de distinta manera.
Realmente, cuando la secretaría explicaba lo del Banco Central, yo tenía mucha
indignación porque no respetan al Congreso que es uno de los poderes. ¿Esta gente no
entiende que el Congreso es el que va a dictar las leyes? ¿Cómo el Banco Central se va a
excusar, hasta en forma infantil, diciendo que la secretaria no informó o que no pudo?
Muchas veces fuimos a la puerta del Banco Central y no han querido atendernos porque no
sabían qué decirnos.
Yo era secretaria en una banca privada, que ya no existe, y cada mes había que
presentar una planilla de 26 columnas explicando al Banco Central todo el movimiento del
banco. Entonces, que no se hicieran los sorprendidos por qué ese banco hacía otro tipo de
tramitaciones, si el Banco Central estaba al tanto. Los representantes de turno del Banco
Central siempre están al tanto de todo lo que sucede. Hoy no estar aquí presentes,
posiblemente nos subestimaron, pero que no nos subestimen tanto, porque somos parte de
este país. Y los que votamos, somos cada uno de los que estamos sentados allí, y vamos a
proteger y acompañar a quien corresponda. Porque veo que nuestros derechos siempre están
violados. (Aplausos).
Sra. Presidenta. – Por lo que planteó Emilia, con respecto a la responsabilidad de la
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Comisión, a mí me encantaría que estén presentes todos los legisladores escuchando estos
testimonios, más allá de que se lo vamos a hacer llegar a sus despachos tanto las versiones
taquigráficas como los videos, porque es realmente importante el testimonio que están dando
en este momento.
Por cuestiones prácticas, les explico cómo es el procedimiento de trámite legislativo.
Cuando un proyecto de ley –en este caso el que presentó el senador Artaza– que reclama el
pago a los ahorristas con todas las consideraciones del caso, es decir, cómo se debe hacer la
actualización, cuál debe ser el procedimiento de pago, que se van a exceptuar el pago de
impuestos, nosotros lo sometemos a debate, con lo cual hacemos todos los actos útiles. Uno
de ellos consideramos era que ustedes estuvieran acá dando su testimonio. Después de esto
pasamos el dictamen a la firma.
En la Comisión, son 15 senadores; 8 firmas para que el dictamen salga aprobado de la
comisión. El año pasado nos quedamos con siete firmas. Por supuesto, vamos a hacer ese
trámite. Más allá de que pidamos el tratamiento sobre tablas, nosotros queremos que este
proyecto de ley llegue al recinto, por lo que trataremos de informar a todos los senadores y
pasarles sus testimonios. Queremos llegar a la firma de este dictamen, y es por eso que les
agradezco por sus testimonios, que son por demás elocuentes y convincentes de lo que hay
que hacer en esta instancia.
Le damos la palabra al señor Alberto Arán.
Sr. Arán. – Gracias por la invitación a la Comisión de Economía. Seré escueto, porque
prácticamente los oradores anteriores han volcado el tema.
Yo tengo 70 años y estoy actualmente jubilado. Soy bonaerense, nieto de inmigrantes,
quienes volcaron en la Argentina todo el esfuerzo y nunca le pidieron nada a las
municipalidades, a las provincias o al Estado. Se hicieron fuertes, ricos y formaron familias.
Como todos lo han expuesto recién, hemos perdido prácticamente ese impulso que
veníamos realizando hace ciento cincuenta años prácticamente. He trabajado durante casi
cuarenta años bajo relación de dependencia. Un día, nos quedamos, en la madrugada, sin
fósforos y en el medio del campo. A mí una empresa de neumáticos bastante importante del
país me indemnizó muy bien. Como yo me quedé sin trabajo por portación de edad –en ese
momento, solo le daban trabajo a los jóvenes de 25 años para abajo–, el dinero lo reservé para
gastos futuros de medicamentos u otra cosa que me pudiera acontecer.
El dinero lo deposité en un banco de primera magnitud que había en ese momento: el
Banco Scotia Canadá. A posteriori, en el caso de los “corralitos” de 2001 en adelante, dicho
banco se retiró del país. Después vino el “corralón”, la pesificación asimétrica, la
devaluación, a pesar de la famosa ley de intangibilidad que nos amparaba. Como ahorristas,
confiamos en el país y así nos fue.
Seguí adelante. Presento amparo para poder cobrar ese dinero. Yo no reclamaba nada,
sino simplemente que me devolvieran el dinero. Luego mi caso se transformó en un juicio
ordinario ante la Justicia argentina para que me devolvieran todo el dinero confiscado. En ese
entonces, el Banco Scotia Canadá se retira del país y le deja las cuentas litigiosas al Banco
Macro, que recibió los pesos de esa cuenta en dólares norteamericanos. Ellos aseguran, en sus
defensas, que recibieron pesos y que no son continuadores del banco que se fue del país.
En el ínterin, hay una legislación que el banco de Canadá le está cobrando a la
Argentina por los daños causados. Eso es interesante y tenemos que analizarlo, porque el
Gobierno les dio el okey hace un año, pero ningún periodista ni revista especializada comenta
qué pasó con ese banco, si le han pagado o todavía siguen en la ronda. O sea que les pagamos
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a los bancos extranjeros que se fueron, y nosotros, los clientes que estuvimos dentro del
banco, seguimos sin cobrar el 50 por ciento del dinero depositado en dólares. Me devolvieron,
porque lo retiré por ventanilla por abuso de mi supervivencia y otros problemas que no
explicaré porque los presentaré por escrito, no más del 50 por ciento de ese dinero, pagando a
su vez los gastos colaterales como de abogados y de justicia.
A la fecha, continuamos con el “corralón bancario”. En primera instancia, la Justicia
falló en contra. En la segunda instancia, los tres jueces también fallaron a favor de los bancos.
O sea que yo sigo en la nebulosa. Y agrego: los bancos argentinos fueron responsables de
todo este descalabro económico, porque ellos prestaron nuestro dinero, el que presentamos en
ventanilla en dólares norteamericanos u otra moneda extranjera, y se lo prestaron a clientes,
por la otra ventanilla, que cobraban en pesos. Ese fue un error de los bancos.
A partir de noviembre de 2001, mi señora contrae una enfermedad y debió ser
internada durante un mes. Casualmente, el 21 de diciembre, cuando había líos graves en la
Ciudad, ella estaba en una cirugía muy difícil, que según la Cátedra de Endocrinología, era un
caso de uno en un millón. Salió todo bien, pero necesitó medicamentos importados de los
Estados Unidos, que se fabricaban en Italia. Tuvimos que conseguirlos, pero no pudimos
porque no había divisas que se cotizara a diario para comprar con ese dinero a los Estados
Unidos, y el importador del producto se borró de la plaza porque no podía seguir trabajando.
Finalmente, mi señora fallece y no pudo cobrar el “corralón”. Era una indemnización
laboral, había manifestado enfermedad grave. Todo eso está en el expediente, pero sin
embargo no le dieron curso correspondiente, como les pasó a muchos de los que están hoy
aquí. Esa es mi situación. Lo demás se los dejo escrito en un informe sobre depósitos
bancarios. También tengo una carpeta para cada integrante de la Comisión. (Aplausos.)
Sra. Presidenta. – Tiene la palabra el señor Luis Telechea.
Sr. Telechea. – Yo no entiendo mucho de técnica, pero en septiembre de 2001 trabajaba en
Dana, una empresa de autopartes americana, y me echaron. Casi tenía cincuenta años,
entonces no sabía bien qué hacer. Cuando me dieron el cheque de despido, lo deposité en el
HSBC, que era el banco con el que trabajaba la empresa. Lo hice para que me quede como
respaldo mientras veía qué podía hacer.
Resulta que en diciembre me agarró el “corralito”. No tenía ni un peso, porque no
tenía trabajo, tenía a cargo a mi mamá, que no caminaba y justo había agarrado la pensión de
mi papá, de 140 pesos. Entonces, estaba enloquecido. Yo estaba perdido, porque jamás había
contratado a un abogado. Y allá por el mes de enero, febrero, me entero que quien fue
despedido, quien tenía una enfermedad o por cuestión de edad, podía reclamarle al banco sus
depósitos.
Entonces, fui al banco. Tuve que hacer todo yo, porque encima la empresa se había
mudado y tuve que ir a buscar el cheque de depósito, que me dieran las fotocopias, lo que
hizo que me demore un mes. En ese mes, fui tres o cuatro veces. Y la verdad es que me daba
mucha bronca, porque el HSBC estaba en el segundo piso del Shopping Soleil, y resulta que
mientras no me atendían, cuando bajaba se vendían los dólares. Hasta que hice todos los
trámites, me dieron 1,40 peso.
Como yo no sabía, y vivo en Pacheco, busqué por la zona algún abogado si sabía
sobre el tema del corralito, y nadie sabía por Don Torcuato, San Miguel, Tigre. Hasta una
doctora fue al HSBC de Florida, y le dijeron que me habían dado bonos. Yo no tenía nada.
Hasta que salió un aviso en el diario de la Capital Federal que decía: “Recupere la
diferencia”. Me dijeron que en cuatro meses me lo conseguían e iniciaron los trámites.
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Resulta que en primera instancia me salió a favor; en segunda instancia, en contra –porque
había apelado el banco-; y en tercera instancia, los jueces dijeron que como no había hecho
reserva, era a favor del banco. Así que me quedé sin nada.
Por eso, estoy apoyando el proyecto de Nito para ver si puedo recuperar algo, porque
de los demás no pude recuperar nada. Por ejemplo, había presentado todos los exámenes de
mi mamá, que no caminaba, y había puesto el telegrama de despido también, y en el fallo está
que yo fui al banco a sacar la plata por mi cuenta, y no es así. Lo saqué porque la necesitaba,
no la tenía. Ojalá tengamos suerte, salga el proyecto y podamos cobrar. (Aplausos).
Sr. Vázquez. – Voy a redondear algunas cosas que se dijeron.
Soy ingeniero y dirijo otras asociaciones. Pertenezco al grupo de buitres, porque
cometí el error de creer en la Argentina y comprar bonos argentinos, que todavía tengo.
Además, tengo juicios ganados en los Estados Unidos desde hace siete años. Inicié el juicio
cuando Bielsa dijo que le iban a condonar a Cuba todas sus deudas y yo estaba sin trabajo, y
no podía cobrar mis ahorros de depósitos bancarios y de bonos argentinos.
Yo también estoy con el tema de los bonos. Siempre que se habla en este ámbito sobre
la deuda pública, se recuerdan a los buitres. Hay muchos argentinos que no somos buitres,
ahorramos en la Argentina, creemos en nuestro país, compramos bonos, y que todavía los
tenemos. Como la Argentina dice que no renunció a su deuda, tenemos derecho que en algún
momento podremos llevar adelante.
Yo creía en la Argentina, pero no tanto porque tenía bonos emitidos en los Estados
Unidos y juicios ganados allá. Supongo que la Argentina cuando decida que es bueno tener
tasas de interés del 4 por ciento para producir aquí, pagará la muy pequeña diferencia que
queda de su deuda pública externa “defaulteada” y tendremos la posibilidad, los que
queremos ser empresarios en la Argentina, de tener créditos a valores reales y no subsidiados
por el resto de la población.
Con respecto a los depósitos bancarios, tuve un poco más de suerte que los
compañeros que están acá. Igual me quedaron algunos “puchos”. Yo tengo el amparo 166. En
la noche del 31 de diciembre de 2001, estaba con tres abogados viendo cómo hacer para
recuperar lo mío. Así que el 1° de febrero de 2002 estaba con un amparo desarrollado. Me
quedaron diferencias, pero yo había hecho reservas de valor en cada caso, por lo cual me
queda cobrar esas diferencias.
Hoy estamos en otro corralito, por la situación económica que se está planteando, de
golpe uno tiene el derecho a cobrarlo, los bancos están haciendo depósitos judiciales, pero el
dólar real está a 5,28 pesos y el que a uno le quieren pagar está 4,45 pesos. Entonces, parece
que pasaron más de 10 años, y cumpliendo la regla de los 10 años, en la Argentina volvemos
a estar en la situación en la que estábamos sin haber salido de ella, lo cual también es grave.
Quiero poner en medida la cantidad de gente que queda con el problema de los
depósitos bancarios. Realmente, la mayoría de la gente pudo cobrar algo, lo que le permitió
seguir adelante, pero hay mucha otra gente que quedó en el camino o tuvo la mala suerte de
que la combinación juez-abogado no sirviera. Todo lo que se presentaron acá fueron
excepciones; sin embargo, no pudieron cobrar, lo que implica que el sistema por alguna causa
no funcionó bien.
Repito, no es demasiada la gente que ha quedado con problemas de depósitos
bancarios. Quien sabe cuáles son los números es el Banco Central. El resto de las personas no
tenemos capacidad de saber cuánta gente queda. Recordemos que había 63 mil millones de
dólares que fueron sacados de circulación de alguna forma en aquel momento, y la cantidad
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de gente que sigue luchando por esto o que aparecerá es muy poca. Este tema merece que se
lo cierre. El planteo que hace el senador Artaza nos parece correcto. Creemos que es una muy
buena forma de empezar a cerrarlo. En algún momento, los argentinos tienen que cerrar sus
heridas de cosas tan desgraciadas como la que sucedió en 2001. Entendamos que fue un
hecho que no hubiera tenido necesidad de existir.
Obviamente, había mucha gente que le han licuado deudas, generaron mercados
cerrados, por lo cual muchos empresarios son más ricos que antes. Y la regla de oro en la
Argentina es que cuando a los empresarios les va bien, se llevan la plata para afuera; y cuando
les va mal, la clase media paga. En algún momento, vamos a tener que ordenar para los que
alguna vez fuimos clase media y somos clase un cuarto, podamos también pertenecer al grupo
de los privilegiados.
Reitero que no quedan demasiados depositantes bancarios que estén reclamando este
tipo de cosas. Que sí por lo que ustedes ven acá, hay excepciones que en su momento había
que haber considerado.
Sr. Nikisch. – ¿Qué es demasiado?
Sr. Vázquez. – Había 63 mil millones de dólares.
Suponga que quieren mil millones, pero le estoy hablando de una barbaridad. Y otro
detalle a tener en cuenta es que pueden ser muy inútiles nuestros bancarios, pero en 10 años
duplicaron la plata que no devolvieron, con lo cual lo que van a devolver es a lo sumo los
intereses que sacaron de lo que no devolvieron. Ni siquiera estamos hablando de dinero que
tenga que poner la mano en el bolsillo.
Yo diría que el planteo del senador Artaza hasta es injusto. Que hayan usado su dinero
10 años y que ni siquiera le den el uno por ciento anual, está mal. Por lo menos, que
devuelvan lo mismo que recibieron, un pedacito de la torre de Madero, de la torre Galicia,
que sin el dinero de toda la gente que le secuestraron, no podían haber hecho.
Entonces, esos sectores que se han visto tan privilegiados en la Argentina, deberían
devolver algo. No les estamos diciendo que devuelvan las diez veces que ganaron. Por lo
menos, lo que había en esos años. Con un dólar que vale como máximo el cincuenta por
ciento de lo que valían aquellos dólares.
Reitero, había 63 mil millones de dólares de deuda que fueron confiscados. ¿Cuánto
puede quedar? ¿Quinientos millones de dólares –y estoy siendo exagerado? Estamos
hablando de monedas. Entonces, frente a eso, el planteo del senador Artaza es frugal para los
bancos.
La Argentina en algún momento tiene que empezar a cerrar heridas. No puede ser que
este sea un país para algunos y no para otros. Esta es una forma para empezar a cerrar las
heridas. (Aplausos).
Sra. Presidenta. – Cuando estuvimos elaborando este dictamen el año pasado, citamos a la
gente de los bancos, y ellos ratificaron lo que vos estás diciendo. Una de las cosas que
interponían era la imposibilidad de gestionar toda la información, qué quedaba y qué no.
Quedaron en pasarnos informes que después no hicieron. Ratificaron esta cuestión que no era
tanto lo que quedaba.
Sr. Vázquez. – No puede ser que el Banco Central no tenga la información. Estamos
hablando de un gobierno supuestamente popular y, dentro de los que estaban charlando, acá
no hay ningún Rockefeller, sino gente común que necesita el dinero por distintos motivos. Es
increíble la cantidad de gente que se ha muerto y la que se ha vuelto loca. Lo que pasa es que
es gente de trabajo a la que le da vergüenza mostrar sus heridas. Entonces, hay un gran
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esfuerzo de gente que viene y muestra sus heridas.
La Argentina no se merece esto. Los habitantes de la Argentina no se merecen que
esto dure tanto. Y reitero lo que dije recién: yo estoy entrando en un nuevo “corralito”, porque
los bancos me están depositando, pero me dicen que me darán a 4,40. O sea que tampoco
recupero mis dólares de hace diez años.
Es importante que en algún momento también se gobierne para la clase media. Porque
acá se gobierna para los que están arriba o abajo, pero la clase media ha sido destruida en
estos últimos diez años. Entonces, se debe recuperar a la clase media y que haya más.
Repito: creo que lo que plantea el señor senador Artaza no es tan difícil y no
representa mucha plata. No entiendo por qué puede no haber voluntad en solucionar esto. No
es clara, a lo sumo mezquina. (Aplausos.)
Sra. Presidenta. – Hemos finalizado con todas las exposiciones.
Tiene la palabra la señora senadora Estenssoro.
Sra. Estenssoro. – Agradezco especialmente a la señora senadora Montero para que en esta
reunión de Comisión pudieran venir todos los ahorristas, como también al señor senador
Artaza por el trabajo de tantos años. Es diferente escuchar los testimonios que leer la
información en los diarios o saber de este tema como algo más económico o intelectual.
Desde ya, contarán con mi voto, porque creo que esta es una iniciativa importante.
Alguien dijo acá: “Estoy acá para recuperar mi dignidad”. La dignidad de ustedes es la
nuestra, así que les agradezco por esta reunión y espero que podamos hacer algo pronto.
(Aplausos.)
Sra. Presidenta. – Tiene la palabra el señor senador Nikisch.
Sr. Nikisch. – En primer lugar, le agradezco a la presidenta. El caso del señor senador Artaza
es emblemático. Como chaqueño, felicito al correntino, que ha acompañado a la gente.
Realmente, estoy agradecido de haber presenciado y escuchado los testimonios. Creo
que muestra a las claras cuál es la realidad, que muchas veces uno la discute y la ve. Como
somos de pueblos chicos, sabemos que el escuchar mano a mano es lo que más nos nutre y
ayuda a seguir la pelea. Hemos acompañado, pero creo que en esto acompañaremos y
trabajaremos, porque nos da un nuevo impulso.
Ojalá que podamos llegar como la primera persona que expuso, con los años y la
lucidez con que se ha expresado, que le demuestra a la gente joven que la Argentina se hace
peleando, defendiendo los derechos y que nunca hay que bajar los brazos. Creo que son un
motivo de orgullo para los que militamos desde hace muchos años en política, que a veces
vemos que no logramos los resultados. Viendo lo que ustedes hacen, no quedan dudas que lo
poco que podamos hacer, ayudará. Así que estoy orgulloso de haber participado en esta
reunión. (Aplausos.)
Sra. Presidenta. – Han sido testimonios muy valiosos, por lo que reitero que nos
encargaremos de que todos los integrantes de la Comisión tengan la versión taquigráfica y el
video para que puedan leer y escuchar sus testimonios. También se los enviaremos a los
presidentes de bloque y a todos los legisladores, que después tienen que votar en el recinto.
Fundamentalmente, para poder sacarlo, primero insistiremos con el dictamen. Pero
haremos todos los actos útiles, porque realmente creemos que es una situación de justicia y
que se merecen un tratamiento justo en este Congreso. Así que, en ese sentido, trataremos de
impulsarlo. Muchísimas gracias por todo.
Sr. Artaza. – También les agradecemos a los asesores de los diferentes senadores y a los
testimonios hechos con tanto sentimiento. Y vemos la desproporción de aquellos bancos, con
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sus asesores nacionales e internacionales, que permitieron una situación como ésta, a los de
estas personas, que son comunes trabajadores y que no tenían esa información.
Además, existió una gran negligencia por parte del Banco Central por permitir esta
cuestión. Así que les pedimos responsabilidad a los actuales titulares del Banco Central para
que trabajen y encuentren una solución definitiva de esta cuestión, que sería cerrar una etapa
nefasta, oscura, de nuestra historia.
Finalmente, le agradezco a la presidenta de la Comisión. Y es una responsabilidad de
quienes hoy tenemos representación en el Congreso, porque fuimos parte del problema.
Estamos en una época de reparación y ojalá podamos subsanar desde aquí parte de lo que
queda de esta historia. Muchas gracias. (Aplausos.)
– Son las 16.37.
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