¿Por que lloró el General?, proceso de una

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¿Por qué lloró el General?
Proceso de una masacre anunciada
Temas: Impunidad | Paramilitares |
Edición Nro.: 50
Por: M.G. Magil | Enviar Correo al Autor | Más Artículos del Autor
Durante el Festival de Video de Bogotá, realizado en agosto pasado, se estrenó ¿Por qué
lloró el General?, uno de los documentos más esclarecedores sobre lo que ocurrió en
Mapiripán (Meta) en julio de 1997, una masacre de las tantas ocurridas a partir de la
aparición del paramilitarismo en Colombia. Al respecto –y la investigación no ha
llegado a los autores intelectuales–, se habla mucho de que al parecer encontraron un
chivo expiatorio en el general Jaime Uscátegui, acusado como responsable de la
masacre, y quien según parece menos tiene que ver con los hechos. Esto se deduce del
documental realizado por tres jóvenes, entre ellos uno de los hijos del general
enjuiciado.
Acerca de la masacre de Mapiripán, el equipo de investigación de El Espectador publicó
un artículo relacionado con el tema. Aludimos al de julio de 1997, año en que los
colombianos ignoraban qué iba a suceder con el presidente Ernesto Samper, salpicado
por el escándalo del Proceso 8000, persona no grata para los Estados Unidos y a quien
le retiraron la visa al considerar que financió su campaña con dineros del narcotráfico.
Respecto a la masacre de Mapiripán el artículo periodístico comentaba:
Los “boinas verdes” tenían al menos tres años de experiencia en Barrancón, y durante
dos meses, hasta el anuncio del acuerdo firmado en Washington, habían estado en la isla
haciendo ejercicios de “planeación militar” con la tropa del coronel Lino Sánchez
Prado, acusado por la Fiscalía de planear con Carlos Castaño la masacre de Mapiripán,
en que fueron asesinados 49 de los mil habitantes del pueblo. Con la ayuda del senador
Patrick Leahy, que solicitó información del Consorcio Internacional de Periodismo
Investigativo y el equipo de Periodismo Investigativo de El Espectador, se compilaron y
analizaron más de 4.500 páginas de documentos en inglés y español sobre los eventos
diplomáticos, militares y humanitarios de la conmemoración del día de la independencia
en San José del Guaviare, Mapiripán, Bogotá y Washington. Con base en la
documentación se pudo concluir que el 7º Grupo de Operaciones Especiales del Ejército
de Estados Unidos “boinas verdes” realizó entrenamientos con las tropas del coronel
Lino Sánchez, y éste planeaba la decapitación masiva de civiles en Mapiripán. El
objetivo era erradicar a las Farc y permitir que las Auc tomaran el control de la
economía ilegal del sur en el departamento del Guaviare, que según el Departamento de
Estado producía el 30 por ciento de hoja de coca en el mundo. Las Fuerzas de
Operaciones Especiales de Estados Unidos, bajo el mando del Subsecretario de Defensa
para Operaciones Especiales y los Conflictos de Baja Intensidad (abreviado SOLIC, por
su nombre en inglés), entrenan en Colombia desde mucho antes que se pensara en
examinar sus operaciones a la luz de los derechos humanos. Expertos en el tema
aseguran que lo hacen desde 1962. El SOLIC ha seguido entrenando porque para su
interpretación legal, los “intercambios de entrenamiento conjunto combinado” deben ser
tenidos en cuenta como entrenamientos de las fuerzas estadounidenses. El reporte
oficial de 1997, entregado al Congreso de Estados Unidos en abril de 1998, incluyó en
su lista seis despliegues de fuerzas especiales en Colombia. No obstante, en carta
dirigida al senador Patrick Leahy, el SOLIC admitió que entre junio y agosto de 1997 se
hicieron nueve despliegues, de los cuales uno coincide con los reportados. Sumados,
habrían sido 14 despliegues durante el año. Excepto dos, las visitas fueron del mismo
equipo de entrenadores: el 7º grupo de Operaciones Especiales del Ejército, con sede en
el Fuerte Bragg, en Carolina del Norte.*
Todo indica que la asesoría militar a la guerra sucia traspasa fronteras, aunque los
entrenamientos se hacen aquí y las víctimas se escogen entre el pueblo colombiano.
Ahora, con la realización del documental ¿Por qué lloró el General? se vislumbra lo que
supuestamente ocurre al interior de la Fuerza Pública, los nexos paramilitares como
estrategia militar, lo cual explica cómo el 12 de julio de 1997 un DC3 HK-3993-P y un
Antonov HK-4009, después de recorrer medio país procedentes del Urabá antioqueño,
aterrizaron con tres minutos de diferencia en el aeropuerto de San José del Guaviare.
Meses antes, el 16 de enero del mismo año, hubo una reunión en la finca La Quince,
ubicada en el municipio de San Pedro de Urabá (Antioquia), en la que participan los
narcoparamilitares Salvatore Mancuso, Carlos Castaño, Doble Cero, Monoleche y los
mandos medios. En días previos a la masacre contratan a paramilitares de Urabá y
Córdoba, y los concentran en una finca cercana al aeropuerto Los Cedros, de Apartadó.
En el informe que da el Secretariado de las Farc el 24 de julio, éstas aseguran que
“fueron 150 unidades de contraguerrilla, paramilitares de la IV División del Ejército
Nacional”. Un día antes, el comandante de las Fuerzas Armadas, general Manuel José
Bonett Locarno, afirmó que las Farc tenían controlada la zona y los responsabilizó de la
masacre con la intención de obtener ventajas políticas y económicas.
La realidad de los hechos es que de Urabá salieron los aviones con 120 hombres de civil
y sin armas con destino a San José del Guaviare. Todo lo tenían fríamente planificado y
utilizaron las instalaciones militares del Batallón Joaquín París para ultimar los detalles
de la acción criminal. En los informes aparece el coronel Lino Sánchez Prado,
comandante de la Brigada II del Ejército, y un oficial especializado en listas negras,
quien fue condenado por omisión pero no por ayudar a que los paramilitares llegaran
hasta Mapiripán. Entre las revelaciones del documental ¿Por qué lloró el General? se
revela el papel que jugó el mayor Hernán Orozco, quien en alguna declaración, antes
que lo sacaran del país, comenta: “Los paramilitares son la amante del militar, que no se
puede llevar a casa pero hay que tenerla”.
Diversas declaraciones coinciden en que tres días después de los hechos vieron a los
paramilitares por los alrededores de San José del Guaviare, que venían de hacer la
masacre. Por esos días, las fuerzas militares montaron la Operación Araña, que fue
dirigida contra las Farc, que precisamente se habían enterado de la acción criminal e
iban tras los autores materiales de la misma. Sin embargo, un sorpresivo ataque del
Ejército permitió que los paramilitares salieran de la zona. En cuanto al proceso, el
oficial de mayor rango acusado como responsable de la masacre es el general Jaime
Uscátegui, pero, viendo la investigación realizada por los documentalistas, es quien
menos tiene que ver con los hechos; se trata de una masacre anunciada y planificada
desde el centro operativo del paramilitarismo en ese año, como lo fue el Urabá
antioqueño. Por qué lloró el general permite deducir que entre los autores intelectuales
que apoyan –como igualmente promovieron las Autodefensas Unidas de Colombia,
Auc– está el entonces gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez, al igual que su
secretario de Gobierno Pedro Juan Moreno Villa, que muere en extraño accidente aéreo
en febrero de 2006, así como el comandante de la Brigada XVII, Rito Alejo del Río.
En la declaración de monseñor Correa Yepes, obispo del Guaviare, se precisa que tres
días antes de la masacre pasaron varios camiones con unos 120 hombres de civil y sin
armas, quienes después de permanecer en las instalaciones del Batallón Joaquín París
cambiaron sus ropas civiles por uniformes militares y continuaron su rumbo por una
trocha que conduce al sitio llamado Charras. Otro grupo llega hasta allí por el río
Guaviare, pasando por un puesto de control conocido como Barrancón, donde había 834
hombres de la Brigada Móvil II, 136 infantes de marina y 130 de las Fuerzas Especiales.
El confeso paramilitar Édison Londoño Niño comenta: “Yo fui con René hasta el
Barrancón, íbamos armados y él se bajó y habló con un sargento creo y nos dejaron
seguir sin registrarnos ni nada”. Esta es una base estratégica donde se desarrollaban
entrenamientos con fuerzas especiales de Estados Unidos y por allí pasaron los
paramilitares como Pedro por su casa.
¿Y quien es René? Es el contacto del coronel Lino Sánchez y era el encargado de hacer
las listas negras de las mal llamadas limpiezas sociales. Los archivos fueron destruidos
casi todos, lo mismo que las evidencias; a los testigos los asesinaron o los desplazaron.
A todos los paramilitares que acusaron al coronel Lino Sánchez los trajeron para que se
retractaran, y después de retractarse los asesinaron en las cárceles. El que no murió
apuñalado murió ahorcado. En la noche del 14 de julio, los paramilitares se reunieron en
la Inspección de Charras y comenzaron el regreso hasta Mapiripán, arribando al casco
urbano en la madrugada. ¿Cuál de las unidades militares presentes en la zona, la VII
Brigada o la Brigada Móvil II, tenía el mando operacional sobre el Batallón Joaquín
París y respondía por la seguridad de los pobladores de Mapiripán?
Para la investigación es importante saber quién tenía el mando operacional de este
batallón, porque hasta ese 20 de julio no había referentes de presencia paramilitar en la
región. Lo increíble es que a los paramilitares los trajeran de Urabá en avión y, contaron
con el apoyo de las Fuerzas Militares de Colombia y las Fuerzas Especiales de los
Estados Unidos, que entrenaban militares colombianos en la base de Barrancón. ¿No
será que la masacre de Mapiripán hacía parte del entrenamiento? Si analizamos cómo se
realizó (aviones contratados en Urabá, negligencia en los distintos puntos de control
militar para impedirla o agarrar a los ejecutores de la misma), las cosas no dan para
pensar otra cosa.
Si bien el coronel Lino Sánchez y el mayor Hernán Orozco tenían nexos con
paramilitares, es muy posible que haya otros oficiales de alto rango que se mencionan
en el documental y que están implicados en ésta y otras masacres, lo cual explicaría por
qué cada vez que investigan a miembros de la cúpula militar en Colombia, los fiscales
son destituidos y los jueces son obligados a prescribir el caso o irse al exilio si se
obstinan en investigar y hacer justicia. En palabras del abogado defensor del general
Uscátegui, Edgar Saavedra, “aquí no están todos los que son ni son todos los que están”.
Después de ocho años de investigación, no se sabe cuántos muertos hubo, cuántos
desaparecidos y cuántos secuestrados. Como dice el general acusado, “hay manos
interesadas en que la verdad permanezca oculta, y para lograr esto hay que condenar al
general Uscátegui”, y en forma directa se dirige a quien fue Comandante del Ejército y
luego de las Fuerzas Armadas: “Entonces dije a mi general Mora Rangel: vea mi
general, yo estoy mamado de esto. Ustedes saben que soy inocente y han dejado ir esto
muy lejos. Entonces hagámonos pasito. Yo estoy esperando que esta Fiscal me precluya
porque es justo, pero si ustedes no pueden hacer nada, no hagan nada… yo me voy a
juicio. Pero la cosa es seria porque los documentos son gravísimos”. De Mora Rangel se
han presentado denuncias sobre sus vínculos paramilitares, pero a este general no han
permitido que se le investigue.
Entre las declaraciones reveladoras del documental está la del mayor Hernán Orozco,
quien reconoce su vínculo con ONG europeas que consideran valioso su testimonio para
oponerse al Plan Colombia. El mayor Orozco, en conversación grabada con el mayor
César Maldonado, dice: “Yo voy a hablar sobre mi experiencia, tengo que hablar del
paramilitarismo, de los nexos, del problema que me sucedió […]. De hecho, la semana
pasada tuve una reunión con Vicepresidencia, un programa de protección especial, y me
aprobaron todo, lo mío va por buen camino”. Refiriéndose al Colectivo de Abogados
José Alvear Restrepo, comenta que “por mi problema me hice amigo a través de un
periodista que me contactó con ellos, y la idea mía de conectarlos fue para que
descongelaran mi trámite para salir del país, y efectivamente me lo descongelaron y ya
me tienen al otro lado. Obviamente que ellos aprovechan que uno es militar y, pegadito
de la ayuda, pues vienen los favores. Los que saben que tengo esa relación con la ONG
pensarán que soy un enemigo, y los que no saben de la ONG pensarán que soy un
hijueputa por el problema que tuve con mi general Uscátegui. Usted sabe que uno en la
vida da pasos que cree están bien dados, pero el tiempo demuestra que son pasos
equivocados ¿no? Yo estuve con el Colectivo porque me invitaron y querían que
declarara contra usted”. En otro momento, Orozco afirma que el general Uscátegui no
tiene nexos con las Auc. Sorprende que el Colectivo Alvear Restrepo le facilite la salida
del país al mayor Hernán Orozco, uno de los principales implicados en la masacre de
Mapiripán; y asombra más que por el caso Mapiripán la Corte Interamericana de
Derechos Humanos le ordene al Estado colombiano pagar 129.000 dólares a este
colectivo de abogados por representar a las víctimas de la masacre. Y si le sumamos a
eso las ayudas internacionales que recibe esta ONG, vaya negocio se montaron a cuenta
de la guerra sucia contra el pueblo colombiano.
Hay que saludar y estimular el ejercicio de estos nuevos documentalistas, que animados
por lazos consanguíneos se atreven a revelar victimarios, autores intelectuales,
cómplices y protectores, que en un contubernio de décadas van dejando los campos del
país manchados de sangre e injusticia. Vale la pena ver el documental y que los
distintos sectores sociales brinden su opinión sobre el mismo y sobre la injusticia que
rodea la paz del silencio que ahora se quiere institucionalizar.
*
Esta información se difundió en internet a través del Equipo Investigativo de El
Espectador.
http://www.eldiplo.info/mostrar_articulo.php?id=377&numero=50
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