Estrategias culturales en el nuevo lesbianismo

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Estrategias culturales en el nuevo lesbianismo.
Apartados
1. La cultura como producción colectiva de significados, modos de vida,
costumbres, códigos, normas comunes (o no).
2. Tipologías de lesbianas según los modelos socio-culturales imperantes y otros
más marginales
3. Trazado histórico de la transgresión lésbica. De Safo al Queer
4. Ventajas y distorsiones generadas por el matrimonio entre parejas del mismo
sexo.
5. La resignificación de la familia Les. ¿Un nuevo orden conceptual y simbólico o
el pasaporte a un Gingle Bells sin conflictos?
6. Hacia un nuevo lesbianismo. Propuestas formales: modelos de relación
afectivo-social y de interacción con el entorno. El PACS y otras siglas.
7. Soluciones
Lema: Una lesbiana es una rebelde y si no, no lo es. (Teresa Meana)
Resumen:
Empezaremos por darle una significación común al término “cultura” con el fin
de entender lo inverosímil del título propuesto. Pasaremos, a analizar los aspectos
comunes que unen a diferentes tipologías de lesbianas y, a continuación, haremos
un recorrido por la natural tendencia a la transgresión implícita en las lesbianas de
todas las épocas. Eso nos dará pie a entrar en un tema más delicado: las ventajas y
distorsiones que ha generado la ley de matrimonio entre parejas del mismo sexo. Y,
de ahí, pasaremos a otro asunto más polémico todavía: la reflexión sobre si la familia
lesbiana representa un nuevo orden simbólico o no es más que una forma de pasar
las Navidades en graciosa armonía con el resto de la familia. Apoyándonos en todo lo
desarrollado anteriormente, entraremos en propuestas formales de estrategias que
nos lleven a una nueva concepción del lesbianismo y la legislación pertinente.
El último apartado lo he titulado soluciones en el deseo de traducir con palabras
claras todo lo anteriormente expuesto, ya que, por el tono conferencial utilizado, lo
más probable es que resulte tan entretenido de descifrar como un crucigrama.
Isabel Franc
1
Introducción:
Theodor Ludwig Wilheim Bischoff (1807-1882) fue un importante anatomista
alemán del s. XIX que se dedicó a pesar cerebros humanos. Tras años de acumular
datos, observó que el peso medio del cerebro de un hombre era de 1350 gramos,
mientras que el promedio para las mujeres era de 1250 gramos. Durante toda su vida
utilizó este hecho para defender ardientemente una supuesta superioridad mental de
los hombres sobre las mujeres. Siendo un científico modelo, a su muerte donó su
propio cerebro para su colección. El correspondiente análisis indicó que pesaba 1245
gramos.1
Es lo que ocurre cuando se sacan conclusiones rocambolescas de estudios
basados en métodos un tanto sui géneris. Hago referencia a él porque los argumentos
que expondré en esta comunicación se apoyan también en la observación personal y,
por lo tanto, pueden provocarme la humillación de ver como los resultados de mi
exposición se vuelven en mi contra –circunstancia que no sufrió el profesor Bischoff,
ya que se encontraba de cerebro presente-, pero, espero que, si más no, nos hagan
reflexionar y sirvan para animar un encendido debate.
1. La cultura como producción colectiva de significados, modos de vida,
costumbres, códigos y normas comunes (o no).
Entendemos
por
cultura
un
conjunto
de
modos
de
vida,
costumbres,
conocimientos, prácticas, normas, significados, etc. comunes a una sociedad o a un
colectivo. Podríamos, por ello, referirnos a los diferentes movimientos de resituación
social de un grupo determinado en términos de estrategias culturales, pero lo que
parece una verdad de Perogrullo es, en el caso de las lesbianas, difícil de combinar. Ni
nuestras costumbres ni los conocimientos ni, mucho menos, las prácticas resultan
comunes; ni todas las lesbianas piensan igual, ni comparten ideología, ni los motivos
que las han llevado a serlo son los mismos. Es más, unas nacen y otras se hacen, lo
cual lleva a desarrollar significaciones muy diferentes de las mismas cosas. Sin
embargo, esa producción conjunta (colectiva) de significados es necesaria. Dar el
1
Aparecido en Scientific Américan, Marzo 1992.
2
mismo sentido a una cosa, actuar de una determinada manera, establecer códigos
comunes resulta imprescindible para crear estrategias de actuación o de interacción
comunes. Pero ¿qué actuaciones o interacciones nos han unido durante los últimos
tiempos? Dejando al margen formas de vestir, manifestaciones de la pluma o la natural
tendencia a la tragedia amorosa y centrándonos en estrategias socio-culturales,
tenemos: la aparición de lesbianas en series de televisión y en realities, una revista
(Sales??) en la que las empresarias lesbianas se resisten a poner publicidad, la tímida
aparición de las teorías Queer (de las que muchas todavía no han oído hablar ni saben
qué es) y, eso sí, muchos bodas que festejar. El matrimonio resulta, pues, una práctica
cultural que empieza a ser muy común.
Analicemos algunos modelos de lesbiana y su posición ante el tema (siempre
siguiendo el método Bischoff y aceptando que las clasificaciones solo sirven para
hacernos sentir como botones de mercería, cada una en su debido compartimento).
2. Tipologías de lesbianas según los modelos socio-culturales imperantes y
otros más marginales.
a. La enamoradiza compulsiva: modelo muy frecuente. Vive con la ilusión
de encontrar a la “princesa azul” con la que casarse. No sabe estar sin
novia por lo que emplea muy poco tiempo en pasar de una relación a
otra a fin de conseguir el pasaporte al altar (entendido como metáfora
de juzgado)
b.
La camionera de toda la vida, le ha dado un giro a su denominación,
ahora es Mujer Butch masculina performativa. Y, del mismo modo le ha
dado un nuevo valor simbólico al matrimonio elevándolo a la categoría
de “resignificación rreformativa” de los sistemas de valores y creencias
que otorgan, según ella, un nuevo orden conceptual al intercambio de
anillos. O sea, se casa; como performance, pero se casa.
c. La armarizada: espécimen curioso que necesita de gran imaginación
para tener novia, vivir con ella y hacer creer a la familia que solo es una
amiga y para explicar en el trabajo lo que ha hecho el fin de semana, no
se casa porque tendría que salir del armario, pero, en ocasiones, se
arma de valor y da el paso.
d. En la Casada y con descendencia (en todas sus variantes: adopción,
inseminación, amigo gay que se presta, etc.) se observan, básicamente,
dos variantes:
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- la que siempre ha querido tener una familia y le da igual el orden
simbólico en el que se clasifique.
- la que valora el matrimonio entre mujeres como una
transmutación de la ceremonia nupcial y su modelo familiar como
desestructurador del orden heterosexiasta y patriarcal.
En ambos casos, se celebró con pompa el enlace y se procrea
animosamente.
e. La que tiene pareja pero no está casada: Considera que no es
necesaria la firma de papeles para consolidar su relación. Pero, llega
una edad en la que empiezan los achaques, se cuestiona que ni su
pareja ni ella tienen derecho alguno sobre las posesiones de la otra y
acaba claudicando la tercera vez que ha tenido que pedir vacaciones en
el trabajo para cuidar a su novia. ¡Total, sollo es una firma!
f.
La soltera con mascota: En muchos casos, vive lamentando lo mal que
la ha tratado la vida por no haberle permitido celebrar su boda cuando
tocaba. Ahora, ya, separada en varias ocasiones y sin ganas de
meterse en jaleos, con la mascota tiene suficiente.
g. Por último encontramos el curioso espécimen Yo-no-soy-lesbiana-solome-gustas-tú, quien, tras varias experiencias con mujeres también
acaba casándose, pero ésta, muchas veces, con un hombre.
Parece que desde que se instauró el matrimonio homosexual se va de cabeza a
ese modelo como única opción posible. Parece que, más allá de la adquisición de
derechos, no haya nada que decir o hacer. Sin embargo, el lesbianismo ha sido, por
tradición, transgresor. Recordemos el lema de esta charla: Una lesbiana es una
rebelde y si no, no lo es. Es decir, una mujer que opone resistencia a preceptos,
leyes o estatutos discriminatorios, que se rebela contra el orden patriarcal, que
rechaza el mandato histórico de subordinación a lo masculino, que cuestiona los
modelos eróticos con los que se socializa a las mujeres y critica la iconografía
femenina de los medios de comunicación, que plantea la ruptura de los límites de lo
femenino, que se resiste al proyecto heterosexual establecido, que propone un modelo
distinto de sociedad más allá y muy por encima de los valores masculinos. Una mujer
que desestabiliza el orden social, que trastorna y transforma la moral, en definitiva,
una mujer que cambia y que propone un cambio. Y por esa subversión, por ese
revolver el orden social y moral, ha sido perseguida y castigada a lo largo de los siglos.
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3. La transgresión lésbica. De Safo al Queer
Por problemas de espacio y de tiempo no será posible hacer una relación
exhaustiva de la transgresión lesbiana a la que hago referencia y que se ha
manifestado hasta nuestros días desde antes, incluso, de Safo. Ya en Ella aparecen
los primeros signos de rebeldía. No está claro si se casó o no, pero poco importa ya
que en su época el matrimonio no era más que un contrato para asegurar la
procreación mientras cada cónyuge “se lo montaba” por su cuenta. Lo que si hizo fue
inventar el verso de tres endecasílabos y un adónico final de cinco sílabas conocido
como oda sáfica que, además, interpretaba acompañándose de una lira. Algo de
sedicioso tendría su innovación cuando, en el año 1703, la Iglesia Católica ordenó
quemar todas las copias de sus poemas de los que sólo se lograron recuperar un
tercio.
Y hablando de iglesia católica, ¿qué podemos pensar de los conventos
occidentales en los que se realizaban prácticas amatorias entre mujeres casadas con
Dios ¿No hay en esas prácticas una actitud rebelde? La mismísima sor Juana Inés de
la Cruz ¿No subvierte cuando le dice a otra mujer “yo ser tuya quiero” o “las almas
distancias ignoran y sexo”? El hecho de casarse con Dios como único acceso al
estudio, a la educación, a los libros… ¿no ha sido en sí una forma implícita y
subversiva de cuestionar el matrimonio terrenal?
También en la realeza encontramos vivos ejemplos de la rebeldía lésbica. Ahí está
Cristina de Suecia que renunció al trono con tal de no casarse con un hombre. Y si
hurgáramos, encontraríamos, seguro, otros muchos casos no descritos por motivos
protocolarios.
Entre la nobleza intelectual, un ejemplo a destacar es el de Madelaine de Scudéry,
quien ya en el siglo XVII atacó enérgicamente el matrimonio y lo calificó de tiranía. No
se casó, por supuesto, pero regentó un salón literario al que acudían las celebridades
de la época y fue la primera mujer que obtuvo el premio de elocuencia de la Academia
Francesa.
El caso de las Amazonas, un pueblo de mujeres en cuyo gobierno no intervenían
los hombres, por su obviedad, no requiere comentarios.
Como fenómeno a señalar en cuanto a subversión familiar, tenemos el “matrimonio
bostoniano”, que bajo la máscara de amistad romántica creó un nuevo orden simbólico
y práctico de relación entre mujeres que fue aceptado en los círculos intelectuales y
sociales.
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Pero para transgresión y jarana pública y notoria están las mujeres de la Rive
Gauche parisina donde, en los locos años 20, se instalaron un grupo de intelectuales y
artistas estableciendo un entramado de relaciones precursor del Chart (cartografía de
relaciones) propuesto por Alice en L World y que nada tiene que envidiarle.
Curiosamente, se observa un paralelismo entre las mujeres que han rechazado o
cuestionado el matrimonio (es decir, la pareja heterosexual) y su inclinación por las
actividades culturales. Pura coincidencia, seguramente, aunque si aplicáramos el
método Bischoff sacaríamos, sin duda, conclusiones muy interesantes.
Para concluir este periplo de transgresiones es obligado nombrar a Monique
Witting con su famoso lema “una lesbiana no es una mujer”. Ya en la década de 1980
Witting proponía utilizar nuestra sexualidad como “una herramienta de ruptura de la
norma heterosexual”. Y, para rematarlo, llegan Judith Buttler y las teorías Queer
haciendo tambalear la identidad de género y el concepto mujer en sí mismo cuando
afirman que la orientación y la identidad sexuales o de género son una construcción
social, los roles masculino/femenino no están inscrito en la naturaleza humana y lo que
existen son formas socialmente variables de desempeñar uno o varios papeles
sexuales.
En definitiva, que la lesbiana, desde siempre, ha cuestionado la relación de pareja,
un modelo creado por y para heterosexuales con el fin de garantizar la procreación y el
cuidado de la descendencia. Y si no lo ha hecho, debería hacerlo.
4. Ventajas y distorsiones generadas por el matrimonio entre parejas del
mismo sexo.
Uno de los problemas más complejos de resolver que ha provocado el matrimonio
entre personas del mismo sexo, es el de qué ponerse en las bodas. Si el respetable
público me lo permite, relataré mi experiencia personal. La primera boda Les a la que
asistí se celebraba en el Ayuntamiento de un pueblo más bien pijo y con la alcaldesa
de oficianta, por lo que consideré obligada una cierta etiqueta. Me puse de pluma en
blanco y me encontré con un nutrido grupo de invitadas en shorts, camiseta y gorrita
del Coronel Tapioca. Las únicas que íbamos como perifollos éramos la alcaldesa y yo.
Poco más tarde se casaron otras dos amigas en una casa rural y escogí un look
campestre acorde con el medio natural. Mi sorpresa fue comprobar que todo el mundo
iba de veintiuna plumas y yo parecía una zarrapastrosa de esas que se cuelan en los
convites para picar de gorra. Finalmente he optado por el look “arreglá pero informal”
que queda más o menos bien en todos los eventos.
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Otro problema, sin duda, es el gasto que nos genera el aumento tan considerable
de ceremonias a las que asistir. Entre modelitos, regalos, despedidas de soltera y,
posteriormente, bautizos o bienvenidas al mundo de la prole subsiguiente... una ruina.
Por otra parte, el matrimonio también ha traído ventajas. La principal, relajar a las
madres de las desarmarizadas, que hasta el momento veían la relación de su hija
como un descarrío que había que aceptar2. A partir de la firma de papeles, lo asumen
como una relación consolidada, estable, equilibrada, sensata y totalmente dentro de la
norma, excepto en un pequeño detalle que encajan mucho mejor. Si además las
hacen abuelas, la baba que resbale por sus barbillas limpiará todas las lacras
pendientes.
El matrimonio consigue que la pequeña sociedad en la que convivimos: tenderas,
vecinas, familiares, amigas, compañeras de trabajo, colegas, socias del mismo club
deportivo,… apruebe la idiosincrasia de las lesbianas. Desde el momento en que
pasan por el rasero social y jurídico, todo está en orden (aunque sea un nuevo orden
simbólico) y eso nos relajará mucho, muchísimo, casi tanto como a nuestras madres.
Al fin y al cabo, toda hija de vecina quiere ser aceptada, reconocida, querida y, a ser
posible, admirada. El pequeño mundo de la pareja, por tradición, estigmatizada la
entenderá y aceptará, o sea, dará por buena su relación.
La gran incógnita está en saber si esa unión es, en sí, una transgresión, una forma
de romper el orden establecido o si es, pura y simplemente, la obtención de
credenciales para asistir todos los años a la comida de Navidad con los mismos
honores que el resto de la familia. Está claro que la unión matrimonial no siempre
responde al deseo de romper el orden establecido, en muchos casos, lo que se
reclama y con lo que se está conforme es la igualdad de derechos y punto. Entonces,
habría que preguntarse: ¿Se transgrede cuando no hay conciencia ni intención de
transgredir? ¿Es subversivo un divorcio homosexual? ¿Son más revolucionarios
nuestros ceses temporales de la convivencia conyugal que el de los duques de Lugo?
Como apunta Dolores Juliano recogiendo las Conclusiones de la trobada de
lesbianes de Catalunya 2005, “la aprobación de una ley que reconoce el matrimonio
de parejas del mismo sexo puede ser vista como un éxito en la medida que favorece la
no discriminación por la opción sexual de las personas, pero, al mismo tiempo, es una
derrota porque contribuye a reducir la pluralidad de relaciones posibles” 3
2
3
Segunda acepción de la RAE. Aceptar: dar por bueno.
Lesbianismo y roles de género. Dolores Juliano. www.rompiendoelsilenci.cl/artiene6.htm
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5. La resignificación de la familia Les. ¿Un nuevo orden conceptual y
simbólico o el pasaporte a un Gingle Bells sin conflictos?
¿Cuál es el núcleo sustentador de la familia tradicional? Mentiras, secretos y
silencios proclamó Adrianne Rich. Esa aparente guarida destinada a dar refugio y
amparo a sus miembros, creada como ambiente acogedor de las individuas que la
componen tendría que ser un generador de bienestar y, sin embargo, la mayoría de
núcleos familiares tradicionales son una fuente de malestar. Herencias o interacciones
económicas, malentendidos, insatisfacciones, peleas, abandonos, engaños ¿no son
acaso el pan nuestro del cada día de la mayoría de familias que conocemos? Nada
hace suponer que no se repita esa misma dinámica en núcleos formados por dos
mujeres más descendencia venida de todas las formas posibles apuntadas
anteriormente. De hecho, se repiten en muchos casos. Mamá no le ha dicho a mamá
que el tedio hogareño le hace sentir una cierta estafa en el proyecto. Para compensar,
tendrá sus escarceos en viajes de trabajo y salidas ocasionales o se conformará con
reinventarse a sí misma en los chats de lesbianas. Secretos. La otra mamá no quiere
que la abuela materna por parte de la otra madre, es decir, su suegra, se inmiscuya en
la educación de la prole por lo que cuando llame para visitar a las niñas, le dirá que no
es posible, que justo ese día tienen un compromiso. Mentiras. El descubrimiento de
las cuales provocará recelos y discusiones. Pero todas callarán. Silencios. Las
madres porque han aceptado que la pareja es así, no tiene remedio, pero mantenerla
trae muchas compensaciones; la abuela porque si mete baza teme ser acusada de no
haber aceptado nunca semejante unión (lo cual, por otra parte es cierto); y las niñas
por aburrimiento: están hasta la coronilla de la retahíla de explicaciones pedagógicas
que les dan sus madres (por partida doble) cada vez que se interesan por los temas
familiares.
El modelo familiar, entendido como lazos de parentesco establecidos por el
vínculo del matrimonio al que se suma la descendencia biológica o no, es uno, que a
muchas mujeres satisface y conforta, pero no tiene por qué ser el único. Y sin
embargo, parece que, a partir de la legislación vigente, nos hayamos olvidado de que
se pueden establecer otros vínculos tan válidos o más.
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6. Hacia un nuevo lesbianismo. Propuestas formales: modelos de relación
afectivo-social y de interacción con el entorno. El PACS y otras siglas.
Si se me permite, argumentaré este último punto con mi experiencia personal. El
haber sufrido, recientemente, una enfermedad tan estigmatizada, desestabilizadora y
peligrosa como el cáncer me ha llevado a reflexionar mucho sobre esta cuestión. En
mi caso (tipología soltera con mascotas varias y sin familia a la que acogerse) fue el
entramado de relaciones afectivas el que funcionó (y funciona). Las Amigas
asumieron, por voluntad propia, una responsabilidad señalada por la conciencia o por
la ética y no por el contrato. La acción, desde traer la comida preparada hasta poner la
inyección correspondiente a cada sesión de quimioterapia, desde organizarse entre
ellas para dar siempre compañía cuando era necesaria hasta hacerse presentes por
los múltiples medios que la era de la comunicación nos ofrece (mail, teléfono móvil,
fijo, sms), era una acción basada en la solidaridad y no en la firma de documentos. No
hay pacto escrito, nada nos obliga. Y, aunque, en el fondo de nuestras conciencias,
sabemos que escapar a esa responsabilidad es producto de la bellaquería, un acto
propio de tránsfugas del afecto y la camaradería, nada nos obliga excepto la propia
conciencia.
¿Está contemplado en algún lugar ese pacto tácito? ¿Nos darán permiso en el
trabajo para acompañar a una amiga en una operación? ¿Le hacemos un favor o una
mala pasada dejándole en herencia la casa a esa ex que se ha convertido en amigahermana? ¿Por qué no podemos tener con ella o con cualquier otra de intimidad
semejante los descuentos por cuota familiar a los que se puede acceder por
parentesco?
La escritora Thais Morales afirmó (en conversación privada) que “todas
deberíamos tener derecho a cuidar a una amiga”. No le resto razón, pero la picaresca
latina me hace sospechar que de los 240 días hábiles que tiene el año, trabajaríamos
40 y el resto lo dedicaríamos a “cuidar amigas”. Por lo tanto, y aunque a muchas nos
pese, no quedaría más remedio que legislar también ese tipo de acciones/relaciones.
A quienes nos repatea ver legisladas, incluso, las alternativas, siempre nos queda el
“hecha la ley, hecha la trampa”. Correspondería a las mujeres juristas pensar el cómo
y hacer propuestas al respecto, aunque, como la mayoría también quiere casarse, me
temo que lo tenemos muy crudo.
Ideas y precedentes ya existen. Las mujeres, en especial las lesbianas, hemos
creado redes de solidaridad y relaciones alternativas que están esperando ser
nombradas, o sea, reconocidas. La Ex, esa amiga-hermana a la que me refería
9
anteriormente, esa
persona con quien la confianza y el vínculo tienen un valor
comparable al del parentesco, es una figura creada por las lesbianas.
Por otra parte, ¿Quién no ha participado en lo que pondríamos llamar una BAD
(Brigadas de Ayuda Desinteresada) o, si se prefiere, una BAS (Brigadas de Acción
Solidaria), organizada para colaborar en la mudanza de una amiga, en la pintura de
una casa o en la limpieza de un jardín? Y cuántas… ¡Cuántas veces hemos soñado y
comentado ese proyecto idílico de una casa para mujeres con espacios individuales y
comunes! Esa especie de comuna reciclada está, no solo en la mente de muchas sino
en proyectos concretos. Invadir un pueblo, comprar una casa rural entre varias o
hacerse con un edificio entero en la ciudad, son iniciativas que se están estudiando
más allá de la fantasía de una noche de borrachera. Es un plan que me he atrevido a
denominar Proyecto UTM mediante el cual, se solicita a las autoridades que nos dejen
Un Trozo de Mundo a unas cuantas y ya nos lo montaremos.
Utopías aparte y como iniciativa real están los PACS (Pactos Civiles de
Solidaridad). No voy a referirme a los ya existentes, como es el caso de Francia,
porque no representan el ideal deseable. Como apunta Margarita Pisano: Con leyes
igualitarias no se arreglan nuestros problemas, ni se derrumba la feminidad como
construcción cultural, la masculinidad sólo suma a su cultura a “los discriminados
útiles” y ése es su juego de la diversidad.4 Se trataría de crear nuestro propio PACS o
de discutir, al menos, sobre esa posibilidad. Una posibilidad olvidada en tanto que los
esfuerzos se han volcado en conseguir la ley de matrimonio. Una vez obtenida,
adquiridos los derechos, relajadas las madres y visibilizado el tema del que se habla
con toda naturalidad en los medios informativos ¿no sería el momento de reconocer
las uniones no matrimoniales? Y no me estoy refiriendo a la fórmula “pareja de hecho”,
sino a relaciones, precisamente, no centradas en la pareja como modelo único y
exclusivo, copia del patrón heterosexual, y que tiene una implicación sexual.
Relaciones basadas en la amistad, en la solidaridad o en cualquier otro vínculo
afectivo. ¿A quién dejarán su casa, su coche, sus libros las sin pareja que no desean
ese modelo y cada vez tienen menos familia: por abajo porque no han querido y por
arriba porque se van marchando? El pacto civil sería otra opción sino “la otra opción”,
para no solo establecer derechos y deber sino para mostrar/reivindicar socialmente
que ese otro tipo de uniones existe.
Hagámonos y respondamos con sinceridad a esta pregunta ¿entre el
matrimonio y el PACS qué elegiría?
4
Lesbianismo, un lugar de frontera. Margarita Pisano. www.mpisano.cl/articulos/lfrontera.htm
10
Me pregunto si el resultado de esa consulta no tendría algo en común con las
conclusiones del señor Bischoff. ¿Resolveríamos, según la muestra consultada, que la
preferencia mayoritaria es el PACS, pero la mitad más una se casaría?
7. Soluciones a la encrucijada
Tal vez, uno de los quid de toda esta cuestión esté en el haber otorgado al
amor la categoría de religión. De nuevo D. Juliano apunta: “en sociedades
individualistas, donde todos los vínculos son débiles, el amor se ha transformado en el
sustituto de la religiosidad, del cual se espera que de sentido a la existencia”.
Probablemente, de esa valoración sacra del amor se deriva, en gran medida, la
dinámica relacional propia de la endogamia lesbiana que provoca esos charts o redes
de relaciones descritas en L Word o en Con Pedigree; provoca el cotilleo feroz que
adjudica un noviazgo a la segunda vez que se va al cine con la misma amiga; provoca
la imposibilidad de ser amable con una mujer a la que acabas de conocer porque se
va a interpretar como un tirarle los tejos descarado… y provoca otras susceptibilidades
y confusiones por el estilo. Y lo que es peor: que el amor de sentido a nuestra vida
imprime un carácter de inferioridad a cualquier otro tipo de afecto y al vínculo que por
él se crea. ¿Para qué hablar, entonces, de ello? Si lo importante es conseguir una
pareja, la estabilidad emocional, el refugio del hogar, la comodidad de saber cómo y
con quién pasaremos fines de semana y vacaciones y la seguridad de un caldito
caliente en el resfriado anual ¿Para qué vamos a liarnos ahora con otras relaciones
que cuestionen el orden social? A fin de cuentas, la parejita Les, de algún modo, ya lo
cuestiona ¿O no?
Mi propuesta es la de reflexionar acerca de estos puntos:
1. ¿Existe más el deseo de normalizarse que el de ser respetada (no digo
aceptada) con las propias diferencias?
2. ¿Es compatible la subversión con el subirse al carro de la norma social?
3. Podemos crear y creamos otros modelos de relación. ¿Por qué no proponemos
un debate sobre cómo hacerlos encajar en la sociedad y si queremos que
encajen?
4. ¿No solo de amor vive la lesbiana?
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Por último, invito a las jóvenes lesbianas y a las que todavía no lo son (lesbianas)
a diseñar esos pactos de solidaridad, esas relaciones atípicas con el entusiasmo la
energía y la inocencia que la juventud proporciona
Eskerrik Asco
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