Formap24: © Equipo Provincial de Pastoral Escuelas Pías de España, Tercera Demarcación PEDAGOGÍA PASTORAL INDICE introducción I.- de la invitación a la fe al acto catequético 1.el encuentro de la fe: perspectivas de fondo (...) 2. el lenguaje de la fe (...) 3. estructuras de la acción pastoral como invitación 3.1. mediaciones institucionales 3.2. visitón descriptiva de la mediación catequética 3.3. fenomenología y proceso del acto catequético II.- elementos fundamentales en la estructura del acto catequético y catecumenado 1. el principio de encarnación 1.1. encuentro con la realidad de sí en la Palabra 1.2. afrontamiento de la realidad social... en la Palabra 2. el principio de significación 2.1. el lenguaje humano de los signos 2.2. el lenguaje de los signos de Dios 2.3. pedagogía de los signos de Dios bíblicos III.- metodología general (de la acción catequética) 1. principios del método en catequesis (...) 2. metodología de la relación pedagógica 2.1. una acción significativa 2.2. presencia y palabra profética 2.3. diálogo verdadero 2.4. la expresión IV.- elementos de didáctica (para la acc.catequética) 1. instrumentación didáctica (...) 2. esquemas de elaboración del ejercicio catequético 2.1. proyecto pedagógico-metodológico 2.2. proyecto metodológico-didáctico introducción Este cuaderno se completa con el dedicado a la pedagogía significativa (nº 23) y con el dedicado a la pedagogía calasancia (nº 32). A su vez, estos tres cuadernos se relacionan con los de psicopedagogía evolutiva (nn. 3 y 4) y con muchos contenidos de otros como pueden ser los de iniciación a la Palabra, liturgia, la comunidad cristiana, el proceso de iniciación, el acompañamiento... es importante tener en cuenta esta relación entre unos y otros para que el lector vaya estableciendo sus conexiones pertinentes y descubriendo el sentido de cada parte en el conjunto de la fe: en la medida en que esto es así, se pasa de verlo complicado -superando las ilusiones de lo "simple"- a reconocer que es complejo, pero percibiéndolo cada vez con más sencillez porque responde a un "todo" que se debe ir reconociendo ya experiencia, vida. Comenzamos hablando de un modo que podríamos decir más general, con principios básicos, perspectivas de fondo... y según se avanza vamos aterrizando en elementos de metodología y didáctica, que, sin embargo, no podemos desarrollar en exceso. El objetivo del cuaderno es ayudar a comprender la labor del catequista, su sentido más hondo, la razón de ser de sus desvelos y quehaceres, con el fin de que no se reduzca al mero adoctrinamiento o a la aplicación de técnicas más o menos felices o de un libro de texto. Esto último puede ser más cómodo, pero está en la raíz del sentimiento de fracaso de muchos agentes de pastoral que han quemado tiempo y energías. El texto surge fundamentalmente de apuntes procedentes del P. Antonio Aparisi, escolapio, profesor de la materia. Nosotros hemos intentado ajustarlo a los objetivos de estos cuadernos y a los lectores. No es fácil adaptar un lenguaje rico en matices, como es el de Antonio Aparisi, y con un vocabulario que la propia materia exige. Por eso, pedimos perdón desde ahora tanto a Antonio como a los lectores si no hemos conseguido responder a esta doble fidelidad. I.- DE LA INVITACIÓN A LA FE AL ACTO CATEQUÉTICO Queremos presentar aquí las características básicas de la pedagogía de la fe en cuanto encuentro personal, características que están profundamente conectadas con el modo de hacer de Dios en la historia, manifiestado particularmente en Jesús, y que se explicitan también en el sentido y el contenido del acto catequético. Abordaremos en primer lugar qué es el encuentro de fe, a continuación nos detendremos en el lenguaje que le corresponde y culminaremos con los elementos fundamentales del acto catequético. 1.-El encuentro de la fe: perspectivas de fondo 1.1.-Espectativas de todo proceso cristiano La adhesión creyente a la persona de Jesús, la decisión de seguirle y la construcción del Reino son las espectativas esenciales de todo el proceso cristiano. El cristiano y la comunidad eclesial se definen por la fe verdadera en Cristo Jesús, una fe que lleva consigo la pasión por el Reino y el seguimiento del Señor (su persona y el Evangelio). Supone tener una relación trascendente con el Señor, una adhesión valorativa de la persona de Jesús, del Padre y del Espíritu, un reconocimento emotivo y afectivo de su presencia y confianza en su poder en favor nuestro; supone tener una conciencia informada de criterios evangélicos y una comunidad fraterna que fecunda y apoya esta relación y esta conciencia. Fruto de esta conciencia y de esta relación, supone también una tensión hacia la realización de un proyecto social e individual que se concreta en la llegada del Reino y el hombre nuevo. Las consecuencias son: a) el cuidado extremo de la propia fe y de su crecimiento personal La fe se experimenta como don y se vive como situación inmerecida y de frágil apropiación, aunque también se percibe como adquisición y tensión que debe cuidarse. El hecho de la fe es el primer valor de nuestra existencia, tendremos que llevar "este tesoro" (2Co 4,7) en asombro continuo, como un don feliz y una extraordinaria energía integradora de todo nuestro vivir (Col 1,23; 2,6s). b) la dimensión humana y secular de la fe y del Reino Jesús es presentado como culmen de las espectativas del proyecto de humanización del hombre y la historia (Jn 1,4; Col 1,17.20 y 2,9-10). Por eso la reducción de la fe al ámbito de la individualidad o del sentimiento religioso sería una falsificación del sentido de la intervención divina en la historia. El ser humano debe ser liberado de todo lo que merma su plena libertad para el ejercicio de la condición personal, sobre todo en cuanto hijo de Dios. Para esta plenitud ha venido Cristo Jesús, el Señor. Tener fe -recibirla- supone, en consecuencia, apostar por la vida en todo y por todo. c) La voluntad comunicativa de la fe El ser creyente tiende a ser comunicado y compartido por la fuerza y valor de tal experiencia y el gozo que conlleva una incorporación creadora al Reino. El hombre de fe invita a participar de esa existencia, entendiendo que su deseo comienza a cumplirse en el momento en que puede apoyar la vida, a su alrededor, ayudando a la dignificación del hombre y de la sociedad. El bautizado se siente necesariamente misionero, responsable de un don interior que se refiere directamente a la gloria y al honor de Dios, pero que concierne de igual modo a los hijos del Padre (porque así complace a Dios), especialmente a los más pequeños. ¿Cómo guardar el tesoro de la relación teologal y crecer ininterrumpidamente en ella? ¿cómo colaborar para que suceda también en los demás? 1.2.-La invitación a la fe La invitación a la fe es la manera de comunicarse el creyente y la Iglesia. La vivencia espiritual, al tratarse de una relación interpersonal y gratuita, no es comunicable por sí misma . Por eso la evangelización ha de ser humilde en sus planteamientos y en sus pretensiones. El cristiano que se define por su relación interpersonal con Dios, se vuelve contemplativo, humilde y respetuoso de ese acontecimiento, intuye su gratuidad y no puede concebirse a sí mismo como agente educador de esa cualidad sustancial del ser cristiano. a) la fe, don gratuito e inefable, sugiere una pedagogía del don Esto se consigue al integrar personalmente tres actitudes de notable madurez interior: -la oración evangélica humilde y confiada: «creo, Señor, pero aumenta mi fe» (Lc 17,5-6) y al mismo tiempo la acción de gracias de quien se siente inmerso en un misterio de gracia; -la mirada atenta que escruta la acción de Dios en el hombre, en sí mismo, disponiéndose a secundarla («si hoy escucháis mi voz, no endurezcáis el corazón» Salmo 94) también a través del discernimiento y la contemplación admirada de la obra de Dios; -el respeto absoluto al diálogo que entrevemos, y a la orientación que en función del mismo comienza a regir la existencia, más allá de nuestras previsiones. Esto supone aceptar de antemano que el proceso de fe desborda -en uno mismo y en los demás- cualquier intento de planificación y dirección. b) la relación de fe tiene una dinámica diferente al hecho educativo La fe no se educa, no se domestica: es más bien la fe la que nos educa. ¿Cuál es el vínculo entre educación y fe? ¿podemos hablar sin más de "educación de la fe"? La fe es relación interpersonal que no puede imponerse, ni describirse adecuadamente. La razón de esto es el respeto infinito de Dios a la libertad humana y el hecho de que Dios es también interlocutor personal libre y sorprendente. Por eso hablar de educación de la fe es, al menos, ambiguo. c) se puede y se debe invitar a la fe Del mismo modo que invitamos a una fiesta, a bailar, a gozar y a una relación. La invitación es, al mismo tiempo: -expresión de un deseo -y esperanza- de comunitariedad; -ofrecimiento de una experiencia feliz: se muestra entonces la amabilidad del sujeto que invita y de aquello a lo que se invita; -garantía de libertad: se hace un ofrecimiento gratuito y libre, sin presión alguna, de modo que rehusar no implica ningún tipo de sanción (ni siquiera un cambio de actitud). Pero invitar de verdad supone también ofrecer al otro las condiciones que hacen posible aceptar la invitación, especialmente la exención de cualquier coste adicional anejo a la invitación. d) la invitación a la fe supone una acción propedéutica Es precisa una pedagogía que introduzca a la conversión del corazón, que allane los caminos del hombre: la apertura del propio mundo cerrado y el paso a la existencia auténtica. Mientras el hombre se encierre en su mundo egocéntrico, el acceso a la relación interpersonal -y a la fe, en consecuencia- está imposibilitado en él. Esto lo podemos ver en las catequesis joánicas de la samaritana (Jn 4) y del ciego de nacimiento (Jn 9): la acción educativa de Jesús es abrir su mundo interior. La cerrazón de espíritu tiene en el hombre dos dimensiones trágicas: -el pecado mantenido como situación o la pérdida de conciencia de pecado (insensibilidad, desorden pactado...) -la instalación en las seguridades inmediatas sacrificando cualquier otro horizonte humano: la seguridad de la mente ofuscada en un sistema cerrado de ideas y la consiguiente condena al materialismo más craso y a intereses absolutamente egoístas. Ante esto sólo cabe provocar la crisis existencial: la conciencia aguda del caos, más difícil cuanto más "bendecido" se halla socialmente este estado de cosas. Mientras el hombre gira sobre sí y sobre las cosas de modo superficial, sin llegar a las raíces del ser y del existir, es muy difícil el encuentro con la verdad y su permanencia en ella. ¿Cómo entrar así en el universo de la fe y el seguimiento de Jesús que nos compromete arriesgadamente con el Reino de Dios? Esto supone una pedagogía de la verdad, una pedagogía de las actitudes y valores que ayude a forjar la estructura de la persona (¡ojalá que desde la infancia!) y una pedagogía del sentido religioso trascendente que permite al hombre disponer de una visión abierta de su destino, de su existencia y del mundo en su conjunto: una capacidad de trascendencia. El primer paso en la educación del sentido religioso conduce hacia la intuición de una presencia trascendente de signo divino que concierne al hombre. Para ello tenemos dos caminos: -la experiencia simbólica: el encuentro con el símbolo a un nivel de fuerte interioridad; -la experiencia de encuentro con creyentes significados. 1.3.-Invitación directa, según la praxis de Jesús. A) Jesús invita a la fe introduciendo en una situación teologal: el hombre que ha de escuchar a Dios debe hallarse allí donde Dios ha escogido ser elocuente, en el lugar de revelación. Invitar a la fe es introducir en esa zona evangélica en la que el hombre descubre capacidades de percepción nueva. Estos lugares teologales son la comunidad creyente, el desierto fértil y el mundo de los pobres. a) pedagogía de la inserción en la comunidad del pueblo de Dios Dios ha hablado y habla/actúa en medio de su pueblo elegido, desde Abraham hasta hoy. Acceder a la fe será entrar en una de las comunidades creyentes a través de unas relaciones firmes, de una caridad creciente y concreta, abrazando el mismo destino de esos hermanos, de ese grupo de creyentes que es signo de la Iglesia en su misma pequeñez. b) pedagogía de la marcha al desierto Dios no habla al superficial: a ese nivel se escuchan "otros" dioses, o se escucha uno a sí mismo y sus apetencias primarias. Por eso el hombre y el pueblo son llevados al desierto: para encontrarse y encontrar; para hallarse dispuestos a los reconocimientos y a la salvación. c) pedagogía de la comunión de los pobres Está claro en la vida de Jesús: «los pobres son evangelizados», son ellos los que reciben la buena noticia de la liberación (Lc 4,16-21; 7,22-23). Los desheredados de esta tierra son el objeto primordial de intervención y presencia divina. Al menos históricamente hemos de decir que Dios está al lado de los pobres y que su voluntad es devolver la justicia a los oprimidos y la vida a los desgraciados. Esto significa que junto a los pobres se puede ver a Dios, o se está con Dios, que ellos y su causa son lugar teológico, posibilidad real de hallar al Dios de Jesús. B) Jesús invita a la fe mostrando la cercanía salvadora de Dios Padre: su Palabra en favor de los hombres. Dios interviene desde el fondo de la historia para salvar y ofrecer una plenitud al hombre: esta acción divina que no cesa jamás se llama Palabra de Dios. a) el acontecimiento mediador de la Palabra en la pedagogía de la fe Dios interviene en la historia en un pueblo sigular que progresivamente se universaliza. Es una opción histórica en favor, sobre todo, de los oprimidos y desheredados de este mundo, creando el pueblo de Dios en el seno de ese mismo acontecer: la Palabra divina lleva siempre la impronta de la liberación y de la fundación comunitaria. El lenguaje hacia la fe será introducir a experimentar la Palabra de Dios en Jesús como acción que nos sobrecoge. Esta experiencia será constitutiva para el cristiano. b) invitar a la experiencia de la Palabra de Dios supone cumplir fielmente su propia pedagogía vivida y manifestada por Jesús Nos dejamos alcanzar por la fuerza de la acción divina en la medida en que somos capaces de disponer nuestro espíritu y el de los hermanos acertadamente para ese encuentro, para contemplar la acción de Dios que sucede objetivamente y nos aguarda. En este sentido la opción pedagógica de Dios es la "encarnación" y la "significación sorprendente": -la Palabra de Dios acontece siempre en una dinámica de encarnación: Dios viene en Jesús -y seguirá viniendo- al encuentro del hombre y del pueblo en sus realidades más profundas. Por eso todo esfuerzo de invitación a la fe e introducción a la Palabra supone una empatía personal con la existencia de los hombres a los que habla; dar razón de nuestra fe significa revelar -en palabra y gestos- la humanidad de nuestro Dios; y, en virtud de esta encarnación, la Palabra de Dios -y la introducción a Ella- se sitúa en un régimen dialogal, de libertad interior y creatividad. -la Palabra de Dios acontece siempre según una dinámica de significación: lo que habla al hombre de buena voluntad es el signo de Dios que se le hace presente, esa porción de la existencia humana cargada inefablemente de la fuerza divina, de la intención salvadora de Dios y de su gracia, desbordando las perspectivas humanas previsibles. Se trata de acercar los signos y de acercar a los signos. Después, desde esa razón de los signos objetivos, habrá que pronunciar la propia palabra, esperando que Dios la haga a su vez significativa. Conscientes de que los signos de Dios gozan de la elocuencia y fuerza divinas: el sentido de la acción eclesial es brindar la experiencia y vivencia de ellos. 2.-El lenguaje de la fe Llega el momento en que el creyente debe dar razón personal de su Fe, desea comunicar esta dimensión sustancial de su vida y aspira a que sus hermanos participen de ella. ¿Cómo construir este lenguaje de manera que sea fiel a su experiencia íntima y al mismo tiempo sea comunicativo? 2.1.-Comunicación interpersonal y empatía existencial La introducción a la Fe se sitúa en las coordenadas de la relación interpersonal. La invitación a la fe es una comunicación cordial humana de un creyente (o una comunidad creyente) con el mundo de personas que le rodea, a través de la aproximación de sus vidas y de las relaciones de vecindad y amistad. Es así la relación el elemento determinante y primordial de la evenctual comunicación explícita de la fe. El contenido de la relación no se sitúa necesariamente y de manera inmediata a un nivel explícito de fe, sino que obra también -en virtud de la encarnación- una empatía con la existencia total del cristiano: «el marido no creyente queda santificado por su mujer, y la mujer no creyente queda santificada por el marido creyente» (1Co 7,14). 2.2.-La comunicación explícita de la propia fe La invitación expresa a la fe es la palabra más humilde, frágil y delicada que un hombre pueda pronunciar. Cuando llega la ocasión, tras el discernimiento correspondiente, debe ser consciente el creyente de que la esencia de esa palabra es la comunicación de la propia vivencia cristiana -personal y comunitaria- honestamente percibida (no teórica, ni testimonio de terceros). La fe brota de la abundancia del corazón (1Co 2,1-5; 1Jn 1,1-4). Quien vive el gozo de la experiencia de fe, siente enseguida el deseo, impetuoso y sereno al tiempo, de comunicarla, de invitar y llevar a ella a los que le rodean, a los que ama, de modo que también ellos puedan conocer e integrar esa dimensión sustancial de su vivir humano. Esta comunicación de la fe tiene una triple tensión dialéctica: 1.-Es mostrar la existencia cristiana, hacer tangible una vida real y educar los ojos del hombre para que se encamine hacia esa vida abrazando e integrando todas las dimensiones del vivir humano; potenciando por este camino toda forma de vida, hasta la plenitud de la relación con el Padre en un mundo que va siendo fraternidad y Reino de Dios. 2.-Es invitación al gozoso encuentro con la propia comunidad eclesial. Para el cristiano que vive el seguimiento, Jesús se hace tangible en la comunidad creyente gracias al Espíritu. Es la comunidad la garantía única de madurez y credibilidad, el lugar de la experiencia de fe. Hablar de la propia fe es mostrar esa vida. Iniciar en la fe implicará necesariamente encontrarse con el medio humano comunitario donde el conocimiento y vida que testimoniamos tienen vigencia y significación clara. Supone una pedagogía del hallazgo de la comunidad y una educación de la pertenencia cálida a ese grupo que sólo se descubre dentro de la comunidad. 3.-Es invitación cordial al encuentro con la persona de Jesús, que transforma el mundo según el Reino de Dios. Se espera comunicar el conocimiento vivo de Dios Padre y del hijo Jesús -que vive en nosotros- para suscitar una cordial acogida y adhesión (fe), lo que desencadenará un proceso de conversión: transformación personal de la existencia en el sentido de la existencia de Jesús, del Evangelio, que es la base de una relación en Él. Esto supone una pedagogía del encuentro (presencia trascendente pero cercana y tangible), no una de adoctrinamiento intelectual o moral. 2.3.- La comunicacion de fe engendra un proceso de crecimiento y una historia individual y eclesial Toda relación interpersonal es creadora y por eso la pedagogía de invitación a la fe supone continua creatividad. Por eso a) la experiencia de fe lleva consigo una dinámica de crecimento que debe favorecerse en la estructura interna de la persona: esta relación interpersonal a la que se invita lleva a una progresiva integración personal del Cristo de la fe y de su misión. La comunicación de la fe tiende, entonces, a poner en camino al hombre y suscitar procesos de maduración interior. b) la experiencia de fe crea una historia personal y comunitaria que debe guardarse y revivirse incesantemente. Crecer significa convertir la propia trayectoria personal en/una línea histórica que sustenta cada momento del presente proyectándolo hacia adelante; pero la constitución de la historia requiere -ademas de la experiencia de crecimiento- un ejercicio continuo de memoria presente de toda la trama existencial: un esfuerzo de recuerdo, de integración crítica, de gratitud, aseguración y compromiso. Por eso la invitación a la fe se realizará favoreciendo que el hombre haga memoria de su fe, valorando ilimitadamente esa historia de fe del individuo y de la comunidad. 3.- Estructuras de la acción pastoral como invitación a la fe Queremos señalar y describir las estructuras institucionales -inherentes al ser cristiano y eclesial- mediante las cuales la comunidad cristiana apoya la invitación a la fe. 3.1.-Mediaciones institucionales en la pedagogía de la fe La pedagogía de la fe se estructura en la comunidad cristiana de acuerdo con unas mediaciones institucionales básicas, que en cuanto que el Espíritu obra en ellas, permite al hombre que accede a la fe ir recibiendo y viviendo estas mediaciones. a) la convivencia comunitaria: ante todo la vida de la fe es la vida de la comunidad misma en el ejercicio de las relaciones fraternas, la comunicación de bienes y servicios y la justicia con los desheredados del mundo que rodea la comunidad. b) la acción evangelizadora: el anuncio del Evangelio es tarea ineludible y espontánea del cristiano que vive la fe («¡ay de mí si no evangelizare!»). Pero la comunidad también como grupo siente la imperiosa obligación de evangelizar, de conducir a los más posibles al encuentro de Jesús y el proyecto del Reino, con la esperanza de que alcancen la fe. Teniendo en cuenta que el carácter genuino de la experiencia evangelizadora es la percepción del Señor y del Reino como novedad en medio de este mundo y como buena excelente- noticia, entonces sólo hay evangelización si hay sorpresa grata y acogida novedosa, con carácter trascendente, como quien encuentra el valor absoluto (el tesoro escondido). Esto significa que la comunidad debe garantizar el poder de credibilidad sorprendente que tiene el anuncio. c) el servicio o diaconía del mundo: junto al ser interno de la comunidad, el sello que valida la evangelización es la densidad de servicio que el creyente -y la comunidad- presta al mundo con total gratuidad y desprendimiento, según la verdad. (Comprometidos con la verdad de la vida en medio del mundo y con el dolor de este mundo). Por eso, en nombre de la fe evangélica, intentan responder fielmente a las demandas de la vida familiar propia, a la educación de los hijos, a la configuración cristiana de una casa (que supera las formas de una familia tradicional); cumplen con estricta justicia todas las obligaciones (escritas o no) del propio mundo laboral, dando testimonio de ello; denuncian -aun arriesgando seguridades- todas las injusticias que les rodean siempre que la verdad y la eficacia lo aconsejen, sin aceptar el silencio cómplice ni las fáciles justificaciones de ineficacia; y participan en las acciones de sevicio en favor de una sociedad nueva, de una mayor justicia, paz, atención a los marginados, cuidado y desarrollo de la naturaleza, educación... d) la vida orante y litúrgica: el hombre de fe y la comunidad ante todo oran y luego celebran. Oran a su Señor desde el fondo del corazón, lo escuchan y contemplan; alaban al Creador; se encomiendan a la acción del Espíritu y ruegan por sus hermanos y por todos los hombres. Un creyente y una Iglesia están siempre en oración: por eso la comunidad tiene entre sus elementos constitutivos la mediación orante: favorece la oración privada de cada uno y la oración pública de la comunidad (liturgia). e) la catequesis y el catecumenado: la acción catequética es la institución permanente de la vida de un cristiano y de una Iglesia en la que se da vivir el encuentro denso y sosegado con la Palabra de Dios, que ahonda la fe, la fecunda y lleva a la totalidad de nuestra vida cotidiana; al mismo tiempo crea lazos fraternos irromplibles, aúna en la experiencia fundante y verifica la realidad del Reino aquí y ahora. 3.2.-Visión descriptiva de la mediación catequética a partir de la teología postconciliar La mediación catequética se designa en la etapa pratística (primeros siglos de la Iglesia) como "catecumenado" o "camino de encuentro y maduración de la Fe". Es una institución consustancial a la comunidad. Toda la Iglesia está en régimen de catecumenado pues todo creyente es invitado a situarse en un grupo y proyecto catecumenal según la etapa vital en que se encuentra: todo grupo cristiano debe ser invitado a seguir un cierto proceso catecumenal del que sea consciente el resto de la comunidad eclesial. Los diferentes catecumenados convergen en la unidad de fe y en la unidad de pedagogía divina, al tiempo que establecen un vínculo visible de comunión. Sólo es posible el catecumenado dentro de una Iglesia comunidad: la fuente única de la catequesis es la comunidad real, con relaciones tangibles, con acciones concretas expresivas del Reino de Dios, signos de la presencia del Espíritu. 3.3.-Fenomenología y proceso del acto de catequesis Debe llegar un momento en que la acción catequética se perciba nítidamente, al igual que otras mediaciones, con especificidad y entidad propia. Esto supone precisar el acto catequético describiendo: las experiencias humanas y religiosas de signo creyente que deben sucederse en él (y que configuran la vida de los cristianos y de la comunidad) y la dinámica pedagógica que lo define, de acuerdo con la pedagogía propia de la Palabra de Dios. a) el acto catequético es una experiencia plenificada del misterio de la Palabra divina (del don de Dios). El acto de catequesis es una experiencia privilegiada de la Palabra de Dios: se percibe la venida de Dios como cercanía salvadora del Padre en Jesús, sobre la persona y la comunidad, con todos los efectos salvíficos y plenificadores de nuestra vida real, con la característica de sosiego y profundidad, de la exégesis -comprensión histórica y humanay la hermenéutica -sentido absoluto de actualidad-. b) el acto catequético es una experiencia precisa de la totalidad de la pedagogía divina. Verifica la experiencia del encuentro con Dios tal como se produce en la historia salvífica. Los elementos del proceso catequético son dos: 1.-la realidad humana personal: la vida (interior y social) del individuo y del grupo asumida a un nivel de experiencia profundizada y compartida, percibiéndose una ruptura interior y la experiencia de necesidad de salvación (pedagogía del encuentro con lo real, pedagogía de la encarnación); 2.-la comunicación de los signos de Dios: la presentación y acercamiento válido de todas las manifestaciones sorprendentes del Espíritu de Dios en los hombres del pueblo escogido -de Abraham a hoy- obrando la maravilla de la salvación y de la vida en el Reino. Esto se hace siempre a través del testimonio vivo de la comunidad creyente, sobrecogida por la fuerza de cada signo y comprometida en una respuesta fiel a la intervención divina. Es así una pedagogía de los signos de Dios, siguiendo un rigor absoluto en el planteamiento y tratamiento. El acto catequético es el lugar y tiempo en que el creyente y la comunidad pueden expresarse con la plenitud de formas que desea y requiere la experiencia de la encarnación y de la significación de Dios. A lo largo de este ejercicio expresivo, el grupo irá explicitando la percepción de fe, forjando el símbolo creyente: la formulación sapiencial de los mensajes de fe que se van recibiendo. Esta expresión será cotejada con la fe de la Iglesia apostólica y la tradición orante de toda la Iglesia fiel a Jesús. c) el acto catequético desborda las categorías de lo doctrinal y magisterial. Por tanto, el acto catequético no se refiere a la transmisión de conocimientos, ni a la apropiación de elaboraciones preestablecidas o a la comprensión teológica. Esto sucederá normalmente pero dentro de los planteamientos descritos, en su debido momento y en función de otras experiencias que son primordiales. II.- ELEMENTOS FUNDAMENTALES EN LA ESTRUCTURA DEL ACTO CATEQUÉTICO Y CATECUMENADO 1.-El principio de encarnación en el acontecer de la Palabra de Dios y de la vida de fe La experiencia de la Palabra divina es la mediación fundamental en la vida de cada creyente e Iglesia. La acción catequética y homilética no deben ser otra cosa que una experiencia de encuentro con la Palabra divina, comunitaria, en profundidad y sosiego. La Palabra de Dios es un hecho de origen y poder divinos pero de signo humano: su finalidad es prioritariamente en favor del hombre y su estructura de la máxima valía y hondura humanas. No queda eliminada la trascendencia, pero en este Dios que nos trasciende hallaremos el modo último de identificación personal y social, el proyecto definitivo de configuración del universo y de la sociedad de los hombres. Así la encarnación se mostrará como el movimiento más opuesto a todo lo que signifique superficialidad, dispersión, separación o distanciamiento; y, por tanto, a cualquier estructura (incluso intraeclesial) que cristalice las separaciones y distancias. A) Presupuestos teológicos del misterio de la encarnación Entre las condiciones que implica el concepto persona se encuentra su tripe dinámica relacional: alteridad - empatía - comunicación. Esta dinámica corresponde al hombre (que apenas consigue desarrollarla) y a Dios que, según el testimonio de la historia de la salvación, la muestra en grado máximo. El concepto de persona implica la apertura radical y continua del ser al otro; su realización en la relación y en la donación de sí. Dios es persona y, en virtud de la fecundidad infinita inherente a esa condición, el hombre recibe precisamente de Dios su ser personal: por eso lo más justo de Dios -más que los atributos de poder y señorío que también le corresponden- es su alteridad gratuita. Dios lo es hablando, viniendo al hombre, «mirándolo», actuando siempre en función de este ser entrañable para la divinidad, esperando pacientemente la respuesta dialogal del hombre y a esta comprometida alteridad es a lo que llamamos "encarnación": continua venida empática y comunicativa de Dios. Que Dios se encarna significa que incorpora a su ser dimensiones humanas, limitaciones humanas y lenguaje humano. De esto tenemos testimonio en el Antiguo Testamento y con un lenguaje más crudo en el Nuevo Testamento (Rm 8,3; 2Co 5,21). El grado más insospechado de comunión transformadora se alcanza en el anonadamiento de Jesús (kénosis: Flp 2,6-11). Dios asume un lenguaje enteramente humano, entra en una comunicación inteligible y recíproca con el hombre. Dios se hace el único realmente humano pues su comunicación procede de una autenticidad absoluta, con dos coordenadas substanciales: a) la inteligibilidad y empatía: el lenguaje de Dios -en virtud de la encarnación- es perfectamente inteligible en cuanto al significado (referencias que comunica) y en cuanto a la forma (cauce expresivo que adopta) b) el carácter dialogal: Dios asume la quintaesencia del lenguaje humano que es el diálogo, teniendo siempre presente el yo del otro y sus circunstancias, acepta la modificación inevitable de su comunicación al ser recibida y acogida por el hombre y acepta el gozo y enriquecimiento que supone el hombre junto a Él: la aportación personal de cada hombre y de la historia humana al plan salvífico. Esto tiene dos consecuencias: 1. que nunca podremos concebir a Dios ausente, lejano, sino que hemos de pensarlo y "verlo" siempre próximo, extraordinariamente cercano e íntimo; 2. que el mundo será sentido y visto como santo y salvado por esa presencia divina; la secularidad, entendida como dignidad oculta de la tierra "tocada" por Dios, formará parte de nuestra visión del mundo y nuestra situación en él como creyentes. El designio de encarnación se manifiesta privilegiadamente en la Palabra divina, en la que la realidad del hombre y la de Dios se hermanan al nivel de máxima y necesaria profundidad. Entonces el hombre, inmerso en este acontecer, se va haciendo radicalmente humano -"nuevo" en lo humano- desde un hacerse también divino, cercano a Dios, amigo, hasta recibir el «ser hijo». La salvación que se nos ofrece es el «hablar con Dios» (frente al "esconderse" de Gn 3,8-9), y es también la serie de transformaciones que se suceden en nuestro interior a partir de la Palabra. B) Coordenadas de la encarnación en la vida creyente y eclesial El principio de encarnación rige toda la existencia del cristiano desde Pentecostés. Esto supone tres dimensiones del espírtu fundamentales: 1. una espiritualidad de secularización: un amor incondicional al mundo de los hombres (Jn 3,16-17), más allá de las estructuras sociales concretas que casi siempre habrá que denunciar en su injusticia, con respeto a la autonomía de sus realidades y optimismo creyente en el corazón de todas ellas; 2. la integración de varios niveles de exigencias de compenetración humana: identificación personal con lo real de los hombres con quienes se convive y a los que se espera invitar a que gocen de la propia experiencia de la Palabra de Dios; continuo ofrecimiento a los que nos rodean de una búsqueda de lo real de sí mismos en profundidad y mediación dialogal (escucha, manifestación y acogida recíprocas) como única forma de relación en la búsqueda común de la experiencia de la Palabra de Dios; 3. que el lenguaje sobre Dios no podrá ser otro que el de su empatía histórica con los hombres 1.1.-Pedagogía de la encarnación I: encuentro con la realidad de sí mismo en el acontecimiento de la Palabra de Dios Desde que el movimiento catequético descubre la necesidad de partir de experiencias humanas, los conceptos de "experiencia" o "catequesis de la experiencia" han adquirido carta de ciudadanía. Sin embargo, se han dado errores de bulto a la hora de abordar la dimensión experiencial humana: 1.-aboradar las experiencias humanas con intencionalidad secundaria, como método para captar el interés del oyente para luego "empujarle" a la exclusiva consideración del mensaje divino; 2.-el error de desarrollar tal planteamiento sólo como "un momento" del acto catequético; 3.-considerar este tratamiento como una especie de catequesis novedosa, dándole esa denominación... 4.-permanecer en un estadio de superficialidad durante el tratamiento de la experiencia de vida, entrando luego con excesiva precipitación en un tipo de lenguaje exclusivamente religioso que no responde a un sustrato humano profundo. El término experiencia es ambiguo, no aclara lo que encierra y se pretende con él. Se trata de ayudar al hombre -en nombre de Dios- a que afronte y asuma su realidad personal más honda. Este afrontamiento de la propia realidad debe ser constante: toda la acción de encuentro con la Palabra divina se refiere siempre a la vida humana, a la existencia real cotidiana que está siendo abordada y asumida. A) la realidad de sí mismo en el encuentro con la Palabra a) el afrontamiento de lo real Afrontar lo real de uno mismo significa buscar, encontrar y asumir la realidad de nuestra vida humana y personal en cada momento de nuestra propia historia. Esta realidad queda habitualmente velada o tergiversada por la superficialidad o por los "tópicos". Por esto el concepto de "lo real" viene unido aquí al concepto de "verdad", autenticidad, en el sentido de "entrar hondamente dentro de sí mismo". En esta percepción de sí hay que llegar a la visión aguda de la propia limitación, de las ansias y aspiraciones insatisfechas y de los interrogantes acuciantes. A este nivel de experiencia le llamamos "experiencia de ruptura": ruptura con una interiorización que generaba falsas seguridades y convicciones. Llegar a este nivel es una condición absolutamente necesaria para experimentarse a sí mismo y al grupo abiertos a la verdad "al otro" y a "lo otro". Para comprender que no somos ni la única ni quizás la fundamental fuente de construcción personal y de solución. Para experimentar la "necesidad de salvación", esperar la salvación que puede venirnos del Señor, de su Palabra. Este proceso de afrontamiento personal con lo real es radicalmente liberador para la persona. Sólo cuando el hombre está inserto en él es cuando se halla dispuesto a comprometerse en los procesos de liberación de sus hermanos. b) los planos de lo real Lo real de uno mismo es: -la situación: condiciones (interiores o externas) que acompañan nuestra existencia personal, determinándola y configurándola en cada momento dado; -el acontecimiento: aquello que irrumpe inesperadamente en nuestra existencia personal afectándola a pesar de nuestra resistencia (uno primordial es el encuentro interpersonal, cotidiano o excepcional); -la acción: significa una confrontación con el mundo o consigo mismo desde una decisión operativa que pone a prueba el estado real de nuestras facultades humanas, dependencias situacionales o del impacto recibido por los acontecimientos; -la historia: es la fuerza real de unas corrientes de comportamientos envolventes, modos de ser y pensar que vienen de atrás y fácilmente determinan nuestra vida, sin apenas darnos cuenta; requiere una profunda toma de conciencaia de estas fuerzas para situar nuestra vida en un proceso liberador. Para una experiencia de verdadera encarnación basta con seguir cualquiera de estos cuatro caminos, pero con dos criterios: 1. que en un momento dado de nuestra vida puede darse que uno de estos planos concretos sea el cauce directo e incluso necesario para llegar a lo real 2. que en cualquier periodo de nuestra vida es prudente e incluso necesario hacer el recorrido de todos esos planos para evitar que queden zonas de irrealidad en nuestra vida. Estos dos principios tienen perfecta vigencia en cualquier proceso catecumenal. c) integración de lo real en el acontecer de la Revelación Dios habla al hombre en su realidad concreta. La fe es siempre comunión y en el seno de esa comunión la Palabra es también luz: la fe ilumina la vida. La catequesis introduce a la experiencia de la acción-Palabra de Dios, disponiendo al hombre de modo radical para su encuentro, puesto que existe una acción-Palabra de Dios que puede responder en profundidad a la realidad existencial de cada momento de la vida del hombre. Entonces la misión de cada catequesis es introducir a esa realidad humana particular que espera salvación- y verificar esa constante de todas las intervenciones de Dios que es su carácter de rescate, salvación y plenitud para la vida del individuo y del grupo. B) pedagogía y método del encuentro con lo real en el anuncio de la Palabra divina El camino junto al hombre hacia el encuentro de sí mismo -en autenticidad y trascendencia- exige una delicada pedagogía: a) la experiencia compartida: que la experiencia de lo real (que se afronta) sea compartida por todos los miembros del grupo. El hombre no desciende al fondo de sí mismo a solas si no es acompañado por la visión de su propio ser reflejado en los hermanos. La experiencia verdaderamene compartida será el primer "sacramento" para el que busca la Palabra, un sacramento de encarnación. Y en virtud de la misma será Dios quien aborda al hombre en su condición más feliz: la comunitariedad. Esto supone: 1.situarse en una experiencia real común a todos los del grupo 2.alcanzar un acuerdo personal en autenticidad (costoso, pues significa una apertura extraordinaria, y a verificar constantemente) 3.supone también la expresión libre y ponderada de todos los miembros del grupo 4.supone alcanzar un lenguaje común y mantenerse en él. b) experiencia profunda, experiencia de ruptura: la marcha al desierto es una constante de la pedagogía divina; es ahí donde sucede el encuentro del hombre y del pueblo consigo mismos en profundidad, ahí el yo encuentra su verdad y, al mismo tiempo, al Dios que habla en lo secreto. El nivel de suficiente profundidad viene dado por la conciencia de aspiraciones hondas, de pensamientos graves acerca de la propia realidad, de cuestiones y conflictos latentes etc. y por la constatación dramática de nuestra condición preñada de ambivalencias, limitaciones, incapacidad para resolver los interrogantes o satisfacer las aspiraciones vitales, es lo que llamamos "experiencia de ruptura" o "necesidad de salvación". c) esquema catequético del proceso de conexión y profundización de la realidad de sí mismo: 1.señalización de la zona de realidad y experiencia comunes: en un proceso de búsqueda auténtica de un área común, creando clima de comunicación y confianza (posiblemente partiendo de una dinámica de grupo), con las técnicas mínimas necesarias-convenientes para permitir la cohesión, interrelación y expresividad del grupo. 2.profundización y encuentro con lo real: -fenomenología: evocar los rasgos espontáneos, vivencias simples en torno a esa área de experiencia; se escogen dos o tres de esas manifestaciones que se asemejen notablemente y parezcan significativas para todos y susceptibles de permitir una seria profundización; -primera profundización: se cuestionan esas manifestaciones ¿por qué ocurre esto? de seguir ¿a dónde vamos a parar?... yendo a fondo; se verifica el pensamiento-sabiduría sobre esa área del existir y se constatan las aspiraciones más hondas, deseos, esperanzas, interrogantes y conflictos latentes; -experiencia de ruptura: en torno a estas aspiraciones se verifica la propia y tremenda limitación: dónde acaba nuestra posibilidad de auto-realización, la búsqueda de otra salida. Se verifica si brota la necesidad de salvación hasta formular la espera latente del hombre y del grupo, siempre a partir de la mediación del diálogo. Afrontamiento de lo real en el encuentro con la Palabra divina: debe verificarse a través de alguno de los cauces de aproximación existencial señalados anteriormente. Así: a) Pedagogía del acontecimiento e invitación a la fe. Ante el acontecimiento podemos evadirnos, huir de él, marginarlo o afrontarlo (en La ciudad de la Alegría dicen «huir, ser espectador o comprometerse»). Al afrontarlo se nos ofrecen procesos muy diversos: borrar el acontecimiento, o integrarlo mediante su reelaboración, de modo que nos "apropiemos" la riqueza de su contenido. ¿Cómo es esto posible? -reconocer que el acontecimiento ha salido de nosotros, en lugar de creerlo totalmente extranjero; -en muchos casos interviene como imprevisto, en tales ocasiones hemos de asimilarlo, alimentarnos de él y alimentarlo en nuestro dinamismo; -en resumen ¿cómo apropiarse los acontecimientos haciendo cesar su exterioridad? proyectando del acontecimiento un sentido: interpretándole como invitación a abrazar un esfuerzo intelectual de contemplación y de interiorización de la realidad, insuficiente hasta el momento. b) pedagogía de la situación e invitación a la fe Toda situación interroga. Hay que dejarse educar para aprender a percibir la llamada de las cosas, sin que se den fenómenos de retracción o de debilitamiento de las "palabras" que nos llegan constantemente. -tomar conciencia de la propia situación: de la originalidad y universalidad posibles; del peligro constante de evasión o ensueño; de la penunbra con que se percibe; de las contradicciones internas que subyacen frecuentemente en ella... -dominar la situación: no debe imponerse sobre el hombre y para ello hay que interrogarse sobre las coordenadas espacio-temporales que han "situado" así, los caminos por los que me lleva... -cambiar la situación, de situación o ante la situación: con frecuencia habrá que pensar más en una transformación del individuo incorporando nuevas actitudes; -interpretar cristianamente la situación: los signos de Dios que revelan con máxima claridad la vinculación entre Palabra y situaciones idénticas o semejantes son cauce privilegiado para percibir la cercanía de Dios. c) pedagogía de la acción e invitación a la fe La prueba dura de la acción, del desenvolvimiento personal en las decisiones y en los compromisos de la propia existencia es uno de los caminos constantes que nos devuelven a la realidad de nuestro ser personal. Nos interrogaremos sobre la coincidencia o discrepancia entre el proyecto de nuestra acción y la acción misma y el plan o voluntad de Dios, cuando lo situamos ante la Palabra divina; y sobre el juicio que en nombre de la fe debería emitirse sobre nuestra forma de actuar. d) pedagogía de la historia personal e invitación a la fe La historia es la realidad del conjunto de la propia vida (pasada, presente, futura) en un momento dado. Afrontar esa historia es, ante todo, actualizarla, hacerla presente, ocupar el puesto que en ella nos corresponde (nos devuelve el realismo y evita la evasión de nosotros mismos). En una mirada prospectiva se tratará de asumir la propia historia futura, saliendo al encuentro de los signos de los tiempos en la historia personal: las prefiguraciones de futuro inmediato que pueden ir estableciéndose con objetividad en la trayectoria de la propia vida. 1.2.- Pedagogía de la encarnación II: afrontamiento de la realidad sociopolítica y cultural en el acontecimiento de la Palabra de Dios El afrontamiento de las realidades sociopolíticas y culturales como una impronta de liberación, es un elemento constante e intrínseco del hecho de la Revelación divina. La Palabra de Dios lleva al hombre al encuentro de su propia realidad en medio del mundo y con el mundo. -el hombre es responsable de la transformación continua de este mundo en todos los sentidos y el desarrollo del mundo determina el nivel de humanidad del hombre: el ser humano alcanza su libertad interior en la medida en que el mundo se libera y consagra como conjunto venido de Dios, providencial; -el Reino de Dios significa la transformación de las condiciones mundanas y sociales: el Reino de Dios que aproxima definitivamente Jesús, se concibe como un orden nuevo de cosas, como un espacio humano donde es posible al hombre habitar en la tierra en una situación de dignidad, verdad, comunión -con todos y con todo- contemplando precisamente por eso la venida gratuita de Dios entre los hombres y en el corazón del mundo. Cuando vemos que la trayectoria del mundo no es conforme al plan de Dios, entonces el compromiso del creyente comienza a ser revolucionario. A) sentido y perspectivas de la dimensión político cultural y liberadora de la Palabra de Dios Desde la perspectiva de la encarnación, toda catequesis lleva al encuentro de la realidad del hombre en su sentido más íntimo y personal, dentro del grupo y en su vida cotidiana y al encuentro de la realidad del mundo, permitiendo afrontarla y discernirla para llegar a enfrentarse a ella con lucidez. Por lo anteriormente visto, entonces toda catequesis debe ser también una acción de la comunidad que lleva al creyente a la toma de conciencia profunda de la realidad del mundo que le rodea y con el que debe relacionarse, al tiempo que lleva al compromiso íntimo y activo con este mundo, sin llegar a definir la forma histórica personal de ese compromiso. A la intervención cristiana en la construcción y reconstrucción de la "ciudad" (polis), la denominamos «política». Esta intervención desvela las oscuridades que pesan sobre la relación hombre-mundo, permite que el hombre adopte posturas personales, supere los temores al enfrentamiento y apoya al creyente en su acción: por eso llamamos a esa catequesis «liberadora». a) Niveles concretos de la pedagogía catequética en su dimensión política y liberadora: -en toda catequesis se trata de liberar al creyente de la estrechez de sus planteamientos (ingenuidad, intrascendencia respecto a la presencia del mundo en sí mismo) y de ayudarle a descubrir y asumir las actitudes justas -conscientes y cristianas- de su relación con el mundo precisamente a partir de esa zona de su vida; -cualquier catequesis conlleva responsabilidades respecto a la acción transformadora del mundo en sus diversas realidades sociales: es necesario el ejercicio común de descubrir y explicitar las categorías fundamentales de la presencia del cristiano en el mundo, a partir del tema o contenido que pudiera parecer sólo de dimensiones personales; -no se trata, por tanto, de abordar temas de índole social sino de una extensión en profundidad social de toda la dinámica catequética; pero como la Palabra de Dios tiene derecho a irrumpir en la catequesis pidiendo la lucidez del creyente sobre los acontecimientos y las situaciones sociales que le afectan a él y a sus hermanos, entonces la catequesis adopta también como temática y pedagogía la obligación de mirar al mundo, de llevar a la confrontación con el mundo y alumbrar progresivas y cada vez más graves y expresas responsabilidades en medio del mundo; -en continuidad con lo anterior, el encuentro con la Palabra de Dios supone el descubrimiento en profundidad de la historia como presencia actual en la vida de los individuos y en el talante de "esta generación"; -finalmente, otro nivel es la atención a los signos de los tiempos: corrientes de pensamiento generalizadas, situaciones y acontecimientos de carácter mundial que marcan orientación al futuro de la humanidad y determinan una serie de opciones ante el mundo para salvar los valores de la persona y de la comunidad, permitiendo su promoción. Vistos desde la fe nos indican la voluntad de Dios, pero por su propia naturaleza no "hablan" de Dios, no son "Palabra de Dios": hay que educar para una lectura cristiana de los mismos. b) Alcance y límites de intervención social en catequesis política y liberadora El ejercicio de la dimensión política y liberadora en catequesis debe precisarse con el fin de evitar una tergiversación del acto catequético. -la catequesis deja al descubierto el verdadero valor de las realidades sociales tal y como se presentan (no sus afirmaciones teóricas); -pero no es competencia de la catequesis ni el programar, ni el sugerir una acción sociopolítica del tipo que sea; -aunque sí es cierto que la dimensión política y liberadora de la catequesis le da un alcance revolucionario efectivo, pues gracias a ella los cristianos se van comprometiendo cada vez más en la transformación radical del mundo con unos criterios absolutos al servicio del hombre y de la convivencia humana justa y fraterna. B) pedagogía de la dimensión político cultural y liberadora en el encuentro de la palabra divina, particularmente en la catequesis Señalamos tres fases: 1ª- el grupo catecumenal busca y se programa los "temas generadores" que deteminan su vida socio-política y cultural y su existencia en la Iglesia. Estos temas se proponen de manera intermitente, junto a la restante temática (que también tiene repercusión en la vida personal y social). Aunque no signifique aún una entrada en la catequesis conduce ya a un afrontamiento real y de signo cristiano de la propia existencia en relación con el entorno. 2ª- escogido un tema, se inicia -a partir de él- el proceso descodificador: -partir del análisis técnico de la realidad en cuanto a su valoración humana, es decir, en cuanto supone dignificación o violación del hombre. Para ello hay que desvelar los estereotipos con los que afrontamos o eludimos lo real; no se trata de un análisis de la realidad en sí, sino de una crítica serena pero radical de los propios comportamientos y de los sociales, desbloqueando la emotividad que domina la visión de las cosas y despejando la ignorancia culpable que profesamos sobre las mismas; -se trata también de situar esa crítica en la perspectiva absoluta de los criterios del Reino de Dios, desde el supuesto de que todo tiene sentido último en la medida en que se encamina hacia la justicia total, la fraternidad y la comunitariedad y hacia la veracidad y transparencia de las decisiones, asumiendo que el resultado frecuentemente es la acentuación de las preguntas; 3ª-la Palabra de Dios lleva al discernimiento -individual y grupal- de actitudes y al compromiso con esa realidad social, política o cultural e incluso eclesial; -asumir la oscuridad y limitación que haya podido surgir en la fase anterior -la Palabra de Dios lleva a asumir actitudes inequívocas ante la realidad en las que el apoyo del grupo es imprescindible -la Palabra de Dios discernida en común da luz sobre el compromiso externo: gestión comprometida y palabra profética (denuncia/anuncio) -la catequesis se abrirá, finalmente, a una dimensión orante sobre esos compromisos internos y externos, estimulando al individuo y al grupo y situando -además- en profunda acción de gracias al Padre porque es don de Dios que un hombre y un grupo hayan osado afrontar y creído en la transformación de nuestras realidades. 2.-El principio de significación en la acción catequética Mientras que una serie de procesos eclesiales y culturales nos han llevado a convencernos de la urgencia de una pedagogía de la encarnación, no hay aún suficiente sensibilidad hacia la pedagogía de los signos de Dios como imperativo teórico y práctico de la catequesis y de todo quehacer eclesial. El lenguaje es esencial para el acto catequético, en particular, y para todo ministerio de la Palabra, en general. Hay dos formas primordiales de estructura en el lenguaje humano: -la del lenguaje discursivo, lógico-sistemático, lineal, cuya dinámica comunicativa es básicamente ideológica, y se expresa, sobre todo, a través del verbo, de la coherencia de las palabras que se suceden unas a otras con unidad interna y fuerza; -y la del lenguaje de signos -elementos significativos determinantes-, que se produce en función de una intencionalidad y opción, expresada con gestos existenciales frecuentemente inesperados que producen «comunicación con sorpresa». Pues bien, la Palabra de Dios se nos da según la estructura del lenguaje de signos, que es el principal de la historia de la salvación. El signo es ese nivel de acción de Dios de máxima intensidad y sorpresa que, desbordando las espectativas humanas, introduce en un rumbo inesperado para la percepción de Fe y en una nueva dimensión del encuentro con Dios, situado, por fin, en la objetividad de la historia, pero de una historia que nos concierne efectivamente. Es la fuerza del signo y no la de la doctrina revelada lo que potencia la fe a lo largo de la experiencia del pueblo de Dios. Por eso, la catequesis será un esfuerzo por desarrollar aquí y ahora la pedagogía significativa de Dios: una puesta en práctica de la pedagogía de los Signos. Es en este aspecto donde deben hacerse más esfuerzos de renovación en el movimiento catequético. 2.1.-El lenguaje humano de los signos Desde el origen de la humanidad el hombre expresa sus intenciones haciendo signos. Un signo es cualquier presencia activa que nos sorprende en razón de su carácter decidido e inesperado y que se nos hace inteligible e interpelante, dejándonos entrever -al mismo tiempo- el pensamiento y el corazón de esa realidad personal. El signo es visible en su materialidad, desde la que (haya o no presencia física de quien hace el signo) esa persona o grupo se nos aproxima con una cercanía intencional, histórica, actual y comprometida. ¿Dónde radica su poder comunicativo? -el signo posee una cierta espiritualidad: dice algo más allá de su propia contextura material, hace vivir una presencia, transmite un mensaje, es cordial: deja entrever el mundo interior; -el signo es frágil por su propia naturaleza: se confunde, pasa desapercibido... exige atención, cierta predisposición o actitud de búsqueda y alguna familiaridad con la persona o grupo que habla; -el signo es por sí mismo revelador: no precisa una interpretación, se trata de permitir que nos hable, que se conmocione nuestro ser ante la fuerza de la presencia y de la palabra que nos sorprende, haciéndonos intuir de inmediato el lugar hacia donde se está pidiendo que se dirija nuestra vida en ese instante. 2.2.-El lenguaje de los signos de Dios En virtud del designio de encarnación -del infinito amor y respeto de Dios por el hombre- es preciso afirmar que el Señor está ahí, llegando e intentando dialogar con el hombre en esa zona profunda de su ser y existencia a donde se llega a través del signo y en el signo. Dios habla un lenguaje de signos y nuestro camino será el de una búsqueda segura -apaciguada y apasionante- de los signos de Dios, de los signos en donde Dios está, nos aguarda y sale a nuestro encuentro. a) La experiencia fundamental y normativa de la Palabra de Dios La «Palabra de Dios» no es el verbo comunicado sino la persona que viene y está y que, por eso, transforma nuestro devenir ante una nueva e inesperada comunicación honda de persona a persona: «he aquí que vengo», «estoy a la puerta y llamo». La comunicación de Dios incluye dos formas de realización o expresión históricas: -al individuo -profeta- como experiencia interior que recibe un hombre -y discierne la comunidad- absolutamente gratuita y trascendente; Dios se introduce en el corazón de la persona y se deja captar por ella. Su acción produce una experiencia de Dios nueva que el hombre no podría adquirir de otra manera. -en los acontecimientos-Signos de Dios: a su acción sobrenatural, Dios ha añadido la acción visible, histórica, extraordinaria, por la que se da a conocer de una manera experimental y, despertada su atención, los hombres ven más allá de los hechos recensionables, otra acción de Dios. Es preciso darse cuenta de que obra y palabra se compenetran: la palabra es como el alma de la obra, le aporta el carácter inequívoco de revelación, de comunicación dirigida a la inteligencia y voluntad del hombre. b) El lenguaje de los signos de Dios Desde el signo Dios llama, invita al conocimiento y a la conversión del corazón; y, desde el signo, obra eficazmente la salvación; una salvación que es siempre dialogal. Por eso la invitación a la fe y a la conversión es una invitación a la contemplación de los signos de Dios. El arte y delicadeza de la relación pastoral en la Iglesia es precisamente la tensión del oportuno ofrecimiento de los signos de Dios. Lo esencial en el cristiano es el encuentro progresivo con el Misterio de Jesús cada vez con mayor profundidad. ¿Cómo se produce este encuentro? -sólo es posible en el signo de Dios y desde él. Eventualmente también sucede el encuentro inefable en la propia intimidad orante, pero supuesto un camino de afinidades con el Dios de los Signos. Lo esencial es el encuentro con el Signo que conduce al encuentro con la persona-misterio de Jesús. Por tanto, la dinámica de existencia y crecimiento del cristiano y la comunidad es una dinámica de encuentros significativos de la venida personal interpelante del Dios de Jesús «para mí y para nosotros». Y la historia de la salvación es una historia de encuentros y experiencias de Signos de Dios. -Pero no se trata de un encuentro con Signos absolutamente nuevos creados para ese momento histórico. Los Signos de Dios repercuten desde el primer momento en la eternidad del tiempo y nos alcanzan aquí y ahora. Nos esperan a cada uno. Se trata, pues, del encuentro con la serie de Signos de Dios inscritos en la historia que han tenido y tienen un poder de rescate y salvación para las situaciones que atravesamos. El problema vital de nuestra fe es el hallazgo y acercamiento de sos Signos concretos. c) Pedagogía de los Signos de Dios Ningún mensaje debe explicitarse antes de haber presentado el hecho significativo: el signo no se emplea para "confirmar" el discurso, a lo sumo la explicitación del mensaje será tarea posterior -y de todo el grupo-, en total conexión con el signo. El ofrecimiento de los signos de Dios debe requerir una acertada pedagogía, de acuerdo con los siguientes criterios: -criterio de encarnación: Dios llega siempre en la situación concreta del hombre, para liberarla de su ambigüedad o ruptura interior, para abrirla al horizonte nuevo de la fe y del quehacer del Reino. Sólo aquellos singos de Dios que asumen idéntica situación existencial del hombe concreto al que interpelamos pueden ser hoy signo actual eficaz de la venida de Dios, suscitándonos el encuentro de la Fe. Desde él brota un mensaje. Esto supone una tarea de delicado discernimiento en el Espíritu acerca de cuáles sean los Signos que Dios quiere presentarnos y suscitarnos en este momento. Pero el criterio de encarnación se refiere no sólo al contenido, sino incluso a la forma de expresión, porque existen afinidades expresivas en cada hombre y grupo, vg.: en la medida en que estemos en fase de iniciación (con dificultades de integración del universo bíblico o histórico) se prefieren los Signos de Dios en la actualidad de la vida eclesial. -el segundo criterio es la demanda interior de crecimiento teologal. La fe engendra una demanda creciente de penetración en el Misterio, en orden a adquirir un «gozo cognoscitivo» y en orden a la mejor integración de las actitudes evangélicas en medio del mundo. Es la llamada a crecer. En base a este crecimiento teologal procede también discernir los Signos de Dios, pues no todos tienen el mismo poder de proyectar hacia adelante. El servicio de la catequesis será ministerio de búsqueda y discernimiento de Signos de Dios en función de los dos criterios señalados. 2.3.- Pedagogía de los Signos de Dios bíblicos El proceso de invitación a la fe se gesta en el encuentro con los Signos históricos de Dios desde su actualidad. La invitación a la fe alcanza al hombre cuando se siente inmerso en esa acción de Dios en su pueblo, que tiene un absoluto valor para la propia existencia personal y que se constituye acontecimiento significativo esencial. La Biblia ha sido mal leída con frecuencia, aburriendo al creyente en la medida en que ha sido reducida a las categorías de "libro ejemplar", más o menos normativo, de compendio dogmático de la visión de Dios y del hombre, en el mejor de los casos como fuente inmediata de inspiración para vivencias espirituales y de oración.Existe también un encuentro cualificado con la Biblia en teología y en determinados grupos: es el encuentro exegético y la teología bíblica. Pero este tipo de encuentro no lleva tampoco a la "experiencia bíblica original", encuentro cuasi-sacramental. La Biblia es "otra cosa": significa o puede significar para el hombre la feliz y tremenda certeza de estar en una estrecha solidaridad de presencia, de vida y acontecer, de Gracia y de ardua salvación, con el pueblo fiel de nuestros padres y con el Señor Jesús. Solidaridad absolutamente real y experimentable. Esta es la lectura que hace el Nuevo Testamento de la totalidad de los escritos bíblicos. a) Principios teológicos de base sobre la realidad bíblica en orden a la acción profética (catequética) El acceso a la experiencia bíblica original supone una visión de fe muy clara y precisa sobre el Misterio de la intervención histórica de Dios. Estos principios son: -el hecho y concepto de "Palabra-intervención de Dios": Dios interviene en el tiempo siempre en favor de los profundamente humano. A este acontecimiento lo llamamos "Palabra de Dios" (dabar), radicalmente distinto de nuestras muchas palabras; -espacio y tiempo de la "primera" Palabra de Dios: Dios habla en dos tiempos de la historia humana -convertida por eso en historia de salvación-: en el tiempo bíblico y en el tiempo eclesial. Por eso no hay otra alternativa normal del encuentro con Dios (con su Palabra-acción) que la de una entrada e inserción personal en esa historia particular y, por tanto, en ese pueblo de Dios; -actualidad eterna y activa de la Palabra de Dios: ya no deja de pronunciarse y Dios la actualiza eternamente; desde esas intervenciones que culminan con la resurrección de su Hijo, Dios está actuando con los hombres que se aproximan a ellas en cada instante del tiempo, por eso esa Palabra, como realidad inacabada, espera la participación de toda la humanidad: en este sentido la expresión adecuada no será "comentar" o "decir" la Palabra, sino "entrar en la Palabra"; -la Escritura y la vida eclesial, sacramento único del encuentro y penetración en el acontecer de la Palabra: el cauce para incorporarse a ese acontecer divino y proseguirlo es percibir la vivencia del Pueblo de Dios alcanzado por la Palabra y situándose en diálogo comprometido en él: la Escritura y la vida eclesial percibidas por un hombre le permiten adoptar la disposición adecuada para encontrarse familiarmente en el acontecimiento de la Palabra y -a partir de esa percepción- le dirigen hacia el descubrimiento de la continua venida de Dios, hasta permitirle la experiencia de "estar" dentro de la acción divina histórica; -la dinámica propia de la acción profética: cuya función es mediar la experiencia actual de introducción del creyente y de la comunidad en el encuentro bíblico y eclesial, en fidelidad absoluta a la pedagogía de Dios. b) Perspectivas fundamentales de la pedagogía del hecho bíblico en la catequesis -afrontar la Biblia sólo como Signo de Dios: llevar a la experiencia catequética es invitar al encuentro con la acción incesante de Dios en cuanto que puede ser extraordinariamente significativa, es decir, llevar al encuentro trascendental y decisivo de los acontecimientos o "signos" de Dios. Esta opción es operativa: supone cambios en el lenguaje bíblico usado habitualmente; -caminar hacia una experiencia del signo bíblico como adentramiento en el acontecer histórico y actual de Dios: La experiencia bíblica original. La sorpresa del hombre abordado por el signo bíblico no es sólo la de un hecho de extraordinario significado actual para su propio drama existencial, sino que además se siente realmente transportado a un tiempo que le corresponde con la misma vigencia que corresponde a "aquellos otros hombres": ya no es «aquel tiempo» ni «aquellos hombres» sino el actual pueblo de nuestros padres, vivos aún. Así el hombre se siente alcanzado por el torbellino de una acción histórica humana y divina a la vez, en lucha común por dejar abierto a todos el sentido último. Esta experiencia introduce nuestra existencia en el Misterio que nos salva y que nos hace comulgar con la Totalidad, con el ayer, el hoy y el mañana de Dios con la Humanidad y de la Humanidad con Dios, en Cristo Jesús. c) Fases de la experiencia del signo de Dios bíblico 1ª.la exégesis antropológica del signo bíblico -el signo bíblico está de por sí velado porque en principio nos muestra un episodio histórico o un texto literario y a esta apreciación nos hemos habituado; -la primera tarea será escrutar la razón de auténtico acontecimiento humano que se esconde en esa página y según se constata, descubrir la imprevista irrupción salvadora y plenificadora de Dios, saliendo al encuentro de esa realidad humana, frágil y necesitada, con todo lo que late en el contexto social del pueblo y hombres que protagonizan el hecho: lo que nos permitirá sentirnos cercanos y emparentados con ellos; -entonces la Escritura podrá ser efectivamente un testimonio cálido de nuestros padres, sorprendidos en su inmanencia por la acción trascendente de un Dios admirable; -quedará claro que el pueblo y hombres de quienes hablamos y cuyo corazón queremos escrutar son aquellos que continuaron viviendo el acontecimiento significativo de Dios a lo largo de las comunidades y generaciones del Pueblo, llegando a escribir el testimonio de su fe sorprendente. 2ª.La hermenéutica histórico-literaria Se realiza a medida que se va descubriendo la sorprendente coincidencia de "aquel" hecho con la situación existencial del creyente y la comunidad. Tres pasos sitúan en esta revelación: -despojado de su accidentalidad, el hecho trasciende al paso del tiempo; el acto de interpretación es un acto que exige inteligencia, competencia y el hábito de hacer servir a su causa todo lo que parece interesarla, sabiendo que el texto -y el hecho- precisan esta aportación; -unidas ambas situaciones surge la conciencia de que no existe tiempo de por medio: es preciso que el acto de interpretación asuma el trabajo que consiste en confrontar el texto bíblico con la situación concreta de los oyentes; esto se hará a base de ahondar tanto el texto como el acontecimiento, eliminando toda parcialidad y excesivo subjetivismo; -pero ese acontecimiento bíblico se produce con unos valores que lo hacen único y excepcional, lo convierten en camino orientador para lo sucesivo; si se trata del Antiguo Testamento, para que el proceso sea válido debe ser visto en Jesucristo, debe aducirse un signo en el que le mismo Jesucristo asuma esa situación. A esta fase de la interpretación bíblica la llamamos hermenéutica histórico-literaria en cuanto que su objeto es la verificación de la vigencia del acontecimiento histórico y del texto mismo. Es preciso en ella contemplar el valor humano típico del "signo de Dios" en ese hecho. 3ª.La Hermenéutica existencial teologal Es la comprensión de la continuidad esencial y efectiva de la historia bíblica, en sus acontecimientos, hasta el fin de los tiempos. Es el reconocimiento definitivo de nuestra existencia en el Misterio teologal de la historia, de la incesante acción de Dios y del Pueblo desde Israel hasta siempre, acción que alcanza e integra hoy a nuestra propia existencia en un triple sentido: -nos comunica el mismo aliento de Dios que irrumpió en aquel acontecer otorgándonos la claridad jubilosa de las mismas y otras revelaciones y experiencias vividas; -nos incorpora a la misma marcha del Pueblo, que es dinamismo constante de la muerte a la vida, de esclavitud a liberación; haciéndonos, además, responsables de esa marcha individual y comunitaria; -nos hace sentirnos unidos nuestros padres, comprendiendo el sentido hondo y vivo de la "comunión de los santos". La experiencia de la hermenéutica existencial y teologal tiene unas categorías específicas: -es una experiencia de desbordamiento del tiempo y el espacio; -es una experiencia de cogestión real en la obra salvadora, haciéndonos corresponsables de esa salvación al lado de los hombres y comunidades del Pueblo de Dios: poniendo nuestras manos en el mismo arado que ellos sujetan y empujan hoy mismo, aguardando con ilusión nuestra llegada. Y todo ello conscientes de la gravedad de esta experiencia, porque no está escrito el término hacia el que el Espíritu nos encaminará, porque tememos las consecuencias que el celo de Dios va a producir en nuestra propia alma y porque comprendemos que ya no podemos volver atrás cuando nuestro corazón haya sido cogido por la pasión de esta acción santa, unidos al destino de nuestro Pueblo de Dios, que es el de Jesús. III.- METODOLOGÍA CATEQUÉTICA GENERAL DE LA ACCIÓN El encuentro de fe desborda lo técnico que, por otra parte, en catequesis puede ser bastante sencillo. Sin embargo, cada persona y grupo somos muy complejos y la tarea se hace ardua y frágil. Por eso, en virtud del principio de encarnación hemos de exigirnos un rigor en el procedimiento que podemos definir mejor como una coherencia absoluta entre el pensamiento y la acción en este tema. La didáctica concreta variará según las edades o situaciones, pero no la pedagogía y el método, porque son los de la misma Revelación. Un buen esquema de los procedimientos fundamentales, sin que falte ninguno, es imprescindible como punto de partida para orientar el quehacer catequético. Después, la misma práctica (empatía y discernimiento sobre las personas y el grupo a que se dirige) permitirá la flexibilidad que conviene en todas las acciones de la Iglesia. 1.-Principios básicos y operativos del método en catequesis La metodología debe ser fiel exponenete de los imperativos pedagógicos que hemos visto necesarios para invitar a un encuentro de la categoría de la fe. 1.1.-Metodología para un proceso situacional (cf.: I.1.3.a) a)el grupo debe percibir físicamente la presencia gratificante de una Iglesia-comunidad real, que acoge, siente y apoya con discreción el ejercicio que va a efectuarse. Esto supone: -desbloqueo progresivo de la homogeneidad del grupo (edad-condición), integrando "otros" miembros de la comunidad cristiana; -conciencia colectiva de la existencia de la comunidad cristiana que asume el grupo desde la celebración, el discernimiento, responsables... y presencia discreta en el grupo de la vida y problemas de esa iglesia particular; -participación eventual y frecuente de miembros de esa comunidad en diversos momentos del ejercicio catequético, sobre todo a la hora de ofrecer la experiencia de los signos de Dios; en consecuencia: que exista una comunidad cristiana local que crea o asume el grupo como Iglesia madre y se hace presente en él. b)el grupo y cada miembro, convocados para catequesis, deben ser acompañados de un clima de desierto y religiosidad, que verifique la actitud de apertura, de escucha y búsqueda y la disposición de afrontar en soledad la propia existencia ante Dios: garantizar el sosiego interno y externo y la motivación espiritual y religiosa. Esto supone: -un ambiente físico relajado e introductorio -invitación expresa a la experiencia espiritual y religiosa por el ofrecimiento de símbolos c)el grupo debe situarse desde el principio en una suficiente comunión con la causa de los pobres (la Palabra de Dios -profética- nos alinea con ellos). Esto supone: -la evocación continua de esa realidad marginal u oprimida (sobre todo la más cercana) en la catequesis, una fuerte conciencia de la misma en los responsables y una continua y espontánea referencia en su lenguaje; -la realización de gestos de comunión y solidaridad con ese mundo pobre por parte del grupo; -el aliento de los compromisos individuales de presencia y de servicio en ese mundo a lo largo de todo el catecumenado; Los procedimientos que empleemos reflejarán esta situación de estar con los pobres: esta opción será límite de algunas actuaciones de carácter burgués o de encerramiento sobre sí mismo. 1.2.-Metodología de la temática de encarnación y de significación divina (cf.: I.1.3.b y II) El contenido temático deberá ser fiel exponente de la dinámica de encarnación y significación de la pedagogía divina en todos los aspectos ahí contemplados. En consecuencia: a) la temática se centra y desarrolla en referencia a un área de la existencia humana cotidiana del grupo, a través de los caminos propios del encuentro con la realidad y las metodologías correspondientes. Escogeremos una de estas mediaciones: -situaciones dominantes en la vida personal suficientemente comunes a los miembros del grupo; -acontecimientos objetivos acaecidos en el mundo experimental del grupo y que pueden determinar la vida personal; -líneas bastante comunes de acción en donde se define la trayectoria individual (familia, amigos, trabajo-estudio...); -constantes históricas personales, si las hubiere; -realidades sociales de índole socioeconómica, cultural o política que afectan colectivamente a las personas del grupo (o que podrían / deberían afectarles). b) A esa temática se le ofrecerán no las convicciones del catequista u otros, sino signos vivos de Dios que hablen directamente a tales realidades humanas y las iluminen: -los signos cercanos de la vida eclesial comunitaria; -los signos bíblicos asumidos por esa comunidad (vividos en ella): ante todo, el signo de Jesús del Nuevo Testamento, después los del Antiguo Testamento; -los signos de la tradición eclesial viva... De acuerdo con la exégesis antropológica y la hermenéutica con valor teologal. c)Quedando claro que el método está al servicio de la verificación de esa pedagogía divina (Dios encarnado y sorprendente que sale a nuestro encuentro aquí y ahora), no en función de un aprendizaje del pensamiento cristiano. 2.-Metodología de la relación pedagógica en la catequesis. Entendiendo por pedagogía la relación entre el educando -individuo y grupo- y unas mediaciones concretas para ese tipo de educación deseada: a esta conexión "educando""mediación" llamamos relación pedagógica. El problema de la efectividad se reduce al de las mediaciones: el poder que tengan para instaurar una positiva relación pedagógica. Las mediaciones para la relación pedagógica catequética, para introducir al encuentro con la Palabra divina y poder acceder a la fe, son estas cuatro: la acción de signo cristiano, la palabra profética, el lenguaje dialogal y la expresividad que culmina en la fe. 2.1. ofrecer como relación pedagógica una acción significativa La mediación fundamental en la educación y en la invitación a la fe la constituyen las personas. Sin embargo, metodológicamente, antes es la acción que la palabra, más aún si son grupos de edad evolutiva o en los que no predomina una sensibilidad por el lenguaje intelectual discursivo. El hombre se hace en la acción: no es el discurso camino seguro para el hermanamiento del hombre con la realidad y con la trascendencia. Iniciar la catequesis significará entonces "hacer", no "hablar", empezar haciendo algo significativo: una acción con entidad propia en el jercicio que comienza y esto como principio común y general (aunque sólo sea para alejarnos del esquema escolar y doctrinal). a) Hay dos tipos de acciones: -todo el "activismo" que sitúa suavemente a los catecúmenos en las dinámicas de encarnación y significación, a lo largo de la sesión: dinámicas grupales operativas (mejorar las relaciones mutuas a un elevado nivel interpersonal), dentro de ellas el juego colectivo, que añade virtualidades expresivas de gran valor; expresiones o elaboraciones breves de todo tipo de realización inmediata (corporal, plástica, musical, etc); visitas a realidades socio-culturales o socioeclesiales; -acciones intensivas de signo estrictamente cristiano que conllevan vivencias de fe cualificadas (posteriormente asumidas en el ejercicio catequético), de cierta envergadura en el tiempo y en las condiciones que demandan, como pueden ser: la convivencia detenida con una comunidad cristiana (cat. eclesiológica), la estancia participativa en un monasterio (cat. sobre la oración y contemplación), realizar una empresa social de servicio o participar en una (catequesis vocacional o sobre la caridad), elaboración de una denuncia colectiva de situaciones de injusticia por escrito, gestos, manifestaciones.... (catequesis sobre profetismo). El catecúmeno se ve invitado a contemplar, reflexionar, expresarse... pero sobre todo a hacer, verificar, es decir: a reconocerse, verse confrontado con lo real y con realidades mayores. La acción estimula el ser interior. b) Pero la realización de la actividad requiere una atención a su dinámica: -atenerse al principio de equilibrio y de ritmo, ofreciendo la acción junto con otros elementos metodológicos; -desde que se presenta y ofrece hasta que culmina, la acción debe llevarse a cabo según un proceso coherente, con etapas bien detectadas por los animadores, permitiendo la distensión y la reflexión que la convaliden dentro del acto catequético; -toda actividad o acción intensiva debe gozar de cualificación: una buena calidad de contenido y procedimiento, es decir, que la acción se prepara y también las actividades alternativas que conviene tener disponibles (aceptando los animadores la gratuidad de este trabajo). 2.2. centrar la relación pedagógica en la presencia y palabra proféticas Entre tales mediaciones es fundamental la presencia y la palabra de quienes en el grupo orientan su quehacer y dirigen hacia la contemplación de los signos de Dios: catequistas, miembros de la comunidad cristiana o miembros del grupo en particular. Se tratará de arbitrar adecuadamente esa presencia y esa palabra. Debe quedar claro su carácter insustituible: -porque así es la praxis de la misma Revelación en la Palabra de Dios -porque así lo sugiere la necesidad de garantizar al catecúmeno la actitud de apertura hacia la trascendencia de la Palabra -y porque así lo requiere la dinámica de un grupo que es al mismo tiempo grupo de formación interna y grupo de trabajo. La primera preocupación será cuidar la conciencia de la necesidad y del valor justo de esa mediación: y esto supone cuidar antes la presencia misma, su cualidad. Debe ser una persona que integra: -el testimonio de una existencia humana y cristiana dotada de valores; -una vivencia personal densa de todo lo que en esa catequesis se afronta, en particular de los signos de Dios que van a constituirla; -un lenguaje oral bien cuidado y trabajado, digno de la Palabra a la que sirve: sencillo, natural, cercano, pero pensado, huyendo de la improvisación y -por supuesto- de lo chabacano; -la fuerza de la denuncia profética, libre y valiente, cada vez que en nombre del Evangelio así proceda. Esto se complementa con la discreción, descartando la prepotencia de la presencia y la intervención abusiva de la propia palabra. 2.3. permitir como relación pedagógica el diálogo verdadero En virtud de la encarnación, el método constante de la catequesis es el diálogo, con todas sus implicaciones: reciprocidad de comunicación y de escucha entre todos los miembros del grupo y entre estos y el Señor que sale al encuentro con la Palabra. Esta mediación supone varios planos: a) la búsqueda de una experiencia común, de una zona común de la existencia y en consecuencia el compromiso por mantener un lenguaje encarnado, inteligible, que asume formas y gestos de los demás; b) la práctica del ejercicio dialogal renunciando a la pretensión de dominar y poseer la verdad, convencido del valor del otro y del propio valor, con una comunicación de sí mismo y de lo objetivo intentando lealmente la purificación objetiva de la visión, con escucha y atención profunda y presencia interior de los demás en la propia comunicación. Esta práctica supone un aprendizaje interior y lingüístico inagotable que es una de las más arduas ascesis de la vida cristiana, expresión privilegiada del Reino. La catequesis intenta por ello educar en esta actitud dialogal que va a definir el carácter propio del creyente; c) la aplicación de técnicas de grupo seleccionadas que respondan a la formación interna y al trabajo. En cuanto a la formación interna del grupo -comunidad franternaconvendrá ofrecer técnicas que favorezcan el desarrollo, rectificación o mejora de relaciones mutuas o que equilibren los roles. En las técnicas de trabajo común: que faciliten la comunicación. Son muy oportunas las propias de la oración común, supuesta la metodología de la oración personal e individual. d) Hay que tener en cuenta también la dimensión de discernimiento idividual espiritual, inherente a la catequesis. Esto supone un diálogo cualificado frecuente: especialmente la entrevista individual entre responsable y catecúmeno, de acuerdo con una metodología no directiva y en clima orante de apertura al Espíritu Santo 2.4. ofrecer como relación pedagógica la expresión En todos los órdenes, el hombre accede a la verdad expresándose: sin un nivel suficiente de expresividad no hay educación. Para ello, tendremos en cuenta estos cuatro principios: 1.- El hombre se hace en la expresión y al expresarse se reconoce a sí mismo, se trasciende... 2.- La comunicación debe permitir expresarse con la plenitud requerida, activando múltiples cauces de creatividad y expresividad. 3.- La fe, para crecer y ser viva, debe sentirse hondamente, fundamentarse en la memoria de los signos y expresarse. Quien invita a la fe debe saber él mismo expresarla con la mayor plenitud expresiva. 4.- Pero el hombre está muy disminuido en su capacidad expresiva: es más un ser reprimido que expresivo, por eso hay que ayudarle a expresarse de un modo suave, sin forzar, ofreciendo vivencias intensas y de claro testimonio expresivo. Lo más importante no es adoctrinar, sino que todos hablen desde el fondo de su existencia y desde su fe; y que todos contemplen y acojan con todo el ser los signos de Dios pertinentes, y no tanto hablar como expresar de múltiples formas. En cuanto a la expresión conceptual (lógico-discursiva), ésta puede ser verbal, escrita o plástica y de tipo histórico-narrativo o ideológico doctrinal. La fe requiere también la conceptualización, la fijación del pensamiento en una formulación precisa, coherente y funcional (como los elementos del símbolo de fe: el credo). Pero hemos de precisar que: la formulación nunca antecede a la experiencia de los signos de Dios tenida en el grupo predomina el carácter histórico narrativo sobre el teológico según progresa la vida catecumenal la formulación conceptual gana en profundidad de perspectiva, de matices y de implicaciones vitales la iglesia local y la misma catequesis deben buscar y ofrecer formulaciones doctrinales acertadas que reflejen la vivencia que tiene lugar en lenguaje inteligible y las que tengan vigencia permanente determinada la formulación doctrinal, cada catecúmeno y el grupo deben ser ayudados en la tarea de integrar y guardar en la memoria de la fe esas fórmulas de su credo Los textos que recogen doctrinalmente la experiencia de encuentro con el Señor, serán ya textos de oración individual y comunitaria. En cuanto a la expresión simbólica, contemplamos los símbolos no por su contextura física sino en su nivel de armonía y capacidad evocadora de la trascendencia. El símbolo es humilde y lo único que puede hacer es despertar el ser dormido ideal que todos llevamos dentro. El recurso a la contemplación directa del símbolo será siempre el mejor camino de experiencia simbólica: tener delante la realidad simbólica deseada, ayudar a detenerse sosegadamente ante el símbolo, permitiendo que hable al corazón y a la mente, que despierte resonancias. Escuchar el deseo que nace y la experiencia de la propia limitación ante lo absoluto y anunciar ahí la Palabra del Señor -el signo de Dios- que asume ese símbolo y conduce desde él a una esperanza nueva y a la visión de una dimensión siempre sencial del Misterio. El recurso a la contemplación indirecta del símbolo -más asequible - supone las mediaciones del verbo, la corporeidad, la imagen audiovisual y los elementos plásticos. el verbo: la poesía, el patrimonio literario, la literatura bíblica, el lenguaje sapiencial (cuento, alegoría, parábola, plegaria...) conjugando mensaje, belleza, música y palabra; el cuerpo: el mío y el de mis hermanos; renunciar a este lenguaje pleno -es la principal mediación- es reducirse personalmente; yo soy y hablo con todo mi cuerpo, con la plenitud de mis gestos, movimientos... hablar con el cuerpo en la liturgia y en la catequesis es ya una respuesta de fe y es también dejar el espírut abierto para nuevos encuentros con el Señor y con los hermanos; la expresión corporal debe ser habitual en catequesis y, en particular, el teatro; la imagen visual y plástica: estable o móvil, documento gráfico y especialmente los iconos -en particular los orientales- donde el símbolo natural se funde con la teología y la más honda tradición creyente. Contra la expresión simbólica variada y plena está la rutina, la comodidad de permanecer en el escueto lenguaje verbal y doctrinal -por mucho que se dialogue- y la falta de iniciativa y de esfuerzo de los responsables. IV.- ELEMENTOS DE DIDÁCTICA al servicio de la ACCIÓN CATEQUÉTICA 1.- Instrumentación didáctica Los materiales didácticos van a la zaga de la pedagogía y la metodología y no al revés. Sin una clara visión de la dinámica pedagógica (en función del modo de hacer de Dios) y sin una opción decidida por el método esencial a seguir, cualquier aplicación didáctica (incluso con el mejor material que exista) es, al menos, peligrosa para la veracidad de esa catequesis, pues se convierte fácilmente en fin lo que no es más que un medio útil. 1.1.-Didáctica y fuentes de elaboración catequética, especialmente para animadores de grupo. Cada iglesia local, con la colaboración de todos, debería poder ofrecer archivos de materiales: A) Archivo de elaboraciones previas de signos de Dios, que integraría elaboraciones escritas básicas de signos bíblicos, todos los fundamentales del Antiguo y Nuevo testamento, en cuanto a su exégesis antropológica, algún comentario hermenéutico y algunos textos teológicos escogidos; reproducciones de interpretaciones plásticas de esos signos (pintura clásica, dibujos, cómic, esculturas) de calidad artística y testimonial canciones y oraciones que correspondan a los signos de Dios y a los mensajes catequéticos; documentación de actualidad sobre la vida y los hechos significativos de las iglesias actuales y de los creyentes; textos escogidos de la Tradición, acompañados de su exégesis antropológica; interpretaciones de los signos de Dios (bíblicos y eclesiales) en teatro y poesía de la literatura universal. B) Archivo de documentos y procedimientos para un encuentro con la realidad humana en profundidad: hechos de vida de fuerte impacto humano, de la actualidad o de la historia; textos literarios escogidos por su calidad y valores humanos; películas escogidas por la misma connotación; manifiestos breves y esquemas de pensamiento sobre las diversas realidades humanas; documentación gráfica y reportajes de prensa y revistas sobre temas humanos y problemas urgentes actuales; colección de imágenes fotográficas de símbolos; procedimientos de profundización en las distintas realidades humanas y valores (dinámicas, diálogos, etc) C) Archivo de técnicas de grupo para apoyo de las relaciones interpersonales y para momentos de encuentro y distensión... (juegos, entretenimientos) Estos tres archivos no existen como tales en el mercado, únicamente algunos de sus elementos. Para que se puedan tener hay que contar con las iniciativas individuales de los respondables de la acción catequéticas y de todos los cristianos de una iglesia. Lo que sí es imprescindible es que todos los animadores de grupos catecumenales tengan conocimiento del material contenido en esos archivos. 1.2.-Didáctica para uso personal de cada miembro del grupo de catequesis Cada creyente debería tener a su alcance una constancia escrita de su historia viva de fe y de la vida de su iglesia. A esta crónica habría que dedicar un tiempo incluso comunitario, otorgándole el respeto e importancia debidos. Junto a este instrumento, se encontrarían los libros y escritos de referencia permanente de la fe, de oración y de fuente de espiritualidad: la Biblia (no disminuida "para los niños", "para los jóvenes..."), recibida poco a poco en celebraciones solemnes hasta cumplir la totalidad de sus libros; los libros propios de plegaria y de fe de la comunidad cristiana, con los que participará en la dinñámica de su vida orante y litúrgica; Otros materiales no parecen necesarios ni siquiera convenientes, como por ejemplo los manuales de catequesis o catecismos existentes, que aportan un valor documental y tipográfico en tanto encuanto sean testimonio de un camino catecumenal seguido por una comunidad real y que en su caso se incluirán en el archivo general del grupo. 2.- Esquemas de elaboración del ejercicio catequético Ofrecemos dos esquemas, uno a nivel pedagógico-metodológico y otro a nivel metodológico-didáctico. El primero desarrolla como hipótesis los procesos internos y esenciales que manifiestan la pedagogía divina en la catequesis y esperamos verificar a lo largo del ejercicio; el segundo señala de manera más concreta la oferta de un "orden del día" a seguir, pormenorizando procedimientos, materiales didácticos y técnicas. Evidentemente, el segundo esquema debe elaborarse después de haber trazado bien el anterior, del que depende y al que debe someterse. en todo caso, los dos son sólo hipótesis y la dinámica misma de la catequesis aconsejará sobre la marcha. 2.1.-Proyecto pedagógico-metodológico En esta reflexión del equipo animador, conviene prescindir de toda preocupación de la praxis inmediata, para determinar los elementos primordiales de la posible catequesis. Puntos del proyecto: Señalización de la situación humana interior y de los objetivos pastorales 1.1. Situación interior del grupo: áreas temáticas de su interés vital que podrían abordarse, optando por una de ellas (por actualidad, importancia existencial, etc. que permitan al grupo centrarse en el tema). 1.1.1. Experiencia profunda o de base respecto a ese tema (urgencia o vivencia más honda que puede experiementar la persona o grupo) 1.1.2. Realidades concretas e inmediatas que denotan esa experiencia profunda; rasgos existentes de hecho en la vida personal de los miembros del grupo, quizá superficiales o ambiguos pero capaces de conducir a tomar conciencia de la experiencia de base al profundizar. Estos rasgos serán fácilmente el punto de partida de la catequesis. Pueden ser evocados con metodologías y didácticas muy diversas. 1.2. Objetivos pastorales para ese tiempo catequético (que sobre la marcha pueden modificarse), es decir: El mensaje de la Palabra de Dios que se desea comunicar (o descubrir): el pensamiento de fe (iluminación a propósito de la experiencia profunda) y las actitudes o compromisos a los que seguramente lleva Este mensaje debe formularse de modo que: la expresión ideológica sea muy breve y clara y tenga elementos de la Palabra histórica de Dios encarnada en Jesús, con referencia a la existencia real iluminada (con talante de sorpresa) y proyectando a una transformación personal y del grupo. Debe reflejar la experiencia personal del subgrupo que lo elabora. Señalización de la acción que será base de referencia vivencial en todo el acto catequético. Al respecto de la acción hemos hablado más arriba. Ahora insistimos en su carácter esencial, procesual (acciones diversas con sentido unitario, sin caer en excesos), de acance social eficaz, que supone riesgo y aventura, acompañada por adulto-s de la comunidad y que exige comunicación de la experiencia. Lo esencial es la percepción de este devenir como acontecimiento histórico en otra historia mayor, la de Dios con su pueblo. Esta revelación es fruto de la vivencia del trabajo catequético posterior y brotará de la intercomunicación mutua, del encuentro con los Signos de Dios y de la expresión colectiva de fe con la que culmina la catequesis (expresión-celebración o expresión-profesión-formulación). Determinación de los Signos -contenidos vivos- de la Historia de Salvación que podrán ser instrumentos reveladores del Mensaje. En cada uno de ellos (no más de cuatro) debe indicarse: -el fondo de experiencia humana -el fondo de Fe y de presencia del Espíritu (la razón de signo de Dios que irrumpe en la existencia imprimiento un rumbo nuevo, una trayectoria significativa, con poder de esperanza y llamamiento). 2.-Proyecto metodológico-didáctico Se presenta al grupo la acción base de la catequesis y su desarrollo, de modo que se acoja con interés: -se convoca a la acción supuesta la convocatoria catequética; -se oferta de manera apasionante, como oferta de un proceso de intensa vida evangélica -se planifica la acción con el grupo, con entendidos si fuese necesario, elaborando un royecto de objetivos, pasos y medios: dialéctica entre realismo e idealismo; -los animadores también permanecen comprometidos en la acción; -se coteja el proyecto con los otros de la catequesis Determinar el procedimiento de encuentro con la realidad evocar las realidades existenciales concretas e inmediatas que introducen en la experiencia profunda, permitiendo que todos se expresen a-refiriéndonos a la experiencia propia de los miembros del grupo -de forma directa: cuestiones directas, exposición verbal "profética" de algún miembro, que les confrontan consigo mismos. -de forma indirecta: por test proyectivos, textos sobre los que expresarse, expresión simbólica... cuidando que estos símbolos evoquen los rasgos de experiencia previstos b- refiriéndonos a experiencias ajenas al grupo, pero con cercanía a la existencia de sus miembros -aportando signos o arquetipos humanos históricos o actuales, portadores de experiencias que queremos evocar (positivas o negativ.) -acercando acontecimientos, situaciones, hechos... de actualidad, susceptibles de encarnar las experiencias en cuestión que nos atañen (pero sin que desorienten la atención hacia fuera del grupo) Tomar conciencia de la experiencia profunda, en continuidad con el trabajo iniciado antes, precisando las pistas de profundización de las experiencias evocadas: afirmaciones clave, interrogantes más graves, experiencias de ruptura interior que se van suscitando (a partir de las afirmaciones e interrogantes), de manera que podamos describir las demandas concretas de salvación que van surgiendo y que se constituyen en condición indispensable para seguir adelante en la Catequesis. Determinación de los modos posibles de introducción e interiorización de los signos de Dios escogidos, verificando la seriedad y objetividad de su presentación. Determinación de los textos y formulaciones que expresan el Mensaje de signos ofrecidos y las líneas de oración y compromiso a que llevan. Pueden ser la base de un documento último que recoge la catequesis y perimita guardarla en la memoria de Fe y en la propia historia de Salvación. La elaboración de estos dos proyectos de ejercicio catequético supone un gran esfuerzo y significan un trabajo de considerable envergadura, pero hemos de aclarar que: 1.-la acción catequética exige un conjunto de vivencias muy denso que pide cualificación metodológica y no podemos disminuir el nivel de riqueza y complejidad del método y la didáctica; 2.-no obstante, debe predominar siempre el principio de la sencillez y claridad; en todo caso, procede seleccionar y escoger en función de la situación/identidad del grupo catecumenal, siendo fiel a la pedagogía analizada y al método esencial descrito. Bibliografía de apoyo ALCEDO, A., La catequesis en la Iglesia, S.M., Madrid, 1990 APARISI, A., Invitación a la fe, ICCE, Madrid, 1972 APARISI, A., Pastoral de infancia. Itinerario catecumenal de niños, ICCE, Madrid, 1992 BARRENA, F., Pedagogía de la catequesis, S.M., Madrid, 1990 COMISIÓN EPISC. DEL APOSTOLADO SEGLAR, Jóvenes en la Iglesia, cristianos en el mundo, Edice, 1992, pp. 112-138 COMISIÓN EPISC. DE E. Y CATEQUESIS, La catequesis de la comunidad. Orientaciones pastorales para la catequesis en España, hoy, Edice, Madrid, 1983, pp. 65-70 y 105-134 JUAN PABLO II, Catechesi tradendae MAIDEU, J.M., Catequistas: ¿hacer o hacerse?, CCS, Madrid, 1983 MAIDEU, J.M., Hacer resonar la fe, CCS, Madrid, 1988, pp. 63-79; 84-88 y 95-100. PABLO VI, Evangelii Nuntiandi SAGDA. CONGREG. DEL CLERO, Directorio General de Pastoral Catequética, Edice, 1989 (= Roma, 1971) Para la reflexión y el diálogo Dada la longitud del texto, aunque consideramos que no se puede prescindir de la lectura de ninguna de sus partes, para acercarse por primera vez al tema, el grupo puede hacer del siguiente modo: leer todos la primera parte y repartirse luego las tres siguientes, consiguiendo la síntesis y el subrayado en el diálogo posterior. 1.-Intentad explicar en pocas palabras qué es eso de la «humildad de la fe en su pretensión de comunicabilidad». Poned algún ejemplo personal. 2.-¿En qué sentido se puede hablar de "educar" cuando nos referimos a la fe? 3.- ¿Qué es catequesis? Reflexión crítica sobre el desarrollo habitual de nuestras catequesis 4.- La gratuidad es importante ¿cómo podemos ayudar a que se perciba más ésta? ¿sería bueno que la comunidad cristiana asumiera todos los costes? 5.- Poned ejemplos de la relación que deben y pueden tener todos los grupos de catequesis -según niveles- con la comunidad cristiana. 6.- Indicad lo que os ha parecido más importante, más novedoso o sorprendente, lo que no entendéis. 7.- Poned ejemplos de experiencias de "desierto" en nuestros grupos. ¿Se propician suficientemente? ¿y la experiencia de los pobres como "lugar teológico"? 8.- Elaborad los proyectos de una sesión catequética con vuestro grupo, a raíz de un acontecimiento significativo, según el momento del proceso que vive el grupo. 9.- ¿Conocéis los materiales disponibles en el centro y en la diócesis? ¿tenéis acceso a ellos?