La agenda internacional de Colombia

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La agenda internacional de Colombia
Rubén Sánchez David
En un contexto marcado por el fantasma de la seguridad, la política exterior
colombiana se ha desarrollado en los últimos años alrededor de tres temas que
han determinado el curso de las relaciones bilaterales con los países de la región:
la integración regional, el conflicto armado interno y la lucha contra las drogas.
Sobre la base de una lógica fundamentada en la guerra que los Estados Unidos
declararon al narcotráfico y al terrorismo y a la que Colombia se ha sumado sin el
más mínimo cuestionamiento, se ha subordinado la integración regional a los
intereses norteamericanos y convertido los tratados de libre comercio en el
objetivo principal de su política exterior. Atrás quedaron los tiempos en los que la
integración con los países vecinos tenía como propósito sustituir las importaciones
del resto del mundo por la producción nacional y afianzar el intercambio
intrarregional entre economías autocentradas. Consecuente con la concepción
general de un mundo global animado por un proceso constituido principalmente
por aumentos considerables del comercio internacional, de las inversiones directas
en el extranjero realizadas por empresas multinacionales, de flujos de capital a
corto plazo y de intercambios tecnológicos, la agenda internacional gira alrededor
de la firma y ratificación de tratados de libre comercio, principalmente con los
Estados Unidos, el principal comprador y vendedor del país.
Es evidente que en términos de comercio, de flujos de capital o tecnológicos, la
mayor integración mundial incrementa los intercambios internacionales. En efecto,
en un escenario global, la construcción de espacios económicos planetarios de
gestión para la producción de bienes destinados al mercado internacional, se
encarna en la proliferación de redes de interdependencia. Sin embargo, lo que no
está tan claro es si la eliminación de barreras al comercio y la libertad de
circulación de capitales dificultan o no la acción de los Estados y las relaciones
entre los mismos, si fomenta una mayor cooperación internacional o perjudica a
los más débiles. En realidad, las redes de interdependencia que se forman no son
únicamente económicas e implican un tejido que abarca temas como el medio
ambiente y los derechos de propiedad e irradian lazos políticos en los campos
militares y de seguridad, así como en la ejecución de políticas sociales.
En la primera parte de este escrito se describen a grandes rasgos el contexto en el
que se diseña la política exterior de Colombia y los efectos de la globalización
económica en los Estados nacionales; en una segunda parte se hace una
presentación crítica de los tratados de libre comercio que ha negociado o negocia
Colombia con Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea; en una tercera parte
se estudia la posibilidad de nuevos escenarios, particularmente con la Comunidad
“2016, año para darle mi mano al otro.”
Suramericana de Naciones y a manera de conclusión se expondrán algunas
reflexiones sobre el tema.
El contexto
Los vertiginosos y profundos cambios que se han producido en el orden
internacional durante las últimas décadas y especialmente en el sistema
interamericano – caracterizado por la hegemonía de los Estados Unidos (Smith
1999) – han significado una disminución de la capacidad política de los Estados
latinoamericanos y mermado la posibilidad de que la región se constituya en un
escenario político con expectativas comunes (Drekonja 2000). La consolidación
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el despegue de
MERCOSUR, el relativo éxito comercial internacional de un solitario Chile, el
fracaso de la CAN y el nacimiento de la Comunidad Suramericana de Naciones
revelan un panorama latinoamericano caracterizado por una heterogeneidad
donde los intereses nacionales son cada vez menos comunes.
Tras dos décadas de reformas estructurales, las cifras del crecimiento económico
se han detenido en la región ante el desorden financiero que sacude al mundo y
pone de manifiesto que la raíz de la crisis es el derrumbe del orden económico
internacional, crisis que se ha manifestado bajo la forma de un colapso del
intercambio comercial a lo largo y ancho del mundo. El estancamiento económico
resalta las desigualdades entre los países en un escenario estructural pesimista y
deja al descubierto que los datos de desarrollo humano son desalentadores.
Según la CEPAL, las economías latinoamericanas lograron avances importantes
en términos macroeconómicos durante los últimos veinte años, no así en el ámbito
de la equidad dado el deterioro de los mercados laborales y, por ende, la situación
de los ingresos de la población. El resultado en el diseño y aplicación de políticas
exteriores ha sido que América Latina ha dejado de existir como un todo concreto
(Drekonja 2001). En realidad, puede hablarse de tres modelos de desarrollo en el
subcontinente: el que privilegia las relaciones de mercado, próximo al paradigma
neoliberal y que tiene como principales exponentes a Colombia, Costa Rica,
Panamá y Perú; el modelo que pregona el socialismo del siglo XXI, liderado por
Cuba y Venezuela y con el que se identifican Ecuador, Nicaragua y Paraguay y un
tercer modelo que busca articular políticas sociales al mercado, representado por
Brasil, Chile, El Salvador, México, República Dominicana y Uruguay.
En este escenario plural, la política colombiana desborda constantemente los
límites de un aparato institucional que no representa la diversidad regional, étnica
y cultural de la sociedad, que se levanta sobre formas clientelares, patrimoniales y
caudillistas de búsqueda de adhesión y legitimidad dando lugar a una política
exterior acomodada a una visión legalista de la realidad internacional pero
supeditada a liderazgos personalizados y a diplomacias paralelas. Una política
exterior que, a pesar – o a causa - de su centralización y concentración, goza de
un consenso general entre quienes llevan las riendas del poder en el país. La
“2016, año para darle mi mano al otro.”
existencia de una Comisión Asesora de Relaciones Exteriores – no siempre
consultada por los primeros mandatarios - cuya función primordial es dar a
conocer al Presidente de la República si cuenta con consensos en sus iniciativas
en materia de política exterior y a la que pertenecen por derecho propio los
expresidentes y representantes del Congreso, casi siempre provenientes de las
comisiones segundas del Senado y Cámara, permite evitar debates públicos sobre
temas candentes.
Siendo la política exterior asumida en la mayoría de los casos por un consenso
político, es difícil precisar qué iniciativas o gestiones pertenecen a un partido. Sin
embargo, al igual que las demás políticas estatales, la política exterior colombiana
no puede sobreponerse a la condición estructural de un Estado fragmentado y de
una sociedad marcada por dinámicas de exclusión, a lo que se suma la falta de
continuidad de las políticas trazadas por los distintos presidentes, a veces
proclives a una relación estrecha con los Estados Unidos (política de respice
polum) y otras a una diversificación de la política exterior (respice similia) o a la
predilección por diferentes áreas geográficas. Recuérdese la intensa actividad
desplegada en el Caribe durante los gobiernos de Turbay y Gaviria, el
protagonismo asumido por Colombia en el Grupo de Río durante los gobiernos de
Gaviria y Samper o la presidencia colombiana de los No Alineados durante la
presidencia de este último, posiciones muy distantes del alineamiento con los
Estados Unidos que ha asumido el gobierno de Uribe.
En cuanto al ámbito en el que se desenvuelve la política exterior, aunque el
fenómeno de la globalización ha encontrado tropiezos que se expresan en la falta
de acuerdo en el seno de la OMC para reducir las subvenciones agrícolas que
otorgan los países industrializados a sus campesinos o la tensión de Estados
Unidos y Europa frente a China que ha inundado los mercados con sus textiles,
por ejemplo, no parece que esas dificultades impliquen un freno a la globalización.
En un mundo cada día más interdependiente el retorno a cierres proteccionistas
de las economías nacionales tiene unos costos muy altos. Sin embargo, no puede
perderse de vista que la dinámica globalizadora plantea retos muy fuertes a los
Estados nacionales de la periferia. En efecto, debido a la competencia fiscal, la
globalización repercute en la capacidad recaudadora y constituye una camisa de
fuerza que resta toda flexibilidad a la política cambiaria a la vez que tiende a
desregular la economía y flexibiliza la legislación laboral en aras del
mantenimiento de la competitividad.
Al contrario de lo que pregonan muchos defensores de la apertura de las
economías, la globalización per se no elimina los fallos del mercado sino que los
internacionaliza. Por ello la intervención pública también se ha convertido en
internacional y se ha trasladado fuera de los Estados, a organizaciones
supranacionales y organismos internacionales. En consecuencia, podría pensarse
que en este contexto el derecho internacional y la cooperación internacional
adquieren más importancia ya que es en el ámbito supranacional donde la
“2016, año para darle mi mano al otro.”
regulación y el control públicos resultan efectivos. Sin embargo, la experiencia
enseña lo contrario. Las organizaciones internacionales presentan en bastantes
ocasiones una estructura de poder con influencia desproporcionada de algunos de
sus miembros lo que lleva a su fragmentación.
Es evidente que la cooperación permite obtener ventajas netas de la acción
colectiva y que estas ventajas explican la existencia de actividades públicas
supranacionales, como también lo es que una economía globalizada no podría
funcionar sin que se cumpla el derecho internacional. El problema radica en que
no siempre el derecho es equitativo como tampoco los son los tratados de libre
comercio que acuerdan algunos países para establecer reglas y normas para el
libre intercambio de bienes y servicios.
Al margen de situaciones específicas que toca analizar caso por caso, los hechos
demuestran que el comercio y la ayuda internacionales siguen un curso
ascendente lo que ha llevado a plantear la pregunta de hasta dónde la integración
económica mundial vulnera la soberanía de los Estados. Esclarecer el tema obliga
a tomar en cuenta muchas variables pero de forma liminar puede plantearse que
ante la utopía de un federalismo global que coordine y contrarreste las acciones
de los Estados nacionales y el altísimo costo económico del aislamiento nacional,
la única solución viable es aprender a vivir con las restricciones que plantea la
globalización a los Estados cuya capacidad de actuarse ve reducida, lo cual no
siempre es negativo. Por ejemplo, existe un acuerdo general en la profesión
económica de que la disciplina financiera de los Estados favorece el logro de la
confianza de los mercados financieros o la atracción de inversiones directas. Del
mismo modo cobran importancia las regulaciones internacionales referidas al
equilibrio ecológico o al libre acceso a recursos como la pesca.
El elemento primario de la globalización es la defensa del libre comercio
internacional y en este terreno la OMC es la organización fundamental en el logro
de propuestas multilaterales. No obstante, muchos países apuestan todavía por la
relación bilateral en el comercio. De especial interés en este campo son los
efectos sobre el libre comercio mundial del desarrollo de agrupaciones
regionales como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la
Cooperación de Asia y el Pacífico, MERCOSUR o la Unión Europea, que facilitan
el comercio dentro de sus áreas geográficas pero pueden constituir un obstáculo
al proceso globalizador cuando entorpecen la difusión del conocimiento.
La regionalización sirve para que los países integrantes de un bloque regional
logren un mejor control económico de sus propios intereses frente a la
globalización y supone una forma de protección de esas economías frente al resto
del mundo. Un elemento central de este asunto es la protección de los derechos
de propiedad intelectual que otorga al propietario de los derechos una situación de
monopolio durante un lapso más o menos dilatado según los diversos países. Esta
situación que parece correcta como mecanismo de fomento a la innovación puede
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derivar en una protección excesiva lo que plantea aspectos éticos en algunos
casos, particularmente en el ámbito de la industria farmacéutica. De allí que se
discuta si las rentas monopolistas de la propiedad intelectual deben alcanzar el
mismo nivel de extensión en todas las áreas geográficas y hacerse extensibles a
todos los derechos de propiedad intelectual.
Es cierto también que el regionalismo aumenta los intercambios en el seno del
bloque y que facilita la armonización supranacional de políticas cuando de países
homogéneos y semejantes se trata lo que permite negociar con el resto del mundo
con más poder y menores costos de lo que lograría cada país
independientemente. El paradigma en este tema es la Unión Europea cuya
evolución sirve de referencia a otros grupos regionales. No obstante, dado que el
punto nodal de este proceso es el mantenimiento compartido de la soberanía,
asunto que conduce en el tiempo, no sin tropiezos, a un modelo de mayor
integración política que el esquema de cooperación intergubernamental, el
problema se plantea cuando la integración se lleva a cabo entre actores muy
desiguales, sobre todo cuando los mercados internacionales actúan con su propia
lógica, fundada en el beneficio económico, sin contar con la legitimidad que la
sociedad civil constituida políticamente otorga al Estado, máxime cuando las
empresas multinacionales disponen de un poder económico superior al de los
Estados.
- Rubén Sánchez David, es Profesor Investigador de las Facultades de Ciencia
Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 169, Corporación Viva la
Ciudadanía. www.vivalaciudadania.org
http://alainet.org/active/32113
EJERCICIO EVALUATIVO
A partir de la lectura del texto anterior desarrolla la guía que se te presenta a
continuación.
1. Plantea 10 ideas principales que a tu juicio den cuenta de lo abordado por
el texto.
2. Responde las siguientes preguntas, teniendo como referencia lo explicado
por el autor.
2.1 A qué se refiere el autor cuando afirma: “Los vertiginosos y profundos
cambios que se han producido en el orden internacional durante las
“2016, año para darle mi mano al otro.”
últimas décadas y especialmente en el sistema interamericano –
caracterizado por la hegemonía de los Estados Unidos (Smith 1999) –
han significado una disminución de la capacidad política de los Estados
latinoamericanos y mermado la posibilidad de que la región se
constituya en un escenario político con expectativas comunes (Drekonja
2000).”
2.2 Desde la perspectiva del autor ¿Cuáles son las principales dificultades
que revista la manera como se ha tratado la política internacional en
nuestro país?
2.3 Que sugiere el autor cuando explica: “…por ello la intervención pública
también se ha convertido en internacional y se ha trasladado fuera de
los Estados, a organizaciones supranacionales y organismos
internacionales. En consecuencia, podría pensarse que en este contexto
el derecho internacional y la cooperación internacional adquieren más
importancia ya que es en el ámbito supranacional donde la regulación y
el control públicos resultan efectivos.” Estás de acuerdo con dicha
afirmación. Argumenta tu respuesta.
2.4 Desde tu perspectiva ¿Cuáles son las grandes problemáticas que
afronta en la actualidad el Estado colombiano y por qué?
2.5 ¿Hasta qué punto procesos como la globalización han contribuido o
pueden contribuir a la resolución de dichas problemáticas? Argumenta
tu respuesta.
3. Elabora una conclusión final, con la cual se pueda abordar lo trabajado por
el texto.
“2016, año para darle mi mano al otro.”
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