SIGNOS DE LOS TIEMPOS EN LA ARGENTINA DE HOY

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SIGNOS DE LOS TIEMPOS EN LA ARGENTINA DE HOY
por Juan Carlos Scannone S,I,
Prácticamente todos los informes regionales centran su ver la realidad en el
desafío que constituye la pobreza injusta, corroborando así la afirmación de nuestro
episcopado cuando proyecta, para el Bicentenario “como prioridad nacional, la
erradicación de la pobreza y el desarrollo integral de todos” (HB5). Así es como, por
ejemplo, el aporte de Córdoba, afirma que en ese fenómeno convergen muchas de
nuestras problemáticas sociales actuales, como son la exclusión, el desempleo, la
desnutrición, las adicciones, la inseguridad, el trabajo infantil, la deserción escolar, etc.,
etc., que contemplamos todavía más amenazadoras en otros informes, como en el del
NEA.
El de Buenos Aires constata en su región -tan profusamente poblada- lo que
podemos observar en todo nuestro país y en América Latina; porque no somos el
Continente más pobre, pero sí el más inequitativo. Pues en su “ver” enumera los agudos
contrastes que los power points presentados por otras regiones grafican en diapositivas
y estadísticas, mostrando imágenes contrapuestas que evidencian visualmente una grave
inequidad en la distribución de la riqueza, de las oportunidades, de las posibilidades
reales en casi todos los campos: vivienda, salud, educación, propiedad, información, etc.
Pues otra cara de la pobreza es la acumulación de una riqueza que no crea fuentes de
trabajo, no respeta el medio ambiente, se fuga casi totalmente al exterior, no se
distribuye equitativamente para el bien común y aumenta la brecha entre pobres y ricos.
De ahí el “juicio” negativo sobre esa situación en cuanto se opone a la dignidad de
todos, en especial de los pobres, en quienes -para el cristiano- está presente Cristo.
Ahora quiero detenerme brevemente en uno de los signos negativos que
preocupa a todos los informes y, en general, a toda nuestra sociedad, incluido nuestro
Episcopado, a saber, el incremento de las adicciones: la del alcohol, que -aunque
clásica- es más reciente entre los jóvenes, especialmente los así llamados “ni…, ni...”
(los que ni estudian ni trabajan ni son amas de casa); la destructora adicción a la droga que abarca todas las clases sociales, sobre todos entre dichos jóvenes “ni…, ni…”-, y la
más nueva del juego de azar compulsivo. Esta última es una herida creciente en nuestra
sociedad y cultura; sobre todo porque a primera vista parece más inofensiva, pero que
destruye familias y personas.
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Con todo, donde abundó el pecado, sobreabunda la gracia. La contracara de esos
signos negativos es la opción preferencial por los pobres, los excluidos y las víctimas,
opción ni exclusiva ni excluyente, que la Iglesia argentina, su episcopado, gran parte del
Pueblo de Dios peregrinante en la Argentina, y muchos otros argentinos de buena
voluntad hemos hecho, siguiendo las orientaciones de Medellín, Puebla, Santo
Domingo, Aparecida, y de los últimos Papas. Opción que toma cuerpo en iniciativas
como este Congreso y en un fuerte despertar actual de la sociedad civil argentina.
Además, otros signos positivos no mencionados son también la consolidación de la
democracia, a pesar de sus fallas; y la política de Estado referente a la integración latino
y/o sudamericana.
Por un lado, los informes acreditan numerosas respuestas de acción puntuales a
problemas puntuales que duelen a la conciencia y sensibilidad cristianas; entre ellas se
cuentan microcréditos, servicios de salud y alimentación, cursos de capacitación,
autoconstrucción de viviendas y su auto-refacción, apoyo escolar, becas, cuidado
especial de grupos vulnerables (niños, adultos mayores, enfermos, adictos),
asesoramiento médico o jurídico, etc., etc. Pero casi todos los informes no se quedan
allí, sino que ascienden a preguntarse por las causas de esos fenómenos deplorables,
aun sus causas estructurales, históricas y culturales. Entre estas últimas se critican, a
la luz de la antropología cristiana, el individualismo competitivo e insolidario, la
exacerbación programática de los conflictos en vez de la búsqueda de diálogo y
consenso, la desintegración social y familiar, la ruptura del tejido social, la pérdida o
debilitamiento de la cultura del trabajo, el consumismo y hedonismo, la absolutización
del propio interés sobre el bien común. Entre las causas estructurales se alude a cierto
capitalismo que toma al mercado como fin y no como instrumento, a leyes permisivas v.g. en lo ecológico o en una deficiente regulación de los juegos de azar-, a estructuras
sociales y políticas que favorecen la corrupción, etc. Y, con respecto a la herencia
histórica, uno de los informes aporta una interpretación de la misma que sirve para
comprender mucho de cierta decadencia cultural -por ejemplo, en la calidad educativay de la deuda social que hoy padecemos.
No sólo esa ubicación histórica de los signos actuales, sino numerosos rasgos de
los informes ubican el ver -y los correspondientes juzgar y actuar- regionales en su
adecuado marco nacional. Ahora quisiera añadirles un complemento, tratando de su
encuadre global; pues -como ya lo decía Santo Domingo en 1992, y se subraya en
Aparecida (2007)-, hoy nuestro Continente -y, por consiguiente, también nuestro país y
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sus regiones- están inmersos en el proceso de globalización, y en búsqueda de una
globalización alternativa realmente posible.
Así es como, si distinguimos, por un lado, el hecho ineludible de la
mundialización -gracias a las nuevas tecnología de la información y la comunicación
cuyo símbolo es la Internet-; y, por otro lado, la ideología neoliberal del mercado
autorregulado y regulador de la vida y convivencia, muchos de los signos negativos de
los tiempos en lo social, lo cultural y lo estructural, y aun fenómenos puntuales
observados (ver) y criticados (juzgar) por los informes, son consecuencia de esa
ideología. Constituyen la así llamada “nueva cuestión social”. En primer lugar me
refiero a la exclusión que convierte a muchos pobres en “sobrantes” y “desechables como lo expresa Aparecida-, el desempleo estructural, la prioridad de las especulaciones
financieras y la cultura del dinero fácil sobre la cultura de la producción y del trabajo, el
arriba mencionado individualismo competitivo e insolidario, el máximo lucro preferido
al bien común, etc.
Pero más importantes son los nuevos signos positivos globales de los tiempos,
varios de los cuales son explícitamente tratados -aunque no con ese nombre- por
Benedicto XVI en su encíclica social Caritas in Veritate. Allí el Papa no sólo presenta
una concepción humanista del desarrollo de los pueblos, que el nuestro comparte, sino
que también apunta al surgimiento de un nuevo paradigma sociocultural fundado en la
interrelación, la donación y la comunión -cuyo modelo es trinitario-, diametralmente
opuesto tanto al individualismo paleo y neoliberal como al socialismo comunista. Según
mi opinión el actual Pontífice no sólo lo hace porque dicho paradigma está más de
acuerdo con el Evangelio, sino también por otras dos razones. En primer lugar porque
su carencia llevó a la actual crisis económica y financiera en el Norte desarrollado -que,
en el fondo es una crisis moral y cultural-; y, en segundo lugar, por el giro que hoy se
está dando en la cultura, v.g. en el pensamiento filosófico y en las ciencias tanto físicas
como humanas, incluidas la ciencia económica y algunas prácticas económicas. Es así
que el Papa cita explícitamente las nuevas “economía civil” y “economía de comunión”,
y al hablar de la donación y del principio de gratuidad, aun en la economía de mercado,
alude no solamente a dichos nuevos enfoques económicos en la ciencia y en la empresa,
sino también al nuevo giro que han ido dando distintas disciplinas y prácticas socioculturales, superando el giro anterior hacia el sujeto (el yo individual o colectivo),
propio de la modernidad ilustrada. Nuestros informes aluden con frecuencia a hechos
que concuerdan con dicho nuevo giro, a saber: la economía social, la función social de
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la empresa, nuevo tipo de cooperativas, microcréditos para carenciados, microemprendimientos comunitarios, etc., que responden al nuevo paradigma sociocultural,
aun sin saberlo.
Aún más, el Papa distingue en su encíclica tres dimensiones: la del mercado, la
del Estado y la de la sociedad civil, en cuanto ésta -según la pensadora española Adela
Cortina- busca intereses públicos y universalizables, no solamente privados o
sectoriales; de acuerdo con el politólogo argentino Daniel García Delgado se trata de un
nuevo modo no partidista de “hacer política”. Pues bien, muchos de los fenómenos
positivos indicados en los informes y otros semejantes (surgimiento de ONGs,
voluntariados como Cáritas, redes de solidaridad, asociaciones de desempleados, de
consumidores, fábricas recuperadas por los trabajadores, sociedades barriales de
fomento, cooperadoras escolares, movimientos pluriclasistas por la justicia, la verdad y
los derechos humanos, contra la impunidad o la corrupción, por la formación ciudadana
y para el liderazgo -sobre todo de los jóvenes-, las madres y abuelas de Plaza de Mayo,
distintas asociaciones de madres -como las madres del paco-, etc.) no son sino
expresiones del fenómeno global señalado por el Papa, a saber, la emergencia de la
sociedad civil como distinta del Estado y del mercado. A ello se añaden otros planteos
señalados por los informes, como son el reclamo de la sociedad civil por políticas de
Estado, por determinadas leyes que respondan a los acuciantes problemas indicados más
arriba, por reformas positivas de las Constituciones Provinciales, etc. Todas esas
iniciativas corresponden, según mi opinión, a un nuevo imaginario cultural, que no ve
la realidad fáctica como inmodificable, sino que reconoce que “otro mundo es posible”,
y -por eso- estamos desafiados a actuar personal y comunitariamente en forma
responsable, a fin de crearlo, transformando radicalmente nuestra realidad social en más
humana.
Hay un punto que deseo abordar como otro signo positivo global propuesto de
hecho por la encíclica. Según creo, es la primera que plantea la problemática ecológica,
del agua, la tierra, la energía, los recursos naturales no renovables, etc., lo que
constituye, sin duda, un nuevo signo de los tiempos -como ya lo reconocía
explícitamente Santo Domingo-; pues bien, no hay informe regional que no toque este
punto, evidenciando el surgir de una nueva conciencia ecológica entre nosotros, en
todas las regiones del país. Así es como varios informes tratan problemáticas concretas
del medio ambiente, como son la acumulación nociva de residuos, la minería a cielo
abierto, los agrotóxicos, la del agua -por ejemplo, en el acuífero guaraní-, la distribución
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de la tierra, su desgaste por determinados cultivos que sólo buscan el mayor lucro a
corto plazo, etc. Y así como ya lo hizo el Episcopado en su documento “Una tierra para
todos”, frecuentemente se conecta esa problemática con la de los derechos de los
pueblos originarios, tantas veces olvidados. Éste también constituye un nuevo signo de
los tiempos en la conciencia argentina.
Me llamó satisfactoriamente la atención que varios informes, cuando pasan al
actuar, aluden a políticas públicas compartidas por medio del diálogo y consensos
básicos entre ciudadanos y políticos de distintas tendencias, así como a la necesaria
interconexión entre los gobiernos nacional, provincial y local, con respecto a dichas
políticas de Estado. Asímismo se propone formar una red constituida por las diferentes
organizaciones de la sociedad civil, la Iglesia y las Iglesias y confesiones religiosas, el
Estado y sus funcionarios, a fin de buscar eficazmente el bien común, la erradicación de
la pobreza, y el desarrollo en justicia y equidad.
Así como las ricas iniciativas puntuales deberían coordinarse cada vez más entre
sí -en los distintos niveles: local, provincial, regional y nacional-, y con acciones más
estructurales, pienso que en los Informes falta todavía una visión continental. Pues es
necesario integrar nuestras iniciativas sociales y pastorales, con las de países limítrofes
y aun no limítrofes, en el marco de la Patria Grande latinoamericana. Pues la unión hace
la fuerza. La actual coyuntura nos es favorable, puesto que el mundo no es más unipolar
-con la hegemonía única de los Estados Unidos, como después de la caída del muro de
Berlín-, sino multipolar, gracias a la Unión Europea y al actual surgimiento de China y
de los otros BRICs (Brasil, Rusia, India, China), entre los que se encuentra Brasil,
nuestro antiguo rival y ahora nuestro socio más cercano. Ésos son también signos de los
tiempos, que nos ayudan a ubicar nuestra lucha por un desarrollo humano integral en
justicia y equidad, dentro de un contexto geopolítico mundial nuevo, que deberemos
saber aprovechar.
Con respecto a las directivas de acción, otro elemento clave en las respuestas de
los informes es su énfasis puesto, en general, en la formación, comprendida en todas
sus formas, ya sea que se hable de la educación formal o informal, por ejemplo, para la
ciudadanía o mediante los medios de comunicación social; de concientización
ecológica, política, social, ciudadana; de capacitación laboral, técnica, etc., de
autoayuda (de alcohólicos, jugadores compulsivos, drogadependientes anónimos); de
formación teórica y práctica en la doctrina social de la Iglesia o de la difusión y lectura
del Compendio, etc.
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“La iniciativa la tiene el Señor”, que ya está sembrando semillas de
futuro en nuestra historia. De modo que, aunque hay muchísima cizaña, debemos
aprender a discernir los nuevos gérmenes de trigo que están brotando bajo la acción del
Espíritu de Dios por la respuesta responsable -personal, comunitaria e institucional- de
hombres y mujeres de buena voluntad, frecuentemente cristianos. Así podremos lograr en este Bicentenario de seis años-, los objetivos del presente Congreso, a saber: “seguir
promoviendo un proceso pastoral vinculado a la misión de cuidar la vida, alentar una
participación ciudadana transformadora, promover el desarrollo integral y erradicar la
pobreza”, a la luz y por la puesta en práctica de la Doctrina Social de la Iglesia.
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