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HIPHOPHILOSOPHIAE@
HIPHOPHILOSOPHIAE@
Pedro Cobo*
A aquellos alumnos que preguntan
“¿Prof., y además de clases, a qué se dedica?”
E
l despertador me arrancó de golpe,
sin aviso. Me di la vuelta. hiphophilosophiae@ me vino a la cabeza,
como un mal presentimiento. Rebeca no estaba. ¡Ah!, ya. Sócrates, de
tres años, tenía fiebre y mamá durmió con él. Cefaleas aparte, quizá
influyó mi oportuna escapada de la comida familiar en casa de los
suegros. Con George, experto en Avicena, subí el Nevado de Toluca.
Recordé el espléndido paisaje desde las alturas del Pico del Águila.
Ensanchaba el espíritu. Tanto, que hasta Toluca parecía bonita. Alargo la
mano y prendo la cafetera express. Nada más placentero que escuchar
el burbujeo y sentir el olor a café mientras las neuronas se reconectan.
Me levanto, me pongo las pantuflas. En mi cómodo sillón prendo un
cigarrillo y tomo un sorbo de café. Es mi momento de tranquilidad.
Veinte o veinticinco minutos para reflexionar. Necesario para todo
ejecutivo, Stephen Covey dixit. Yo no lo soy, pero el hacerlo me hace
sentir como si lo fuera –inversiones, dividendos, estrategias, etc.–.
Mis meditaciones, pienso, son mucho más profundas: ¿qué hace que
las millones de moléculas de mi ser sean eso, mi ser? ¿Soy libre? No,
eso está mal planteado. Rectifico: ¿era libre antes de tener suegra?
Incluso algunas veces rezo y casi siempre acabo con una oración de
los antiguos griegos: “Doy gracias a Dios por haber nacido hombre
y no mujer…” Los malditos remordimientos de lo politically correct
llegan. Rectifico “Bueno, está bien, pero ¡Dios mío! ¿Si hiciste tan
* Departamento Académico de Estudios Generales, ITAM.
Estudios 88, vol. VII, primavera 2009.
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complicadas a las mujeres porque nos diste a los hombres un cerebro
tan pequeño para comprenderlas? La meditación se acabó. Arquímedes de ocho y Hera de seis entran como trombas en la habitación, un
medioquébeso y un ‘hasta la noche papá’. Chentito, mi chihuahueño,
aprovecha la ocasión y se cuela apoyando sus patitas en mis piernas.
Quiere cariño. ¿Quién no lo necesita? Desde lejos se escucha ‘papá, no
fumes tanto’. Hera. ¿Es innato o aprendido el deseo de dominar de las
féminas? Triste realidad la del varón. Hoy le toca a la mamá llevarlos
al cole. Al pequeño lo dejará en casa de la suegra ¡pobre Sócrates!
Tan joven y ya con su particular Xantipa. Mi gordita ni dice adiós. El
enfado va para largo.
Una ducha, la monótona afeitada de todos los días. Recojo el cuarto
y hago la cama para que Abigail no me ponga después cara de fuchi y
se queje a la señora de lo desordenado que soy. Me tomo un frugal
desayuno: un par de huevos estrellados con tocino, una ensalada y
unas quesadillas que sobraron de anoche, un trozo de butifarra catalana
que está de miedo. Mientras salgo voy masticando pan dulce un poco
duro. Coche, Insurgentes, Revolución… y ¡zas!, la universidad. Son
las 7.50, todavía tengo para checar las noticias en internet y fumarme
un cigarrillo… “Mientras el Sapientísimo Estado me lo permita”,
pienso. Las noticias: Irak.. Chávez…manifestación en el Zócalo. Una
me salta: “El infierno vuelve a existir”. ¡Ah, caray! Y yo que pensaba
que siempre había existido. No estaría mal regalar un catecismo a los
periodistas que hablan de cuestiones de religión, así no dirían tantas
tonterías. Pasillos y el 904. La metafísica aristotélica. ¡Uff! ¡Vaya rollo!
Saco mi ejemplo favorito: Chentito, mi chihuahueño. Si le quitamos
la cola... accidente de cantidad; si lo cambio de lugar… accidente de
lugar; ¿y si le quito la cabeza? Ya empezamos con problemas. Conseguí
algunas sonrisas y que alguno que otro se despertara. Misión cumplida.
Supongo que algo aprendieron. Voy a por mi café. Mientras subo las
escaleras pienso en Rigoberto, mi alumno que todavía no se ha enterado
de que junto al ipod el hombre inventó la regadera y un instrumento
sofisticadísimo llamado peine. Me acuerdo de esa canción de Serrat
“Esas pequeñas cosas”. Ojalá se entere antes de que su mujer haya
pedido el divorcio. Cubículo. Toca revisión de mail... www... yahoo...
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HIPHOPHILOSOPHIAE@
Ya estoy dentro. Diez nuevos mensajes. Cinco son publicidad para
aumentar la potencia o el tamaño: accidentes de cualidad y cantidad.
¿Sabrá Freud que a pesar de tanto sicoanálisis después de cien años
medio mundo parece estar traumado? Clic, clic, clic. Borrados. El sexto
es para comunicarme amablemente que mi artículo sobre Averroes y
la doble verdad es muy interesante... pero no será publicado. ¡¡Uff!!
A este paso no renuevo la entrada en el Sistema Nacional de Investigadores, alias SNI –unos miles de pesillos mensuales menos–. Las
colegiaturas, los médicos, los pañales de Aristófanes que amenaza
con llegar dentro de seis meses acompañado de cigüeña y todo... Me
pongo medio triste. Abro el séptimo mail: hiphophilosophiae@... ¡No!,
¡No puede ser! ¡Otra vez! El mal augurio se cumple. Una jovencísima
colega y exalumna quiere hacer la tesis de maestría sobre la influencia
del posmodernismo en las letras de las canciones del hip hop. ¿A quién
se le ocurriría poner ese tonto nombre en su mail? En fin, ya le dije
que necesitaba un director más joven que supiera por lo menos qué era
eso del hip hop; yo me quedé en Serrat y en el Tri. Mecánicamente
me pongo a repetir hiphophilosophiae@... a ritmo de hip hop. Me
doy cuenta de que estoy haciendo el tonto, sacudo la cabeza y veo los
exámenes encima de la mesa. ¡Qué ilusión! Como canto de sirena me
llaman. ¡Hay que huir! Mi Ulísea voluntad vence y aquí me tienes:
diez hoy, diez mañana. Tras hora y media y un amor infinito por el
trabajo termino mis diez. Trabajo completo. Son ya las 10.45. Un
rápido repaso de los puntos principales de la clase y ya son las 11.00.
Entro en el 912. De nuevo Chentito, sin cola y sin cabeza. Están más
despiertos, las preguntas son más agudas y las risas más espontáneas.
Rosalinda, guapa y elegante –sabe que está en clase y no en el antro
ni el gym–, hace observaciones inteligentes y pone peros al concepto
de las esencias aristotélicas. ¡Con mujeres como éstas la humanidad
tiene futuro! ¡Me gusta dar clases! Salgo y me aborda Jeanette. “Oye
prof.”, empieza con voz acaramelada mi alumna con pocas ganas
de aprender y muchas de enseñar –y no precisamente filosofía–. “Oye
prof., no entendí nada de eso de las esencias...” Le doy cita mientras
le dicto a mis neuronas que le miren a la cara y aparten la vista de las
potencias medio descubiertas. No, no eran precisamente inteligencia
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y voluntad. ¡Uff! Me analizo fenomenológicamente. ¿Por qué me
molesta tanto la frivolidad? Deduzco: falta de tolerancia. Voy por los
pasillos-sauna –accidente de cantidad– saludando contento a antiguos alumnos mientras escucho cuatro ‘güeyes’ por paso dado. Mi
cubículo. No sin antes haberme aprovisionado de otro café. Llamo a
mi gordi... se le nota menos enfadada. Sócrates está mejor y la suegra
encantada de tenerlo. Un beso. Hasta la noche. Voy por el octavo mail.
Daniel, antiguo alumno, estará en las mismas fechas que yo en Viena.
Bien, la cosa mejora, podré pasear por el Prater e ir al Burgtheater
con alguien tras bucear en las bibliotecas. La familia se queda ya que
Aristófanes estará deseando salir. ¡Si supiera lo que le espera! Noveno
mail. Entrenamiento de tenis de mesa el jueves de 8.30 a 9.30. ¡Perfecto! Eso me relaja. El décimo y último. Invitación para dar un curso de
doctorado sobre Filosofía de la Ciencia. Me enfado. Ya les dije el año
pasado que no, que no soy experto en el tema. Me rasco la cabeza
y me pregunto en voz alta. ¿Por qué será, qué será, que hubo Vitorias y
Suárez y de la Cruz, Juanas y Borgias y hoy son Husserl, Heidegger
y Ratzinger? Gracias: no es mi tema. Send. Clic. Bye.
Abro Word y el artículo a medio hacer, “El concepto de Verdad
en Aristóteles según Averroes y Tomás de Aquino.” A ver si este
cuela, me digo. Tengo que volver a leerlo entero, he perdido el hilo.
Ocho hojas leídas de once escritas. Me llaman. La revista llegó de
la imprenta –Filosofía Medieval–. Hay que revisarla: color, número
de hojas, publicidad, etc. Ok, está bien, está bien... quizá el color no
muy logrado, el corte de las hojas no es muy recto, allá le faltó la
publicidad. Sorry, se la llevan. Vuelven a imprimir los ejemplares
defectuosos. Thanks.
Doce y media. De nuevo me siento. A las 13.15 acabé de releer
el artículo. Abro filemaker. Fichas. Leo cinco, seis, siete. Aquí está,
aquí está. La cita que buscaba. Con esta se cierra con broche de oro el
capítulo. Escribo una página a la velocidad de un poseso. Doce páginas
escritas. Sólo quedan dos tercios. Esta tarde iniciaré la segunda de
las tres partes del artículo. Corrijo el estilo. Uhmm, no está mal, le falta
una última revisión pero eso al final. Son las dos. Cita con Ferrán en
la Tasca Manolo, avenida de la Paz. Facebook nos reunió. Antiguo
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alumno de comunicación en otra universidad mexicana y que ahora
trabaja en MTV. Unos callos a la madrileña. Exquisitos. No debo tomar
cerveza... me dará sueño y la doble verdad averroísta se puede convertir
en cuádruple... pero, ¿unos callos con cocacola? Ni modo, la comida
y la compañía lo ameritan... hubiera sido mejor un rioja... Me entero
de que MTV tiene un 80% de programación no musical... No, no es
posible estar al día para comprender a estos alumnos. Abrazos, deseos
de vernos más a menudo. ¡¡Uff!! Quién sabe. ¡Esta ciudad!
Cuatro y cuarto de la tarde. Otro café y otro cigarro. Empiezo a
leer fichas y fichas. Uno que otro artículo. El último leído tira por tierra
parte de mi escrito, cita muchas fuentes fiables. Internet es el recurso.
www... universidad... biblioteca... recursos disponibles en internet...
EBSCO... JSTOR. Ya está, downloadeo cuatro artículos más. Les hecho
un vistazo y, sí, tengo que cambiar parte del artículo. Leerlos, pensarlos, redactarlos significa, uhmmm, unas tres o cuatro semanas más.
Mandado el artículo, tardan entre cinco y siete meses en contestar... Uff,
el SNI está cada vez más lejos. Ni modo. Imprimo los artículos y me
dispongo a leerlos. Son ya las cinco. Tocan a la puerta. Juan aparece.
Antiguo alumno. Se fue de fin se semana a Puerto Escondido y se echó
unos honguillos muy simpáticos y por poco se queda en el viaje. Está
muy alterado. Le escucho, le recomiendo un libro de Víctor Frankl y
quedamos para comer la semana siguiente. Ya son casi las 6 de la tarde:
tenía que desahogarse. Llega Marta, asistente en la revista Filosofía
Medieval. Puntual como siempre y con una sonrisa me quita un poco
el mal humor por el poco avance en Averroes, quien hoy, sin culpa
suya, me está empezando a caer gordo. Hay que enviar estos mails
agradeciendo; por favor, imprime los últimos artículos que llegaron;
pregunta a fulanito si ya redactó el dictamen sobre el artículo de Pedro
Lombardo... gracias Marta. Hasta el jueves. Las 6.50. Recojo, cierro
computadora. Suspiro y me lanzo a buscar a Hera y Arquímedes. Se
hace tarde. 7.45 en el colegio. Arquímedes contento porque metió
dos goles y le dieron un balonazo en el ojo derecho que exhibe presumiendo. Hera triste porque no pudo tocar la pequeña melodía prevista
con la flauta. Don’t worry, el domingo el abuelo te la enseñará. 8.20
en la casa. Jugamos a hacer la cena. Ponemos los platos, la leche, el
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cereal, los sándwiches que Abigail dejó preparados. Cena, baño y a la
cama. Mañana verán a mamá. Mamá apareció a las 10.00. El tráfico.
La barriga más abultada: Aristófanes va creciendo. Sócrates era un
bulto dormido. Gracias a Dios la suegra le puso el pijamita y no hay
que despertarlo. Se lo quito de los brazos cansados y lo deposito en
su camita tras un suave beso. Se sienta, le sirvo la cena y le acompaño con una generosa copa de Malbec argentino. Ella agua de limón,
Aristófanes manda. Que qué tal. Bien, el jefe que pidió más trabajo,
el tráfico a casa de los suegros... la vuelta a casa, Aristófanes que pesa
cada vez más. ¿Y tú? Voy desgranando: clases, Viena, tenis de mesa,
hiphophilosophiae@ ¿Qué edad tiene tu exalumna de filosofía? ¡Ay,
caray! Esa no me la esperaba. Se me puso celosa. Empieza una retahíla
de quejas con fundamento... la comida del domingo, el tenis de mesa,
Viena, los arreglos no hechos, las alumnas... –ésta sin fundamento–.
De pronto, sin pensarlo empiezo a recitar mi oración favorita: “¡Te
doy gracias Dios mío por haberme hecho hombre y no...” Pero mientras voy recitando veo sus mohínes irónicos, sus palabras hirientes
que salen acompasadamente como flechas certeras; apenas alteran su
rostro como corresponde a un carácter fuerte, dominador y con gran
autocontrol. Me quedo embobado. Sus tez mestiza y sus facciones
más de indígena que de española me encandilan y me acuerdo de la
primera novela que de Kertez leí. ‘Qué judía más guapa’ decía al ver
por primera vez a la que sería su esposa. Me quedé traspuesto. Entre
enfadada y extrañada, “¿pero qué te pasa?” Grita. Reacciono. “¡Pero
qué mamá más guapa!” Me sale del alma. Contrae los labios, abre
los ojos. “¡Pero que tont..!” Un huracán está por salir. Se relajan los
músculos, estalla una medio risa “¡Pero qué tonto eres!” Riendo, ella.
Asombrado, yo. Me gano un sonoro beso. Entre risas medio contenidas
y meneos de cabeza se va a la cama mientras se oye una cantinela por
el pasillo “¡Pero qué tonto es! ¡Pero qué tont…!” Sí, todo lo tonto que
uno quiera, pienso satisfecho por el beso, pero me acabo de ahorrar una
buena paliza. hiphophilosophiae@... pero qué tonto nombre para
una filósofa. Recojo la mesa. Lavavajillas. Sillón. Cigarrillo mano
izquierda. La mano derecha saborea el Malbec. ¡Mis quince minutos!
Agarro La hermana de Sandor Marai. Salamandra, estupenda edición.
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Z., músico famoso, inicia su historia... “Me di cuenta de que algo había
cambiado...” Me olvido del mundo. Sabor a tabaco, a vino dulzón, a
prosa encantadora, a paz y sosiego.
Me pongo el pijama. Me acuesto y apoyo mi mano derecha sobre
el vientre ovalado. Siento, o me hago la ilusión de que siento, el corazoncito de Aristófanes. Le digo: “¡Eh! ¿No me saldrás tan alburero
como tu tocayo, verdad?” No contesta el muy truhán. Ser papá, accidente de relación; ser papá de tres y medio, accidente de cantidad del
accidente relación; ser marido, accidente de relación muy gustoso... a
veces. Un latigazo recorre mi cuerpo. Tener suegra: ¡superaccidente!
Abro los ojos, me asusto ante el descubrimiento. ¡Aristóteles no agotó
toda la Metafísica! hiphophilosophiae@ pero qué nombre más tonto
para...
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