¿Quién digo yo que es Jesús? ¿Quién dice Jesús que soy yo? Ser catequista en el siglo XXI, P. Juan Luis Calderón, OAR. Conferencia de apertura del Congreso Catequético de la Arquidiócesis de Chicago. Noviembre 18, 2006. Cuando yo era niño, los viernes en la noche, justo antes de terminar la programación televisiva, había un programa titulado “Ultimas preguntas”. Duraba 5 minutos. En él, cada semana le preguntaban a un católico:¿Quién es Jesús para usted? Yo nunca entendí nada de lo que se decía en el programa (era demasiado pequeño para eso). Pero guardo en mi mente la imagen de mi padre escuchando algo que para él era importante: esos 5 minutos de TV justo antes de medianoche. Hoy nos convoca la Arquidiócesis de Chicago para este gran evento catequético en el que de diferentes maneras (porque muchos son los talleres) responderemos a la pregunta: “¿Quién dicen ustedes que soy yo?” (Mc 8, 29). Tema elegido por la Conferencia Episcopal para el Día catequético de este año. Otra vez la preguntita Vuelve a presentarse ante mi-ante ustedes-el interrogante. No es una pregunta simple; lo intuimos. Hace 2000 años esa pregunta la planteó un carpintero de Nazareth a unos pescadores que caminaban con él. Pregunta inocente, quizás. Pregunta para que ellos se enteraran al fin, ante sí mismos, de por qué seguían a Jesús, porque habían dejado todo, por qué anunciaban algo diferente a lo que todos los demás sabios de Israel anunciaban. No sé si se han detenido ustedes a responder a esta cuestión que hoy se nos plantea. Leamos el texto de nuevo: Mc 8:27-30: Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen la gente que soy yo?». Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas». Y él les preguntaba: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo». Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él. A mi juicio a tres momentos o tres protagonistas en este pasaje y deseo contemplarlos con ustedes. Primer protagonista: los hombres (¿Quién dicen la gente que soy yo?), la gente, los demás, los que pasan por la calle, los que van al mercado, los que han oído hablar a Jesús y se acercan a él, los que hacen caso y los que no, los que hablan de Jesús con mayor o menor conocimiento. Segundo protagonista: ustedes (¿Quién dicen ustedes que soy yo?), es decir, ustedes los discípulos, aquellos que siguen a Jesús, que creen en él, que tienen una relación personal con él, contacto y conocimiento, aquellos que están en diálogo con Jesús. Fíjense bien que Jesús no dice: ¿Quién dicen mis discípulos que soy yo?, o “¿Quién dicen los que creen en mí, mis seguidores, que soy yo?”. No Jesús les pregunta a ellos en un diálogo directo, con una pregunta precisa y concreta. Y así llegamos al tercer protagonista: Jesús (¿Quién dicen ustedes que soy yo?). Jesús: el que hace la pregunta y el tema de la pregunta. No sólo es quien pregunta, sino que además pregunta sobre sí mismo. ¿Quién dice Jesús que es El mismo? Pero volvamos a la pregunta original, a la pregunta fundamental: la pregunta sobre Jesús. Jesús predica y habla del Padre, habla de ustedes y habla de sí mismo. ¿Quién dice Jesús que es él mismo? Dice: Yo soy la luz del mundo (Jn 8, 12) Yo soy el camino, la verdad y la vida (Jn 14, 6) Yo soy la resurrección y la vida (Jn 11, 25) Yo soy el Pan de vida, el Pan bajado del cielo (Jn 6 ,35. 48. 51) Yo soy el buen pastor (Jn 10) Yo soy la vid (Jn 15) 2 Yo soy el Maestro y el Señor (Jn 13, 12-15) Yo soy el rey de otro mundo (Jn 18, 33-37) Yo soy el Mesías, el Hijo de Dios (Mt 26, 692-67) Jesús deja bien claro quién es El y cuál es su misión en el mundo. El ha venido con un propósito firme: ¿Cuál es ese propósito? Si hacemos una rueda de preguntas, cada uno responderá una cosa y en esa respuesta comprenderemos quién es Jesús para mí, para usted, para el otro. Por eso, aunque El nos dice claramente y de muchos modos quién es El mismo, aún nos pregunta: “¿Quién dicen ustedes que soy yo?”. El gran secreto de la respuesta es que no hay respuesta buena o mala, sino respuesta personal. Cada uno de nosotros hemos sido convocados a este congreso catequético arquidiocesano para dar respuesta de esta pregunta: ¿Quién dicen ustedes que soy yo? Yo mismo escucho la pregunta y siento el deseo de dar respuesta, pero ¿de que valdría? ¿Qué aportaría a esta conferencia mi respuesta? Corremos el peligro -también como catequistas- de predicarnos a nosotros mismos. Ya nos lo advirtió San Pablo: “Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para nosotros, judíos o gentiles, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (1 Co 1:23-24) ¿Quién es el que pregunta? Por eso, en esta mañana, comenzando nuestras actividades, mi reflexión se orienta hacia otro lado. Escucho la pregunta: “¿Quién dicen ustedes que soy yo?”, y mi corazón se sacude de temblor y emoción. No miro a la pregunta, sino a QUIEN pregunta: Cristo mismo me interroga porque desea saber quién es él para mí. Vuela mi mente al desierto de Horeb, donde Moisés vio una zarza que ardía sin consumirse (Ex 3,2). Era un Dios que sale al encuentro, un Dios que se presenta ante mí para llamar mi atención, que me busca y me quiere; un Dios que me toma en cuenta. Y lo único que se me ocurre es preguntarle: “¿Quién debo decir que me envía?” (Ex 3,13). Desolación de Dios: ¿tanto caminar juntos y todavía no te has enterado de mi presencia? Quizás el Señor 3 tuvo ganas de decirle: “Moisés: ¿aún no me conoces?”. Pero no, nuestro Dios es un Padre misericordioso, bueno y paciente, rico en piedad y leal. En vez de regañar a Moisés, a cada Moisés aquí presente, dice: “Yo soy el que soy (Ex 3,14). Yo soy yo. Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob” (Ex 3,6). Seguro que algo has escuchado hablar de mí, porque muchos hablan de mí, de un modo o de otro. Dios es un tema de moda. Los políticos se empeñan en meter el tema de Dios en sus discursos, hacemos publicidad para vender refrescos diciendo que eso es la bebida que Dios toma en el Cielo los días de fiesta, organizamos guerras en el nombre de Dios, o incluso escribimos en los billetes que confiamos en Dios. Surgen nuevas religiones, nuevos grupos, nuevos dioses. ¿Comprenden ahora que Jesús pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Jesús sabe que hablan de él. También sabe que muchos hablan de él sin conocerle, que otros mienten sobre él, o que manipulan su persona y su mensaje. “¿Quién dice la gente que soy yo?”, y peor aún: “¿ustedes se creen todo lo que dicen sobre mí?”. Por eso nos dice (ese documento fundamental, punto de referencia en nuestro ministerio, cuyos secretos nos desvelará Maruja Sedano, nuestra directora diocesana de catequesis durante un taller que se tendrá en ese Congreso): Es tarea propia de la catequesis mostrar quién es Jesucristo: su vida y su misterio, y presentar la fe cristiana como seguimiento de su persona. Para ello, ha de apoyarse continuamente en los evangelios, que son el corazón de toda la Escritura, por ser el testimonio principal de la vida y doctrina de la Palabra hecha carne, nuestro Salvador. El hecho de que Jesucristo sea la plenitud de la Revelación es el fundamento del cristocentrismo de la catequesis: el misterio de Cristo, en el mensaje revelado, no es un elemento más junto a otros, sino el centro a partir del cual los restantes elementos se jerarquizan y se iluminan. (Directorio General para la Catequesis, 41). Ser catequista para hablar sobre Jesús y hablar correctamente sobre él. 4 ¿Quién soy yo? Y así saltamos al siguiente argumento: “¿Quién dicen ustedes que soy yo?”. Nosotros, los discípulos. Ya sea la zarza que habla o Jesús que pregunta, yo-usted-nosotros, los discípulos estamos en diálogo con Dios, conversando, compartiendo. Diálogo. Si estamos aquí, participando de este congreso es porque sabemos quién es Jesús y quién es el Dios de Israel. Si estamos aquí es porque nosotros estamos –o nos sentimos- comprometidos con el Señor y con su Iglesia. Pero ¿somos simplemente personas de conocimiento, intelectuales de las cosas religiosas, maestros de la fe? ¿O somos los interlocutores de Dios, aquellos que dialogan con El? Piense usted algo, querido Moisés de Chicago 2006: cuando Dios dice desde la zarza “Yo soy” está diciendo “Tú eres”. Siglos después de la zarza, Jesús preguntó lo mismo a sus discípulos y hoy nos lo pregunta a nosotros. No pensemos simplemente en la respuesta que debemos dar, sino que detengámonos ante el que pregunta. Por eso he querido reflexionar junto a ustedes sobre “¿Quién dice Jesús que soy yo?” “¿Quién es el catequista del siglo XXI?”. La persona a la que el Señor detiene en su caminar durante estos 3 días de congreso es aquel que fue llamado por Dios y por la Iglesia para extender la tarea evangelizadora, la propagación del Evangelio a través de la enseñanza de la fe en las comunidades parroquiales. Nosotros somos la voz de Jesús en medio del mundo, los voceros que gritan al mundo que Jesús es el Señor, los portavoces que llenan con palabras de vida eterna un mundo hambriento y necesitado. Nosotros somos los que enseñan quién es Dios a los demás. Pero al mismo tiempo somos quienes se saben llamados por Dios, interpelados por El, salvados y redimidos, AMADOS por El. A la vez que Jesús nos dice quién es él, nos ayuda a entender quiénes somos nosotros. Por eso la gran pregunta hoy es: ¿quien dice Jesús que soy yo?. Como nos indica el Directorio General para la Catequesis: La catequesis, al presentar el mensaje cristiano, no sólo muestra quién es Dios y cuál es su designio salvífico, sino que, como hizo el propio Jesús, 5 muestra también plenamente quién es el hombre al propio hombre y cuál es su altísima vocación. La revelación, en efecto, no está aislada de la vida, ni yuxtapuesta artificialmente a ella. Se refiere al sentido último de la existencia y la ilumina, ya para inspirarla ya para juzgarla, a la luz del Evangelio. (Directorio General para la Catequesis, 116). Por tanto, mi servicio a la Iglesia, a la catequesis, a la educación religiosa, sólo tiene sentido en relación con Jesucristo, teniendo como compañero de diálogo a Jesús. No es sólo saber mucho sobre Jesús, sino estar mucho en contacto con Jesús. Nos dice el Directorio General para la Catequesis: Todo lo que Cristo vivió, hace que podamos vivirlo en El y que El lo viva en nosotros. La catequesis actúa sobre esta identidad de experiencia humana entre Jesús, Maestro, y el discípulo, y enseña a pensar como El, obrar como El, amar como El. Vivir la comunión con Cristo es hacer la experiencia de la vida nueva de la gracia. (Directorio General para la Catequesis, 116). Convertirnos en discípulos, para ser maestros Jesús vagó por Israel durante 3 años enseñando la buena nueva. Marcos nos resume su enseñanza con esas primeras palabras que pone en la boca del Maestro: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en la Buena Nueva” (Mc 1, 15). Nosotros identificamos rápidamente conversión con “ser malos”. Pero Jesús no lo hacía. Conversión es cambio, es mejora, es tener vida en abundancia. Los asombrados galileos que le escucharon se preguntarían: “¿Convertirnos a qué? ¿Convertirnos en qué?”. Porque todos los maestros les habían indicado siempre lo que tenían que hacer. Pasos guiados, pasos ciegos, pasos controlados por una voluntad que no es la del que camina. Jesús no. Jesús les dice: “conviértanse, cambien, pero cambien dentro” ¿Cómo? “Creyendo la buen nueva”. “¿Convertirnos a qué? ¿Convertirnos en 6 qué?”. NOOO, dice Jesús, la pregunta no es esa, sino “¿Convertirnos a quién?”. Terminando Por eso, yo mismo termino mi presentación. Ante los trabajos en grupo que desarrollaremos durante estos días, les dejo tres puntos: 1. Cristo me pregunta quién es él para mí. Cristo presente junto a mí durante este congreso. 2. Cristo que me invita a conocerle. Durante este congreso, escuchar quién es Jesús para los demás. 3. Cristo desea ser predicado. Durante este congreso, aprender sobre cómo llevar a Jesucristo a los demás. O dicho de otro modo: La única respuesta posible a la pregunta: “¿Quién dice usted que soy yo?” es el amor. 1. El amor que Dios me da al elegirme y al preguntarme, al sentirse interesado por mi respuesta. 2. El amor que yo siento por Jesucristo y que me ha llevado a comprometerme seriamente en el ministerio. 3. Y también el amor que yo siento hacia aquellos que recibirán mi catequesis. Muchas gracias. 7