©ITAM Derechos Reservados. La reproducción total o parcial de este artículo se podrá hacer si el ITAM otorga la autorización previamente por escrito. DIÁLOGO DE POETAS S i uno conversara con Francisco Segovia, esto es, si uno leyera su poesía, probablemente él pronunciaría una única palabra de bienvenida: “escucha”. Apenas una palabra: invitación suficiente para que el lector aguce el oído. Y yo les diría: “escuchen, escuchen el aire habitado de Segovia”. Más que habitado, como humildemente sugiere el título, encarnado; aire vivo. ¿Y acaso habría mejor cosa para develar el ánimo del mundo que su andar? La poesía de Segovia es, ante todo, un fiel registro del movimiento y de las melodías que acompasan ese movimiento. En un primer momento, sus versos nos hacen estar al tanto de los varios andares del aire: del movimiento peculiar del aire que llama a la lluvia, de la lluvia reunida que nace neblina, del aire que se arremolina para volverse viento; de sus pasos y sus descansos, de sus largas caminatas, de sus violentos arrebatos. Así, la lluvia de Segovia es un animal que, ya viejo y cansado, detiene su andar para rascarse el lomo contra el lomo de otro gran animal: el cerro. El húmedo animal, una vez aplacado el escozor, continúa su deambular errante; porque, ante todo, la lluvia siempre es extranjera. Esa misma lluvia, más tarde se sacudirá para romper el solemne silencio. Otro movimiento es el de la lluvia antes de serlo: la neblina, con un andar lento y pausado, recoge, en una mínima y gélida caricia, todo lo que está a su paso. Más tarde, la versátil neblina de Segovia se vuelve niña al buscar en el abrazo de las ramas desnudas, un alivio que reconforte el invierno de su alma. ¡Y qué decir del viento y su fuerza de pasado! En uno de sus poemas, una mujer es azotada por el arrebato del recuerdo que se manifiesta en un viento que la toma del cuello, dirigiendo su mirada a la nostalgia. Estudios 92, vol. VIII, primavera 2010. 103 ©ITAM Derechos Reservados. La reproducción total o parcial de este artículo se podrá hacer si el ITAM otorga la autorización previamente por escrito. BARANDA, SEGOVIA, ESPINASA 104 Más tarde, el arrebatado viento la abandona para pasar, inquieto, entre tumbas y cruces, una eternidad en la que no hay descanso. En otros momentos, Segovia pareciera seguir las pinceladas de un pintor impresionista. No sólo el aire está animado; igual de relevante es el andar de la tarde, el camino de la luz, el rastro de la noche y la marcha de la luna en el agua. Tan importante es la melodía para el movimiento que un verano mudo no tendrá presencia. “No vino el verano”, dice Segovia. No se sabe que vino porque llegó en silencio. Y se sabe que la llegada de todas las cosas importantes estará siempre anunciada por su leitmotiv particular. El del verano suele ser la espontánea risa de los niños, el alegre brincoteo del sol sobre una llanura poblada de pasto –tan inmensa como el verano mismo–, y el arrastrar de las pesadas puertas de la escuela que anuncian la clausura de la formalidad y le dan la bienvenida al bello e inútil ocio, diría Bataille. En cambio, un verano mudo no se sabe verano, y no sabe a verano. Verano que por su silencio se presiente inmóvil y, por lo tanto, inerte. Segovia nos dice de elementos naturales, animados porque se mueven, diferenciados por el peculiar conjunto de sonidos que emiten en esa marcha. Así, todo en Segovia es movimiento que habla de un mundo vivo, y su registro queda hoy, reproducido y declamado, en la melodía impresa en cada uno de sus versos. Estudios 92, vol. VIII, primavera 2010. ©ITAM Derechos Reservados. La reproducción total o parcial de este artículo se podrá hacer si el ITAM otorga la autorización previamente por escrito. DIÁLOGO DE POETAS BRISA Francisco Segovia En las manos del aire absortas momentáneas intuiciones de la forma: nubes. ° Como un rumor que llega de tierras aún más grises el bosque de abedules de la lluvia. 105 ° Morosa curva del camino que pospone su secreto : arcoiris derruido. ° Se adelgazaba tanto en la punta el abedul que acabó por esfumarse: breve soplo en cuya estela revolotean todavía algunas hojas. Estudios 92, vol. VIII, primavera 2010. ©ITAM Derechos Reservados. La reproducción total o parcial de este artículo se podrá hacer si el ITAM otorga la autorización previamente por escrito. BARANDA, SEGOVIA, ESPINASA ° Nítidas espinas de los cactus y filo de las piedras. Por aquí ha pasado ese horizonte que ahora se deshila allá en la lejanía. ° Es leve la tierra. Allá donde se juntan las últimas lomas y la tarde todo es aire o remolino. Nada echa raíz. Pisamos sobre la sombra de unas nubes. 106 Estudios 92, vol. VIII, primavera 2010.