EL NUEVO DIRECTORIO PARA EL MINISTERIO PASTORAL DE LOS OBISPOS Card. Giovanni Battista Re 1. La X Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, reunida en el Vaticano, en octubre de 2001, para profundizar en el tema El Obispo ministro del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo, entre otras propuestas, sugirió que se actualizara el Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos Ecclesiae Imago, publicado por la Congregación para los Obispos, el 22 de febrero de 1973. Dicho Organismo de la Curia Romana desde hace tiempo tenía planeado poner al día el mencionado Directorio ya que, a pesar del servicio que ese documento había prestado a los Obispos, necesitaba ser revisado en profundidad, teniendo en cuenta sobre todo la promulgación del Código de Derecho Canónico de 1983, así como los diversos Documentos Pontificios emanados durante los últimos años y que tocan temas tratados en el Directorio. Por ejemplo, las Exhortaciones Apostólicas Postsinodales Pastores dabo vobis, Catechesi tradendae, Christifideles laici, etc. La actualización del Directorio también se verá enriquecida por las orientaciones de la próxima Exhortación Apostólica sobre el ministerio de los Obispos, con la que el Santo Padre recogerá los votos expresados por los Padres sinodales y que completará la reflexión magisterial sobre las distintas vocaciones del Pueblo de Dios en el ámbito de la eclesiología de comunión delineada por el Concilio Vaticano II. 2. El “incipit” del Directorio será Apostolorum succesores, ya que el título "Sucesores de los Apóstoles” es el que mejor define y cualifica la figura y la misión del Obispo. El Directorio será un instrumento de aplicación pastoral y práctica para los Obispos, a quienes ayudará a desarrollar su especial servicio eclesial de manera más orgánica y actualizada, para responder a las exigencias de la Iglesia y de la sociedad actual. Una sociedad que, al inicio del tercer milenio, presenta grandes y continuos progresos en todos los campos, problemas nuevos y repentinos cambios, con los evidentes desafíos que todos advertimos. En consideración a la diversidad de lugares, mentalidades y vida de las distintas Iglesias particulares, el Directorio tendrá un carácter orientador. Así pues, la aplicación de los distintos artículos, salvo los de carácter doctrinal o estrictamente jurídico, se dejará a la prudente discreción de cada Obispo. En este sentido, se puede colocar el futuro Directorio dentro de la rica tradición que, a partir del siglo XVI y bajo distintos nombres, llevó a ilustres canonistas a ofrecer útiles subsidios pastorales a los Obispos, para ayudarlos en la guía de sus diócesis. Fundamentos Teológicos y Jurídicos del Nuevo Directorio 3. El nuevo Directorio, al igual que el de 1973, tendrá como punto de referencia doctrinal los documentos del Concilio Vaticano II, así como los documentos más importantes del Papa y de la Santa Sede emanados después del Concilio e inspirados en él. Entre ellos, destaca, como una de sus principales fuentes, el Código de Derecho Canónico. Promoviendo la observancia y la correcta aplicación del nuevo Código, el Directorio será un precioso instrumento para mantener con profundidad cada vez mayor las enseñanzas conciliares. En efecto, la nueva legislación canónica no sólo presupone la eclesiología de la Lumen Gentium, sino que quiere ser una traducción canónica de la misma y, en cualquier caso, a ella debe referirse siempre para su aplicación1. De esta manera, los Obispos podrán encontrar en el nuevo Directorio valiosas indicaciones, incluso de carácter espiritual, que los ayudarán a corresponder personalmente a la gracia de la consagración episcopal teniendo delante de sus ojos el ejemplo de Jesucristo “Pastor y Obispo de las almas” (Heb 13,20), padre, maestro, hermano, amigo, samaritano. Los Padres sinodales afirmaron que, contemplando a Cristo, el Obispo se hace hombre de fe y de discernimiento, de esperanza y de lucha, de humildad y de comunión2. 4. El Obispo podrá vivir su ministerio insertándose profundamente en el Misterio de Cristo, con fidelidad a Él y a Su Iglesia, Pueblo congregado en la unidad de la Santísima Trinidad, misterio de comunión con Dios y con los hombres, sacramento que manifiesta y actúa la salvación, cuerpo místico de Cristo. Esta fidelidad y el compromiso por construir una Iglesia particular que sea efectivamente signo de comunión y misionera del Evangelio de Cristo en la sociedad, necesita con frecuencia que el Obispo sea valiente, paciente, sagaz, que sufra por el bien común. De ahí que la Relación post disceptationem del Sínodo de los Obispos, no haya temido afirmar que entrar en la sucesión apostólica también significa entrar en la “lucha por el Evangelio”. Por ello la Iglesia comunión y misión será la figura que el Directorio presentará a los Obispos. No lo hará con afirmaciones doctrinales o declaraciones de principios, ya que ello no corresponde a su naturaleza. Lo hará con indicaciones concretas que se refieren a todos los aspectos del ministerio episcopal. Dichas indicaciones estarán inspiradas en la imagen conciliar de la Iglesia y buscarán ayudar al Obispo a ser imagen y siervo de la Iglesia. La Exhortación Apostólica Postsinodal del Sínodo del 2001 será especial punto de referencia para los fundamentos doctrinales y pastorales del Directorio. 1 2 Cfr. JUAN PABLO II, Constitución Apostólica Sacra disciplinae leges. X ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SINODO DE LOS OBISPOS, Relatio post disceptationem, 5. Ambito del Directorio 5. Como acabo de mencionar, el Directorio tratará sobre la totalidad del ministerio del Obispo, tanto en la Iglesia universal como en la Iglesia local. No podrán pues faltar indicaciones y sugerencias concernientes a la solicitud del Obispo por la Iglesia universal y la colaboración que debe dar para el bien de ella, en cuanto miembro del Colegio episcopal. De la misma manera, se destacará la colaboración entre los Obispos de un determinado territorio, a través del ejercicio del ministerio conjunto de las diversas asambleas supradiocesanas, como la Conferencia Episcopal. Recogiendo una propuesta surgida en el Sínodo, no se dejará de poner atención a la función del Arzobispo Metropolitano, como ha pedido el Sínodo, en orden a que, en el respeto de las competencias de cada Obispo diocesano, se promueva una mayor colaboración entre las Iglesias particulares de la Provincia Eclesiástica. 6. El ministerio del Obispo en la Iglesia particular será articulado fundamentalmente según los tria munera que constituyen el munus pastorale del Obispo. Se desarrollarán las competencias propias según cada munus. Así, con relación al munus docendi se tratará del Obispo como moderador de ministerio de la Palabra, de la catequesis y de los Instrumentos de comunicación social; en el munus sanctificandi se encontrarán todos los temas que se refieren a los Sacramentos, la Liturgia, los templos y las prácticas de piedad, en el munus regendi las indicaciones fundamentales para un recto ejercicio del gobierno pastoral, la responsabilidad personal del Obispo en el gobierno diocesano y el papel de los Organismos de participación en la función pastoral del Obispo, como el Sínodo diocesano, la Curia, los distintos Consejos diocesanos, previstos por el Código de Derecho Canónico y la administración de los bienes eclesiásticos. Al igual que en el Directorio Ecclesiae imago, no faltará una parte dedicada a la Parroquia y a los Vicariatos Foráneos. En ese contexto es necesario mantener tanto la Visita pastoral –institución sumamente importante de la tarea episcopal y cuya trascendencia ha sido también recordada por el último Sínodo-, como las relaciones entre el Obispo y las autoridades públicas. Completamente nuevas serán, más bien, las partes dedicadas a la formación permanente del Obispo, a la que tanta atención ha prestado el Sínodo, y la figura del Obispo emérito, de la que se habló en la Asamblea Sinodal y que realmente tiene necesidad de ulteriores precisiones. En relación con el ministerio del Obispo en la Iglesia particular, también se tratará acerca de la función evangelizadora del Obispo, la coordinación del apostolado y del plan pastoral diocesano, indicando, como hizo el Directorio Ecclesiae imago, algunos sectores pastorales de particular importancia. Tampoco faltarán artículos referentes al ejercicio de la caridad a través de las obras diocesanas. Principios fundamentales del ministerio del Obispo diocesano 7. Quisiera ahora recordar sumariamente algunos principios fundamentales del ministerio del Obispo diocesano. Se trata de criterios que estaban ya presentes en Ecclesiae imago y considero que deberán estarlo también en el nuevo Directorio, oportunamente integrados y actualizados. Se trata de criterios cuya validez, más allá de las circunstancias temporales o geográficas, son el signo de la solicitud pastoral del Obispo hacia la Iglesia particular que le ha sido confiada y hacia la Iglesia universal de la que es corresponsable, como miembro del Colegio de los Obispos, cuya cabeza es el Romano Pontífice. Estos principios son los siguientes: Principio pneumatológico El Obispo no debe olvidar que el Espíritu Santo actúa en los corazones y en el mundo, sostiene constantemente la misión pastoral del Obispo y de los sacerdotes, salvaguarda la única soberanía de Cristo. Haciendo presente al Señor, actuando su palabra, su gracia, su ley, el ministerio del Obispo se convierte en un servicio a los hombres a quienes ayuda a conocer y a seguir la voluntad del único Señor de todos. Principio de la verdad En su calidad de maestro y doctor auténtico de la fe, el Obispo ha de tener la verdad revelada como el centro de su acción pastoral y el primer criterio con el cual sopesa las opiniones y propuestas surgidas en la comunidad cristiana o en la sociedad civil y que, al mismo tiempo, con la luz de la verdad ilumina el camino de la comunidad humana, dando esperanzas y certezas. La Palabra de Dios y el magisterio de la tradición viva de la Iglesia son puntos de referencia irrenunciables no solamente de las enseñanzas del Obispo, sino también de su gobierno pastoral. El buen gobierno exige del Obispo la búsqueda personal, con todas sus fuerzas, de la verdad así como el empeño en perfeccionar sus enseñanzas teniendo presente no tanto la cantidad, sino más bien la calidad de sus pronunciamientos. El principio de la comunión Cuando ejerce su ministerio pastoral, el Obispo se siente y se comporta como principio visible y fundamento de la unidad de su diócesis, pero siempre con la mente y con la acción dirigida hacia la unidad de toda la Iglesia Católica. Ha de promover la unidad de la fe, del amor y de la disciplina, de manera que la diócesis se sienta parte viva de la totalidad del Pueblo de Dios. La promoción y la búsqueda de la unidad ha de ser propuesta no como una estéril uniformidad, sino como legítima diversidad, que el Obispo está también llamado a tutelar y promover. La comunión eclesial ha de conducir al obispo a buscar permanentemente el bien común de la diócesis, recordando que éste está subordinado al de la Iglesia universal y que, a su vez, el bien de la diócesis prevalece sobre el de las comunidades particulares. El Obispo ha de preocuparse por tener un conocimiento exacto del bien común de la Iglesia particular que le ha sido encomendada: conocimiento que ha de ser continuamente actualizado y verificado a través del contacto con el Pueblo de Dios a él confiado, el conocimiento de las personas, el estudio, las investigaciones socio-religiosas, el consejo de personas prudentes, el diálogo constante con los fieles, puesto que la realidad actual está sujeta a rápidos cambios. Principio de colaboración La eclesiología de comunión compromete al Obispo a promover la participación de todos los miembros del pueblo cristiano en la única misión de la Iglesia: Efectivamente, todos los cristianos, individualmente o asociados entre sí, tienen el derecho y el deber de colaborar, cada uno según la propia vocación particular y según los dones recibidos del Espíritu Santo a la misión que Cristo ha confiado a su Iglesia. Los bautizados gozan de una justa libertad de opinión y de acción. En el gobierno de la diócesis, el Obispo de buena gana reconoce y respeta este sano pluralismo de responsabilidades y esta justa libertad de las personas o de las asociaciones particulares. Gustosamente hace partícipes a los demás del sentido de responsabilidad individual y comunitaria, sentido que estimula en los que ocupan cargos eclesiales, manifestándoles toda su confianza, de manera que puedan desarrollar con solicitud las tareas que les competen por vocación y disposición de los sagrados cánones. Principio del respeto a las competencias En la guía de la Iglesia local, el Obispo ha de poner en práctica el principio según el cual lo que otros pueden hacer bien, el Obispo no tiene por qué acapararlo en sus propias manos; es más, ha de mostrarse respetuoso de las legítimas competencias de los demás, conceder a sus colaboradores las oportunas facultades y favorecer las adecuadas iniciativas de los fieles, tanto individualmente como en asociaciones. El Obispo considere como un deber, no sólo estimular, alentar y acrecentar las fuerzas que actúan en la diócesis, sino también coordinarlas entre ellas, salvando siempre la libertad y los legítimos derechos de los fieles. De esta manera se evitarán dañosas dispersiones, inútiles multiplicaciones de esfuerzos, discordias funestas. Principio de la persona adecuada en el lugar adecuado El Obispo ha de conferir los cargos en la diócesis únicamente guiado por criterios sobrenaturales y por el bien pastoral de la Iglesia particular. Por eso, mira sobre todo al bien de las almas, respeta la dignidad de las personas y la invita a poner al servicio de la comunidad las propias capacidades de la manera más idónea y útil posible, asignando siempre la persona adecuada al puesto más indicado. Principio de la legalidad El Obispo ha de guiar la diócesis ateniéndose al principio de legalidad, al cual él mismo está sometido. Los fieles, en efecto, deben de ser guiados teniendo presente los derechos fundamentales de la persona, de los bautizados y la disciplina común de la Iglesia, para tutela del bien común y del de cada bautizado. El ejemplo del Obispo conducirá a los fieles a desarrollar mejor los propios deberes en relación con los demás y a la Iglesia. El Obispo evitará gobernar según visiones y esquemas personalistas de la realidad eclesial. Existe un criterio que no figurará en el nuevo Directorio, pero que resulta útil para la serenidad del cumplimiento del servicio episcopal, con frecuencia fatigoso y agobiante: el criterio de un sano humorismo que no debe nunca faltar en la vida y que ha de conducir incluso a saber reírse de uno mismo. Este criterio lleva al Obispo a reconocer los límites de sus capacidades con humilde sinceridad, sin llegar jamás a perder el ánimo, dispuesto cada día a volver a empezar desde el principio, confiando en Jesucristo y haciendo propias las palabras del Apóstol San Pablo: “sé bien en quien tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel día” (2 Tim 1,12).