El despliegue de aplicaciones

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El despliegue de aplicaciones
El sistema operativo sin más no basta. Un sistema, por muy completo que lo sirva el fabricante, con
probabilidad no tendrá toda la funcionalidad que se requiere de él. Lo normal será tener que adquirir
aplicaciones de otros fabricantes que tendremos que instalar sobre el sistema operativo.
Al adquirir estas aplicaciones no sólo hemos de fijarnos en su funcionalidad, es decir, en que hagan lo
que realmente necesitamos, sino que tendremos que comprobar su compatibilidad con el sistema
operativo en el que se debe instalar y con el resto de las aplicaciones con las que tendrá que convivir.
Fig. 1. Arriba, panel de control de Windows 7 con vista de las características del sistema instaladas.
Abajo y a la derecha, panel de agregación de software en Ubuntu.
Hay dos formas básicas de instalar aplicaciones en un sistema operativo. La más común es ejecutar el
programa instalador de la aplicación, que normalmente residirá en un CD o en un disco duro. El nombre
del programa instalador dependerá de la aplicación, pero son comunes nombres semejantes a
INSTALAR.EXE, INSTALL.EXE o SETUP.EXE.
El instalador arranca un asistente que nos conducirá a través del procedimiento de instalación. La mayor
parte de las aplicaciones son muy sencillas de instalar, puesto que sólo exigen que le indiquemos al
instalador el directorio de destino de la aplicación; sin embargo, otras aplicaciones tienen una instalación
compleja. Especialmente en estos casos, conviene que antes de proceder a realizar la instalación
estudiemos detenidamente las indicaciones y manuales del fabricante: leer los manuales del hardware y
del software que vayamos a utilizar es una muy buena práctica que pacientemente debemos adquirir
poco a poco.
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La segunda forma de instalar una aplicación es indicarle al sistema operativo dónde se halla para que sea
él quien arranque el instalador. Una vez arrancado el instalador, el procedimiento es semejante al
anterior.
Aplicaciones de escritorio
La mayor parte de las aplicaciones de uso común son aplicaciones de escritorio. Una aplicación de
escritorio es aquella que se instala localmente y encuentra en este entorno local toda su funcionalidad, es
decir, no requiere de la presencia de un servidor para desarrollar sus actividades básicas.
Ejemplos claros de aplicaciones de escritorio son las suites ofimáticas. Para realizar un documento con
un procesador de textos no es necesario más que una máquina local. De hecho, todos los ordenadores
domésticos tienen instalado algún procesador de textos y ello no exige la presencia de un servidor.
Las aplicaciones de escritorio suelen ser fáciles de instalar y configurar. Además, si producen problemas,
estos no se extienden fuera del ámbito local por lo que el diagnóstico y la solución de las averías suelen
acotarse mejor.
Aplicaciones distribuidas
Una aplicación se denomina distribuida cuando su despliegue implica la instalación de componentes de
software en varios ordenadores, de modo que todos estos componentes cooperan entre sí para
proporcionar la funcionalidad a la aplicación.
Un ejemplo típico de aplicación distribuida es la implantación de un sistema de mensajería electrónica
como el correo electrónico. Para que un usuario pueda leer su correo electrónico, no sólo debe tener
instalado en su máquina el cliente de correo electrónico (por ejemplo, Outlook Express) sino que además
en algún sitio alguien habrá instalado un servidor de correo que almacenará los buzones en los que se
guardarán los mensajes mientras que no sean descargados por el cliente.
Cliente y servidor deben ser instalados, pero no sólo instalados, sino que debe exigirse una configuración
apropiada para el que servidor de correo pueda aceptar conexiones procedentes de los clientes. Cuando
el proveedor de Internet nos proporciona los datos de conexión a nuestro buzón de correo, lo que está
diciéndonos es cómo debemos configurar nuestra aplicación de correo cliente para que se coordine
perfectamente con la configuración de su servidor de correo.
En ocasiones, no sólo hará falta un servidor de correo sino varios que cooperen entre sí, lo que complica
extraordinariamente la instalación. Otras veces, la dificultad viene en que sobre uno o varios sistemas
deben coordinarse aplicaciones con distinta funcionalidad e incluso de distintos fabricantes.
Por todo lo dicho, nos vamos dando cuenta de la importancia que tiene seguir unos estándares en la
confección del software, de modo que unas aplicaciones puedan cooperar con otras compartiendo los
mismos lenguajes. Estos lenguajes son precisamente los protocolos del nivel 7 del modelo de referencia
OSI, es decir, los protocolos de la capa de aplicación.
Herramientas de despliegue de aplicaciones
Las aplicaciones distribuidas se instalan paulatinamente de modo que puedan hacerse pruebas de
funcionamiento conforme se van distribuyendo componentes de software en los nodos de la red que
participan de la aplicación distribuida.
Decíamos que normalmente las aplicaciones de escritorio eran más fáciles de instalar y configurar. Sin
embargo, frecuentemente el número de aplicaciones que se han de instalar es grande y el número de
ordenadores en donde deben ser instaladas es muy elevado, especialmente en las redes de grandes
corporaciones.
Para hacernos una idea más firme, pongamos un ejemplo. Supongamos una organización empresarial
con 1 000 ordenadores de sobremesa para trabajadores estables y 200 ordenadores portátiles que utiliza
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la división de comerciales de la compañía y que, por tanto, suelen estar viajando. La compañía ha
decidido actualizar la versión de la suite ofimática que todos sus trabajadores emplean. El procedimiento
de instalación en un ordenador exige alrededor de 15 minutos.
El despliegue de la aplicación en los ordenadores de sobremesa les ocupará al departamento de
informática la nada despreciable cantidad de 15 000 minutos, o lo que es lo mismo, 250 horas de trabajo:
algo más del trabajo de un mes de seis personas que se dedicarían exclusivamente a ello.
El coste de la aplicación no sería, por tanto, sólo el valor monetario de la aplicación, sino que tendríamos
que sumarle el coste laboral de su implantación, que puede ser muy elevado. En algunos casos es mayor
el coste de despliegue que el de adquisición de la aplicación.
Pero si ahora nos fijamos en los ordenadores portátiles dotados de movilidad, no sólo tenemos el coste
de 15 minutos por ordenador (al igual que en los ordenadores de sobremesa), sino que además hay que
esperar a que los comerciales que utilizan esos ordenadores pasen por la oficina de informática para que
se les instale la aplicación: no hay modo de saber cuándo podrán estar todos los portátiles instalados.
Si la actualización de la aplicación generara incompatibilidades con las versiones anteriores, podría ser
que tuviéramos problemas en el intercambio de documentos entre los distintos trabajadores de la
empresa durante meses, lo que sería inaceptable.
Fig. 2. Procedimiento de instalación de nuevas aplicaciones en Windows.
Algunos sistemas operativos avanzados incorporan herramientas que ayudan a los administradores de la
red al despliegue masivo de aplicaciones. Los directorios activos de Microsoft son un ejemplo de
herramienta de despliegue operativa sólo para entornos Windows. Se trata, por tanto, de una solución
barata pero propietaria y limitada a sus aflicciones mayoritarias.
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En una red Windows con Directorio Activo, pueden establecerse políticas de instalación de modo que
cuando el usuario se presenta en un equipo de la red, el sistema lo identifica y le asigna las aplicaciones
a las que tiene derecho. Si el sistema operativo cliente no posee esas aplicaciones, la red le ofrecerá
automáticamente la posibilidad de instalación.
Con este método, la empresa del ejemplo anterior lo tendría mucho más fácil para llevar a cabo el
despliegue de la actualización. Para ello, el administrador crearía, además de una política de instalación
que se activaría por la noche, un sistema de ficheros en el que situar el software de instalación y al que
se conectarán posteriormente los ordenadores diana, es decir, aquellos en los que se desea realizar la
instalación. Cuando a la mañana siguiente lleguen los empleados, éstos se presentarán en el sistema
cliente, el Directorio Activo de Microsoft les identificará y les presentará de modo automático el
procedimiento de instalación de la actualización. En la Figura 2 (a la izquierda) tenemos la ventana de
instalación de software. Si el administrador ha previsto la instalación de una aplicación a través de las
políticas de despliegue de software del Directorio Activo, aparecerían en esta ventana: el usuario sólo
tendría que hacer clic en ellas para que se arrancara la instalación.
Esta operación generará mucho tráfico en la red, sobre todo si gran parte de los empleados ejecutan el
procedimiento a la misma hora, pero salvando las limitaciones de transmisión de la red y la capacidad de
los servidores para brindar los ficheros de instalación, el tiempo de instalación de «todos» los equipos de
sobremesa sería de 15 minutos.
Si ahora nos fijamos en los portátiles, los comerciales de regreso a la sede corporativa conectarán sus
equipos a la red y la instalación se hará de modo semejante a la realizada con los ordenadores de
escritorio.
Con este ejemplo, se intuye cómo en grandes y medianas organizaciones tan importantes son las
herramientas de despliegue como los sistemas operativos.
Figura 3. Directiva de seguridad local en Windows XP para auditar los inicios de sesión.
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Lamentablemente, el ejemplo anterior es casi utópico. En el caso de Microsoft, sólo funcionaría con
aplicaciones de esa compañía o de otros fabricantes pero construidas de acuerdo con las
especificaciones de Microsoft.
Las políticas de despliegue no sólo sirven para realizar instalaciones, sino también para configurar
automáticamente aplicaciones ya instaladas o el mismo sistema operativo.
En la Figura 3 hemos abierto la directiva de seguridad local de Windows XP que nos permite auditar los
inicios de sesión, tanto erróneos como correctos. Una vez habilitada esta directiva o política, cualquier
usuario que se presente localmente en el sistema hará que se registre un evento en el visor de sucesos
que posteriormente podrá ser leído por el administrador del sistema para que tenga constancia de la
sesión iniciada por cualquier usuario.
Algunas compañías fabricantes de software tienen productos en el mercado para realizar el despliegue
de aplicaciones en la red y no sólo las construidas por Microsoft. A estas aplicaciones se les suele
asociar las expresiones genéricas de system management y deployment tools.
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