El Che y la guerrilla nicaragüense

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El Che y la guerrilla nicaragüense
Por Jesús Miguel (Chuno) Blandón
Durante casi medio siglo, el gobierno cubano ha mantenido, casi como un secreto de
Estado, la participación del Che Guevara en la guerrilla nicaragüense de 1959. Aunque se ha
divulgado ampliamente la actuación del Che en África y otros países, lo de Nicaragua es algo
poco menos que ignorado.
Todo esto, quizás, fue para no darle argumentos a la agresión norteamericana que
saldría, precisamente, de Nicaragua, y en la que tuvo un papel destacado el testimonio
delator de un nicaragüense: Chéster Lacayo.
Hoy, casi medio siglo después, salen a la luz los más íntimos detalles sobre la
preparación de la guerrilla nicaragüense, en 1959, impulsada, organizada y armada por el
Che Guevara, a quien Fidel Castro le había confiado apoyar la revolución en Nicaragua,
mientras Camilo Cienfuegos haría lo propio en Dominicana.
El Che quería pelear en Las Segovias; probablemente habría muerto en Nicaragua, pero
Fidel se opuso a ese viaje y lo mandó a Yakarta, Indonesia.
Éstos y otros detalles son revelados por el comandante Rafael Somarriba en su libro
inédito Memorias de mi vida revolucionaria, escrito en los años 80.
Somarriba, máximo jefe militar y político de El Chaparral, murió viejo y olvidado, pero fiel a
su ideal revolucionario y, sobre todo, a la fraterna amistad con el Che Guevara.
Fue atacado y calumniado, y hasta se le acusó de ser del FBI, pero el comandante Carlos
Lugo, héroe viviente de la revolución cubana, segundo al mando en El Chaparral, lo defiende
y afirma que era un revolucionario, que jugó un gran papel y que el Che nunca le retiró su
confianza.
El comandante Somarriba mantuvo una buena amistad con el intelectual Carlos Chamorro
Coronel, así como con el autor y, antes de morir, entregó al primero su libro Memorias de mi
vida revolucionaria, para que fuera publicado después de su muerte.
Así lo hacemos hoy, en gran medida, en estos trabajos.
Guatemala, mayo de 1954 (11.00 p.m)
-¿Cuántos hombres tiene el Batallón Somoza?
La pregunta la hace un joven médico argentino al nicaragüense Rodolfo Romero, jefe de
la Brigada Augusto César Sandino, en plena revolución de Arbenz.
-Tiene 800 hombres –respondió Romero.
-¿Y 800 hombres mantienen prisionero al pueblo de Nicaragua?
Los aviones venidos de Nicaragua bombardeaban Guatemala.
-El Batallón Somoza es la brigada elite, pero hay destacamentos de la Guardia en todo el
país.
El médico Ernesto Che Guevara, conocido después como el Che, se sentó en el suelo y
puso a un lado su mochila.
Estaban en un edificio de la 5ta. Avenida. Romero era el responsable y el Che, que había
pasado por Nicaragua, traía una carta para Edelberto Torres Rivas.
Como el encargado del turno no había llegado, el Che se ofreció para hacerlo.
-¿Sabes disparar la carabina? –le preguntó Romero.
-No, no sé cómo usarla.
Entonces el nicaragüense Rodolfo Romero le enseñó a disparar al Che, quien desde
entonces estaría vinculado con nuestra historia y ya se interesaba por la Guardia Nacional.
Cinco años más tarde
Fortaleza La Cabaña, La Habana, enero de 1959: el Che Guevara recibe en su oficina a la
Dra. Concepción Palacios y al ex teniente Rafael Somarriba, únicos nicaragüenses que
habían llegado a Cuba. El Che ordena a su ayudante que haga un pase para Somarriba.
-Ven mañana, pero solo –le dice al ex militar.
Desde el primer momento, surgió una corriente de simpatía entre el Che y Somarriba.
Ambos eran jóvenes, uno con experiencia en la guerrilla y otro formado en la Academia
Militar.
Somarriba acompañó al derrocado presidente Leonardo Argüello, en 1947. A punta de
pistola se abrió paso en la Embajada de México y a punta de pistola salió al aeropuerto
acompañando a Argüello hasta su muerte.
El Che comenzó a pagarle el hotel a Somarriba. En febrero, comenzaron a llegar los
exiliados nicaragüenses de México y Centroamérica, quienes entraban y salían de La
Cabaña, ofreciéndose para el cargo de comandante militar de la revolución en Nicaragua.
Fusilamientos en La Cabaña
6 de marzo de 1959: relata Somarriba que estuvo esperando durante varias horas al Che.
Había trabajado hasta las seis de la mañana y estaba durmiendo. Era cuando, a diario, se
fusilaban a criminales de guerra. Trabajo agotador para el Che, que ejercía la primera
autoridad militar en la provincia de La Habana.
"Algunas veces, yo dormía en su casa y no podíamos hablar, aunque durmiéramos en el
mismo cuarto. Llegaba tan extenuado que se acostaba con el mismo uniforme de campaña y
las botas. Yo lo admiraba y sentía respeto y agradecimiento por él. No fue en una, sino en
muchas ocasiones que, sentándose en la silla y balanceándose, me dijo: ‘Hablemos de
Nicaragua, no me mires que estoy cansado; quiero hablar de la revolución de Nicaragua,
porque la siento mía’. Y hablábamos, a pesar de su cansancio y el asma que lo agotaba",
relata con emoción Somarriba. Agrega que llegó a tener una gran amistad con Aleida March,
quien sería esposa del Che, y él era un miembro más de la familia. Podía comer y dormir en
la casa siempre.
6 de marzo 2.00 p.m: El Che almuerza con Somarriba
-¿Cómo me ves? Me siento muy mal. Ya vi al médico y me recomendó reposo absoluto.
Pero esto es sólo entre los dos. No quiero enfermarme. No me preocupan tanto los
problemas de Cuba como los de Nicaragua. Estos políticos nicaragüenses, por estarse
peleando, han retrasado todo. No sé cómo me sentiría si, por mi enfermedad, se atrasara la
liberación de Nicaragua.
El comandante había expresado a los líderes nicaragüenses que, en su opinión, el
comandante militar debía ser Somarriba, lo que les concitó a ambos, Somarriba y el Che, la
inmediata animadversión de todos.
-Pase lo que pase, la cosa seguirá hasta el final, y quiero decirte Somarriba que, cuando
estés peleando, me iré contigo. No te preocupes por los políticos. Ellos no representan nada,
ni determinan nada. Las cosas las iremos resolviendo tú y yo.
Yo quiero que tú, Rafael, te encargues de estudiar la lucha insurreccional. Creo que tú y
yo nos comprendemos muy bien. Serás el jefe de la revolución para garantizar que la
seguridad de las armas y la revolución estén en buenas manos. La nuestra, ya dejó de ser
una simple amistad, ahora es fraterna. Mi comandante, lo espero mañana en la mañana.
"Un día me dijo el Che –afirma Somarriba: ‘Hombre, qué triste es esta lucha. Parece que
los nicaragüenses quieren destruirse entre sí. El movimiento se está desprestigiando aquí en
La Habana. Venden bonos sin control, hacen expediciones no autorizadas, como la de
Chéster Lacayo. Tengo la impresión de que los nicaragüenses son irresponsables e
irredentos’".
Llega la gente de Venezuela y Managua
Ellos representaban a los partidos Movilización Republicana, Renovación Nacional,
Socialcristiano, Socialista, Liberal Independiente y Unión Patriótica Nicaragüense de
Venezuela.
El Che le dijo que "los nicaragüenses han hecho más dura la ya de por sí difícil tarea de la
unificación. Hemos estudiado detenidamente a todos los que pretenden luchar por la
revolución. Yo, de forma personal, he llegado a la conclusión de que el único que representa
garantías y tiene aceptación de Cuba es Rafael Somarriba".
El Dr. Álvaro Ramírez González propuso la formulación de un documento para las bases
de la unidad, que fue firmado por Guillermo Córdoba Rivas, Roberto Bermúdez Alegría,
Manuel Pérez Estrada, Juan José Meza, Armando Amador, José Simón Delgado, Dra.
Concepción Palacios y el jefe de la revolución Rafael Somarriba, quien fue reconocido por
todos.
Recordando este momento, el Dr. Álvaro Ramírez nos dice: "Yo iba como representante
del Partido Socialista. Manuel Pérez Estrada iba como Secretario General del PSN. En
Caracas nos recibe el gobierno de Betancourt y vamos en un avión expreso a Cuba,
Llevábamos la consigna de unidad nacional, gobierno pluralista. Así se firmó la Carta de La
Habana".
"Somarriba era un hombre joven y sencillo. Su vida no estaba contaminada por lucros
personales, en un ambiente donde muchos habían hecho de la política un modus vivendi.
Tenía conocimientos militares". (Entrevista con el autor).
Por su parte, el historiador y prestigiado intelectual Dr. Aldo Díaz Lacayo, quien vendría
como soldado en El Chaparral, nos dice: "La Habana estaba llena de personalidades
políticas que provocaban la confrontación. El Che no soportó. Estaba harto. Lo más grave
era que los viejos querían que otros pelearan por ellos, que vayan otros. El único que se
prestó para la lucha fue Somarriba, a quien los viejos excluían. La mayoría lo impugnaba
porque no lo conocían, no se les tomaba en cuenta en la designación de Somarriba".
Aldo reclama al Che en ese sentido. El Che le responde: "Tienes razón, pero no te
preocupes. La lucha irá dando los líderes".
"Los políticos que habían llegado a La Habana –dice Aldo-, aún sin quererlo, eran
industriales de la revolución. Mientras más grandilocuentes, se sentían más revolucionarios.
Discursos retóricos y radicales, al gusto del que los patrocinaba. El único que no presentó
manifiestos, ni hacía declaraciones, ni quería pelear desde afuera, era Somarriba. Mientras
otros vociferaban, Somarriba callaba. Los nicaragüenses hacían reuniones públicas, el Che
hacía reuniones compartimentadas, hasta terminar conspirando con Somarriba". (Entrevista
con el autor). En cuanto al comandante Carlos Lugo y capitán Camilo Dájer,
internacionalistas cubanos que combatieron en El Chaparral, ambos elogian la trayectoria de
Somarriba como revolucionario nicaragüense y, específicamente, su labor en los
preparativos de la guerrilla y en la propia acción de El Chaparral (Entrevistas con Lugo y
Dájer).
El Che decide que Rafael Somarriba viaje a México y Centroamérica. El 27 de marzo llega
a Tegucigalpa, habla con Carlos Orellano, Embajador de México, encargado de los asuntos
de Cuba en Honduras. Luego, fue a entrevistarse con el presidente de Honduras Ramón
Villeda Morales. Somarriba lleva una carta que lo acredita como representante oficial del
gobierno cubano, firmada por el Che Guevara, Comandante del Ejército Rebelde de Cuba.
Villeda y Somarriba se identifican totalmente. Villeda ofrece total apoyo a Cuba y a
Nicaragua.
Relata Somarriba en sus memorias que Villeda le preguntó:
–¿Cuál es la ideología de este movimiento? ¿Qué clase de gobierno quieren implantar?
¿Existen compromisos con algún gobierno extranjero?
–No pertenezco a ningún partido. No estamos supeditados a doctrina alguna. No existe el
sectarismo. Tenemos gente de todas las tendencias, pero, sobre todo, patriotas, contesta
Somarriba. Queremos destruir el régimen de los Somoza y la criminal Guardia Nacional.
Habrá un Presidente Provisional que gobierne dos años, y luego habrá elecciones libres. El
nuevo presidente encabezará un gobierno democrático representativo. Cuba no nos ha
pedido nada a cambio de su apoyo. Sólo quieren la liberación de Nicaragua y de
Dominicana".
–¿En que consistirá mi ayuda?, preguntó Villeda Morales.
–El armamento y lo económico lo da Cuba. Necesitamos una pista aérea para
desembarcar armas. También campos de entrenamientos para unos 50 hombres. La pista
tendrá que mantenerse abierta para seguir recibiendo apoyo cubano.
–En Danlí está la hacienda Las Lomas, de un amigo mío, ideal para esta operación militar.
Respetamos la no intervención, pero sería criminal negar nuestra ayuda para la destrucción
de uno de los gobiernos más odiados del continente. Amigo Somarriba, puede contar con
nuestra simpatía y apoyo. Estamos con usted hasta alcanzar el triunfo, expresó Villeda,
visiblemente emocionado.
Ambos hombres se abrazaron, sellando así el acuerdo contraído.
–El compromiso que usted está contrayendo, no es conmigo, sino con el gobierno de
Cuba, al que represento oficialmente, expresó solemnemente Somarriba.
–Cuánto no daría por sellarlo con el comandante Guevara. Soy su ferviente admirador.
Creo que es uno de los hombres más grande de este siglo en el continente americano, dijo
Villeda.
Después, llamó al diputado Mario Amador Idiáquez, para lo de la hacienda Las Lomas.
–¿Cómo resolverá el problema del ejército?, preguntó Idiáquez.
–No se preocupen. Ese problema, yo lo resuelvo, afirmó Villeda.
En este punto tenemos que detenernos para hacer algunas reflexiones obligadas. ¿Por
qué, si el Che era un agente del comunismo internacional, como tanto se ha dicho, se
identificó plenamente con un demócrata liberal, como Somarriba, residente nada menos que
en California? ¿Por qué no le nombró un comisario político para garantizar la pureza del
dogma? ¿Por qué buscó una alianza con otro demócrata liberal como Villeda Morales? ¿Por
qué aprobó el Che un programa democrático-representativo?
Todo esto hace pensar que, efectivamente, lo que querían los comandantes de la Sierra
Maestra era derrocar las oprobiosas dictaduras de Somoza y Trujillo. ¡Lo mismo que
planteaba la Legión del Caribe de Arévalo, Bosch, Figueres, Betancourt, Prío y Rosendo
Argüello!
Lo que deseaban el Che y Fidel era impulsar una revolución latinoamericana
antiimperialista, como la de Sandino. Por eso, el Che soñaba con pelear en Las Segovias,
donde luchó Sandino.
El programa de El Chaparral era idéntico al programa del Moncada, expuesto por Fidel en
La Historia me Absolverá, en 1953.
Fue la errática política de EU, patrocinador de Somoza y Trujillo, precisamente, la que
impidió todo arreglo con Cuba, sobre todo después de la visita del comandante Fidel Castro
a EU, en abril de 1959.
Eisenhower, en actitud cerrada, prefiere irse a jugar golf y no recibir al Primer Ministro
cubano. El vicepresidente Nixon se entrevista con Fidel en una de las oficinas del Capitolio
norteamericano. El comandante le da una explicación del subdesarrollo de Cuba y su
secuela de pobreza, analfabetismo, desempleo, falta de asistencia médica, tenencia de la
tierra, y le expone las medidas que la revolución se propone realizar, que son completamente
justas, y que eran las medidas planteadas en el Moncada de 1953. (La Batalla de Girón,
Quintín Pino Machado, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1983).
Igual cosa había hecho Eisenhower con el embajador de Guatemala, Guillermo Toriello,
quien se entrevistó con él un 16 de enero de 1954: "Logré interesarlo con el relato que le hice
sobre la lucha de superación de nuestro gobierno a favor de las grandes mayorías", dice
Toriello. "Le hice historias, saqué mapas sobre las tenencias de la United Fruit, puertos,
muelles y tierras. Se sorprendió cuando le descubrí el panorama de subyugación económica
en que nos tenían los monopolios extranjeros yanquis" (Tras la cortina de banano, Fondo de
Cultura Económica, México).
Eisenhower desoyó todos los argumentos conciliatorios y dio paso a la agresión armada a
Guatemala, tal como lo haría seis años después, sentando las bases para la invasión a Cuba
de 1961.
Al no encontrar respaldo en el Sistema Interamericano, Cuba buscó apoyo en el campo
socialista, que le brindó fraterna solidaridad.
¡Quiero pelear en Las Segovias!: El Che
El comandante Guevara está delicado de salud y descansa cerca de la playa. Invita a
almorzar a Somarriba.
Comandante Somarriba, hoy sí vamos a trabajar verdaderamente en la revolución de tu
patria. Yo me iré contigo cuando ya estés combatiendo en Las Segovias, dijo el Che.
En el tiempo que tenía de conocer a comandante Guevara me había dado cuenta de que
no luchaba por buscar una posición en un gobierno, sino que su ideal era liberar a los
pueblos latinoamericanos, relata Somarriba.
–Yo amo la tierra de Sandino y quiero luchar en esas Segovias de las que tanto he oído
hablar. Tú vas a regresar a Honduras a renovar los compromisos con Villeda -le expresó el
Che.
–Creo que debemos armar a Villeda para que se defienda del Ejército, terció Somarriba.
–La idea es magnífica. Las armas de Villeda pueden irse con las de Nicaragua. Ofrécele y
cúmplele. Para eso, tienes el respaldo del gobierno cubano, enfatizó Guevara.
13 de abril: Somarriba se entrevista con el gobernador de Chiapas, Carlos Madrazo,
amigo del Che, quien ofrece todo su apoyo. Recluta combatientes en México y Guatemala.
Tegucigalpa, 18 de abril: Somarriba informa a Villeda lo de las armas que le ofrece Cuba
y que, cuando comience la lucha en Nicaragua, él puede darle también la libertad al pueblo
hondureño.
Villeda se desconcierta. Dice que ese es un asunto muy serio. Somarriba le dice que el
Che opina que el Ejército es una amenaza para el gobierno.
–¿Cómo traerían las armas?, preguntó Villeda.
–Recuerde que vendrán los aviones B 29. Ahí se trasladarán las armas de Nicaragua y
las suyas.
–¡Maravilloso! Se ve que todos los detalles han sido preparados. Se siente la mano del
Che. Pero permítame consultar la opinión del presidente del Congreso Nacional, doctor
Modesto Rodas Alvarado.
20 de abril: Villeda le pide a Somarriba 5,000 fusiles Garand.
Somarriba regresa a La Habana. El Che está eufórico. Llama a su gente de confianza en
La Cabaña y comienzan a cargar, en unos camiones, las armas para Nicaragua y Honduras.
Somarriba y el Che trabajan toda la noche, sin descanso, hasta que acomodan las armas
en dos casas desabitadas.
21 de abril: Revisan, arma por arma, para chequear que están en buenas condiciones, y
les borran el número de serie con esmeriles. Había ametralladoras calibre 30, enfriadas por
aire (BAR); fusiles Garand calibre 30; carabinas San Cristóbal UM, dominicanas; granadas
de fragmentación; explosivos de demolición; gran cantidad de municiones.
El comandante Eliseo
Al día siguiente, el Che le presenta a Somarriba al comandante Eliseo, Jefe de la Fuerza
Aérea Revolucionaria (FAR). Se lo pone a la orden para que viaje con él a Honduras, y, en
un avión de alquiler, sobrevuele la pista aérea. Luego, le presenta a dos oficiales más.
Éste es el oficial que yo más quiero en el Estado Mayor. Se llama Onelio Hernández. Él te
cuidará cuando tú duermas. Lo hago responsable de tu vida. Este otro es Ramón Fernández,
que me ha funcionado como Jefe de Comunicaciones, dijo el Che.
21 de abril: El comandante Faure Chomón, Secretario General del Directorio
Revolucionario "13 de Marzo" y jefe de la lucha guerrillera de esa organización en la Sierra
del Escambray, se ofreció para ir a pelear a Las Segovias. Somarriba le dice que también el
Che irá a Nicaragua.
–¡Excelente! Nos iremos los dos -exclamó entusiasmado Chomón.
Luego, Faure Chomón le presentó al comandante Carlos Lugo, destacado combatiente
del llano y de la lucha guerrillera.
23 de abril: Onelio y Ramón están atentos para el viaje, con sus pasaportes y una radio
portátil.
El Che está un poco preocupado: "Aquí tienes el dinero que prometí darte. No está
completo, por eso estoy contrariado. El resto te lo mandaré a Honduras, con Eliseo. Monta la
estación de radio para que estemos en contacto".
Somarriba relata que en ese momento llegó a la oficina el comandante Raúl Castro.
Preguntó si al fin se iba a combatir en Nicaragua. Se le hizo un relato pormenorizado de lo
actuado en Honduras. El Che le pidió dinero para la expedición.
–¿Cuánto necesitas?, preguntó Raúl.
–Mucha plata ¿No tienes unos veinte mil dólares?
–Tengo unos dos mil dólares.
Y se los entregó al comandante Somarriba.
Al retirarse el comandante Raúl Castro, los dos amigos se dieron un abrazo y se
despidieron.
Carlos Fonseca y el Che a 48 años de "El Chaparral"
Por Jesús Miguel "Chuno" Blandón
El 17 de abril de 1959, el comandante Carlos Lugo se convierte en el primer combatiente
internacionalista que sale de Cuba para unirse a las guerrillas nicaragüenses tras el triunfo
de la revolución. Otros cubanos viajarían después a diversos países de África, Asia y
América Latina.
Somarriba, Onelio y Ramón tomaron el avión en La Habana. El 24 de abril salen hacia la
montaña. Villeda da armas para el entrenamiento.
Por México iniciaron el viaje Virgilio Godoy, Klaus Khul y Aldo Díaz. Por Guatemala, Fanor
Rodríguez Osorio, Mauricio Morales Córdoba, Enrique Marenco, Silvio Ramírez y los
guatemaltecos Álvaro Urrutia Ramírez y Ramón Minos Velásquez.
Por Honduras, desde La Habana, vinieron Manuel Baldizón y Enrique Morales Palacios,
Aníbal Sánchez Aráuz, Manuel Canelo y Rodolfo Romero.
Somarriba regresa a La Habana el 12 de mayo. Se reúne con el Che y el comandante
Eliseo, jefe de la Fuerza Aérea Revolucionaria cubana, quien viajará a Honduras con
Somarriba.
"Hay que volar las veces que sea necesario, por la mañana, por la tarde y por la noche.
Hay que familiarizarse con la ubicación de la pista. Recuerda que, según los mapas, si te
equivocas, cinco minutos más y estarás volando sobre territorio nicaragüense", alertó el Che
a Eliseo.
En la finca Las Lomas fueron reconcentrados 55 hombres que constituían el grueso de la
guerrilla.
Otros 27 combatientes entrenaban en una finca, cerca de Sabana Grande, a 30 kms. de
Tegucigalpa, bajo las órdenes del ex teniente Guillermo Duarte.
El comandante Eliseo
El 17 de mayo llega a Honduras el comandante Eliseo. Viaja hacia el lugar donde está la
pista de aterrizaje, levanta un mapa para ubicarse desde el aire y alquila una avioneta, con la
que hizo varios vuelos sobre la pista. Al principio, volaba muy lejos del lugar, pero cuando se
le hicieron señales con una sábana que llevaban Somarriba y Ugarte, finalmente aterrizó.
El 20 de mayo, Eliseo regresa a la Habana. Villeda informa a Somarriba que la OEA va a
hacer una inspección en la frontera. Ya han llegado los helicópteros con pilotos
nicaragüense, hondureños y norteamericanos.
Somarriba ordena desmantelar las casas de campaña y abrir hoyos para enterrar los
desperdicios. Los hombres cambiarían sus uniformes por ropa campesina. Se hicieron tres
grupos: uno bajo el mando de Onelio; otro bajo el mando del comandante Carlos Lugo y otro
que jefeaba Manuel Baldizón.
Somarriba y Ugarte se dirigieron al parque de Danlí, disfrazados de campesinos. Dos
helicópteros aterrizaron en el parque e interrogaron a varias personas.
"En la comisión venía Francisco Boza, de la GN, a quien yo reconocí. Allí escuchamos
expresiones como: ‘Aquí no hay nada’", relata Somarriba en sus memorias.
Villeda estaba visiblemente emocionado.
"Ya me hablaron de la fuerza armada y dicen que no encontraron nada, todo ha sido un
éxito", expresó Villeda.
El jefe rebelde regresa a La Habana el 24 de mayo. Se reúne con el Che y le informa que
la OEA no pudo detectar nada.
Faure Chomón le comunica que le entregará a otros dos combatientes: el capitán Camilo
Dájer y el estudiante Marcelo Fernández. Ambos viajan con Somarriba a Honduras.
Las vacilaciones de Villeda
Entrevista con el presidente Villeda, el presidente del Congreso Nacional, Modesto Rodas
Alvarado, y el diputado Mario Armando Idiáquez. Éste dice que, quizá, cinco mil garands son
muy difíciles de esconder. Somarriba afirma que si el ejército descubre la conspiración, es
igual que sean cien rifles o cinco mil. Insiste en que lo mejor será reunir a los líderes del
partido de Villeda, organizar a la gente y distribuir las armas.
Al día siguiente Villeda fue el primero en hablar:
"Comandante Somarriba, sé que usted no estará de acuerdo con nuestra decisión, pero
circunstancias muy especiales nos obligan a no aceptar las armas ofrecidas. Nuestra
preocupación es enorme porque, históricamente, le estamos fallando a nuestro pueblo. Si
usted triunfa en Nicaragua tendremos un gobierno amigo, que apoyará a mi gobierno. Le
ruego, encarecidamente, transmita al comandante Ernesto Che Guevara nuestra gratitud, a
nombre mío y en el de mi oprimido pueblo.
Aunque Rafael Somarriba no lo sabía, en ese momento se estaba marcando el trágico
final de la guerrilla de El Chaparral.
Aleida March
La Habana. Reunión con el Che. "Me está esperando Aleida March; en ella está
encarnada la revolución profundamente. Comparte con el Che todos los secretos de sus
luchas revolucionarias. Ella es mi amiga y colaboradora con la lucha nicaragüense",relata.
-Los aviones que se van a utilizar ya los he cambiado de la base militar a la pista del
balneario de Varadero --dijo el Che--. ¿Y qué pasó con las armas que les íbamos a dar a los
hondureños?
-Ese asunto se jodió, hermano. Al principio había una gran decisión, pero cuando
comencé a apretar los tornillos, se rajaron. Pero dijeron que nos iban a seguir ayudando.
-Entonces --dice el Che--, ¿quieres decir que vas a echar reata tú solo?
-Solo no, ¿que no estás tú detrás?
-Qué lástima. Los hondureños nunca van a tener otra oportunidad como ésta para
deshacerse del ejército.
Luego, el Che habló de las armas:
-Tú no puedes viajar con los aviones que llevan las armas. Tienes que viajar aparte para
esperarlas en las montañas. No corras riesgos innecesarios, porque, si te pasa algo, se jodió
todo. Selecciona a los hombres de más confianza para que, junto contigo, estén a la
expectativa de la llegada de los aviones. Yo no te voy a dar hora ni día. Esta operación es
una de las más delicadas.
-¿Va a ser de día o de noche? --pregunta Somarriba.
-Tienes que estar pendiente las 24 horas. Inclusive, Eliseo tiene instrucciones de que si
durante el vuelo los siguen algunos aviones, que tire al mar todo el cargamento. Este asunto
sólo hay dos personas que lo saben: tú y yo.
Raúl Castro al frente
Rafael regresa a Honduras a preparar todas las condiciones para la llegada de las armas.
Habla con Edgar Alvarado, contacto en Guatemala, para que compre pistolas. Le entrega
diez mil dólares para adquirir diez pistolas.
"En mi maletín yo andaba cien mil dólares --afirma Somarriba--. Edgar Alvarado nunca
regresó, ni los diez mil dólares tampoco".
La Habana. Nueva reunión.
–Tengo muchos problemas graves. Por eso no te he mandado las armas --le informa el
Che, quien no se está un momento quieto, caminado, dando vueltas en la habitación. De
pronto, en tono exaltado, le dice a Somarriba:
-Mira, hermano, pase lo que pase, el movimiento revolucionario de Nicaragua no se va a
detener. Quizás hasta yo vaya contigo desde el primer momento.
"Durante la cena, el Che siguió hablando de sus problemas y yo no pude seguir
comiendo", cuenta Somarriba.
-Ya se te quitó el hambre.
-La verdad, sí; ya me contagiaste con tus problemas.
-Fidel me ha ordenado que mañana salga para Yakarta, Indonesia.
-Y entonces, ¿qué pasará?
-Bueno, esa es la decisión que estoy tratando de tomar.
"Después, pasamos a otro tema y el Che me invitó a su matrimonio con Aleida March, a
realizarse el día siguiente".
-No me voy. Primero Nicaragua y después me iré --dijo al despedirse el Che.
"Al siguiente día asistí a la boda de mis dos grandes amigos: el Che y Aleida, relata
Somarriba.
"El Che, como siempre, con su apariencia humilde, pero con ciertos destellos de felicidad
en el rostro. Aleida, también humilde, pero extremadamente feliz.
"Cuando la ceremonia terminó, el Che me llamó aparte y me presentó a un oficial llamado
Hernaldo López, informándome que él sería el enlace entre el comandante Raúl Castro y yo",
continúa Somarriba.
-El comandante Raúl Castro está enterado de nuestros planes. Raúl se encargará de
Nicaragua.
"Luego nos quedamos solos, el Che, Aleida y yo. El Che me dijo: ‘Mira hermano, yo no
me voy de Cuba sin antes haberte enviado las armas. Regresa mañana en la mañana’".
Los aviones B 29
¿Pueden 55 hombres derrotar a todo un ejército? Esa pregunta se la hacían,
repetidamente, los miembros de la guerrilla, en las pláticas que se producían,
necesariamente, después de cada entrenamiento. Pero ahora, tenemos el apoyo de dos
gobiernos: Villeda y Fidel. Además, está el pueblo. El pueblo, siempre el pueblo.
¿Llegarán los aviones? ¿Y si se van en promesas, como siempre ha sucedido? ¡Ah! ¡Si
viniera el Che! Habían sido días de mucha tensión. La tropa era heterogénea, la mayoría no
se conocía. Habían pasado días y noches enteras vigilando la pista, esperando los B 29.
Manuel Baldizón daba instrucciones: medir una extensión de unos 600 metros a lo largo y 60
metros de ancho. Quitaron troncos y piedras que pudiera dañar el tren de aterrizaje.
Colocaron sábanas extendidas para que los pilotos ubicaran la pista. En la noche, se
preparaban fogatas para orientar a los pilotos.
La tensión aumentaba. ¿Y si no llegan las armas? ¿Y si Cuba no puede cumplir? ¿Y si los
aviones son interceptados?
Hay impaciencia y cierta desmoralización. Somarriba recorre la pista. Les da bromas a los
combatientes; ellos también bromean.
-Comandante, yo creo que nos dejaron enganchados. Los aviones nunca van a venir -dicen los más escépticos.
Somarriba ríe para inyectar seguridad. Para que puedan soportar la larga espera, los
rayos del sol que queman, de forma inclemente, en el día.
Ocurrió el día siete de junio, a las cinco y media de la tarde. Se escucha un griterío en la
pista: ¡Los aviones!
Dos imponentes bombarderos B 29 aparecen en el cielo azul y despejado.
En medio de un ruido ensordecedor, aterriza el primer avión, que se repliega hasta el final
de la pista, para dar paso al segundo, que aún está en el aire.
El primero en saltar a tierra es el comandante Eliseo, que abraza a Somarriba.
-Comandante, aquí estamos. No sabe cuánto nos ha costado hacer esta operación, pero
todo ha salido perfecto.
Aterriza el segundo avión y se comienzan a descargar las armas, material médico, casas
de campaña, uniformes y botas militares.
Había sido una operación perfectamente sincronizada y cronometrada: duró 35 minutos.
Una vez descargados los aviones, Eliseo entrega a Somarriba el dinero prometido por el
Che y una carta manuscrita, donde se despide de él y le reitera su inquebrantable decisión
de pelear en Las Segovias, tan pronto sea posible.
Eliseo le dice:
-Comandante, nuestro Che se va mañana para Yakarta. Le manda un fuerte abrazo y le
pide que se cuide por el bien de Nicaragua.
"Cuando Eliseo me dijo eso, estaba llorando", relata Somarriba.
Los aviones se enfilan nuevamente hacia Cuba. Ya con los motores encendidos gritan:
¡Viva la revolución cubana! ¡Patria o Muerte, Venceremos!
Los nicaragüenses contestan:
¡Viva la revolución nicaragüense! ¡Patria libre o morir!
Manuel Baldizón
Los combatientes cubanos se mostraban muy impresionados por las cualidades
combativas de Manuel Baldizón, quien había adquirido una gran experiencia con el general
Ramón Raudales. Les preocupa la ausencia de la organización y coherencia orgánica, así
como también del sentido del clandestinaje, que caracterizaba al Movimiento 26 de Julio.
Fanor Rodríguez Osorio afirma, en entrevista que nos concedió en 1979, que él había
interceptado, en la radio, noticias de una reunión entre Andrés Espinoza, jefe de las tropas
hondureñas en la región, y la guardia somocista, en Teotecacinte.
Él pasaba un informe diario, nos dijo, a los jefes, sobre las noticias captadas al ejército
nica y al hondureño.
El presidente Villeda informa a los responsables políticos, en Tegucigalpa, que el ejército
hondureño se moviliza en una operación de búsqueda y aniquilamiento.
Tal información, no es recibida por los guerrilleros, ya que la gente de Tegucigalpa los
cree ya en territorio nicaragüense.
A orillas del río Chichicaste, se dividen las fuerzas en tres columnas: la vanguardia, con el
Estado Mayor, al mando de Somarriba. La columna central, al mando del comandante Carlos
Lugo, y la retaguardia, comandada por Onelio Hernández.
Carlos Fonseca Amador
El 21 de junio llegan al campamento Ramón Raudales. Vienen siete hombres más. Uno
de ellos es estudiante.
-¿Cómo te llamas?, pregunta Somarriba.
-Carlos Fonseca Amador. Estuve en Tegucigalpa, decidí salir hacia Danlí.
Somarriba estaba preocupado por el aspecto físico del nuevo combatiente. Su cuerpo era
muy delgado y llevaba unos lentes enormemente gruesos.
-¿Por qué sólo a mí me interroga?
-Porque estoy preocupado por ti. Toda esa gente que ves, ha tenido un entrenamiento de
tres meses en la montaña. Te veo muy débil. Me preocupa tu vista, llevas unos lentes muy
fuertes, eso significa que eres corto de vista.
-Soy estudiante y soy revolucionario. Déjeme probar. Creo que puedo aguantar.
Onelio también opinaba que el estudiante iba a ser un problema porque no iba a aguantar
las caminatas. De todos modos, se le entregó un rifle garand, una mochila y cien cartuchos.
Los nuevos hicieron prácticas de tiro.
"Carlos Fonseca llegó a decirme que quería estar en la columna donde fueran más
estudiantes. Yo le expliqué que la organización era temporal, que íbamos a cambiar de
posiciones y hasta de jefes de columnas", apunta Somarriba. "Le expliqué a los oficiales
cubanos que los muchachos nicaragüenses debían de ser los jefes, porque ya íbamos a
entrar a territorio de Nicaragua. La primera orden que di fue que Manuel Baldizón Richardson
sería el segundo al mando con el grado de capitán. El cargo de Carlos Lugo lo asumió
Enrique Morales Palacios".
Siguieron hacia el sur.
"Me informan que el muchacho estudiante estaba agotado. No aguantaba el fusil", relata
Somarriba.
-¿Te acuerdas que te molestaste porque te preguntaba? Yo no te puedo dejar botado en
la montaña, pero tampoco puedo retrasar la marcha de la revolución por esperarte.
-Yo quiero ir a la lucha. Cámbieme de posición.
-La posición no tiene que ver. Todos vamos a pie y en las mismas condiciones.
-¿Y qué piensa hacer conmigo?
-Lo mejor sería que regresaras. Más tarde te puedes integrar a la lucha urbana. Ya ves
que la montaña es un enemigo feroz.
-Cámbieme el arma por una liviana.
"Ordené que le entregaran una carabina San Cristóbal, que es más liviana, y que le
quitaran las mochilas. Lo pasamos a la primera columna que yo comandaba y donde iban los
otros estudiantes", recuerda Somarriba.
En marcha hacia Nicaragua
22 de junio. Borde norte de El Chaparral. "Onelio, Carlos Lugo y yo hacíamos una
inspección de todos los miembros de las columnas. Nos alarmamos al ver al estudiante
Carlos Fonseca Amador. Los mosquitos le habían destrozado la cara a picotazos. Estaba
increíblemente inflamado. Nuestro médico trató de ayudarlo, pero él tenía la piel muy
sensible", rememora.
-Te dije que ibas a tener muchos problemas y nos vas a causar muchos retrasos.
-Déjeme seguir. Yo quiero combatir. A mí nadie me mandó. Yo vine por mi cuenta.
"A mí me agradó su actitud -continúa- ,y le dije:
-Iremos hasta el final, suceda lo que suceda.
En ese momento llegó un campesino llamado Chebo, conocido de Baldizón en anteriores
guerrillas. Dijo que venían 30 hombres más. Decidieron esperarlos, porque así dividirían la
carga. Las mulas ya no aguantaban.
Captan, en la radio, instrucciones de la Guardia Nacional a una patrulla que se movilizaba
entre Ocotal y el Jícaro. El comandante de Ocotal informaba a Managua que no había
novedad.
"Basado en esto, yo ordené que marcháramos hasta colocarnos en la parte sur de El
Chaparral, frontera con Nicaragua. Envié dos columnas a territorio nicaragüense, una al
mando de Baldizón y otra al mando de Onelio, para explorar el terreno por donde
entraríamos al día siguiente".
"Manuel Baldizón informó que había observado un puente por donde, supuestamente,
pasaba un camión de la guardia. Onelio informó que no había encontrado nada y que creía
que la entrada estaba fácil", dice Somarriba
Una verdadera carnicería
24 de junio, 4 a.m.: Guillermo Vélez informó que los hombres que estaban con él habían
desertado. Eran los dos guatemaltecos. Se formó una patrulla al mando de Harold Martínez
para perseguirlos y fusilarlos, pero no pudo alcanzarlos.
A las 12:45 p.m. la tropa es atacada por la retaguardia. Es el ejército hondureño.
"No podíamos distinguir al enemigo, pero contestamos el fuego en forma eficiente –-relata
Somarriba--. Media hora después de haber iniciado el combate, comenzamos a recibir fuego
por la vanguardia. Claramente se oían ametralladoras 30 y 50. También éramos atacados
con morteros y granadas de rifle.
"Yo salí a hacer un recorrido de nuestras filas, en compañía del joven Víctor Lara,
guatemalteco, mi ayudante.
"Muere nuestro compañero José Arosteguí, quien defendía su posición, con la
ametralladora 30, valientemente.
"En el puesto del Estado Mayor, se encontraba conmigo el comandante Onelio
Hernández, quien fue herido mortalmente por una ráfaga de ametralladora que lo tocó dos
veces seguidas.
"Los guerrilleros gritaban: ‘¡Viva la revolución!’. La soldadesca hondureña respondía:
‘¡Ríndanse, hijos de putas!’
"Se hizo un alto y el comandante de la fuerza hondureña quiso parlamentar conmigo.
Indicamos un árbol para reunirnos. Ambos veníamos con nuestros ayudantes. No habíamos
empezado a hablar cuando una ráfaga de ametralladora nos bañó, cortando el vástago del
árbol. El comandante Andrés Espinoza me dijo que tenía órdenes de la embajada americana
y de la Comisión Militar Mixta que no debía haber prisioneros. A esto le contesté yo: ‘No
tenemos nada que hablar, sigamos combatiendo’. Ambos regresamos a nuestros puestos de
combate y el fuego se reanudó.
"La Guardia atacaba la vanguardia y los hondureños nuestra retaguardia. Los miembros
de las columnas sostenían el fuego valientemente. Estaba conmigo el comandante Onelio
Hernández, gravemente herido; también Marcelo Fernández y Aníbal Sánchez Aráuz. Una
segunda ráfaga de ametralladora hiere al comandante Onelio. Marcelo Fernández me dice
que nuestra ametralladora 30 está silenciada. Él quiere quitar el cadáver de Arosteguí y
hacerla funcionar nuevamente. Marcelo corre del puesto del Estado Mayor hacia la
ametralladora, pero cae muerto. Aníbal Sánchez vuelve a su puesto de combate y cae
heroicamente.
"Yo trato de vendar las heridas de Onelio. Lo puse entre mis piernas y lo vendé lo mejor
que pude. Después, lo arrastré hasta un enorme árbol de ceiba, que estaba como a diez
pasos. Una granada de rifle me alcanzó, me arrancó la faja de la cantimplora y la pistola 45.
El impacto me lanzó a unos cuatro metros de distancia y caí en un lodazal. Cuando me
recuperé, regresé donde Onelio. Ya no podía hacer nada por él. Las heridas eran enormes y
mortales.
"Como a diez pasos de donde yo estaba, se encontraba combatiendo el estudiante Carlos
Fonseca Amador. Los soldados seguían gritando: ‘¡Ríndanse, hijos de putas!’.
"De repente, el muchacho se puso de pie y gritó: ‘¡Viva la revolución nicaragüense!’ ‘¡Viva
Sandino!’, y cayó al suelo, herido. En el suelo, me gritó: ‘¡Comandante, ya me mataron!’
"Como el herido siguió gritando, yo fui con mi ayudante al lugar donde estaba caído. Le
acomodamos la cabeza sobre un montón de hojas y le prohibimos que hablara porque la
hemorragia del pecho era abundante.
"Mandé a traer al médico, doctor Barboza, pero a éste lo mataron cuando venía hacia
nosotros. La sangre fluía abundantemente por el pecho del estudiante. Los ojos los tenía
cubierto de lodo. Me dijo que quería hablarme. Quiso incorporarse, pero no lo dejé. Él no hizo
caso y me dijo: ‘Comandante, prométame dos cosas, que no me va a dejar tirado aquí en la
montaña. Segundo: que la revolución no se detendrá.
"Así es. Si caemos, otros levantarán nuestros fusiles, le contesté.
"Ya casi desmayándose, murmuró: ‘Combatamos... ¡Viva Sandino!
"Yo regresé al Puesto de Mando, y luego fui a ver a otros heridos. La ametralladora que
había herido a Onelio seguía barriendo el centro de nuestro campamento.
"Después que hice el recorrido para contar heridos y muertos, regresé donde Onelio.
Estaba agonizando. Acomodé el cañón de mi fusil telescópico e hice el disparo. Vi saltar
sobre el peñasco al artillero, junto con la ametralladora, que caía en el abismo.
"El combate continuó unas dos horas y media. El fuego era cada vez más intenso.
Cuando fui nuevamente a reconocer las líneas, vi que tenía varios muertos y muchos
heridos.
"El comandante de la tropa hondureña nuevamente gritó: ‘¡Paren el fuego! He recibido
nuevas instrucciones. Podemos negociar la rendición’.
"Ellos pararon el fuego y nosotros también. Luego, reunimos al comando central
compuesto por el comandante Carlos Lugo, el capitán Camilo Dájer y el capitán Manuel
Baldizón, para discutir la rendición. Escuché sus opiniones, volvieron a sus posiciones de
combate y yo fui a un sitio abierto a hablar con el comandante hondureño. Éste me dijo que
estábamos rodeados por dos semicírculos, los del norte eran hondureños y los del sur
guardias somocistas. Prometió que respetaría la vida de todos. Decidí la rendición.
"Sin embargo, una vez rendida la columna guerrillera, fueron asesinados tres compañeros
más a sangre fría y a mansalva".
Describiendo el combate, Aldo Díaz Lacayo nos dice: "El ejército estaba a unos 15 metros
arriba de la guerrilla. Yo estaba a unos diez metros. Manuel Baldizón a un metro, donde
comenzaba la subida.
"Cuando ya la tropa estaba rendida, Manuel Baldizón resbala y lo ametrallan. Fue un
asesinato.
"Los cubanos daban la vida por Somarriba. La organización del movimiento que hizo
Rafael fue perfecta. Planificar el aterrizaje de los aviones en Honduras, con las armas, fue
una proeza.
¿Por qué Somarriba se quedó en ese lugar? Él confiaba en que los militares le eran fieles
a Villeda. Era un sitio favorable para la alimentación. Había un río. Eligió un campamento con
una logística adecuada".
Héroes por la libertad
Los héroes caídos: Antonio Barbosa, Aníbal Sánchez Aráuz, José Manuel Arosteguí,
Manuel Canelo, Manuel Baldizón, Enrique Morales Palacios y Adán Suárez Rivas,
nicaragüenses. Onelio Hernández y Marcelo Fernández, internacionalistas cubanos. Todos
fueron enterrados en una fosa común.
Los soldados despojaron a los heridos y a los muertos de todo lo que tenían. A Carlos
Fonseca, creyéndolo muerto, comenzaron a bolsearlo, pero éste hizo un movimiento e
impidió que le robaran.
Los sobrevivientes fueron amarrados con los dedos gordos hacia atrás. En fila marcharon
entre la montaña hacia Danlí.
Después de tres días de vejaciones y sufrimientos, los prisioneros llegaron por la
madrugada a Tegucigalpa, donde centenares de hondureños, especialmente estudiantes, los
recibieron con gritos contra el ejército. Los heridos fueron llevados al hospital San Felipe.
Agonía de Carlos
Según el combatiente Octaviano Mantilla, quien entraría luego con el comandante Julio
Alonso y que era compañero de estudios de Carlos Fonseca, éste agonizó toda una noche.
"Yo estuve cuidándolo y se le oía un gran ruido en el pecho, como que se estuviera
ahogando.
"A media noche llegó un sacerdote a confesarlo, pero Carlos no aceptó. Yo le toqué el
pecho y le sentí una pelotita resaltada. Llamé al médico, éste le hizo una pequeña incisión y
salió la bala junto con un borbollón de sangre. Carlos lanzó un gran grito y después ya
respiró tranquilo", relata Octaviano (Tano) Mantilla. (Entrevista con el autor).
Los prisioneros fueron conducidos al Primer Batallón de Infantería.
"Fuimos torturados, vejados, ultrajados. Nos vimos obligados a hacer una huelga de
hambre", relata el comandante Rafael Somarriba.
Aparecen los norteamericanos
"Estuvimos incomunicados unos cuatro días --sigue diciendo el jefe guerrillero-- hasta que
llegó el presidente Villeda a visitarnos. Al verme, se sorprendió porque las agencias
internacionales informaron que yo había muerto. Villeda ordenó que me llevaran a una oficina
para hablar conmigo. "Cuando pasaba por un corredor, vi a oficiales nicaragüenses,
hondureños y gringos reunidos. Villeda, con lágrimas en los ojos, me dijo:
-Somarriba, yo no lo traicioné. Los Somoza compraron al jefe del ejército, coronel Osvaldo
López Arellano. Son tan canallas que, en esa oficina, están negociando el canje suyo con el
coronel Armando Velásquez Cerrato, a quien Somoza tiene preso en Nicaragua. Eso no lo
voy a permitir. Tendrían que matarme primero.
-Señor presidente, póngase en contacto con Fidel o Raúl. Ellos le dirán lo que tiene que
hacer.
"Dos días después, el presidente fue a visitarme y me dijo que ya había hablado con
Fidel".
El tres de julio de 1959 el comandante Rafael Somarriba, al mando de los sobrevivientes
de El Chaparral, salía hacia Cuba en un avión expreso.
Siempre confiamos en él
El comandante Carlos Lugo, entrevistado por nosotros recientemente, declara --con
evidente lealtad y admiración hacia Somarriba; admiración que es compartida por el capitán
Camilo Dájer-- que el Che siguió confiando en Somarriba y le asignó una nueva misión en
Nicaragua, en 1960, en la que lo acompañaría.
"Conseguí la visa para Honduras el 14 de octubre de 1960, pero la visa de México me la
demoraron mucho y ya no pude acompañarlo. Él se fue solo. El objetivo era entrar desde El
Salvador, por el Golfo de Fonseca, en una panga, para conversar con revolucionarios
nicaragüenses y formar una organización que apoyara internamente un nuevo intento.
"Somarriba fue, en todo momento, un verdadero revolucionario y sus detractores son
inconsistentes", finalizan diciendo el comandante Lugo y el capitán Dájer.
Todo hace indicar que esta nueva misión la preparaban, individualmente, Somarriba y el
Che, quien, hasta el último momento, soñó con pelear en Las Segovias de Sandino.
Ese mismo año, el nicaragüense Chéster Lacayo es fotografiado saliendo del Pentágono
y luego detenido en Cuba, acusado de traición.
Eso, posiblemente, afectó los nuevos planes conspirativos de los dos revolucionarios.
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