I Jornada de Estudios Asiáticos. 5 de abril de 2008. “Fundamentando a los japoneses chilenos” Ariel Takeda Mena. DEFINICION BASE DE LA RAZA: Podríamos decir que hace unos 200.000 años atrás, los dioses Izanagi e Izanami formaron el archipiélago japonés y dieron nacimiento a los dioses de la Naturaleza. Tambien podríamos decir que este mito equivaldría al período de desglaciación que al inundar las tierras bajas del este asiático, hizo que Japón se separara del continente y adquiriera fisonomía propia. Sus primeros habitantes fueron posiblemente, pequeños grupos de nómades, la mayoría mongoles del paleolítico superior, que quedaron atrapados en esas tierras montañosas e inestables o llegaron navegando desde el sur de Asia, de isla en isla mientras éstas se hundían y luego, caminando por los hielos en retirada del norte. Fueron grupos familiares que necesitaron cambios drásticos en sus modos de vida para evitar la extinción. Siempre trashumantes, reemplazaron las estepas por montañas y costas. Cambiaron su dieta y preferenciaron los alimentos marinos. Acomodaron sus estructuras físicas a las exigencias de la tierra y amoldaron sus personalidades para enfrentar fuerte y de la ley del más selección natural que aquí se manifiestan con persistente terquedad. Los tifones, terremotos, tsunami, erupciones volcánicas y hambrunas les enseñaron las ventajas del hombre-colectivo, se reconocieron como iguales y se mezclaron mientras se hacían acompañar por cohortes de deidades ('kami') que los protegían y guiaban (país de "ocho millones de dioses"). Se identificaron como partes del mundo natural, se hicieron pragmáticos frente el aquí y el ahora y aceptaron la gestación y desarrollo de los acontecimientos como productos de una dinámica donde todos son co-partícipes. ("Localismo" japonés). El Yo no logró germinar pero sí una conciencia moral que los proveyó de reglas conductuales para una convivencia armónica, esforzada y eficiente al interior del grupo ("grupismo" o "colectivismo"). El bien común se hace objetivo del existir. Sus conchales de hace 10.000 años, hablan de sus permanencias cada vez más prolongadas en un mismo lugar. Para entonces, la alfarería ya refleja la delicada belleza recogida del entorno. Este es sin duda, el período clave del génesis japonés porque dentro de estos milenios se tejió la urdiembre identificatoria de la raza. Es lo que el historiador contemporáneo Masao Maruyama define como "la capa arcaica de la conciencia histórica", esa "base obstinada" que sigue proporcionándole un sello especial a cada descendiente, no importando cuales sean la vicisitudes que marquen sus existencias. CAPACIDAD DE CAMBIO: Al mismo tiempo, hemos dicho que los "japoneses chilenos" son una consecuencia local. Pero esta variante del japonés original sólo ha sido posible porque el japonés se ha visto sometido dentro de estos milenios, a repetidos procesos de reingeniería genética y cultural. A principios del siglo XVIII, el escritor y filósofo japonés Hakuseki Arai afirmaba que: "el hombre se ha hecho naturalmente y se transforma incesantemente por la fuerza de las cosas". Los nunca estables escenarios isleños donde se formó en su singularidad, lo obligaron a adquirir la flexibilidad del 'take' (bambú) para enfrentar lo ineludible e incorporar lo conveniente, dentro de un silencioso proceso de maceración de los componentes que al principio les fueron extraños, hasta impregnarlos con la savia de sus raíces. Así, la Familia Yamato cambia sin dejar de ser y se hace trascendente. Aquellos pequeños laboratorios asentados en tierras americanas muestran iguales comportamientos. Aquí, sus componentes híbridos dejan al descubierto hoy, sus acomodos a las nuevas culturas de las que se han hecho parte, sin que ello implique haber perdido la identidad japonesa. Recesivamente persisten genes de esa herencia ancestral, siempre dispuestos a mostrarse en momentos cruciales o en gestos cotidianos. APORTES EXTERNOS Y ACOMODOS CULTURALES: A partir de la última mitad del milenio A.C, el desarrollo japonés se dispara con los aportes de una cultura continental adelantada mil años con respecto a ellos. La estilizada cerámica del período Yayoi lo deja de manifiesto. Lo casi inimaginable debe ser acogido por manos y mentes. Dejan atrás el nomadismo y se hacen agricultores. Surgen asentamientos permanentes con orgánicas sociopolíticas centralizadas que se preocupan de entregarle a todos, los nuevos conocimientos y acciones validadas. Japón pasa a ser "una tierra dividida en casi cien países", según los libros chinos de la época. El causante de esta revolución es el arroz procedente de Corea. (300 A.C - 300 D.C). Los emergentes líderes locales se encargan de imponer el sedentarismo y las orgánicas de trabajo para cuidar del arroz. Agregan terrazas al paisaje, forman cuerpos armados para proteger los bienes y el orden social y controlan el producto resultante. A la par, se acrecienta el diálogo con la Naturaleza y deidades protectoras. ("Sintoísmo" = filosofía religiosa). Los líderes se hacen "señores de la tierra", avasallando (no esclavizando) a los habitantes de los territorios apropiados (señoríos). Los excedentes incrementan las comunicaciones y el comercio. Las tierras cultivadas aportan prestigio, también rivalidades y guerras intestinas. Esta sería la primera gran revolución cultural que modifica ostensiblemente la estructura que se ha dado el pueblo japonés. En el siglo III ó IV se entroniza el concepto de Nación como unidad global regida por un 'tenno' omnipotente de origen divino. Según la leyenda, la diosa solar Amaterasu envía a su nieto Ninigi a ordenar su reino sumido en el caos. Lo acompañan cinco dioses y tres tesoros (una espada de hierro, un espejo de bronce y una piedra preciosa). Ninigi avanza espada en mano desde la sureña isla Kyushu hasta la isla principal Honshu, avasallando señoríos y estructurando el régimen de la familia Yamato donde el poder se sustenta en la veneración y obediencia absoluta al Primer Padre o Emperador. (Históricamente, este momento podría referirse a la dominante dinastía Yamatai y al uso de los metales). En el siglo VI se introduce desde China el budismo que intenta reemplazar al sintoísmo. Pero la exigencia es resistida por el Pueblo. Sin embargo, el poder de acomodo que ya está entronizado en la sangre japonesa, se pone una vez más en juego. Después de un par de siglos, encontramos un dualismo sintoísta-budista perfectamente armónico. Algo parecido se da con los otros muchos aportes de la cultura china que el localismo se muestra reticente de seguir aceptando sin examen. Corre el siglo VIII con un Japón de cinco millones de habitantes. En 1192, el poderoso clan Taira que dominaba a la familia imperial, cae derrotado por los Minamoto. Frente a un Emperador debilitado, Yoritomo Minamoto toma la administración total del país pero sin mancillar la imagen del 'tenno' frente a los ojos del Pueblo. Así surgen los 'shogun' que bajo supuesta dependencia imperial, regirán al país con poderes absolutos hasta mediados del siglo XIX. (Casi siete siglos). A su lado están los 'samurai' (guerreros). Comienza a sistematizarse la difusión de información manipulada según los intereses del "shogunato". En el siglo XIII los mongoles que han dominado el Asia, exigen el vasallaje de Japón. Pero Japón responde con las cabezas de los emisarios. En 1271 y luego en 1279, el khan Khubilai envía 900 barcos y decenas de miles de combatientes para someterlo. Japón, a pesar de sus limitaciones militares confía en el triunfo por superioridad racial y gracia divina. Y los 'kami' protectores así lo demuestran. En ambas ocasiones, los 'kamikaze' ("vientos divinos") diezman de un soplo a los invasores. Ahora Japón reafirma el poder invencible de la raza. Durante la segunda mitad del siglo XVI las rivalidades por alcanzar el shogunato se generalizan ("país en guerra"). El sueño del poder se acerca con los triunfos y se esfuma con las derrotas. Los nombres de belicosas familias (los señores de la guerra) se destacan o se borran del pizarrón de los encuentros. Pero estas calamidades también aportan beneficios. Los señoríos, necesitando de mayores recursos, introducen mejoras en la agricultura, la minería, las comunicaciones, el comercio y la artesanía. A pesar de los caídos, la población japonesa se eleva a 16 millones. En 1603 el triunfador absoluto es Ieyasu Tokugawa. La dinastía de los Tokugawa (era Edo) gobernará a Japón por dos siglos y medio. EL NACIONALISMO: A partir del siglo IX, una fuerte corriente nacionalista se ha impuesto sobre lo extranjero, validando sólo lo "japonizado" ( escritura, alimentación, vestuario, artes, pensamiento, tradiciones, etc.). Este nacionalismo logra su máxima expresión durante la era Edo. Para asegurar un Japón íntegro, perfectamente definido en origen, tradición e historia; todo se registra y reglamenta. (El ser y quehacer japonés como una sola unidad). Su aplicación alcanza máxima efectividad durante los dos siglos de 'sakoku' (encierro voluntario sin influencia extranjera). La familia Yamato vive el orgullo de ser lo que es. PRESIONES EXTERNAS Y CAMBIOS: En 1853 el caos entra sorpresivamente a la casa japonesa. El capitalismo de Occidente con bandera norteamericana, ya no viene a indagar posibilidades de apertura como en 1846, sino a exigir un Japón abierto al comercio internacional. Será un momento crucial y vergonzoso para esta Nación forjada en el aislamiento y sustentada en el honor, el valor, el nacionalismo y el desprecio al extranjero. Ante el poder irrebatible de armas superiores, el acosado 'shogun' debe acepar la apertura de los puertos de Shimoda y Hakodate (1854). Las críticas y los repudios se multiplican. ¡La ley ha sido violada y los "bárbaros" pisan impunes la tierra nipona!. En 1856, la nueva exigencia de un tratado formal de comercio ahondan las discrepancias. Pero el brutal sometimiento de China por Francia e Inglaterra, hacen escoger al 'shogún' el mal menor y en 1858 firma un infamante tratado con beneficios leoninos para el dominante. (Luego le siguen otros con Francia, Inglaterra, Holanda, etc.). El 'Tenno' hace escuchar su desaprobación suprema, ahora rodeado de adeptos que exigen el fin de los shogunatos. Las diferencias dividen a Japón por una década entera, primando el odio, el terrorismo, las intrigas, las traiciones, los crímenes, sangrientas batallas y acuerdos no respetados y que por cierto, sólo benefician a los propósitos extranjeros. En 1860, representantes del shogunato han ido a Estados Unidos y frente al asombroso desarrollo tecnológico y militar observado, deben reconocer el atraso y la vulnerabilidad japonesa. En 1868 el último reducto opositor ha caído y el 'Tenno' recupera todos sus atributos ancestrales aun cuando ya nada puede ser como antes. Se inicia la era Meiji (Restauración y Modernización). Su consigna es ahora "Civilización e Ilustración". En 1871, una misión diplomática imperial encabezada por Tomomi Iwakura, visita Estados Unidos y once países europeos, aprendiendo y negociando tratados más justos. Pero sólo se logra una sentencia y un dilema: No habrán tratos igualitarios mientras los poderosos consideren que negocian con bárbaros. Por tanto, Japón debe decidir entre transformarse en colonia de Occidente o ilustrar a su gente y retomar sus propias riendas bajo nuevas estructuras. Para concretar su salto adelante, Japón se impone objetivos inmediatos: a) modernizar las estructuras gubernamentales desechando todo lo obsoleto, b) abrirse a los países del mundo, c) industrializarse y comerciar internacionalmente d) crear un moderno ejército al servicio imperial y e) hacerse hegemónicos al interior de Asia. Los violentos cambios incorporados de la noche a la mañana dejan tras sí a millones de víctimas de todas las clases sociales. Pero el daño colateral no cuenta porque es el precio que se paga para mantener en pie a la familia Yamato. Se toman los bienes que dan relevancia a Occidente, se crean cuadros gerenciales medios para llevar al tablero el diseño de sus componentes y se prepara a una multitud de operarios leales y eficientes que lo fabrican todo, en menos tiempo, menores costos y mejor calidad. A la par, las misiones comerciales y el ejército aseguran un flujo permanente de materias primas. Japón levanta la cabeza como un industrial competitivo, mientras emerge una clase media ilustrada y organizaciones radicales que exigen justicia ('gi'). A la par, todas las instituciones incluyendo la familia, participan en una educación masificada con redoblados énfasis en un nacionalismo para honrar al 'tenno', vivir en paz y proteger a la Familia. El código 'Bushido' de los 'samurai' inspira muchas de estas enseñanzas. En apenas cuarenta años Japón ha pasado del feudalismo al modernismo, ganándose la condición de "potencia mundial" al triunfar en la guerra Ruso-Japonesa (1904-05). El Pueblo increpa al ejército por no traerle la cabeza de Rusia. La Gran Guerra (1914-18) contribuye indirectamente a su desarrollo y a su expansión territorial y comercial. Pero las vicisitudes internas agudizadas, desembocan en un poder militar dominante que se da mañas para una nueva forma de shogunato que opaca al poder imperial. Años después, la consigna "Asia para los asiáticos" se hará detonante para la Guerra del Pacífico dentro de desigualdades bélicas manifiestas (1941-45). Y los 'samurai' abolidos hace ochenta años, vuelven a los campos de batalla para hacer 'gyokusai' (muerte antes que rendición) por el honor de la Familia, mientras los jóvenes 'kamikaze' se suman a esta orgullosa y obligada entrega de vidas. Las arrasadas Hiroshima y Nagasaki ponen al emperador Hirohito frente al dilema de honor o vida. Y debe escoger el aparente deshonor frente al mundo porque tras él está la diezmada familia Yamato que necesita de su presencia para volver a sacarla adelante. Una vez más Japón está sumido en el caos esperando que hablen las fuerzas del destino. Y porfiadamente, renace de sus cenizas con nuevos bríos, llegando a ocupar un lugar en la cumbre mundial. Pero, lo que aun no logra, es completar su proceso de reacondicionamiento a la nueva realidad. La desarmonía reinante por este proceso inconcluso, se manifiesta con escisiones peligrosas a nivel generacional. Es la gran discrepancia entre el individualismo occidental y el colectivismo japonés. DEL JAPONES AL JAPONES-CHILENO: Dentro del proceso de Modernización y desarrollo del militarismo expansionista, surgen los 'dekasegi' externos (emigración por trabajo). Había que llevar afuera la presencia japonesa y disminuir en algo las demasiadas manos desocupadas y hambrientas que incrementaban las revueltas. América fue el continente que más se abrió a ellos pero, no todos sus países. Chile se negó rotundamente a recibir oficialmente a grupos "amarillos" porque no tenía ni voluntad ni recursos para hacerlo. Ya estaba comprometido cultural y políticamente con el mundo europeo que lo acosaba con pertinaces petitorios para traer gentes de sus países asolados por la guerra y la miseria. Pero a pesar de ello, van entrando a estas tierras, de uno en uno, jóvenes aventureros japoneses que quieren conocerlo todo, escapando por un tiempo de las inestabilidades de la Patria y del ejército que busca sangre fresca para llevarla a las tierras extranjeras que invade. La mayoría sólo viene de paso pero algunos, programan permanencias algo mayores, pensando siempre en el retorno. No se trata de míseros con sólo esperanzas sino de jóvenes intelectuales procedentes en su mayoría, de esa clase media que ha emergido a fines del siglo XIX con recursos suficientes para solventar las costas del viaje. Pero aquí nada es fácil para ellos. Ni idioma ni costumbres facilitan la comunicación, las fuentes de trabajo son escasas y de nivel primario y ni Chile ni Japón reconocen sus existencias. Otro agravante son sus procedencias de prefecturas diferentes, su escaso número y sus llegadas dentro de hojas distintas del calendario. Con la soledad y el desamparo a cuestas, deben echar mano a su poder milenario de sobrevivir cambiando. Se hacen trashumantes y se acomodan a cualquier trabajo. Total, todo trabajo que no transgreda las leyes morales es digno. Y se hacen peluqueros, masajistas, traductores, tintoreros, floricultores, pequeños comerciantes, fotógrafos, empleados, etc.; probando aquí y allá, en esto o aquello. A su favor, tienen sí a un Pueblo que los acoge amistosamente en sus campos y barriadas. Pero el fruto que cosechan es demasiado escaso y la permanencia temporal se sigue prolongando. Los menos logran el regreso pero las mayorías siguen entrampadas buscando respuestas. Por lo demás, la Historia local y del mundo juegan en su contra.. El salitre sintético, el despilfarro gubernamental, la imprevisión, la deuda externa y la crisis del 30, han puesto a Chile al borde del descalabro. En 1930 el censo habla de 671 japoneses con sólo 116 mujeres. Para los solteros, después de casi diez años promedios de espera sin poder optar por el retorno, hace crisis la autocrítica a sus existencias banales sin Familia. Los que pueden, viajan a Japón y traen una esposa, otros, la solicitan por fotografía ('shashin kekkon'), el resto no lo hace porque: a) no cuentan con recursos suficientes y b) porque las leyes de la patria se han diluido. Las experiencias recogidas de esta cultura ajena que se va haciendo amigable, la total ausencia del grupo contralor que regía todos sus pasos y el aprendizaje de un Yo que tiende a reemplazarlo; los hacen enfrentar el problema existencial con ojos nuevos. Así, surgen los matrimonios mixtos donde una criolla lidera una familia que debería tener predominancia japonesa. Pero la realidad es otra. El choque de dos culturas opuestas no logran armonizar resultados. El poder criollo se impone sin contrapesos. Es toda una comunidad contra un solo hombre que no cuenta con respaldos para defender su aporte. Así, aparecen los descendientes mestizos que crecen embebidos en la cultura local. Algo mejor sucede con el producto de los casados entre pares pero la calle, les va arrebatando buena parte de sus logros. La Segunda Guerra Mundial los remece con nuevas inseguridades y el 20% de los residentes (948 según censo de 1940) es abusado con deportaciones, relegaciones y expulsiones. Mientras cada cual rehace su vida después de la guerra, deben reconocer que su escala valórica ya no es la misma que la que trajeron. Han perdido la pureza de la raza y han pasado a ser híbridos culturales: "extranjeros". En buenas cuentas se han transformado en "japoneseschilenos". Por lo demás, han adquirido 'giri' con esta tierra (compromiso por justicia) y la Patria lejana ha pasado a ser un respetable sueño. Ahora el deber se centra en esta tierra y en seguir dando honorabilidad a la Familia. Para ello se imponen tres principios: a) renunciar al retorno a Japón, b) pagar su 'giri' con la Educación de los hijos y c) entregar descendientes que respeten y aporten a su Patria. Y los hijos, nietos y bisnietos se formaron y se forman dentro de esta senda trazada por estos primeros padres y, los "nikkei-chilenos" al igual que cualquier otro nikkei nacido en tierra americana, siguen y seguirán, conscientes o inconscientemente, recibiendo chispazos de esa herencia ancestral que de cuando en cuando, los hacen mirar a Oriente. o-o-o-o-o-o-o FUENTES: - "Historia de Japón" - Yukio Kaibara - F. Cult. Econ. - México - 2000. "¿Qué es Japón" - Taichi Sakaiya - Edit. Andrés Bello - Chile - 1996. "Encyclopedia of Japanese Descendants in the Americas" - Japanese American National Museum - USA. - 2002. "Japoneses Chilenos" - Ariel Takeda - Chile - 2006. "Introd. a la Cultura Japonesa" - Hisayasu Nakagawa - Edit. Melusina - España - 2006.