Campaña gubernamental española para prevenir la expansión de la infección por VIH y consecuentemente del sida. No resulta fácil realizar con mesura una reflexión sobre la campaña propuesta por el Ministerio de Sanidad, y en última instancia, por su ministro Bernat Soria, para tratar de impedir la expansión de la infección por VIH y por ende del sida. Y no resulta fácil por la cutrez de la propia campaña que insta más al insulto que a reflexionar sobre el problema. “Con koko (el preservativo) se goza mogollón. Tronco yo no corono malos rollos con bombo. Lo cojo, lo toco, lo pongo. Con condón, yo floto montón”. Se puede imaginar algo de más bajo nivel intelectual. Así trata Bernat Soria a nuestra juventud. No se si tiene hijos, creo que sí, pero dudo, me cuesta creer, que éste fuera este el mensaje que pienso desearía transmitirles como padre. No puedo entrar aquí en el análisis de la baja eficacia del preservativo para prevenir la enfermedades de transmisión sexual, y entre ellas la infección por VIH, pero si recordar que oscila entre el 80 % y 95 % (ver Provida Press nº 118 ). Es decir, fallaría entre un 5 % y un 20 % de las veces en que puede existir las posibilidad de contagio, lo cual es absolutamente incompatible con el mensaje que se quiere transmitir de que utilizando el preservativo se puede tener lo que se ha venido en denominar sexo seguro, es decir, la imposibilidad de contagio por el VIH. Esto aparte 1 de la chabacanería del lenguaje, es la primera gran falacia de la campaña propuesta, a la que el Ministerio ha dedicado 2.200.000 euros. Pero como digo, no voy a seguir por este camino, aunque volveremos más tarde sobre ello. Como contraposición al bajo nivel intelectual de la propuesta de Bernat Soria, me voy a referir, naturalmente de forma muy breve, a un reciente artículo, publicado el pasado 6 de septiembre, en la prestigiosa revista The Lancet (372; 831-844, 2008), en el que se evalúan los programas de prevención de la expansión de la infección por VIH en el mundo, adecuándose a las características de la población a quienes van dirigidos los mensajes, a las circunstancias propias de los distintos países y a las condiciones sociales y sanitarias de los potenciales usuarios de tales programas. Todo ello se hace, después de 25 años de experiencia con estos programas, es decir, con abundante información a las espaldas, igual que el Ministerio de Sanidad español. La primera conclusión a la que se llega, y posiblemente con esto bastaría, es que los programas de prevención de la infección por VIH hasta ahora propuestos son “muy deficientes”. Para subsanar esta deficiencia identifican cuatro áreas a las que hay que dirigir especialmente los esfuerzos: mejorar los objetivos, seleccionar los programas, difundir los resultados de los programas adecuadamente y optimizar los fondos utilizados. Como comentan los autores, dado que cada objetivo de trabajo es independiente de los otros, y cada país y grupo social tiene características 2 propias se puede afirmar que las campañas globales presentan dificultades que hacen que sea difícil obtener resultados extraprobables a grupos concretos. Así mismo, manifiestan que, aunque el esfuerzo hay que ponerlo en la prevención, esta no es suficiente, e incluso ésta debe hacerse con programas más efectivos, especialmente en el área de la información, algo que contrasta con la campaña del “koko” propuesta por Soria en nuestro país. Resumiendo, los autores sugieren, entre otros, los siguientes mensajes: 1. Como principal objetivo reforzar las cuatro áreas que anteriormente se han comentado. 2. Los datos actuales sugieren que las distintas campañas nacionales, esperemos que con más enjundia que la propuesta por Bernat Soria, están operando muy por debajo de lo que podrían hacerlo. Incluso se atreven a decir que “los planes de prevención son miopes”, como si la epidemia por VIH fuera solamente un problema puntual de urgencia. ¡Pues que dirían si conocieran la campaña del “koko y del bombo”!. 3. Aunque las cuatro áreas comentadas están indudablemente conectadas, cada una de ellas puede implementarse independientemente para mejora el impacto nacional de los programas de prevención. Sin duda las mejoras en un área concreta ineludiblemente redundarán en una mejora del programa general, por lo que si una de ellas está pobremente desarrollada, será urgente implementarla. 3 4. Hasta ahora, debido a la escasez de datos epidemiológicos de calidad, los esfuerzos realizados para mejorar la prevención han sido muy deficientes. 5. Por ello, es fundamental mejorar la calidad de los datos que se obtienen en las cuatro áreas comentadas. 6. De todas formas, aunque la información existente es deficiente, es urgente proceder a tomar medidas en las cuatro áreas referidas. De todas formas conviene insistir en que la expansión de la infección por VIH es muy heterogénea en los distintos países del mundo y en los diferentes grupos sociales afectados, por lo que las medidas de prevención deberían adaptarse a cada uno de ellos en concreto. Así, pueden ser los programas realizados con prostitutas en la República Democrática del Congo entre 1988 y 1991. Estos programas incluían el uso del preservativo, la educación sexual, revisiones mensuales y el tratamiento de las infectadas. Aunque de 531 prostitutas incluidas en el estudio, que, en principio, no estaban infectadas, 70 se infectaron, la incidencia de la infección utilizando estas medidas descendió de 11,7 por 100 mujeres a 4,4 por 100 mujeres, tras tres años de programa. Los ejemplos en este sentido se multiplican. Es decir los mejores resultados, se consiguen allí donde verdaderamente se aplican programas más completos y no donde la única medida es favorecer el uso del preservativo. En el trabajo en cuestión se dan ejemplos concretos en este sentido, desarrollados en diversos países. 4 En relación con los adolescentes, que es el principal objetivo de la campaña del “koko” propuesta en nuestro país, la efectividad depende fundamentalmente del tipo de medidas incluidas en el programa. Así, la abstención, retrasar las relaciones sexuales y tener éstas con parejas más o menos seguras, puede mejorar los resultados de la campaña, pero estas medidas son una decisión individual del joven, que debe asumir, pues las mismas afecta claramente a los resultados de sus actos. Por ello, a diferencia de lo que ocurre con “koko”, los programas de prevención dirigidos a adolescentes deben incluir un conjunto de medidas médicas conductuales, sociales que hay que objetivar específicamente. A la vez, también hay que considerar a los jóvenes de qué país van esas medidas propuestas, pues indudablemente no es igual un joven de Sudáfrica que uno de San Francisco. Finalmente para quellos jóvenes que deseen tener relaciones sexuales promiscuas, el preservativo indudablemente reduce la posibilidad de contagio en un porcentaje del 80% al 95% aproximadamente, pero de ninguna forma lo impide totalmente. Este es el mensaje que hay que transmitir a los adolescentes y no el manipulado de la campaña de “koko”, que más que un programa para prevenir la infección de enfermedades que se contagian por vía sexual, parece un programa para invitar a las relaciones sexuales en un momento del desarrollo físico y psico-afectivo que sin duda no es el más apropiado para ello. Sin embargo, los anteriores comentarios podrían amplicarse. En efecto, una campaña dirigida en tal sentido, tiene que tener objetivos más 5 generales que la simple promoción del uso del preservativo, como muy bien se refiere en un reciente artículo del British Medical Journal (336;185,2008). Pero, antes de entrar en aspectos más técnicos nos parece de interés referirnos a un comentario que se hace en el artículo del BMJ que se comenta, al calificar a los que “propugnan esos programas como fundamentalistas, contrarios a las realidades científicas, que tratan de imponer sus fanatismos cristianos a la sociedad”, de esto algo sabemos en nuestro país. Sin embargo, como en el referido artículo se indica, un objetivo fundamental de la medicina es seguir los criterios científicos y la evidencia experimental para desarrollar programas que favorezcan el desarrollo de la salud al máximo. Y en relación con esto “la evidencia muestra que el control efectivo de la expansión de la infección por el VIH en la población requiere más que campañas centradas únicamente en la promoción del uso del preservativo”, programas formativos más amplios, pues los condones no pueden constituir en ningún momento una respuesta definitiva para evitar la infección por enfermedades que se transmitan sexualmente, pues es evidente que su efecto protector es insuficiente. En efecto, cuando se produce el contacto de piel contra piel, especialmente si hay lesiones epidérmicas, las enfermedades de transmisión sexual pueden contagiarse a pesar de que se utilicen barreras de protección como el preservativo, pues éste, el preservativo, previene el contacto de piel contra piel entre el pene y la cavidad vaginal, pero las relaciones sexuales conllevan esta misma relación entre las partes genitales externas, por ello 6 el contagio no puede ser evitado por el exclusivo uso del preservativo, pues cuando existen lesiones en el monte del pubis, en la vulva de la mujer o en el escroto del varón, puede existir contagio a pesar de su uso. De esta forma las enfermedades más comunes de transmisión sexual, como el virus del papiloma humano y el del herpes simple, se pueden transmitir por estas áreas genitales debido al contacto de piel contra piel. Otra dificultad es que, especialmente cuando lo utilizan adolescentes, no lo usan constantemente a pesar de conocer la posibilidad de contagio. Por ello, como se refiere en el artículo del BMJ que se comenta “la investigación epidemiológica muestra machaconamente que el uso del preservativo no conduce a lo que se viene en denominar sexo seguro, en la vida real”. Por ello, los autores concluyen que en numerosos y amplios estudios para promover el uso del preservativo éste ha fallado sistemáticamente en prevenir la expansión de las enfermedades de transmisión sexual y entre ellas el sida, aún en países con avanzados programas de educación sexual, como pueden ser Canadá, Suiza o Suecia. ¿por qué “koko” tendría que funcionar mejor en nuestro país?. Esto en el Ministerio de Sanidad lo conocen, por lo que el juicio social que la campaña merece es de un autentico fraude. Resumiendo, lo que sí parece ajustado a la realidad científica es que los programas basados en la abstinencia, la fidelidad en la pareja y por último el uso del preservativo, para aquellos que quieran practicar la 7 promiscuidad sexual, son más eficaces que aquellos que únicamente se dedican a la implementación del uso del condón. Como comentan los autores de este interesante trabajo, “la prevención de la infección por VIH en los 25 últimos años se ha caracterizado por islas de éxitos y un mar de fallos”. No nos extrañaría que esto ocurriera en nuestro país, pues si todo lo que se propone desde el ministerio de Sanidad es el programa del “koko y del bombo” los resultados negativos cabe esperarlos por adelantado, y que nuestros jóvenes se ahoguen en ese proceloso mar……. de la infección por el VIH. Justo Aznar 8