Peritaje del inculpado: La Imputabilidad

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Joaquín Morata Jarque
Director de PsicoJuris
Docente Posgrado. UdG.
PERITAJE DEL INCULPADO (I)
El “inculpado”. Delimitación del concepto.
El Diccionario la R.A.E, define inculpar como culpar, acusar a uno de una cosa
Sin embargo, el mismo diccionario, refiere que inculpado puede tener como
significado: Inocente, sin culpa.
Por lo tanto, y aunque el término tiene una connotación más severa, es preferible utilizar
desde este momento el termino de Acusado o, si se prefiere, el término Encausado.
Todos estos términos tienen en común el hecho de que se señala/considera a alguien
como “presunto” autor de algún hecho susceptible de ser sometido a un proceso judicial
que debe resolver sobre esa “presunción” y, en su caso, imponer algún tipo de sanción o
pena.
Entendido así, todos podemos ser acusados o encausados. Basta con que se nos señale
como autores de una conducta tipificada en la ley como delito o infracción.
Ya estamos encausados.
A partir de ahora se inicia un proceso en el que se ha de dirimir si somos culpables o no
lo somos (porque inocentes no dejamos de serlo hasta que un tribunal se pronuncie en
sentido contrario).
Y lo primero que, por mor de la lógica, se deberá discriminar es si hemos podido
realizar la conducta (acción u omisión) que se nos imputa.
El concepto que nos interesa ahora es el de IMPUTABILIDAD.
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La IMPUTABILIDAD se refiere a la capacidad de atribución de una culpa, delito o
acción, según la R.A.E.
Lo siguiente es buscar el concepto en el campo legal pero este término no se define en
el Código Penal.
En la Ciencia del Derecho Penal española solía definirse la imputabilidad como la
capacidad de entender y de querer.
Pero esta noción es dogmáticamente insostenible, pues si en el sujeto falta la capacidad
de entender y de querer, quedaría excluida la acción o la omisión como primer
elemento del concepto delito. Parece más acertado el concepto de imputabilidad como
la capacidad de comprender el carácter ilícito de la conducta y de obrar conforme a
ese conocimiento. Por lo que respecta al elemento intelectual o la punibilidad de la
acción o de la omisión, sino únicamente su ilicitud. No es preciso que el sujeto pueda
conocer los preceptos legales, sino únicamente si su acción o su omisión son contrarias
al orden de la comunidad.
Mir Puig rechaza el concepto de imputabilidad de la opinión dominante, como
capacidad de comprender el carácter ilícito de la conducta y de obrar conforme a ese
conocimiento, por estimar que se basa en la concepción de la culpabilidad como
capacidad de obrar de otro modo y considera que la imputabilidad es la normalidad
psíquica que hace posible una motivación normal.
Para Muñoz Conde la imputabilidad es, simplemente, la capacidad de motivación por
la norma.
Gómez de Liaño la define como «Aptitud de la persona para responder de los actos que
realiza»
De estos párrafos extraídos de un libro de Derecho Penal y de un Diccionario Jurídico,
parece apreciarse que la imputabilidad no se refería sólo al hecho de si estábamos allí en
el momento en que se produjo el asesinato sino a algo más sutil (“capacidad de
entender”, “capacidad de comprender”, “elemento intelectual”, “normalidad psíquica”,
“motivación”…).
La necesidad que tiene el Derecho de ser preciso y delimitar de manera unívoca sus
términos lleva, en muchas ocasiones, a definir un concepto por exclusión (“sensu
contrario”).
En esa línea, el Código Penal en los artículos 19, 20 y 21 determina las causas que
eximen y atenúan la responsabilidad criminal:
De las causas que eximen de la responsabilidad criminal
Artículo 19.
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Los menores de dieciocho años no serán responsables criminalmente con arreglo a este
Código.
Cuando un menor de dicha edad cometa un hecho delictivo podrá ser responsable con arreglo
a lo dispuesto en la ley que regule la responsabilidad penal del menor.
Artículo 20.
Están exentos de responsabilidad criminal:
1.º El que al tiempo de cometer la infracción penal, a causa de cualquier anomalía o alteración
psíquica, no pueda comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa comprensión.
El trastorno mental transitorio no eximirá de pena cuando hubiese sido provocado por el sujeto
con el propósito de cometer el delito o hubiera previsto o debido prever su comisión.
2.º El que al tiempo de cometer la infracción penal se halle en estado de intoxicación plena por
el consuno de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas, estupefacientes, sustancias psicotrópicas u
otras que produzcan efectos análogos, siempre que no haya sido buscado con el propósito de
cometerla o no se hubiese previsto o debido prever su comisión, o se halle bajo la influencia de
un síndrome de abstinencia, a causa de su dependencia de tales sustancias, que le impida
comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa comprensión.
3.º El que, por sufrir alteraciones en la percepción desde el nacimiento o desde la infancia,
tenga alterada gravemente la conciencia de la realidad.
4.º El que obre en defensa de la persona o derechos propios o ajenos, siempre que concurran
los requisitos siguientes:
Primero. Agresión ilegítima. En caso de defensa de los bienes se reputará agresión ilegítima el
ataque a los mismos que constituya delito o falta y los ponga en grave peligro de deterioro o
pérdida inminentes. En caso de defensa de la morada o sus dependencias, se reputará
agresión ilegítima la entrada indebida en aquélla o éstas.
Segundo. Necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla.
Tercero. Falta de provocación suficiente por parte del defensor.
5.º El que, en estado de necesidad, para evitar un mal propio o ajeno lesione un bien jurídico
de otra persona o infrinja un deber, siempre que concurran los siguientes requisitos:
Primero. Que el mal causado no sea mayor que el que se trate de evitar.
Segundo. Que la situación de necesidad no haya sido provocada intencionadamente por el
sujeto.
Tercero. Que el necesitado no tenga, por su oficio o cargo, obligación de sacrificarse.
6.º El que obre impulsado por miedo insuperable.
7.º El que obre en cumplimiento de un deber o en el ejercicio legítimo de un derecho, oficio o
cargo.
En los supuestos de los tres primeros números se aplicarán, en su caso, las medidas de
seguridad previstas en este Código.
De las circunstancias que atenúan la responsabilidad criminal
Artículo 21.
Son circunstancias atenuantes:
1.ª Las causas expresadas en el capítulo anterior, cuando no concurrieren todos los requisitos
necesarios para eximir de responsabilidad en sus respectivos casos.
2.ª La de actuar el culpable a causa de su grave adicción a las sustancias mencionadas en el
número 2.º del artículo anterior.
3.ª La de obrar por causas o estímulos tan poderosos que hayan producido arrebato,
obcecación u otro estado pasional de entidad semejante.
4.ª La de haber procedido el culpable, antes de conocer que el procedimiento judicial se dirige
contra él, a confesar la infracción a las autoridades.
5.ª La de haber procedido el culpable a reparar el daño ocasionado a la víctima, o disminuir
sus efectos, en cualquier momento del procedimiento y con anterioridad a la celebración del
acto del juicio oral.
6.ª Cualquier otra circunstancia de análoga significación que las anteriores.
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Profundizando en el Código Penal
El Artículo 19 se refiere expresamente al caso de que el encausado sea menor. El 20
detalla los casos de exención de la responsabilidad, mientras que el 21 está dedicado a
circunstancias que atenúan la responsabilidad.
Vamos a dedicar unos párrafos al análisis del artículo 20 desde el punto de vista legal,
siguiendo para ello a José Cerezo Mir:
Según el número 1 del artículo 20, está exento de responsabilidad criminal “el que al
tiempo de cometer la infracción penal, a causa de cualquier anomalía o alteración
psíquica, no pueda comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa
comprensión. El trastorno mental transitorio no eximirá de pena cuando hubiese sido
provocado por el sujeto con el propósito de cometer el delito o hubiera previsto o
debido prever su comisión”.
Según lo establecido en el número 2 del artículo 20, está exento de responsabilidad
criminal: “El que al tiempo de cometer la infracción penal se halle en estado de
intoxicación plena por el consumo de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas,
estupefacientes, sustancias psicotrópicas u otras que produzcan efectos análogos,
siempre que no haya sido buscado con el propósito de cometerla o no se hubiese
previsto o debido prever su comisión, o se halle bajo la influencia de un síndrome de
abstinencia, a causa de su dependencia de tales sustancias, que le impida comprender la
ilicitud del hecho o actuar conforme a esa comprensión”.
En la regulación de las causas de inimputabilidad basadas en una enfermedad, anomalía
o trastorno mental suelen adoptarse en los Códigos Penales tres tipos de fórmulas:
psiquiátricas o biológicas, psicológicas y psiquiátricos-psicológicas (que más adelante
veremos con las etiquetas de Psicopatológicas, Normativas y PsicopatológicoNormativas).
En las fórmulas psiquiátricas o biológicas se hace referencia únicamente a la
enfermedad, la anomalía o trastorno mental, sin aludir a los efectos psicológicos en la
conciencia o voluntad del sujeto, o en su capacidad de comprender el carácter ilícito de
su conducta.
En las fórmulas psicológicas se hace referencia al estado de inconsciencia o anulación
de la voluntad del sujeto.
En las fórmulas mixtas se hace referencia a una enfermedad, anomalía o trastorno
mental, pero se exige que, como consecuencia de ello, el sujeto se hubiera visto privado
de la capacidad de entender o de querer, o de comprender el carácter ilícito de su
conducta o de obrar conforme a ese conocimiento.
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En el nuevo Código Penal se ha adoptado una fórmula mixta psiquiátrica-psicológica o
biopsicológica en la regulación de las eximentes de anomalía o alteración psíquica y en
la de intoxicación plena por el consumo de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas,
estupefacientes, sustancias psicotrópicas u otras que produzcan efectos análogos o de
hallarse bajo los efectos de un síndrome de abstinencia.
ANOMALÍA O ALTERACIÓN PSÍQUICA.
En la eximente del número 1 del artículo 20 se refunden las de enajenación mental y
trastorno mental transitorio. Dicha refundición parece un acierto dada la dificultad de
deslindar ambos conceptos. Únicamente se mantiene la diferencia entre los trastornos
mentales de carácter permanente y duradero, de los de carácter transitorio. En el párrafo
2 del artículo 20.1 se establece que: “el trastorno mental transitorio no eximirá de pena
cuando hubiese sido provocado por el sujeto con el propósito de cometer el delito o
hubiera previsto o debido prever su comisión”.
La eximente del número 2 del artículo 20, de intoxicación plena por el consumo de
bebidas alcohólicas, drogas tóxicas, estupefacientes, etc., o de hallarse bajo la influencia
del síndrome de abstinencia de las mismas, podría considerarse superflua desde el punto
de vista estrictamente dogmático, pero no lo es desde el punto de vista práctico, pues
durante la vigencia del anterior Código Penal se exigía que la embriaguez no fuera sólo
plena, sino además fortuita. En la nueva eximente del número 2 es indiferente que la
embriaguez plena, o la intoxicación plena por el consumo de drogas, sea fortuita,
imprudente o voluntaria, siempre que no se trate de uno de sus supuestos de actio libera
in causa (acciones libres en causa).
En la eximente del número 1 del artículo 20 se ha prescindido del término enajenado
que no se trata de un término psiquiátrico. La nueva fórmula “cualquier anomalía o
alteración psíquica” permite comprender los supuestos de retraso mental y de
psicopatía, pero adolece de una imprecisión mucho mayor que el término enajenación.
No se determinan en absoluto los presupuestos psiquiátricos o psíquicos de aplicación
de la eximente y ello supone un grave quebranto de la seguridad jurídica.
En esta eximente estarán comprendidas todas las enfermedades mentales incluidas en la
clasificación de la OMS o de la Asociación Psiquiátrica Americana, con la excepción de
los trastornos mentales y de conducta debidos al uso de sustancias psicoactivas, como el
alcohol y las drogas, que estarán comprendidos en el número 2 del artículo 20, cuando
se den los requisitos.
El límite de los casos comprendidos vendrá determinado, en cada caso, por la exclusión
de la capacidad de comprender el carácter ilícito de la conducta o de obrar conforme a
ese conocimiento.
En la eximente estarán comprendidos también, en principio, los estados emotivos o
pasionales, aunque no es fácil que priven por completo al sujeto de la capacidad de
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comprender el carácter ilícito de la conducta o de obrar conforme a ese conocimiento.
No cabe alegar en contra de esta inclusión la existencia en nuestro Código Penal de la
atenuante de arrebato u obcecación (3ª del número 21) pues ello no impide que la
emoción o la pasión puedan dar lugar a la aplicación de la eximente completa de
anomalía o alteración psíquica.
En la eximente del número 1 del artículo 20 están comprendidos también los supuestos
de sugestión hipnótica.
Para la aplicación de la eximente de anomalía o alteración psíquica, en los supuestos de
trastorno mental transitorio, es preciso no sólo que el sujeto esté privado por completo
de la capacidad de comprender el carácter ilícito de la conducta o de obrar conforme a
ese conocimiento, sino también que el trastorno mental transitorio no “hubiese sido
provocado por el sujeto con el propósito de cometer el delito o hubiera previsto o
debido prever su comisión”. Este requisito negativo de la eximente alude a las llamadas
acciones libres en la causa (actio liberae in causa). El sujeto es inimputable en el
momento de realizar la acción u omisión típica y antijurídica, pero no lo era en el
momento anterior, cuando se provocó el trastorno mental transitorio. Se establece una
excepción al principio de que el sujeto ha de ser imputable en el momento de realizar la
acción u omisión típica y antijurídica. El requisito es perfectamente compatible, sin
embargo, con el principio de culpabilidad por el hecho, pues en el juicio de reproche se
tiene en cuenta no sólo las circunstancias del mismo, sino también la conducta anterior
del sujeto, en la medida en que sea relevante para determinar si la acción y omisión
típica y antijurídica realizada le era o no, o en qué medida reprochable al sujeto.
Aunque la cuestión es dudosa, se entiende que la referencia se hace únicamente a los
supuestos en que la provocación del trastorno mental transitorio, por el sujeto, es
voluntaria, con el propósito de cometer el delito o habiendo previsto o debido prever
que en esta situación podía cometerlo. La palabra “propósito” debe ser interpretada
como sinónimo de dolo. El término delito está aquí utilizado en sentido amplio,
comprensivo de los delitos y de las faltas.
No cabe ver en la conducta provocadora del trastorno mental transitorio un principio de
ejecución del delito de acción doloso cometido durante dicho trastorno mental, pues el
principio de ejecución viene marcado por el comienzo de la realización de la acción
típica.
En el nuevo Código Penal quedan excluidos también de la eximente de anomalía o
alteración psíquica los supuestos más graves de la actio libera in causa imprudente, es
decir, aquellos casos en que la provocación del trastorno mental transitorio es
voluntaria, habiendo previsto el sujeto o debido prever que en esta situación podía
cometer el delito (que puede ser doloso o imprudente). En los restantes casos (cuando la
provocación del trastorno mental transitorio fue por imprudencia o negligencia) será
aplicable la eximente en relación con el hecho delictivo (doloso o imprudente) cometido
durante el trastorno mental transitorio, pudiendo incurrir, no obstante, el sujeto en
responsabilidad por delito imprudente de resultado, si la provocación del trastorno
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mental transitorio supone una infracción del cuidado objetivamente debido para evitar la
producción del resultado delictivo, la conducta imprudente está sancionada
expresamente por la ley y se dan los restantes elementos del tipo de lo injusto de los
delitos imprudentes: que el resultado se hubiera producido precisamente como
consecuencia de la inobservancia del cuidado objetivamente debido y fuera uno de los
que trataba de evitar la norma.
Podemos pues apreciar que se está partiendo de la consideración de los actos humanos
como formados por dos componentes: el cognitivo y el volitivo. Componentes que
definen, desde el campo del Derecho el acto humano que puede ser objeto del derecho,
pues únicamente los actos humanos voluntarios y libres pueden serlo (sólo hay que
pensar en los actos involuntarios, pero indudablemente humanos, que nos sobrevienen
durante el sueño y sobre los que el Derecho tiene poco que decir).
ANOMALÍA O ALTERACIÓN PSÍQUICA SOBREVENIDA DESPUÉS DE LA
COMISIÓN DE UN DELITO.
La aplicación de la eximente de anomalía o alteración psíquica exige que la ausencia de
la capacidad de culpabilidad se dé en el momento de la realización de la acción u
omisión típica y antijurídica. No hace falta ser un lince para caer en ello, pero es
conveniente recordarlo dado que nunca tendremos la oportunidad de realizar un peritaje
del sujeto durante la comisión de la conducta delictiva.
Nos veremos ahora abocados a rastrear para detectar la cronología de la alteración,
aspecto que veremos más adelante.
No obstante, si lo que se detecta es una anomalía o alteración psíquica de la que sólo se
puede precisar que ha sobrevenido cronológicamente después de la comisión del delito,
no hallamos ante una situación en la que habiendo considerado al sujeto imputable y
habiendo sentencia firme (condenatoria), el Derecho ha decidido considerar.
A ese respecto, lo que el Código Penal contempla es: que si el juez o el tribunal
hubieran pronunciado ya sentencia firme, y se apreciara en el penado “una situación
duradera de trastorno mental grave que le impida conocer el sentido de la pena”, se
suspenderá el cumplimento de la pena privativa de libertad, garantizando el juez o
tribunal que el penado reciba “la asistencia médica precisa”. “Reestablecida la salud
mental del penado, éste cumplirá la sentencia si la pena no hubiere prescrito, sin
perjuicio de que el juez o Tribunal, por razones de equidad, pueda dar por extinguida la
condena o reducir su duración”.
INTOXICACIÓN PLENA POR EL CONSUMO DE BEBIDAS ALCOHÓLICAS,
DROGAS TÓXICAS, ESTUPEFACIENTES, SUSTANCIAS PSICOTRÓPICAS U
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OTRAS QUE PRODUZCAN ANÁLOGOS EFECTOS, O COMISIÓN DEL DELITO
BAJO LA INFLUENCIA DE UN SÍNDROME DE ABSTINENCIA.
La eximente del número 2 del artículo 20 es una causa de inimputabilidad que no puede
considerarse superflua, a pesar de que todos los supuestos en ella comprendidos lo están
a su vez en la anomalía o alteración psíquica. En esta eximente están comprendidos
todos los supuestos de intoxicación plena por el consumo de bebidas alcohólicas, drogas
tóxicas, estupefacientes, sustancias psicotrópicas u otras que produzcan efectos
análogos, tanto si la intoxicación es fortuita, imprudente o voluntaria (salvo en los
supuestos de actio libera in causa previstos expresamente en ella). Están comprendidos
en la eximente los supuestos en que el sujeto se halle bajo los efectos del síndrome de
abstinencia. En todo caso es preciso que el sujeto se hubiera visto privado de la
capacidad de comprender la ilicitud de su conducta o de obrar conforme a ese
conocimiento.
En los supuestos en que además de los dichos, se aprecie a ese conocimiento.
En los supuestos en que además de los dichos, se aprecie la existencia de una psicosis
alcohólica se plantea el problema de si no debería aplicarse la eximente del número 1
del artículo 20. En teoría debería aplicarse en estos casos la eximente de anomalía o
alteración psíquica, ya que la medida de seguridad de internamiento para tratamiento
médico resulta más adecuada que la de deshabituación.
Llama la atención que queda excluido de la salvedad de la actio libera in causa el
síndrome de abstinencia. Si el sujeto espera consciente y voluntariamente a que
aparezca, sin acudir a un centro de deshabituación, con el propósito de cometer la
infracción penal, o habiendo previsto o debido prever su comisión, podría invocar la
eximente del número 2 del artículo 20, siempre que hubiera quedado excluida su
capacidad de comprender la ilicitud del hecho o de obrar conforme a ese conocimiento.
La exclusión de la eximente en estos casos supondría analogía in malam partem.
Estamos ante un grave defecto de la regulación legal. Pero es lo que hay.
UNA PRIMERA REFLEXIÓN
Estamos viendo que, desde la legislación, se apela a términos de salud mental para
discernir sobre un concepto jurídico como es la imputabilidad.
Podremos o no estar de acuerdo con el modo en que el mundo del derecho utiliza esos
términos, incluso con lo que hace con ellos… pero, desde el punto de vista aplicado,
desde la praxis pericial simplemente debemos tenerlos presente.
No deberíamos caer en el error de considerar que la regulación de la imputabilidad cae
en el terreno de lo psicológico. Basta con ojear la Introducción del DSM-IV en que ya
se señala que no existe una definición satisfactoria de “trastorno mental” y que no hay
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que olvidar que la clasificación que se ofrece en dicho manual no clasifica a personas
sino los trastornos que las personas padecen.
Siguiendo con el CP. La imputabilidad disminuida.
El hecho, nada asombroso para los profesionales de la salud mental, de que no siempre
una misma patología cursa con los mismos efectos, también es contemplado desde el
Derecho Penal.
Algunos autores se sorprenden de que el Derecho tenga esta visión de la responsabilidad
de tipo dimensional, aceptando un relativo continuo entre la responsabilidad plena y la
ausencia total de responsabilidad. Aunque, una visión racional de la salud mental estaría
de acuerdo con esa postura.
Si tenemos en cuenta, como ya se ha dicho, que el Derecho considera dos elementos
fundamentales para la determinación de la responsabilidad penal: la comprensión y la
volición, parece evidente que ya existe una clara posibilidad de que se de una y no otra,
lo que obliga a considerar ese supuesto.
Aunque el Derecho no va exactamente por ahí sino por la consideración de que no
siempre la misma patología implica el mismo grado de deterioro desde el punto de vista
legal.
En esa dirección, la moderna ciencia del Derecho Penal admite la existencia de personas
cuya capacidad de culpabilidad (imputabilidad) no se debe excluir de modo absoluto,
sino que se encuentra disminuida.
En el mundo del Derecho, este supuesto es el que lleva a la figura de la “atenuante” o
“eximente incompleta”, regulada en el art. 21 del vigente Código Penal:
De las circunstancias que atenúan la responsabilidad criminal
Artículo 21.
Son circunstancias atenuantes:
1.ª Las causas expresadas en el capítulo anterior, cuando no concurrieren todos los requisitos
necesarios para eximir de responsabilidad en sus respectivos casos.
2.ª La de actuar el culpable a causa de su grave adicción a las sustancias mencionadas en el
número 2.º del artículo anterior.
3.ª La de obrar por causas o estímulos tan poderosos que hayan producido arrebato,
obcecación u otro estado pasional de entidad semejante.
4.ª La de haber procedido el culpable, antes de conocer que el procedimiento judicial se dirige
contra él, a confesar la infracción a las autoridades.
5.ª La de haber procedido el culpable a reparar el daño ocasionado a la víctima, o disminuir
sus efectos, en cualquier momento del procedimiento y con anterioridad a la celebración del
acto del juicio oral.
6.ª Cualquier otra circunstancia de análoga significación que las anteriores.
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Retomaremos, en primer lugar, el análisis jurídico de este artículo siguiendo de nuevo a
José Cerezo Mir:
LA IMPUTABILIDAD DISMINUIDA.
Nuestro Código Penal prevé la aplicación de una pena atenuada para los
semiimputables, bien mediante la apreciación de una eximente incompleta (de anomalía
o alteración psíquica, de intoxicación por bebidas alcohólicas, drogas tóxicas,
estupefacientes, sustancias psicotrópicas u otras que produzcan análogos efectos o por
hallarse bajo los efectos de un síndrome de abstinencia, o de alteraciones en la
percepción), o de una atenuante (por actuar a causa de una grave adicción a las
sustancias anteriormente mencionadas).
EXIMENTES INCOMPLETAS DE ANOMALÍA O ALTERACIÓN PSÍQUICA, DE
INTOXICACIÓN POR BEBIDAS ALCOHÓLICAS, DROGAS TÓXICAS,
ESTUPEFACIENTES, SUSTANCIAS PSICOTRÓPICAS U OTRAS QUE
PRODUZCAN ANÁLOGOS EFECTOS O ACTUACIÓN BAJO UN SÍNDROME DE
ABSTINENCIA Y DE ALTERACIONES EN LA PERCEPCIÓN.
En el número 1 del artículo 21 se regulan como atenuantes las eximentes incompletas,
entre las que se encuentran las causas de inimputabilidad incompleta. Se aplican cuando
se aprecia no una exclusión, sino una disminución de la capacidad de culpabilidad, de la
capacidad de comprender el carácter ilícito de la conducta o de obrar conforme a ese
conocimiento.
Las eximentes incompletas dan lugar a una disminución de la pena en uno o dos grados.
Para apreciar la inimputabilidad incompleta como atenuante es preciso que concurran
los elementos esenciales de la eximente respectiva.
En la eximente del número 1 del artículo 20 son elementos esenciales la concurrencia de
una anomalía o alteración psíquica y cuando se trate de un trastorno mental transitorio,
que éste no haya sido provocado pro el sujeto con el propósito de cometer el delito o
habiendo previsto o debido prever su comisión. En los supuestos de actio libera in causa
no cabe apreciar, por consiguiente, una eximente ni completa, ni incompleta de
anomalía o alteración psíquica. En la eximente del número 2 del artículo 20 son
elementos esenciales la presencia de una intoxicación por bebidas alcohólicas o drogas
tóxicas, o de un síndrome de abstinencia y que el sujeto no haya buscado la intoxicación
para cometer la infracción o no hubiera previsto o debido prever su comisión. En la
eximente 3 del artículo 20 es un elemento esencial la presencia de alteraciones en la
percepción desde el nacimiento o desde la infancia que hayan producido una alteración
de la conciencia de la realidad.
El Tribunal Supremo exige para apreciar una de las mencionadas eximentes incompletas
que la disminución de la capacidad de culpabilidad sea considerable.
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Al haberse introducido en el nuevo Código la atenuante de grave adicción a las bebidas
alcohólicas o a las drogas, el Tribunal Supremo considera que no cabe apreciar una
atenuante por analogía a la eximente incompleta de intoxicación por bebidas alcohólicas
o drogas tóxicas, ni cabe apreciar dicha atenuante como muy calificada.
La jurisprudencia del Tribunal Supremo considera incluidos en la eximente incompleta
de anomalía o alteración psíquica los trastornos mentales orgánicos, la esquizofrenia y
los trastornos delirantes persistentes (paranoia), los trastornos del humor o afectivos. Se
consideran incluidos en esta eximente incompleta los estados emotivos o pasionales de
considerable intensidad que no hubieran privado al sujeto por completo de su capacidad
de comprender el carácter ilícito de su conducta o de obrar conforme a ese
conocimiento, así como los supuestos de sugestión hipnóticas en que se dieran las
mismas circunstancias.
A los semiimputables, a quienes se aprecie una eximente incompleta se les puede
imponer, además de la pena atenuada, una medida de seguridad. La razón se encuentra
en la posible peligrosidad de estos delincuentes.
El Código condiciona la aplicación de la medida de internamiento a que la pena
impuesta sea privativa de libertad y la duración de la medida no puede exceder, en
ningún caso, del límite de la pena abstracta señalada en el Código al correspondiente
delito. El criterio es rechazable, pues implica una grave confusión entre fundamento y
los fines de las penas y de las medidas de seguridad. La pena tiene su fundamento en la
gravedad del delito, en la medida de lo injusto culpable, en definitiva en la culpabilidad;
la medida de seguridad, por el contrario, se basa en la peligrosidad del delincuente. Las
medidas de seguridad persiguen los fines de la prevención especial; la pena los de la
reafirmación del Ordenamiento jurídico, de la prevención general y de la prevención
especial. La peligrosidad del delincuente puede persistir aun después de transcurrido el
límite de duración de la pena privativa de libertad establecida para el delito
correspondiente.
GRAVE ADICCIÓN A BEBIDAS ALCOHÓLICAS, DROGAS TÓXICAS
O ESTUPEFACIENTES.
El nuevo Código Penal recoge como novedad esta atenuante específica en el punto 2 del
artículo 21. Según este precepto, es circunstancia atenuante: “La de actuar el culpable a
causa de su grave adición a las sustancias mencionadas en el número 2 del artículo
anterior”.
El fundamento de esta circunstancia atenuante es la disminución de la capacidad de
culpabilidad, pues no basta para su aplicación con que se dé en el sujeto una grave
adicción, sino que es necesario, además, que el sujeto actúe precisamente “a causa” de
dicha adición. No es preciso, sin embargo, que el sujeto padezca en ese momento una
intoxicación, ni un síndrome de abstinencia.
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Cabrá concederles la suspensión de la ejecución de la pena privativa de libertad, cuando
su duración, una vez aplicada la atenuante, sea inferior a tres años y se den los restantes
requisitos previstos en el artículo 87, entre los que figura que el sujeto acredite que se
encuentra deshabituado o sometido a tratamiento con este fin.
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EL ANÁLISIS DE LA IMPUTABILIDAD EN EL CASO DE
MENORES.
Ya hemos analizado la imputabilidad en general. Ahora tendríamos que plantearnos si
lo visto hasta ahora necesita matizarse para el caso de los menores.
Nos tenemos que remitir, en primer lugar, a un artículo del CP que ya hemos visto:
Artículo 19.
Los menores de dieciocho años no serán responsables criminalmente con arreglo a este
Código.
Cuando un menor de dicha edad cometa un hecho delictivo podrá ser responsable con arreglo
a lo dispuesto en la ley que regule la responsabilidad penal del menor.
Lo primero que destaca es que en el Código Penal vigente no se señalan otras causas
específicas para decidir sobre la responsabilidad penal de un menor que la edad: 18
años, pero con la precisión de que no serán responsables criminalmente con arreglo a
este código.
Siendo el siguiente párrafo el que nos remite a la legislación aplicable: la ley que regule
la responsabilidad penal del menor. En este caso se trata de la Ley 5/2000.
Veamos qué podemos entresacar con respecto a lo que nos interesa:
En primer lugar, asentando firmemente el principio de que la responsabilidad penal de
los menores presenta frente a la de los adultos un carácter primordial de intervención
educativa que trasciende a todos los aspectos de su regulación jurídica y que determina
considerables diferencias entre el sentido y el procedimiento de las sanciones en uno y
otro sector, sin perjuicio de las garantías comunes a todo justiciable. En segundo
término, la edad límite de dieciocho años establecida por el Código Penal para
referirse a la responsabilidad penal de los menores precisa de otro límite mínimo a
partir del cual comience la posibilidad de exigir esa responsabilidad y que se ha
concretado en los catorce años, con base en la convicción de que las infracciones
cometidas por los niños menores de esta edad son en general irrelevantes y que, en los
escasos supuestos en que aquéllas pueden producir alarma social, son suficientes para
darles una respuesta igualmente adecuada los ámbitos familiar y asistencial civil, sin
necesidad de la intervención del aparato judicial sancionador del Estado.
[…]
La presente Ley Orgánica tiene ciertamente la naturaleza de disposición sancionadora,
pues desarrolla la exigencia de una verdadera responsabilidad jurídica a los menores
infractores
[…]
se establece, inequívocamente, el límite de los catorce años de edad para exigir este
tipo de responsabilidad sancionadora a los menores de edad penal y se diferencian, en
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el ámbito de aplicación de la Ley y de la graduación de las consecuencias por los
hechos cometidos, dos tramos, de catorce a dieciséis y de diecisiete a dieciocho años,
por presentar uno y otro grupo diferencias características que requieren, desde un
punto de vista científico y jurídico, un tratamiento diferenciado, constituyendo una
agravación específica en el tramo de los mayores de dieciséis años la comisión de
delitos que se caracterizan por la violencia, intimidación o peligro para las personas.
La aplicación de la presente Ley a los mayores de dieciocho años y menores de
veintiuno, prevista en el artículo 69 del Código Penal vigente, podrá ser acordada por
el Juez atendiendo a las circunstancias personales y al grado de madurez del autor, y a
la naturaleza y gravedad de los hechos. Estas personas reciben, a los efectos de esta
Ley, la denominación genérica de "jóvenes".
Se regulan expresamente, como situaciones que requieren una respuesta específica, los
supuestos en los que el menor presente síntomas de enajenación mental o la
concurrencia de otras circunstancias modificativas de su responsabilidad, debiendo
promover el Ministerio Fiscal, tanto la adopción de las medidas más adecuadas al
interés del menor que se encuentre en tales situaciones, como la constitución de los
organismos tutelares previstos por las leyes. También se establece que las acciones u
omisiones imprudentes no puedan ser sancionadas con medidas de internamiento en
régimen cerrado.
Hasta aquí, fragmentos entresacados de la Exposición de Motivos de la Ley en cuestión.
Queda claro por ahora, que al referirnos a “menores” lo estamos haciendo a personas
entre catorce y dieciocho años.
La cuestión fundamental que nos planteamos en este apartado es si existe alguna
consideración especial a la hora de declarar la responsabilidad penal.
Ese punto está concretado en el Artículo 5 de la presente Ley:
Artículo 5. Bases de la responsabilidad de los menores.
1. Los menores serán responsables con arreglo a esta Ley cuando hayan cometido los hechos a los que se refiere el
artículo 1 y no concurra en ellos ninguna de las causas de exención o extinción de la responsabilidad criminal previstas
en el vigente Código Penal.
2. No obstante lo anterior, a los menores en quienes concurran las circunstancias previstas en los números 1.o, 2.o y
3.o del artículo 20 del vigente Código Penal les serán aplicables, en caso necesario, las medidas terapéuticas a las que
se refiere el artículo 7.1, letras d) y e), de la presente Ley.
3. Las edades indicadas en el articulado de esta Ley se han de entender siempre referidas al momento de la comisión
de los hechos, sin que el haberse rebasado las mismas antes del comienzo del procedimiento o durante la tramitación
del mismo tenga incidencia alguna sobre la competencia atribuida por esta misma Ley a los Jueces y Fiscales de
Menores.
Es decir, a efectos de declarar la responsabilidad penal de los menores, estamos a lo
dispuesto en el Artículo 20 del Código Penal.
Señalar, por último, que en la Ley 5/2000 aparece continuamente la figura del equipo
técnico.
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No es el objeto de este apartado profundizar en ello pero queremos señalar algunas de
sus funciones extraídas de la Ley que estamos comentando:
Artículo 27. Informe del equipo técnico.
1. Durante la instrucción del expediente, el Ministerio Fiscal requerirá del equipo técnico, que a estos efectos dependerá
funcionalmente de aquél sea cual fuere su dependencia orgánica, la elaboración de un informe o actualización de los
anteriormente emitidos, que deberá serle entregado en el plazo máximo de diez días, prorrogable por un período no
superior a un mes en casos de gran complejidad, sobre la situación psicológica, educativa y familiar del menor, así
como sobre su entorno social, y en general sobre cualquier otra circunstancia relevante a los efectos de la adopción de
alguna de las medidas previstas en la presente Ley.
2. El equipo técnico podrá proponer, asimismo, una intervención socio-educativa sobre el menor, poniendo de
manifiesto en tal caso aquellos aspectos del mismo que considere relevantes en orden a dicha intervención.
3. De igual modo, el equipo técnico informará, si lo considera conveniente y en interés del menor, sobre la posibilidad
de que éste efectúe una actividad reparadora o de conciliación con la víctima, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo
19 de esta Ley, con indicación expresa del contenido y la finalidad de la mencionada actividad. En este caso, no será
preciso elaborar un informe de las características y contenidos del apartado 1 de este artículo.
4. Asimismo podrá el equipo técnico proponer en su informe la conveniencia de no continuar la tramitación del
expediente en interés del menor, por haber sido expresado suficientemente el reproche al mismo a través de los
trámites ya practicados, o por considerar inadecuada para el interés del menor cualquier intervención, dado el tiempo
transcurrido desde la comisión de los hechos. En estos casos, si se reunieran los requisitos previstos en el artículo 19.1
de esta Ley, el Ministerio Fiscal podrá remitir el expediente al Juez con propuesta de sobreseimiento, remitiendo
además, en su caso, testimonio de lo actuado a la entidad pública de protección de menores que corresponda, a los
efectos de que actúe en protección del menor.
5. En todo caso, una vez elaborado el informe del equipo técnico, el Ministerio Fiscal lo remitirá inmediatamente al Juez
de Menores y dará copia del mismo al letrado del menor.
6. El informe al que se refiere el presente artículo podrá ser elaborado o complementado por aquellas entidades
públicas o privadas que trabajen en el ámbito de la educación de menores y conozcan la situación del menor
expedientado.
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CONCRETANDO EL TEMA. LA VALORACIÓN DE LA ENFERMEDAD
MENTAL DESDE EL DERECHO.
Lo primero que puede llamar la atención al profesional de la salud mental es la distinta
concepción del ser humano que se adopta desde el campo del Derecho.
Considerar al ser humano como una amalgama de elementos químicos relacionados
entre sí de un determinado modo no nos resulta tan chocante como la visión jurídica del
ser humano, quizás porque los elementos que se utilizan para referirse al ser humano
desde lo jurídico están mucho más próximos a la psicología: conducta, comprensión,
motivación, voluntad…
Hay que evitar la tentación de “dar lecciones” al mundo jurídico sobre tales conceptos.
La concepción del ser humano es distinta puesto que el Derecho cumple otra función
distinta de la Psicología, aunque en algunos momentos puedan intersectar,
complementarse o, incluso, enfrentarse.
En el caso de la pericial psicológica, como en el caso de cualquier pericial, es muy sano
tener presente que estamos ofreciendo un análisis “objetivo” de una realidad pero con
una funcionalidad jurídica.
El Tribunal no va a dictaminar sobre la existencia o no de una determinada alteración,
sino sobre su aplicación al caso concreto en función de una legislación y unas
circunstancias. Algo, como se ve, que escapa a la labor de la Psicología.
Reprimamos nuestra incomodidad de ver cómo el mundo jurídico utiliza términos de
salud mental de un modo un tanto “arcaico” (según nuestra óptica) y tratemos de
desplazar nuestra concepción psicológica del ser humano a la concepción social y, por
ende, jurídica.
Así pues, desde esa perspectiva, deberíamos volver al mundo de lo jurídico para
conocer algo más del modo en que se valora no la enfermedad mental sino la
responsabilidad penal que puede estar afectada por la salud mental.
En Derecho Comparado se pueden encontrar tres modos de valoración de la
responsabilidad penal en función de la enfermedad mental:
1. Método Psicopatológico Puro (antes descrito como criterio psiquiátrico-biológico).
Le interesa detectar si las personas poseen o no ciertas enfermedades, poco importa que
la enfermedad haya alterado su capacidad volitiva y/o cognitiva en el momento de los
hechos, lo importante es la existencia del diagnóstico. Es el caso del CP Noruego en su
párrafo 44.
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2. Método Puramente Normativo (denominado psicológico más arriba). No le interesa el
diagnóstico como tal. Lo importante es valorar la capacidad del sujeto en el momento de
los hechos. Un ejemplo de este método sería la antigua formulación en el CP español de
la eximente por Trastorno Mental Transitorio.
3. Método Psicopatológico-Normativo (señalado como mixto o psiquiátricopsicológico). Clara fusión de los anteriores, valora la existencia de trastornos o
enfermedades mentales y además se considera la incidencia de ese trastorno sobre la
capacidad de control y discernimiento (volitivamente y cognitivamente). Es el caso del
CP Alemán (Art. 20), CP Suizo (Art. 10), CP de los Países Bajos (Art. 37.1) y el de
nuestro código actual.
En este método, pues, existe una combinación de criterios:
- Criterios Psicopatológicos: Existencia de trastorno en el momento del delito.
- Criterios Normativos: Criterios que relacionan el estado con el acto.
Dada la indefinición ya vista de lo que es imputabilidad en el CP, queda por acudir a la
jurisprudencia del Tribunal Supremo para encontrar algún tipo de precisión al respecto.
Tradicionalmente se han considerado como criterios de valoración para determinar la
imputabilidad los siguientes:
1.- Su cualidad (naturaleza de la perturbación)
2.- La cantidad (intensidad y grado de la misma)
3.- La cronología (duración y permanencia),
y últimamente se ha incorporado una cuarta:
4.- La relación causal con el acto.
Resumiendo: que la naturaleza de la perturbación sea tal que pueda alterar la
comprensión y voluntad del sujeto, que la intensidad y el grado de la perturbación
afecten la capacidad cognitiva y volitiva, que la duración sea la necesaria para afectar al
sujeto en el momento en que realiza la conducta antijurídica y que la infracción penal
sea causa de la anomalía o alteración psíquica (tal como apunta el art. 20 del CP).
Como vemos, todo el análisis del tema se resume, de forma simplificada, a lo siguiente:
El Derecho tiene como objeto las conductas humanas voluntarias y libres.
Si un hecho susceptible de ser contemplado por el Derecho no se puede atribuir a una
conducta humana voluntaria y libre, no puede ser objeto del Derecho.
¿O alguien pretende llevar a los tribunales a una tormenta que ha destrozado su jardín?.
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BIBLIOGRAFÍA
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El criterio de causalidad en la valoración de la imputabilidad en los trastornos
de personalidad. Villarejo Ramos, A. Cuadernos de Medicina Forense, 33. Julio
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Psiquiatría Legal. Calcedo Barba. A. I Congreso Virtual de Psiquiatría. 2000. *
Derecho Penal. Cerezo Mir, J. UNED. 2003.
Código Penal. 1995. *
“La teoría del delito”: Ideas de este siglo. Parma, C. 2001. *
Ley Orgánica 15/03 de Reforma del Código Penal. *
Evolución del concepto jurídico penal de culpabilidad en Alemania y Austria.
Jescheck, Hans-Heinrich. Revista electrónica de Ciencia Penal y Criminología.
2003. *
Aspectos problemáticos de la eximente de anomalía o alteración psíquica.
Cerezo Mir, J. Ponencia homenaje al Prof. Torro. *
Tratamiento penal y penitenciario del enfermo mental. Cervelló Donderis, V.
Universitat de Valencia. *
Ley 5/2000, reguladora de la Responsabilidad Penal de los Menores. *
Proceso penal de menores: especialidades derivadas del interés de los menores
y opciones de política criminal. Sala Donado, C. Tesis Doctoral. Girona. 2002 *
* Material disponible en el CD.
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