El alma vuelve al cuerpo - Con

Anuncio
El alma vuelve al cuerpo
Andrea Casassa
Una práctica de la dificultad es lo que define al psicoanálisis como praxis. Cuando el
cuerpo, además, se halla horadado por una enfermedad grave y otro dolor se suma al
sufrimiento cotidiano, sostener un tratamiento duplica, al menos, aquella dificultad.
La entrevista, sin ir más lejos, se enturbia cada vez que la palabra que nombra a un
sujeto queda aplastada por el significante que nombra a un órgano enfermo.
Un ser queda atomizado, se indivisa, con la pérdida de algún órgano o de alguna
función.
El Sujeto ES el órgano, la afección, la enfermedad. Tal, la primera cuestión a resolver.
Cuando algo asusta, cuando la homeostasis se quiebra, ya sea por un rapto de frío o
de hambre, al retornar la calma se suele afirmar: “me vuelve el alma al cuerpo”. Una
sensación de recuperación vía la palabra procura dar cuenta de, tal vez, cierta
restauración narcisista. No sólo en el transcurrir cotidiano esta circunstancia tiene
lugar. Se desata asimismo en cualquier desempeño profesional cada vez que se
resquebraja el marco del discurso que le es propio y algo del orden de lo siniestro
emerge. El médico se desubica cada vez que aparece un testimonio del padecimiento
anímico. El abogado se refugia en los códigos frente a las lágrimas de su cliente. El
analista puede ver tambalear su posición cada vez que surge algo de lo real del
cuerpo, como si éste fuera aislado (sólo mudez) y tuviera que manifestarse
únicamente a través de sus expresiones somáticas. No obstante, algo surge.
Una situación de semejante dificultad, por cierto extrema, es la que ahora me
propongo relatar. Dante solicita consulta a domicilio debido a que un ependimoma
intramedular dorsal (un tumor en la médula) le imposibilita caminar. Ha sido
intervenido quirúrgicamente pero no se ha podido extirpar el tumor. Su pronóstico es
desfavorable; se estima que al aumentar de tamaño afectará miembros superiores y
vías respiratorias. Ni el neurocirujano, ni el oncólogo, ni el neurólogo le explican esto
al paciente ni a la familia. Lo derivan con la idea de que la “tarea sucia” la lleve a cabo
la analista.Testimonio de ello es que me entero del pronóstico cuando al comunicarme
con los médicos tratantes me informan que en quince días el sujeto comenzaría a
perder más funciones. Menudo destino para uno que en mejores épocas supo disfrutar
de una vida digna, de una familia, de una posición económica holgada. El paciente
afirma, contundente, en la primera entrevista que así no vale la pena vivir: prefiere
morir.
Sus semejantes, no obstante, continúan mirándolo de otro modo. La esposa, mujer
abnegada y muy religiosa, lo cuida, lo higieniza, lo trata como lo trataría el médico o
la enfermera. Un cuerpo para curar y un alma por la cual rezarle a todos los santos
dedicados a la salud.
¿Qué pensamientos transitan por este hombre para quien lo real del cuerpo ha
trascendido? Nada demasiado lejano, tal vez, a las ocurrencias de aquel soldado
mutilado de Johnny fue a la guerra, la tremenda novela de Dalton Trumbo.
Johnny vuelve de la guerra sin piernas, sin brazos, sordo, ciego y mudo; respira
artificialmente por lo cual ha perdido el olfato. No sabe qué día es, si noche o mañana.
Cuando toma conciencia de su incapacidad, piensa sólo en la muerte, pero el suicidio
es imposible, ya que ni siquiera puede dejar de respirar.
Johnny puede pensar, soñar. Recuerda tiempos previos a su partida al campo de
batalla. Aquí algunos de sus pensamientos:
“¿Por qué hay que pasar por cosas como ésta? —pensó, ¿por qué no lo matan a uno
cuando todavía le queda algo que valga la pena?”
Johnny como Dante queda tomado por esa tragedia que ha mutilado su cuerpo. Sin el
auxilio de alguna ilusión, de algún sentido, queda a merced de ese cuerpo real que le
impide tomar una posición como sujeto.
“Cambiaría la independencia y el honor y la decencia por la vida. Les doy todo eso si
Uds. me dan el poder de caminar, y ver, y oír, y respirar el aire y probar mi comida.”
Aquí aparece un significante que escuchamos frecuentemente en el discurso neurótico:
“todo me sale mal” o “nada me sale bien", “nada es posible", etc, etc. Intento
imaginario de vaciar la significación, de aplastar la implicancia subjetiva, frente al que
el analista debe proceder sin la más mínima conmiseración. Pero en este caso, ¿cómo
pensarlo?
Otro fragmento:
“ Devuélvanme mi vida. No pido una vida decente o una vida honorable o una vida
libre. Estoy más allá de eso. Estoy muerto, así que simplemente clamo por la vida.
Vivir. Sentir. Ser algo que se mueve sobre el suelo y no está muerto...”
El protagonista pide vivir como un sujeto; ¿qué es vivir sino pertenecer a un mundo
significante?
Ser mirado, acariciado; mirar, acariciar como un sujeto. ¿Qué la palabra vuelva al
cuerpo para alimentar el alma?
Del mismo modo Dante espera volver a ser objeto de deseo de su mujer y no sólo un
objeto higienizable, medicable o al que cambiar de posición cada tres horas para que
no se le formen escaras.
¿Cómo ayudar a un sujeto que se ha convertido, para sus seres queridos, en un puro
cuerpo mutilado?
El trabajo que realizo con Dante desde el primer momento es un reposicionamiento
como algo más que un par de piernas que no pueden caminar y un par de manos que
no pueden moverse con ductilidad. Para que siga “siendo un hombre” ha de ser preciso
la recomposición de la imago, la reconstrucción de la idea que guarda de sí mismo.
A diferencia del niño que formula esa imagen a partir de la mirada del otro, en este
adulto esa figura se compone más allá de tal apreciación que proviene del semejante.
En otro pasaje del libro:
“Era un hombre vivía, viviría mucho tiempo y debía tener algo qué hacer, algo en qué
pensar. Debía empezar como un bebé y aprender.
Si uno puede llevar la cuenta del tiempo puede controlarse a sí mismo y mantenerse
en el mundo, pero si la pierde uno también está perdido.”
Johnny encuentra la posibilidad de controlar el tiempo, de no vivir en esa eternidad
que angustia.
Dante habla de cierta eternidad. Al principio no puede concentrarse en nada, me echa,
dice que no sirve para nada que vaya a atenderlo porque no le puedo devolver lo que
perdió. Le pregunto a qué pérdida se refiere, porque, seguramente, no voy a poder
hacer que sus pies vuelvan a caminar, pero tal vez pueda recuperar su dignidad como
hombre si así lo desea.
Un último fragmento:
“Adentro de su cráneo había un hombre normal con brazos y piernas y todo lo demás.
Era él, atrapado en la oscuridad de su propio cráneo precipitándose de un oído a otro a
cualquier agujero, cualquier abertura de su cráneo. Como un animal salvaje trataba
de abrirse camino a zarpazos, de escapar al mundo exterior. Estaba atrapado en su
propio cerebro enredado en los tejidos y la masa encefálica, pateando y cavando y
gritando para salir. Y la única persona en el mundo que podía ayudarlo no tenía la
menor idea de lo que él estaba haciendo.”
La única persona a la que hace referencia el párrafo es la enfermera, con quien más
tarde por sistema morse, realizado con golpes de su cabeza sobre la almohada, Johnny
comenzará a comunicarse.
Dante no puede salir con su silla de ruedas a la calle, “mirar a la gente desde abajo”,
tener que demostrar que es un hombre, no sólo un “discapacitado”, dice, un “ser como
los demás”, agrega.
Dante se sueña caminando, trepando montañas, corriendo por pasadizos angostos,
andando en bicicleta. Despierta con mucha angustia.
Luego de mi intervención con relación a "qué pérdida" se refería a un sueño
recurrente en el que que se levanta de la cama y no encuentra sus zapatos, otras
veces son las zapatillas; las busca por todos lados pero no aparecen, entonces se
pregunta: qué hago, cómo salgo. Refiere despertarse preocupado.
Pasa el tiempo y Dante comienza a salir tímidamente a la calle, descubre que no era
tan grave; contrata a un asistente para su higiene con el expreso propósito de restar a
su mujer este tipo de cuidados; concurre a su empresa durante algunas horas.
Hace rehabilitación en un instituto especializado y se relaciona con pares en su misma
situación.
El neurólogo le pregunta si está haciendo una “terapia alternativa”, porque está
mejorando su tonicidad muscular cuando debiera haber empeorado, ha recuperado la
prensión. Vuelve a firmar. Inscribe su nombre desde otra posición, literalmente.
La medicina no puede dar cuenta de estos cambios, de allí la pregunta del médico.
Cabe la siguiente cuestión:
¿Es el psicoanálisis una “terapia alternativa” o es la alternativa para que la palabra
haga que el alma vuelva al cuerpo, para que se realice el duelo por aquello perdido?
Los sueños de Dante son recurrentes pero van variando según su posición.
Dice Irene Friedenthal: “Quizás los sueños sean un intento de realizar una elección, de
esbozar una opción en el marco de la escena onírica, como primer paso para realizar
esa misma opción en el marco de otra escena, ya no onírica”.
Ahora, Dante sueña que se levanta por la mañana y encuentra un par de pantuflas,
con ellas va a todos lados y se siente cómodo.
Ha encontrado otra forma de andar.
Documentos relacionados
Descargar