SEXUALIDAD Y ER Y EL ARTE DE OCCIDENTE

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Sexualidad y erotismo en la historia y el arte de Occidente
Creencias sociales y conductas sexuales
Las sociedades se estructuran y desarrollan a partir de una serie de creencias que
determinan las pautas de conducta de quienes las integran. Una creencia es una idea, un
concepto que condiciona la forma de desenvolverse en sociedad, arraigada en las
costumbres, enseñanzas y tradiciones del grupo social que las transmite de una
generación a otra, aunque no posea conciencia perfectamente clara ni del origen ni de la
operación que ejercen esos modos de pensar, por los que adopta determinadas actitudes.
Estos mecanismos psicológicos se ponen en funcionamiento en el quehacer cotidiano de
la vida en sociedad, cuando se toma una decisión y se actúa de una determinada forma.
El bienestar, tanto físico como emocional, que se experimenta a través de la sexualidad
fue condicionado a lo largo de la historia de la humanidad por un conjunto de ideas y
creencias, que fueron cambiando y, como consecuencia, determinado diferentes pautas
en el uso del cuerpo y la función sexual.
El arte y los usos sexuales
Los artistas, a través de sus obras, manifiestan sus propios deseos, sus pasiones, sus
búsquedas e inquietudes personales, pero también, realizan la documentación de las
costumbres de su época y, muchas veces, de manera crítica.
Las creencias sobre la sexualidad, el uso del cuerpo y el erotismo aparecen en los mitos
fundacionales de los primeros pueblos, en relatos donde el cielo y la tierra copulan para
concebir el resto de los elementos y seres del universo, en los textos bíblicos que narran
historias de amores lícitos y prohibidos, en papiros egipcios que muestran el
acoplamiento de los dioses originarios, en las paredes de tumbas etruscas, en viviendas
romanas en las que se descubrieron pinturas murales y bajorrelieves con escenas de
encuentros sexuales de diferente índole, y también, en el nacimiento de las artes
escénicas de la antigua Grecia, que se asocian con los ritos dedicados a Baco, el dios de
las vendimias, del vino y de la embriaguez, a quien grupos de mujeres reunidas de
manera clandestina en lo bosques, le rendían culto por las noches, poseídas por una
exaltación religiosa.
Los artistas, de todos los tiempos, dejaron testimonio del uso del cuerpo, la sexualidad y
el erotismo de su época, a través de diferentes narraciones e imágenes. Entre ellos puede
mencionarse a Giovanni Bocaccio, quien en su obra “El Decamerón”, escrita entre
1349 y 1351, describe las costumbres que regían la vida, las relaciones y la sexualidad
de una sociedad religiosa e hipócrita, que conservaba en las normas y en las apariencias
sociales los hábitos del medioevo, que instaban a sufrir las penas terrenales y renunciar
a los placeres de los sentidos en búsqueda de la compensación que se recibiría después
de la muerte en el más allá, pero que en el ámbito privado y secreto permitía la
trasgresión de la moral sexual impuesta. Bocaccio escribe sus cuentos para instruir a las
mujeres a fin de que no sean engañadas y seducidas con artimañas por sus
pretendientes, maridos, amantes o por los poderosos, entre los que se encontraban la
aristocracia burguesa y el clero.
Durante los siglos posteriores y el movimiento artístico e intelectual denominado
Renacimiento, se producen algunos cambios en las ideas sobre la vida y las costumbres
religiosas a partir del afianzamiento del ideal burgués, cuyo interés se centra en gozar de
los placeres sensoriales y obtener riquezas. La sociedad comienza a creer en el disfrute
de la vida terrena y los artistas realizan obras de temáticas religiosas impregnadas con
un profundo erotismo. Aparecen desnudos de santas, vírgenes, diosas, o simples
mujeres, que si no son aptas para ser vistas por el vulgo en el templo o en sus casas, se
guardan y se exhiben en las viviendas de la aristocracia que se permite ciertas licencias,
prohibidas para el común de la gente. La vida mística también revela su aspecto erótico,
como lo demuestran los relatos de mujeres entregadas a los ejercicios religiosos en
conventos, quienes manifiestan estados de posesión y éxtasis religiosos. Durante el siglo
XVI Santa Teresa de Jesús describe en su obra literaria sus éxtasis y en el siglo XVII
será inmortalizada en la escultura de Gian Lorenzo Bernini, que la muestra en el
momento en que la religiosa será penetrada por el dardo o la flecha del enviado divino.
Durante los siglos posteriores se afianza el modelo burgués del matrimonio
monogámico en el que la mujer es relegada a la vida doméstica y la crianza de los hijos,
mientras el hombre desarrolla toda una vida social que implica la libertad sexual para
mantener relaciones con amantes o mujeres dedicadas a la prostitución, como lo
muestran las pinturas del artista francés Henry de Toulouse Lautrec, quien retrata la
vida en las casa de citas de fines del siglo XIX.
Luego de la Primera Guerra Mundial, en los comienzos del siglo XX, todo el sistema de
normas vigentes que regía la vida en sociedad empieza a ser cuestionado, frente el
horror de la muerte, la miseria y la desintegración social que produce la guerra. Los
artistas realizan obras donde las figuras están distorsionadas, los colores son estridentes
y las temáticas que abordan se relacionan con el sufrimiento. En este contexto, la
sexualidad y el uso del cuerpo son cuestionados y se relacionan con el dolor. Tal es el
caso de la producción pictórica de Egon Schiele, el movimiento expresionista y las
vanguardias artísticas, que produjeron un cambio en la forma de mirar y entender el arte
del siglo XX y condicionarían su desarrollo en el siglo siguiente.
Al finalizar la segunda guerra mundial la sociedad comienza a incorporar nuevas
legislaciones, como la ley de divorcio y la patria potestad compartida, que reflejan los
profundos cambios producidos en los roles de mujeres y hombres. La sexualidad se
replantea, dando lugar a la participación y a los intereses de la mujer, que comienza a
conquistar espacios a través del sufragio femenino y de la aparición de la píldora
anticonceptiva, que la coloca en igualdad con el hombre ante la práctica sexual, al tener
control sobre su propio cuerpo ante el riesgo de embarazo.
El cine, que a principio de siglo reflejaba las pautas de vida de una moral burguesa
tradicional, comenzó a mostrar un nuevo modelo de mujer, dueña de su cuerpo y su
sexualidad, y una sociedad que comienza a aceptarlo, al mismo tiempo que revelaba sus
fisuras e incertidumbres. Así lo mostraron directores como Bernardo Bertolluci, JeanJacques Annaud y Pedro Almodovar, entre otros.
El estilo de vida y la mentalidad de la sociedad burguesa siguen cambiando y no se sabe
hacia qué nueva forma de relaciones sociales se deriva, lo que es cierto es que el cuerpo
y sus funciones sexuales son objeto del discurso del poder en las culturas de Occidente,
como los postuló; ya avanzado el siglo XX; el filósofo francés Michel Foucault, en su
investigación sobre la sexualidad, objeto de estudio, análisis y legislación a través de los
siglos.
El malestar de los instintos
El médico psicoanalista Sigmund Freud escribe antes de la segunda guerra “El malestar
en la cultura”. Allí explica cómo toda cultura impone una serie de normas y
prescripciones para hacer posible la vida en sociedad, ya que en el ser humano existen
dos fuerzas que es necesario controlar a través de la culpa: la sexualidad y la
agresividad. Los instintos, energías psíquicas que buscan su satisfacción desde el
nacimiento, son reprimidos por las estructuras familiares, religiosas y civiles que ejercer
coerción sobre ellos, a fin de mantenerlos dentro de ciertos parámetros que regulan los
vínculos entre los hombres.
El mandamiento judeocristiano de amar al prójimo como a sí mismo y el matrimonio
heterosexual, monogámico e indisoluble serían los mecanismos para el control de la
violencia entre los hombres y el desarrollo de una sexualidad limitada. El costo de la
vida en las sociedades modernas reside en la represión de los instintos impuesta por la
cultura, a través de preceptos que se transmiten de una generación a otra. A su vez, el
Eros, o instinto de vida, que vincula a los hombres en sociedad, estaría en constante
contienda con el instinto de agresión, el Tánatos. La lucha entre la pulsión de vida y la
pulsión de destrucción caracterizaría a la especie humana y sería el contenido esencial
de la vida en general.
Más allá de Occidente
Los denominados templos del amor de la antigua India, muestran un vínculo con el
cuerpo y la sexualidad que difiere del occidental. Así lo sugieren por ejemplo las figuras
que se encuentran en el templo de Konarak, dedicado a Surya el dios sol, del siglo XIII
de nuestra era, en el que pueden verse escenas eróticas, que muestran diversas prácticas
sexuales entre hombres y mujeres, en pareja y grupales. Manifiestan el vínculo entre la
religión y la sexualidad en la India que se remonta al siglo II.
Textos como el Kama Sutra, un manual de erotología hindú y el Aranga Ranga, un
tratado hindú del amor conyugal, examinan la naturaleza de la energía sexual y su
relación con lo espiritual en un vínculo que con la vida, con el eros, brindando a su vez,
enseñanzas para la vida conyugal. También el Tantra Yoga, un conjunto de prácticas
tendientes al desarrollo espiritual, utiliza como herramientas ciertas prácticas sexuales
insertas dentro de un contexto esotérico que producen estados extáticos y de
reconocimiento interior.
Así como en Oriente, durante algunos períodos de su desarrollo cultural, el vínculo
entre erotismo y religiosidad ha sido una práctica de exaltación de la vida y del eros,
que el arte manifiesta, en Occidente se ha producido la exaltación de la pulsión tanática
en la mayoría de las religiones y en las legislaciones correspondientes a cada etapa
histórica, a través del sacrificio del cuerpo y la negación del eros, más allá de ciertas
excepciones.
El cuerpo que aparece en el arte de Occidente es un cuerpo que quiere salir de su
contención, bajo la cual fue regido y controlado por creencias de represión y
ocultamiento del eros, a través de la prácticas de la monogamia, la exigencia social de la
virginidad femenina y la fidelidad, todas ellas fuertemente orientadas a la ordenación
social.
Bibliografía:
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Gowing, Lawrence, Director Consejo Editorial. Historia universal del arte, Editorial
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Feuerstein, Georg, The Yoga Tradition, Hohm Press, 2001
Este artículo fue publicado en la revista DEF-GHI de comunicación y arte. Año 2010.
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