En memoria de José Jiménez Villarejo

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Congreso de la Unión Progresista de Fiscales
6-7 de Junio de 2014
En memoria de José Jiménez Villarejo
Fiscal y Magistrado del Tribunal Supremo (1929-2013)
El pensamiento de José Jiménez Villarejo seguirá brillando en la historia
del pensamiento jurídico y con mayor fuerza cada vez, como veremos muy
resumidamente, porque su dimensión profundamente democrática y
humanitaria, en los tiempos que vivimos de riesgo de los valores
constitucionales, lo hace absolutamente necesario.
Sus Memorias como Fiscal-Jefe de Huelva (1974-1981), coincidiendo con
su primera responsabilidad en una Jefatura, constituyen la primera
expresión pública de su pensamiento social y jurídico.
Por ello poseen mucho valor, dado que se expresan desde la mesura
impuesta durante la dictadura hasta la denuncia pública de la actividad
conspirativa contra la recién estrenada democracia. Así se deducen de sus
siempre lúcidas y adelantadas reflexiones que, obviamente, parten del
análisis del fenómeno delictivo en aquella provincia.
Es significativo que en 1975 ya se planteara el interrogante aún plenamente
vigente: “?Desfase entre la realidad social y la normativa penal¿”.En la
Memoria de 1979,el análisis de la delincuencia juvenil, le llevaba a afirmar
que “está tan socialmente condicionada que resulta farisaico hablar tanto de
ella y leer tranquilamente las estadísticas sobre la incidencia del paro en
esos grupos de edad”.Exigiendo reaccionar ante esa realidad “desde un
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marco de referencia no puramente defensista sino, al mismo tiempo,
científico-causal y ético-jurídico”.Y concluía así:”Hay que tener el valor
de decir a cuantos piden “palo largo” que la acción no puede ser sino
educativa, reformadora y humanizadora”.
En 1980,ante una criminalidad que califica de ascendente por lo que afecta
a las capas sociales mas débiles, se manifiesta mas rotundamente
planteando la necesidad de avanzar en “dos líneas de transformación”, la
que representa “para todos la verdadera igualdad de oportunidades” y los
“nuevos valores de una cultura más solidaria, cooperativa y liberadora”,
añadiendo que “lo que hay que hacer es no perder los estribos y no dejarse
llevar por reacciones instintivas como el miedo y la cólera” porque, lo que
siempre fue una constante en su quehacer profesional, la respuesta social y
judicial ante el delito “debe ser serena, reflexiva y justa”. Por tanto,
concluía con su oposición “al aumento de las penas” y al “relajamiento de
las garantías procesales” para enfrentarse a la delincuencia que, en ningún
caso, debe afrontarse como si se tratara de “una jauría de lobos”.
En 1981, ya se enfrentó a quienes, dentro y fuera, se revolvían contra la
democracia a propósito del supuesto incremento de la delincuencia. Decía
así:” Ante aquellos lamentos- tantas veces estimulados y utilizados para
desprestigiar y quien sabe si segar en flor el régimen de libertades que ha
conquistado el pueblo español-
es preciso oponer el rigor de las
cifras”.Pero, lo mas importante de esta Memoria es lo que sigue a tenor del
examen de los delitos de tenencia ilícita de armas:”Este Fiscal considera su
deber aprovechar este lugar de la Memoria para patentizar su preocupación
por la aparente facilidad con que personas de la mencionada significación
política-“individuos de la ultraderecha inclinados a la acción violenta”acceden a la posesión de armas, incluso de imposible legalización por
tratarse de armas de guerra”.Además, añade la que será la primera denuncia
desde el Ministerio Fiscal de los riesgos que entrañaba la extrema
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derecha:”Seríamos infieles a nuestra conciencia y nuestras mas íntimas
convicciones si no nos sirviéramos de esta vía reglamentaria para hacer
constar ante V.E. nuestra desazón ante lo que consideramos una situación
peligrosa….,situación creada por un grupo de ciudadanos significados por
su frontal rechazo al orden constitucional, que pueden constituir, a corto
plazo quizá, un grupo prácticamente armado….que puede abrir sombrías
perspectivas para la pacífica y democrática convivencia de los españoles”.
Estas palabras, escritas en Febrero de 1981, coincidían con el golpe militar
de esa fecha. Golpe que, como es sabido, denunció ante el Fiscal General
del Estado. En esta misma Memoria, volvía a recordar “el increíble
escándalo social del paro” como causa remota o próxima del delito en los
ámbitos juveniles.
Y en la última Memoria que hemos podido examinar, la de 1982, se
lamentaba ante quienes equiparaban libertad y delincuencia: “¿Cuándo
llegará el día en este país en que la pacífica y libre convivencia de todos
deje de considerarse…..como un peligroso factor de criminalidad?”.
Volvía a expresar su preocupación por la extrema derecha, la que resumía
así:”Dejemos brevemente apuntado este tema como muestra quizá del largo
camino que aún deben recorrer algunos sectores del aparato estatal hasta
colocarse, con absoluta claridad y lealtad, sin reservas ni complicidades de
clase alguna, del lado de la legalidad constitucional”.
Análisis que muchos años después, Noviembre de 2012, vuelve a
reiterar:”la mayoría (de la magistratura) podría ser caracterizada como
ajena a los ideales democráticos, aunque su compromiso con la
dictadura no fuera siempre el mismo. Estaban los que habían ejercido
funciones en los órganos represivos como los juzgados o el tribunal de
orden público, los que habían ocupado ocasionalmente cargos
políticos en la estructura del régimen, los firmemente adheridos a la
ideología franquista –recuérdese a aquel magistrado del Tribunal
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Supremo que, todavía en activo en los años 80, decían haber servido
“incluso con entusiasmo” a la única política que había en España
durante la dictadura- y estaban, en fin, los que se habían limitado,
amparados en el falso tópico de la neutralidad, a aceptar pasivamente
la situación sin cuestionarla y mirando para otro lado cuando las
injusticias y arbitrariedades del régimen se hacían demasiado
visibles”. Y, continuaba así, con motivo del generalizado rechazo por
la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo de los recursos de revisión
contra las sentencias dictadas por los Consejos de Guerra
franquistas:”: “El recurso de revisión, como sabe cualquier jurista, es
un remedio procesal por el que se puede declarar la nulidad de una
sentencia firme en determinados casos, uno de los cuales es que
sobrevenga en conocimiento de nuevos hechos de tal naturaleza que
evidencien la inocencia del condenado. Desde 1989,
cónyuges y
descendientes de personas condenadas a muerte y ejecutadas en virtud
de sentencias dictadas por consejos de guerra celebrados desde la
sublevación de 17 de julio de 1936, promovieron recursos de revisión
con objeto de rehabilitar la memoria de los difuntos. Tales recursos
recibieron sistemáticamente una respuesta negativa de la sala 5ª de lo
Militar, del Tribunal Supremo, con el argumento constante de que las
sentencias recurridas habían sido dictadas de acuerdo con el
ordenamiento jurídico entonces vigente, sin tener en cuenta que dicho
ordenamiento carecía de toda legitimidad tanto en la parte material
como procesal, por tener su origen en una rebelión contra un gobierno
–el de la 2ª República- legitimado por la constitución y las urnas.
Ciertamente, no faltaron junto a estas resoluciones votos particulares
discrepantes que sostuvieron la procedencia de declarar la nulidad de
las sentencias recurridas porque, como se decía en uno de ellos, “en un
Estado justo, siempre inacabado, no tienen cabida las condenas
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pronunciadas sin un juicio justo. A tal Estado de Derecho han de
resultarle intolerable la presencia de condenas pronunciadas
abiertamente contra la Justicia”. La declaración contenida en el
artículo 3º de la ley 52/2007 de la memoria histórica, a cuyo tenor, son
ilegítimas, por vicios de forma y fondo, entre otras sanciones y
condenas, las dictadas por el consejo de guerra del franquismo, ofreció
seguramente un apoyo para que la Sala 5ª estimara los recursos de
revisión
anulando
formalmente
las
sentencias
y
declarando
consiguientemente la inocencia de los condenados. No lo ha hecho así
y ha continuado, de acuerdo con el parecer del Ministerio Fiscal,
rechazando los recursos fundándose en que aquellas sentencias, por
ilegítimas, deben ser consideradas inexistentes. Interpretación que ha
servido para no admitir a trámite, entre otros, los recursos interpuestos
por la nieta de Miguel Hernández y la Generalitat de Cataluña en
nombre del President Companys”.
Pero, ya con anterioridad, como Presidente de la Sala de lo Militar del TS,
se había expresado en este sentido. Siempre quedará, como ejemplo de
independencia y ruptura con el régimen dictatorial, el voto particular,
fundado y valiente, que Pepe emitió, en Enero de 1990, a favor de la
anulación de la condena a muerte de Julián Grimau, que, obviamente,
resumimos: “Ante un hecho tan estremecedor para la conciencia jurídica,
parece evidente que la justicia demanda de nosotros digamos, al menos,
una palabra serena de reparación: la que consiste en reconocer, desde esta
suprema instancia judicial, que aquella muerte, anunciada en su día
públicamente como cumplimiento de una sentencia, no fue, en verdad, el
triste pero legal desenlace de un proceso sino un acto despojado de todo
respaldo jurídico, un hecho máximamente reprobable por su absoluta
contradicción con el Derecho”.
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La memoria humana y jurídica de Pepe quedaría incompleta si no
trajéramos hoy aquí las grandes reflexiones que expresó, ya jubilado, en el
Prólogo a la obra de Beccaria “De los delitos y de las penas” publicado en
2008. Para Pepe, esta obra no es una “curiosidad histórica” sino la “primera
reflexión sobre los problemas básicos de la Administración de Justicia
penal”. Y, la hizo desde “la confianza en el hombre cuando se encuentra
iluminado por la razón y la ciencia”, a través de un libro que, según Pepe,
“conserva integra su frescura”.
La justicia penal, que implica el castigo y la pena, destaca Pepe, siguiendo
a Beccaria y Montesquieu, debe sustentarse en la idea de que “es tiránica
toda pena que no deriva de su absoluta necesidad”. Desde estos principios,
Pepe va penetrando en la obra en sus diversas facetas. La interpretación
judicial de ley desde dos referencias básicas: “el cambio de legitimidad y
valores que supuso la entrada en vigor de la Constitución” y “la realidad
social” que “abre la puerta a una jurisprudencia progresiva”.
Recuerda que cinco ideas ya expuestas por Beccaria siguen conservando
plena actualidad para el proceso penal: “la utilidad, la prevención, la
proporcionalidad, la igualdad y el humanitarismo”.
Varias consecuencias extrae Pepe de estos principios: “la medida de la pena
no debe ser la sensibilidad del reo sino el daño público y que éste es tanto
mayor cuanto más favorecido está quien lo causa”. Es decir, añado yo,
cuando la delincuencia es la de los poderosos.
Otra consecuencia es la lucha contra la crueldad, por “la dulzura de las
penas” que decía el ilustrado. Por ello, a juicio de Pepe, Beccaria dedica
sus argumentos más apasionados y fundados a combatir la pena de muerte
y la tortura –delito, añade Pepe, “unánimemente tenido por repugnante”pero que lamentablemente sigue presente en los Estados democráticos
como lo revela la última Memoria del Fiscal General del Estado.
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Después del análisis del proceso y, en particular del “muy alto nivel de
exigencia de los jueces en orden a su imparcialidad”, resume y ordena las
ideas del autor. Y pone el acento en el horror que representaba la cadena
perpetua –hoy, desgraciadamente, a punto de instaurarse volviendo a los
tiempos anteriores a la Ilustración- y en la necesidad de la suavización de
las penas por, razona Pepe, la necesidad de “limitarlas porque el poder que
la impone es limitado y por razones de humanidad porque la crueldad
ejercida por el poder genera y aumenta la crueldad de los hombres”.
Para terminar con un llamamiento “a jueces imparciales, capaces de no
tomar partido a priori contra los acusados”, a lo que me permito añadir que
tampoco a favor en según qué casos. Un juez, para el que tan sustancial
como la independencia, es la “imparcialidad”, especialmente en “asuntos
de naturaleza política y social”.Así se consigue, así alcanzó un “ejercicio
decente” de la profesión judicial. Ahí están sus sentencias y votos
particulares en asuntos tan trascendentes como, entre otros muchos, el
GAL, General Armada, Tejero o Banesto.
En fin, el pensamiento de José Jiménez Villarejo no se agota, ni mucho
menos, en este breve recorrido por el mismo. Su compromiso democrático,
humanitario y cristiano quedó reflejado en numerosas publicaciones entre
las que destaca El Ciervo. Pero hoy es muy de agradecer a la Unión
Progresista de Fiscales que haya ofrecido la oportunidad de hacer presente,
reconocer y honrar a quien desde su condición de fiscal y magistrado del
Tribunal Supremo ejerció, como jurista y ciudadano, una militancia
democrática permanente, como lo expresó durante muchos años como
miembro de vuestra, de nuestra organización.
Este breve compendio de su pensamiento, así lo acredita.
Muchas gracias, queridos compañeros y compañeras fiscales.
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Cádiz, 6 de junio de 2014.
Carlos Jiménez Villarejo
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