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LA FABRICA DE JUGUETES.COM
Por Martha Miniño
10 de noviembre del 2008
Para R
Se acercaba la fecha crítica y todo era un caos, desde la entrada hasta la salida todo
estaba patas arribas. Cada cual corría por aquí y por allá, cada quien quería tener su parte
hecha, pero el tiempo corría y todos estaban atrasados. La fecha se acercaba y los
segunderos del reloj acortaban inexorables el tiempo que parecía caérseles encima a todos.
La fábrica era pues, todo un desorden en armar, construir, soldar, pegar, coser, pintar,
redecorar, poner instrucciones, armar cajas, ponerle juguetes, cerrar y colocar pegamento.
En fila pasaban rojos carritos de bomberos, chillones colores para los autos de
carreras, enormes camiones amarillos, azules, pardos, baterías para los controles remotos,
de autos, motocicletas y aviones de todas las formas y colores. Las muñecas se apiñaban
coquetas y sonrientes, con grandes ojos de largas pestañas, siempre curiosas, miraban
presumidas y vanidosas a las demás estanterías, ellas eran las preferidas, suspiraban, sobre
los peluches, casitas de muñecas, juegos de cocina, parchís, monopolios, damas, ajedreces,
los legos de armar, los rompecabezas y demás chucherías.
Las cintas de colores, coronas, sombreros adornaban sus cabezas rubias, morenas,
pelirrojas y siempre muy engreídas iban mirándose unas a las otras, chispeando algunas al
ver que sus cajas eran más modestas que las de su vecina. Manos y artilugios mecánicos
iban arreglando los juguetes en sus respectivos envases.
Los más callados eran los peluches, sabían que irían a parar a una estantería a
guardar polvo, o quién sabe, a manos de un chiquillo odioso que los llenaría de su mugre,
pocos tendrían la suerte de dormir abrazados, sintiendo el calorcillo y el tun tun de un
corazón infantil, tal vez sus ojillos serían despegados y su cola de serrín desprendida.
Una que otra muñeca se estremecía pensando en su futuro despegamiento de
cabeza, otras, muy vanidosas, sabían que serían la admiración de todas las chiquillas del
vecindario.
Los juguetes de escasa calidad se colocaban modositos y en humilde silencio junto a
los costosos juegos; las bicicletas, triciclos, trineos, patinetas, patines eran los más
alborotados, pues sabían que su reinado sería largo y entre si, se reían de los futuros brazos
y dientes rotos.
Todos y cada uno de los juguetes añoraban para que llegasen las fechas en que
serían despachados a las tiendas para las fiestas navideñas. Todos sabían de antemano
quiénes serían sus dueños en ciernes. Un papelito con un nombre, Juan, Ana, Pablo,
Marcela, Angela, María Teresa, Jorgito, pero ay ¡ Qué alboroto se armaba cuando el
papelito aparecía con más de un nombre….Gitano ¡ Gitano sin patria ni dueño ¡ El pobre
juguete se resignaba a su suerte, sabía ya que no tendría un hogar fijo y que iría aparar de
manos en manos, quién sabe quién lo cuidaría o lo amaría con celo como aquellos que sólo
tenían escrito un nombre…. Llanto invisible de los lánguidos y enormes ojos pintados de
las muñecas, que veían toda su presunción hecha pedazos.
Los juguetes de hule y plástico eran los más sonrientes, sin importarles a cuántas
manos irían a parar, su resistencia y su flexibilidad les hacían casi eternos, por lo que
muchos se reían ante la histeria de algunos de los presuntuosos carritos de colores de
control remoto o juegos de armar.
La desesperación y el pánico se apoderaban cuando uno de los juguetes se
encontraba falto del documento. Sabía que su suerte estaba echada, iría a parar al fondo del
depósito y tal vez a mediados del año se le colocaría un papel pequeño con un nombre en
ciernes. Saldría del polvo y tal vez sería regalado a unas manitas pobres o al hospicio,
donde entusiasmados con tal vez, el único juguete de su vida, serían hechos trizas o
guardados en una vivienda menesterosa, al menos, suspiraban, harían sonreír a un chiquitín.
Risa, llanto, insultos, todos en silencio, los juguetes no saben hablar y sus
sentimientos parecen caer al vacío de sus enormes cajas de empaque. Las manos precavidas
sabían cuándo pegar la dichosa credencial de su futuro, ante la resignación de todos.
Pero todos sin excepción iban convencidos de lo importante que era su misión, eran
los responsables de arrancar sonrisas y carcajadas de alegría a niños ricos y pobres, sanos y
sobre todo, enfermitos. Uno, dos, tres dueños, para muchos no era nada, sólo querían ser los
depositarios de alegrías, risas, rico alboroto y revuelo de la imaginación infantil, que les
permitiría ir algún día al paraíso de los juguetes.
Eso fue el año pasado. Este año la fábrica tenía un revuelo mayor y se hacían
actividades extraordinarias. Las cajas de muñecas, automóviles, camiones, peluches, juegos
de baseball, rompecabezas, juegos de te, cocina, casitas, carros de bomberos, camiones, las
pistolas de vaquero y muchos, muchos más se iban amontonando en un enorme almacén.
La hora se aproximaba, la fecha casi ya corría, las cajas fueron en aumento, casi llegaban al
techo, casi en desorden, unos con otros sin importar su clase, por lo que los presumidos
juguetes de ricachones se vieron entremezclados con modestas cajas de juegos de hule y
latón, si aparentemente importarles.
A pesar de todo el desorden y la llegada de nuevos juguetes, todos en silencio se
preguntaban cuándo vendrían a asignarles dueños. El tiempo pasaba y nadie entraba, ni se
acercaba, el enorme hangar estaba desolado, en silencio, los juguetes se hacían una enorme
interrogante que parecía asomar entre las cajas, que ahora a oscuras, parecían los enormes
ladrillos de un edificio abandonado.
Fuera era otra historia. Las máquinas fueron sustituidas por complejos robóticos que
armaban sofisticados ensamblajes electrónicos, microchips, mini-pantallas, procesadores,
discos, todo se armaba meticulosamente y se construía con delicadeza. Las pequeñas
cajitas eran colocadas con más delicadeza aún en cajas acolchadas y soportes, protectores,
pequeños botoncitos luminosos adornaban sus frentes, que contrastaban con sus magnéticos
nombres, Power-X, Play-Station, Weo,………..Eran los juegos del mañana.
Niños y niñas sólo aspiraban a jugar estos delicados y curiosos artilugios, mientras
movían frenéticos sus pulgares, miraban hipnotizados una pantalla con numerosos colores y
figuras, era la carrera de ser el más rápido y ágil, de ganar más puntos, de matar, cortar
cabezas, lanzar morteros, llamas y usar espadas.
Ya nadie quería estos viejos juguetes, obsoletos por el momento, y para
muchachitos tontos.
Ahora la Fábrica de Juguetes se llamaba La Fábrica de Juguetes.Com
Sólo un nombre era colocado en sus etiquetas, su corta vida les hacía imposible
regalarles o que se convirtiesen en herencia de los menos poseídos. Entre todos había una
fiera competencia de superioridad y de puntuación, de complejidad de mundos y de
proezas, del grado de dificultad y del tiempo en que eran realizados. Furiosos veían con
celos cuando salía un nuevo producto, competencia feroz de su corta existencia.
Atrás en el depósito, los antiguos juguetes se preguntaban cuándo sería su hora de ir
a iluminar caritas infantiles. Nadie acudía a buscarles.
El tiempo pasó, el hangar se llenó al tope de antiguos artefactos que en una época
hacían reír, correr, saltar y estallar en bullicio a los chiquillos. Los juguetes parecían
resignarse a su suerte de trasto viejo.
La fábrica siguió modernizándose, nuevas pantallas, más diminutas, nuevos
artilugios iban desplazando a los fieros protagonistas del día de ayer, ni siquiera los
peluches con su suavidad se salvaron, fueron desplazados por osos, perritos inicialmente de
metal y luego casi naturales, patentizados por los japoneses como las mascotas ideales para
la casa, y cuyo duro corazón endurecía aún más el ya cerrado y oscuro de los niños del
moderno hoy. Hasta los más bebecitos tenían ya su diseño especial y digitalizado para su
entretenimiento, adiós hules y maracas, luces y chirridos eléctricos acompañaban las cunas
y catrecitos.
Ya no veías niños en la calle, todos se encontraban encerrados en sus casas,
mientras sus manitas movían rápidamente teclados o con sus pulgares penetraban mundos y
asesinaban oscuros héroes y demonios. Sus manos habían crecido grotescamente, enormes
pulgares eran lo más prominente; sus caritas, blanquecinas, mortecinas, enormes ojos con
rastros rojizos, la luz del sol apenas les daba en la escuela; los parques se encontraban
desolados, casi nadie iba al zoológico, para qué, si podían verle en una pantalla y crear su
imagen holográfica sin todos esos peligros de ser atacados, ni molestados por olores ni
bacterias ? Los circos andaban ya en quiebra y a menos de que fuesen espectáculos
electrónicos, nadie acudía a verles.
Las bicicletas, triciclos, patinetas, patines, todos pasaron a puros museos de viejos,
el colesterol llegó a sus límites, las delgadas y desproporcionadas figuras de unos
contrastaban con obesos y odiosos chiquillos que pasaban sus días frente a una pantalla.
La ciudad se congeló, el tiempo parecía detenerse, los cielos grises habían hecho
esconder los pocos retazos de sol que podían adornar el firmamento.
No habían risas ni bullicio, todo estaba apagado, los colores dejaron su paleta de
arco iris y se asentaron el negro, gris, pardo, y todas sus variaciones. Los sabores fueron
insípidos como insípidas parecía ser la vida de todos en la gran ciudad.
La Fábrica de Juguetes.Com seguía su alocada carrera de lanzar artilugios
electrónicos cada vez más sofisticados y que eran lanzados para las fiestas de fin de año,
distribuidos a las tiendas, donde numerosas filas se armaban desde tempranas horas de la
madrugada.
Ya nadie se acordaba de la Navidad. Era algo del pasado, sus colores, sus luces, sus
cánticos, sus dulces y su alegría pertenecían a otra historia. En un viejo hangar, olvidado
por todos, los juguetes todavía esperaban.
Y así ocurrió, se acercaba el final del año, la Fábrica de Juguetes.Com aceleraba su
producción de novedosos instrumentos de violencia, oscuridad y soledad para el público
infantil.
Y así como finalizaba este año, una tristeza desalentadora y gradual se fue
apoderando de todos y cada uno de los niños, desde el más pequeño hasta el más
grandecito. El llanto surgía fácil de sus ojitos, las pataletas eran incontrolables, algunos se
metían en sus camas y no querían hablar con papá y mamá, las notas de la escuela eran un
desastre, engordaban hasta ser obesos o se tornaban delgados y cadavéricos, todos sin
excepción estaban tristes y nadie sabía por qué.
Nuevos juguetes electrónicos salieron al mercado, armados con nuevos chirridos,
puntuaciones y medios de conquistar mundos o saltar obstáculos. Nada pareció detener el
paso agigantado de la tristeza que se apoderó como un puño cerrado de la gran ciudad.
En un hangar viejo y olvidado, algunos personajes todavía recordaban y añoraban
un ayer feliz.
En medio de la tristeza llegó. Una versión moderna de Flautista de Hammelin
diseñado por Tim Burton y disfrazado de payaso del nunca jamás. Tenía una bolsa llena de
risas y algarabías, una voz que contaba misteriosos cuentos de niños felices y traviesos, de
imaginarios amigos que marchaban en veloces caballos alados, de hadas y duendes, de
animales y seres irreales que hablaban y llevaban de la mano a encantados castillos e islas
pobladas de fabulosas criaturas, donde las casitas eran no sólo de pan de jengibre, también
de ladrillos de chocolate, balaustradas de caramelo y fuentes con todos los sabores y
colores, donde el viento cantaba, los animales se reían y jugaban a ser humanos, cuando las
princesas dejaban de ser niñas y cantaban acompañadas de sílfides, náyades; los arroyos y
los árboles tenían vida propia y hasta el fuego de la chimenea te daba un rico calor mientras
te contaba una rica historia.
De su bolsillo salían globos, serpentinas, flores de chillones colores, patos de hule,
dulces y muchas bromas y colorines que contrastaban con el sucio gris de las paredes y
nubes de un cielo plomizo y melancólico.
Todos le vieron con ojos de suspicacia, demasiado color, demasiado alegre, irritaba
los sentidos la felicidad que irradiaba era demasiado contagiosa, demasiado peligrosa para
el triste devenir de la gran ciudad. Todos le apedrearon.
Nadie le volvió a ver, bueno, eso al menos, creían.
Una de tantas plomizas y enfermizas tardes apareció de nuevo. Llevaba en la mano
un chillón aparato de música que hacía sonar con una vieja manivela. Solo se paseó por
toda la ciudad y solo salio de ella. Luego, nadie le volvió a ver.
Tampoco nadie volvió a ver a los niños. A partir de ese día no quedó un solo
infante, caminase, gatease o no en la gran ciudad. La desesperación de los padres fue
enorme, sus deformes y tristes críos habían desaparecido, nadie sabía dónde se hallaban.
También fue desesperación para los ejecutivos de la Fábrica de Juguetes.Com, no
había público para sus diseños, los adultos estaban muy contaminados u ocupados para
jugar con ellos.
Y así, mientras más tristeza inundaba la ciudad, se acercó la fiesta de fin de año.
La estrafalaria figura del payaso apareció de nuevo con una enorme explosión de
fuegos artificiales en el cielo, todos los colores impactaron sobre el firmamento, mientras
alegres melodías inundaron todos los rincones y en su paseo se fue acompañando
gradualmente de chicos, chiquitines, nenes, bebés e infantes, quienes venían muy alegres
con las caritas sonrosadas, ojos brillantes, dando brincos, gozosos, alegres todos, cargados
con los antiguos juguetes que pacientemente habían esperado su momento en el viejo
hangar.
La gente inundó las calles, lágrimas en los ojos, los abrazos se confundieron, las
risas por primera vez en muchos años se escucharon en la ciudad, cuyas paredes
lentamente se fueron coloreando, mientras los cielos dejaron atrás las oscuras nubes y un
enorme cielo estrellado les contemplaba y se llenaba de luminarias con cada risa de algún
niño.
Los juguetes habían esperado, su tiempo había llegado.
Era 24 de diciembre, era Navidad.
Un enorme árbol decorado con muchos adornos de todos los colores, muñecos, y
juguetes variados apareció en el frente de la fábrica y creció descomunalmente, y al
hacerlo, tumbó parte del letrero, en el suelo, la leyenda .Com le hizo recordar a los
ejecutivos su misión ya olvidada.
La gran ciudad ha recobrado sus colores, las sonrisas y las risas de los niños se
escuchan por doquier. La fábrica sigue lanzando muñecas, automóviles, bates, peluches,
carritos, bicicletas, cada sonrisa de un niño alumbra aún más el firmamento.
Y nuestro colorido personaje ? Dicen que es tan sólo una leyenda urbana, nadie
nunca más le ha vuelto a ver.
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