2816

Anuncio
Discurso Secretaria de Comisiones
República Dominicana - 1 y 2 de diciembre
El ciudadano común tiene escasa
intervención directa en los temas sujetos a
debate en esta reunión. Se trata
principalmente de responsabilidades del
Estado.
La gente percibe, eso sí, que se trata de
amenazas muy serias a su seguridad, a la
calidad de su vida y al bienestar de sus
hijos.
El narcotráfico y el lavado de dinero, en
gran medida vinculados, son cada vez más
un banco de prueba para la capacidad de
los Estados de armonizar sus bases
jurídicas y sus mecanismos de prevención.
Pero un aspecto fundamental en este
tema tiene que ver con la ímproba tarea de
educar a la sociedad.
Por encima de las cuestiones policiales y
jurídicas, el narcotráfico es un problema
1
profundamente cultural, que tiene ver
básicamente con el control del territorio.
Cuando el Estado está ausente, o es
ineficiente, o corrupto, o todo eso junto,
ese espacio es ocupado por esa especie
de estado paralelo estructurado por el
crimen organizado.
La despiadada voluntad de poder que se
expresa a través de la violencia de los
criminales, la cadena de complicidades, la
conscripción de jóvenes seducidos por el
abundante dinero fácil proveniente de la
actividad ilegal, son la base de una
amenaza que ataca la legitimidad
democrática y la organización social sobre
bases jurídicas.
En el caso del terrorismo, la implicación
de los significados políticos y la visión
individual de la realidad del mundo son
factores que inciden mucho más de lo que
creemos en la percepción del problema.
También aquí es básica la
responsabilidad de la autoridad pública.
2
La primera de estas responsabilidades,
es la obligación de establecer con claridad
meridiana que la vigencia de la ley y las
garantías democráticas son garantías
irrenunciables, y que ninguna excepción a
la legalidad puede ampararse bajo la
coartada de la seguridad.
En cuanto a la ley y orden en las
ciudades, es evidente que sigue abierta
más que nunca la discusión –casi
filosófica, como enseña el reciente
referendo brasileño, y las descaradas
manifestaciones de poder y control
territorial del crimen organizado- acerca de
cuales deberían ser los límites de los
derechos de cada ciudadano a sentirse
con autoridad a ser el garante de su propia
seguridad.
Personalmente, creo más en la tradición
jurídica latina, según la cual la seguridad y
3
las estructuras para garantizarlas deben
ser monopolio del Estado.
El mito del pionero individualista, que
hace su propia ley y usa sus propias
armas, es un modelo característico de la
cultura estadounidense que evidentemente
surte efecto y que está ampliamente
publicitado por la iconografía de la cultura
popular.
Sin embargo, sostengo con firmeza que
una sociedad auténticamente segura es
aquella en la cual los ciudadanos pueden
dedicar sus mejores esfuerzos a ejercer
sus oficios, a educarse y a educar a sus
hijos, a integrarse a la comunidad
cumpliendo con la ley y desarrollando la
solidaridad social, y mejorando su calidad
de vida a través de la cultura y la
ampliación del conocimiento.
Ese es el modelo apto para nuestros
países, fruto de una tradición cultural con
perfil propio y mejor cohesionado.
En cuanto a la gobernabilidad, su
fundamento es obviamente la democracia,
y sus enemigos la corrupción, la
4
demagogia populista entendida sólo como
mecanismo para la conquista del poder, las
ambiciones continuistas y la tentación
totalitaria.
La historia nos muestra además que la
representatividad política muere de asfixia
sin presencia auténtica de la gente, el
debate permanente, la atención a los
motivos de la protesta y la credibilidad de
quienes aceptan la responsabilidad de
hacer política.
La gobernabilidad debe ser el fruto de la
permanente participación de la gente en la
discusión de la gestión de gobierno.
Otra necesidad fundamental del
concepto de gobernabilidad es la calidad
de la participación de los ciudadanos en la
discusión de los presupuestos públicos:
concretamente, la gente necesita saber
cómo se gasta su dinero, a quién o a qué
se destina y para qué.
La gobernabilidad también se refuerza
con la eliminación del exceso de secreto
en el manejo de la cosa pública.
5
El secreto, en todo caso, sólo puede ser
un instrumento a favor del bienestar
público y no de los intereses eventuales de
los grupos gobernantes y sus partidos.
La hora de los profetas sociales debe
dejar espacio a la sociedad civil y sus
organizaciones, que saben mejor que
nadie lo que necesitan y qué pueden
exigirle al gobierno.
Estos son los signos más actuales de la
gobernabilidad, ese es el camino de las
democracias modernas.
Muchas gracias.
6
Descargar