Andrés Rodríguez Muñóz TFM 1213 opt Parte1

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MPAA 2012/2013
ESTUDIOS OFICIALES
DE MÁSTER Y DOCTORADO
EN PROYECTOS
ARQUITECTÓNICOS
AVANZADOS
Cartografiar el acontecimiento
Paisajes eventuales
Andrés Rodríguez Muñoz
Línea de especialización PAISAJE Y GRAN ESCALA
Nombre del director de la Tesis Fin de Máster JAVIER RUIZ, CONCHA LAPAYESE
Correo electrónico [email protected]
Teléfono 661273558
ES
En este trabajo se pretende hacer un acercamiento al estudio del paisaje desde su perspectiva dual, espacial y temporal. Se
propone un retorno a la geografía y la defensa del espacio como objeto de estudio al tiempo que se mantiene una lectura
temporal, eventual, del paisaje. Se trata de investigar las formas en que al enfrentarse al espacio no dominado se trazan
estrategias de dominación y medida. Para ello se han estudiado dos casos de estudio: la Batalla de Berlín durante la
Segunda Guerra Mundial y el lago Salton en California
PALABRAS CLAVE: territorio, espacio, tiempo, medida, acontecimiento, cartografía
EN
This paper aims to make an approach to the study of landscape from its dual condition in space and time. It proposes a return to
the geography and defense as a study space while maintaining a temporal reading, eventually, the landscape. The research
focuses on the strategies of domination and plotted as the face space. This has been studied for two case studies: the Battle of
Berlin during the Second World War and the Salton lake in California
KEYWORDS: territory, space, time, measure, event, cartography
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_Indice
0_Introducción
1_Acontecimiento como método de análisis
2_Ritmos o la medida del tiempo
3_La medida del espacio
3.1_Salton Sea_procesos de territorialización
3.2_La Batalla de Berlín
3.3_Acontencimientos territoriales de decidida caducidad: fronteras
4_Epílogo
_Bibliografía
_Índice de ilustraciones
(Fig 2) Estudio geológico realizado por Blake, W. P. para la Southern Pacific Railroad (1953) David Rumsey Historical Map Collection.
4
0. INTRODUCCIÓN
¿Hay alguien, que en su sano juicio, afirme que la Batalla de Berlín ya ha terminado?
Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se muestra a un ángel que parece a punto
de alejarse de algo que le tiene paralizado. Sus ojos miran fijamente, tiene la boca abierta y las alas
extendidas; así es como uno se imagina al Ángel de la Historia. Su rostro está vuelto hacia el pasado.
Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona
ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer
lo despedazado, pero desde el Paraíso sopla un huracán que se enreda en sus alas, y que es tan fuerte
que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la
espalda, mientras los escombros se elevan ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso.
Benjamin, W. Tesis sobre la filosofía de la historia.
Esta reflexión en la que Walter Benjamin ve la Historia como un condensado de hechos parece tener
mucho más que ver con el espacio de la Historia, que con el tiempo de esta. El tiempo queda aplastado por
la perspectiva con la que el Ángel de la Historia ve el tiempo pasado, una única ruina es la representación
desasosegante de la historia de la humanidad, un hecho espacial, pura coexistencia.
Al estudiar la historia en el espacio, o la historia desde la noción de lugar, se da la paradójica situación
de que al mismo tiempo que abandonamos la noción del tiempo cronológico de la historia, ésta nos alcanza
mucho más vívidamente como habitantes del lugar histórico.
Nuestro habitar es fundamentalmente espacial, percibimos nuestro mundo como el Ángel de la Historia
percibe ésta, el espacio es para nosotros simultáneo1 , y nuestra percepción de él pasa por tanto por la
yuxtaposición. Las artes plásticas, la arquitectura y el territorio existen al mismo tiempo en todas sus partes,
y aunque sean descritas de forma sucesiva, no pueden ser contadas sino, como dice Schlögel, tan sólo ser
dados a ver. Entra en este momento el conflicto entre el pensamiento espacial y el pensamiento verbal, al
cual se enfrentan a menudo todos aquellos que, como los arquitectos, acostumbran a trabajar en el espacio,
y a veces se enfrentan al problema de escribir.
El resultado de este conflicto ha caído tradicionalmente a favor de la historiografía, cuya forma es la
crónica, sucesiva y cronológica, narración maestra de cuanto sucedió y fue relevante. La Historia así entendida queda reducida a la sucesión continua de acontecimientos consecuentes entre ellos, y deja de lado
todo aquello que aun habiendo existido no ha podido reclamar su espacio dentro de ese relato universal.
Sin embargo numerosas voces se han levantado desde el mundo de la geografía y autores como David
Harvey, Fernand Braudel y el propio Karl Schlögel reclaman para ésta el derecho a contar la historia desde
su cualidad espacial, simultánea, divergente y estereoscópica. Una óptica nueva que abre a una dimensión
más la comprensión de cuanto ha acontecido y acerca definitivamente los estudios dedicados a la historia y
aquellos que se dedican al territorio.
Para el recorrido de esta reflexión sobre el tiempo y el espacio he elegido dos territorios aparentemente
muy distantes, especialmente en su ubicación geográfica, pero que bajo este análisis se tornan sumamente
complementarios. No hay intención en este trabajo de agotar ninguno de los objetos de estudio, ni tampoco
5
arrojar ningún dato nuevo que no se conozca ya, si no hacer una lectura de ellos diferente, en la que encon1
SCHLÖGEL, K. En el espacio leemos el tiempo (52-55)
trar nuevas claves en la disciplina del paisaje.
Tanto la Batalla de Berlín, como Salton Sea se muestran en esencia como lugares y al mismo tiempo
como acontecimientos, como paisajes dinámicos, ocupan un espacio físico conformado por la sucesión de
hechos y al mismo tiempo ocupan un lugar en ese tiempo histórico. Sin embargo cabe afirmar que ninguno
de los dos ha terminado, los acontecimientos sobrevenidos en ambos siguen latiendo con fuerza y su influencia y perturbación continúan estando presentes en la mirada del Ángel de la Historia a cuanto a sus pies
sucede.
Contra la aniquilación del tiempo por el espacio
El espacio o el territorio, son el cuerpo sensible de nuestra cultura, al que está atada, y que aun siendo
ampliamente anestesiado por la cultura de la información, de él depende. Mientras tanto los puntos en que
nuestra cultura y su espacio tocan son cada vez más frágiles y desconocidos.
En “Un paisaje de acontecimientos”, Virilio teoriza profusamente sobre la preponderancia que tiene el
tiempo sobre el espacio en la cultura actual, especialmente la transformación de su percepción que han
traído los medios de telecomunicación. En la mayoría de nuestras rutinas, acabamos obviando la distancia;
desde la comunicación hasta los desplazamientos en avión, la percepción de la distancia queda profundamente distorsionada y por tanto la concepción del espacio geográfico queda reducido a una idea de puntos
y enlaces casi instantáneos, y como si de un plano del metro se tratara, el mundo desaparece bajo los
trazos limpios que unen los puntos de interés.
En mi experiencia personal, durante los viajes, no encuentro mayor satisfacción que la de reconocer
las estructuras geográficas que uno ha de atravesar, intuir su formación y disfrutar del tiempo que requiere
recorrerlas conscientemente. Esta fricción que en el espacio supone la distancia, esta satisfacción, no es
producida por otra cosa que el acceso a una nueva dimensión de consciencia. Sentirse uno mismo en el
mundo y percatarse de que es tan amplio como profundo lleva a un sentimiento, a veces desolador y a veces sublime, de la infinita simultaneidad que se da a nuestro alrededor.
Propongo entonces una mirada espacial, no cronológica, que atienda a la inabarcable riqueza que el
paisaje, como fenómeno espacial, tiene en una suma de distancias y acontecimientos, de ritmos y medidas,
de procesos y lugares.
La Batalla de Berlín una narración pura
Las batallas como acontecimiento dentro de una guerra, y las guerras como acontecimiento en sí mismas
se conciben desde su concreción temporal, y cada vez menos desde su concreción espacial. Sin embargo
la guerra es un fenómeno fundamentalmente espacial y de ello da cuenta Schiller.
“Con crudeza chocan los contrarios en el espacio” 2
Y prueba de ello es la profusión cartográfica que generaron tan graves acontecimientos, tanto atacantes,
soviéticos, como defensores, alemanes, produjeron una rica y variada cartografía de guerra, describiendo
la situación de frentes, avances y posición de unidades. Un palpable interés por describir la situación sobre
el terreno. Es sabido que los tiempos de ruptura son tiempos de mapas3 , y el registro de cada paso en las
transformaciones queda sedimentado en la cartografía, aún en periodos tan breves de tiempo como días u
horas como se verá más adelante en la cartografía de la Batalla de Berlín.
2
3
SCHLÖGEL, K. En el espacio leemos el tiempo (15)
SCHLÖGEL, K. En el espacio leemos el tiempo (85-91)
6
Antes del comienzo de la guerra entre la Alemania nazi y la URRS, las relaciones entre ambos países
ya estaban dirimidas en el terreno de la cartografía y los pactos de no agresión y del reparto de (Polonia en
áreas de influencia de ambos estados) estuvo rubricado por mapas.
La Batalla de Berlín presenta una situación móvil en la que el tiempo mide el espacio y viceversa. Situación mostrada por el avance del frente en las semanas que duró la ofensiva soviética sobre las defensas
alemanas. Más interés que los propios hechos de la batalla, lo tienen las condiciones de estructura y organización de un ejército sobre el territorio. Durante la batalla de Berlín, son tan conformadores del paisaje la
orografía de los campos de batalla como los códigos (táctica y estrategia) que rigen la acción y la llevan a
cabo. La batalla es vista como un espacio de acontecimiento, turbulento y cambiante en el que sus habitantes (soldados y civiles) han de aprender a habitar y por tanto generan nuevos códigos que regeneran la
acción y el propio acontecer de los hechos.
Lo que se ha expuesto hasta aquí nos ha mostrado cómo la naturaleza objetiva de la guerra hace de
ella un cálculo de probabilidades. Ahora sólo se requiere un elemento más para considerarla como un
juego, y ciertamente ese elemento no le falta en absoluto: es el azar. Ninguna actividad humana guarda
una relación más universal y constante con el azar como la guerra. El azar, juntamente con lo accidental
y la buena suerte, desempeña un gran papel en la guerra.
De la Guerra. Von Clausewitz
La guerra, como forma de violencia, ha sido desde tiempos inmemoriales el árbitro último e indiscutible
en las disputas entre estados (Arendt, 2005). El uso de la violencia está implícito en toda relación humana,
como forma de relación y como recurso final al que está sometido todo contrato4 : como dijo Hobbes, “acuerdos sin la espada, son sólo palabras”.
Sin embargo, esta violencia utilizada para alejar la incertidumbre en las relaciones humanas pactadas5
es en sí pura incertidumbre. Una vez realizados, los actos violentos del que actúa escapan de su control y
por tanto es imposible predecir su resultado. No hay manera de eliminar ese componente de riesgo implícito
a cualquier acción, característico del acontecimiento, que hace imposible cualquier suerte de estructuración
o modelización de lo que ocurrirá después. Arendt nos advierte del peligro de pensar lo contrario y actuar
bajo el convencimiento de controlar el fluir de los acontecimientos6.
Salton Sea una sedimentación del tiempo
Es imposible nadar en el lago Salton porque han crecido percebes por entre las rocas. Se practican
el esquí acuático y la pesca. También hay un plan para intentar desalinizar el lago y existen todo tipo de
extraños proyectos para llevarlo a cabo. Uno de ellos consistía en traer escoria desde la acería Kaiser y
construir un sistema de diques. De esta manera tenemos un ejemplo de una especie de efecto dominó,
donde un error engendra otro nuevo; en cierto sentido, para mí estos errores resultan curiosamente excitantes, no los encuentro deprimentes
Robert Smithson. 1973.
40 años después de que Robert Smithson realizara esta entrevista, el lago Salton continúa siendo una
anomalía, sigue siendo un acontecimiento. Creado por el azar posible de un accidente previsible el lago
proporciona constantemente un territorio para la supervivencia y la colonización. Los habitantes de Salton
City (Imperial County, California) viven en un tiempo que en realidad no ha llegado a existir.
7
4
Benjamin, W. Para una crítica de la violencia.
5
Ibid. En el mismo texto hace un clara diferencia en las relaciones basadas en la afectividad, en las cuales la violencia no es moneda
de cambio; y las relaciones contractuales.
6
“la fecundidad de lo inesperado excede con mucho la prudencia del estadista”. Proudhon., Pierre J.
8
(Fig 3) Sykes Colorado Delta Region (1933) http://www.usbr.gov/history/archive.html Bureau of Reclamation. U.S. Department of the Interior
El lago Salton ocupa la depresión de un antiguo entrante del golfo de California, planicie salada y desértica que las ocasionales y catastróficas crecidas del río Colorado han estado inundando durante milenios,
creando un lago que el sol desecaba durante los años posteriores. La utopía del desarrollo llegó al Imperial
Valley cabalgando a lomos de la malla del Public Land Survey System y que trajo a la tierra seca, pero llena
de nutrientes, el agua necesaria para convertirlo en un oasis productivo. El terreno era vendido por lotes
antes de ser medido, visto y transformado en paisaje7. El territorio es así creado como inversión abstracta,
definido por sus coordenadas y valorado por su potencial rendimiento económico, debiendo su existencia al
espacio creado por la diferencia positiva entre beneficios e inversión.
Las empresas colonizadoras, California Development Company8 e Imperial Land Company9 trajeron
agua y colonos y, durante los primeros años de iniciativa empresarial, las teselas desérticas de la gran malla
americana reverdecieron en una explosión agraria. Sin embargo, la utopía ya era distopía y el gran sueño
del desarrollo habitaba un tiempo concreto y limitado. La misma crecida que desde su formación había
convertido la depresión del Salton en un oasis latente desbordó el Imperial Canal y, durante los dos años en
que el desbordamiento fue incontrolable, se formó el lago Salton.
A pesar de la merma en su superficie de cultivo, Imperial Valley, medio siglo después, siguió siendo
atractivo a la inversión, inmobiliaria esta vez, y Salton City es fruto de este nuevo furor. En los años 50 se
planeó como el mayor desarrollo urbano en Imperial Valley, una empresa que apenas comenzada fracasaría
debido a la paulatina salinización y contaminación del agua por los sedimentos arrastrados desde los cultivos rivereños. Un enorme viario de hormigón dibuja sobre la llanura el mapa casi vacío de una ciudad de
vacaciones sobre el que unas pocas casas apenas dan sentido a los trazos diseñados de la urbanización. A
menudo el trazado de este y otros asentamientos comienza a borrarse, frágilmente soportado por la racional
lógica de la gran malla americana que aparece allí donde la urbanización la requiere, dándole su soporte
geométrico para que sea traducido en geografía.
Pocos son los habitantes de Salton City que se resisten a marcharse, apenas dos mil, quizá todavía viviendo el ensueño de prosperidad que trajo el primer turismo o atrapados por el magnetismo de un lugar que
proyecta una distopía del desarrollo. Son supervivientes en un escenario postapocalíptico, un nuevo paisaje
del acontecimiento producto del drástico cambio de condiciones para el que la mayoría de las estructuras no
sirven ya para lo que fueron proyectadas, pero que permanecen como testigo de un pasado casi ficticio.
9
7
El Public Land Survey System sustituyó desde finales del siglo XVIII al sistema británico de catastro, que empleaba referencias locales
para el registro de parcelas. Referencias que obligaban a haber habitado previamente el territorio, haberlo transformado y por tanto haberlo
convertido en paisaje.
8
California Development Company fue la empresa que promovió la construcción desde el río Colorado de un sistema de canales de
riego entre los que se encuentra el Imperial Canal y Alamo Canal. Desaparecería tras la catástrofe de la inundación al no poder hacer frente a las
demandas interpuestas, su actividad fue asumida por Imperial Irrigation District en 1911.
9
Imperial Land Company fue la empresa de colonización que suministraba clientes a la California Development Company, fundó las
ciudades de Imperial, Heber, Brawley, Calexico y Mexicali (estas últimas son ciudades gemelas en la frontera entre EEUU y México.
(Fig 4) Salvation Mountain. Slab City.
10
11
(Fig 5) Orilla de Salton Sea, 28 mayo 2002. National Aerial Photography Program. USGS.
12
1. El acontecimiento como método de análisis
Teoría del acontecimiento, espacio turbulento, paisaje eventual
“Cada periodización divide a la historia en un cierto número de sucesos, e inversamente, cada estrato
de sucesos exige una periodización inmediata, puesto que según el nivel del que se parta deberán ser
delimitadas periodizaciones distintas, y, según la periodización que se establezca, se alcanzarán diferentes niveles. Se accede así a la metodología compleja de la discontinuidad”. Se puede, e incluso conviene concebir y construir una metodología de la discontinuidad en función del espacio y de las escalas
espaciales. Usted privilegia de hecho el factor tiempo arriesgándose a delimitaciones o espacializaciones
nebulosas, nómadas. Espacializaciones inciertas que contrastan con la preocupación de recortar franjas,
períodos, edades.” 10
A modo de introducción, este fragmento de Microfísica del Poder hace referencia a la dualidad fundamental en que se basa este trabajo. La historia, dedicada al estudio del tiempo, extendido ya no sólo a
los grandes acontecimientos que han marcado el recorrido de la humanidad, sino a la totalidad de cuanto
ocurre y puede plantear ahora una aproximación a ellos desde la comprensión de su naturaleza discontinua.
El relato histórico deja de ser lineal, consecuente y coherente. Hay que asumir su complejidad, dispersión y
naturaleza estereoscópica, para acceder a una manera nueva y más amplia de conocimiento.
“Intentar deconstruir y componer de nuevo la rígida narrativa histórica, escapar de la prisión que es la
temporalidad del lenguaje y de la teoría crítica convencional de un historicismo similarmente carcelario,
para dejar espacio a intuiciones de una geografía humana comprensiva, a una hermenéutica espacial.
Con ello se cortaría el flujo de lo secuencial una y otra vez y se desviaría a recuperar y componer simultaneidades y yuxtaposiciones de mapas con que sería posible salirse de la narración casi en cualquier
punto a voluntad sin perder de vista el planteamiento general de del trabajo, podría parafrasearse así:
Crear accesos críticos a la vinculación de tiempo y espacio, historia y geografía, época y región,
sucesión y simultaneidad.” 11
Por otro lado, la posibilidad y también necesidad de hacer un estudio de los hechos espaciales en su
dimensión temporal. Se trataría de entender el lugar como una “sincronía de asíncronos”12 : cada momento
histórico tiene una componente espacial, un lugar y unas configuraciones territoriales donde se desarrolla, el
cual es posible, a su vez, ser explorado como fruto de una combinación de coincidencias temporales.
Este planteamiento es un recorrido inverso al de las ciencias historiográfica y geográfica tradicionales
y perdiendo todo gesto de abstracción aborda el estudio del paisaje desde una perspectiva ampliada y
multiplicada. Una vuelta a un materialismo crudo, a la experiencia del espacio y a la asunción de que es
imposible el relato absoluto.
Por ello se plantea la necesidad del recorrido oblicuo, transversal que atraviesa los planos de las sucesivas configuraciones espaciales y no abandona la perspectiva temporal. Sigue siendo necesario un hilo
conductor en la investigación, un camino o una herramienta que sirva al mismo tiempo de referencia y de
exploración a través de este ancho y profundo océano.
El acontecimiento ocurre, como accidente, catástrofe o suceso, aunque podría designarse también
13
10
Extracto de la entrevista que realiza Yves-Lacoste a Michel Foucault para la revista de geografía Herodote en 1975. En este fragmento
Yves-Lacoste razona sobre la cita de palabras escritas anteriormente por el propio Foucault.
11
SCHLÖGEL, Karl. En el espacio leemos el tiempo (64-74)
12Ibid.
de otras formas: evento o acaecimiento. Tomaremos el término acaecimiento en vez de acontecimiento.
Porque en acaecer no existe otra dimensión que su propia existencia, sin valoración o juicio posible, es
de una neutralidad inapelable. Acaecimiento carece por completo de la dimensión mediática que algunos
autores contemporáneos dan al acontecimiento, y por tanto, resulta de mayor interés para una investigación
que no busca tanto profundizar en el concepto del acontecimiento, como usarlo a modo de herramienta y
método para estudiar el paisaje.
Desde la filosofía hasta las ciencias aplicadas, el acontecimiento o acaecimiento ha sido objeto de estudio, y ha sido analizado de múltiples maneras e intereses distintos, sin embargo, reduciendo a un posible
común denominador de todas estas aproximaciones, podríamos definirlo como “variaciones del entorno
imprevisibles desde el interior”. Una definición que hace referencia a los cuatro aspectos fundamentales del
acontecimiento.
El primero, variaciones, da la dimensión temporal necesaria para la producción del acontecimiento. Incluso abre la puerta a una reflexión más profunda de la cual no estoy seguro sea capaz de abordar en este
trabajo, aunque me permitiré esbozarla. Según Heidegger, el Ser, o su presencia, se debe al Tiempo y por
tanto, el Ser, subordinado al tiempo por medio de su presencia, puede ser visto así como un tipo de acontecimiento. Esta reflexión me lleva a la pregunta de si el paisaje puede ser entendido como acontecimiento, o
como suma sucesiva de eventos. Paisaje como proceso, hecho de procesos en una ilimitada sucesión descendente en escala y que es siempre entendida a través del establecimiento de un punto de vista. Autores
más cercanos en cuanto a disciplina, abordan la cuestión de si la propia arquitectura es un acontecimiento,
Bernard Tschummi y Stan Allen son buenos representantes de esta forma de aproximación.
El acaecimiento, según su definición, solamente sucede, no es previsto y tampoco puede ser proyectado.
Más allá de la obviedad de su imprevisibilidad, lo que considero realmente importante en este aspecto es la
imposibilidad de construir un modelo predictivo del acontecimiento, y por tanto, frente a esta forma de ver el
paisaje, fracasa la creencia actual que propugna que todo es previsible, y sólo es una cuestión de capacidad de cálculo y volumen de datos.
Por último, entorno e interior, conceptos que hacen referencia a una relación topológica mutua. Aunque
cabe la duda de cuál es el objeto al que se refieren. Se podría pensar que se trata del interior del sistema
afectado por el acontecimiento, o bien que es el interior mismo del acontecimiento, desde el cual uno no
puede percibir las transformaciones que éste produce en el entorno. En cierto modo, esta breve reflexión es
en torno al entendimiento del acontecimiento, su inteligibilidad, y al hablar de interior, es necesario puntualizar que éste se refiere tanto a lo espacial como a lo temporal.
La siguiente cuestión, y quizá ya tesis sobre la que se sustenta este trabajo de investigación es el entendimiento del acontecimiento como proceso y no como hito. Se trata de leer el acontecimiento como un
ente temporal con espesor cuyo ámbito es el tiempo aunque tiene sus consecuencias en el espacio. No se
trataría de un corte limpio que perturba el natural discurrir de las cosas sino la perturbación misma en la que
las cosas cambian de lugar, de orden, y por tanto la forma de habitar.
Se desvela así el acontecimiento como analizador del territorio, revelador de las tensiones ocultas. Alterando la estabilidad en el paisaje y rompiendo el orden sobre el que están construidas las relaciones, hace
aflorar realidades ocultas, dimensiones desconocidas de los elementos que lo conforman. El acontecimiento
es accidente y análisis al mismo tiempo, y por tanto motor de evolución del sistema, donde el aprendizaje y
la adaptación estarán presentes en los procesos autogenerativos inherentes a la construcción del paisaje.
Por último queda plantear la relación entre el acontecimiento y el territorio en el que tiene lugar. El concepto de paisaje acaecedero (site événementiel) surge desde la calificación que el propio acontecimiento da
14
al paisaje. El paisaje se vuelve acaecedero una vez acontece el suceso y no antes, pues es éste el que lo
cualifica como tal. Eso no quita que el paisaje sea un campo de tensiones latentes, energías potenciales cuyo
desencadenamiento puede depender del más mínimo estímulo.
Se trata de entender el acaecimiento como el espacio en el que es posible el flujo turbulento del devenir.
Son sucesos compuestos de micro-acontecimientos, mostrando una textura del sentido de las cosas turbulenta y contradictoria en una aproximación multiescalar, en la que sólo la historiografía tradicional de los
vencedores ha sido capaz de dar un sentido al relato. Será entonces más certero definir el acontecimiento en
relación con un paisaje acaecedero (site événementiel), donde el múltiple es singular, y es presentado sin que
ninguno de sus elementos lo sea de manera individual. Sin embargo, el paisaje no será nunca una condición
para el acontecimiento, más bien al contrario, será paisaje acaecedero (que podrá engendrar acontecimientos) en su calificación retroactiva por el acontecimiento .
La propuesta es hacer arqueología del acontecimiento, recogiendo todo cuanto pertenezca a éste, que
haya formado parte de él y luego se haya desprendido, investigando a través de su estela y sus consecuencias, aunque cualquiera de esas cosas contradigan el sentido general que a éste se ha dado por el relato. Al
entender el acontecimiento, como flujo turbulento se asume la imposibilidad de prever su comportamiento,
imposible encontrar una estructura a la que éste se ajuste o construir un modelo que pueda hacer una extrapolación a partir de la realidad.
Delimitar para marcar las líneas de contorno, la separación entre “lo que es” y “lo que no es” es tan difícil
como difusos son sus límites, tanto espaciales como temporales, problema que surge solamente al intentar el
relato del acontecimiento desde la reducción del relato histórico, en la que es necesario separar lo que es de
lo que no es, tanto en tiempo como en espacio. Sin embargo existe la posibilidad de no delimitar el acontecimiento, aceptando su lógica difusa en su narración y explorar las posibilidades del concepto de lugar como
método de situación del acontecimiento. La diferencia entre espacio y lugar viene ahora con mucho sentido a
este trabajo pues marca la separación difusa entre el espacio de la posibilidad, y el lugar del acontecimiento.
¿cuándo se convierte un espacio en lugar? ¿y en territorio?
Un lugar es una configuración instantánea de posiciones. Implica una indicación de estabilidad .13
El acontecimiento es un analizador, o mejor dicho, revelador del paisaje, donde se incluye tanto al territorio
como todo aquello que lo habita, o que forma parte de él. Es un nudo, un resalto en el flujo del tiempo, sometido a la incertidumbre de lo espontáneo, trayendo nuevos significantes dentro de un proceso en el que están
presentes las tensiones ocultas del sistema. Al cambiar la estabilidad del lugar en el que las fuerzas acomodadas acaban por ocultarse bajo el manto de lo estable, las tensiones ocultas actúan de maneras distintas, o
simplemente actúan en un paisaje donde hasta ahora estaban bloqueadas bajo la acción de otra fuerza. En su
condición múltiple de hecho material y narración inmaterial, el acontecimiento es accidente y análisis al mismo
tiempo, y por tanto motor de evolución del sistema, donde el aprendizaje y la adaptación estarán presentes
produciendo procesos auto-generativos. Procesos que han sido rarificados por las sociedades tradicionales
y que, sin embargo, la modernidad ha potenciado, intensificando los acontecimientos desde lo espectacular
hasta lo trivial, desde el acontecimiento hasta el suceso.
¿Cuál es entonces la relación del evento con el espacio donde tiene lugar? Hasta ahora ha quedado claro
que el evento sucede, o mejor dicho acaece, dentro de un paisaje eventual, al que dota retroactivamente de
esa capacidad de engendrar eventos. El evento acaece en el espacio, transformándose en lugar o convirtiéndose a sí mismo en lugar dentro del relato del mismo. Sin embargo queda pendiente una mirada a ese
espacio de potencialidad, a ese site événementiel o paisaje eventual.
15
13
M. de Certeau. La invención de lo cotidiano, artes de hacer, 129,130. En el discernimiento entre lugar y espacio, se conviene que el
espacio será el lugar practicado, y por tanto, a diferencia del lugar carece de univocidad y de la estabilidad de un sitio propio. La lectura es el
espacio producido por la práctica del lugar que constituye un sistema de signos: un escrito.
(Fig 6) Oficiales rusos inspeccionan el interior del Reichtag tras la toma de Berlín, 1945. Antony Beevor.
16
2. Ritmos, o la medida del tiempo
Desde el momento más antiguo en que por primera vez el ser humano tuvo conciencia del paso del
tiempo hasta el más sofisticado reloj atómico actual, han sido los acontecimientos los que hemos empleado
para medir el tiempo: la sucesión del día y la noche, de las estaciones, las cosechas, las migraciones de
animales, los latidos del corazón, las respiraciones, o la frecuencia de vibración del átomo de cesio14 son
hitos cuya contabilidad nos permite medir una magnitud que es en sí continua.
El tiempo no es medible como magnitud, no es perceptible en sí mismo, más que por la observación de
sus efectos sobre las cosas. El tiempo se desliza en torno a nosotros y sin una herramienta que lo delate,
se nos escurre entre las manos pues carecemos del sentido del tiempo. Nuestra percepción del paso del
tiempo es tan voluble como nuestra propia conciencia, tanto es así que en el uso del lenguaje estamos más
habituados a emplear referencias subjetivas más que objetivas. Desde instantes a una eternidad, hacemos
gala de una facilidad asombrosa para cambiar de escala temporal y con un cambio de expresión cambiamos la percepción de la duración de un hecho. Incluso a través del lenguaje se pueden explorar tiempos
más allá de la realidad natural.
Esta condición móvil del tiempo queda sujeta, de algún modo, a su relación con la realidad tangible de
cuanto nos rodea. Somos más conscientes del paso del tiempo, o de sus efectos a partir de la presencia
temporal de las cosas. Se produce una intensa dialéctica entre discursos contradictorios como el propio
Heidegger reconoce en Tiempo y ser en la que es posible decir que lo ente determina el tiempo y el tiempo
determina lo ente.
Todo lo que en cada caso es, cada ente, viene y va en el tiempo que le es oportuno y permanece por
un tiempo, durante el tiempo que le ha sido asignado. Cada cosa tiene su tiempo.
Martin Heidegger. Tiempo y ser
En este caso y sin ánimo de resolver semejante paradoja me limitaré a aprovechar algunas de las relaciones que se establecen entre lo ente o lo presente, y el tiempo, para abordar algunas de las cuestiones
que considero fundamentales en el estudio del paisaje, como objeto presente y cuya presencia está sujeta
al tiempo.
El paisaje es la expresión del territorio y de sus procesos, y el entendimiento del paisaje viene dado por la
comprensión de las dinámicas que le dan forma, tanto en lo físico como en lo cultural. El paisaje se presenta
como una realidad dinámica en la que múltiples tendencias de cambio se superponen, interfieren, contienen
unas a otras o coexisten. Procesos que suceden en todas las escalas de tiempo y espacio, alterando los valores geológicos, biológicos y culturales del paisaje en cuestión. Grandes procesos de orogénesis, erosión
y sedimentación conviven y dan forma al paisaje al mismo tiempo que lo hacen microorganismos o r el ser
humano.
Me viene a la cabeza la imagen de un gran mecanismo de ruedas dentadas, que giran en un mismo
eje, numeradas, pero descabelladamente diferentes unas de otras. Algunas tan inmensas que no llega a
verse el borde, otras diminutas, y todas giran a diferentes velocidades. A cada momento se produce una
combinación incoherente de números distinta, irrepetible y a veces incomprensible, ya que cada número es
resultado del avance de una rueda diferente.
Cada proceso puede ser reconocido individualmente, lo que no quiere decir que discurra con indepen17
14
Método actual empleado en los relojes atómicos, en los cuales se basa la definición del Sistema Internacional de Unidades del
segundo.
dencia de los demás, ya sea porque tiene lugar en una escala de tiempo asequible o porque contamos con
el conocimiento previo necesario para entender sus efectos. Ejemplos en el mundo natural son todos, como
la colonización por parte de especies vegetales de zonas hasta ahora despobladas, o la caída al mar de
grandes bloques de hielo procedentes del final de un glaciar. Sin embargo, en el ámbito del territorio humano, el paisaje antropizado, estos procesos evolutivos son a menudo más violentos, dinámicos, rápidos o
complejos como para ser apreciados tan limpiamente como ritmos.
De esta manera, al dirigir la atención al paisaje, nuestra mirada se hace sensible al tiempo en la medida
en que lo es a sus efectos sobre el territorio15. Esta percepción acusa la emoción de comprender la naturaleza temporal a la vista de cualquier fenómeno. Más aún, en nuestra situación interior al acontecimiento,
somos incapaces de ver lo que en la distancia de las ciencias geológicas a menudo es obvio, la temporalidad de todo cuanto acontece, pero a través del entendimiento del paisaje adquirimos una conciencia de
temporalidad superior.
En este sentido es sumamente elocuente el concepto que el historiador francés Fernand Braudel desarrolló bajo el nombre de “longitudes variables de onda en el tiempo”. De esta manera divide en tres tipos los
acontecimientos que tienen lugar en el paisaje, aunque siempre desde una perspectiva antropocéntrica.
En primer lugar trataríamos los cambios pertenecientes a la “longue durée” , cambios lentos, de gran
duración, pertenecientes al campo de los imperceptibles cambios geográficos en el paisaje que permiten y
restringen16. En segundo lugar estarían los cambios nominados como “conjonctures”, referidos fundamentalmente a cambios culturales, sean estos demográficos, económicos, agrarios, sociales o políticos. Entendidos como cambios dentro de una escala restringida de tiempo, menor siempre a un siglo de duración.
Ambas escalas de tiempo combinadas darían lugar a lo que Braudel denomina estructuras básicas, sobre
las cuales la existencia humana se desarrolla.
La última categoría, a la que pertenecen los procesos más breves e instantáneos, en lo que el autor
llama “l’histoire événementielle” se incluyen todas las vicisitudes de la vida diaria. Estos representan los
hechos en los cuales vivimos el día a día (desde lo más cotidiano hasta los acontecimientos políticos diarios), y que vistos desde dentro, comportan casi la totalidad de nuestro paisaje vital, pero que en la perspectiva del tiempo, a menudo quedan disueltos y apenas crean huella.
Aún a riesgo de ser un análisis bastante simplificador, es muy eficaz a la hora de mostrarnos la dimensión temporal de todos los procesos en los cuales estamos insertos, como individuos y como sociedad.
La percepción del paisaje cultural
Una reciente incorporación a nuestro imaginario popular del último siglo es la fotografía aérea, desde
que en 1855 se realizara en Francia la primera fotografía desde el aire17. No debería sorprendernos que los
primeros objetos de estas imágenes fueran poblaciones y ciudades, París, Boston o Londres, serían pronto fotografiadas a vista de pájaro. Y es que la visión desde arriba es la visión del estratega, la pretendida
objetividad científica, la comprensión ubicua del paisaje. Ver desde arriba, permite, además, ver todo a un
tiempo, y se tiene así una intensa sensación de simultaneidad. Desde el aire reconocemos la forma de las
carreteras, caminos y canales, el contorno cada vez más desdibujado de las ciudades, los grandes accidentes naturales o el patrón de colocación de los molinos de viento. Tratamos siempre de reconocer sobre
la tierra las formas aprendidas en los mapas y que intuitivamente son imposibles de verificar a ras de suelo,
y nos sonreímos cuando lo hacemos. Parece como si no nos hubiéramos creído del todo el contenido de los
15
Español Echániz, I. El paisaje como percepción de las dinámicas y ritmos del territorio. Paisaje y territorio. 2006. Abada Editores.
16
Kaplan. Robert. The revenge of Geography. (319-328)
17
Gaspard-Félix Tournachon realizó la primera fotografía aérea desde un globo aerostático a 80 metros del suelo. Tomó una vista de la
localidad francesa de Petit-Becetre.
18
mapas y nos satisface comprobar que efectivamente, lo que vemos coincide con lo que sabemos.
La vista aérea tiene además la propiedad de producir la ilusión de la congelación de la imagen del paisaje. Muy pocos son los movimientos en la superficie que se perciben a 6.000 metros de altura. Y aquellos que
lo son, son tan distantes que apenas logran que tomemos conciencia de que ahí abajo hay un mundo en
movimiento. La vista de una concurrida carretera se asemeja mucho más a una lejana cinta transportadora
que a nuestra experiencia al viajar por ella, y sin embargo entendemos mejor su lógica territorial, sus curvas
y viaductos, cómo une poblaciones y enlaza con otras vías. Esta suerte de congelación hace de la fotografía
aérea la imagen de la geografía. Una aproximación sin narración a las características espaciales y culturales de un instante. Se produce un doble aplanamiento, desde la perspectiva visual, la vista cenital elimina
la profundidad de los valles y la altura de los objetos, no hay visión más cercana a la del mapa que la vista
de pájaro. Por otro, el aplanamiento temporal, la sensación de que no ocurre nada y al mismo tiempo ocurre
todo, el aplastamiento del tiempo sobre el plano del mapa. Google Earth es el punto de fuga total, desde el
salón de nuestra casa está prácticamente toda la superficie de la tierra. Desde el lanzamiento de Google
Earth en 2005 muchos somos los que conocemos el aspecto que la superficie de la tierra tiene en lugares
tan remotos como el desierto de Libia, la península del Sinaí o las estepas de Uzbekistán. Nos entregamos
sin reparos al placer del dionisiaco flaneur aéreo18, subiendo y bajando, navegando voluptuosamente siguiendo las más atractivas formas y colores que la tierra presenta.
Pero no es más que ilusión vacía de conocimiento, imprecisa y dislocada. Una representación de la
Tierra en la que abundan errores de proyección cartográfica, censuras intencionadas y aún coexistencia de
imágenes diacrónicas. No hay paisaje en Google Earth, sólo una máscara. El paisaje se encuentra abajo,
sobre el terreno, donde es posible habitarlo y de donde podremos obtener la mayor cantidad de información,
allí donde a uno le cuesta moverse y entra en fricción con la geografía. Donde al mismo tiempo se tiene la
capacidad de modificar, intervenir, tomar medida, en definitiva, habitar.
Nuestra vida discurre dentro del paisaje, no encima o fuera de él y por tanto nuestra identidad se construye, en parte, a partir de él. Nosotros no habitamos un país, una ciudad, o una provincia, sino que son los
paisajes aquello con lo que más nos identificamos. Nuestra identidad con el contorno nacional es aprendida,
y por tanto más frágil, que la vivida con los paisajes en los que hemos crecido. Esta relación es recíproca
y si nosotros como cultura adquirimos información a partir de nuestro habitar en el territorio, el territorio, en
la forma del paisaje queda grabado con esa información, que acumula sobre sí. Llegamos así a una idea
de paisaje cultural, documento y espacio vital al mismo tiempo, permanentemente habitado: transformado y
escrito. No me interesa su concepción como libro en el que leer, creo que se acerca más la metáfora de la
casa, espacio habitado, hecho a nuestra medida, construido y modificado una y otra vez, lleno de restos de
épocas anteriores, conservados tanto en su fisionomía como en la forma de habitarlo. Un espacio que es
recuerdo y campo de posibilidad al mismo tiempo.
Se tratará de aunar las herramientas desarrolladas por disciplinas hasta ahora divergentes, y trabajar con
un ánimo unificador de conocimientos, huir de la simplificación, la abstracción y la univocidad del discurso
y abrazar la complejidad, la simultaneidad y la coexistencia. Entiendo que hemos de abordar el estudio del
paisaje cultural desde lo más íntimo de nuestra identidad hasta lo más global de nuestra cultura.
Quisiera recuperar ahora el acontecimiento como método de análisis, herramienta de aproximación y
modelo de estudio. Proyectar la idea del paisaje como una nebulosa de acontecimientos de duración y escala indeterminadas, contenidos unos en otros, o acaeciendo independientemente. Se abandona el discurso
causalista y se toma una posición paralela a la Historia, alimentándonos de ella, pero siguiendo un curso
propio. Se trata de entender que el estudio del paisaje es la forma más rica de estudio del territorio, aunan19
18
Kingsbury, Paul and Jones III, John Paul. Google Earth as Dionysusphere. New Geographies. Vol 4. Cambridge (Massachussets).
Harvard University Press.
do lo antropológico, sociológico, histórico, geográfico, geológico y biológico.
Salton sea, desde el aire
Sólo desde el aire es visible la simultánea complejidad de ritmos presentes en Salton Sea. La foto fija
que antes ponía en crisis sirve ahora para comenzar a desvelar los numerosos procesos simultáneos que
dan forma a este territorio desértico. Una mirada geográfica sobre un trozo de terreno cuajado de trazos que
hablan de múltiples modos de habitar será el punto de partida para esta particular exploración. Si el desierto
norteamericano se ha convertido en un patio de atrás, Salton Sea es el paradigma del desierto norteamericano. Su superficie es doblemente lunar, árida y polvorienta. Pero también porque toda huella dejada por
el hombre allí permanece. En el vastísimo espacio del desierto no merece la pena sobreescribir ni reutilizar
el suelo y por tanto no hay palimsesto posible. Trazas, construcciones, cultivos son abandonados y ese
suelo rara vez vuelve a ser ocupado, mostrando restos de hace décadas y siglos, que se acumulan sobre la
superficie.
Además, la antigua cuenca seca concentra, y de manera muy explícita, una inusitada cantidad de procesos, lo que lo hace muy atractivo para hacer una geografía de los ritmos. Deja de importar ahora la configuración particular de determinados lugares para dar paso a una mirada más brumosa, confusa y compleja
de cuanto allí está en movimiento.
Un vistazo al mapa de los terremotos en el suroeste americano nos pone en la pista de uno de los procesos geológicos más violentos de nuestro tiempo. Y su más icónico representante, la falla de San Andrés
pasa bajo las aguas del lago Salton. Desde 1932, más de dieciocho terremotos de magnitud superior a 5
puntos en la escala de Richter han tenido su epicentro localizado en la cuenca del lago Salton, mientras
que huellas de algunas fallas secundarias son visibles irrumpiendo en la cuadrícula de cultivos en torno a la
localidad Bradley. La tectónica de placas marca un ritmo de larguísima duración pero de consecuencias a
veces dramáticas, supone una lluvia de acontecimientos sobre un lento ritmo geológico.
Los nativos americanos, antiguos habitantes del valle Coahuilla, habían interiorizado en su tradición oral,
lo que durante siglos fue una dinámica cultural impuesta por las crecidas ocasionales del río Colorado.
Este rastro de información geológica es todavía reconocible en las canciones de los indios cuando hablan
de un mítico pasado en que “las aguas se retiran”. Una frase que es una puerta a una dimensión temporal inmensa, que sigue el curso dinámico del río colorado. En las “aguas que se retiran” los indios refieren
a las aguas del lago Cahuilla, aquel que se formaba periódicamente cuando una crecida cada cientos de
años desbordaba el curso natural del río colorado y llenaba la cuenca antes de volver a su curso. Entonces
el lago se llenaba hasta una altura de unos 13 metros por encima del nivel del mar, unos 100 metros por
encima del nivel actual, y durante decenas de años se desecaba por efecto de la evaporación hasta dejar el
lecho seco y depositar sobre él los fertilizantes nutrientes de sus aguas. Los indios adoptaron la práctica de
seguir las orillas del mar en sus avances y retrocesos, aprovechando la pesca y su agua dulce. Además de
las canciones han quedado testigos arqueológicos que muestran la existencia de trampas para peces en las
antiguas orillas, muy alejadas de las actuales. Así se tiene cuenta de hasta cinco grandes inundaciones en
los últimos 1.300 años y varias inundaciones superficiales durante el siglo XIX, de forma que ha estado más
tiempo inundado que desecado. Estas inundaciones periódicas están en la actualidad lejos de amenazar
los cultivos del valle Imperial y de infundir un soplo de realidad a los mitos indios gracias a las numerosas
presas que controlan el río a lo largo de sus más de 2.000 kilómetros de recorrido.
20
Estas presas han reducido al mínimo otro de los procesos visibles en Salton, el arrastre de sedimentos
del río Colorado. Las presas actúan como vasos de decantación, limpiando el agua que tras su paso por
éstas recupera su tono verdoso que perderá a lo largo de los kilómetros volviendo a cargarse de limo rojo
en suspensión. Este lento proceso fue el causante de que el delta del río Colorado en el golfo de California
acabase cerrando hace miles de años el fondo de este, dejando la cuenca vacía del Salton, cuyo fondo se
encuentra bajo el nivel del mar.
Cuando los topógrafos del ferrocarril y los especuladores de la California Development Company pusieron sus ojos sobre el valle, vieron una excepción a la norma durante el último milenio, y la actual situación
es fruto de su actuación sobre dicha excepción. Dados los precedentes se podría decir que el sistema de
canales que en 1905 causaron la indundación, han impedido en la actualidad que el antiguo lago Cahuilla
vuelva a formarse, sepultando bajo sus aguas cultivos y ciudades que suman cerca de un millón de habitantes. La técnica ha intervenido, primero trayendo el agua fuera de tiempo y después expandiendo artificialmente su ciclo de inundación.
Uno de los procesos más preocupantes en la actualidad es la paulatina salinización y eutrofización del
agua del lago, que recibe el caudal del río Colorado a través del canal Imperial y de los ríos Nuevo, Álamo y
Aguasblancas. Sin salida ni reciclaje, el proceso es inexorable y seguirá aumentando la salinidad de manera constante mientras el caudal vertido al lago se mantenga como se ha venido haciendo hasta ahora para
conservar el nivel de sus aguas.
Los cambios estacionales traen consigo visibles transformaciones en el lago Salton, además de las habitualmente visibles en los zonas cultivadas. Numerosas especies de aves pasan en el invierno en el desierto
a orillas del Salton y con ellas una colonia de más de 2.000 personas que se desplazan en caravanas. No
ha de sorprender que se los conozca como snowbirds, pájaros de nieve, y como tales se posan sobre los
cimientos de la antigua base de la marina de Camp Dunlap para pasar el invierno bajo el templado sol de
California. La base militar de Dunlap formaba parte de un numeroso complejo de instalaciones militares
surgidas durante la Segunda Guerra Mundial, entre las que se podían contar dos bases de la marina, varios
campos de tiro y más de media docena de aeródromos, y que actualmente se encuentran en desuso en su
totalidad.
Hay muchos más procesos temporales que tienen lugar sobre tan acotado espacio y que por falta de este
o por ser ya ampliamente tratados en este trabajo me limitaré a mencionar. Procesos como la implantación
del sistema de propiedad de la Ordenanza del Noroeste, la construcción del gran sistema de irrigación o
el establecimiento de la frontera entre México y Estados unidos son marcas indelebles ya sobre el territorio, pero de las que quiero hacer una llamada contra su aparente inamovilidad. Por otra parte la evolución
demográfica de las ciudades y pueblos fundados durante la colonización del valle, o la diferencia económica
entre Estados Unidos y México generan una tensión transformadora en el paisaje, un corte limpio sobre la
frontera, que a vista de pájaro se hace tan patente como sorprendente.
La región también vivió el auge del ferrocarril y la Southern Pacific Company lo atravesó en su camino
hacia Los Ángeles, dejando en el camino una estación que influiría directamente en el valle dando salida a
los productos del desierto.
Ciclos, procesos y acontecimientos se entremezclan para dar forma a este fenómeno territorial y cultural
llamado Salton Sea. Su relevancia mediática ha aumentado en los últimos tiempos y es fácil encontrar publicaciones, libros, documentales en los que se hace referencia a él o tratan direcmente alguno de los muchos
problemas que tiene. Es un paisaje complejo y dinámico, pero no más que cualquier otro, sin embargo
21
la crudeza con que se ve todo bajo la luz del sol de desierto hace de este lugar una especie de placa de
Petri paisajística. Cada fenómeno parece tener lugar en contraste con el sustrato blanquecino del desierto,
quedando recortado y aislado para su estudio.
(Fig 7) Plat of The Seven Ranges of Townships being Part of the Territory of the United States N.W.
of the River Ohio Which by a late act of Congress are directed to be sold. W. Barker sculp. Surveyed in
22
conformity to an Ordinance of Congress of May 20th 1785. David Rumsey Historical Map Collection.
3. La medida del espacio
El territorio salvaje
Más allá de las fronteras del dominio humano se encuentra la naturaleza salvaje, wilderness1 en los
textos en inglés. El temor hacia la naturaleza entierra sus raíces, según Stilgoe2 , en la cristianización de la
Europa no romanizada durante la edad media. La derrota de la las religiones druídicas en favor del cristianismo supuso paralelamente el abandono de la percepción de la naturaleza como el medio natural del hombre, en favor del espacio transformado de la ciudad y el campo. El culto a la naturaleza fue demonizado y
los bosques, montañas, ciénagas y otros lugares difícilmente accesibles se poblaron de terroríficas leyendas
y satánicos habitantes mitológicos.
Desde la fundación de las colonias, hasta 1890, Estados Unidos se ha desarrollado contra una frontera
al espacio salvaje. Al menos esa ha sido la concepción que los norteamericanos tuvieron del espacio más
allá de su frontera oeste. Un territorio habitado por los indios norteamericanos, sin propiedad ni estructura
reconocida, un espacio en blanco sobre el que se expandía la joven nación y en la que hallaba sus mitos
fundacionales.
Durante la batalla de Berlín fue escaso el conocimiento que tenían los soldados de lo que ocurría más
allá del frente, se enfrentaban además de al enemigo, a lo descocido, a las historias inventadas por los
comisarios políticos sobre las atrocidades del enemigo y sobre todo a la sorpresa.
Casi todos los soldados soviéticos tienen bien grabado en la memoria el momento en que cruzaron lo
que había sido la frontera alemana antes de 1939. “Salimos en formación de un bosque —recuerda el teniente superior Klochkov, que a la sazón se hallaba en el tercer ejército de choque—, y vimos una placa
clavada a un poste que rezaba: “Aquí tenéis a la dichosa Alemania”. Según entramos en el territorio del
Reich de Hitler, los soldados comenzaron a mirar a todos lados con curiosidad. Las aldeas alemanas
eran, en muchos sentidos, diferentes de las polacas. La mayoría de las casas estaba construida de
ladrillo y piedra, y en sus jardincillos crecían árboles frutales podados con gran esmero. Las carreteras
eran buenas”20. Klochkov, como la mayor parte de sus compatriotas, no se hacía una idea de por qué
los alemanes, “que no eran precisamente gente irreflexiva”, habían arriesgado tantas vidas prósperas y
tranquilas para invadir la Unión Soviética.3
¿Es posible decir entonces que se ha erradicado el desierto? ¿Que no existe sobre la superficie terrestre
esa frontera hacia lo desconocido? La geografía no se ha agotado, ni tampoco el paisaje. Cada acontecimiento genera nuevas configuraciones espaciales y por tanto nuevos territorios por explorar. El afuera se
produce y reproduce constantemente a nuestro alrededor, no espera a ser explorado, puede pasar desapercibido y aun desaparecer sin llegar a ser hollado. Es preciso estar despierto para reconocer tras las
veladuras de lo cotidiano los caminos en los que perderse y encontrarse y aprender nuevas estrategias para
habitar en los nuevos espacios que surgen.
Paisaje, o el espacio medido.
Aunque con divergencias y matices, todos los autores parecen coincidir en que el paisaje es el espacio
transformado por el hombre mediante su actividad.
23
1
En su traducción del ingles, wilderness, a pesar de poseer la raíz wild (salvaje) hace refencia a desierto, en el sentido de despoblado
o yermo.
2
STILGOE, J. R. Commons in American Landscape. (7-10)
3
BEEVOR, A. Berlín 1945: la caída.
Particularmente interesantes son los orígenes de la palabra en su raíz germánica Landschaft descrita
por Stilgoe4. En ella, Landschaft designaría un territorio de unas 12 o 15 millas cuadradas (en nomenclatura
actual), formado por un agrupamiento de viviendas que darían cobijo a unas trescientas personas, y por los
territorios circundantes, de los cuales la población se nutre de sustento e identidad. El paisaje así queda
identificado con una medida más allá de lo matemático, una medida vital y doble, en su versión material y
cultural, fruto de la transformación de una microsociedad para poner al territorio a su disposición.
El significado que la palabra landschap, de la misma raíz, tuvo en los países bajos, vino de la mano de
la pintura, y así se identificaba a una pintura que representaba una vista del territorio. Aunque el término
holandés todavía conservara el significado originario del alemán, en su paso al inglés, landscape sólo el
significado pictórico trascendió las lenguas. Esta concepción del paisaje como vista rural pintada, es asimismo una transformación del territorio, y toma la medida de lo que alcanza la vista, delimitando espacialmente
una vez más su significado.
Existen más acepciones y más explicaciones sobre la etimología de las palabras en las lenguas occidentales europeas (landschaft, landschap, landscape, paiyage, paesaggio o paisaje), pero es la idea de territorio transformado a la medida del hombre la que resulta de mayor interés en este trabajo. Y más allá de una
medida antropométrica o que tome la referencia del trabajo del hombre, es interesante la idea de que es la
concepción del espacio que tiene el hombre la que da la medida al territorio, es decir el espacio dominado,
transformado y por tanto, paisaje.
El cuerpo como medida del espacio
El cuerpo fue en origen la referencia empleada para medir el espacio. En primer lugar la longitud de las
diferentes partes del cuerpo sirvieron para establecer estándares de medida. Pies y codos fueron medidas
fundamentales en la construcción, así como pasos y varas para la medida del espacio. Más aún, el trabajo
del hombre, sirvió como medida de la tierra, y no faltan los ejemplos en los cuales la superficie que un hombre puede trabajar en un día se convierte en una unidad de superficie5. Las largas distancias se miden en
días de viaje y los pesos en cargas que un animal puede portear.
De esta antropometría surge una comprensión del paisaje sin duda más cercana a nuestra propia naturaleza material. La constante comparación entre cuerpo y espacio hacen que sobre la tierra se proyecte el
pensamiento que sitúa en un lugar central la relación entre el hombre y su medio. Existía además la perfecta confusión entre las magnitudes distancia, duración y trabajo, de manera que al dar la cifra del tamaño
de un campo, el campesino medieval daba implícitamente mucha más información, y más valiosa, que la
superficie física de un terreno.
Considero la partición del territorio americano como uno de los esfuerzos más radicales de medición de
la tierra hecho por la humanidad, especialmente si se piensa que su medida básica es el pie. La explicación
a cómo un continente ha sido medido en base al tamaño medio del pie humano reside en el invento de la
cadena de Gunter6. Dispositivo capaz de relacionar el pie y la milla cuadrada. Ambas medidas fundamentales en la división de la tierra en Estados Unidos a partir de la Ordenanza del Noroeste (1785). La cadena
de Gunter estaba formada por 100 eslabones de 0,66 pies cada uno, lo que hacía que esta midiera exactamente 22 yardas. La medida básica de superficie agraria en el mundo anglosajón era (y es) el acre, y que
medía 10 cadenas cuadradas (de Gunter). Una milla está formada por 1760 yardas, o lo que es lo mismo,
80 cadenas de Gunter. Un cuadrado formado por ochenta cadenas de Gunter, cubría una superficie de 640
acres, o una milla cuadrada.
4
5
6
STILGOE, John. Commons in American Landscape.
CORNER, James. Taking measures across American landscape. Chapter 4. Irony and contradiction in an Age of Precision.
Edmund Gunter fue un agrimensor inglés que murió en 1626 y pasó a la historia como el inventor de la cadena que lleva su nombre.
24
La facilidad de manejo de la cadena impuso la expansión de su uso hasta quedar reflejado en los manuales de agrimensura publicados por la Land Survey Office7 para la división y reparto de la tierra. Aunque
finalmente la división de la tierra se haría en base a millas geográficas y no a millas de agrimensura.
Cada porción de terreno de una milla cuadrada8 era conocida como sección (section) y formaba parte de
una municipalidad (township) de 36 millas cuadradas.
(Fig 8) Esquema para la numeración de secciones
dentro de las municipalidades. Cada sector mide una milla
de lado. Contenido en el Manual for Surveying Instructions
for the survey of the public lands of the United States and
private land claims.
(Fig 9) Interpretación de las posibles divisiones y subdivisiones en la parcelación de la tierra según la Ordenanza del
Noroeste. Corner (1996)
La medida astronómica del espacio
Es notable que haya sido la navegación la principal impulsora del desarrollo de los instrumentos de medida del espacio, tanto los tecnológicos como los matemáticos. Posiblemente debido a que los marinos adquirieron antes que nadie la conciencia de que en un espacio abstracto, carente de geografía, la búsqueda
de referencias más allá del propio horizonte es indispensable. La ciencia y la tecnología que sirvieron para
hacer del mar un territorio transitable, servirían más tarde para llevar la racionalidad a la superficie terrestre,
permitiendo el desarrollo de una forma diferente de concebir el territorio a cuanto existía antes, por encima
de herencias culturales y accidentes geográficos.
La invención de la brújula supuso la posibilidad de orientación y dirección en la superficie sin referencias
del mar. Hasta entonces, las distancias eran medidas en los caminos mediante pasos o tiempo de viaje, que
hacía referencia una vez más a la medida antropométrica de la distancia recorrida por un hombre a pie o a
caballo, y los mapas eran más esquemas topológicos que documentos gráficos matemáticos. Sin embargo, las distancias entre puntos en el mar eran más complicadas, no existía mecanismo por el cual tomar
suficientes referencias, la imprecisión en la dirección y la dificultad de navegar perdiendo de vista la costa
hacían del mar un verdadero laberinto. La brújula da una referencia fija, la dirección al polo magnético de la
Tierra, y por tanto ya podía estimarse la dirección de navegación, que junto con la medida de la velocidad y
25
7
Manual of surveying instructions for the survey of the public lands of the United States and private land claims. General Land Office.
United States.
8
Una milla geográfica equivale a 1.609,344 metros. Además 60 millas geográficas son exactamente un grado de latitud. Una milla de
agrimensura (la resultante del uso de la cadena de Gunter) equivale a 1.609,347 metros.
el tiempo de navegación daban como resultado la posición relativa y aproximada de destino alcanzado. La
precisión había de encontrarse en una referencia lejana, fuera de la subjetividad del navegante.
A la brújula se sumó una familia de instrumentos, que tomando como referencia el sol o las estrellas,
permitía calcular la latitud. Estos instrumentos: el astrolabio, el cuadrante, el octante y el sextante, permitían
calcular de manera sencilla y con precisión ángulos entre dos puntos, ya fueran puntos en la costa, o el horizonte y el sol.
Mediante la determinación astronómica de la latitud, se había ganado precisión en uno de los ejes cardinales. La determinación de la longitud dependió hasta el siglo XX de la medida precisa del tiempo. Encuentro paradójico una vez más entre tiempo y espacio, en el que el primero resulta imprescindible para la
mesura del segundo. El cronómetro permitió durante la navegación conocer la hora de referencia (habitualmente Meridiano de Greenwich), y calculando el desfase horario con dicha hora, conocer el desplazamiento
hacia el este o el oeste. Cada barco portaba dos cronómetros, a los que se daba cuerda alternativamente
cada día, y que representaba un pedazo vivo de tierra conocida que seguía funcionando al ritmo del origen.
El cronómetro cerró así el círculo de la medida del espacio por medios astronómicos, haciendo que se
abandonara el tiempo de viaje para estimar la distancia recorrida como referencia, para tomar la diferencia
entre los tiempos astronómicos: el local, calculado durante el mediodía y el original, conservado en el mecanismo del cronómetro, y traducirla a magnitudes geográficas: angulares y lineales.
El Public Land Survey System también se aprovechó de estos avances, combinando la medida del suelo
mediante la cadena de Gunter con la localización astronómica de puntos geográficos. En cada estado se
determinaban dos (meridiano y paralelo) o más ejes de referencia, a partir de los cuales se establecía la
división, primero en townships y después en secciones.
(Fig 10) Esquema para el empleo de la
(Fig 11) Representación de errores de levantamien-
estrella Polar para la referencia de meridianos.
to causados por la desviación que depósitos de hierro
Contenido en el Manual for Surveying Instruc-
bajo tierra producen en la precisión de la brújula de
tions for the survey of the public lands of the
los agrimensores. Corner (1996)
United States and private land claims.
26
La medida geométrica del espacio
La triangulación ha sido la ciencia madre de la medida más científica del territorio. Desde finales del
XVIII los cartógrafos y topógrafos europeos han dedicado sus esfuerzos a la medición científica y precisa
del terreno. La triangulación es el comienzo de una construcción matemática que envuelve todo el globo
terráqueo, encerrándolo en una red de puntos geográficos unidos por una malla triangular. Una técnica que
nació en época egipcia, que se generalizó para la construcción de mapas portulanos en la baja edad media
europea acabaría siendo la precursora de los modernos Sistemas de Información Geográfica cuyo funcionamiento está basado en los sistemas de proyección de coordenadas9.
Impulsada por la Ilustración la cartografía basada en la triangulación trae una forma de medir el espacio
ajena a él y al hombre. Ya no queda rastro de antropometría en la objetividad cristalina de las matemáticas,
y el hombre avanza un poco más en su desafección del espacio
La conquista del aire
(ya no se trata de mirar hacia arriba para medir lo que está en nuestro plano, sino alejarnos de él, y verlo
con perspectiva)
La exploración territorial desde el aire supuso la constatación de un cambio radical de perspectiva y
aunque ya estaba presente en la pintura desde la época barroca con las vistas de pájaro, no fue hasta la
llegada de imagen aérea que adquirió una cientificidad incontestable.
Salvando las barreras y obstáculos que la exploración terrestre impone, la imagen aérea reduce el
espacio a una red de puntos, líneas y planos10, lo que se tradujo en una doble consecuencia. Por un lado
abstraer del territorio su estructura y por ello, concebir el territorio como un mapa, casi identificando ambos.
Por otro, la posibilidad de abarcar con la mirada una mayor extensión de territorio, casi ilimitada. Esta combinación de comprensión y amplitud dieron a los proyectistas y estrategas de principio de siglo una noción
mucho más sintética que analítica11 de los procesos territoriales.
La observación desde el aire supuso un cambio radical en la concepción de la guerra, y trajo aparejada
una mayor efectividad de los ejércitos a la hora de causar daños a la nación rival. Estaciones eléctricas,
instalaciones hidráulicas, arsenales, fábricas, comunicaciones y zonas densamente pobladas se convirtieron
en objetivos fáciles de alcanzar durante los bombardeos, y la guerra se llevó a una dimensión más amplia,
los tres elementos (tierra, mar y aire) se convirtieron en espacio de disputa. La observación del territorio
enemigo ya era posible y la forma de hacer la guerra cambió sustancialmente por ello, sin embargo esta
observación implicaba todavía riesgos que había que incluir en las ecuaciones estratégicas.
La conquista del espacio ha traído la puesta en órbita de infinidad de satélites dedicados a la observación
de la superficie terrestre, tanto científicos, como militares y comerciales. Ello supone que la superficie de
la Tierra está constantemente vigilada, y sin riesgo alguno las potencias mundiales se observan permanentemente. Las acciones militares son retransmitidas en tiempo real, tanto desde la cámara subjetiva que
portan los soldados como desde el espacio. La acción militar se convierte en espectáculo de masas, y lo
soldados han perdido su privilegio de ser los primeros espectadores de su acción, ahora son meros actores,
un elemento más en el reality show de guerra que se muestra en los televisores de todo el mundo. Se ha
creado así una brecha informativa entre las potencias espaciales y los países subdesarrollados, las guerras asimétricas, lo son ahora más que nunca porque uno de los contendientes lucha con la luz apagada.
¿Cómo cambia la concepción del mundo cuando nos acostumbramos a ver soldados occidentales actuando
27
9
Deutinger, Theo. Living room geography. New Geographies, vol 4. 2012. Harvard University Press.
10
CORNER, J. Taking measures accross the American landscape. (25-37)
11Ibid
en directo a diez mil kilómetros de distancia?
Hay una serie de fotografías, que comienza con la imagen de la Tierra tomada desde el Apollo en 1972 ,
pero que continua de manera mucho más impactante con las imágenes que las sondas interplanetarias (Viking, Voyager I y II…) han ido tomando sucesivamente al alejarse de la Tierra. Se trata de un procedimiento
de ajuste de los equipos de estas naves, que al alejarse del sistema Tierra-Luna, vuelven la vista atrás para
tomar una imagen del planeta origen. Se trata, a mi parecer, de las imágenes más desoladoras que hay
sobre nuestra existencia y la que más radicalmente ha cambiado mi concepción y medida del espacio. La
Tierra y la Luna reducidas a puntos, representadas sobre la imagen en su plano orbital, muestran la distancia reconocible y mensurable que las separa. Una distancia que estamos acostumbrados a oír, cincuenta mil
kilómetros, pero que no estamos acostumbrados a observar, pues la visión de la luna en el cielo no es la de
un astro lejano, sino la de un disco distante cuya lejanía queda aplastada por la perspectiva, imposible de
percibir, distancia que queda oculta por la propia luna. Una distancia que en la imagen carece de hitos intermedios, un espacio vacío que los separa, carente de sentido. ¿Puede ser ahora un paisaje esa imagen?
(Fig 12) Esta imagen de la Tierra (a la izquierda) y la luna (a la derecha) fue tomada por la nave espacial Juno de la NASA el 26 de
agosto de 2011, cuando la nave estaba a unos 6 millones de millas (9.660.000 kilometros) de distancia. Fue tomada por la cámara a
bordo de la nave espacial, JunoCam. NASA / JPL-Caltech / SwRI
Dos siglos separan la expedición de Clark y Lewis y la llegada del hombre a otras tierras, fuera de
nuestro planeta y de la luna. La expedición conjunta de la ESA, NASA Y ASI que ha llevado a la sonda
Cassini-Huygens a aterrizar sobre la superficie de Titan, la mayor luna del sistema de Saturno. En su expedición, la Cassini-Huygens ha enviado infinidad de datos útiles que permitirán a la comunidad científica
comprender mejor la naturaleza de Titán. Son las imágenes que ha enviado la sonda las que han provocado
posiblemente un mayor desplazamiento en el concepto de paisaje. Imágenes que muestran una analogía
morfológica reconocible para los ojos menos instruidos entre los paisajes de la Tierra y lo encontrado en ese
lugar extraterrestre.
Hemos visto ya imágenes de la superficie de Marte, de la Luna y de Venus, pero todos han sido mundos distantes, muy diferentes, demasiado exóticos como para ser comparados con la Tierra. En Titán han
sido observados lagos, mares, islas, ríos y sistemas fluviales, tormentas y lluvia. Y aunque el vehículo
transformador de esa geografía extraterrestre sean el metano y el etano líquidos, no deja de producir un
extrañamiento profundo el encontrar dinámicas geológicas conocidas fuera de nuestra atmósfera. Posiblemente nos equivoquemos al llamar ríos a esas corrientes de hidrocarburos licuados por el frío en analogía
a los ríos de agua líquida que recorren la superficie terrestre, pero es parte inevitable de la exploración
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territorial el comparar las nuevas geografías con lo ya conocido. De la misma manera que en la exploración
y reclamación del continente americano las potencias europeas proyectaban sobre él el conocimiento de la
geografía propia, fundamentada en caminos, fuertes, pueblos y ciudades, en la que no cabía pensar otra
estructura del territorio. Se trataba, al igual que ahora en Titán, de medir el territorio ajeno por comparación
con el propio, pues medir no es otra cosa que comparar lo desconocido con aquello de cuya dimensión y
significado estamos seguros.
La medida económica del espacio
La compra de la Lousiana12 en 1803 impulsó dos iniciativas por parte del gobierno norteamericano, la primera, de la que ya se hablado aquí y se seguirá hablando, la promulgación de la Ordenanza del Noroeste,
y la segunda, la expedición de Clark y Lewis para alcanzar la costa oeste. Ambas acciones llevan implícita
la necesidad de medir el territorio, una que diga cómo será ese territorio, bajo qué reglas se formará, y otra
hasta dónde llega. Dos formas de mesura que muestran hasta qué punto se enfrentaban los primeros norteamericanos a un espacio en blanco. La compra de Louisiana supuso de facto la duplicación del tamaño de
la nación, la incorporación a la Unión de una inmensa cantidad de tierras sin ningún tipo de estructura social
o económica, lo cual fomentó el diseño de una estrategia que permitiera incluir rápidamente la introducción
de esas tierras en el mercado, y al mismo tiempo facilitar el asentamiento de colonos a lo largo y ancho del
país. A pesar de lo impresionante de su regularidad y de su aparente infinitud, lo verdaderamente importante del sistema implantado por Jeffersson es su trascendencia socio-económica. La gran malla americana
es un sistema de agrimensura que mide y da forma al territorio a la medida de la sociedad que los políticos
ilustrados norteamericanos con Jefferson a la cabeza proyectaron para Estados Unidos.
El establecimiento de la malla implicó una operación de depuración y vaciado del territorio, aplicar la
tabula rasa, para construir una sociedad a partir de instituciones y estructuras de relación abstractas. La
Ordenanza del Noroeste contemplaba desde la división y comercialización de la tierra previamente al asentamiento de los colonos hasta la formación de nuevos estados y su inclusión en la Unión. Se trataba de un
proceso multiescalar de partición y dominio del espacio, autorreplicable, desde la estructura de los nuevos
estados hasta la parcelación de una granja de 40 acres. La utopía nacida en Europa se hacía realidad sobre
el suelo del nuevo mundo. La fundación del estado se basó en la construcción del propio espacio nacional,
la transformación de la tierra en territorio y suelo, o dicho de otra manera en mercancía y base del capitalismo americano. La sociedad norteamericana se basó mayoritariamente en una clase propietaria, en cuyas
manos se dejó el desarrollo de las infraestructuras necesarias para poner en funcionamiento las tierras
recientemente adquiridas del gobierno federal.
Las primeras infraestructuras de transporte funcionaron a partir de la iniciativa privada, Canales y carreteras de peaje fueron construidos durante los últimos años del siglo XVIII y primeros del XIX. Su aparición se
debe por tanto a la expectativa de generar beneficios en los trayectos con mayor demanda, un negocio al
que se sumaría posteriormente el ferrocarril en la construcción del paisaje norteamericano. Al margen de estos desarrollos intencionados, numerosos caminos y carreteras surgían de modo “natural”, es decir, debido
al tránsito habitual de personas y mercancías a través de determinados parajes, muchos de los cuales acabaron consolidándose en rutas reconocidas. Así se conformaron dos familias coexistentes de infraestructuras, una local y pública, hecha de manera natural y otra principal y diseñada, ambas construidas al margen
del estado.
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12
Tras la devolución por parte de España del control de las tierras coloniales francesas en el subcontinente americano a Francia, Jefferson inició la negociación para la compra de dichos territorios. Aunque tuvo la oposición de parte del congreso, especialmente el ala republicana
por ser la compra de territorios un mecanismo no contemplado para la ampliación de la soberanía, la compra acabó formalizándose por 15
millones de dólares (3 centavos por acre o 7 por hectárea).
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(Fig
31 13) Plano de los terrenos cedidos y los conflictos territorriales consecuentes por el Gobierno Federar de los Estados Unidos a la Atlantic
and Pacific Railraod Company como parte de los trabajos previos al tendido del ferrocarril en el estado de Nuevo Mexico. David Ramsey Map
Collection.
(Fig 14) Plano esquemático de la cuenca hidrográfica del río Colorado en el que ya se puede reconocer la presa Hoover (llamada entonces
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Boulder) y el lago Mead. 1937. http://www.usbr.gov/history/archive.html Bureau of Reclamation. U.S. Department of the Interior
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