SIGNOS Y PORTADORES DEL AMOR DE DIOS 1. LA PERSONA HUMANA, SIGNO Y PORTADOR DEL AMOR DE DIOS 1.1. La persona humana a la luz de la fe. Toda persona, sea cual sea, es amada por Dios. Nuestra vida, el hecho de que vivamos, es expresión del amor de Dios. Todo ser humano al crecer recibe una primera llamada: a ser persona. Por nuestras cualidades, tendencias, inclinación a vivir de una forma u otra, que nos vienen dadas y tienden a desarrollarse a lo largo de nuestra vida. Nos hacemos personas relacionándonos con los demás; en especial, los que nos rodean. Dando y recibiendo; pero no todas las relaciones ayudan a crecer. También recibimos una segunda llamada: desde la fe a encontrarnos con Jesús. Mirando a Jesús, nos sentimos llamados a ser como Él, a vivir como Él; es decir, en relación filial con Dios. Sentimos que Dios nos dice “Llega a ser mi hijo”, lo que quiere decir: “entra en esa relación de intimidad que Jesús tenía y tiene conmigo”. Cuando entendemos estas llamadas, las dos, podemos entender lo que significa ser “signo y portador del amor de Dios”. 1.2. Llamados a la felicidad A veces nos parece que ser feliz es “tener lo que me falta”. Pero hay algo más, más profundo. ¿Qué significa ser feliz? ¿Jesús fue feliz?: No tenía nada. Tuvo problemas. Fue incomprendido (hasta por sus discípulos). No fue respetado... entonces ¿no pudo ser feliz? Pues sí. ¿Es que esto significa ser feliz? La verdadera felicidad procede del ser. Ser feliz es sentirse realizado, dar sentido a su vida. Jesús dice: me dejaréis solo, pero no estaré solo. El padre estará conmigo”. Su muerte no es para Él algo terrible: “Hágase tu voluntad” Hay que descubrir dónde nos apoyamos. (Jesús lo hacía en el Padre) y leer desde ahí la vida diaria y actuar de acuerdo a ese sentido que se descubre. Es como el mar. Por encima está el oleaje, pero en el fondo reina la calma. Todo está tranquilo. Las preocupaciones son el oleaje; me pueden agitar un tiempo, pero hay que vivir y volver a lo profundo. En nosotros mismos hay tendencias que reconducir. Pero lo primero es aceptarnos con paciencia, reconocernos como somos, no desanimarnos, sino asumirnos y querernos como Dios nos quiere. Dios nos ha querido atraer a Él como nos atraemos las personas humanas, con los lazos del amor, no de la imposición. Así también hemos de hacerlo nosotros. 2 ideas: El sufrimiento no existe. Es la repercusión que la realidad tiene sobre mí. Depende de mí. Es fruto de nuestra “programación”. Ante las dificultades del camino ¿ponemos una buena alfombra o nos ponemos unas buena botas? Lo más sencillo: lo segundo. A veces sufrimos sin necesidad y nos negamos la felicidad. Hay que ser conscientes, fijarse y valorar las cosas, y plantearse qué puedo hacer yo para mejorar la situación o enfrentarme en el futuro a una similar de mejor manera. Porque la felicidad no viene de fuera; está dentro de nosotros; pero no puede consistir en conseguir nuestros deseos. Si cambiamos nuestra forma de ver, de interpretar, de disculpar, cambiará nuestra relación con la realidad y nuestro sentimiento ante ella. La vida está compuesta de situaciones y momentos buenos y malos. Aprender a aceptar esto es la clave. Lo que nos ayuda a madurar y a vivir mejor es no vivir esperando a ser felices en el futuro, sino aprovechar todos los momentos presentes; los buenos y los difíciles (que nos ayudan a crecer).Sintiéndonos queridos por Dios también en esos momentos. Cada uno somos como los cristales, hemos de dejar transparentar el amor de Dios. Hay que conseguir hacerse más transparentes. Pasar del opaco al traslúcido...hasta el transparente. 2. CRISTO/EL CRISTIANO, SIGNO Y PORTADOR DEL AMOR DE DIOS 2.1. La primacía de Dios La primera carta de nuestro Rector Mayor es programática. Dice “Salesianos, sed santos”. El contexto: Después del Jubileo del año 2000, una Carta Papal: “El nuevo milenio que nos viene”. Identifica la Santidad con una medida alta de la vida cristiana ordinaria. Tenemos necesidad de una vida espiritual profunda. Que Dios ocupe el primer lugar, que sea nuestra primera ocupación. (No como tiempo, sino como importancia. Como punto de referencia constante). Se plantean 4 prioridades para la congregación: 1. Primacía de Dios en nuestra vida. 2. Testimonio de comunión fraterna. 3. Presencia significativa entre los jóvenes. 4. Formación permanente. “Salesianos, sed santos” es lo normal en la vida salesiana: hacerlo bien en el día a día, con calidad. Tenemos que dar gracias a Dios por nuestra vida, nuestra vocación. Dios me ha llamado a vivir y sentir la vida; no es un Dios de temor. La fe es aceptar la relación de amor de alguien que sale a mi encuentro y me comunica y me transmite. Es intuición. El sentido de nuestra vida está en la relación filial con el Padre, como tenía su Hijo. La fuente primera de una vida cristiana no pueden ser los mandamientos. Ha de ser la chispa de amor, de relación con Dios. Luego vendrá el comportamiento, la coherencia de vida. 2.2. Mi vida en las manos de Dios Cuando miramos hacia atrás, vemos que nuestra vida tiene un sentido. Esto no es mérito nuestro. Nuestra vida está en las manos de Dios. Dios está en lo que nos pasa. Es historia de Salvación. A Dios nadie lo ha visto, pero le vemos cada día en los acontecimientos. En la barca con los apóstoles... Jesús durmiendo... Dios va con nosotros en nuestra barca, aunque nos parezca dormido. Cómo no le va a importar nuestra vida si Él nos la ha regalado. Nos ha imaginado porque nos quiere. ¿Confiamos? ¿Nos creemos esto? 2.3. La experiencia de fe de María En los Evangelios, en las pocas frases que se dedican a ella, quieren transmitir la imagen que tienen de María. - Joven que no hace las cosas porque sí; quiere entender y hacer las cosas con criterio. - Persona que no acaba de entender, pero se fía y es consecuente hasta el final. “Y perseveraban en la oración unidos a la Madre de Jesús” (Hechos de los Apóstoles) Pasó de ser la madre física de Jesús a la Madre Espiritual de sus seguidores. No ha sido por milagro, sino por su camino de fe. Camino que pasa por la cruz de su hijo, por quedarse en un segundo plano (“¿Quién es mi madre?” o “¿No sabes que tengo que ocuparme de las cosas de mi padre?”). “María guardaba todas esas cosas meditándolas en su corazón”. Esto es para nosotros un modelo de creyente: Pensar y repensar las cosas, guardándolas en el corazón e intentando buscarlas un sentido; pero dejándose llevar, fiándose de su voluntad, siempre buena, de Dios. 3. 3.1. EL SALESIANO COOPERADOR, SIGNO Y PORTADOR DEL AMOR DE DIOS Espiritualidad Salesiana Parece algo sencillo, pero es muy profunda. Es la expresión del amor de Dios dirigido hacia los jóvenes, que, en ese momento, no significaban “nada.”. Para definirla hay que mirar a Don Bosco porque es su expresión primera. La vida de don Bosco podría escribirse como un pentagrama. 5 líneas en las que poniendo en ellas las notas, se produce una melodía. Según cada grupo coloque las notas, la melodía es diferente; pero en el fondo, común. Las 5 líneas: 1. Plenamente dedicado a la juventud: promoción, evangelización,... 2. Con un estilo especial: benevolencia, amistad, visión positiva,... 3. Se siente Iglesia con sus Sacramentos, sus funcionamiento, ... 4. Vive su vida como vocación: Como respuesta a la llamad de Dios. 5. Vive una relación filial muy profunda con Dios: Se siente amado por Dios y responde como un hijo. Como en toda música, hay una clave de lectura (clave de sol...) es el sueño de los 9 años; es decir, Jesús y María. 3.2. La familia: casa y escuela de comunión Es la primera célula, el primer núcleo de relaciones que permite que la persona llegue a crecer y se integre en la sociedad. En este momento está condicionada por el estilo de vida y va dejando su papel fundamental como educadora. El Rector Mayor nos anima a recuperar su papel clave. La energía religiosa en una familia es un motor fundamental. La familia es el primer lugar para ser signo y portador del amor de Dios. Son los primeros que tienen derecho a recibirlo y nuestro primer deber el darlo. A veces somos más corteses y cariñosos con los de fuera. Es un error. 3.3. Haced discípulos. Valorando por qué personas que se han educado cristianamente han abandonado la práctica, puede ser que el mandato de Jesús haya quedado en la primera parte: En el “Id y enseñad”. Hacemos mucha catequesis y sabemos mucho; pero ¿hemos perdido la segunda?: “Haced de ellos mis discípulos”. Hay que dar más importancia a la segunda. Conocimiento no es seguimiento. Hacer discípulos es llevar al creyente a una relación personal y continuada con Dios, individual, que lleve a una total entrega a cristo, a una disponibilidad a dejarnos modelar por Dios. Jesús, cuando se encuentra con sus discípulos, no les echa un sermón, sino que les dice: “Venid y ved”. Y fue tan significativo que se acuerdan hasta de la hora en que fue. Es un reto: - formar al servicio humilde. - entrar en el mismo nivel de intimidad de Cristo con el Padre. - Formarse en la oración y la contemplación. - Acoger la Palabra de Dios. Es decir, los rasgos de ser portadores del Amor de Dios.