La música del clasicismo 1º E.S.O., grupo A. índice

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La música del clasicismo
1º E.S.O., grupo A.
Motilla del Palancar, 17 de mayo de 1999
índice
1.InTRODUCIÓN.....................................................................P.3
EL CLASICISMO EN LA PINTURA.....................................P.4
ELCLASICISMO EN LA ARQUITECTURA.........................P.5
2.LA MÚSICA DEL CLASICISMO..........................................P.6
EL CLASICISMO EN LA CORTE DEL REY SOL...............P.7
LA EDAD CLASICA:LOS TRES MAESTROS DE VIENA..P.8
FRANZ JOSEPH HAYDN....................................................P.9
WOLFGANG AMADEUS MOZART...................................P.11
3.BIBLIOGRAFIA..................................................................P13
1. INTRODUCCIÓN
El clasicismo destacó en la segunda mitad del siglo XVIII, aunque años antes ya había empezado a
desarrollarse. El principio del clasicismo nos ofrece una fisonomía paradójica: la puesta en circulación del
vocablo "clasicista" tiene lugar en un momento anticlásico del arte, al menos en sus términos más
generalizados, ya que predomina una gran rama de cultura italiana. Aún cuando la denominación había
resultado inédita tras el período crítico renacentista, se trata de la época de la historia moderna en que más
cerca y sin disfraces se ha sentido el palpitar de la Antigüedad grecorromana.
En definitiva, el clasicismo puede ser definido como una tendencia artística que se funda en la imitación de
los modelos de la Antigüedad griega y romana. Se ha querido ver en este movimiento una oposición al
Romanticismo, aunque parece ser que en realidad es una transición de lo Barroco a lo Romántico, una vuelta a
las fuentes de inspiración del Renacimiento en contraposición al espíritu torturado del arte barroco.
Se trata de una corriente artística que se distingue por la admiración de los autores clásicos, el rigor en la
composición, la búsqueda de lo natural y lo verosímil, el gusto por la mesura y la proporción, la fineza del
análisis moral y psicológico y la pureza del estilo.
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El clasicismo en la pintura
El primer período clasicista empieza a principios del siglo XVII, lleno de calma y de reserva. Estas cualidades
se presentan en unos mundos tan diferentes unos de otros como son los paisajes de Diógenes, las familias
campesinas de Le Nain, las naturalezas muertas de Baugin, las marinas de Claudio de Molina, con
iluminaciones de una rigurosa poesía. El luminismo del mismo Georges De la Tour, lejos de la violencia de
Caravaggio, crea un clima de espera silenciosa e intemporal. La cúspide de la interioridad es alcanzada por el
Exvoto de Philippe De Champaigne.
El segundo clasicismo estalla con gran estruendo. Fomenta la gloria real en el estrépito guerrero y la agitación
de las Batallas de Alejandro, en el cortejo de Rey gobernando personalmente, en el techo de la galería de
espejos de Versalles. Un paso se ha adelantado desde la galería Francisco I. Luis XIV rompe de golpe con la
tradición de la imagen de la realeza. El rey, tras el Tratado de Nimega, juzgó oportuno y decidió que hazañas
victoriosas fuesen ilustradas. Esta segunda generación clásica francesa muestra un aspecto que se aparta por
completo de la austeridad. Es contemporánea de las fiestas del palacio de Versalles, donde el rey en persona,
ataviado con brocados y tocado con penachos multicolores, cabalga mezclado con los paladines, los
monstruos y las magas que parecen sacados de los poemas de Ludovico Ariosto. En realidad, nos vemos en un
aprieto al tener que definirlo como clásico o como barroco. Lo mismo ocurre con la obra de los decoradores
que hicieron penetrar en la vida cotidiana de toda Francia lo que con más prudencia se denomina "estilo Luis
XIV": un Jean Lepautre, un Jean I. Berain. Los cuadernos de adornos grabados servían como modelo tanto a
los orfebres como a los ebanistas y a los talladores de piedra.
El estudio de esas formas antes de estar integradas en un material de construcción o un objeto permite
establecer la gramática del estilo clásico. También en esto, el ejemplo de lo antiguo tuvo un papel prominente.
Charles Errad, el joven director de la Escuela de Roma, pasó años enteros para catalogar los adornos romanos.
El clasicismo en la arquitectura
Existe contraste entre dos generaciones. Salomón De Brosse es muestra de una exigente simplicidad al
edificar el palacio de justicia de Rennes; el de Luxemburgo en París permite un mayor juego con los
contrastes de luces y sombras, pero su plano es clásico, con tres cuerpos dispuesto alrededor de un patio.
François Monsant construyó el ala Gastón D' Orleans en el palacio de Blois. La simetría del mismo se
consigue mediante una columnata curva a uno y otro lado de la fachada, mediante la superposición de dos
frontones triangulares y semicirculares, mediante techos en pirámide truncada que coronan los saledizos.
El empleo de las órdenes, la discreción de la decoración, diferencian la obra de François Monsant (tanto en el
castillo de Maisons como en el de Blois) de los castillo edificados por la generación anterior, que tienen un
sabor más rústico. Louis Le Vau tiene un estilo menos moderado, le agradan los efectos de masa contrastados,
que se pueden ver en Vaux−Le Vicante, donde también se revela el quehacer de Le Nôtre. Ambos aseguran
un vínculo entre las dos épocas clásicas y pasan al servicio del rey después de las célebres fiestas de 1661 en
Vaux y del arresto de Fouquet. Ese palacio que el rey no quiso habitar fue el objeto de un extremada
competencia entre los arquitectos que se barajaban para edificar el ala sur. Si los proyectos italianos de Carlo
Rainardi y de Bernini fueron rechazados, fue sin duda porque el gusto iba ligado a la xenofobia.
Consideramos muy clásica una fachada cuya sobriedad es una parte del resultado de estar inacabada: la
cubierta en forma de terraza inaugurada en Versalles acostumbra la vista a la fórmula que luego se adoptó en
el Louvre.
El gran logro del clasicismo es de modo oficial el palacio de Versalles, cuyas partes esenciales fueron
edificadas entre 1661 y 1687 por Le Vau, François D'Orby y Jules Hardouin−Monsant, ayudados por Le Brun
en la decoración interior y por Le Nôtre en la exterior. Pero han desaparecido muchos detalles que no eran
muestra de un clasicismo riguroso ni en el estilo de las fiestas. El término de "clasicismo" debe tener aquí un
sentido más amplio: el de un logro ejemplar ordenado alrededor del centro−sol real, después del cual, frente a
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esa solemnidad se experimentaron los derechos de la fantasía y la necesidad de un relajamiento que
desembocará hacia 1730 en el triunfo de los brutescos del estilo rocalla.
2. LA MÚSICA DEL CLASICISMO
En el siglo XVIII, la música, o más bien los músicos, se liberaron de la servidumbre de la iglesia, aunque
pasaron a depender de otros protectores: los nobles. Los músicos se veían obligados a componer
continuamente para todos los actos sociales de sus patrocinadores. Con el andar del siglo, el auge de las
ciudades y el desarrollo de la burguesía, comenzaron a hacerse frecuentes los conciertos públicos y los
músicos fueron adquiriendo cierto grado de autonomía, aunque también se verían obligados a vivir momentos
de penuria, al ir desapareciendo la figura del protector que proporcionaba, al menos, seguridad y economía al
artista.
La música de la segunda mitad del siglo XVIII fue fiel reflejo de las ideas nacionalistas de la Ilustración. Una
música cargada de seguridad, dominio y refinamiento, que tuvo como finalidad el triunfo del arte sobre los
sufrimientos e imperfecciones de la vida. El movimiento clasicista en la música surge con la Revolución
francesa y tiende a expresar ante todo el ideal de lo bello, creando una lo más simple posible para que pueda
llegar a más cantidad de público.
Las formas musicales que se desarrollaron en este tiempo fueron la sonata y la sinfonía. Ambas significaron el
triunfo definitivo de la música profana sobre el texto y la música religiosa. La ópera también se fue
transformando vertiginosamente. Aunque perduró la ópera según el estilo en que se había desarrollado durante
el barroco, la "ópera seria", en esta época adquirió un desarrollo importante sobre la "ópera bufa".
El clasicismo en la corte del Rey Sol
La primitiva pompa de la corte de Versalles irradiaba más bien del rey mismo y de sus cortesanos que del
propio palacio. Originariamente fue construido por Luis XIII como un mero lugar de entretenimiento durante
la caza y por aquel entonces era poco más que una casa de campo en las afueras de París. Pero en 1661 su hijo
Luis XIV había empezado a interesarse por las posibilidades que en sí contenía aquella obra sencilla y decidió
transplantar la corte desde el Louvre a Versalles y designar éste la residencia oficial.
Como mecenas de las artes, le corresponden a Luis XIV grandes honores, pues demostró una rara intuición en
la elección de músicos, artistas, escritores e intelectuales, con los que deseaba imprimir carácter a la vida
cultural de su corte. El estilo de vida del rey sol fue pues envidiado, imitado y en algunos casos incluso se
intentó superarle por cortes de los príncipes de Europa. A ninguna otra cosa concernía esto más que a la vida
musical de la corte, que en Versalles estaba dividida en tres categorías, cada una de las cuales jugaba un papel
especial en el transcurso de la jornada del rey y, con esto, de la corte: existía la Musique de la Chapelle
Royale, la música de iglesia; luego la Musique de Chambre, la música de cámara; y, finalmente, la Musique de
la Grande Ecurie, la música militar. Los músicos de la tercera categoría eran de viento y percusión, pero su
repertorio abarcaba no sólo música militar, sino de solemnidades y entretenimiento. Los tres grupos no
estaban en absoluto aislados entre sí, sino que tenían que tocar juntos con bastante frecuencia en ocasiones
solemnes, como en representaciones de ópera y en ceremonias cortesanas. Esa organización de los artistas en
su corte garantizaba al rey el poder disponer, con creces, de una "provisión" de músicos para cualquier
ocasión imaginaria.
Músicos destacados del clasicismo francés fueron Marc−Antoine Charpentier, Jean−Joseph Mouret,
Michel−Richard De Lalande, François Francoeur.
La edad clásica: LOS TRES MAESTROS DE VIENA
El concierto espiritual de las Tullerías fundado en 1725 en París por Anne Philidor y la escuela de Mannheim,
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con Johann Stamitz, que obtenía de su disciplinada orquesta una matización y unos crescendos que
entusiasmaron al joven Mozart. Mostraban ya la atracción existente hacia la naciente sinfonía clásica. Fue el
austríaco Joseph Hadyn (1732−1809) el que concibió las primeras obras maestras sinfónicas. Viena podría
enorgullecerse de tener entre sus muros no solamente a este gran maestro, autor de más de cien sinfonías, de
numerosas sonatas, creador del cuarteto de cuerda, sino también a su sucesor Mozart, con cuarenta y nueve
sinfonías y finalmente Beethoven, clásico al principio, pero que, en sus sinfonías, sus sonatas y sus cuartetos
luchó con todo su temperamento de titán para integrar en las formas hasta entonces existentes un pensamiento
tumultuoso, un reflejo del drama humano −−angustia, rebelión, esperanza−− gracias a un estilo rico en
contrastes, con frecuencia duro, violento, que rompía con el ritmo continuo clásico y utilizaba el silencio
como un gran elemento estético.
Beethoven, prerromántico que ya no utilizaba peluca (como Hadyn y Mozart), encarnó el ideal de la
revolución francesa, la cual no había sabido hallar para sus cantos nacionales más que algunos músicos de
segunda fila. El músico alemán hará evolucionar la música del clasicismo al romanticismo, convietiéndola en
el lenguaje por excelencia del hombre romántico. Con él, la música dejará de ser compuesta mediante la
imposición de las normas y surgirá de la libre creación del artista.
FRANZ JOSEPH HAYDN
Nacido en Rohrau en 1732 y muerto en Viena en 1809, este músico austríaco fue un auténtico artesano de la
música, y en su dilatada existencia tuvo ocasión de conocer, admirar y animar a talentos como Mozart y
Beethoven. A los ocho años de edad entró a formar parte del coro escolar de la catedral de San Esteban de
Viena hasta que en 1748, a los dieciséis años, cambió de voz. Entonces se constituyó en el músico
acompañante del célebre Porpara, a lado de cual aprendió gran parte de sus conocimientos musicales. Famoso
ya por la originalidad de sus primeras composiciones, entra 1761 al servicio del príncipe Esterhazy, empleo
que conservó hasta su muerte. En 1781 conoció a Mozart, que le dedicó seis famosos cuartetos y al que
admiró sin reservas. En sus últimos años visitó Inglaterra donde fue acogido triunfalmente y donde compuso
la serie de las sinfonías llamadas Londinenses, las mejores de sus repertorios. Fue maestro de Beethoven por
breve tiempo, quien le respetaba profundamente. Cuando murió, moría con él el más célebre compositor del
mundo. En su funeral se interpretó el Requiem de su amado Mozart.
Haydn durante toda su vida fue un músico a sueldo, aún cuando el príncipe Esterhazy le dio la libertad
deseada para componer lo que quiso. La sinfonía y la sonata fueron llevadas por Haydn a su definitiva forma
moderna y sus cuartetos de cuerda son piezas de una calidad fuera de serie. Haydn compuso mucho, como
todos los músicos de una época en la que no se componía por una necesidad interna (Beethoven, los
románticos...) sino por la más perentoria necesidad de ganarse la vida con sus cinco misas (Missa Brevis,
Harmonien Messe...), once óperas, y sus canciones. Sus sonatas, sinfonías y cuartetos de cuerda son
creaciones impresionantes, pero son claramente superadas por sus oratorios La Creación y Las estaciones y
Las siete palabras. Compuso además numerosos conciertos para toda clase de instrumentos: 104 sinfonías (de
las que las veintidós últimas son grandes obras maestras); ochenta y cuatro cuartetos para cuerda, algunos de
los cuales no han sido superados todavía; el oratorio orquestal Las siete palabras; ciento veinticinco tríos para
viola, treinta sonatas para piano, etc... Los minuetos de Haydn tienen un efecto más popular y vigoroso; el
Minueto en Sol mayor (Hoboken IX. 16,12) es, a decir verdad, una danza alemana y tiene poco que ver con el
carácter del minueto. Sin embargo, el mundo clásico nos sale al encuentro en el Minueto en Mi mayor
(Hoboken IX, 11, 4).
Encontró nuevas formas de contrastar y combinar los timbres de los diferentes miembros de su orquesta,
dando unos efectos más ricos y más llenos a la masa sonora.
Debido al abrupto fortissimo que acentúa el principio del segundo movimiento (andante), la Sinfonía nº 94 ha
sido llamada Sinfonía Sorpresa. Si fue realmente la intención del compositor despertar al somnoliento
auditorio −−como cuenta la historia los maliciosos−− no ha podido ser demostrado. En Alemania esta sinfonía
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es conocida como "el golpe del tambor" (Mit dem Paukenschlag). Años más tarde, Haydn uso el motivo lírico
principal para su oratorio Las Estaciones.
La gran maestría de Haydn es ya evidente en el primer movimiento: el inolvidable preludio (adagio cantabile)
introduce el tema principal (vivace assai). El minueto, casi en compás de vals, acentúa deliberadamente el
tercer tiempo. Le sigue un exaltado e ingeniosamente elaborado movimiento final (allegro molto). Las fugas,
inteligentemente entrelazadas, están llenas de animación y el final es proclamado con coros espiriuales.
Aunque tiene una ligera influencia de Mozart, muestra la inequívoca firma de Haydn y es una de sus más
hermosas composiciones.
WOLFGANG AMADEUS MOZART
Nació en 1756 en Salzburgo y murió en Viena en 1791. Era hijo de un notable compositor, Leopold Mozart y
fue un extraordinario niño prodigio cuyas dotes fueron explotadas por su padre, haciendole dar conciertos
desde su más tierna infancia; a partir de los tres años de edad, fecha en la que se percataron de su infalible
oído y de sus inigualables facultades de retentiva, recibió lecciones de música; a los cinco años ya componía y
a los seis dio su primer concierto en la corte de Viena. Recorrió toda Europa acompañado por su hermana,
cinco años mayor que él, presentándose en todas las cortes ante todos los públicos como una atracción
circense. Una anécdota acontecida a sus trece años lo refleja perfectamente: invitado en la capilla pontificia a
escuchar el Miserere de Sallieri, pieza que era considerada secreta y de la que estaba prohibido tomar notas, la
reproduce de memoria al salir; el Papa, asombrado, le nombra caballero, músico a sueldo del detestable
arzobispo Jerónimo Collodero. Mozart es expulsado de su servicio en 1781 e inicia entonces su vida como
compositor independiente. Vivirá rodeado de insatisfacciones, casado con una esposa encantadora pero
manirrota (la cantante de ópera Constanza Weber) y viéndose obligado a vender su música por sumas
irrisorias con tal de sobrevivir. No le faltaron momentos de triunfo clamoroso, como los estrenos en Praga de
Las bodas de Fígaro y de Don Giovanni, pero sus últimos años −−¡Mozart sólo vivió treinta y cinco!−−, no
fueron felices. Murió en Viena el cinco de diciembre de 1791. Todavía se especula sobre las causas de su
muerte (enfermedad o asesinato); al día siguiente fue enterrado en una fosa común, no se sabe si por su
pobreza o para evitar la autopsia y ni siquiera una simple losa señala su última morada.
Mozart componía para vivir, por necesidad y no para lograr fama de cara a la posteridad. Escribía la música
que oía a su alrededor y por encargo de su arzobispo, del emperador o los ricos de la nobleza y, aún así
compuso verdaderas obras de arte.
Escribió música religiosa, de la que son máximo ejemplo su Requiem y la Misa de la Coronación. El Requiem
fue encargado en secreto por el conde Walsegg−Stuppach, que lo interpretó como si se tratara de una creación
propia.
También es muy importante su obra pianística y de clave. Y son numerosísimas sus sonatas, cuartetos y
sinfonías, en las que llegó a superar el arte de su maestro Franz Joseph Haydn, que le admiraba como a un
genio.
En cuanto a su obra operística, se decantó por el género cómico; de ahí que siguiera con la moda de la ópera
italiana. La flauta mágica (1791), obra en dos actos, contiene en una única partitura una maravillosa fusión de
los distintos géneros del teatro lírico, y los estilos contrapuntísticos y melódicos se unen de igual manera que
en la sinfonía Júpiter. La bodas de Figaro (1786) se basa en un relato de Beaumarchais y en ella la orquesta
no es un mero acompañante, sino que describe los caracteres y subraya los momentos escénicos. Don
Giovanni (1787) trata sobre el legendario don Juan, burlador y joven libertino y uno de los mitos hispánicos
de mayor difusión. Otras óperas suyas son: Bastian y Bastiana, El rapto del serrallo y Cossí fan tutte.
Del último año de la vida de Mozart provienen las Contredances (Kegel 609). La primera de ellas cita la
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famosa Non più andrai de Las bodas de Fígaro y demuestra como se reelaboran lógicamente famosas arias en
música de danza, aprovechando el emparejamiento del ritmo binario y ternario.
En 1991 se celebró el Año Mozart y en todo el mundo se dieron conciertos de obras del compositor austríaco y
representaciones de sus óperas. Mozart pensaba que la melodía era la esencia de la música y que su hallazgo
era la clave de la música, mientras que el contrapunto significaba la rutina y la ausencia de inspiración.
3. BIBLIOGRAFÍA
Libros
Enciclopedia Cultural Junior
Pequeño Larousse
Gran Enciclopedia Larousse Universal
Guía Escolar Vox
Enciclopedia Salvat, tomo 11, Editorial Salvat, Barcelona, 1976.
Diccionario Enciclopédico Salvat, volumen 11, Salvat, Barcelona, 1993.
Enciclopedia Multimedia Encarta
Enciclpedia Salvat Multimedia
Enciclopedia de la Historia Z Multimedia
María Teresa Mayoral, Grandes músicos, Nebrija, Madrid, 1979.
Discos
−Música en la Corte de Francia, Adolf Scherbaum (trompeta), Orquesta de Cámara Paul Kuentz, Paul
Kuentz (director); Archiv Produktion, 1981.
−Música de Danza Galante, Conjunto Eduard Melkus; Archiv Produktion, 1982.
−Missa brevis in F major de Joseph Haydn, The Academy of Ancient Music dirigida por Simon Preston;
L'oiseau−Lyre−Decca, 1989.
−Joseph Haydn: Symphony 53 in D major (L'Impériale), Symphony 94 in G major (Surprise); Musici di San
Marco / Philharmonia Slavonica, Masters Classics, 1995.
−Mozart: Haydn Quartet' in C major; Haydn: London Symphony nº 104 in D major, Symphony nº 22 in E flat
major "The Philosopher"; London Festival Orquestra / Mozarteum−Quartett / Salzburger Kammerorchester,
Elap, 1990.
−Mozart: Eine Kleine Nachtmusik, Salzburg Symphonies nº 1, 2 y 3, Camerata Academica de Salzburg, Elap,
1990.
−Mozart: Requiem, Wiener Singverein, Berliner Philarmoniker, dirigidos por Herbert von Karajan, Deutsche
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Grammophon, 1990.
−Mozart: Le nozze di Figaro, Chor und Orchester der Deustchen Oper Berlin, dirigidos por Karl Böhm,
Deutsche Grammophon, 1990
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