Comprender, gustar y vivir las Bienaventuranzas

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Florentino Ulibarri
19 y 20 de septiembre de 2011
COMPRENDER, GUSTAR Y VIVIR LAS BIENAVENTURANZAS
1. Un día apareció un hombre...
Un día apareció un hombre en el horizonte
y reavivó las ascuas de nuestra esperanza apagada.
Un día llegó un hombre que tenía magia en la voz,
calor en sus palabras y embrujo en su mensaje.
Un día vino un hombre con el amor en sus gestos.
con la fuerza de su ser y con un corazón grandísimo.
Un día vino un hombre con la alegría en sus ojos,
la libertad en sus manos y el futuro en sus hechos.
Un día vino un hombre que hablaba cual ninguno,
invitándonos a cambiar de vida y ser hermanos.
Un día vino un hombre con la ternura en sus signos,
con la bondad en sus besos y la hermandad en sus hombros.
Un día vino un hombre que rompió nuestros esquemas
para hacernos hijos y ciudadanos libres aquí y en su Reino.
Un día vino un hombre sencillo y humilde
que nunca se consideró centro de sus actuaciones.
Un día vino un hombre que se compartió
porque no buscaba engañarnos ni aprovecharse.
Un día vino un hombre con el Espíritu sobre sí,
con la felicidad en su vivir, con el sentido en su morir.
Un día vino un hombre con el tesoro de su Reino
con la vida en su cruz, con la resurrección en su fe.
Un día viniste Tú...
Ven ahora también, Señor.
2. Las bienaventuranzas, un mensaje programático
* Las bienaventuranzas son el mensaje programático de Jesús y la síntesis del evangelio y de la
buena noticia. Por su lugar de colocación son como la obertura tanto del sermón del monte (Mt)
como del sermón de la llanura (Lc). Constituyen, y nos referimos a ellas, como el programa
nuclear del RD, el centro, el eje, la médula espinal del mensaje de Jesús.
* Son su autorretrato, porque Jesús anuncia y proclama lo que es, siente y vive.
* No se las puede considerar como una norma, ni una ley, ni una regla, ni un mandato; no tienen
estructura de mandamiento.
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* Son, sí, proclamaciones claras, directas, imperativas, y tienen un marco solemne dentro del
evangelio. En Mateo, Jesús habla desde un monte, lugar tradicional de las manifestaciones de
Dios, sentado, rodeado de sus discípulos y de las multitudes que le siguen; lo hace como “el
nuevo Moisés”. En Lucas, Jesús habla en la llanura, junto al pueblo; y es que a Lucas le interesa
situar a Jesús en la base, como uno de nosotros, encarnado, como iniciador de la nueva
humanidad, como “el nuevo Adán”.
* Las bienaventuranzas son un género literario presente ya en el AT. Según algunos exegetas el
término “bienaventuranza”, en la Biblia, no expresa una situación estática, ya conseguida o que
se espera sin más, sino que es un concepto dinámico, que se siente, recibe y vive a la vez que
se realiza. De ahí que algún conocedor y estudioso de la cultura y lenguaje bíblico se haya
atrevido a traducir la palabra “bienaventurados” no por “dichosos o felices”, sino por la expresión
“¡en marcha!”. No hay bienaventuranza ni felicidad en este mundo si no estamos en marcha, en
búsqueda, caminando hacia delante.
* A través de las bienaventuranzas, ni Jesús ni Dios Padre quieren, bendicen o proclaman la
bondad de situaciones de carestía, pobreza, dolor e injusticia, sino que ofrecen y dan su
bienaventuranza a quienes las padecen... y a quienes tienen actitudes de justicia y solidaridad.
* Las bienaventuranzas responden a una aspiración profundamente humana y son un mensaje
liberador y un camino de felicidad que pone a Dios en el centro de nuestra vida. “Nos hiciste,
Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (S. Agustín). “Leyendo el
evangelio y las bienaventuranzas tengo un gran deseo de ser cristiano, pero viendo a los
cristianos tal deseo se desvanece” (Gandhi).
* En las bienaventuranzas hay una tensión entre la situación presente (que clama a Dios) y la que
está a punto de brotar. En el fondo recogen, anuncian y hacen presente las primicias del Reino
de Dios. El RD prometido es la expresión bíblica que mejor recoge la acción liberadora de Dios a
nivel personal y a nivel social, a nivel espiritual y a nivel material.
3. Dos versiones no tan iguales
* Lucas recoge cuatro bienaventuranzas seguidas de cuatro maldiciones (6, 17-26). Mateo trae
nueve bienaventuranzas sin maldiciones (5, 1-11).
* Para Lucas Jesús las proclama “en una llanura”; para Mateo “en el monte”.
* Lucas habla sólo de los pobres, los que lloran, los hambrientos y los perseguidos. Mateo precisa
“pobres de espíritu” (los que eligen ser pobres) y “hambrientos y sedientos de justicia”, y añade
otras actitudes que van en la misma línea (los mansos, los misericordiosos, los limpios de
corazón, los que trabajan por la paz).
* Así vistas, en Lucas, las bienaventuranzas se refieren a situaciones concretas y materiales. Sin
embargo en Mateo describen actitudes del hombre justo.
* En Lucas, las bienaventuranzas tienen un fuerte acento social. Mateo, sin embargo, acentúa la
dimensión exhortativa para la comunidad, describiendo las condiciones morales para entrar en el
RD.
* Las expresiones y gritos de alegría de Jesús por la llegada del RD y la liberación que viene con
él fueron interpretados en las comunidades a las que escribe Mateo como orientaciones para la
conversión y cambio de vida que demanda dicho acontecimiento.
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* En Lucas Jesús aparece como incardinado en nuestra historia, como el nuevo Adán que inicia
la nueva humanidad. En Mateo, sin embargo, se le presenta como el nuevo Moisés, como
maestro de vida.
4. Quiénes son dichosos
* Jesús no excluye a nadie. A todos anuncia la buena noticia de Dios, pero esta noticia no puede
ser escuchada por todos de la misma manera. Todos pueden entrar en su reino, pero no todos de
la misma manera, pues la misericordia de Dios está urgiendo antes que nada a que se haga
justicia a los más pobres y humillados. Por eso la venida de Dios es una suerte para los que viven
explotados, mientras se convierte en amenaza para los causantes de esa explotación.
* Jesús declara de manera rotunda que el reino de Dios es para los pobres. Tiene ante sus ojos a
aquellas gentes que viven humilladas en sus aldeas, sin poder defenderse de los poderosos
terratenientes; conoce bien el hambre de aquellos niños desnutridos; ha visto llorar de rabia e
impotencia a aquellos campesinos cuando los recaudadores se llevan hacia Séforis o Tiberíades
lo mejor de sus cosechas. Son ellos los que necesitan escuchar antes que nadie la noticia del
reino.
* Hay un consenso bastante generalizado que las bienaventuranzas de Lucas, sobre todo las tres
primeras, dirigidas concretamente a los pobres, los hambrientos y los que lloran, han sido
formuladas por Jesús, y de que la versión de Lucas (6,20-21) es más antigua y auténtica que la
de Mateo (5,3-11), que las ha espiritualizado, añadiendo además otras nuevas.
* Las tres primeras bienaventuranzas de Lucas son, en realidad, una sola. Forman un tríptico: “los
pobres”, “los que ahora pasáis hambre” “los que ahora lloráis”. Las palabras de Jesús aparecen
como una confirmación verbal de algo que ya ha sido expresado hasta la saciedad por el
evangelista al relatar, en los capítulos anteriores, los hechos de Jesús. No hay duda alguna, el
reino de Dios ha llegado para los considerados pobres, para los que sufren hambre y privación,
para los que la vida no les depara más que penas y llanto, para todas aquellas personas que, de
una forma u otra, sienten que sus vidas están aplastadas y para las cuales el vivir se convierte en
una pesada carga, sea por la pobreza material, sea por su indefensión social, sea por la
ignorancia e incultura, sea por el desprestigio social o la discriminación en cualquiera de sus
formas, sea por su debilidad física o mental...
* Mateo, sin embargo, habla de “pobres de espíritu”, aludiendo a esa fundamental actitud de
confianza y disponibilidad ante Dios. Bajo esta expresión se engloba tanto a los pobres de Yavé
–los anawin bíblicos- como a los que eligen ser pobres, que se dice en la espiritualidad de hoy
* Es evidente que Jesús no proclama a los pobres por el hecho de ser pobres, ni menos aún
señala la pobreza como un ideal de vida. Esta interpretación del texto, que desgraciadamente se
hizo y aún se hace, es una burla contra los pobres y contra el mismo Jesús, que se rodeó de
hambrientos y enfermos precisamente para darles de comer y curarles. La dicha de los pobres
radica en el hecho mismo de que ya ha llegado para ellos el reino de Dios, y en que Dios los
ama. Sin hacer presente el RD entre nosotros es una farsa proclamar las bienaventuranzas.
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5. Por qué son dichosos los pobres
Jesús no habla de la “pobreza” en abstracto, sino de aquellos pobres con los que él trata mientras
recorre las aldeas. Familias que sobreviven malamente, gentes que luchan por no perder sus
tierras y su honor, niños amenazados por el hambre y la enfermedad, prostitutas y mendigos
despreciados por todos, enfermos y endemoniados a los que se les niega el mínimo de dignidad,
leprosos marginados por la sociedad y la religión. Aldeas enteras que viven bajo la opresión de
las elites urbanas, sufriendo el desprecio y la humillación. Hombres y mujeres sin posibilidades de
un futuro mejor. ¿Por qué el reino de Dios va a constituir una buena noticia para estos pobres?
¿Por qué van a ser ellos los privilegiados? ¿Es que Dios no es neutral? ¿Es que no ama a todos
por igual? Si Jesús hubiera dicho que el reino de Dios llegaba para hacer felices a los justos,
hubiera tenido su lógica y todos le habrían entendido, pero que Dios esté a favor de los pobres,
sin tener en cuenta su comportamiento moral, resulta escandaloso. ¿Es que los pobres son
mejores que los demás, para merecer un trato privilegiado dentro del reino de Dios?
Jesús nunca alabó a los pobres por sus virtudes o cualidades. Probablemente aquellos
campesinos no eran mejores que los poderosos que los oprimían; también ellos abusaban de
otros más débiles y exigían el pago de las deudas sin compasión alguna. Al proclamar las
bienaventuranzas, Jesús no dice que los pobres son buenos o virtuosos, sino que están sufriendo
injustamente. Si Dios se pone de su parte, no es porque se lo merezcan, sino porque lo
necesitan. Dios, Padre misericordioso de todos, no puede reinar sino haciendo ante todo justicia
a los que nadie se la hace. Esto es lo que despierta una alegría grande en Jesús: ¡Dios defiende
a los que nadie defiende!
Esta fe de Jesús se arraigaba en una larga tradición. Lo que el pueblo de Israel esperaba siempre
de sus reyes era que supieran defender a los pobres y desvalidos (viudas, niños y extranjeros).
Un buen rey se debe preocupar de su protección, no porque sean mejores ciudadanos que los
demás, sino simplemente porque necesitan ser protegidos. La justicia del rey no consiste en ser
“imparcial” con todos, sino en hacer justicia a favor de los que son oprimidos injustamente (Salmo
72,4.12-14, Salmo 99,4; Salmo 146,7.9; Judit 9,11).
Las bienaventuranzas no son la recompensa a virtudes morales, a esfuerzos y conversión. Dios
se pone de parte de los pobres, de los hambrientos, de los que la vida sólo les depara penas y
llanto, de los que sufren persecución por causa de Jesús y de su causa, no porque éstos sean
mejores o tengan determinadas virtudes, sino porque su situación de opresión e inhumanidad le
resulta insoportable a él que es Dios de vida y justicia, de verdad y misericordia. Éste es el
mensaje de Jesús.
6. Imagen de Dios que nos revelan las bienaventuranzas
Las bienaventuranzas se refieren prioritariamente a Dios: nos hablan de Él, nos dicen quién esl y
cuál es su querer y voluntad. Ellas explicitan el significado del anuncio de Jesús y muestran lo
que Dios está dispuesto a hacer por las personas: qué posibilidades ha abierto ya y qué futuro
realizará.
La expresión “reino de Dios” es la que mejor lo expresa. Si eso es así, parece claro que las
Bienaventuranzas, antes que ser catequesis dirigidas a las cristianos, son evangelio, buena
noticia dirigida a los pobres: Dios está de parte de ellos; más aún, Dios es-en-ellos.
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Podemos comprender mejor las bienaventuranzas partiendo de las partes finales, que expresan
la base de todo lo que precede. Estas partes finales abren la mirada a la plenitud de la acción
salvífica de Dios y constituyen una verdadera buena noticia pues nos revelan a Dios.
Leyendo en continuidad dichas partes finales recibimos este mensaje sobre Dios:
1.- Es rey y pastor, está de vuestra parte. Os ofrece su Reino
2.- Os consolará, cambiará vuestro destino doloroso por una existencia de alegría.
3.- Ha destinado para vosotros la tierra, el espacio de una vida tranquila y segura.
4.- Os saciará, os asegurará la plenitud de la vida.
5.- Tendrá misericordia de vosotros, os perdonará vuestras culpas.
6.- Se os presentará en un encuentro personal e inmediato.
7.- Os reconocerá como sus verdaderos hijos, os hará entrar en su familia.
8.- Es vuestro defensor, quiere vuestra alegría, os ofrece el Reino
Quien cree en ese Dios y quien se aventura a caminar por la senda marcada en las
bienaventuranzas se puede considerar feliz, puede ser declarado y reconocido como dichoso,
porque sabe de quién se ha fiado.
Dios, Padre que escucha, que ama, que defiende, que libera, que siente pasión, siempre
clemente y fiel, que toma partido, que cumple las promesas, que quiere que vivamos y seamos
felices y no que vivamos sufriendo y muriendo...
7. Las bienaventuranzas, una buena noticia
* Entendidas así, las bienaventuranzas recobran todo su sabor de alegre noticia, y queda
descalificada la interpretación que las considera como una colección de normas éticas (debemos
ser pobres, debemos pasar hambre, hemos de ser justos, etc.). Para Jesús la pobreza y la
miseria es algo escandaloso que va contra el querer de Dios. El cristiano debe rechazarla y
combatirla. Todo esfuerzo por suprimirla es un paso que hace avanzar al reino de Dios, que es
expresión de la riqueza y la abundancia compartida. Sin embargo, en la actual situación en la que
viven tantas personas y países, elegir la pobreza como solidaridad con los pobres para luchar
contra ella se convierte en buena noticia, ya que es proseguir la causa de Jesús y vivir nuestra
filiación y fraternidad construyendo el reino de Dios.
* Demasiadas veces las bienaventuranzas han sido y son usadas para invitar a la resignación.
Los pobres, los hambrientos, los que ahora os toca sufrir... no debéis desesperar; tened
paciencia, que Dios os hará ricos y felices... en el más allá. Alguien, refiriéndose a ellas, habló de
que eran “cadenas revestidas con una capa de oro, pero cadenas que esclavizan”.Esto es una
adulteración del Evangelio. Jesús nos invita a conseguir la dicha, el bienestar, el gozo, la paz, la
alegría... Pero nos dice que el camino para conseguir todo eso es el “inverso, el opuesto” al que
se estila en la sociedad. Todo está muy claro. Nosotros quisiéramos un cristianismo cómodo y
lógico, y Jesús nos presenta otro mensaje, otro estilo de vida, otra imagen de Dios.
* Este pasaje evangélico responde, con claridad, a esos interrogantes fundamentales que
muchas veces nos hacemos las personas y que, al no encontrar respuesta satisfactoria, nos
paralizan. Aquí encontramos respuesta a quién y cómo es Dios, con quién está, dónde debe
colocarse el cristiano, cómo encontrar gozo y paz, quiénes son verdaderamente felices...
8. Dimensión ética, política y teológica de las bienaventuranzas
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* Una de las pasiones más fuertes del corazón de Dios son los pobres, esas personas que por
sus circunstancias carecen de derechos y tienen sus necesidades vitales siempre a la intemperie.
En el AT, “viudas, huérfanos, niños y extranjeros” son las categorías más repetidas para referirse
a ellos. En el NT, son las bienaventuranzas las que sintetizan las diversas categorías de pobres.
* Quien recibe el toque de gracia de Jesús da a luz a Dios en su corazón, se ilusiona por el RD,
se deja configurar por los pobres y experimenta las bienaventuranzas. Estas cuatro afirmaciones
son inseparables, y cualquiera de ellas puede considerarse como fuente, camino o meta de las
otras dos. Por eso decimos que las bienaventuranzas tienen una dimensión ética, política y
teológica.
* Ética. La existencia de todas esas personas y grupos a los que se refieren las
bienaventuranzas no depende ni se debe tanto de factores naturales como de factores históricos
y decisiones humanas. La realidad de los pobres, de los que lloran, de los que pasan hambre
tiene mucho que ver con las decisiones, opciones y estilo de vida de las personas y con lo que
son las configuraciones sociales y la estructura de la sociedad
* Política. Esas personas y clases sociales manifiestan la corrupción del Primer Mundo y su
profunda inhumanidad, y son la piedra de toque de la democracia y de los derechos humanos. La
salud del mundo desarrollado se detecta analizando sus heces, y éstas son el Tercer Mundo y los
pobres. Pobres y ricos son realidades dialécticas: existe la una porque existe la otra. Cuando más
de las dos terceras partes de la humanidad son pobres no es aventurado decir, desde la razón
humana y desde el evangelio, que la causa de las bienaventuranzas y de los pobres es la causa
de la humanidad. La causa, no una causa más de la humanidad.
* Teológica. Las bienaventuranzas proclamadas por Jesús nos revelan cómo es Dios. Son
camino para el encuentro y conocimiento de nuestro Dios. Antes que una obligación o mandato
las bienaventuranzas son una verdad teológica. 0 sea: no hay conocimiento -en su pleno sentido
bíblico- del Dios de Jesús sin vivir las bienaventuranzas. Por eso, el motivo último de nuestro
compromiso con los pobres y oprimidos no está en el análisis social que empleamos, en nuestra
compasión humana, en la experiencia directa que podamos tener de la pobreza... Todas ellas
son razones válidas que juegan, sin duda, un papel importante; pero, en tanto que cristianos,
nuestro compromiso se basa fundamentalmente en el Dios de nuestra fe: en la parcialidad del
Dios de las bienaventuranzas hacia todas esas personas y en la gratuidad de su amor.
9. Reflexiones para nosotros y nuestro tiempo
a)
El peligro de la apatía
Si algo aparece claro en las bienaventuranzas es que Dios es el Dios de los pobres, de los que
tienen hambre y sed, de los que lloran y sufren. Dios no es insensible al sufrimiento humano. Dios
no es apático. Dios sufre donde sufre el amor. Por eso, el futuro proyectado por Dios pertenece a
esos hombres y mujeres que sufren porque apenas hay lugar para ellos en el corazón de los
hermanos y en esta sociedad.
Vivimos en un mundo cada vez más apático, en el que está creciendo la incapacidad para sufrir
y para percibir el sufrimiento ajeno y, por tanto, tratamos de esconderlo. De mil maneras vamos
evitando la relación y el contacto con los que sufren. Levantamos muros que nos separan de la
experiencia y de la realidad del sufrimiento. La organización de la vida moderna parece ayudar a
encubrir la miseria y la soledad de las gentes y a ocultar el sufrimiento hondo de las personas.
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Raramente experimentamos de forma sensible e inmediata el sufrimiento, la soledad, la miseria y
la muerte de los otros. En medio de esta apatía social se hace todavía más significativo el
mensaje de las bienaventuranzas y la fe cristiana en un Dios crucificado que ha querido sufrir
junto a los abandonados de este mundo.
b)
Mal programados
Todos sabemos, por experiencia, que la vida está sembrada de problemas y conflictos. Pero, a
pesar de todo, podemos decir que la felicidad es uno de los mejores indicadores para saber si
una persona está acertando en el difícil arte de vivir. Se puede incluso afirmar que la verdadera
felicidad no es sino la vida misma cuando es vivida con acierto y plenitud. Nuestro problema
consiste en que la sociedad actual nos programa para buscar la felicidad por caminos
equivocados, que casi inevitablemente nos conducirán a vivir de manera desdichada.
Las bienaventuranzas nos invitan a preguntarnos si tenemos la vida bien planteada o no, y nos
urgen a eliminar programaciones equivocadas. ¿Qué sucedería en mi vida si yo acertara a vivir
con un corazón más sencillo, sin tanto afán de seguridad, con más limpieza interior, más atento a
los que sufren, con la confianza en un Dios que me ama de manera incondicional?
c)
La felicidad no se compra
Nadie sabe dar una respuesta totalmente convincente y clara cuando se nos pregunta por la
felicidad: ¿Qué es? ¿Cómo alcanzarla? ¿Por qué caminos? Ciertamente, no es fácil acertar a ser
feliz. No se logra la felicidad de cualquier manera. La felicidad no se puede comprar. Por eso hay
tantas personas tristes, a pesar de que cada vez aumentan más las ofertas y los caminos para
ser feliz.
¿En qué creer: en las bienaventuranzas de Jesús o en los reclamos de nuestra sociedad? Uno se
va haciendo creyente cuando va descubriendo prácticamente que somos más felices cuando
amamos, incluso sufriendo, que cuando no amamos y por lo tanto no sufrimos por ello. Es una
equivocación pensar que el cristiano está llamado a vivir renunciando y sacrificándose más que
los demás, de manera más infeliz que otros. Ser cristiano, por el contrario, es buscar la felicidad,
una felicidad que comienza aquí, y que alcanzará su plenitud en el encuentro final con Dios.
10. Sugerencias para orar con las bienaventuranzas
a)
Escuchar. Prestar oído al mensaje de Jesús. Dejar que se introduzca en nuestro corazón.
Atender y entender sus palabras; dejar que éstas nos muevan y remuevan. Evitar otras ondas,
otras sintonías, otras vibraciones, otras modas, otros mensajes.
b)
Creer. Dejar que las bienaventuranzas arraiguen en nosotros. Dar crédito a las palabras
de Jesús. Dejarnos influir por ellas. Creer en los pobres, en los hambrientos, en los que lloran, en
los misericordiosos, en los que trabajan por la justicia, en los limpios de corazón, en los
desposeídos, en los que trabajan por la paz. Creer que yo estoy llamado a la vida, a ser hijo de
Dios. Creer que voy a recibir ayuda y consuelo, que mi hambre y sed de justicia van a ser
saciadas. Creer en Dios, en los pobres, en mí...
c)
Gozar. Alegrarse por un mensaje tan nuevo y radical. Saborear los pequeños o grandes
logros. Disfrutar del Evangelio, de la novedad de la Buena Noticia. Saborear el ser creyente. No
aburrirse. Deleitarse con los triunfos de los pobres, de los marginados, de los últimos.
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A
d)
Vivir en positividad: Apreciar la vida, las opciones tomadas, el camino que voy
recorriendo. No caer en el pesimismo, en la desesperanza, en la apatía. Mantener los ideales, la
utopía, las bienaventuranzas, aun en los momentos negros y de fracaso. Saberme llamado,
invitado, amado, enviado...
e)
Anunciar. Recordar con frecuencia que soy dichoso, que estoy llamado a ser feliz.
Recordárselo a todos. Evocar los momentos y las decisiones de mi vida. Descubrir y difundir la
felicidad. Notificar todo lo bueno y positivo. Despertar, no dejarse engañar ni programar.
Anunciar: testimoniar lo que ya estoy viviendo.
11. Hilos para entender las bienaventuranzas
Cómo podrá alguien ayudar,
si nunca ha necesitado un hombro amigo.
Cómo podrá alguien consolar,
si nunca sus entrañas han temblado de dolor.
Cómo podrá alguien curar,
si nunca se ha sentido herido.
Cómo podrá alguien ser compasivo,
si nunca se ha visto abatido.
Cómo podrá alguien comprender,
si nunca en su vida ha tenido el corazón roto.
Cómo podrá alguien ser misericordioso,
si nunca se ha visto necesitado.
Cómo podrá alguien dar serenidad,
si nunca se ha dejado turbar por el Espíritu.
Cómo podrá alguien alentar,
si nunca se quebró por la amargura.
Cómo podrá alguien levantar a otros,
si nunca se ha visto caído.
Cómo podrá alguien dar alegría,
si nunca se acercó a los pozos negros de la vida.
Cómo podrá alguien ser tierno,
si en su vida todo son convenios.
Cómo podrá alguien acompañar a otros,
si su vida es un camino solitario.
Cómo podrá alguien compartirse,
si en su vida todo lo tiene cubierto.
Cómo podrá alguien gozar el evangelio,
si lleva cuenta hasta del comino.
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Cómo podrá alguien encontrar,
si nunca ha estado perdido.
¡Cómo podrá alguien si no ser dichoso…!
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