ESCENA I Un hombre entra en la oficina de Pompas Fúnebres

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ESCENA I
Un hombre entra en la oficina de Pompas Fúnebres “Sacabó Hermanos”. En ella solo se
encuentra Melquíades, el vigilante de confianza. El hombre arrastra mediante una
gruesa cuerda un ataúd de madera.
HOMBRE : Buenos días ¿están ustedes abiertos?.
MELQUIADES: No, hoy es jornada de huelga nacional. ¿No ha leído el periódico o
visto la televisión?. Hoy no se recogen muertos.
HOMBRE: No sabía que era huelga nacional. Pensaba que era solo cosa del pueblo
vecino.
MELQUIADES: En todas partes. Mire a qué precio anda el gasoil. No hay quien
encargue una incineración.
HOMBRE: ¿Pero nuestros difuntos?.
MELQUIADES: Se los guardan. Hay quien les vela un día más. Otros le sacan al
balcón y , algunos, se han comprometido a enviarlos por mensajería. Lo que está muy
claro es que no recogemos muertos hasta mañana.
HOMBRE: ¿Y usted no podría hacer alguna excepción?.
MELQUIADES: Yo ni quito ni pongo y si se ha encontrado la puerta abierta es porque
espero a que mi mujer me acerque la televisión portátil porque presumo la noche poco
entretenida
HOMBRE: Es que vengo arrastrando el féretro desde el pueblo vecino. Toda la
carretera con el ataúd al hombro como quien dice. Si doy un par de pasos más se me
hace añicos
MELQUIADES: Yo bien quisiera socorrerle pero mi trabajo no lo rifo. Además quién
me asegura que su muerto tiene los papeles en regla, qué puede pagar el sepelio, qué el
difunto está cristianizado. Tenga en cuenta que nuestro cementerio es de mucho
realengo. Aquí nada de suicidas, ni extranjeros, ni gente de religiones falsas. Ah, y ,
desde luego, nada de tumbas mellizas y cursis para maricones.
HOMBRE: En el otro pueblo ya hay cola para mañana. Es una cola muy triste. Yo
pensaba que aquí…
MELQUIADES: Mañana. Si tiene miedo que se le escape su muerto lo ata bien sujeto a
una silla..
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HOMBRE: Es que yo no puedo esperar a mañana. Es muy importante que acuda a una
cita esta noche en la ciudad.
MELQUIADES: No es el primero que me viene con urgencias, pero hoy está cerrado el
cielo y el infierno. En cuanto amanezca recogemos a destajo. Alquile una habitación en
la pensión de la esquina y ,mejor que sea doble, para que le salga más barato. Mañana
estarán aquí los hermanos Sacabó y podrá elegir una buena lápida, comprar flores, pagar
misas y contar con las mejores plañideras. Todas con denominación de origen. Tenga un
poco de paciencia.
HOMBRE: Es que he quedado con mi mujer en la ciudad.
MELQUIADES: ¿Y qué quiere que yo le haga?. No haberse casado y punto.
HOMBRE: Mi mujer me ha dicho que ella o Angélica. Si quiero arreglar las cosas con
mi mujer debo enterrar mi pasado. Debo enterrar a Angélica.
MELQUIADES: Usted ha hecho un disparate.
HOMBRE: Sería incapaz, yo amo a Angélica. Mire usted que belleza (El hombre
destapa con cuidado el ataúd y el vigilante se asoma cauto) ¿Qué le parece?
MELQUIADES: ¡Qué preciosidad!. ¿Porqué la quiere enterrar?. ¿Tiene a mano una
foto de su mujer?.
HOMBRE: Trabajo en una multinacional del opus dei más dei. Me han nombrado Guía
espiritual de los repartidores de gaseosas de nuestra empresa. Es una tarea muy
comprometida. Mi obligación moral es centrarme con mi mujer.
MELQUIADES: (Sin dejar de contemplar a Angélica). La verdad es que es guapa,
guapa y guapa, la muy condenada.
HOMBRE: También es muy leal, buena, callada y …..
MELQUIADES: ¿Qué ¿.
HOMBRE: Lo hace todo y lo hace sin remilgos.
MELQUIADES: ¿Sí?
HOMBRE: El francés, por ejemplo. Nada de sofisticaciones ni estrecheces mentales. Lo
hace a saco, se ensucia hasta la campanilla. Y pone una carita de gusto que entusiasma.
MELQUIADES: Mi mujer, cuando traga, que lo hace bien pocas veces, se mete un
pañuelo de seda en la boca.
HOMBRE: Angélica sabe hacer feliz a un hombre. Y es muy fácil de limpiar.
MELQUIADES: ¿Y cuesta mucho mantenerla?.
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HOMBRE: Solo inflarla lo suficiente para que su cuerpo esté terso, sugerente al tacto.
MELQUIADES: ¿Y cómo quiere desprenderse de una maravilla así?.
HOMBRE: Mi mujer nos ha descubierto y no puedo hacer otra cosa. Todo está puesto a
su nombre. ¿Le gusta Angélica?.
MELQUIADES: No se lo puedo negar.
HOMBRE: ¿Porqué no se la queda, porqué no la adopta?
MELQUIADES: No diga tonterias.
ESCENA II
La situación transcurre en la misma oficina de Pompas Fúnebres. Entra el hombre
tímidamente, con reparos. En la oficina se encuentra Sebastián, el vigilante.
SEBASTIÁN: ¿En qué puedo servirle?.
HOMBRE: Buscaba a Melquíades, el vigilante de aquí.
SEBASTIÁN: El vigilante soy yo
HOMBRE: Me refiero al que había antes. Claro que le estoy hablando de hace cuatro
años, dos meses y tres días.
SEBASTIÁN: ¿Ah, el pederasta de muñecas!. Está enfrente de la fuente, ubicado en el
nicho número 69.
HOMBRE: ¿Está muerto?.
SEBASTIÁN: Afortunadamente. ¿Usted sabía de su persona?
HOMBRE: Se hizo cargo de una pertenencia muy querida que quisiera recuperar.
SEBASTIÁN: Pués se me antoja un poco tarde para lo que sea.
HOMBRE: Es que mi mujer y yo nos hemos divorciado y quisiera recuperar ciertas
cosas de mi pasado. Empezar de nuevo desde lo bueno que tenía.
SEBASTIÁN: Ya le digo, nicho número 69.
HOMBRE: ¿Cómo murió?
SEBASTIÁN: Murió de sífilis aviar. Era un gusano. Dejó a su mujer y se lió con una
muñeca hinchable. Hasta el trabajo abandonó, que es lo más sagrado.
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HOMBRE: Ha dicho usted una muñeca, verdad.
SEBASTIÁN: Si, señor, como se lo cuento. Se degeneró, se convirtió en una mala
persona. Con decirle que prostituyó a la pobre muñeca. La alquilaba por cuatro cuartos a
jubilados y viajantes.
HOMBRE: ¡No puede ser!
SEBASTIÁN: Con tanto trasiego no me extraña pillara una enfermedad. El Alcalde,
que solo se entiende con los de su partido, sometió a la muchacha de plástico a un
programa de reinserción humano-social. Tenga en cuenta que estábamos de elecciones y
buscaba votos.
HOMBRE: Lo que me cuenta es horrible.
SEBASTIÁN: Y aquí no termina todo. El problema peor fue que, Melquiades, al verse
sin pareja fija se dedico a raptar a todas las muñecas de las niñas del pueblo para
sodomizarlas. Un espectro del mal, se lo aseguro. Su última voluntad fue que se le
enterrara en el nicho número 69 junto a su muñeca hinchable.
ESCENA III
La escena transcurre en el interior de una celda del Monasterio de la Orden de los
Sexuales Penitentes. El hombre presenta una abundante barba y un aspecto maltrecho.
Han pasado muchos años. Presenta la espalda desnuda y de tanto en tanto se flagela
severamente con un látigo.
HOMBRE: Castiga este cuerpo pecador, castiga mi mente enferma. Me ha costado más
de veinte años dejar de pensar en Angélica, en abandonar su recuerdo. Ya no manda en
mi corazón.Ya no está aquí, se ha marchado para siempre. Angélica no se merecía
acabar así, pero si esa era tu voluntad: la asumo, la acepto y la comparto. Ya no estoy
enfermo.
Gracias por poner en mi camino al Prior Pelayo. Me ha hecho mucho bien. Me
reconforta su visión del paraíso. Nunca me lo había imaginado a su manera. Un paraíso
lleno de muñecas hinchables de aspecto sabroso y conducta descuidada. Un paraíso de
plástico con muñecas rompecabezas que puedes componer de mil formas distintas para
saciar tus instintos y alcanzar la paz lujuriosa.
Ya estoy curado. Mañana volveré a compartir con los demás hombres el gozo de la
realidad y la libertad.
FIN
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