El pozo de los deseos

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CONCURSO JUEGOS FLORALES 2005
CATEGORÍA: CUENTO
SEUDÓNIMO: EL PAYASO DE LOS GLOBOS TRISTES
EL POZO DE LOS DESEOS
Javier tiene 25 años es muy bien parecido y odia la vida. Es de contextura delgada pero su
cuerpo expresa fortaleza y seguridad a cada paso que da. Tiene el cabello castaño, largo hasta la
altura de los hombros y lo lleva desordenado. Su piel es blanca con algunas pecas producto de sus
largas temporadas bajo el sol, siempre, siempre… siempre contemplando el mar. Tiene cejas
pobladas que abrigan a sus ojos pequeños. Su mirada es profunda, nunca se sabe si se encuentra
mirando al mundo o a su interior. Pero suele dejar la sensación de saber lo que uno está pensando a
pesar de no decirlo. Tiene una boca pequeña pero con una lengua tan dulce como mordaz si es que
lo desea.
Se encuentra caminando por la avenida Larco, una avenida comercial y burguesa de Lima.
Está con un jean azul oscuro, un suéter negro, una chalina afranelada del mismo color y unas
zapatillas rojas, las cuales son muy cómodas. No tiene un rumbo fijo simplemente está caminando y
pensando que la vida y su vida no tienen sentido. Se pregunta para qué nos sacamos la mierda
trabajando si al final nos morimos. Mientras que camina mira el piso y se comienza a dar cuenta
que en la acera hay alcantarillas una cada cuadra.
Ha comenzado anochecer y las luces de la Av. Larco ya están prendidas y los
establecimientos comienzan a prender las luces de sus locales y las de sus publicidades. Hay varios
letreros de luces de neón. Javier cree que Lima es más bonita de noche, por la combinación de las
luces, las calles un poco sucias y el tipo de gente, "siempre tan amables" (por qué será se pregunta).
Pero todo esto lo había distraído porque en ese momento ve también que se prende una luz pero ésta
no viene de la calle sino de la alcantarilla. Se acerca y se da cuenta que la alcantarilla da a una acera
subterránea aunque está un poco oscuro. La luz viene de un letrero encima de una puerta que queda
exactamente debajo de la alcantarilla. Se siente muy extraño porque la gente camina sin darse
cuenta que al parecer hay un local debajo de la acera por la que transitan. Por lo que puede ver las
paredes fuera del local son de color negro y parece ser roca sólida, tal vez la poca luz le da ese tono.
Trata de fijarse bien y se da cuenta que el letrero dice: "Bar para los soñadores". Ahora sí
que Javier está totalmente emocionado y la curiosidad está que lo mata por saber qué hay allá
dentro y quiénes están dentro de este bar. Así que decide entrar pero hay un problema ¿Cómo? La
alcantarilla parece muy sólida. La comienza a patear, trata de moverla y nada. Comienza a pensar
que debe existir una manera de poder entrar. También piensa que a lo mejor es un sitio recontra
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exclusivo y tal vez no lo dejen entrar, pero a la vez se contesta así: Como no me van a dejar entrar
si yo soy un verdadero soñador e incluso creo en la magia. Ese bar es para gente como yo y tal vez
me merezco más que muchos que están ahí la entrada..!
Javier mira alrededor suyo, como buscando una señal. Hasta que recuerda algo, entonces
empieza a correr en dirección por la que había venido hasta llegar a la alcantarilla de la cuadra
anterior. Se tira al piso para ver mejor, a estas alturas ya no le interesa ensuciarse. Puede ver que
hay como una calle con dos aceras, un poco angostas, de cada lado, pero en lugar de una calzada
hay agua que corre lentamente en dirección en la primera alcantarilla que vio. Esta calle subterránea
sigue bastante oscura, la poca luz que hay se debe a dos faroles que se encuentran iluminando una
puerta en la pared de roca sólida, arriba de la puerta hay otro letrero que dice “El Manicomio de las
narices rojas”. Esto lo impacta y se comienza a asustar. Sigue mirando y ve dibujado en la puerta
un payaso, no puede verle muy bien cuál es la expresión en su rostro, pero distingue que lleva unos
globos en la mano derecha.
Comienza a pensar porqué está tan asustado, pero no encuentra respuesta en su cabeza. Se
para y vuelve a patear la alcantarilla como lo había hecho con la anterior. Cada vez la patea más
fuerte, pero cada vez siente que la alcantarilla se pone más fuerte. Trata de tranquilizarse y se sienta
en el piso, tratando de pensar que hacer.
-
Tiene que haber una forma de entrar – se dice.
Se para y comienza a caminar, con un paso apresurado, hacia la cuadra anterior buscando otra
alcantarilla. En eso ve que a la mitad de la cuadra hay un payaso con unos globos en una de sus
manos.
-
Es él - se dice. Lo repite varias veces y cada vez más fuerte, hasta gritar. Comienza a
correr hacia él. En ese momento ve que el payaso levanta la alcantarilla de un lado y se
mete por ella.
Cuando llega a la alcantarilla, ésta regresa a su sitio. Ve dentro de ella y sólo ve al payaso que
se aleja por uno de las aceras subterráneas. Le comienza a pasar la voz.
-
¡Payaso!, ¡payaso!, ¡payaso!- repite, sin repuesta, así que le grita varias veces: ¡Payaso
de los globos! Pero sólo escucha sus pasos que se alejan y el sonido del agua que corre,
que se va
adueñando del mundo subterráneo que solo puede ver a través de la
alcantarilla.
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Comienza a sentir un vacío en el estómago, tan grande, que es como si tuviera un hoyo
parecido a la sensación que nos dejan esos pozos en los que tiras una moneda para pedir un deseo y
nunca escuchas cuando llega al fondo. Es en ese momento en el que se percata haberlo sentido
antes, cuando era pequeño. Tendría unos 12 años cuando su padre murió de un momento a otro y
no entendía lo que eso significaba. Ahora lo tiene más claro, porque es la misma sensación que
tuvo cuando metían el cajón con su padre muerto en el nicho. No lloró, lo único que sentía era un
vacío tan grande como el del pozo de los deseos. Tampoco está llorando ahora pero ganas no le
faltan. Además, quién podría entender o contener el llanto provocado por el vacío que solo se
siente cuando se está seguro que la muerte está rondando.
Javier se sienta al costado de la alcantarilla con las piernas cruzadas. Se agarra la cara
tratando de pensar y buscar una explicación en su cabeza, pero la tiene tan desordenada que no
puede seguir el hilo de sus pensamientos. Solo siente que una lágrima recorre su cara y cae al piso,
produciendo un sonido tan fuerte en su cabeza que sólo se compara al sonido que acompaña a los
terremotos. Pero al parecer, bastaba con esa lágrima para que la alcantarilla se abra.
Empieza a tener una sensación de miedo muy grande y ahora no está tan seguro de querer
entrar. Se arma de valor y se dice:
-
Ya no tengo nada que perder a estas alturas de mi vida.
Se para, cuenta hasta tres y se tira dentro de la alcantarilla. Cae en el agua que corre en medio
de las aceras. Él había pensado que era agua sucia, de desagüe, pero se da con la sorpresa de todo
lo contrario. Al parecer, es agua limpia o por lo menos eso parece. Toma un poco en su mano y se
percata que es cristalina, hasta podría jurar que nunca había visto aguas tan cristalinas y puras. Es
como si le trasmitiera cierta paz interior que no puede explicar.
En ese momento comienza a observar a su alrededor. Está un poco oscuro, la iluminación
viene de unos pequeños faroles que se encuentran en las paredes de cada lado pero bastante
distantes unos de otros. El techo es como un arco que conforma una sola estructura con las paredes.
Sube a la acera que está a su derecha y se acerca a la pared.
Extiende su mano y la toca. No se había equivocado, es de roca sólida y oscura, con una
superficie irregular. La pared está húmeda y le da la sensación como si la roca estuviera llorando.
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-
¿No me estaré volviendo loco? – se pregunta.
-
Aunque debo estar bastante loco para estar aquí – se contesta.
-
Tal vez esto no existe y no es más que un sueño o a lo mejor ni siquiera un sueño, sino
una pesadilla – se sigue diciendo.
Empieza a caminar en dirección de la corriente del agua, arrastrando su mano por la pared,
como esperando que la pared le diga algo, pero lo único que escucha es el pálpito de su corazón, el
cual es cada vez más fuerte a cada paso que da.
Sigue caminando y ve a lo lejos un par de faroles que al parecer están iluminando la entrada
de algo. Cuando llega a la altura de estos faroles, se encuentra con una puerta de madera vieja pero
concisa. Reconoce el dibujo que está en la puerta y el letrero que está encima que dice: “El
manicomio de las narices rojas”. Las letras están sobre una madera rota por los costados.
Estas
son de color negro y escritas de forma corrida. En la palabra “rojas”, la letra “O” está reemplazada
por una nariz roja de claun. El dibujo que está en la puerta es de un payaso. La cara la tiene pintada
de blanco y parte de la cabeza pelada también. Con el pelo enrulado de color celeste a los lados.
Tiene la boca pintada como los payasos de circo, pero su expresión es de una profunda tristeza. De
sus ojos salen unas lágrimas pintadas de negro Su nariz es grande y roja, como la que usan los
clauns. Lleva un polo largo de color blanco con unos pantalones de cuadros rojos y negros. De la
cintura salen unos tirantes que parecen ser para que no se le caigan los pantalones. Tiene unas
medias con rayas blancas y rojas y unos zapatos largos de color rojo. En su mano derecha, lleva
unos globos de colores, aunque se da cuenta que sólo hay un globo de color verde. En la otra mano
no lleva nada y se encuentra caída del otro lado.
-
Es él – piensa – es el payaso que vi.
-
Debe vivir aquí – se dice. Aunque debe estar un poco chiflado para vivir en un lugar
como éste.
Decide entrar, pero al tratar de abrir la puerta se percata que está cerrada. Trata de abrirla
pero es inútil, así que comienza a golpear para que le abran.
-
Espero que no se moleste – se dice. Porque si está loco tal vez sale y me quiere agredir.
Pero igual sigue tocando y gritando “payaso, payaso” cada vez más fuerte, pero sin
respuesta alguna.
5
Pega su oreja a la puerta para ver si puede oír algo, pero todo intento es inútil porque no
alcanza a oír nada. En ese momento, escucha una voz que viene de afuera, pero no llega a entender
lo que dice. La voz se vuelve más fuerte, casi se convierte en un grito y esta vez sí escucha lo que
dice:
No está – es lo que alcanza a distinguir.
Se voltea y un poco más adelante, pero en la acera del frente, está sentado con la espalda
recostada en la pared, algo que parece ser un mendigo. No le alcanza a ver la cara por la poca luz
que hay y porque tiene una vestimenta como de fraile, con una capucha que le tapa parte de la cara.
Pero a diferencia de los trajes de frailes, ésta parece de un material similar al “yute”, de un color
verde oscuro y algo desteñida.
Javier avanza un poco hasta estar casi frente al mendigo, pero en la acera contraria y con el
agua que corre entre ambos. Se queda mirándolo, tratando de descifrar quién es el personaje que
tiene enfrente, hasta que se anima:
-
¿Qué fue lo que dijiste? – pregunta integrado.
-
¿Qué no está? – dice el supuesto mendigo.
-
¿Quién? – responde Javier.
-
El payaso de los globos tristes – el supuesto mendigo hace una pequeña pausa y
continúa diciendo:
-
Lo que buscas está más adelante – señalando con su mano huesuda y sucia hacia
delante.
-
¿Y cómo sabes lo que busco?
-
¿Le preguntas a “un mendigo” lo que buscas? Creo que toda tu vida le has estado
preguntando a las personas no indicadas.
-
¿Y a quién le debería preguntar lo que busco?
-
¿A quién crees?
-
¿A mí?
-
¿Preguntas o afirmas?
-
Afirmo, ¿Qué voy a encontrar más adelante?
-
Lo que siempre has buscado.
-
Ni siquiera sé quién soy, voy a saber lo que estoy buscando.
-
Una cosa es que no sepas lo que estás buscando y otra no querer ver lo que tienes
debajo de tus narices rojas.
6
-
No te entiendo.
-
Las respuestas están más adelante. Pero creo que no quieres saberlas. A veces la
ignorancia es divina.
-
La ignorancia es para los débiles.
-
¿Cómo yo?
-
No lo dije yo, lo dijiste tú.
-
Pero lo pensaste. ¿Crees que por verme aquí, tirado y sucio soy más ignorante que tú?
-
No sé si más ignorante, pero por lo menos no te da la gana de salir adelante.
-
¿Y eso te hace mejor?
-
Tal vez.
-
Entonces dime, si te crees mejor que yo ¿qué haces aquí?
-
Soy muy curioso y este sitio me da mucha curiosidad.
-
No has escuchado el dicho que dice: “La curiosidad mató al Javier”.
-
No – contesta rotundamente y tratando de manejar la situación. He escuchado uno
parecido, pero no así de puntual ¿Qué es este sitio?
-
¿Se te hace familiar?
-
Un poco – asintiendo. No sé porque. Nunca en mi vida he visto algo así. Pero siento
que lo conozco.
-
Tal vez más de lo que crees.
-
No creo. Nunca he estado aquí.
-
Ya te dije, tus respuestas están adelante ¿o tienes miedo?
-
Yo no le tengo miedo a nada – contesta desafiantemente.
-
Ya veremos, estás a punto de ver qué hay al otro lado del pozo de los deseos.
-
No te entiendo.
-
Oh! sí que entiendes. Aunque no estoy tan seguro de que quieras ver.
-
¿Qué puede ser tan terrible que no quiero ver?
-
El vacío – se produce un pequeño silencio.
-
Si lo que está adelante puede explicar el vacío que siento, sí vale la pena verlo entonces
– lo dice mirando hacia delante.
-
Ya es tarde y te están esperando!
-
¿Quiénes me están esperando? – voltea otra vez hacia delante, vuelve a repetir la misma
pregunta, pero sin respuesta. Se vuelve para repreguntarle al supuesto mendigo, pero
éste se había esfumado y no había dejado rastro alguno.
7
Respira profundo y se dice:
-
Creo que me estoy volviendo loco.
Bueno, si mis respuestas están adelante, allá
iremos.
Comienza a caminar un poco lento pero con paso firme. A lo lejos, ve otros dos faroles
juntos que al parecer iluminan la entrada de algún lugar. Llega y se encuentra con otra puerta de
madera, similar a la anterior, pero en ésta no hay dibujo. El letrero que se encuentra encima es
parecido al anterior, de madera rota a los costados y escrito con letra corrida. Éste dice: “Bar para
los Soñadores”. Así es, era la primera puerta que vio desde la superficie. Javier mira el techo y ve
la alcantarilla donde todo empezó, respira hondamente, gira la perilla de la puerta y entra...!
-
Wow – es lo primero que dice.
Está emocionado y temeroso a la vez. Queda muy sorprendido de lo que ve. Estaba seguro
que nada en esta vida lo podía ya sorprender pero reconoce que realmente se ha quedado “sin
palabras”. Apenas si se puede mover. Mira a todos lados sin saber qué hacer. Entonces se repone
del impacto y se percata que es un bar en forma de hexágono. Una de las primeras cosas que le
llama la atención es que todas las personas están vestidas de negro.
En el centro del hexágono hay un tabladillo en el que se encuentra el “payaso de los globos
tristes”, vestido de la misma forma que el dibujo que se encontraba en la puerta que no pudo abrir
(es el único que no viste de negro). Juega a hacer malabares con unas clavas de fuego. La destreza
que tiene con las clavas es admirable. Javier no puede entender como nadie presta atención a la
pericia que está haciendo el payaso. Es como si cada persona de la habitación estuviera sumergida
en su propio mundo, pues nadie habla con nadie, como si el otro no existiera. Todos están juntos
pero a la vez solos. Incluso las mesas que están alrededor del tabladillo dejan la sensación de ser
islas que solas en sí no tienen significado pero que vistas en grupo forman una unidad, un
archipiélago, el bar.
Todo en el bar está hecho de madera quemada gastada. Hay luces bajas, lo que da un efecto
sombrío al ambiente. La iluminación viene de unos candelabros ubicados en las rodelas de madera
que cuelgan del techo de piedra oscura y concisa, como las que forman los castillos medievales.
8
A la izquierda de Javier, cerca al lado más cercano del hexágono, se encuentra una barra de
madera quemada y gastada, al igual que todo en el bar, que se extiende hasta el otro lado del
hexágono con el que forman uno de sus vértices.
Detrás de la barra se encuentra una mujer joven, delgada, de ojos grandes y verdes, con una
mirada que trasmite paz interior indescriptible. Tiene el pelo castaño, largo y ondulado pero lo lleva
un poco desordenado. Tiene un polo negro sin mangas y ceñido al cuerpo. En el centro del polo
tiene dibujado un signo de interrogación de color blanco. Lleva un pantalón de vaquero de color
negro, con botas del mismo color. Detrás de ella hay un estante que cubre toda la pared hasta el
techo, con separaciones angostas de tal manera que las botellas de licor se encuentran echadas
llenando cada orificio del estante. A la altura de la barra hay una estructura de madera colgando del
techo. En ella se encuentran colgando de cabeza todo tipo de copas que nos podemos imaginar.
La mujer, la cual le parece muy atractiva, se encuentra haciendo malabares con dos botellas
de licor. Las tira al aire y juega con ellas, pasándoselas de una mano a otra, haciéndolas girar en el
aire o tirándolas por detrás de ella y agarrándolas con mucha destreza, a la vez que sirve su
contenido en las copas que se encuentran encima de la barra. Javier se acerca a la barra y le
pregunta:

¿Qué es este lugar?

¿Acaso no lo sabes? – le contesta la mujer.

¿Debería saberlo? – responde Javier desconcertado.

Uno ve solo lo que quiere ver – continúa la mujer.

¿Y qué es lo que no quiero ver? – dice Javier como tratando de seducir a la mujer.

El pozo de los deseos – le contesta sonriendo.
Se queda sorprendido por las palabras de la mujer y la mira como tratando de entender lo
que realmente hay detrás de esas palabras pero se siente muy confundido. Así que dice:

No entiendo.

Las respuestas están más adelante – Y vuelve a sonreírle.

Bueno antes de encontrar las respuestas me podrías decir ¿porqué nadie en este
lugar aprecia lo que está haciendo el “payaso de los globos tristes”? Así se llama
¿no?

Sí – contesta y prosigue diciendo -. ¿Acaso no te has dado cuenta que todos están
atrapados en su propio destino?
9

Creo que estoy más confundido – dice Javier. ¿Cómo en su propio destino?

La soledad...! – Y vuelve a sonreírle.

Entonces estoy en el lugar adecuado – Sonríe él – porque yo también me siento
solo.

Creo que ya vas entendiendo y va llegando la hora de que te encuentres con tu
pozo de los deseos.

¿Hay un pozo de los deseos por aquí? – pregunta Javier.

Más cerca de lo que crees – dice la mujer.

¿En dónde?

Sigue tu intuición.
Javier voltea y pasa la mirada por todo el bar tratando de buscar algo que se asemeje a un
pozo. En ese momento se percata que en uno de los vértices del lado opuesto en el que se encuentra,
el más cercano a la puerta por la que entró, se encuentra un niño de espaldas hacia él que al parecer
se encuentra llorando. Esto lo conmueve y casi por inercia se dirige a él, olvidándose por algunos
segundos que estaba hablando con la mujer del bar, pero al darse cuenta no hace intento alguno por
regresar. Mientras camina observa al niño. Por el tamaño parece un niño de 5 años, lleva el cabello
casi rapado y de un color negro tan oscuro como la muerte, o por lo menos esa es la sensación que
le da. Tiene un polo negro de mangas cortas y un short de tela negra que le llega hasta las rodillas.
Usa medias y zapatos del mismo color de su vestimenta.
Antes que Javier llegue a él se da vuelta. Tiene los ojos tan rojos como si nunca hubiera
parado de llorar pero la mirada que tiene no es la de un niño sino la de un adulto. Su expresión
genera una sensación de miedo muy grande. Javier no entiende porque se siente tan atemorizado,
se arma de valor y le pregunta:

¿Por qué sufres? – casi tartamudeando.

¿Pretendes entender mi sufrimiento sin primero entender al niño que llevas dentro
– contesta.

¿Y qué te hace pensar que mi niño sufre? – le pregunta Javier.

Sino sufrieras no estarías aquí. – contesta el niño.

¿Acaso todos en este bar están sufriendo?
El niño lo mira como si le dijera que es obvio que todos en el bar están sufriendo. Y le
dice:
10

¿Crees que ese tipo de ahí no sufre? – señalando a un hombre que se encontraba en
el siguiente vértice del hexágono.
Javier se voltea y mira al hombre que señalaba. Se le veía musculoso y llevaba un polo
negro de mangas cortas y bastante ceñido al cuerpo. Tenía un pantalón de buzo negro y unas
zapatillas del mismo color. Pero lo que más le llamó la atención era que se encontraba tirando
puñetes a la pared de roca sólida. Un puñete tras otro y uno más fuerte que el anterior. Se podía ver
como su puño sangraba y caían las gotas de sangre al piso una tras otra. La expresión de su rostro
trasmitía una rabia incontenible. Era como si cada golpe iría acompañada de la rabia que expresaba
su rostro. Javier voltea hacia el niño y le pregunta:

¿Por qué está tan molesto?

¿Crees que le gustaba estar así? – le contesta.

Sino le gustara no se estaría haciendo daño - dice Javier.

¡Qué más quisiera él! Pero se encuentra atrapado en su rabia y no puede salir de
ella – hace una pausa y prosigue a manera de reclamo- Y tú, ¿si ni siquiera puedes
entender a tu niño cómo pretendes escapar de tu sufrimiento?
Ahora el que comienza a sentir rabia es Javier, porque esas palabras sentía que le hincaban
el corazón como cuchillos afilados y ardientes. Aún más confundido que antes y con una sensación
de ira muy fuerte se comienza a preguntar, a la vez que se va desesperando, ¿qué hace en ese lugar?,
¿quién es toda esa gente loca que está en el bar?, ¿quién es este niño que lo atemoriza tanto? y
¿dónde está el maldito pozo de los deseos?
En ese momento voltea y empieza a caminar rápidamente en dirección del hombre que
golpeaba la pared con los puños. Pasa por su costado lo mira y siente pena por él y por todos en la
habitación. Sigue avanzando en dirección del siguiente vértice del hexágono. Trata de no mirar a l
os rostros de las personas que están ahí, pero se percata que en una mesa a su izquierda hay otro
hombre, también de negro, que fuma compulsivamente y que en el cenicero no hay menos de 20
colillas de cigarros. Trata de no darle importancia y sigue caminando apresuradamente en busca del
maldito pozo de los deseos.
Cuando llega al vértice del hexágono, el cual es el más alejado de la puerta por la que
entró al bar, se da con la sorpresa que hay una entrada en la que hay una escalera de piedra sólida
que se dirige hacia abajo en forma de caracol. La escalera tiene paredes de roca sólida a los lados.
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Antes de entrar da una mirada y ve que encima de uno de los candelabros ubicados en las
rodelas de madera que cuelgan del techo, se encuentra sentado el “payaso de los globos tristes”.
Éste lo está mirando fijamente con una expresión de tristeza en su rostro tan grande que su corazón
comienza a palpitar de manera acelerada.
Javier se voltea, respira hondo y comienza a bajar por la escalera en forma de caracol.
Mientras baja se apoya con su mano derecha en la pared de roca sólida, la cual está mucho más
húmeda que la que había tocado anteriormente. Si en la primera había sentido que la roca lloraba
ahora sentía que era un llanto incontenible. Sigue bajando, a la vez que el vacío que siente se
incremente exponencialmente a cada paso que da. La escalera da a un espejo de cuerpo entero que
le interrumpe el paso. Lo observa y lo que ve en él es el bar en donde había estado segundos antes,
pero todos los personajes se encontraban mirándolo fijamente. Se asusta y voltea a ver detrás de él
y solo ve la escalera por la que vino. Vuelve a voltear hacia el espejo y lo único que ve reflejado es
el payaso de los globos tristes que lo mira fijamente. Javier toma la postura del payaso, hace como
si tuviera unos globos en la mano derecha, al igual que el reflejo del espejo, y una lagrima comienza
a recorrer su rostro......
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