Ficha de Cátedra: Estados Unidos. Comienza el siglo XX

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Historia del Siglo XX. Cátedra 2
Ficha de Cátedra: Estados Unidos. Comienza el siglo XX
Antecedentes
El primer crecimiento territorial de los Estados Unidos se dio en el mismo momento de alcanzar su
independencia. En 1783, norteamericanos y británicos llegaron a acuerdo por el cual Gran Bretaña
reconoció la independencia de las trece colonias y se fijaron los límites geográficos de la nueva
nación. En el Tratado de París las fronteras de la joven república fueron definidas de la siguiente
forma: al norte los Grandes Lagos, al oeste el Río Misisipí y al sur el paralelo 31. Con ello la joven
república duplicó su territorio. Desde esa fecha hasta 1850 se produce un proceso de expansión de
este nuevo Estado hacia el oeste hasta establecerse prácticamente en todo el subcontinente
norteamericano, y alcanzar las costas del Pacífico.
A principios del siglo XIX, cuando en Europa ya habían concluido las guerras napoleónicas, el
presidente Monroe, en 1823, proclamó las bases de su política internacional, que luego fuera
conocida como la “Doctrina Monroe”. El gobernante estadounidense, preocupado por que las
potencias europeas quisieran continuar con su política colonialista declaró que “América pertenece
a los americanos” y, en consecuencia todo el hemisferio occidental quedaba libre de una posible
colonización europea. Esta era, naturalmente, una advertencia a las potencias europeas para que
no se entrometan más en asuntos de este hemisferio. Esta política constituiría un fundamento
esencial para que Estados Unidos se reservara el derecho de expandirse por este continente libre
de la posible competencia de las potencias europeas.
Las formas de expansión fueron variadas comprendiendo la colonización, la compra de territorios y
hasta la guerra de conquista.
Por un lado, Estados Unidos experimentó una fuerte inmigración desde Europa debido a que este
continente se veía agobiado por las guerras napoleónicas y la posterior política de sometimiento de
las potencias de la santa alianza. Se generó entonces una creciente presión demográfica que llevó
a un inusitado movimiento colonizador hacia el oeste. Los nuevos colonos partieron hacia el oeste
en busca de tierras fértiles para asentarse y, para llevar a cabo este cometido, sometieron a los
indígenas y anexaron territorios.
En 1803, Estados Unidos compró toda la región de la Louisiana a Francia por 11 millones de
dólares. De este modo, el camino hacia el oeste estaba abierto para Estados Unidos. En 1819
compró La Florida a España por 5 millones de dólares.
Con esta política expansionista pronto entraría Estados Unidos en conflicto con México. Poco a
poco penetraban los colonos dentro de la frontera mexicana creando ya conflictos entre estos dos
estados. Cuando México abolió la esclavitud, los texano-americanos, propietarios de esclavos, se
levantaron contra tal medida y se declararon independientes de México. Por este motivo, México
tuvo que reaccionar intentando sofocar esta secesión y al intentar tomar control sobre su territorio
se vio envuelta en guerra contra Estados Unidos que, el año 1845, había aceptado a Texas como a
un miembro más de la Unión. La guerra, desarrollada entre 1846 y 1847, fue terriblemente
desventajosa para México puesto que con ella Estados Unidos se apoderó de California y los
demás territorios a esta comarca con la de Texas.
Para 1850, Estados Unidos, tenía 36 estados y una población de 36 millones de habitantes. Había
alcanzado además la costa del pacífico y se extendía de océano a océano. Los ferrocarriles
atravesaban todo el continente (de 1840 a 1859 se construyeron vías férreas a lo largo de 9 mil
kilómetros), al barco a vapor ayudó a poblar los territorios a través de los ríos Missisipi y Ohio. Por
otro lado, el descubrimiento de oro en California, causó la llamada fiebre del oro y así, millones de
inmigrantes y busca fortunas llegaron a Estados Unidos para hacerse una nueva vida allí.
La cuestión esclavista
La revolución industrial, al demandar gran cantidad de algodón, motivó que las economías
algodoneras del sur prosperasen notablemente y dio lugar a que la economía esclavista, surgida
durante la colonia, experimentara una expansión. En Virginia “se los criaba” para vendérselos a los
sureños en el mercado de Nueva Orleáns. De este modo, el algodón representaba la mitad de las
exportaciones nacionales y los plantadores de esta cotizada materia prima se constituían en una
poderosa fuerza política.
La vida económica de los Estados norteños evolucionaba por otros cauces. Allí se desarrollaba la
fabricación de productos manufacturados en gran escala y las factorías competían en importancia
con las plantaciones del sur. El acceso a carbón y hierro dieron lugar a un acelerado desarrollo
industrial.
El norte tendía, entonces, a hacerse proteccionista para proteger sus industrias de la competencia
inglesa, mientras que el sur tendía a hacerse librecambista para comercializar su algodón al mejor
postor, que en esos momentos era fundamentalmente Inglaterra. Surge entonces una
contradicción entre los capitalistas norteños y los plantadores sureños dado que sus
requerimientos comerciales son contradictorios. Esta es la contradicción de fondo que se
manifestará mediante la pugna entre esclavistas y abolicionistas.
Esta contradicción fundamental se expresará de diversos modos. Uno de ellos es el marco jurídico
requerido por ambas economías. El desarrollo capitalista en el norte requería de una legislación
que posibilitara el desarrollo de una clase obrera, libre de la servidumbre y de medios de
producción, así como en completa libertad de su fuerza de trabajo para poder venderla. Por el
contrario, el sur esclavista requería de una fuerza de trabajo sometida a la esclavitud para el
trabajo en las plantaciones. Son entonces, dos marcos jurídicos antagónicos que chocan y se
manifiestan en la pugna entre abolicionistas y esclavistas.
Estas contradicciones en los diversos requerimientos comerciales y jurídicos tendrán lógicamente
expresiones políticas. El sentimiento antiesclavista se tornó consecuentemente muy activo en el
norte y pronto se constituirá en un movimiento abolicionista.
El Congreso, dividido entre esclavistas sureños y abolicionistas norteños, se mantuvo en estas
pugnas, sin poder solucionarlas durante las dos primeras décadas del siglo XIX. En 1820, la
creciente contradicción dio como resultado un acuerdo, el compromiso de Missouri. Este
compromiso establecía que en este nuevo Estado, por excepción se permitiría la esclavitud, pero
que ésta quedaba prohibida, con carácter general, en todos los territorios situados al norte del
paralelo 36, límite sur de aquél Estado. La línea de compromiso de Missouri dividió, de este modo,
el país en dos sectores convertidos ya en rivales: el sur esclavista y el norte abolicionista. Se
institucionalizó entonces esta división.
El compromiso reflejaba un equilibrio de poder entre el sur y el norte, pero se trataba de un
equilibrio que era momentáneo y que, por lo tanto, estaba destinado a quebrarse, dado que la
constante expansión de la Unión hacia el oeste cambiaría de modo fundamental la correlación de
fuerzas. Ambas partes procuraban naturalmente volcar la balanza a su favor, ya que esta situación
no podía perdurar por mucho tiempo. El sur trataba de expandirse ganando nuevos territorios al
oeste para satisfacer la creciente demanda de algodón de la economía internacional. Los norteños,
por su parte, tenían también interés en las tierras del oeste. Ellos están dedicados a la industria y a
la manufactura. Requieren de una producción agrícola que los alimente. El sur no puede cumplir
esa función dado que produce algodón destinado a la exportación. Entonces, bajo estas
circunstancias, al norte le interesa que el oeste sea una región productora de granos. Para esto
estimulan la producción de granos en el oeste, ofreciéndoles buenos precios y atrayéndoles a su
lado, tendiendo medios de transporte (ferrocarriles) para que la producción de granos de esta zona
del país tuviera su mercado en el norte industrializado. Por este motivo, para comprender las
causas de la guerra es necesario tener en cuenta, no sólo las dos economías contradictorias: La
norteña industrializada y capitalista y la sureña algodonera y esclavista, sino también la occidental
que estaba constituida por pequeños productores colonos.
De este modo, la situación de equilibrio entre el norte y el sur se quebró, cuando los Estados de
California (1850), Minessota (1858), y de Oregón (1859) se adhirieron a la Unión tomando parte
por los abolicionistas del norte.
Esta nueva relación de fuerzas fue expresada en las elecciones de 1860, dando la victoria al
abolicionista Abraham Lincoln que, en repetidas ocasiones, había manifestado que “una casa
dividida no puede subsistir. Estoy convencido de la imposibilidad de que este estado siga siendo
mitad libre y mitad esclavo. La casa no puede continuar dividida, tiene que inclinarse hacia una
cosa o hacia la otra” .
El hecho de que un abolicionista ganara las elecciones reflejaba entonces la ruptura del equilibrio.
18 estados libres votaron por él (aproximadamente 24 millones de habitantes), mientras que en los
15 estados sureños (unos 10 millones de habitantes) prácticamente no recibió voto alguno. De este
modo, las elecciones fueron muy reñidas y mostraron que el problema fundamental del país era el
de la esclavitud. Toda la pugna electoral se centró en este problema y el resultado reflejó la ruptura
del equilibrio.
Naturalmente los sureños se vieron seriamente amenazados por la victoria de Lincoln, pues
suponían que el nuevo presidente intentaría abolir la esclavitud en todo el país. Por el otro lado,
sentían que el norte les había impuesto un presidente. Esta situación agudizó, además, una
antigua discrepancia entre sureños y norteños. En el norte dominaba el criterio de que el gobierno
de la unión debía contar con un poder central fuerte, mientras que en el sur se consideraba que los
diversos estados deberían gozar de un nivel de autonomía considerable. De este modo, con la
elección de un presidente elegido preponderantemente por los estados norteños, los sureños se
vieron sobrepasados.
Los acontecimientos, a partir de este momento, se precipitaron. Pocos días después de la elección
de Lincoln, el estado esclavista de Carolina del Sur declaró disuelta la Unión que hasta entonces
mantuviera con los demás estados de norte América, iniciando así la secesión. Retiró sus
representantes del congreso y se adueño de los arsenales, aduanas, edificios y demás bienes del
gobierno federal. En 1861 otros 11 estados sureños siguieron su ejemplo y formaron la República
de los Estados Confederados de América, que estableció su capital en Richmond, Virginia, y eligió
como presidente a Jefferson Davis.
Lincoln respondió a la actitud de los estados secesionistas que la “Unión era perpetua” y, por eso,
no podían romperla.
La Guerra de Secesión
Se crearon, entonces, tensiones entre ambos estados y la guerra se inició en abril de 1861, cuando
los estados sudistas bombardearon el fuerte Summer que defendía el puerto de Charles Town. El
15 de este mes, Lincoln convocó el alistamiento de 75 mil voluntarios y decretó luego el bloqueo de
los puertos sudistas, desatando así el enfrentamiento bélico.
En los dos primeros años de guerra, la iniciativa fue tomada por el ejército de los Estados del sur.
Ellos lograron el apoyo de Inglaterra, puesto que estos estados constituían los principales socios
comerciales de la corona, mientras que los estados del norte, más bien hacían competencia a sus
industrias. Esta situación determinó naturalmente la inclinación de Inglaterra a favor de los
sureños, a quienes proveyó de armamento y apoyo financiero. El ejército sureño estaba pues
mejor armado. Sin embargo, esto era solamente una correlación de fuerzas temporal. Los estados
norteños tenían avanzadas industrias que podían convertirlas en industrias de guerra. Además su
población era bastante mayor y, por lo tanto, su capacidad de reclutamiento de reservistas sería
siempre superior. Esto determinó que los sudistas intentaran decidir rápidamente la guerra
mediante ataques sorpresivos. Las primeras victorias fueron pues para el ejército del sur, que
triunfaron en Bull Run y comenzaron a acechar Washington. El general confederado Robert Lee
fue derrotado, sin embargo, en la batalla de Gettysburg (junio de 1863), que salvó definitivamente
la capital de la Unión y marcó el punto de partida de la contraofensiva del norte. Ese mismo año,
Lincoln declaró abolida la esclavitud.
En los dos últimos años de la guerra (1863-65) el general nordista Grant conquistó el valle de
Mississippi, dividiendo a las fuerzas confederadas en dos, unas al este, otras al oeste.
Posteriormente, su compañero Sherman, otro general del ejército del norte, se dirigió hacia el
Atlántico, para cerrar a las fuerzas de Lee. Sherman por el sur, y Grand por el norte, realizaron una
operación envolvente a las fuerzas de Lee, acampadas cerca de Richmond. En abril del 65 Lee
tuvo que capitular, además de ceder Richmond. Con esto se daba fin a la guerra.
La pérdida de los sureños culminó con la disolución de la Confederación del sur y el reingreso de
los estados secesionistas a la Unión. La guerra había sido terriblemente sangrienta y se llevó la
vida de aproximadamente 600 mil personas.
En abril de 1865, Lincoln, que acababa de ser reelegido fue asesinado por un fanático esclavista.
Las consecuencias de la guerra
Cuando Estados Unidos salió de la traumática experiencia de la guerra civil, se levantaron voces
exigiendo un ajuste de cuentas con los propietarios de plantaciones esclavistas. Las posiciones
más radicales exigieron la realización de una reforma agraria en el sur que arrebatara las tierras a
los poseedores de plantaciones así como el reparto de tierras a los que hasta ese momento habían
sido esclavos y lógicamente debían ser liberados. Sin embargo, estos clamores fueron vistos con
recelo por parte de las esferas dominantes y tradicionalmente conservadoras de la sociedad
norteamericana norteña que, si bien había combatido al esclavismo, tampoco tenía el ánimo de
asestar un golpe de esa naturaleza a la propiedad privada. Por otro lado, los propietarios de las
plantaciones sureñas, si bien habían perdido la guerra, eran las fuerzas dominantes y
económicamente fuertes en el sur y, de una u otra forma, continuarían teniendo influencia en la
política del país. Estas circunstancias determinaron que el acuerdo al que se llegó, aún aboliendo
la esclavitud, mantuvo la posición dominante de esas fuerzas sociales en el sur y, sobre todo, no
se atentó contra la propiedad privada.
El acuerdo estuvo expresado en la enmienda 14 a la Constitución que se promulgó después de la
Guerra. En sus partes más salientes, la enmienda manifestaba que “estaba prohibido a los estados
de la Unión privar a cualquier persona de su vida, su libertad o su propiedad”.
De este modo, si bien la esclavitud quedaba fuera de la ley, también se protegía a las propiedades
de los dueños de las plantaciones.
La situación de los negros, hasta ese momento esclavos, no cambió, entonces, de modo
trascendental. Habían sido declarados libres, pero continuarían en una situación de dependencia
ante los estratos propietarios de las plantaciones. El nuevo régimen económico que se implantó fue
una especie de arrendamiento de las tierras para que fueran trabajadas por los exesclavos que a
partir de ese momento debían compartir los frutos de sus cosechas con los propietarios de tierras
que se dedicarían fundamentalmente a la comercialización del producto.
En términos sociales, la nueva situación de los negros, recientemente liberados de la esclavitud, no
cambió mucho, pues seguían dependiendo de la clase de propietarios de las plantaciones. Por otro
lado, el resentimiento que se generó en esos estratos sociales propietarios, por la derrota en la
guerra y por haber sido obligados a liberar a sus esclavos, generó algo que bien podría llamarse
una nueva guerra; esta vez una guerra clandestina, no declarada y específicamente dirigida contra
los que supuestamente habían sido beneficiados por la guerra y que según los racistas esclavistas
habían sido los culpables de la guerra, es decir los negros. De este modo se generó el Ku Klux
Klan, una organización secreta y terrorista que actuaba al amparo de la noche y encubierta en
máscaras para ocultar la identidad de sus miembros. Golpeaban a los negros, por el solo hecho de
ser de esa raza, los asesinaban, quemaban sus casas y sus cosechas, saqueaban sus aldeas, los
acosaban allá donde podían. La sociedad sureña emergió entonces como una sociedad
terriblemente violenta en la que el racismo se enseñoreaba creando una segregación aberrante de
los negros, que debían relegarse a sus barrios, verdaderos ghetos, en una sociedad que se decía
libre.
Por su parte, los estados norteños experimentaron un crecimiento económico impresionante, pues
4 años de guerra habían estimulado la industria de modo acelerado. Miles de hombres se habían
incorporado a las fábricas que debían satisfacer la creciente demanda de rifles, balas, cañones, así
como uniformes. Los esfuerzos económicos por ganar la guerra habían posibilitado inversiones de
capitales fabulosas. Cuando la guerra concluyo existía toda una infraestructura y no había más que
adaptarla a los tiempos de paz. Este fortalecimiento económico, le permitió a Estados Unidos, una
vez finalizado el conflicto interno, darse de lleno a un nuevo proyecto expansionista. La conquista
del oeste había concluido cuando alcanzaron la costa del pacífico, entonces tenían a su alcance el
océano pacífico, el más grande del planeta y, según la frase de Teodoro Roosevelt, tenían que
convertirlo en “un gran lago americano”.
Es con esta frase en mente que debe entenderse esta segunda expansión estadounidense:
Compraron Alaska a Rusia en 1867, incorporaron a su dominio a las islas Hawai y arrebataron a
España las Filipinas. De este modo, adquirieron el control casi absoluto del océano pacífico.
Por otro lado, dirigieron también su atención sobre el mar Caribe. En Panamá intervinieron
económicamente invirtiendo en el canal y, políticamente promoviendo su independencia de
Colombia. De este modo, tomaron control sobre el canal de Panamá que les permitía navegar por
mar de costa a costa.
Además, intervinieron en la guerra independentista que se había iniciado en Cuba para expulsar a
los españoles y, de este modo, lograron que la más grande de las islas del Caribe se convirtiera en
una cuasi-protectorado norteamericano. No de otro modo puede entenderse el hecho de que el
nuevo país que nacía a la vida independiente lo hacía con una enmienda en su constitución que
autorizaba a Estados Unidos intervenir militarmente en el país cuando sus intereses económicos se
vieran amenazados.
De este modo, Estados Unidos emergía como la potencia dominante en el hemisferio
occidental, completamente preparada para competir con las tradicionales potencias
colonialistas europeas.
La expansión territorial es una de las características más importantes del desarrollo histórico de los
Estados Unidos. En sus primeros cien años de vida la nación norteamericana experimentó un
impresionante crecimiento territorial. Las trece colonias originales se expandieron hasta
convertirse en un país atrapado por dos océanos. Como veremos, este fue un proceso complejo
que se dio a través de la anexión, compra y conquista de nuevos territorios
Es necesario aclarar que la expansión territorial norteamericana fue algo más que un simple
proceso de crecimiento territorial, pues estuvo asociada a elementos de tipo cultural, político,
ideológico, racial y estratégico. El expansionismo es un elemento vital en la historia de los Estados
Unidos, presente desde el mismo momento de la fundación de las primeras colonias británicas en
Norte América. Éste fue considerado un elemento esencial en los primeros cien años de historia de
los Estados Unidos como nación independiente, ya que se veía no sólo como algo económica y
geopolíticamente necesario, sino también como una expresión de la esencia nacional
norteamericana.
No debemos olvidar que la fundación de las trece colonias que dieron vida a los Estados Unidos
formó parte de un proceso histórico más amplio: la expansión europea de los siglos XVI y XVII.
Durante ese periodo las principales naciones de Europa occidental se lanzaron a explorar y
conquistar dando forma a vastos imperios en Asia y América. Una de esas naciones fue Inglaterra,
metrópoli de las trece colonias norteamericanas. Es por ello que el expansionismo norteamericano
puede ser considerado, hasta cierta forma, una extensión del imperialismo inglés.
Los Estados Unidos experimentaron dos tipos de expansión en su historia: la continental y la
extra-continental. La primera es la expansión territorial contigua, es decir, en territorios adyacentes
a los Estados Unidos. Ésta fue vista como algo natural y justificado pues se ocupaba terreno que
se consideraba “vacío” o habitado por pueblos “inferiores”. La llamada expansión extra-continental
se dio a finales del siglo XIX y llevó a los norteamericanos a trascender los límites del continente
americano para adquirir territorios alejados de los Estados Unidos (Hawai, Guam y Filipinas). Ésta
provocó una fuerte oposición y un intenso debate en torno a la naturaleza misma de la nación
norteamericana, pues muchos le consideraron contraria a la tradición y las instituciones políticas de
los Estados Unidos.
La Doctrina Monroe
El fin de la era de las revoluciones atlánticas a principios de la década de 1820 generó nuevas
preocupaciones en los Estados Unidos. Los líderes estadounidenses vieron con recelo los
acontecimientos en Europa, donde las fuerzas más conservadoras controlaban los principales
reinos e imperaba un ambiente represivo y extremadamente reaccionario. El principal temor de
los norteamericanos era la posibilidad da una intervención europea para restablecer el control
español en sus ex colonias americanas. A los británicos también les preocupaba tal contingencia y
tantearon la posibilidad de una alianza con los Estados Unidos. La propuesta británica provocó un
gran debate entre los miembros de la administración del presidente James Monroe. El Secretario
de Estado John Quincy Adams desconfiaba de los británicos y temía que cualquier compromiso
con éstos pudiese limitar las posibilidades de expansión norteamericana. Adams temía la
posibilidad de una intervención europea en América, pero estaba seguro que de darse tal
intervención Gran Bretaña se opondría de todas maneras para defender sus intereses, sobre todo,
comerciales. Por ello concluía que los Estados Unidos no sacarían ningún beneficio aliándose con
Gran Bretaña. Para él, la mejor opción para los Estados Unidos era mantenerse actuando solos.
Los argumentos de Adams influyeron la posición del presidente Monroe quien rechazó la alianza
con los británicos. El 2 de diciembre de 1823, Monroe leyó un importante mensaje ante el
Congreso. Parte del contenido de este mensaje pasaría a ser conocido como la Doctrina Monroe.
En su mensaje, Monroe enfatizó la singularidad (“uniqueness”) de los Estados Unidos y definió el
llamado principio de la “noncolonization,” es decir, el rechazo norteamericano a la colonización,
recolonización y/o transferencia de territorios americanos. Además, Adams estableció una política
de exclusión de Europa de los asuntos americanos y definió así las ideas principales de la
Doctrina Monroe. Las palabras de Monroe constituyeron una declaración formal de que los Estados
Unidos pretendían convertirse en el poder dominante en el hemisferio occidental.
Es necesario aclarar que la Doctrina Monroe fue una fanfarronada porque en 1823 los Estados
Unidos no tenían el poderío para hacerla cumplir. Sin embargo, esta doctrina será una de las
piedras angulares de la política exterior norteamericana en América Latina hasta finales del siglo
XX y una de las bases ideológicas del expansionismo norteamericano.
El Destino Manifiesto
En 1839, el periodista norteamericano John L. O’Sullivan escribió un artículo periodístico
justificando la expansión territorial de los Estados Unidos. Según O’Sullivan, los Estados Unidos
eran un pueblo escogido por Dios y destinado a expandirse a lo largo de América del Norte. Para
O’Sullivan, la expansión no era una opción para los norteamericanos, sino un destino que éstos no
podían renunciar ni evitar porque estarían rechazando la voluntad de Dios. O’Sullivan también
creía que los norteamericanos tenían una misión que cumplir: extender la libertad y la democracia,
y ayudar a las razas inferiores. Las ideas de O’Sullivan no eran nuevas, pero llegaron en un
momento de gran agitación nacionalista y expansionista en la historia de los Estados Unidos.
Éstas fueron adaptadas bajo una frase que el propio O’Sullivan acuñó, el destino manifiesto, y se
convirtieron en la justificación básica del expansionismo norteamericano.
La idea del destino manifiesto estaba enraizada en la visión de los Estados Unidos como una
nación excepcional destinada a civilizar a los pueblos atrasados y expandir la libertad por el
mundo. Es decir, en una visión mesiánica y mística que veía en la expansión norteamericana la
expresión de la voluntad de Dios. Ésta estaba también basada en un concepto claramente racista
que dividía a los seres humanos en razas superiores e inferiores. De ahí que se pensara que era
deber de las razas superiores “ayudar” a las inferiores. Como miembros de una “raza superior”, la
anglosajona, los norteamericanos debían cumplir con su deber y misión.
A lo largo del siglo XIX los norteamericanos se expandieron ocupando territorios contiguos como
Luisiana, Texas y California. Sin embargo, para finales del siglo XIX la expansión territorial
norteamericana entró en una nueva etapa caracterizada por la adquisición de territorios ubicados
fuera de los límites geográficos de América del Norte. La adquisición de Puerto Rico, Filipinas,
Guam y Hawai dotó a los Estados Unidos de un imperio insular.
La expansión de finales del siglo XIX difería del expansionismo de años anteriores por varias
razones. Primero, los territorios adquiridos no sólo no eran contiguos, sino que algunos de ellos
estaban ubicados muy lejos de los Estados Unidos. Segundo, estos territorios tenían una gran
concentración poblacional. Por ejemplo, a la llegada de los norteamericanos a Puerto Rico la isla
tenía casi un millón de habitantes. Tercero, los territorios estaban habitados por pueblos no
blancos con culturas, idiomas y religiones muy diferentes a los Estados Unidos. En las Filipinas los
norteamericanos encontraron católicos, musulmanes y cazadores de cabezas. Cuarto, los
territorios estaban ubicados en zonas peligrosas o estratégicamente complicadas. Las Filipinas
estaban rodeadas de colonias europeas y demasiado cerca de una potencia emergente y agresiva:
Japón. Quinto, algunos de esos territorios resistieron violentamente la dominación norteamericana.
Los filipinos no aceptaron pacíficamente el dominio norteamericano y se rebelaron. Pacificar las
Filipinas les costó a los norteamericanos miles de vidas y millones de dólares. Sexto, contrario a lo
que había sido la tradición norteamericana, los nuevos territorios no fueron incorporados, sino que
fueron convertidos en colonias de los Estados Unidos. Todos estos factores explican porque
algunos historiadores ven en las acciones norteamericanas de finales del siglo XIX un rompimiento
con el pasado expansionistas de los Estados Unidos. Sin embargo, para otros historiadores –
incluyendo quien escribe– la expansión de 1898 fue un episodio más de un proceso crecimiento
imperialista iniciado a fines del siglo XVIII.
Para explicar la expansión extra-continental se han usado varios argumentos. Algunos
historiadores han alegado que los norteamericanos se expandieron más allá de sus fronteras
geográficas por causas económicas. Según éstos, el desarrollo industrial que vivió el país en las
últimas décadas del siglo XIX hizo que los norteamericanos fabricaran más productos de los que
podían consumir. Esto provocó excedentes que generaron serios problemas económicos como el
desempleo, la inflación, etc. Para superar estos problemas los norteamericanos salieron a buscar
nuevos mercados donde vender sus productos y fuentes de materias primas. Esa búsqueda
provocó la adquisición de colonias y la expansión extra-continental.
Otros historiadores han favorecidos explicaciones de tipo ideológico. Según éstos, la idea de que la
expansión era el destino de los Estados Unidos jugó, junto al sentido de misión, un papel
destacado en el expansionismo norteamericanos de finales del siglo XIX. Los norteamericanos
tenían un destino que cumplir y nada ni nadie podía detenerlos porque era la expresión de la
voluntad divina.
La religión y la raza también ha jugado un papel importante en la explicación de las acciones
imperialistas de los Estados Unidos. Según algunos historiadores, los norteamericanos fueron
empujados por el afán misionero, es decir, por la idea de que la expansión del cristianismo era la
voluntad de Dios. En otras palabras, para muchos norteamericanos la expansión era necesaria
para llevar con ella la palabra de Dios a pueblos no cristianos. Como miembros de una raza
superior –la anglosajona– los estadounidenses debían cumplir un papel civilizador entre las razas
inferiores y para ello era necesaria la expansión extra-continental.
Los factores militares y estratégicos también han jugado un papel de importancia en la explicación
del comportamiento imperialista de los norteamericanos. Según algunos historiadores, la
necesidad de bases navales para la creciente marina de guerra de los Estados Unidos fue otra
causa del expansionismo extra-continental. Éstos apuntan a la figura del Capitán Alfred T. Mahan
como una fuerza influyente en el desarrollo del expansionismo extra-continental
En 1890, Mahan publicó un libro titulado The Influence of Sea Power upon History que influyó
considerablemente a toda una generación de líderes norteamericanos. En su libro Mahan proponía
la construcción de una marina de guerra poderosa que fuera capaz de promover y defender los
intereses estratégicos y comerciales de los Estados Unidos. Según Mahan, el crecimiento de la
Marina debía estar acompañado de la adquisición de colonias para la construcción de bases
navales y carboneras.
Una de las explicaciones más novedosas del porque del expansionismo imperialista recurre al
género. Según la historiadora norteamericana Kristin Hoganson, el impulso imperialista era una
manifestación de la crisis de la masculinidad norteamericana amenazada por el sufragismo
femenino y las nuevas actitudes y posiciones femeninas. En otras palabras, algunos
norteamericanos como Teodoro Roosevelt defendieron y promovieron el imperialismo como un
mecanismo para reafirmar el dominio masculino sobre la sociedad norteamericana.
La expansión norteamericana de finales del siglo XIX fue un proceso muy complejo y, por ende,
difícil de explicar con una sola causa. En otras palabras, es necesario prestar atención a todas las
posibles explicaciones del imperialismo norteamericano para poder entenderle.
La Guerra hispano-cubano-norteamericana
En 1898, los Estados Unidos y España pelearon una corta, pero muy importante guerra. La
principal causa de la llamada guerra hispanoamericana fue la isla de Cuba. Para finales del siglo
XIX, el otrora poderoso imperio español estaba compuesto por las Filipinas, Cuba y Puerto Rico.
De éstas la más importante era, sin lugar a dudas, Cuba porque esta isla era la principal
productora de azúcar del mundo. La riqueza de Cuba era fundamental para el gobierno español, de
ahí que los españoles mantuvieron un estricto control sobre la isla. Sin embargo, este control no
pudo evitar el desarrollo de un fuerte sentimiento nacionalista entre los cubanos. Hartos del
colonialismo español, en 1895 los cubanos se rebelaron provocando una sangrienta guerra de
independencia. Al comienzo de este conflicto el gobierno norteamericano buscó mantenerse
neutral, pero el interés histórico en la isla, el desarrollo de la guerra, las inversiones
norteamericanas en la isla (unos $50 millones) y la cercanía de Cuba (a sólo 90 millas de la
Florida) hicieron imposible que los norteamericanos no intervinieran buscando acabar con la
guerra. La situación se agravó cuando el 15 de febrero de 1898 un barco de guerra
norteamericano, el USS Maine, anclado en la bahía de la Habana, explotó matando a 266
marinos. La destrucción del Maine generó un gran sentimiento anti-español en los Estados Unidos
que obligó al gobierno norteamericano a declararle la guerra a España.
El Maine hundido en la bahía de la Habana
La guerra fue un conflicto corto que los Estados Unidos ganaron con mucha facilidad gracias a su
enorme superioridad militar y económica. En el Tratado de París que puso fin a la guerra
hispanoamericana, España renunció a Cuba, le cedió Puerto Rico a los norteamericanos como
compensación por el costo de la guerra y entregó las Filipinas a los Estados Unidos a cambio
$20.000.000. A pesar de lo corto de su duración, esta guerra tuvo consecuencias muy importantes.
Primero, la guerra marcó la transformación de los Estados Unidos en una potencia mundial. El
poderío que demostraron los norteamericanos al derrotar fácilmente a España dio a entender al
resto del mundo que la nación norteamericana se había convertido en un país poderoso al que
había que tomar en cuenta y respetar. Segundo, gracias a la guerra los Estados Unidos se
convirtieron en una nación con colonias en Asia y el Caribe lo que cambió su situación geopolítica
y estratégica. Tercero, la guerra cambió la historia de varios países: España se vio debilitada y en
medio de una crisis; Cuba ganó su independencia, pero permaneció bajo la influencia y el control
indirecto de los Estados Unidos; las Filipinas no sólo vieron desaparecer la oportunidad de
independencia, sino que también fueron controladas por los norteamericanos por medio de una
controversial guerra; Puerto Rico pasó a ser una colonia de los Estados Unidos.
Con la expansión extra-continental de finales del siglo XIX se cerró la expansión territorial
de los Estados Unidos, pero no su crecimiento imperialista ni su transformación en la
potencia dominante del siglo XX.
El final de la guerra con España obligó a que Estados Unidos tuviera que afrontar el problema de
organizar y gobernar Puerto Rico, Filipinas y Cuba. Mantuvo un protectorado sobre Cuba hasta
1902, cuando las tropas estadounidenses de ocupación traspasaron el poder a Tomás Estrada
Palma, primer presidente de ese país. El Congreso instauró un gobierno civil en Puerto Rico y en
1917 se otorgó la ciudadanía estadounidense a los puertorriqueños. En Filipinas, los rebeldes,
dirigidos por Emilio Aguinaldo, hicieron frente en un primer momento a la ocupación
estadounidense, pero renunciaron a la lucha en 1902. La Ley Jones de 1916 creaba un Senado
electivo y prometía una futura independencia, pero hasta el 4 de julio de 1946 Filipinas no se
convirtió en un estado soberano.
La política del “Big stick”
Durante la presidencia de Theodore Roosevelt la política exterior de Estados Unidos fue muy
agresiva, en especial en América Central, el Caribe y el Extremo Oriente, usando la fuerza cuando
la era considerado necesario (Esta política queda bien sintetizada en la máxima “habla
suavemente y lleva un gran palo”, en inglés “Speak softly and carry a big stick”). La guerra con
España había mostrado la necesidad de un canal interoceánico (en Nicaragua o en el istmo de
Panamá) que por razones de seguridad nacional debería estar bajo control exclusivo de Estados
Unidos. Gracias a la iniciativa de Roosevelt, Estados Unidos firmó el Tratado Hay-Herrán con
Colombia (país del que Panamá era entonces una provincia) por el cual Colombia arrendó una
zona de 16 kilómetros de anchura en Panamá. El Senado colombiano rechazó el tratado, tras lo
cual estalló una rebelión en Panamá, apoyada por Estados Unidos, que acabó por convertirse en
una república independiente. Gracias al Tratado Hay-Bunau-Varilla de 1903, firmado con la
República de Panamá, Estados Unidos obtuvo a perpetuidad (tras un pago inicial de 10 millones de
dólares y un pago anual de 250.000 dólares) los 16 km de territorio requeridos para la construcción
del canal que se inició y concluyó en 1914. (Mediante unos tratados ratificados en 1978, Estados
Unidos renunció a la Zona del Canal de Panamá en 1979 y se acordó que el canal pasara a
hegemonía panameña en el año 2000).
Estados Unidos y el conflicto con México
La situación de México desde 1910 había originado gran preocupación en Estados Unidos. En
1911 el dictador Porfirio Díaz había sido derrocado por una revolución dirigida por el reformista
Francisco Madero. Éste, cuyos esfuerzos por iniciar un proceso de reformas habían sido vistos con
buenos ojos por Estados Unidos, fue asesinado y el general Victoriano Huerta se hizo cargo del
gobierno del país y actuó como dictador. Aunque algunos estados mexicanos apoyaban a Huerta y
a pesar de que numerosos países le habían reconocido como presidente de México, Wilson se
negó a hacerlo, alegando que el nuevo régimen procedía del asesinato de Madero y que además
era demasiado débil para mantener el orden en el país. En 1914 Estados Unidos apoyó al general
Venustiano Carranza que dirigió una sublevación contra Huerta, quien llevó a cabo actos de
represalia contra ciudadanos estadounidenses. Estados Unidos respondió a su vez ocupando
Veracruz.
La mediación de Argentina, Brasil y Chile, a fin de evitar la guerra entre México y Estados Unidos,
tuvo como resultado la dimisión de Huerta y la llegada al poder de Carranza, cuyo gobierno fue
reconocido por Estados Unidos en 1915. En ese momento la mayor parte de los grupos opuestos a
Carranza depusieron las armas; tan solo mantuvo la revuelta Francisco (o Pancho) Villa, que en
1916 realizó una incursión sobre Colombo (Nuevo México) durante la cual murieron 16 personas y
quedó arrasada parcialmente la ciudad. Con el permiso de Carranza, Estados Unidos envió una
fuerza militar bajo el mando del general John Joseph Pershing para localizar y castigar a Villa, que
logró eludir la persecución. Carranza, temeroso de que las tropas estadounidenses actuaran en
contra de su régimen, exigió su retirada y la expedición fue repatriada sin haber conseguido su
objetivo.
La I Guerra Mundial
Al estallar la guerra en Europa el presidente Wilson proclamó formalmente la neutralidad de
Estados Unidos. Esta declaración, no obstante, no evitó que surgieran tendencias favorables a uno
u otro bando contendiente en el país.
Con objeto de evitar que llegaran a Gran Bretaña alimentos, municiones y otros suministros,
Alemania declaró zona de guerra las aguas que rodeaban a Gran Bretaña e Irlanda, ordenando a
sus submarinos que hundieran todos los buques enemigos. Para evitar la posibilidad de que
pudieran ser atacados barcos neutrales por error, Alemania recomendó que éstos no penetraran
en esa zona. En mayo de 1915 un submarino alemán torpedeó sin aviso previo un buque de
pasajeros, el Lusitania, frente a las costas irlandesas; murieron 1.198 personas, de las cuales 128
eran estadounidenses. Las autoridades alemanas aseguraron que el Lusitania transportaba
municiones a Gran Bretaña (aseveración que la investigación posterior demostró ser cierta); sin
embargo, la presión de la opinión pública estadounidense obligó a que el Departamento de Estado
consiguiera la promesa alemana de adoptar precauciones para garantizar la vida de civiles.
A pesar de esas promesas, en marzo de 1916 un submarino alemán hundió un ferry de vapor en el
canal de la Mancha, el Sussex, en el que murieron dos ciudadanos estadounidenses. En mayo el
gobierno alemán prometió no hundir buques mercantes sin dar aviso previo y sin salvar antes las
vidas de los tripulantes y viajeros.
A finales de enero de 1917 Alemania declaró la guerra submarina sin restricciones en una zona
mayor aún de la que había establecido en 1915. El 3 de febrero Estados Unidos rompió relaciones
diplomáticas con Alemania. Los nuevos ataques submarinos contra barcos neutrales y el
descubrimiento de un plan del ministerio de Asuntos Exteriores alemán según el cual Alemania,
Japón y México se unirían contra Estados Unidos si este país entraba en la guerra, hicieron que
Wilson pidiera el 2 de abril de 1917 al Congreso que declarara la guerra a Alemania. Ver Primera
Guerra Mundial.
El presidente Wilson desempeñó un papel destacado en la Conferencia de Paz celebrada en París
en 1919 tras la derrota de Alemania. Su intención de restablecer la paz sobre la base de su
programa conocido como los Catorce Puntos, quedó frustrada por la diplomacia de las otras
potencias aliadas que deseaban imponer duras sanciones a Alemania. El único punto importante
del programa de paz de Wilson que quedó reflejado en el texto del Tratado de Versalles (1919) fue
la creación de la Sociedad de Naciones. El Senado estadounidense no ratificó ni la entrada del
país en la Sociedad de Naciones ni el Tratado, por lo que los acuerdos de paz con Alemania,
Austria y Hungría hubieron de ser negociados después por separado.
La década de 1920: desarrollo económico y crisis
Con las elecciones celebradas en 1920 se inicia un periodo de dominio republicano caracterizado
por el establecimiento de unos elevados aranceles. En esta década, el Congreso estadounidense
cambió la tradicional política estadounidense de una inmigración sin restricciones, lo que provocó
una considerable reducción de la inmigración europea. Además, en el movimiento obrero se
produjo la decadencia de las organizaciones socialistas, cuyo principal representante era el Partido
Socialista de América (SPA).
La Ley Seca
El tema más controvertido del periodo 1920-1933 fue la prohibición de la fabricación y venta de
bebidas alcohólicas que dio origen a un periodo de violencia cuando bandas organizadas de
criminales controlaron la venta ilegal de bebidas alcohólicas. En 1929, una comisión presidencial
dictaminó que la puesta en práctica de las leyes antialcohólicas había constituido un fracaso.
La crisis de 1929
El primer año del mandato del presidente Herbert Clark Hoover se vio marcado por un suceso que
hizo tambalearse los cimientos económicos del país: el hundimiento del mercado de valores
ocurrido en 1929. Durante el periodo de expansión económica en esa misma década, muchos
ciudadanos y empresas invirtieron sus ahorros y beneficios en sectores especulativos.
Los precios de las acciones alcanzaron su mayor nivel durante los primeros seis meses del
mandato de Hoover. En este periodo, los particulares invirtieron miles de millones de dólares en el
mercado bursátil, obteniendo el dinero para tales inversiones gracias a préstamos bancarios, la
hipoteca de sus casas y la venta de obligaciones del Estado. En octubre de 1929 la fiebre
compradora se había agotado y dio paso a otra fiebre, en este caso vendedora. Los precios se
hundieron y miles de personas perdieron todo lo que habían invertido, lo que supuso, en muchos
casos, su completa ruina financiera. El 29 de octubre, el mercado de valores de Nueva York
conoció su peor día y se produjo una situación de pánico. A finales de ese año, la caída de los
valores de las acciones había alcanzado la cifra de 15.000 millones de dólares.
La Gran Depresión
El hundimiento de la Bolsa precedió a una depresión económica que no sólo afectó a Estados
Unidos, sino que a comienzos de la década de 1930 adquirió dimensiones mundiales. Se cerraron
fábricas, el paro se incrementó de forma constante, los bancos se hundieron y la inflación subió de
forma incesante. Entre las medidas adoptadas se incluyeron la realización de obras públicas, la
modificación de las normas del sistema de la Reserva Federal para facilitar que los hombres de
negocios y los granjeros obtuvieran créditos, y la creación de la Corporación Financiera para la
Reconstrucción con la finalidad de conceder préstamos de urgencia a las industrias, a las
compañías ferroviarias, a las compañías de seguro y a los bancos. No obstante, la depresión
económica empeoró aún más, de tal modo que en 1932 cientos de bancos habían quebrado,
cientos de empresas y de fábricas habían cerrado y más de diez millones de trabajadores estaban
sin empleo. La campaña presidencial de 1932 estuvo marcada por la crisis económica. Los
demócratas, liderados por Franklin Delano Roosevelt, obtuvieron una victoria abrumadora.
Política exterior (1920-1932)
La política exterior estadounidense entre 1920 y 1932 estuvo centrada en el problema de las
deudas de guerra, las reparaciones exigidas a Alemania y en el esfuerzo estadounidense para
obtener una cooperación internacional que asegurara la paz mundial.
Los países aliados en la I Guerra Mundial habían contraído fuertes deudas con Estados Unidos
pero, dada la incapacidad para pagarlas, el Congreso estadounidense creó una comisión especial
para negociar estas deudas que quedaron considerablemente reducidas. Ver Reparaciones de
guerra.
Durante el periodo de 1920 a 1932, Estados Unidos intentó lograr la paz mundial de tres formas:
promoviendo una política de limitación armamentística, acordando con Francia un pacto en el que
se renunciaba a la guerra como instrumento político y cooperando con la Sociedad de Naciones.
Estados Unidos participó en cuatro conferencias internacionales sobre limitación de armas: la
Conferencia de Washington (1921-1922), la Conferencia de Ginebra (1927), la Conferencia Naval
de Londres y la Conferencia Mundial de desarme en 1932. El Pacto Briand-Kellog (1928) supuso la
renuncia a la guerra como medio para solventar diferencias entre los países; fue ratificado en 1929
por el Senado.
Aunque Estados Unidos rehusó ingresar en 1920 en la Sociedad de Naciones, colaboró durante
los siguientes 12 años con ésta en sus esfuerzos para lograr una paz mundial permanente.
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