La informática aplicada y la Historia Oculta del Ajedrez

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La informática aplicada y la Historia Oculta del Ajedrez.
Por MI Raúl Ocampo Vargas.
Una aplicación inesperada de la informática relacionada con el ajedrez es la
“transparencia”. En ruso el tema alcanzó gran fama con la denominación de
“Glasnost” y fue factor determinante para cambiar un mundo.
En algunos países iberoamericanos la ley obliga a publicar sus presupuestos y la
manera en que se usaron o se usarán. Dado que en el ajedrez en muchos de
estos países el gobierno tiene una fuerte participación en el fondeo de sus
actividades, salen a la luz muchas situaciones que escandalizarían al más
flemático.
Cuando se lee sobre las acusaciones a Topalov y a otros jugadores sobre si usa o
no ayudas externas, algunos piensan que el ajedrez nunca había vivido épocas
tan escandalosas. Pero la realidad del problema es mucho mayor y no es producto
de los jugadores sino de los organizadores, No alcanza a interesar generalmente a
los medios de comunicación la información al respecto pues requiere de dos tipos
de conocimientos que pocas personas reúnen: la manera de interpretar informes y
presupuestos gubernamentales que aparecen en Internet y los conocimientos de
lo que verdaderamente se necesita y que cuesta lo que un evento de ajedrez
involucra.
Si se sabe acopiar la información en la red, se confronta con los precios reales y si
se conoce como se debe organizar un evento, tras armar el “rompecabezas” uno
verdaderamente se escandaliza de la manera en que se están haciendo
verdaderas trampas relacionadas con el ajedrez y lo fácil que es probarlo si se
tiene la curiosidad, paciencia y sobre todo el interés de hacerlo.
Cada compra, cada salario asignado, cada recurso empleado es consignado por
algunos gobiernos en sus páginas Internet. Ahí puede saberse cuanto se gastó en
que un Gran Maestro fuera a dar una simultánea a una ciudad, de cuanto fueron
sus honorarios, que cantidad se pagaron en alimentos, cuantos acompañantes
viajaron con él, cuanto costó cada actividad y en cuanto se pagaron los ajedreces
de la simultánea, en el alquiler de mesas, etc.
Las sorpresas son mayúsculas. Hay torneos que dieron diez mil dólares en
premios y costaron cien mil efectuarlos y, por lo menos, cada ajedrez y cada
tablero costó comprarlos el doble al gobierno que modelos similares se venden en
cualquier tienda.
Lo curioso es que los datos están publicados en sitios web accesibles a cualquier
ajedrecista y no ha surgido ningún escándalo, puesto que al parecer nadie ha
reparado en que, por ejemplo, un ajedrez de plástico se compró hasta en 30
dólares y para un evento de unas cien personas se pagó el salario de 7 jueces y 5
auxiliares. Casi ponían un juez “de silla” por mesa, como en el tenis…
Reuniendo información publicada de cuatro países iberoamericanos, me puse
hacer algunas estadísticas para determinar en que países se hacían mayores
negocios con el dinero gubernamental empleado en ajedrez. La competencia
estaba muy dura. El margen de ganancia de algunos organizadores llega al punto
de que de cada dólar que se emplea en un evento casi 45 centavos va
directamente al bolsillo del organizador. Claro que hay organizadores honestos,
pero normalmente el torneo no se salva, pues si el organizador no trata de hacer
negocios, el funcionario gubernamental es entonces el ganador. Es difícil
establecer el porcentaje de torneos que se ven afectados por mayor o menor
grado de corrupción, pues las ideas para hacer negocios son a veces muy
ingeniosas y se descubren sólo tras un penoso examen de cada detalle de lo
publicado en Internet.
Antes de la informática para muchos era claro la serie de “negocios” que se
realizaban, pero era mucho más difícil comprobar lo sospechado y mucho más el
demostrarlo. Y aún así se pudieron realizar algunas veces tanto uno como el otro.
Pero la mayoría de veces quedaba todo en sospecha. Muchas veces uno como
jugador pagaba las ganancias de otros. En un torneo, jugando en el primer tablero
de México me pusieron en un hotel que al patrocinador le costaba unos 100
dólares y se vivía realmente en uno de cinco veces menos costo, con molestias
que impedían que uno pudiera dormir. Las protestas fueron inútiles, pues aunque
era un hotel de tercera clase estaba presupuestado como uno de primera y no
podían permitirse protestas. Surgieron primero intentos de convencer el silencio,
luego promesas de compensaciones y finalmente amenazas. Tras un pequeño
“accidente” pude constatar lo verdaderamente serio de las amenazas. Aún así, sin
pruebas legales, no pude fundamentar acusaciones. Como consuelo me quedó
que, por otro asunto, al perverso organizador al año siguiente lo expulsaron de la
Federación y no volvió ocupar cargo semejante. De esto ya hace 35 años y no fue
la primera vez que pude vivir los dañinos efectos de la corrupción.
En realidad, durante un tiempo al menos, estuve llevando una especie de registro
de casos similares, pero sólo tres veces pude probar legalmente estos “negocios”
y sólo una vez tuvieron consecuencias legales. Pero eso fue antes de la
informática. Ahora es mucho más fácil. El problema es que, en caso de uno
decidirse a echarse encima la tarea, pasaría lo que al Sultán con su harén, sabe
uno lo que hay que hacer, pero no con quien y por donde empezar.
Un conocido diario me propuso contratarme para hacer una serie de artículos
sobre la corrupción en el ajedrez, sobre como hacían trampas los jugadores, por
aquello de la moda de acusar a Topalov, o como hacían transas los organizadores
y patrocinadores, si habían segundos pisos o piñatas en el ajedrez, etc. La primera
consideración que hice fue que tal investigación si era publicada en un diario
impreso, muchos lectores comunes, ajenos al ajedrez, podrían llevarse una mala
imagen del ajedrez y creerse que había más corrupción que en otra actividad
deportiva, lo cual dudo sea cierto; la segunda consideración fue que comparado a
otras actividades donde hay presupuestos gubernamentales, el ajedrez es un área
al menos 15% más limpia que otras y varias veces menores los montos de los
negocios, por lo que a otras áreas, que incluso conocía yo tan bien como la del
ajedrez, habría que darles prioridad. Los negocios en ajedrez aún son ratoneros,
aunque si trágicamente en mayor grado impunes que en otras áreas,
precisamente por su pequeñez y dificultades técnicas que lo hace atractivo para
aquellos que desean enriquecerse un poquito a costa del erario con, lo que
presumen, mínimo riesgo. Lo malo para estos “negociantes” es que la informática
parece tener larga memoria y los rastros de trafiques en torneos de ajedrez allá
por los años 1996 en un país bananero, tan lejos de Dios y tan cerca de los
Estados Unidos, aún pueden rastrearse por la red de Internet y si no es uno, otro
será quien lo denuncie.
Gracias al Internet uno puede descubrir pecados “tan menores” como un mal
pareo, un mal desempate, o simplemente cosas tan sutiles como que un mismo
jugador perdió por inasistencia en la primera ronda y luego fue pareado en la
segunda con un “bye” de medio punto, o que un arbitro estuvo presente en dos
torneos, a doscientos kilómetros de distancia uno del otro, el mismo día. O
simplemente firmaba como haber estado presente en uno y poner en su lugar a un
asistente. Hay de todo.
El caso es que la serie de artículos por fuerza se torna en un libro de amplio
volumen y en una recolección de páginas web, así como una amplia explicación
del mismo para que algunos diputados ajenos a los conocimientos especializados
del ajedrez, pero con conocimientos de cómo formular los planteamientos legales
tengan una exégesis apropiada para determinar responsabilidades. Sería bueno
que en una obra así colaboraran muchos ajedrecistas, árbitros, que no es lo
mismo, y organizadores. Pero, ¿quién estaría libre de culpas suficientes como
para arrojar al menos un granito de arena? No está fácil. Pero quizás poco a poco
se podría estar abriendo ese velo, cuando menos de los eventos realizados
después de 1990, que es cuando la informática del ajedrez nos abrió una nueva
ventana para disminuir la opacidad económica en los torneos de ajedrez.
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