Título: El control de la facultad presidencial de designación de los magistrados Autor: Sabsay, Daniel Alberto y Neimark, Sebastián Publicado en: LA LEY2005-D, 996 SUMARIO: I. La Facultad Presidencial (artículo 99, inciso 4° de la Constitución Nacional). - II. ¿Facultad reglada o discrecional?. - III. Control judicial de las decisiones presidenciales. - IV. Fundamentación de las decisiones. - V. Antecedentes jurisprudenciales. - VI. Conclusiones. En una época en que cada vez se manifiesta con mayor énfasis la expresión de Mirkine-Guetzevitch sobre la racionalización del poder, cabe reencuadrar las limitaciones al ejercicio de la facultad constitucional del Presidente en el nombramiento de los magistrados. Lo que de todos modos es extensible a las demás categorías de los funcionarios mencionados en la Ley Fundamental. A esos efectos, en primer término analizaremos el inc. 4° del art. 99 de la Constitución Nacional con el objeto de determinar si estamos frente a una facultad discrecional o reglada. Luego, estudiaremos la doctrina y jurisprudencia sobre control judicial de las decisiones presidenciales y si el Presidente se encuentra obligado a fundamentar y motivar tales decisiones. Finalmente, expondremos las conclusiones que se puedan extraer de este trabajo. I. La Facultad Presidencial (artículo 99, inciso 4° de la Constitución Nacional) El artículo en cuestión expresamente prescribe: "El Presidente de la Nación tiene las siguientes atribuciones: ... Nombra los magistrados de la Corte Suprema con acuerdo del Senado por dos tercios de sus miembros presentes, en sesión pública, convocada al efecto. "Nombra los demás jueces de los tribunales federales inferiores en base a una propuesta vinculante en terna del Consejo de la Magistratura, con acuerdo del Senado, en sesión pública, en la que se tendrá en cuenta la idoneidad de los candidatos. "Un nuevo nombramiento, precedido de igual acuerdo, será necesario para mantener en el cargo a cualquiera de esos magistrados, una vez que cumplan la edad de setenta y cinco años. Todos los nombramientos de magistrados cuya edad sea la indicada o mayor se harán por cinco años, y podrán ser repetidos indefinidamente, por el mismo trámite". Se trata de una potestad comprensiva del nombramiento de todos los jueces que integran la justicia federal. Esta solución se compadece con lo establecido en el art. 87 de la Constitución Nacional, en tanto define el carácter unipersonal del Poder Ejecutivo, rasgo típico del sistema presidencialista elegido como forma de gobierno por nuestros constituyentes. Así las cosas, el primer mandatario se ha reservado exclusivamente el nombramiento -con el acuerdo del Senado- de los magistrados de la Corte Suprema y de los demás jueces de los tribunales federales inferiores. Esto así, el acto de designación se perfecciona con el dictado de un decreto presidencial. A su vez, el propio Poder Ejecutivo ha reglamentado el procedimiento para el ejercicio de la facultad objeto del presente mediante sendos decretos: a) el N° 222/2003 (1) del 19/06/2003 respecto del nombramiento de los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y b) el N° 588/2003 (2) del 13/08/2003 respecto del nombramiento del Procurador General de la Nación, del Defensor General de la Nación, de los Jueces de los tribunales federales inferiores y de los magistrados mencionados en los incisos b), c) d), e) y f) de los artículos 3 y 4 de la Ley Orgánica del Ministerio Público 24.946 (Adla, LVIII-A, 101) (*). Si bien el nombramiento del Procurador General de la Nación y del Defensor General de la Nación se incluye en el decreto mencionado en segundo lugar, el procedimiento aplicable a sus respectivas designaciones se remite al primero. Celebramos gratamente la instauración de este procedimiento que, además de dotar de transparencia la preselección de los candidatos, establece un mecanismo para recibir las manifestaciones de la ciudadanía sobre los mismos, lo cual profundiza la participación democrática en la toma de decisiones institucionales. © Thomson La Ley 1 A los fines del presente nos centraremos en el estudio del ejercicio de tales facultades presidenciales una vez concluidos los procesos de preselección de candidatos regulados en los decretos mencionados, esto es, en el momento mismo en que el presidente debe elegir al futuro magistrado de todos los posibles, para cuya designación solicitará el acuerdo del Senado. II. ¿Facultad reglada o discrecional? En general la doctrina distingue las atribuciones presidenciales entre regladas, cuando la norma determina las circunstancias de hecho frente a las que la Administración deberá dictar un objeto preciso, y discrecionales, donde el órgano puede optar entre más de una actividad posible (Conf. Gordillo, Agustín, "Procedimiento Administrativo", Lexis N° 8001/001719, año 2003). Sobre el particular, Marienhoff advierte que "en ejercicio de la actividad reglada, la administración aparece estrechamente vinculada a la ley, que al respecto contiene reglas que deben ser observadas. Cuando ejerce una actividad discrecional, la administración actúa con mayor libertad: su conducta no está determinada por normas legales, sino por la finalidad legal a cumplir". Sin embargo, más adelante agrega que "según que la actividad sea reglada o discrecional, hay, pues, una diferente forma de actuar por parte de la administración, pero siempre dentro del ámbito legal". Por último remata su pensamiento, citando a Fiorini ("La discrecionalidad en la administración pública", p. 41), al sostener que "por eso se ha dicho, con acierto, que la división de la administración en reglada y discrecional vale como clasificación de los modos de ejecutarse la ley" ("Tratado de Derecho Administrativo", Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1984, t. I, 3° ed., p. 99). Pues bien, esta solución nos señala la voluntad de acotar la capacidad decisoria del Ejecutivo dentro de marcos normativos preestablecidos de modo de tornar previsibles las decisiones en la materia, de asegurar que rijan la igualdad y la transparencia. Todo ello en aras de satisfacer el interés general que en la situación presente se logra en tanto y en cuanto los más capaces y democráticos podrán acceder al ejercicio de tan importantes funciones judiciales. En suma, al igual que en todo acto de autoridad dictado en el marco del Estado de Derecho, su voluntad debe ajustarse al principio de legalidad. Ahora bien, esto no importa la anulación de la voluntad del Presidente en el ejercicio de su potestad específica, ya que queda a su cargo el examen de la conveniencia y mérito de cada designación. O sea que él tiene reservado todo lo atinente al objeto de la decisión. Sin embargo, ella debe encuadrarse en los extremos contemplados en las normas que la regulan. Asimismo, aun en los casos en que dichos requerimientos hayan sido observados, de todos modos su decisión debe ser razonable. De lo que se trata es de evitar el ejercicio arbitrario de esta facultad. La discrecionalidad constituye el ámbito de libertad dentro del cual el titular del Poder Ejecutivo debe centrar su acto de modo de determinar su voluntad en cada caso en aras de satisfacer el interés general. Sin embargo, esta franja elástica dentro de la cual debe moverse el titular de una potestad administrativa para centrar su decisión no es óbice para considerarla carente de todo tipo de circunstancias limitantes. En tal sentido vale recordar la advertencia de Marienhoff en lo que hace a los límites de toda potestad administrativa discrecional. III. Control judicial de las decisiones presidenciales De lo que se trata es de evitar el abuso y el desvío de poder. Esto es, que la discrecionalidad en ningún caso pueda hacerle incurrir al Presidente en arbitrariedad y cuando ello ocurre deben intervenir los controles. Así la jurisprudencia ha sostenido que "si los jueces de una causa (...) comprueban que (...) media alguno de los supuestos de gravedad o arbitrariedad extrema (...) están obligados a desempeñar la primera y más elemental de las funciones que les incumbe, esto es, la que consiste en proteger las garantías constitucionales declarando la invalidez de los actos del Estado que pretenden vulnerarlas" (CS, Fallos 251:246, "Nación Argentina c. Jorge Ferrario", 1961). Asimismo, para determinar el alcance de las nociones a las que nos estamos refiriendo se consideró que "la discrecionalidad no es sinónimo de arbitrariedad, por lo que los titulares de los poderes estatales no pueden convertir a los actos de la administración en reflejos de caprichos individuales" (sala A, "Gallardo, F. c. © Thomson La Ley 2 Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires", ED, 143-407, 1991); y la propia Corte sostuvo que "debe admitirse el 'desvío de poder' como causal de invalidez de los actos de los poderes públicos, entendida dicha causal como el ejercicio de facultades estatales con un objeto distinto al previsto por el legislador"; y luego: "la discrecionalidad otorgada a los entes administrativos no implica el conferirles el poder para girar los pulgares para abajo o para arriba" (CS, LA LEY, 1993-C, 196). La doctrina tanto constitucional como administrativa ha brindado numerosas definiciones de estas dos categorías. Por ejemplo Bidart Campos la relaciona con la razonabilidad en tanto opuesta a la arbitrariedad. "El principio de razonabilidad no se limita a exigir que sólo la ley sea razonable. Es mucho más amplio. De modo general podemos decir que cada vez que la Constitución depara una competencia a un órgano del poder, impone que el ejercicio de la actividad consiguiente tenga un contenido razonable". Luego expresa que la regla de razonabilidad está condensada en nuestra Constitución en el art. 28, donde se dice que "los principios, derechos y garantías no podrán ser alterados por las leyes que reglamenten su ejercicio". La "alteración" supone arbitrariedad o irrazonabilidad. La razonabilidad es entonces una regla sustancial ("... El principio de razonabilidad tiene como finalidad preservar el valor justicia en el contenido de todo acto de poder e, incluso, de los particulares" ("Manual de la Constitución Argentina", Ediar, t. I, Buenos Aires, 1998, ps. 516 y 517). Juan V. Sola sostiene que "en principio no es justiciable la política administrativa ni la valuación de las aptitudes personales de los agentes administrativos, ya que se trata de cuestiones de oportunidad para cuyo análisis han sido elegidas democráticamente las autoridades públicas". Pero luego agrega que quedan fuera de ello "los supuestos de arbitrariedad e irrazonabilidad. Asimismo, si bien debe existir un respeto judicial de las decisiones de oportunidad de autoridades elegidas o responsables ante los electores, el control debe hacerse más estricto cuando quienes toman la decisión son funcionarios administrativos sobre los que no existe control popular" ("Control judicial de constitucionalidad", Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2001, p. 260). Nos parece por demás interesante esta suerte de tipología a la que arriba este autor. Por lo expuesto, no queda duda de que las facultades administrativas están sujetas a revisión judicial; así, se ha considerado que "tanto las potestades estatales en materia de determinación salarial en el sector público como en materia tarifaria en los servicios públicos no pueden ejercerse en forma discrecional, dado que su ejercicio se encuentra 'reglado', y por lo tanto, sujeto a determinados principios valorativos y normativos que surgen de principios del Derecho Administrativo y de normas positivas de rango supranacional, constitucional y legal" ("Degrossi, Raúl O. y otros c. Provincia de Santa Fe", CS, Santa Fe, 12/06/1996). Gordillo, al pronunciarse sobre la revisión judicial de la actividad administrativa discrecional, expresa que "existen a su vez ciertos límites jurídicos a las facultades discrecionales de la administración, y el juez, para determinar si esos límites han sido violados o no, debe necesariamente revisar también la parte discrecional del acto" ("Tratado de Derecho Administrativo", t. 1, Buenos Aires, 1998, 5ª ed., p. X-29). En respaldo a su posición cita abundante doctrina extranjera. Más adelante nuestro autor diferencia el control de las facultades regladas del de las discrecionales. En el primer caso se trata de límites concretos, mientras que en el segundo "los principios que frenan la discrecionalidad son límites relativos o elásticos". Ahora bien, volviendo a la situación que nos ocupa, no tenemos duda en afirmar, como ya lo hiciéramos, que estamos frente a una esfera de la competencia presidencial esencialmente reglada y sujeta a control judicial. IV. Fundamentación de las decisiones El no cumplimiento de los elementos objetivos previstos en las normas para producir los nombramientos de los magistrados federales hace que los mismos carezcan de causa y por lo tanto puedan resultar nulos de nulidad absoluta al estar desprovistos de uno de los elementos esenciales que condicionan su validez. Por lo expuesto y de conformidad a lo establecido en el dec. 222/2203, cuando el Presidente elige un candidato para la Corte Suprema debe hacer "mérito de las razones que abonaron la decisión tomada" (art. 9) "en un marco de prudencial respeto al buen nombre y honor de los propuestos, la correcta valoración de sus aptitudes morales, su idoneidad técnica y jurídica, su trayectoria y su compromiso con la defensa de los © Thomson La Ley 3 derechos humanos y los valores democráticos que lo hagan merecedor de tan importante función" (art. 2), teniendo "presente, en la medida de lo posible, la composición general de la Corte Suprema de Justicia de la Nación para posibilitar que la inclusión de nuevos miembros permita reflejar las diversidades de género, especialidad y procedencia regional en el marco del ideal de representación de un país federal" (art. 3) (el destacado nos pertenece). En estas condiciones, no cabe duda de que la elección de un candidato para cubrir una vacante en el Máximo Tribunal debe estar debidamente fundada por el Poder Ejecutivo respetando las pautas que surgen del los arts. 2 y 3 del dec. 222/2003. Así, por ejemplo, el Poder Ejecutivo no podría seleccionar un candidato que goce de excelentes antecedentes académicos, si no ha podido demostrar -y fundar- su compromiso con la defensa de los derechos humanos y los valores democráticos. Por su parte y de conformidad con lo establecido en el dec. 588/2003, el presidente podrá elegir a un candidato para cubrir una vacante en los tribunales federales inferiores siempre y cuando, concluido el proceso allí establecido, cuente "con todos los elementos de convicción necesarios para disponer en la materia, en un marco de profundo respeto al buen nombre y honor de los profesionales ternados" (art. 3). Aunque el artículo 10 sólo hace referencia a que "el Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, elevará las actuaciones al Poder Ejecutivo Nacional, el que dispondrá sobre la elevación de la propuesta respectiva al Honorable Senado de la Nación, a fin de recabar el acuerdo pertinente" (la bastardilla nos pertenece), entendemos que ello no exime al Presidente de fundar adecuadamente la elección del candidato dentro de la terna. Pues de otra manera no se entendería el fin del proceso de preselección que se autoimpuso el Poder Ejecutivo, si una vez finalizado el mismo eligiera caprichosamente al candidato que más se le antoje sin dar una debida explicación de los motivos que sustentan tal decisión. De igual forma deberá el Presidente fundar razonablemente los motivos por los cuales rechaza las eventuales observaciones u objeciones que se hubieran presentado y las opiniones que hubiera requerido, en virtud de lo establecido en los arts. 6 y 7 de los decs. 222/2003 y 588/2003. De lo contrario, también aquí dejaría de cumplirse el fin que se tuvo en mira al establecer este valioso procedimiento de tipo participativo - consultivo, pues de nada servirá hacer participar a la comunidad si luego sus opiniones no son tenidas en cuenta al momento de elegir a los candidatos. En este sentido, la obligatoriedad de fundamentar adecuadamente sus decisiones se ve reforzada por la manda constitucional que establece que en la elección de los candidatos a cubrir las vacantes que se originen en los tribunales federales inferiores se debe tener en cuenta su idoneidad (art. 99, inc. 4, segundo párrafo, in fine). Como vemos, esta atribución presidencial debe ser ejercida en forma razonable y respetando las pautas que tanto la Constitución como la normativa inferior establecen, lo cual sólo puede cumplirse cuando las decisiones que se toman se fundan adecuada y motivadamente en los antecedentes del caso. De todas maneras, esto no quiere decir que el Presidente se encuentre obligado a elegir al candidato de mayor puntaje, sino que deberá explicar satisfactoriamente por qué no lo hace. V. Antecedentes jurisprudenciales V. 1. En la causa "Gutiérrez, Jorge Amado c. Estado Nacional - Honorable Senado de la Nación s/proceso de conocimiento" (Causa 20.547/04), en trámite por ante el Juzgado Contencioso Administrativo Federal N° 6, con fecha 10/8/2004 (LA LEY, 2004-E, 714), se hizo lugar a la medida cautelar allí peticionada tendiente a que tanto el Poder Ejecutivo Nacional como el Honorable Senado de la Nación se abstengan de llevar adelante cualquier acto vinculado a la cobertura del cargo de Juez de la Cámara Federal de Comodoro Rivadavia, Provincia del Chubut, hasta tanto el titular del P.E.N. no fundamente la decisión instrumentada en el Mensaje donde solicitó el acuerdo del Senado para cubrir dicho cargo con el aspirante ternado en segundo lugar. Para decidir así el Tribunal se fundó en el espíritu de la reforma constitucional de 1994 y de la propia actuación presidencial exteriorizada a través de los decs. 222/03 y 588/2003 para concluir que la solicitud de acuerdo instrumentada mediante el Mensaje al Senado debe formularse "... haciendo mérito de las razones que abonaron la decisión tomada ...". © Thomson La Ley 4 En apoyo de su decisión, también citó destacada doctrina relativa a la reforma constitucional en el nombramiento de jueces: "... En lo que al presidente se refiere, debe elegir uno de los propuestos: fundamentar la elección tanto si selecciona al primero en orden de mérito, como si designa a cualquiera de los restantes. En este último caso para apartarse del orden de mérito deberá fundar más pormenorizadamente su decisión ..." (Conf. Gelli, María Angélica, "Constitución de la Nación Argentina - Comentada y concordada", 2ª edición ampliada y actualizada, Buenos Aires, 2004, La Ley, p. 771, loc. 3). V. 2. En la causa "Mattera, Marta del R. v. Consejo de la Magistratura Nacional" (JA, 2002-II-680) la Sala 4ª de la Cámara Nacional Contencioso Administrativo Federal, con fecha 27/03/2002, resolvió confirmar la medida cautelar dictada por el juez de grado tendiente a que se suspendieran los efectos de la resolución 399/2001 del Plenario del Consejo de la Magistratura Nacional y se ordenara al Poder Ejecutivo Nacional que se abstuviera de dar tratamiento de estilo a la lista complementaria y a la terna elevada por dicho Consejo -el 7 de diciembre de 2001- hasta que se resolviera la acción planteada. Para decidir así se remitió a lo establecido en el inc. c) del art. 13 ley 24.937 (Adla, LVIII- A, 72) que prescribe que: "... El plenario podrá revisar de oficio las calificaciones de los exámenes escritos y los antecedentes. Tomará conocimiento directo de los postulantes, en audiencia pública, para evaluar la idoneidad, aptitud funcional y vocación democrática de los mismos. Toda modificación a las resoluciones de la Comisión deberá ser suficientemente fundada y publicada" (la bastardilla nos pertenece). En estas condiciones, la resolución impugnada violó la disposición transcripta, pues para sustentar las modificaciones que introdujo, esto es, eliminar a la actora de la lista complementaria, sólo se remitió a consignar el consenso del cuerpo y ningún otro fundamento. Concluyó también que no es óbice para requerir en auxilio de la justicia lo establecido en el último párrafo del acápite c) del art. 13 de la ley 24.937, en cuanto a que la decisión adoptada por la mayoría del plenario en materia de concursos "será irrecurrible", pues "aun cuando se acepte que la decisión en la que se conforma una terna -o como en el caso, una lista complementaria- es el fruto del ejercicio de una atribución privativa y excluyente del plenario del Consejo de la Magistratura, en modo alguno tal reconocimiento lleva a admitir que, en caso de producirse un uso antijurídico de dicha atribución por parte del órgano competente, esa actuación quede exenta de todo control por los jueces, si éste es requerido por el afectado" (la bastardilla nos pertenece). VI. Conclusiones En virtud de lo expuesto, podemos concluir que: * El ejercicio de la potestad presidencial de nombrar a los jueces de la justicia federal se encuentra reglado por la Constitución Nacional (art. 99, inc. 4) y los decretos Nros. 222/2003 y 588/2003 del Poder Ejecutivo Nacional. * Son regladas las atribuciones donde la norma determina las circunstancias de hecho frente a las que la Administración deberá dictar un objeto preciso. Por su parte, son discrecionales aquéllas donde el órgano puede optar entre más de una actividad posible. * Las atribuciones, ya sean regladas o discrecionales, deben ejercerse siempre dentro del ámbito legal, esto es, ajustado al principio de legalidad imperante en todo Estado de Derecho. * Ello no importa la anulación de la voluntad del Presidente en el ejercicio de su potestad específica, ya que queda a su cargo el examen de la conveniencia y mérito de cada designación. Sin embargo, tal decisión debe encuadrarse en los extremos contemplados en las normas que la regulan y ser razonable. De lo que se trata es de evitar el ejercicio arbitrario de esta facultad. * La discrecionalidad en ningún caso puede hacerle incurrir al Presidente en arbitrariedad y cuando ello © Thomson La Ley 5 ocurre deben intervenir los controles. * Las facultades presidenciales en materia de designación de magistrados son esencialmente regladas y sujetas a revisión judicial. * El no cumplimiento de los elementos objetivos previstos en las normas para producir los nombramientos de los magistrados federales hace que los mismos carezcan de causa y por lo tanto puedan resultar nulos de nulidad absoluta al estar desprovistos de uno de los elementos esenciales que condicionan su validez. * Cuando el Presidente elige un candidato para cubrir una vacante en la Corte Suprema de Justicia de la Nación debe hacer mérito de las razones que abonaron la decisión tomada. * En igual sentido, deberá fundar motivadamente la selección de un candidato de los tres posibles para cubrir una vacante ocurrida en un tribunal federal inferior. Esa fundamentación será más pormenorizada si no eligiera al primero en orden de mérito. * Por último, también debe fundar razonablemente los motivos por los cuales rechaza las eventuales observaciones que le eleven, tanto de candidatos para cubrir una vacante en la Corte Suprema como en los tribunales federales inferiores. Especial para La Ley. Derechos reservados (ley 11.723) (1) Boletín Oficial, 20 de junio de 2003 (Adla, LXIII-C, 2698). (2) Boletín Oficial, 14 de agosto de 2003 (Adla, LXIII-D, 3886). (*) El texto de la ley y los antecedentes parlamentarios que le dieron origen han sido objeto de publicación en la revista "Antecedentes Parlamentarios", t. 1998-A, p. 701. © Thomson La Ley 6