Rosa Montero (1951) Te trataré como a una reina 1983 EL EXTRAÑO CASO DE LA ASESINA FUMADORA Extracto del reportaje que, bajo este título, fue publicado el día 18 de septiembre de 1982 en la revista especializada El Criminal, número 356, II época. (De nuestro reportero Paco Mancebo) Los vecinos de la popular calle de La Reina de esta capital continúan conmocionados por el extraño y salvaje suceso ocurrido el pasado viernes día 16 en la finca sita en el número 17 de la citada calle. Los acontecimientos se desarrollaron hacia las seis y media de la tarde del viernes. Con Antonio Ortiz, de 49 años de edad, soltero, de profesión funcionario de ministerio, se encontraba en su casa, en el cuarto piso de la mencionada finca. [...] Poco imaginaba el infortunado que en el descansillo le esperaba la asesina, Isabel López, de 46 años, más conocida con el alias de “La Bella”, cantante de boleros en un club nocturno cercano al barrio chino, actualmente detenida por la eficaz acción de los inspectores de Policía del Grupo de Homicidios. (9f.) 3 Es el amor, pregunto yo, una inquietú, una ansiedá... Sentir latir el corazón con desesperasión por tiiiiiiii... Estoy enferma de contar las horas, que aún me faltan, para verte a solaaaasss... y con mis besos entregarte todo, todo mi quereeeerrrrr... (38) 12 Se escuchó un nuevo pitido ferroviario. Bella se incorporó en la cama y encendió un cigarrillo. ¿Por qué la abandonaba el Poco cada noche? Y, sin embargo, quería llevarla a Cuba. Con él. Quería llevarla a Cuba y unirse a ella atravesando un océano, que era cosa que sacramentaba más que un cura. Esta vez todo podría ser distinto. Los dos eran mayores, los dos habían sufrido. Podían ser amigos, compañeros, algo que ella había creído imposible de conseguir con un varón. Sin celos, sin pasión, sin sufrimientos. Allí, en Cuba, se conocerían mutuamente hasta en los más pequeños entresijos, y se adivinarían, y se consolarían, y envejecerían juntos lentamente, muy lentamente, porque dicen que en los trópicos la vida es larga y la vejez tardía. Necesito un corazón que me acompañe, que sienta todo, que sea muy grande, que sienta sobre todo lo que siento. Los boleros habían nacido en Cuba porque allí la vida era verdad. Aquí las palmeras eran de cartón y los mares de neón y todo parecía el reflejo de un reflejo. Pero allí las playas eran playas, y el éxito era éxito, y el amor, amor. Cuba era el mundo y ella había vivido siempre en una esquina. Pero Cuba estaba muy lejos, demasiado. Bella hubiera preferido que el Poco no hubiese dicho nada. Hubiera preferido no recordar que Cuba existe, porque se sufre menos sin deseos. De pequeña, Bella tenía un remedio contra el miedo. De pequeña se metía en la cama y escuchaba trastear a su madre en la cocina, tintineo de peroles, gorgoteo del agua de los cubos, el raspar de la escoba contra el suelo. Después, cuando todos los ruidos se apagaban, oían los pasos de su padre: atravesaba la pieza delantera, cerraba bien la puerta y cruzaba la tranca de madera. Y entonces, cuando reconocía el golpe del tablón contra los travesaños, Bella sabía que ya podía dormir tranquila, que los peligros se habían quedado fuera y el mundo estaba en calma. Pero ahora no había tranca, ni pasos paternales, ni chapoteo de platos en la pila. Sólo había las brumosas sirenas de los barcos, que ya no eran ni barcos, que ya no era ni bruma. (120f.) Benutzte Literatur: Montero, Rosa (200016): Te trataré como a una reina. Barcelona: Seix Barral. (GR-86/MON/7)