Crim apuntse 6

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TEMA 6
APORTACIONES PROCEDENTES DE LA PSICOLOGÍA, LA
PSIQUIATRÍA
Y EL PSICOANÁLISIS.
PSIQUIATRÍA CRIMINAL, PSICOANÁLISIS Y PSICOLOGÍA CRIMINAL:
SUS RESPECTIVOS PRESUPUESTOS, MÉTODOS Y POSTULADOS.
La Psiquiatría es una rama de la Medicina que se ocupa del hecho psíquico morboso,
del hombre psíquicamente enfermo, contemplando la conducta delictiva como
expresión de un trastorno de la personalidad, patológico.
La Psicología por el contrario estudia el comportamiento humano, la conducta.
El Psicoanálisis concibe el crimen como expresión de conflictos psíquicos profundos,
pretéritos de desequilibrios de la personalidad que sólo pueden desvelarse
introspectivamente, ahondando en el inconsciente del individuo.
LOS MODELOS PSICODINÁMICOS EXPLICATIVOS DEL COMPORTAMIENTO
DELICTIVO.
CRÍTICA A LAS TESIS PSICOANALÍTICAS.
El modelo psicoanalítico se caracteriza frente a otros modelos por algunos rasgos: se
trata de un modelo psicodinámico que responde a un poderoso determinismo
biológico, concede particular importancia al instinto sexual, sustrato y motor del
comportamiento de todo individuo.
Atribuye a la conducta humana «consciente» un significado simbólico, como mero
reflejo del «inconsciente».
Distingue tres instancias mentales -Freud (Ello, Yo y Super-Yo)- que integran el
aparato intrapsíquico cuyo equilibrio garantiza la estabilidad mental del individuo y sus
disfunciones, las diversas patologías de éstas (vg. neurosis).
El marco psicopatológico se encuadra en conflictos infantiles que se manifiestan
durante la vida adulta a través de procesos inconscientes, por lo que el único método
que permite captar la dinámica y significado simbólico del comportamiento humano es
el introspectivo.
El pensamiento psicoanalítico ortodoxo viene representado por FREUD
El complejo de Edipo tiene particular interés en su teoría, para él muchos actos
criminales tienen su explicación en este complejo, teniendo su origen en una vivencia
inconsciente del niño.
Uno de los postulados del psicoanálisis ortodoxo dice que todos los actos del hombre
tienen una explicación oculta que sólo la instrospección puede revelar.
El concepto freudiano de neurosis como disfunción de la personalidad y regresión
patológica defensiva al pasado supone otra de las tesis del autor.
Otros autores psicoanalistas son:
ALEXANDER Y STAUB asumieron la teoría freudiana del complejo de Edipo,
sugiriendo una política criminal diferenciada propugnando la abolición de todo resorte
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punitivo respecto al delincuente neurótico. REIK también sigue la teoría freudiana del
complejo de Edipo.
AICHORN con su teoría de la “criminalidad latente”. FRIEDLANDER, REDL y
WINEMAN completan la relación de teóricos freudianos ortodoxos.
Entre los psicoanalistas postfreudianos heterodoxos destacan Adler, Jung y Fromm.
ADLER rechaza el pansexualismo freudiano. Ocupa en su teoría un lugar central el
complejo de inferioridad. Para el autor el delincuente es un acomplejado y la
inferioridad fuente de reacciones neuróticas que generan crimen a través de
mecanismos compensatorios.
JUNG: su aportación fundamental reside en la idea del inconsciente colectivo o
conjunto de vivencias de la humanidad, acumuladas a lo largo de la historia como
legado cultural, que cada hombre revive y que se transmiten por herencia.
ERICK FROMM es uno de los principales teóricos sociales del psicoanálisis
(orientación sociológica).
La crisis de la civilización occidental y la “salud mental” de la sociedad contemporánea
son algunos de los problemas abordados por el autor quien, apartándose de las tesis
freudianas sugirió la necesidad de un psicoanálisis humanista sobre nuevas bases.
Las modernas orientaciones psicoanalíticas amplían su temática al estudio de
actitudes colectivas y prefieren explicar el crimen como consecuencia de una
defectuosa interiorización por parte del individuo de las normas sociales.
El psicoanálisis criminal ha sido objeto de numerosas críticas por su déficit empírico.
PSIQUIATRÍA Y PSICOPATOLOGÍA
Sólo a partir del s. XIX comienza a distinguirse entre delincuente y enfermo mental.
La clasificación convencional de las enfermedades y trastornos mentales se diversifica
progresivamente.
La Psicopatología criminal se ocupa de los signos y síntomas que constituyen la
enfermedad mental, estudiando al hombre delincuente en sus diversas funciones
psíquicas mediante el establecimiento de una serie de categorías y reglas generales.
Equivale pues, a la semiología de la Psiquiatría.
Cabe apreciar manifestaciones patológicas en las diversas funciones psíquicas: en la
inteligencia, el pensamiento y el lenguaje, describiéndose igualmente trastornos de la
conciencia, de la memoria y de la voluntad; y se conocen del mismo modo
psicopatologías de la atención y orientación temporo-espacial, de la percepción de la
afectividad y de los instintos.
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NOSOLOGÍAS PSIQUIÁTRICAS Y RELEVANCIA CRIMINOLÓGICA DE LAS
DIVERSAS ANOMALÍAS, ALTERACIONES, TRASTORNOS Y ENFERMEDADES
PSÍQUICAS.
De las muy diversas clasificaciones de trastornos psíquicos y enfermedades mentales,
dos merecen especial mención:
1. La del CIE.10 de la Organización Mundial de la Salud y
2. La del hoy DSM.IV de la Asociación de Psiquiatría Americana.
A juicio de los expertos, parece que oligofrénicos y psicópatas son los dos grupos que
entran más a menudo en conflicto con el ordenamiento penal. Aunque también ha de
hacerse referencia a los trastornos orgánicos, es decir, al delirium y las demencias; a
los relacionados con el consumo y dependencia de las drogas; a la esquizofrenia y
otros trastornos psicóticos, en particular la paranoia; a las psicosis maniaco-depresivas
o trastornos bipolares, a las depresiones; a las neurosis y trastornos somatomorfos,
facticios y disociativos; a las parafilias y otros trastornos sexuales; a los que afectan al
control de los impulsos, concretamente la ludopatía, la cleptomanía y la piromanía, etc.
Las oligofrenias (retraso mental)
Se distingue entre un retraso mental leve, moderado, grave y profundo.
El retraso mental leve representa el 85% de los retrasos mentales. Afecta a quienes
tienen un CI entre 50-55 y 70. Son sujetos educables, capaces de realizar tareas no
cualificadas y de adquirir ciertas habilidades socio-laborales, pero no alcanzan una
total autonomía económica.
El retraso mental moderado, al parecer, representa el 10% de los retrasos mentales. El
CI de quienes lo padecen se sitúa entre 35-40 y 50-55. Son personas adiestrables,
capaces de aprender hábitos de higiene y seguridad, adaptándose bien a la vida en
comunidad si bien sólo pueden realizar funciones muy simples y apenas costear su
subsistencia con ellas.
El retraso mental grave suele constituir entre el 3 y 4% del total de los retrasos
mentales. El CI oscila entre 20-25 y 35-40. Quienes lo sufren sólo pueden aprender a
hablar y a realizar tareas elementales, el desarrollo del lenguaje es mínimo y no son
capaces de escribir. Sufren, a menudo de síndromes neurológicos asociados de índole
congénita, exhibiendo actitudes agresivas e impulsivas.
El retraso mental profundo que representa entre el 1 y el 2% del total de los retrasos
mentales afecta a individuos con un CI inferior a 20 o 25. Suelen padecer
enfermedades neurológicas asociadas, siendo personas carentes de autonomía que
necesitan vigilancia y asistencia permanentes.
En los grados profundos del retraso mental, la misma incapacidad psicofísica reduce
muy drásticamente la posibilidad real de delinquir. El oligofrénico profundo es
fundamentalmente víctima de ciertos delitos, como el abandono, malos tratos u otros,
no sujeto activo.
En las formas moderada y leve del retraso mental se detecta el mayor índice y
variedad de criminalidad, siendo generalmente factor común a todas ellas la
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impulsividad, la irreflexión y la ausencia de planificación previa por parte del autor, así
como la desproporción innecesaria y la ejecución burda del hecho.
Particular interés, tanto desde un punto de vista forense como criminológico, tienen los
supuestos fronterizos al retraso mental («borderline») porque a la debilidad mental se
asocian otros factores delictógenos como la agresividad, el escaso control de la vida
instintiva, la baja tolerancia a la frustración y la impulsividad. Quienes se hallan en esta
zona limítrofe suelen implicarse en delitos contra las personas (homicidios y lesiones),
contra la libertad sexual (agresiones y abusos sexuales) y contra la seguridad.
El delito que comete con mayor frecuencia el oligofrénico es el robo; robos mal
elaborados, de escasa cuantía y significación, en los que por sus limitaciones no
suelen intervenir en papeles de primera magnitud, sino como cómplices, manipulados
por los autores principales.
El oligofrénico se implica también en delitos contra la libertad sexual como son la
violación y pedofilia, influyendo cierto componente vindicativo que concurre con tal
déficit, pues ha sido con frecuencia víctima de burla y menosprecio que hacen
germinar en el mismo, actitudes de hostilidad y venganza.
El delito de incendio forma parte también del limitado repertorio criminal del
oligofrénico. Pero la motivación de éste no es la del pirómano ni la del incendiario por
interés, sino la estúpida fascinación por el fuego de quien no anticipa las
consecuencias futuras de sus actos, o ve en el fuego, complacido, un instrumento de
venganza.
El delirium y las demencias
El delirium o delirio (confusión mental caracterizada por alucinaciones, reiteración de
pensamientos absurdos e incoherencia).
De entre los trastornos orgánicos cognoscitivos, destacan el delirium y las demencias.
La delictogénesis más frecuentemente asociada al delirium son los delitos contra las
personas, lesiones e incluso homicidios y los hechos de relevancia criminológica son
los que suceden en una fase previa de predelirium.
En cuanto a las demencias, el conflicto con el ordenamiento penal se produce sobre
todo, en los inicios de la enfermedad a través de trastornos de conducta, con
desinhibición de tipo sexual y comportamientos irregulares como agresividad verbal o
comisión de pequeños hurtos.
El homicidio por celos es uno de los delitos de más frecuente comisión durante la
vejez, probablemente por la proclividad al paranoidismo que sufre la tercera edad. A
continuación figuran los delitos sexuales, muy a menudo intrafamiliares. Por último se
describen delitos patrimoniales del anciano demente con rasgos llamativos de
puerilidad, innecesariedad e impulsividad como serían los robos patológicos.
Con la evolución de la enfermedad, el demente llega a perder la propia conciencia de
culpa.
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Trastornos relacionados con el consumo y dependencia del alcohol y
drogas.
Alcohol
Ocasiona importantes trastornos somáticos, psíquicos y sociales. Perturba las
facultades de elección, juicio y raciocinio del sujeto, potenciando la agresividad de
éste.
El perfil de la delictogénesis del alcohol depende de la naturaleza aguda o crónica de
la intoxicación etílica.
En la intoxicación aguda el comportamiento delictivo se explica por la exaltación de la
vitalidad del sujeto unida al descontrol psicomotor que éste sufre durante la misma.
Son usuales las pulsiones incendiarias, abusos sexuales de carácter homosexual,
alteraciones del orden público y delitos contra la seguridad del tráfico.
En la intoxicación crónica, el amplio deterioro que ésta induce abarca todas las
actividades sociales y familiares, siendo frecuentes entre otros los delitos sexuales,
estafas, agresiones y delitos de omisión.
Particular interés psiquiátrico y criminológico tiene el denominado “delirio celotípico”
del alcohólico que suele dar lugar a graves delitos contra las personas, incluido el
homicidio al creer el paciente ser víctima de engaño sexual por su cónyuge.
Otras toxicomanías
El DSM.IV y el CIE.10 se ocupan y describen trastornos muy diversos, cuya gravedad
oscila entre la mera intoxicación y el consumo perjudicial, de una parte y cuadros
psicóticos e incluso demenciales, de otra.
En cuanto a la delictogénesis asociada a la droga, hay que distinguir la criminalidad
instrumental, que se orienta precisamente a la obtención y financiación de la droga.
La criminalidad ocasionada por los efectos directos de la droga, es decir, por los
trastornos psicóticos inducidos por ciertas sustancias, suele traducirse en delitos
contra la vida y la integridad, delitos contra la libertad sexual, etc. debiendo añadirse la
significativa tasa de suicidios en el particular de ciertas drogas (LSD)
Criminológicamente es oportuno subrayar que el adicto realiza el mayor número de
hechos delictivos NO durante el síndrome de abstinencia, sino bajo el síndrome
amotivacional, es decir, un momento o fase anterior no impregnada por el tóxico ni
dinamizada por la carencia, sino justamente dirigida a evitarla.
Esquizofrenia
Es la enfermedad mental por excelencia y, de otra parte, la más frecuente de las
psicosis endógenas.
La esquizofrenia incapacita al sujeto para valorar la realidad y para gobernar
rectamente su
propia conducta, ya que implica un abanico de disfunciones
cognoscitivas y emocionales que pueden afectar a la percepción, al pensamiento
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inferencial, el lenguaje y la comunicación, la fluidez y productividad del pensamiento y
el habla entre otros, con el inexorable deterioro de su actividad laboral y social.
La esquizofrenia produce una transformación psicótica del individuo que le impide
establecer un juicio correcto sobre los datos de la realidad.
El esquizofrénico no contraviene significativamente la ley penal. Sucede, sin embargo,
que sus crímenes, aún cuando no representen índices llamativos, atemorizan porque
son atroces, crueles y carecen de sentido y justificación, porque la brutalidad del
esquizofrénico y la indiferencia afectiva de éste “lobo solitario” que jamás da muestras
de arrepentimiento, fomentan socialmente su aureola demoníaca.
En el esquizofrénico, el delito debe ser considerado como un síntoma más de su
enfermedad. Pero se trata siempre de un crimen sin historia y sin sentido, que no se
entiende ni se puede prever, inútil, absurdo, aún cuando su comisión le permita
liberarse experimentando un gran alivio.
El esquizofrénico delinque solo, sin cómplices, actuando como un lobo solitario. Sus
delitos más usuales son los delitos contra la integridad (lesiones) y amenazas; le
siguen los delitos contra el patrimonio.
Los crímenes más graves contra la vida suelen ser obra muy a menudo, de
esquizofrénicos.
El trastorno delirante o paranoia
El trastorno delirante es menos frecuente que la esquizofrenia. Afecta más a la mujer
que al varón. Se sitúa en torno a los cuarenta años (más tarde que la esquizofrenia)
siendo su curso, por lo general, crónico.
No suele ocasionar deterioro intelectual ni laboral y su morbilidad estimada alcanza el
0,1%.
A diferencia de lo que sucede con las esquizofrenias, el delirio del paranoide es
comprensible, como su comportamiento criminal y su afectividad difiere de la frialdad y
lejanía del esquizofrénico.
La paranoia constituye un sistema delirante de desarrollo insidioso (malicioso con
apariencia inofensiva), incurable. El delirio es el núcleo central de la paranoia, aunque
tiene carácter secundario, es comprensible, convincente e incluso puede contagiarse y
compartirse con terceros.
El enfermo conserva el resto de su personalidad (no afectada específicamente por el
delirio) intacta, así como su vida social y de relación. No presenta alteraciones
sensibles en su raciocinio, sentimientos y voluntad, si bien en la paranoia la vida
entera se pone al servicio del delirio.
La hipertrofia del Yo es uno de los rasgos de la personalidad del paranoico, a la que se
une su suspicacia y desconfianza, su recelo hacia los demás o su falta de sentido del
humor.
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La temática delirante de esta psicosis da lugar a diferentes tipos de particular interés
criminológico:
Erotomaníaco (persecución a personajes públicos)
Celotípico (las más agresivas)
Persecutorio (las más frecuentes)
Reivindicatorio o querulante (ocasionan actuaciones judiciales sin
fundamento)
∞ Somático.
∞ Mixto.
∞ El no especificado.
∞
∞
∞
∞
El trastorno delirante tiene particular interés criminológico por la especial peligrosidad
del paranoico, no siempre fácil de percibir o detectar a tiempo.
El paranoico no se siente enfermo, ni lo parece. Suele ser buen trabajador, aunque frío
y distante. Amante padre de sus hijos, aunque rígido y autoritario. Fiel esposo o
esposa, aunque celoso y desconfiado. Ahora bien, posee un colosal potencial de
agresividad, latente pero siempre dispuesto.
En los delirios mesiánicos, el enfermo se considera el elegido de Dios y poseedor de la
razón universal, por lo que comete el crimen por el bien de todos en un gesto sublime
y heroico incompatible con toda suerte de arrepentimiento.
Los paranoicos celotípicos y los persecutorios ven en el crimen el castigo ejemplar que
merecen sus provocadores, la única salida posible, en una actitud justiciera que les
impulsa inexorablemente a ejecutarlo.
El delito del paranoico es frío y premeditado, reflexivo. Los delitos de los paranoicos
dependen de la naturaleza o clase de delirio que padezcan. Son usuales los de
injurias, desacatos y resistencia a la autoridad, los de acusación y denuncia falsa y los
delitos contra la vida.
Trastornos del estado de ánimo y del humor
Los trastornos bipolares (psicosis maníaco-depresiva) y las depresiones.
Criminológicamente, estos trastornos tienen menor relevancia que otros.
La psicosis maníaco-depresiva es la enfermedad fásica por excelencia.
Clínicamente, la fase depresiva y la maniaca presentan síntomas distintos y, en
consecuencia, una diferente proclividad criminógena.
En la fase depresiva, la tristeza se corporaliza y la inhibición afecta a los movimientos
y al lenguaje, fluyendo el pensamiento de forma lenta. En todo caso, el eje nuclear de
la depresión es la tristeza vital y profunda que afecta a todas las esferas del enfermo.
La fase maníaca representa la otra cara de la misma moneda siendo inversa su
sintomatología: euforia, irritabilidad, exaltación, incremento de la actividad social,
laboral, sexual, gran fluidez de pensamiento, locuacidad, sentimientos de grandeza y
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acusada autoestima, disminución de la necesidad de dormir, predisposición a
emprender negocios de riesgo, actividades peligrosas y gastos desmedidos,
hiperactividad psicomotora.
En los trastornos bipolares, la edad de comienzo se sitúa alrededor de los 30 años.
El gran riesgo de la fase depresiva lo constituyen las conductas autolíticas y el
suicidio. Junto al suicidio puro y simple, cabe citar como delito típico de la depresión el
“suicidio ampliado”, en el que el enfermo, después de matar a sus seres queridos,
pone fin a su vida; les mata por amor, para salvarles de las graves ruinas que anuncia
el delirio y luego se suicida, pero la muerte de sus seres queridos no es consentida por
éstos.
La fase maníaca es, lógicamente, más delictógena que la depresiva. El
comportamiento criminal, no obstante, se detecta con facilidad porque ni el enfermo
premedita su comisión –poco elaborada- ni se esconde o excusa después de llevarla a
cabo.
El comportamiento delictivo es más frecuente durante los estados hipomaníacos o
premaníacos y no, sin embargo y aunque parezca paradójico en la fase maníaca
propiamente dicha.
Trastornos de ansiedad (neurosis), somatomorfos, facticios y disociativos
Las neurosis no son enfermedades ya que no consta que exista una causa orgánica
subyacente.
El peso etiológico del trastorno recae sobre contingencias
fundamentalmente psicológicas.
La neurosis es un trastorno menor, a diferencia de la psicosis, la neurosis no provoca
una ruptura de la realidad. Se inicia durante la infancia. La angustia constituye su
núcleo fundamental (excepto en las neurosis obsesivas) a partir de la cual emergen
otros fenómenos psicopatológicos como irritabilidad, fobias, inquietud, déficit de
atención y concentración.
En las neurosis obsesivas, la tristeza, el sentimiento de culpa y la duda prevalecen
como sentimientos nucleares del cuadro.
Las neurosis son trastornos dimensionales, es decir, cuantitativos.
No hay neuróticos y no neuróticos sino personas con alto o bajo nivel de neuroticismo.
El neurótico no entra fácilmente en conflicto con la legalidad penal ya que su propia
naturaleza insegura, angustiada e inestable conspira contra el mismo. De hacerlo, es
más autoagresivo que heteroagresivo.
Los trastornos de ansiedad pueden generar delitos contra el patrimonio y conductas
sexualmente desviadas como el exhibicionismo.
Los trastornos obsesivos son proclives a conflictos como la cleptomanía, piromanía,
etc.
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Trastornos sexuales: particular referencia a las parafilias
Las parafilias constituyen fantasías sexuales, repetidas e intensas, de tipo excitatorio
que por lo general engloban: objetos no humanos, sufrimiento o humillación de uno
mismo o de la pareja o participación de terceros (incluidos infantes) que no consienten.
La parafilia conlleva un déficit insuperable para establecer relaciones afectivas
maduras y adultas con personas del sexo opuesto y frecuentemente van
acompañadas de sentimientos de culpa y vergüenza.
Por su delictogénesis destacan:
La pedofilia
Deseo intenso y recurrente de mantener relaciones sexuales con impúberes, tanto de
tipo heterosexual como homosexual. El pedófilo comete por lo general, delitos de
abusos sexuales en niños, de pornografía infantil y de corrupción de menores.
El sadismo
Al igual que el masoquismo proviene de una patológica “erotización del dolor”.
En las estructuras perversas estas pulsiones se asumen sin angustia ni complejo de
culpa, sucediendo lo contrario en las estructuras neuróticas.
El sádico se ve implicado, por lo general, en delitos de agresión sexual y lesiones,
aunque también en delitos contra la vida.
El exhibicionismo
El exhibicionista de estructura perversa (a diferencia del neurótico) no se siente
angustiado ni culpable, usa precauciones para no ser detenido y obtiene más placer
cuanto mayor sea el escándalo de su conducta y peligro que asume al realizarla.
El voyeurismo o escoptofilia
“Mirón”. Parafilia de menor intensidad que no constituye en sí misma una actividad
patológica. Refleja la persistencia de placeres sexuales infantiles no genitales en la
sexualidad adulta.
El fetichismo
Es una parafilia relativamente frecuente, sobre todo en el varón, incluso en
homosexuales, que obtienen excitación y satisfacción sexuales con objetos, es decir,
descartando la relación genital.
La necrofilia
Grave trastorno de la sexualidad. Es excepcional y aparece asociado a severas
perturbaciones psiquiátricas.
A modo de síntesis, los trastornos de mayor interés criminógeno se dan en el varón, la
franja de edades más conflictiva se da en la década de los 20; la mayor cuota de
participación de la delincuencia sexual la ostentan los oligofrénicos, psicópatas (sobre
todo del subtipo sádico) y los neuróticos. Los delitos de más frecuente comisión son
las agresiones sexuales (violación) en todas sus variantes.
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Trastornos en el control de los impulsos
Todos ellos tienen en común la dificultad para resistir un impulso, una motivación o
una tentación de llevar a cabo un acto perjudicial para el propio sujeto o para terceros.
Éste por lo general experimenta una sensación de tensión interior antes de realizar la
conducta, experimentando placer, gratificación o liberación en el momento de llevarla a
cabo, con o sin posterior sentimiento de culpa, arrepentimiento o autoreproche
El trastorno explosivo intermitente se caracteriza por la aparición de episodios aislados
en los que el individuo no puede controlar los impulsos agresivos, dando lugar a
violencias o daños en la propiedad.
El grado de agresividad expresada durante el episodio es desproporcionada respecto
al estímulo que lo provoca.
La cleptomanía se caracteriza por una dificultad recurrente para resistir el impulso de
robar objetos que no son necesarios para el uso personal o por su valor monetario. El
cleptómano no planifica ni ejecuta el delito de forma cautelosa y elaborada. Actúa solo,
sin cómplices. Se trata de un trastorno más frecuente en la mujer.
La piromanía se caracteriza por un patrón de comportamiento que lleva a provocar
incendios por puro placer, gratificación o liberación de la tensión. Ejecuta múltiples
incendios, siempre de forma deliberada, elaborada y meticulosa. Es más frecuente en
el varón.
El juego patológico (ludopatía) se caracteriza por un comportamiento de juego
desadaptado, recurrente y persistente, que altera la vida personal, familiar o
profesional del enfermo. Es un trastorno más usual en el varón. A veces se le asocia a
trastornos depresivos, siendo significativo el porcentaje de ludópatas que intentan
conductas suicidas.
La necesidad imperiosa de jugar aumenta en los períodos de estrés o de depresión.
Las psicopatías o trastornos de la personalidad
Psicopatía, sociopatía y personalidad antisocial suelen utilizarse como sinónimos,
mereciendo amplio reconocimiento la definición que ofrecía inicialmente el DSM III de
la Asociación Americana de Psiquiatría: “el término psicópata se reserva a individuos
que están básicamente sin socializar y cuyos patrones de conducta les llevan a
continuos conflictos con la sociedad. Son incapaces de una lealtad relevante hacia
individuos, grupos y valores sociales. Son extremadamente egoístas, insensibles,
irresponsables, impulsivos e incapaces de sentirse culpables y de aprender de la
experiencia del castigo. Su nivel de tolerancia de frustraciones es bajo. Tienden a
culpabilizar a los otros.
La personalidad psicopática plantea hoy, entre otros, dos problemas fundamentales: la
verificación de su supuesto correlato orgánico o fisiológico y la relevancia criminógena
de la misma.
La existencia de un condicionamiento biológico o sustrato orgánico de la psicopatía
parece haberse comprobado por investigaciones neurofisiológicas y biosociales,
ciertas anomalías cerebrales y del sistema nervioso autónomo.
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La vacilante y contradictoria jurisprudencia de nuestros tribunales al resolver sobre la
responsabilidad criminal del psicópata da buena fe de la imprecisión de esta categoría
psiquiátrica y del grado de incertidumbre que domina, por tanto, la praxis judicial.
ENFERMEDAD MENTAL Y DELITO: LA PELIGROSIDAD DEL ENFERMO MENTAL
La sociedad teme mucho al enfermo mental (más por la imprevisibilidad e
incomprensibilidad del comportamiento y actitudes de todo individuo psicótico, que
disminuye las posibilidades de una efectiva prevención, que por el peligro objetivo que
representa).
Sin embargo, el delincuente psicótico significa un porcentaje muy reducido en el total
de la población criminal, muy inferior del que pudiera pensarse, pues la experiencia
demuestra que la mayor parte de los infractores de la ley son sorprendentemente
normales desde un punto de vista psíquico,
Los estudios clásicos que sugerían una significativa asociación entre cuadros
psicóticos y violencia pecaban de notorios vicios metodológicos.
PRINCIPALES MODELOS PSICOLOGICISTAS:
BIOLÓGICOS-CONDUCTUALES,
DEL
APRENDIZAJE
DESARROLLO MORAL Y COGNITIVO, FACTORIALISTAS
SOCIAL,
DEL
La moderna Psicología ha elaborado 4 modelos fundamentales:
a.
b.
c.
d.
Los biológicos-conductuales
Los del aprendizaje social
Los del desarrollo moral y cognitivo
Los factorialistas.
Modelos biológicos-conductuales
Se trata de un conjunto de construcciones teóricas que explican no cómo se aprende
el comportamiento criminal, sino por qué ciertas personas (los delincuentes) fracasan
en la inhibición eficaz de las conductas socialmente prohibidas que el resto de los
ciudadanos han aprendido a evitar.
Teorías de EYSENK, TRASLER Y JEFFERY.
Modelos del aprendizaje social o socioconductuales
Intentan explicar cómo se aprende el comportamiento criminal.
Su premisa es que la adquisición de pautas y modelos criminales se lleva a cabo a
través de un proceso de aprendizaje evolutivo que descansa en la observación e
imitación del comportamiento delictivo de otros (aprendizaje observacional).
El principal valedor de este modelo, especialmente aplicado a la criminalidad violenta
es BANDURA. También en este modelo FELDMAN y GLASER
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Teorías del desarrollo moral y del proceso cognitivo
Atribuyen el comportamiento criminal a ciertos procesos cognitivos: a su modo de
percibir el mundo, al grado de desarrollo y evolución moral de éste, a sus normas y
valores y a otras variables cognoscitivas de la personalidad.
KOHLBERT considera que la forma en que un individuo organiza sus razonamientos
en torno a las leyes y normas genera patrones de conducta eventualmente delictivos.
En el proceso de formación del razonamiento moral del individuo destaca el autor 3
grandes estadios:
1. La etapa premoral
Se buscan gratificaciones inmediatas, tratando el sujeto tan sólo de
evitar el castigo.
2. La etapa convencional
El individuo se conforma con el mero acatamiento formal de las reglas y
el respeto a la autoridad.
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La etapa de moralidad autónoma
Se caracteriza por el profundo respeto a las opiniones y derechos de los
iguales y a los principios morales universales.
Con respecto a su grado de evolución moral, Kohlbert y sus colaboradores clasificaron
delincuentes y no delincuentes hallando diferencias significativas entre ambos grupos.
La mayor parte de los no criminales pertenecerían a los estadios más avanzados,
perteneciendo los delincuentes a un nivel llamativamente más bajo de razonamiento
moral.
Los modelos cognitivos han impulsado una variada gama de programas terapéuticos.
Modelos factorialistas de rasgos o variables de la personalidad
Abandonada la teoría de la personalidad criminal, los modelos factorialistas tratan de
identificar rasgos de la personalidad relacionados con el comportamiento criminal,
dimensiones de la personalidad del infractor dotadas de poder predictivo utilizando
instrumentos objetivos de medición.
Entre los rasgos de la personalidad de mayor relevancia etiológica se citan: la
extroversión, el neuroticismo, el autocontrol, la impulsividad, la ansiedad, la
inteligencia, el locus de control, la autoestima, el umbral de tolerancia a la frustración,
entre otros.
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