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INVESTIDURA DE FERNANDO DE SZYSZLO
COMO PROFESOR HONORARIO
San Isidro, 3 marzo 2008
PALABRAS DE BIENVENIDA DEL RECTOR
LUIS BUSTAMANTE BELAUNDE
Al recibir hoy a Fernando de Szyszlo como miembro honorario de su claustro, la
Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC) cumple consigo misma una deuda de
reconocimiento. Deliberadamente alejada del cúmulo de merecidos homenajes que le
fueron rendidos al cumplir 80 años, la ceremonia de hoy pretende honrar esa deuda y
expresarle, en nombre de esta institución, tal reconocimiento.
En la trayectoria de vida de Fernando de Szyszlo concurren lo que podríamos llamar cuatro
personalidades que resulta difícil desdoblar, por cada una de las cuales merece este
reconocimiento.
Se encuentra, en primer lugar, la personalidad del artista, en concreto, del artista plástico.
Fernando de Szyszlo es el pintor peruano contemporáneo más universalmente reconocido.
En una entrevista de Ana María Escallón, publicada en Bogotá a principios de la década
pasada y que resulta clave para el encuentro personal de Szyszlo, confiesa que para
expresarse, él encuentra que “escribir no (le) es suficiente porque necesita hacer algo con las
manos y un desgaste físico (pues él) produce una energía que necesita consumir”. Así, la pintura,
y ocasionalmente la escultura, constituye un camino en busca de la realización de la
belleza, de esa belleza que, citando a César Moro, “es un vicio maravilloso de la forma.”
Para Szyszlo, mediante la pintura “se trata de cristalizar una sensación, detenerla en el tiempo”,
lo que le lleva a recordar a Goethe cuando escribe: “Decirle al instante que pasa: detente, eres
tan hermoso”.
La pintura, para Szyszlo, es un recorrido ritual, que comienza por el dibujo, pues nunca
pone un color donde no ha existido antes un dibujo. Ese dibujo parte de una idea sobre la
relación de la luz y de la sombra, las tinieblas y la claridad, lo oscuro y lo claro, y plantear
las imágenes siempre en contraluz. Luego viene la textura que sirve para modelar las
formas. Y solo finalmente llega el color que ―dice él― nunca tiene demasiada importancia
y le sirve sobre todo para agudizar el contraste de la luz y de la sombra.
Algún día escuché a Szyszlo decir que cada cuadro que él pintaba le dejaba fatalmente la
sensación de una obra inconclusa, y de este modo cada cuadro era un peldaño en la busca
quimérica de el Cuadro, de ese cuadro total y definitivo ‘que quiere, pero no lo puede
atrapar’, que le resulta inexorablemente esquivo.
Así, la pintura para Szyszlo representa la búsqueda permanente de la belleza inasible pero
que, a la vez, y con el amor, le sirve como “la única salida para escaparse de la ferocidad de la
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condición humana’‘ y como expresión de protesta continua contra la muerte ya que el arte,
como el amor, constituyen para él su cara opuesta.
Esta actitud del artista frente a la muerte le lleva a pensar que “la pintura es la forma que ha
tomado el absoluto para manifestárse(le)”. Más tarde, en una entrevista, definirá: “la pintura es
el encuentro de lo sagrado con la materia.”
La segunda personalidad de Szyszlo es la del intelectual vitalmente ligado a la cultura.
Fernando de Szyszlo es uno de los peruanos que más ha trabajado en nuestro medio por la
definición de la actividad cultural y que más ha luchado por su desarrollo. Para él —como
lo declara en una entrevista a Fernando Silva Santisteban en 1995— “aquí en materia de
cultura nada está en su sitio” pues vivimos en “una tremenda confusión de valores”. Las
múltiples señales de descuido de nuestro patrimonio cultural “son síntomas de la misma
incapacidad para entender que (…) un país realmente no puede avanzar si no desarrolla su cultura.
Un país no sólo necesita alimentarse y educarse —dice—, necesita alimentos culturales que afirmen
y le descubran su identidad.”
Aunque la significación de Szyszlo diste mucho de lo que pueda entenderse como un
intelectual localista, a él le debemos las mejores revalorizaciones del legado de las culturas
de Chancay, de Paracas o de Chavín, repuestas de alguna manera en su valor a través de su
propia obra. Como le debemos también la articulación de la cultura peruana con la
latinoamericana y la universal. A su rol artístico personal, él suma una vastísima
información cultural, un dominio en el manejo de los aportes de la intelectualidad
universal y un pensamiento permanentemente actualizado y a tono constante con los
desenvolvimientos de la inteligencia en el mundo de nuestros días.
Su preocupación por el desarrollo cultural quizás encuentre su mejor raíz en su dedicación
al arte y se exprese a través de la frase que cita de André Malraux: “Uno de los significados de
la palabra arte es dar a los hombres la conciencia de la grandeza que tienen en ellos pero que
ignoran.”
La actividad y el quehacer culturales son, para Szyszlo, temas medulares de una sociedad
civilizada pues sin aquellos ésta difícilmente puede considerarse como tal. Nos recuerda
que, a diferencia de la ciencia, donde los nuevos conocimientos van superando y
cancelando la validez y la vigencia de los anteriores, las nuevas manifestaciones del arte no
invalidan las del pasado y, en tal sentido, “el arte no progresa” sino más bien —diríamos
nosotros— se acumula. “Uno —dice él— revela cosas que otros le han revelado.” Gracias a la
cultura, las expresiones del arte a través del tiempo constituyen fragmentos de la realidad y
proponen una imagen del hombre, del mundo y de la aventura humana, y de explicarse y
hacer soportable el mundo y la condición humana, fugaz y mortal.
La tercera personalidad de Szyszlo es la del ciudadano preocupado por su país, por la
realización de la libertad y por la búsqueda de condiciones de igualdad en la sociedad. Seis
décadas atrás, el joven Szyszlo, junto con otros importantes intelectuales, funda lo que se
conoció como la Agrupación Espacio, para dar batalla por la arquitectura moderna y el arte
moderno en el Perú. Allí se congregaron personalidades provenientes de la poesía, como
Sebastián Salazar Bondy, Jorge Eduardo Eielson, Javier Sologuren y Blanca Varela; de la
Arquitectura, como Luis Miró Quesada, Carlos Williams y Adolfo Córdova; de la música,
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como Enrique Pinilla y Celso Garrido Lecca.
Fernando de Szyszlo.
En ella desempeñó un destacado papel
La Agrupación Espacio produjo una memorable revista, y, posteriormente, fue derivando a
convertirse en un movimiento de notable significado en los años cincuenta, el Movimiento
Social Progresista en el cual, no obstante, y según lo recuerda en un artículo publicado en
su libro ‘Miradas Furtivas’, Szyszlo —al igual que el Arq. Miró Quesada— decide no
asumir un compromiso político.
Este alejamiento de la política no supone en el caso de Szyszlo una desvinculación con la
responsabilidad cívica. Por el contrario, coincidirá con el Arquitecto Miró Quesada en la
necesidad de trabajar en el desarrollo cultural del país. “Ese desarrollo —diría más
adelante— implicaba considerar igualmente las dos vertientes que constituyen nuestra identidad: la
heredada de Occidente y la generada por nuestra circunstancia histórica (la presencia de una cultura
aborigen); nuestra circunstancia social (la presencia de intolerables desigualdades en nuestra
sociedad); y nuestra circunstancia política (la comprobación de nuestra incapacidad hasta el día de
hoy de arraigar convicciones democráticas que un día darían, entonces sí, como resultado
instituciones realmente democráticas).”
Más tarde, Szyszlo recordará que la única vez en que se identifica en una campaña política
sería cuando, en el año 1987, se despierta lo que llama la gran ilusión, al lado de Mario
Vargas Llosa en el Movimiento Libertad, en cuya Comisión Política participa con
invalorables aportes e inquebrantable lealtad. Esta breve aunque sustancial incursión en la
actividad política es explicada por Szyszlo como el resultado de su disposición a compartir
un sueño.
Las accidentadas circunstancias y los avatares de la vida política del país, que impiden la
cristalización de las mejores alternativas y que para tantos suponen desilusión y
frustración, son descritas por Szyszlo como ‘postergaciones de los sueños’, denotando así
una actitud de esperanza a prueba de todas las derrotas.
Y la cuarta personalidad de nuestro Profesor Honorario es la del referente de la moral
ciudadana que él encarna en nuestro medio. Un referente constituido especialmente por su
testimonio de ejemplo personal. Su aparición pública no es, quizás, común ni frecuente. Él
mismo dice que solamente escribe “conminado por los otros o por las circunstancias”,
añadiendo con destacada sobriedad que lo hacía cuando sus textos “eran necesarios y no
había nadie mejor a mano.”
Sus pronunciamientos públicos se producen en determinadas circunstancias, cuando su
voz es requerida y escuchada. Pero su voz se deja escuchar cuando, ante circunstancias
críticas, nos recuerda a los peruanos nuestra condición de desmemoriados, nos alerta a no
resultar reiteradamente engañados y nos invita a liberarnos y a liberar a nuestros
compatriotas de la inocencia ingenua.
Se deja escuchar también cuando —en una crucial entrevista con Mariela Balbi, publicada
en el libro ‘Travesía’ que esta Universidad editó en 2001— nos recuerda que nuestro país
“seguramente tiene un destino porque tiene un pasado importante. (…) Nuestro pasado ―dice―
demostró que el Perú tiene capacidad de creación. Somos uno de los siete sitios en el mundo donde se
inventó la agricultura y por ello la cultura. Cuando ―agrega― dejó de ser recolector cazador, el
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habitante de estas tierras tuvo tiempo de pensar en sí mismo y crear así la religión, el arte, la
cultura.”
Así como Szyszlo ha desempeña un papel gravitante como referente moral en el Perú,
también el Perú ha sido un referente insustituible para Szyszlo. Como lo ha hecho notar
Mario Vargas Llosa, “(para Szyszlo) crear, pintar, fue siempre inseparable de vivir y luchar aquí,
tratar de sacar al Perú de la provincia y el campanario, abrirlo a la modernidad y al intercambio con
los grandes centros de la cultura. Y por eso siempre volvió del extranjero a su tierra a seguir dando
una batalla cívica y cultural, a la vez que construía su propia obra, rigurosa, ambiciosa y original.”
Decíamos al principio que cada una de estas cuatro personalidades de Szyszlo ―la del
artista plástico, la del hombre de cultura, la del ciudadano activo y la del referente moral―
merecerían sobradamente un reconocimiento como el que hoy se le otorga. Cuánto mayor
mérito es haber sabido conjugar, en una vida siempre plena, en un recorrido siempre
inagotable, esas cuatro dimensiones que definen su historia personal.
No obstante, existe otro aspecto de la vida de Szyszlo que no puedo dejar de mencionar y
poner de relieve en la parte final de estas palabras. Es la de su humanidad vital, la de su
calidez personal y la de su generosa amistad. Cuando se ha tenido el privilegio de
compartir con Szyszlo una reunión con gente amiga, uno descubre, además, a un
extraordinario narrador de historias divertidas, de cuentos inolvidables. Descubre,
también, la hondura de los términos con los que él mismo de define: modesto y tímido. Y
descubre el inmenso valor que representa que un personaje como él haga de la amistad una
forma de verdadera cultura interpersonal.
Por todo ello, la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC) recibe esta noche con
todos los honores, pero sobre todo con el más alto honor, a Fernando de Szyszlo como
miembro extraordinario de su claustro.
Muchas gracias, Profesor Szyszlo.
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